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Full text of "El general Artigas y su época"

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PROFESSORSHIP OF 

LATIN-AMtíRICAÑ HISTORY AND 

ECONOMICS 

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Y SU ÉPOCA. 



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POR 



V.USTO 3V1A.es o, 

KX-DIRECTOR DE LA OFICINA DE ESTADÍSTICA DE BUENOS AIREí»; 

MIEMBRO DEL INSTITUTO HISTÓRICO GEOGRÁFiro DEL RIO DE LA PLATA; 

DE LA ASOCIACIÓN AUXILIADORA DE LA INDUSTRIA NAeTüNAL 

DE RIO JANEIRO; 

DE LA SOCIEDAD DE AMIGOS DE LA IIJ'STRACION, 

DE VALPARAÍSO; ETC., E IC. 






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Españoles, Orientales y Portugueses. 



Los tombres observadores más versados con el estudio de la 
historia, y de la multiplicidad de acontecimientos y hechos sor- 
prendentes que en ella se narran y comentan, no pueden menos 
de asombrarse al recorrer los anales de Portugal en sus relacio- 
nes con la España, ante la enorme suma de labor, de actividad, 
de inteligencia, de astucia, y hasta de perfidia y duplicidad, 
que en ellos se revelan, empleados unas veces en el descubri- 
mient •, conquista y usurpación de territorios; otras en la con- 
troversia y ardides de una astuta diplomacia, tanto más infati- 
gable y perseverante cuanto mayor y más colosal era su tarea ; 
siempre pronta al servicio de un insaciable anhelo de conquis- 
tas, convertido no pocas ocasiones en ávida y sigilosa rapacidad; 
otras veces audaz y enérgico hasta el extremo de amenazar al 
poderoso rival; casi siempre soportándose todo de parte de 
éste, por cobardes atenuaciones, ó por más acomodaticias y 
bochornosas condescendencias. Podría llenarse una vastísima 
Biblioteca Pública con solo los escritos y libros, que los histo- 
riadores, geógrafos, cronistas, diplomáticos y gobernantos han 
escrito y hecho escribir en los últimos cuatrocientos años 
transcurridos, con relación á las conquistas territoriales que 
hicieron, á las usurpaciones que en ellos se efectuaron; y á las 
contiendas y controversias á que dieron lugar esas conquis- 
tas. 

Ante tal verídica afirmación podrá comprenderse cuan colosal 
debería ser el trabajo practicado concienzudamente, que inten- 
tase compendiar no mas, la dilatada y contradictoria historia 
de aquellos dos países con relación principalmente á sus pose- 
siones americanas. 



— 6 — 

No debe estrañarse que la opulenta y batalladora España de 
Carlos V. se enseñorease merced á su poderío y á sus riquezas, 
de tan vastos dominios en todos los continentes de la tierra. 

Lo que si asombra es ver á ese pequeño reino de Portugal, 
fracción mínima do la soberbia Iberia, utilizar el talento de sus 
sabios, la ciencia y la audacia de sus navegantes, y el ardor y 
denuedo de sus guerreros, para lanzarse á toda clase de em- 
presas arriesgadas, en países remotísimos unos, inespugnable- 
mente defendidos otros, hasta enterrar alguna vez sus mejores 
hijos y sus grandes recursos en los desiertos del A.frica, como 
en las temerarias aventuras del desgraciado Rey don Sebas- 
tian, 6 llevando su bandera'mas allá de donde la enarbolaban 
en los mares y en las costas los Españoles, Franceses y Holan- 
deses: aventajándolos a unos y otros en arrojo, en poder y en 
decisión para asegurarse en las tierras conquistadas. 

Así solo se esplica que pudiera llevar sus intrépidos mari- 
nos, sus descubridores nautas, y sus conquistadores como 
Vasco de &ama, Cabral, Alfonso, Jaques, Alburquerque, Maga- 
llanes, y tantos otros do un extremo á otro de los mares, en 
África, en el Japón, en Asia, en Ainérica, haciendo conquistas, 
levantando fortalezas, y como lo dice aunque con ampulosa hi- 
pérbole el entusiasta traductor portugués de una geografía 
de 1,736 de J. Valleman, que tenemos 4 la vista: 

« Esta conquista, (la de las Indias), hizo á los reyes portu- 
gueses tan poderosos en el Asía, que bien parece era llegado 
el tiempo en que Dios desempeñase su divina palabra y cum- 
pliese la promesa hecha al primer Alfonso en el campo de Ou- 
rique, cuyos sucesores escogía para llevar su n . mbre á los gen- 
tiles entre trabajos y peligros por el espacio de cuatro mil le- 
guas, que se cuéntate desde el Cabo de Buena Esperanza, el 
mas austral del África hasta el de Liampo en la China, con- 
quistando tierras, levantando fortalezas, y sujetando principes 
rebeldes al nombre de Dios, con proezas de valor tan espan- 



— 7 ■- 

to^as, que exoeden la fé humana éi no estuYÍesen tan antentí- 
cadas en la historia!» 

Ante hechos de tal magnitud, no se extrañará pues, que el 
Portugal, llegase muchas veces á ponerse frente á frente á la 
que era entonces la primera potencfa de la cristiandad, avan- 
zando siempre paso á paso con imperturbable energía, opo- 
niéndole barreras, apoderándose de sus conquistas, hasta lle- 
gar á valerse de las mismas armas españolas ^para arreglar y 
consolidar sus usurpaciones con el beneplácito y sanción del . 
usurpado, como aconteció en la Colonia del Sacramento, y ceñ- 
ios mal aventurados siete pueblos de las Misiones Uru- 
guayas. 

Volvamos a\ora á 1812 en la Provincia Oriental. 

Vamos á ver ahora como el General Artigas, sin alianzas 
sin recursos, ni elementos de guerra, rodeado su pais de ene- 
migos y de traidores, desafiaba cuerpo á cuerpo á esa potencia 
del Portugal y su gran reino del Brasil, la misma que tantas 
veces habia afrontado las iras y el poder de la España, que en 
ciertas épocas hasta la habia humillado con sangrientas y ver- 
gonzosas derrotas. 

Ya hemos visto al General Artigas resistiendo por su cuen- 
ta y riesgo la invasión portuguesa de 1812, terminada al fin 
diplomáticamente por el armisticio celebrado en Buenos Aires 
con el Enviado Portugués Coronel Rademaker el 26 de Mayo 
de ese año. 

Vamos á estudiar ahora las condiciones en que el pueblo 
oriental debía entrar á la nueva y colosal lucha de 1817. 

Para formar una idea aproximada siquiera de esas condicio- 
nes, y de la extensión del general pronunciamiento popular de 
la tercera grande época Oriental, en la que el General Artigas 
levantó en masa las milicias orientales y misioneras, para com- 
batir al invasor portugués ; es indispensable tomar en consi- 



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— 8 — 

deracion algunos informes y observaciones muy oportunas y 
concluyentes. 

Vamos á entrar lijeramente en ellas, con la persuacion de 
que contribuirán á completar el juicio del lector sobre el ver- 
dadero estado de la entonces provincia Oriental, sobre el es- 
píritu exaltado y soberbio que animaba a sus bijos, y final- 
mente sobre la grandiosidad de los acontecimientos que se de- 
sarrollaban al impulso y bajo la acción guerrera y entusias- 
madora de Artigas. 

Ya hemos visto como procedía éste oponiéndose al ejército 
portugués en 1812, influyendo con su resistencia annada para 
que evacuase el territorio oriental. 

Veamos ahora como procedían las autoridades portugue- 
sas de la frontera, y sus subordinados en cuanto á los ve- 
cinos rurales de la Banda Oriental, entre los cuales debia buscar 
en 1817 el General Artigas sus valientes milicianos, que los 
doctores López y Berra han dado en llamar bandas. 

La política ambiciosa que inspiraba á la Corte de Portugal 
movida por el anhelo constante de ensanchar sus territorios en 
América por medio de una ci'eciente usurpación á sus vecinos 
los Españoles, influía eficazmente en todos los actos de sus 
funcionarios y agentes en el Brasil. Es así como se comprende 
que estos no solo cumpliesen, sino hasta ultrapasasen, las ins- 
trucciones de la misma Corte al efecto. 

Son conocidas las permanentes y agresivas discordias que 
dividieron á los españoles y portugueses en su respectiva 
ocupación y población de los dilatados territorios correspon- 
dientes á los Virreinatos del Brasil y del Rio de la Plata. 

Parecía que este inmenso continente era pequeño para la 
codiciosa avidez de los conquistadores. Unos y otros se hostili- 
zaban encarnizadamente en América, en tanto que en sus 
Cortes se ajustaban pactos de familia y tratados de cordialísima 
amistad, que principalmente las autoridades portuguesas de 



las grandes Capitanías de San Pablo y San Pedro violaban con ■ y 
el mayor descaro, alentadas al efecto por las Bubrepticias rece- , '^ 

mendaciones de sus vireyes. 4 

Esa situación de hostilidad latente y secular se reagravaba -í 

con la ocupación de la Colonia del Sacramento por los Portu- j 

gueses desde que el (robemador don Manuel Lobo vino desde "^^ 

Kio Janeiro el 1." de Enero de 1630 á fundar aquella ciudad, 7j 

con pretextos más ó menos íútiles, y con planos y mapa-mun- '< 

dis falsificados expresamente en 1678 por el Cosmógrafo Juan 3 

Texeira de Albornoz por orden del Rey de Portugal Don Pe- ■ j 
dro, irritando de deraosfcr.ir que en el Rio (lo la Plata y aún 
más abajo de su latitud, se bailaban los verdaderos limites del 

Brasil, siguiendo una línea imaginaria hasta el grado 45, que ^ 
debía incluir en los dominios portugueses una gran parte de 
la Patagonia, y otros territorios españoles. (1) 



(1) Aunque no so relacione directamente con este Estudio, Rveemoa 
dar mayor interés h, nuestro trabajo trascribiendo las dos notas siguien- 
tes que se cambiaron después de la invaKÍon de Lobo, entre éste y el 
Gobernador de Buenos Aires. Esd invasión como es sabido tuvo un 
éxito desasti'oso, pues ooiio moyjs después el mismo Garro envió al 
Maestre de Campo don Antonio de Vera y Maxica con 3000 indios Gua- 
raníes y 200 milicianos de Santa Fé, Corrientes y Buenos Aires, consi- 
goiendo rendir toda la guarnición portuguesa con an jefe Lobo, y demo- 
ler las buenas fortificaciones que este liabia construido con 18 piezas de 
artil loria. 

Carta del Gobernador do Buenos Aires ^ don Manuel Lobo, fecha & 
3 de Febrero de 1080. 

« Las noticias que tmjo uno de los barcos, caminando la vuelta de la 
isla de San Gabriel, rao obligan al despacho presente para saber de 
V. S. por medio del Sargento Mayor de este presidio don Juan Zebian 
de Velazco y don Juan del Pozo, Alcalde Provincial de esta ciudad, 
diputado de este Gobierno, la causa de haber hecho pié en tiei-ra de la 
Corona do Castilla, en quietud y pacífica posesión de más do 120 años 
á esta parte. 

Porque habiendo sido con autoridad del Rey Nuestro Señor don Car- 
los 2." (qne N." señor guarde y prospere) no podré negarme á su rendida 
obediencia; máa eatraüaré siempre el no haberme dado V. S. parte, lúe- 



— 10 — 

La Colonia del Sacramento, devuelta al Portugal después 
de la rendición de Lobo, atacada varias veces y vuelta á recu- 
perar, continuó siendo por largos años hasta su definitiva ren- 
dición por el Virey Cevallos, el gran cuartel general de donde 
expedicionaban los portugueses por todo el territorio oriental 
y en donde se asilaban los contrabandistas que desde la fron- 
tera cruzaban la campaña, transformándose á su regreso á la 
frontera de Rio Grande, en merodeadores que no solo robaban 
todos los ganados que podian arrear á su paso, sino hasta las 
mujeres y niños de color que vendian al otro lado. 

Ese mismo plan de invasión y depredaciones se llevaba á 
cabo desde el siglo anterior en todas las extensas fronteras del 
Vireinato, en opuestas direcciones como lo refiere el ilustrado 
Jesuita Lozano con relación á los celebres Mamelucos y Pau- 
listas que hacian sus irrupciones al norte: 



go que llegó, para que pudiera mostrarme con la fineza qua pide mi 
obligación. 

Si la venida de V. S. ha sido con ocasión de temporal ó para negocio 
que no pide nuevo término, será la respuesta má,s cumplida á elevarse 
luego, dando la noticia que á V. S. pareciese más justicada y que pueda 
parecer en los tribunales superiores, sin que se oponga á la urbanidad 
y política, avisándome para que yo satisfaga al empeño de la Capitanía 
General de este Puerto. Guarde Dios etc. etc. 

José Garro,7> 

Hé aquí la respuesta que en 10 de Febrero de 1680 dio Lobo al Go- 
bernador Garro, tan notable por la cortesanía de la forma como por la 
firmeza rotunda de la negativa : 

« Como el Príncipe mi Señor que Dios guarde en las órdenes que dá á 
sus Gebiemos ultramarinos, manda que hallándose aquellas Provincias 
de que los encarga, con sobrados moradores, les busquen nuevas tierras 
para que con más comodidad las puedan cultivar, me resolví luego que 
llegué al Janeiro por la propuesta que la Cámara de la ciudad me hizo 
sobre este particular, á embarcarme con la gente que me faó posible 
acomodar en estas embarcaciones, dejando órdenes de que me sigan 
otras que por instantes espero. Buscando parte conveniente desde 



- 11 - 

« En 20 grados y 46 minutos, tiene su entrada al Paraná el 
rio Añembí, testigo perpetuo dos siglos há, de insultos, robos 
y tiranías de los Mamelucos del Brasil; por que naciendo, en 
las espaldas de Cabo Frío, en las serranías del Paraná piazaba; 
viene regando los campos, y pasa por la celebre villa de San 
Pablo, la Ginebra de aquella malvada jen te que aquí se embar- 
ca, y sin temor de los mucbos saltos y escollos, baja por él has- 
ta el Paraná, para cautivar los indios de la corona de CastiUa 
en todas las dilatadas provincias del Paraguay, Ghiairá, Jerez, 
y hasta las de Santa Cruz de la Sierra en el Perú. » 

La invasión portuguesa aprovechando toda clase de instru- 
mentos para su fin se pronunciaba asi y avanzaba sus domi- 



aquella plaza, no he hallado otra más conveniente asi por el puesto 
como por lo que congeturé de las tierras. 

Y esté V. S.* cierto que cuando me determinó á poner los pies en es- 
ta, fué con la infalibilidad, que asi esta como otras muchas están dentro 
de los limites de la Corona de Portugal, y dominio del Príncipe N. R. 
que Dios guarde. 

Y como asi sea, sin la orden expresa de dicho señor no determino vol- 
ver atrás un paso. 

Y come estas dos coronas han contraido entre si una paz tan firme y 
que esperamos so continuará por muchos añss, las Reales personas de 
una y otra Corona con sus consejos resolverán lo que les pareciere más 
conveniente. 

Y el no haber enviado á V. S. á besarle la mano luego que llegué, fué 
por que tengo noticias, que ese Puerto está prohibido, como muchas ve- 
ces se ha experimentado; y en el Rio Janeiro supe se habia hecho cargo 
A algunos capitanes de esa ciudad y su jurisdicción, no habiendo pre- 
cedido en ellos culpa venial, más antes han dado con demasiado rigor, 
con que so hubieren con los Portugueses que llegaron á ese Puerto, 
dando ocasión á que se formasen más justas quejas de lo que convenia 
á Vasallos de dos Reynos que están en pacifica concordia. 

En lo que yo valiera en servicio de V. S. me hallará siempre muy 
pronto, y con muy buena voluntad para obedecerle. 

Dios guarde á V. S. muchos años. 

Manuel Lobo. 



t 



— 12 -^^ 

nios, estrechando a los Españoles, lo mismo por esta última 
Provincia, como por Matto-grosso y Cuyabá; no debiendo ol- 
vidarse que el principal intento que se llevaba en vista, era el 
de asegurarse de la navegación de los grandes rios que baja- 
ban de esas vastas comarcas, como el Paraguay, el Paraná y 
el Uruguay, mediante la cual podia el Portugal conservar mas 
fácilmente sus usurpaciones y asegurarse por el grande estua- 
rio del Plata, libre y franco el camino real al Océano para el 
movimiento comercial de esa inmensa rejion, al mismo tiempo 
que fortalecía la defensa y sosten de su autoridad y dominios. 
Las autoridades españolas creían que con establecer guar- 
dias en la frontera oriental, y en ell^erreno que se consideraba 
neutral, garantían la posesión de los territorios reconocidos por 
el Portugal como propiedad española; pero cada año una nue- 
va invasión venía á burlar esa candorosa confianza. 

Fué así como la presencia de los contrabandistas, y 
ladrones de ganado, que á pesar de las nuevas guardias es- 
tablecidas, asolaban las valiosas y recientes poblaciones de los 
hacendados españoles, situadas á una y otra margen del Ya- 
guaron, especialmente en las vertientes de la Laguna Merin, 
en las proximidades de aquel rio, y en las márgenes del Rio 
Negro, obligaron al Virey de Buenos Aires a formar una com- 
pañía de Blandengues para vigilar ese territorio, y la línea que 
defendían aquellos guardias ó forünes. 

De este modo considerando los vireyes de Buenos Aires como ¿I 

inútiles ó ineficaces sus continuas reclamaciones al del Brasil, 
y á sus delegados de la frontera, para que hicieran desalojar 
los nuevos establecimientos portugueses, en cumplimiento de 
reales órdenes de la Corte, libradas definitivamente, en tanto 
que entre los gabinetes contratantes se resolvían los puntos 
controvertidos por sus Comisarios; resolvieron dichos vireyes 
colocar algunas guardias al Norte del Yaguaron, tratando asi 




de evitar el incremeiito de fisaa nuevas poblacione portugue- 



En esas empresas de salteo de las haciendas españolas, los 
Cuatreros organizados en fuertes partidas encontraban un po- 
deroso auxilio en las asperezas y bosques de aquellos terrenos 
escabrosos, merced á lo cual se internaban algunas veces hasta 
elmismo rio Tacuaií y el Cebollati, donde llegaban también 
algunas partidas de soldados Portugueses con el pretesto de 
perseguir y prender á aquellos. ■ 

Fué por entonces que no siendo tolerable por mas tiempo 
tales violencias y desmanes, asi como las enormes pérdidas pa- 
decidas por los colonos españoles, se decidió el anciano Virey 
del Rio de la Plata, don Pedro Meló de Portugal y Villena, á 
reconocer en persona la situación del pais y de sus defensas, 
(aun á costa de su vida, pues es sabido que murió en Pando 
durante ese viaje) ordenando que se estableciera una nueva 
Guardia sobre el Tacuarí, destinada á protejer los estableci- 
mientos mas centrales de aquel territorio. A esta posesión que 
fué el fuerte y Villa de Meló en las inmediaciones del Cerro- 
Largo, y en las vertientes de aquel rio, se la honró con el nom- 
bre de su respetabls fundador, que conserva hoy como cabeza 
del Departamento de Cerro-Largo. 

Los portugueses de la Colonia explotaron también sinies- 
tramente los odios de raza entre los indígenas, azuzándolos 
contra los españoles, consiguiendo asi fortalecer bu ocupación, 
"nsanchar sus límites, y hostilizar con ventaja, á fueraa de 
■uplicidad, á un rival que no podían vencer por la violencia. 

Fué para combatir ese púnico sistema que el Gobernador de 
íuenos Aires, don Manuel de Prado Maldonado envió una 
uerte expedición de más de tres mü hombres, guaraníes en su 
aayor pai-te, á las órdenes del Sargento Mayor don Alejandro 
i.guirre, tratando de derrotar á los Charrúas que los Porta- 



— 14 — 

gueses alentaban, proporcionándoles armas, recursos y algunoa 
soldados para dirijirlos. 

La disciplina y la pericia de las armas españolas -guaraníti- 
cas obtuvieron una completa victoria sobre los Charrúas y sus. 
aliados, hasta que, como dice el mismo Aguírre, « los consu' 
mieron y acabaron á todos estos. » (1) 

Podría parecer un absurdo histórico, pero hay en esa batalla^ 
del Yí en Abril de 1702 y en sus preliminares tan poco cono- 
cidos en los fastos nacionales, algo como la nebulosa de una 
Ituzaingó indígena, que las crónicas militares podrían revivir 
con sus sangrientas y marciales tradiciones, en los cantos de 
algún Ossían criollo. 

La historia de los limites territoriales entre naciones belico- 
sas no está siempre reducida á los protocolos diplomáticos ó ¿ 
las operaciones geodésicas de demarcación. Hay entre ellas 
episodios militares con su feroz secuela de inveterados odios^ 



(1) Siendo tan interesante y poco conocido en la historia de la Pro- 
vincia Oriental este notable hecho de armas, creemos se leerá con inte- 
rés el párrafo siguiente de una declaración otorgada por el mismo- 
Sargento Mayor Aguirre en que detalla con mayor minuciosidad los 
incidentes de esa célebre batalla, cuyo documento está fecliado á 9 de 
Ifayo de 1702, en el pueblo de la Candelaria. 

Dice^ asi Aguirre: 

« En el paraje y rio llamado Ibicuy, desde donde caminamos en busca 
del enemigo, más de ciento y cuarenta leguas, en que se atravesaron los 
Ríos Ibirapitá, Tacuarembó, Yaguarí, Pirai, y Rio Yi, todos ríos muy 
caudalosos, y que se pasaron nadando con gran nesgo de las vidas, con 
otros mucho^ pantanos no menos anegados, que dicho ejército para el 
real servicio trajo cuatro mil caballos, dos mil muías, y dos mil vacas, 
y todos los víveres necesarios para su sustento y seis religiosos de la 
Compañía de Jesús, cuatro que le servían de capellanes que exortaban 
y animaban á los indios al servicio de Dios y del Rey Nuestro Señor, y 
los otros dos de Médicos y enfermeros ; y que habiendo caminado jpae- 
ses, dimos casi con los rastros del enemigo que estaba rancheando en 
las riberas del rio Yi, y desde el dia seis de Febrero al amanecer, se les 
dio el primer asalto, y se les ganaron sus tolderías ; y habiéndose retí- 



— IB — 

de sorpresas y venganzas, de lucha á muerte, como las que 
narradas por hábiles escritores han dado en algunos países á 
su literatura y á su historia sus más bellas páginas. 

Walter Scott con sus novelas y poemas sobre las célebres 
guerras del Border entre los clanes de Escocia y la Inglaterra, 
y los novelistas americanos coino Cooper ó Irving han demos- 
trado cuan rico é inagotable podria ser el caudal de esas cróni- 
cas que existe aun intacto para nuestros ingenios. 

Al menos^ los indomables Araucanos han tenido un Ercilla 
para inmortalizar sus proezas. Centenera ha cantado principal- 
mente las glorias de algunas tribus ; pero los Charrúas y los 
Yares no han tenido hasta ahora en sus contieadas con los 
Guaranies y los Esjftiñoles, el cancionero, el bardo popular, el 
novelista que conmemorase sus hechos, apenas bosquejados en 
los episodios de Zapícan ; ni las feroces contiendas entre crio- 
llos y portugueses hasta la guerra de la independencia^ el ero- 



rado ellos con toda su chusma & la espesa montaña, donde se hicieron 
fuertes, y por espacio de cinco dias, pelearon con desesperación, hasta 
perecer casi todos á la fuerza de nuestras bocas de fuego y dem&s ar- 
mas, y cojidoles toda su chusma de mujeres y niños que pasaban de 
quinientas almas que se trajeron según el orden del señor Gobernador. 7> 

Los portugueses de la Colonia lejos de ser estraños á las agresiones, 
y hostilidades practicadas por los indios Charrúas y Mboanes contra 
los indios guaranies y españoles, est¿ probado que los instigaban & ello 
alentándolos con esperanzas de socorro, y dándoles al efecto algunas 
armas de fuego antes de esa batalla. 

Se justifica ese cargo y otros varios que de él se derivan como una 
participación mal disimulada en aquellas agresiones y sorpresas, con 
las resultancias y demostraciones de una prolija información ó interro- 
gatorio diligenciado por orden del Padre Superior de la Compañia de 
Jesús, Juan Bautista de Zea, información destinada ¿ dar cuenta al 
Rey y á sus autoridades, de las agresiones sufridas, y justificar al mismo 
tiempo el castigo que recibieron los enemigos. 

De esta declaración del Jesuita Gerónimo Herranz, resulta que los 
portugueses vinieron con setenta soldados fusileros y tres piezas de 
cañón, y que su fin declarado era apoderarse de las Misiones. 






— 16 — 

nista poétizador de esa lucha que debía ser el prefacio de las 
grandes guerras nacionales. 

Volviendo ahora al estado de las fronteras orientales á prin- 
cipios de este siglo, es sabido que aún en medio de la más pro- 
funda paz entre las dos Coronas, echaban mano las autorida- 
des portuguesas de la frontera de los medios más reprobados 
para venir ocupando los campos despoblados de este lado de 
aquella hasta el Rio Negro, espulsando de otros á sus poblado- 
res, y atacando y apoderándose de las poblaciones y estancias 
fundadas por los Jesuítas por medio de grandes reducciones de 
indios Guaraníes, como San Miguel, Ibirá-Miní en el gajo del 
arroyo de este nombre, en su confluencia con el Icubucurá, y 
otros muchos al Sud del Píratiní. 

Obedeciendo ó más bien explotando esa inalterable regla de 
tolerancia y complicidad oficial, los pobladores portugueses 
acaudalados creían á su turno cumplir con un deber, ó usar de 
un derecho, al propender por todos los medios particulares y 
más ó menos clandestinos á su alcance, á ajustarse á esa consig- 
na invariable de agresión y de usurpación contra todo lo que 
fuese español ó castegao. 

Resistiendo á esas fuerzas en 1801 el entonces Teniente 
Rondeau tomó parte en la derrota, en lo que es hoy Departa- 
mento del Salto, de un fuerte destacamento portugués á las 
órdenes del Comandante Barre to, valiéndole este hecho de 
armas los despachos de Capitán (1); y algún tiempo después el 



(1) En la conocida Autobiografía escrita por el General Rondeau se 
consignan los siguientes interesantes informes sobre esa época: 

« En la clase de cadete, en la que generalmente se eternizaban los jó- 
venes de aquellos tiempos, por que no se proporcionaban más ascensos 
que los que resultaban en los mismos cuerpos por muerte, y rara vez 
invalidez de los que servían los empleos superiores, solo conté cuatro 
años, habiendo conseguido por mi constancia y buen desempeño de mis 
deberes, ser colocado de alférez del cuerpo de caballeria de Blandengues 
de Montevideo que afortunadamente se creó entonces: en este empleo, lo 



N 



— 17 — 

mismo Artigas con una partida de adictos personales suyos, 
entre los que ya se distinguia el bravo Femando Torgues, sor- 
prendió y derrotó una fuerza portuguesa que sacaba ganados 
para la frontera, pretendiendo ser comerciantes que venian del 
Eio Negro; por cuyo hecho de armas el Gobernador Huidobro 
le hizo a aquel donación escriturada de una extensa fracción 
de camno en dicho distrito, en donde se trabajan hoy las minas 



mismo que en el de teniente que obtuve á mi tumo, ostuve siempre en 
campaHa, empleado en comisiones concernientes k la tranquilidad públi- 
ca, ya en persecución de los bárbaros charrúas y minuanes, con los que 
tuve varias acciones, una al lado del capitán don Jorge Pacheco, como 
consta del documento núm. 1 que en tiempos mny posteriores ha venido 
á mis manos por casualidad, y otras mandando yo en jefe las partidas 
que operaban contra aquellos, siendo simultáneas estas operaciones con 
las de perseguir ladrones cuatreros que infestaban la campaña, lo mismo 
que á los contrabandistas, tráfico que era más ejercitado por los brasi- 
leros que por los naturales del país, y aquellos como mas diestros en el 
uso de las armas de fuego oponian una resistencia vigorosa á las parti- 
das de tropas que se les acercaban, atrincherándose con las cargstó que 
llevaban si eran atacados en campo raso, ó defendiendo sus intereses 
desde las cejas de los montes, si tenían tiempo de llegar á ellos. 

« En estas mismas clases, en la guerra con los portugueses en el año de 
1801, tuve tres acciones con ellos: la primera, en las puntas del Rio Negro 
con una partida de más fuerza que la de mi mando, al cargo de un te- 
niente apellidado Paiba; el choque tenía por objeto recuperar sobre tres 
mil novillos que llevaban robados de la estancia situada cerca de la fronte- 
ra, como también trescientos caballos de la misma procedencia, lo que 
conseguí, matándoles algunos hombres, y habiéndoles tomado algmios 
prisioneros. Existen en este Estado personas que en clases inferiores á 
las que hoy representan, se hallaban á mis órdenes en aquel acto: se- 
gundo, en la Fortaleza del Cerro Largo, como ayudante de órdenes en 
gefe que era del puesto, capitán de infantería don José Volaños, cuando 
los portugueses le invadieron, y que fué entregada por capitulación. La 
tercera, después de haber hecho la paz con esta Nación y que fui comi- 
sionado por el Virey, Marqués de Sobremonte, con el fin de que reco- 
rriese la campaña por la parte del Norte del Cerro Largo, y le informase 
si los fronterizos ocupaban algún punto de ella que nos correspondiese 
antes de la guerra. )» 



a 



— 18 — 

de oro; y cuyos campos han estado pleitando hasta hace poco 
algunos herederos de Artigas. 

A pesar de repetidos descalabros, como los anteriores, for- 
mábanse en los campos fronterizos agrupaciones de ricos pro- 
pietarios que tomaban por su cuenta, aisladamente en partida. 
6 en cuadrillas, como una operación comercial licita, la inva- 
sión á mano armada al territorio español de esta Provincia 
Oriental, no solo para establecerse en el sino para apoderarse de 
los ganados y demos bienes que pudiesen caerles á la mano, ó 
para llevarlos ásu territorio despojando á españoles ó indios cris- 
tianos indistintamente, concitando al mismo tiempo contra unos 
y otros el odio inveterado de los indios infieles charrúas y gue- 
noas, á quienes armaban al efecto, y de quienes se servían co- 
mo de una vanguardia en sus incesantes incursiones, verdade- 
ras razzias b malones organizados á mansalva. 

A principios de este siglo se hacia notable entre las empre- 
sas de esta clase, el Qiiüamho (que asi se llamaban esas pobla- 
ciones de negros esclavos y gauchos portugueses, ó más bien 
rio grandenses, cuidando de esas estancias destinadas aparen- 
temente á la cria de ganados,) fundado por don Felipe Contuccí ,. 
agente confidencial y Secretario que habia sido de la célebre 
y ambiciosa Infanta doña Carlota, hermana de Femando VII 
y esposa de don Juan VI de Portugal. 

Es así como Contuccí poseía ese grande establecimiento de 
campo situado cerca de la línea del Yaguaron, en el cual se 
sostenía una fuerte guarnición junto con la misma peonada de 
aquella estancia, verdadera fortaleza ó castillo feudal, de donde 
expedicionaban en todos direcciones fuertes partidas armadas, 
cuyas depredaciones y vaquerías, changando, como se decía 
entonces, ganados ajenos, en las tierras fronterizas, tenían alar- 
mados todos los pobladores Orientales inmediatos á aquella 
extensa zona. Es sabido que llegaron á tal extremo los acto» 
de vandalismo de los dueños y administradores de esa grande es- 



— 19 — 

iancia militar, que fué necesario desprender del ejército patrio- 
ta que sitiaba á Montevideo una expedición á las órdenes del 
Coronel French, la cual asaltó el Quilombo, logrando rendir 
su guarnición después de un reñido combate, en que resultó 
gravemente herido el Teniente don Lucio Mansila después 
General, el mismo glorioso vencido de las baterias de Obligado. 

De este modo acontecía aún en épocas de profunda paz en*- 
tre ambos países, que las autoridades portuguesas fronterizas 
instigaban, sancionaban, y aprovechaban esa guerra privada 
de depredación, verdadera piratería de tierra. 

Es sobre los avances y tropelías de esta, al parecer desauto- 
rizados por el Eey de Portugal, pero siempre impunes y con- 
sentidos, que tomaba cada día mas amplia base y ensanche 
esa creciente usurpación portuguesa, la que al fin venía por la 
diplomacia á hacerse valer, á confirmarse y consagrarse como 
un hecho consumado, en cada sucesivo pacto internacional en- 
tre España y Portugal. 

Tenemos que aducir alguna prueba entre las mil que oñ-ece 
la historia, y la presentaremos irrefragable y tanto más fi- 
dedigna cuanto más humilde es su orijen. Creemos dar al 
efecto un verdadero interés á esta sección trascribiendo ínte- 
gra una interesantísima y espiicativa carta dirigida el año 
1812 por el rico hacendado vasco-francés Inchaurbo que fué 
más tarde poseedor do más de doscientas leguas de campo en 
lo que es hoy departamento de Tacuarembó. 

En ella Inchaurbe dá cuenta al acaudalado estanciero es- 
pañol, don Cristóbal Salvañach, del sistema de saqueo organi- 
zado y casi oficial adoptado públicamente por muchos Eio 
Grandenses en aquella época; y que, como es sabido se conti- 
nuó mucho depues con el nombre de Californias, sistema del 
cual se hacía víctima á los estancieros Orientales y Españole» 
por los cuatreros portugueses que en grandes cuadrillas mero- 
deaban sobre los territorios fronterizos, internándose frecuen- 



— 20 — 

temente hasta inás ac¿ del Bio Negro, antes y después de la 
invasión del General Souza. 

El sencillo pero espresivo lenguaje de esa carta con su co^ 
lorido tan descriptivo de aquella remota ¿poca y de la vida 
rural, evidenci^ con exceso la veracidad de aquellos cargos. 

Esa carta explica también y justifica ampliamente la pro» 
funda indignación y encono que debian venir arraigándose y 
generalizándose entre todos los vecinos de campaña españoles 
y criollos, en odio á las autoridades portuguesas, civiles y mi- 
litares, que no solo toleraban, sino alentaban esa guerra de 
vandalaje y de esterminio contra los vecinos Orientales, apro- 
vecbándose de ella después para protestar cínicamente contra 
el desorden que decietn existía en la provincia, acabando por 
sostener que era urjente sacrificar á las mismas víctimas de 

■ 

sus robos y solteos en masa, á quienes se babía reducido por 
los pacificadores á la miseria y á la desesperación. 

Esa carta contiene en su final una referencia muy interesante 
sobre el General Artigas, á la queJlamamos la especial aten- 
ción de nuestros lectores, con relación á los importantes ser- 
vicios que babia prestado aquel á los estancieros de esa sección 
de la frontera, salvaguardando sus intereses contra las depre- 
daciones portuguesas, principalmente. 

« Señor don Cristóbal Salvañacb : 

« Potrero, 8 de Marzo de 1812. 

« Muy señor mió y amigo: Confirmo á V. mi anterior de 28 
último que dirigí por Argañaras, añadiendo ahora que el Do- 
mingo 2 del que luce fui avanzado nuevamente por otra partida 
de foragidos Portugueses como á cosa de las 2 de la mañana 
al mando de un tal Thomas Capülero, á quien luego que se 
apeó, habiéndome apersonado con mi capataz Vicente Ibarra, 



— 21 — 

y un negro que á la sazón se hallaba, mandó Capillero á los 
de su comitiva nos^amarrasen; y en seguida entrando en la 
casa desbalijaron esta de cuanto liabia en ella, tanto de nuestro 
uso, dejándonos con menos de lo encapillado, como de todo lo 
demás. Verificado este saqueo nos prepararon los caballos más 
inútiles y despreciables que ellos traian, y casi en pelo nos 
condujeron á la otra estancia de la Casa de Piedra, en donde 
bajo de arresto nos mantuvieron en ella desde media tarde 
hasta entrarse el sol, en cuyo intermedio se entretuvieron en 
recojer todas las manadas, y separar de ellas todos los caballos 
redomones y potros, asi hecha esta diligencia nos condujeron 
á un bajo inmediato de la casa, con más tres negros que se 
hallaban en ella, con cuya diligencia comprendí ciertamente 
que nos iban á quitarla vida; pero 4 Dios gracias no sucedió 
tal lance; y luego que salió la luna, nos hicieron retomar á la 
casa, y en cuyo patio y á la inclemencia, estaqueados, y con 
cepo de lazo nos acomodaron á todos hasta el lunes por la 
madrugada, que nos dieron soltura de aquella prisión; pero al 
capataz Vicente le pusieron un cinto de cuero, en cuya forma 
nos condujeron de retorno á la estancia, donde nos prendieron; 
hicieron parada en el Arroyo de las Tres Cruces y Paso de las 
Carretas hasta media tarde, y de alli nos llevaron por la costa 
arriba, y á poco trecho nos internaron adentro del monte, en 
donde nos mantuvimos bajo de arresto y tres centinelas, sin 
ser osados á dar un paso, sino que habíamos de estar de pié, 
sentados ó echados, hasta el miércoles 5, punto antes de la no- 
che, que nos dejaron abandonados, y á pié. En los dias de este 
encierro, el resto de la gente, y aun aaás que por lo visto, y 
presunciones verídicas vinieron sobre 40 individuos, se entre- 
tuvieron en parar un rodeo de ganado cerca de las casas y se 
llevaron por un cálculo prudente un trozo de más de tres mil 
cabezas, porque la noche del martes, y parte del dia miércoles 
no cesó el rumor, y balar del ganado, pues hasta voces de los 



— 22 — 

mismos individuos afanados en reunir el ganado le oíamos con 
un inesT)KcabIe dolor de nuestros corazones. - 

« El jueves por la mañana en vista de nuestra infeliz suerte 
de hallamos á pié en aquel bosque y sin más auxilio que el de 
la divina Providencia, determinamos salir, trayendo á cuestas 
nuestros andrajos de recados, y nos dirigimos á este terreno 
distante de aquella caverna más de tres leguas, y mantenién- 
donos con algunas mazorcas de maíz, zapallos, y algunas san- 
días, quiso Dios depararnos por estas inmediaciones un caballo 
ético, y junto con los dos, logramos hacemos de dos manca- 
rrones que nos sirven para el auxilio de carnear. En vista de 
este hecho tan cruel é inhumano, y al venimos de la casa de 
piedra el lunes por la mañana, á distancia de más de cuatro 
leguas veíamos la polvareda que como humo salía de los corra- 
les de caballos de la otra estancia, y nos inferimos que hayan 
arrasado hasta con las manadas de yeguas. Ayer mandé á dos 
negros á pié á la casa de piedra a ver la ruina de ella, y vi- 
nieron contándome que nada habían dejado en ella, pues que 
hasta las ollas, asadores, marcos, herramientas, etc., no había. 
En la fábrica de curtiduría han hecho lo mismo, y aun más, 
pues han extraído una porción de cueros que se hallaban en 
sus depósitos en el beneficio del curtiembre; á este tenor han 
ejecutado igual destrozo y saqueo en la otra estancia, donde 
nos prendieron, sogun parte que acaba de darme nuestro ca- 
pataz Vicente. De este asalto tan atroz so me sigue también el 
quebranto de que el capataz de la casa de piedra, dos peones y 
dos negros, andan dispersos, sin saber si los han prendido, 6 lo 
que se ha hecho de ellos. • 

No solo es este hecho sino otros de igual jaez que han eje- 
cutado por todas las poblaciones de la tierra, como anuncié á 
usted en mi anterior y á este tenor preveo con toda seguridad 
que antes de muy poco tiempo van á^dejar á todo hacendado 
de esta Banda del Rio Negro en disposición y al amparo de 



— 23 — 

xin capaclio para pedir limosna. Por lo que me acaba de decir 
el capataz de usted, Melchor, le han hecho injentes arreadas, 
pues dice que por el pnesto de Baltas casi no ve ganado. A 
Zamora ( don Cosme ), Gari ( don Manuel Vazques ), España 
( don Félix ), Saenz y á Cardoso, según noticias, le han hecho 
lo mismo, validos del desamparo de gente en que se hallan las 
estancias, y cuando últimamente tienen la osadía y atrevimien- 
to de hacer lo que han hecho conmigo, no debemos esperar más 
que hacer un total abandono, por que de lo contrario nos expo- 
nemos á ser víctimas de nuestros propios intereses. ¿ Quién en 
vista de estos procederes h¿ de subsistir en sus propios hoga- 
res ? ¿ A dónde y cuándo se ha visto ningún hacendado de esta 
Banda, aún en tiempo de los hechos más atroces que cometían 
los infieles, q]jie abandonasen sus chozas, y á la sazón nos vea- 
mos precisados á emboscamos en las entrañas de los montes 
por no hacer una total y absoluta dejación de nuestros intereses 
¿ El gabinete del Brasil no tiene prometido á esa ciudad y sus 
habitantes todo auxüio y protección con entera privación de 
robo por sostener la justa causa presente ? 

« ¿Y por qué, pues, á la sazón á banderas desplegadas, y co- 
mo si estuviéramos en la hostilidad más sangrienta, nos hacen 
unos robos de tanta gravedad, introduciéndose en las estancias 
con el descaro que acabo de experimentar y en forma de V6^ 
querías arrean crecidos trozos de ganado vacuno, rezago de 
cabaUps que se han librado del furor del trastorno habido, y 
de cuanto mueble y utensilios útiles ó inútiles que hallan por 
delante, los llevan, cuando no los destrozan? No se oculta á mi 
conocimiento que el Q-abinete ignorará estos procedimientos, 
y por ello no pone coto ó límite á ellos, pero á qué zote hará 
cr^er que esta ignorancia se estienda también á los Coman- 
dantes de las guardias de su territorio, quienes directa ó indi- 
rectamente es indispensable lleguen á saber estos asaltos y 
saqueos, porque siendo ellos de mucho bulto y ruido, al intro- 



— 24 — 

ducirse en sus dominios, es imposible que lo ignoren? ¿Y por 
qné si tienen órdenes contrarias, según generalmente dicen los 
portugueses, sabido el hecho no los castigan con todo el rigor 
de sus leyes? Que seguramente & les ejemplares bien notorios 
se abstendrían de hacer semejantes insultos; pe7'o la tramoya 
es hien conocida, y es qtie tanto los viás de los Comandantes con 
los introductores ladrones, se dan la mano unos á otros y se ai- 
iren estos á la sombra de aqusllos, que este inicuo comercio es tan 
antiquísimo como sabido de los muchachos de la doctrina. 

« Ya tengo dicho que mi acontecimiento no es solo, sino 
otro que cometieron en la propia estancia de usted en donde 
á media tarde del 27 del pasado amarraron á su capataz Mel- 
chor y peones, y despojándolos de todas sus ropas asi amarra- 
dos los condujeron de noche al paso de los Tres Cerros en Ta- 
cuarembó Grrande, distante de más de 6 leguas, en donde los 
largaron al dia siguiente. Todo este procedimiento y conduc- 
ción ¿ dicho paso no fué más que para hacer mejor el robo de 
caballos y manadas de yeguas por otros de la misma comitiva 
de ladrones que ejecutaron. Este hecho y ultraje les ha obli- 
gado á abandouar la casa y albergarse en lo más interno d#l 
monte, pues habitando en estos términos, acompañados del con- 
tinuo subsidio y sobresalto no es lo mismo que hallarse todo 
abandonado ? 

Parece que si, pues si sobre este desorden no toma ese Gh>- 
biemo la más activa y pronta determinación de favorecemos 
con una partida militar de cien hombres para que contenga es- 
tos desvergonzados insultos y robos, podemos no contar con 
nuestros intereses sobre estos suelos. Es el único arbitrio que 
preveo ser útil por ahora, porque si trata de oficiar al General 
en gefe Portugués, haUo este paso tan inútü que aún cuando 
reconvengan á sus Comandantes subalteriios de los limítrofes 
estoy viendo que no hemos de experimentar ninguna mejora 
como así se acreditará, y si la disposición del auxilio que in- 



— 25 — 

indispensablemente exije en vista <ie unos hechos de tanto 
horror se omite, y se deja á la ventura de solo comunicar al 
expresÉwio General en gefe, en breve se desengañará usted y 
otros hacendados, y yo junto con ellos de nuestra ruina totaL 

« Para no experimentar pups, otras catástrofes que nos su- 
merfan enteramente, éxito encarecidamente la actividad de 
Vd. para qu© haga por si y entre todos los hacendados que 
pueda convocar, todo empeño en la concesión de esta justa 
solicitud que hasta el cielo clama. Espero que asi suceda para 
que nuestros corazones puedan respirar algún tanto. A mayor 
abundamiento convendría también que ese Cabildo y Gobier- 
no á la mayor brevedad comunicase con energía y tesón á la 
Soberana Infanta doña Carlota, de estos últimos atentados que 
han cometido, y cometerán sus vasallos, á menos que S. A. no 
ponga el más inviolable remedio. 

« El ya dicho Melchor que á la sazón se hallaba en esta triste 
choza», níe dice que tal cual caballo existe. Que la boyada no 
existe excepto cinco que se han hallado. 

« Omito en esta narración referir á Vd. el pormenor, y sien- 
do en sustancia asi acontecídome, espero tenga el debido 
cumplimiento el envió de la partida para el celo, y cuidado de 
estos tan interesantes puntos, y confiado en que asi so consiga 
le prevengo por si surte efecto, que el más á propósito para 
comandante de ella si existe en esa, es el sargento Prieto, que 
hoy según me han informado es oficial de Blandengues, sugeto 
de mucho valor y actividad, y que desempeñará su comisión 
con el mayor esmero, pues se acreditó completamente cuando 
Artigas tuvo igual comisión en estos destinos. 

« Si don ¥iUx Saenz pidiese á Yd. la presente para leerla^ 



^T 



— 26 — 

suplico á Vd. le franquee, como el que mande á su affino. y 
atento servidor. 

Q. S. M. B. 

« José Antonio Incliaurhe, » 
« Es copia que certifico. — Paysandu, Mayo 10 de 1812. 

Juan Cniz de TJrqidza. » 



He alii un cuadro fiel de lo que era la campaña Oriental 
fronteriza, saqueada padficamente á instigación de las autori- 
dades portuguesas desde mucho antes de 1812. 

Ya sabemos, pues, lo que era la pacificación portuguesa de 
1812, como anticipación á la oaipadon pacificadora de 1817. 

En cuanto á las autoridades Españolas, es sabido que resi- 
diendo los Vireyes en Buenos Aires, llegaban á ellos muy de 
tarde en tarde las quejas de tantos agravios á los que hacian 
oidos sordos. Solo después do grandes abusos y usurpaciones 
de territorio, se decidian á realizar algunas expediciones como 
la del Virey Vertiz ú otros, cuyos resultados eran t^n efímeros 
como transitorios, porque cesaban tan luego como se retiraban 
las tropas expedicionarias. 

Era necesario que la usurpación se practicase muy en gran- 
de escala con ejércitos de siete mil hombres como el que man- 
daba el Q-eneral portugués Bobn al apoderarse por sorpresa 
del Rio Q-rande, y que la perfidia del asalto se consagrase y 
festejase luego por los portugueses como un triunfo nacional, 
para que la España saliese de su marasmo, y de un fuerte 
mandoble de su intrépido Cevallos al frente de la grandicsa 
expedición de 1777, hiciese sentir en Santa Catalina, en la Co- 



— 27 — 

lonia y en la frontera del Rio Grande, que el león de Castilla 
habia recuperado su bravia pujanza de otras épocas. 

Se comprenderá, pues, ante tal estado de cosas, que á pesar 
de la pusilanimidad ó indecisión habitual de la Corte Españo- 
la, sus delegados y subalternos en la gobernación de este Vi- 
reinato, y a su turno los habitantes y pobladores rurales, fue- 
sen ellos españoles, criollos, ó indios reducidos, desde el Pira- 
tiní y la Laguna de Merin hasta el Tbicuy, y de allí hasta las 
Misiones de este lado del Uruguay, consideraban necesaria- 
mente á todo portugués como un enemigo implacable, ó como 
un usurpador consuetudinario, cuya peligrosa proximidad au- 
torizaba ó reclamaba actos de inmediata agresión y hostilidad. 

Jlsa preocupación agresiva, esa constante antipatía, tan jus- 
tificadas ante provocaciones y desmanes diarios, constituían 
una pasión que habría podido llamarse nacionalj como llegó á 
serlo una vez emancipada la provincia oriental; pasión que 
venia predominando en el carácter y proceder de los habitan- 
tes de los campos desde 1760 en adelante, inoculándoles desde 
Ja cuna un odio tradicional, convirtiendo aquí á cada criollo ó 
español en un adversario obligado del enemigo común portu- 
gués ó brasilero, é infundiendo al habitante de los campos 
orientales, y á todo el que tuviera que cruzarlos, en las faenas 
rurales, un carácter militar ó guerrero apercibido al combate, 
ó á la defensa contra el asalto del changador de roses ajenas, 
del cuatrero contrabandista, 6 del soldado disfrazado de estan- 
ciero ó fazendeiro. 

De esa situación np podían surjir sino fuertes y enérgicos 
caracteres, incubándojo en ella violentísimos odios. Artigas al 
frente de aquellos, venia á ser algo como un hombre providen- 
cial, predestinado puede decirse, para dar el ejemplo y la for- 
taleza en la prueba suprema que pocos años después vendria á 
atravesar su país en sangrienta y desigual lucha. 

Cada niño que crecía en el hogar paterno ó se avezaba á las 



— 28 — 

rudas faenas y peligros del laborioso poblador de esos solitatíos 
campos, podía prestar y balbuceaba en su lenguaje infantil, el 
mismo implacable juramento con que el cartaginés Anibal 
consagraba en su niñez su odio eterno á la prepotente Roma, 
dejando vislumbrar en su mirada toda la zana acumulada y 
encandecida por largos años de agresiones contra su pueblo y 
su raza. 

Ya veremos cdn cuan profunda fe cumplía su juramento la 
viril generación oriental del último tercio del siglo pasado, 
combatiendo y muriendo heroicamente en los campos de bata- 
lla de 1816, 17, 18 y 19, y como trasmitía sus sagrados dogmas 
de independencia y la ejecución de su bravia venganza á los 
intrépidos 33 libertadores de 1826. 



• » li3 



El pueblo de Buenos Aires simpatizaba co& Ar- 
tigas y su noble causa. 



La invasión portnguosa de 1816 sorprendiendo aun mismo 
tiempo ocho distintas guardias de la frontera oriental; el avan- 
ce triunfal de las fuerzas del General Lecor después del reñi- 
do combate de la columna á las órdenes de su segundo gefe 
Pinto con la división del Q-eneral Rivera en India Muerta, á 
pesar de la heroica y persistente hostilidad de este; y sucesi- 
vamente la ocupación de Montevideo, anunciando la consu- 
mación probable de la conquista de la Banda Oriental; produ- 
jeron, como debia suponerse, en el pueblo de Buenos Aires la 
impresión mas dolorosa ó irritante. 

Ante esos sucesos, el director Balcarce cayó ante la ira po- 
pular acusado de una sospechosa inercia, declarado inepto y . 
derrocado del poder por la Junta de Observación. Su sucesor 
el General Pueyrredon mantuvo á sus órdenes acuarteladas en 
Buenos Aires numerosas fuerzas, entre las que se hacian no- 
tar los batallones de Cívicos y algunas tropas de linea, con las 
cuales se imponia al pueblo porteño que soportaba con visible 
descontento aquellos alardes de fuerza militar, ostentados solo 
para tratar de intimidarlo, y hacerle resignarse á la artera y 
opresora" politica gubernativa que aborrecia. 

Se descubria cada vez mas, y se denunciaba entre los ciuda- 
danos indignados, la traición que entregaba la Banda Oriental 
á los Portugueses, execrándose ese hecho inicuo como un cri- 
men de lesa patria. 

El Coronel Borrego que era el que más lo habia fulminado 
poco antes en sus acerbas censuras en la enérgica Crónica Ar^ 



— 30 — 

(/entina^ deportado en castigo de ellas á la isla mal sana do 
Santo Domingo, en las Antillas, era recordado y enaltecido por 
el pueblo como una noble víctima de la asustadiza tiranía que 
no quería tolerar la discusión y mucho menos la crítica de sus 
malos actos. » 

Lo que es la enceguecedora pasión de partido! El atentado 
contra Dorrego no lo califica el doctor López (tomo 1.**, pág. 
483) sino de este modo original: Proscrito y perseguido con una 
forma exagerada como hemos visto, Dorrego, etc. ¡Cómo habrían 
sido calificados tales hechos si se les hubiese producido por 
Artigas! 

La Crónica prívada así de la bríllante redacción de este, no 
por eso cejaba en sus ataques, excitan-da día á día la indigna- 
ción pública, y concitándose cada vez más las iras vengativas 
del gobierno Directoríal. 

Discurriendo ese diario redactado en esos días por los docto- 
res Moreno y Agrelo sobre el infundado y absurdo recelo que 
se aparentaba tener en Buenos Aires por la facción imperante 
de Pueyrredon, de que si se agraviaba á los Portugueses que 
venían invadiendo la Provincia Oríental, bloquearían en repre- 
salia el puerto de Buenos Aires y arruinarían su comercio, ex- 
presábase así con el estilo enérgico que caracterizaba las pro- 
ducciones de aquellos ilustrados y patríóticos publicistas. 

« No haya cuidado de que nos bloqueen ; aguantarán cuanto 
« les hagamos, dejando libre el puerto para sus amos sus in- 
« gleses ¿ pues qué han creído estos necios que las Naciones 
« hacen el comercio con nosotros por ideas filantrópicas ? . . . . 
<c Los Chilenos por no perder los dos reales de la fanega de 
<c trigo, perdieron el medio de arruinar á Lima por el hambre 
« hasta que fueron sojuzgados ... No comprendemos el patrío- 
« tismo de los que no quieren sufrir pérdida alguna por bien 
« de su país .... Pero la Banda Oriental ( se dice ) no reconoce 
« al Soberano Congreso ni al Supremo Director : he aquí un 



- 31 - 

« argumento especioso para reducirnos al letargo, mientras 
« los portugueses adelantan sus proyectos. Supongamos que 
« los españoles invadiesen aquella interesante provincia:, ¿la 
« abandonaríamos á su destino, por que no reconoce al Supre- 
«: mo Director? ¡Política admirable! Nuestro deber es presen- 

« TARNOS armados EN DEFENSA DE NUESTROS HERMANOS LOS 

« 

« Orientales, ya que tantas veces lo hemos hecho para ofen- 
« derlos!» 

Bosquejando nosotros el desarrollo de esa violenta oposición 
popular que en Buenos Aires se proponía la defensa y sosten 
de la causa Oriental, personificada en Artigas, nuestra palabra 
podría parecer parcial^ por más que la presentásemos tal como 
ella era. 

Oíeemos por lo mismo que nada podría dar una idea más 
aproximada y exacta que la descrípcion que de ella hace en su 
pintoresco y animado lenguaje el mismo Dor. López, el impla- 
cable calumniador de Artigas, dejándose arrebatar sin duda 
inconscientemente, ó quizá á su pesar, si lo hubiese meditado 
mejor, del mismo sentimiento de indignación que llevaba á los 
patríotas Orientales á afrontar los peligros de la resistencia al 
invasor poitugués. 

Dice así el doctor López en la página 537, tomo 1.° de su 
Revolución Argentina: 

« A fines de Enero de 1817, se abrian las puertas de la pla- 
za de Montevideo delante del ejército portugués mandado por 
el General Lecor; y un teniblor nervioso, ¡lefio de enojos y de iras, 
sacudía la dudad de Btienos Aires, qiie se sentía vergonzosa- 
mente ajada con este golpe descargado sobre sii orgidlo. Era 
precisamente al mismo tiempo que San Martin levantaba su 
campo de Mendoza, y se metia en las cordilleras tentando una 
grande aventura de vida ó de muerte para la patria. Fácil es 
contarlo, pero es difícil hacerse una idea, aproximada siquiera, 
de las angustias y de las emociones que hacian vibrar las fibras 



— 32 — 

excitadas de nuestros padres en aquellos días ardientes, enqne 
la vida y el hogar se mecian así entre tan terribles y tan su- 
premos problemas. 'La Crónica estraviada fatalmente por el 
espíritu ligero y agresivo del doctor Agrelo, no supo tomar en 
cuenta, que en aquellos momentos era ofender ©1 instinto po- 
pular de salvación de que todos estaban preocupados, si se ex- 
ceptúa el círculo afectado por intereses personales, al exagerar 
las cuestiones de puro detalle y de pura doctrina. Comentan- 
do la proclama con que Lecor hablaba á los habitantes de 
Montevideo, aludía al fin que siempre tenían los traidores, y 
decía: 

« Miraos traidores en este espejo. Vosotros dd>eis esperar d 
« castigo que merecen vuestros delitos. La Fátría es inexorable 

« con sus hijos pérfidos Paisanos! Siete mil poi-tiigueses 

« vienen á fecundar nuestros campos: la pblvora y la sangre son 
« un exelente abono para la tie^'ra: de cada bayoneta saldrán mi- 
« Uones de aristas de trigo . . . Y á pretexto de una cita de Cice- 
« ron agregaba. — « En esta causa están unánimes todo los 
« hombres á escepcion de aquéllos que viendo su propia ruina 
« .inevitablej quieren más bien perecer en el naufragio general 
« del país que exponerse á lo que por sus delitos les espera. .... 
<c á estos los excluyo por que los considero como enetnigos impla- 
« cables.» 

Esas violentas prédicas de La Crónica respondían á la exal- 
tación de la opinión pública contra la política dírectorial. 

De paso sea dicho, ya se ve ante estas inestimables citas, 
cómo el doctor López mismo nos presta armas irresistibles pa- 
ra combatirlo y vencerlo ! 



k 



r 

£1 proceso del Directorio, de su Ministerio y del 

Congreso labrado por ellos mismos. 



Quince dias después, continuando cada vez más vehemente 

y entusiasmadora la propaganda de la Crónica contra la trai- 

cion del Directorio, asustado este ante la inminencia de unpro- 

^ '^nunciamiento popular, resolvió dar un golpe de mano con el 

cual no podian contar sus descuidados adversarios. 

Se precisaba un ejemplo para aterrorizar al pueblo. Era ur- 
gente acabar con aqueHa peligrosa prédica que cada dia exa- 
cerbaba más los ánimos, excitando á la reacción á los ciudada- 
nos indignados. 

En un mismo dia y hora, el 10 de Febrero de 1817, eran 
presos y eu-barcados en un buque que los conduela al destier- 
ro á los Estados Unidos, los .doctores Moreno, Agrelo y Chi- 
clana, el redactor y editor Pasos Silva Kanki, y los Coroneles 
French y Pagóla; al mismo tiempo que se encarcelaba al Coro- 
nel Valdenegro, al Capitán Marino, y otros oficiales con el 
pretexto de una conspiración próxima á estallar. 

Pero no son los historiadores más ó menos parciales en favor 
de nuestras ideas los que nos darán la razón en la afirmación 
de que el pueblo porteño simpatizaba con Artigas, y sostenía 
sus aspiraciones con el ardor espontáneo y viril con que se 
abraza una justa causa. Apelaremos solicites al fehacientísimo 
testimonio del mismo Director Pueyrredon, distinguidísimo y 
honorable patricio de educación refinada, estadista de ilustra- 
ción cortesana, pero al mismo tiempo voluntarioso y vengativo 
déspota que tanto abusó de las factdtades extraordinariasj cuyo 
uso y abuso le habían sido concedidas por el acomodaticio 

8 



— 34 — 

opresor que violó á eu placer las libertades pú- 
9igui6 implacable á sus opositores, tratando por 
es violencias de ocoltar su complicidad en ta ínva- 
lesa y su culpable inacción ante ella, 
stimonio fidedigno al que ocurriremos ahora para 
isa verdad que la historia imparcial hace resaltar 
aticia plena que debe hacerse al pueblo de Buenos 
dignado ante la conquista portuguesa, asi como al 
rtigas y al pueblo Oriental, á quienes ae asociaban 
09 los pueblos argentinos del litoral, unos compar- 
llos sua glorias y contrastes, y otro alentándolos y 
dos en aquellos dias de profunda excitación ci- 

nifiesfo que publicó el Director púbhco en Febrero 
ratando de paliar y cohonestar el atentado que aca- 
eter contra las libertades públicas, se descubre y re- 
liameiite en sus vastas proporciones, la resistencia 
>lo porteño hacia á bu culpable política, al mismo 
Pueyrredon se esforzaba por tranquilizarlo con la 
Qesa de socorrerla Banda Oriental en su resistencia 
'ortneses. 

i hablo que no sea notorio con una especie de pu- 
la que no se repiten los ejemplos. Cada ciudadano 
18 relacionados, y mezclados en los negocios públicos 
o de qu9 se espera de dia en dia una revolución con- 
■no, y que en cada uno de los que amanece se extra- 
realizada. Desde la plaza pública hasta los más dis- 
os de la campaña se repite el eco de una revolución 
designan personas para victimas, se señalan medios, 
lUsas, se proponen designios, escarmientos, ejecu- 
jnganzas. Los papeles públicos ocultan con más ó 
cidad el veneno de la maledicencia, y los agentes 
dia y del desorden se encargan de hacer de palabra 



las aplicaciones odiosas que sua autores interpretan en sentido 
inocente, cuando creen de su interés el que no se penetren sus 
fines. Corrofcpiendo con tales ardides al espíritu piiblico, ó 
impidiendo por loa mismos que se le contradiga, y que se de- 
sengañe al pueblo, ejercen sobre él un verdadero despotismo 
de opinión haciendo servir de instrumento un derecho que es 
el patrimonio de la libertad. 

« A vuestro testimonio, apelo, 6 pueblos, sino gs vrrdad que 
leyendo y oyendo tantas invectivas, tantas imprecaciones, no 
habéis creído en vuestro corazón que el Gobierno y ]os que le 
auxilian en el desempeño de sus deberes se hallaban implica- 
dos en planes de perñdia y de traición, confabulinlos con los 
portugueses, ó con cualquiera otra potencia para vender el 
país, ó sujetarlo á condiciones ignominiosas sin contar para 
nada con vuestro consentimiento. (!) Decid, sino es verdad que 
habéis oido muchas veces, que es precian F^an ificaiio y exponer- 
lo todo por destronar una culministraclon indolente y pérfida : 
que con semejante lenguaje acompafiatlo siempre do calumnias 
se os ha hecho temer que vuestro destino corre el más grande 
de los riesgos, y que os habéis sentido con resoUicíon para se- 
guir en el despacho de los designios de los que os han llenado 
el corazón de tantas zozobras, y de tan indignas sospechas. 

« Llamando tales alarmas la atención 'del Ofobiemo á con- 
sultar su seguridad y reprimir los conatos de los perturbado- 
res, ¿ cómo se pretende que puedan tener una marcha noble 
los negocios y que la autoridad degradada é impotente para 
conservar el orden interior pueda hacerce respetar de los ene- 
migos exteriores? El Gobionio que sabia paso por paso las 
maquinaciones que se fraguaban, estaba seguro de que no po- 
drían realizarse sino para escarmiento de sus autores; ha espe- 
rado de dia en dia ver abortar los más negros designios y no 
podéis imaginar, 6 pueblos, quanto trastorno ha causado seme- 
jante espectativa en la dirección del principal asunto que ocu- 



— 86 — 

pa hoy vuestra atención, la invaf^ion de loe yortiujueses. Sí me 
habéis hecho la injusticia cruel de creerme capaz de capitular 
con los tiranos, con los usurpadores, y los que calculan sobre 
vuestra humillación, si habéis desconfiado de vuestra propia 
probidad y de vuestro antiguo valor para no contar con que 
en un solo momento de energía podíais desconcertar todos los 
planes de jefes traidores, desnaturalizados y cobardes, esperad 
muy pocos días para ver confundir á los que os han engañado 
insjDÍrandoos las más negras desconfianzas contra el Gobierno. 
Si no os habéis vuelto un enjambre de esclavos nada tenéis 
que temer ; unos magistrados pérfidos no pueden intimidaros. 
Entre tanto figuraos que para descubrir las miras de los por- 
tugueses, y decidir de un modo irrevocable la conducta que 
con ellos debe observarse, son necesarias mil operaciones de- 
licadas, que es imposible practicar si el Gobierno no poseo la 
confianza del pueblo. (!!) 

« Mi resolución está tomada, y no ha sido sino obra de un 
« momento el decidirme. Yo he hecho salir del país á los ma- 
<c quinadores más despechados y peligrosos; autorizado para 
« esta medida con las facultades competentes, » {equivalentes 
sin duda á las facultades extraordinanas de Rosas) « y después 
« de haber dado cuenta de los motivos que la han impulsado. 
« Los desgraciados á quienes ha cabido esta suerte no ejecuta- 
« ban sus planes por falta de poder; quizá pasaría algún tiem- 
<( po sin que esta arma funesta llegase á sus manos; pero no 
« perdonaban ocasión de tentar de seducir y de corromper á 
« los jefes y á los subalternos de la milicia, y hasta los ciuda- 
« danos particulares, para ejecutar sus obscuros proj^ectos. Yo 
« no he descargado el golpe sino sobre las cabezas, y los que á 
« todo trance estaban resueltos á sumir el Estado en todos los 
« horrores de la anarquía. 

« Micelios ahidnados creyendo debilidad la imciencia del Oo^ 



Uerno, estahan dispuestos á seguir el estamlaiie de los qiie ameua- 
zoSfl» con asesinarlo. 

« Yo lo fié, ciudadanos extraviados, y vosotros sabéis que no 
lo ignoro. Calculad ai liabeis corrido riesgo, viendo al Gobierno 
en disposición de obrar, y sostener el orden hasta los últimos 
extremos. 

« Si se lei-antaran procesos para esclarecer los oimenes, ti 
Gobierno no podria escápalos á la venganza de las leyes. No se 
trata de perder ni de arruinar á los hombres que por otra parte 
han rendido á la Patria distinguidos servicios: demasiado do- 
loroso me ha 'sido el no poder evitar los padecimientos do 
los que no debían ser perdonados, y hacer participes de ellcs á 
inocentes familias. Los sumarios por otra parte, en estos tiem- 
pos, no son un medio seguro para descubrir tal clase de crímc- 

En una revolución so mezcla la mitad del ptuihloy unos por am- 
Ificion, otros por sentimiento, y casi todos por temor. No es fácil 
clasificar cuales hayan sido los principios de su complicidad, 
y seria preciso dejar á la sociedad sin amigos, y al Gobierno sin 
ciudadanos colosos, que le advirtiesen los riesgos, si hubieran 
de publicarse los conductos por donde han llegado dia adíalos 
proyectos de esa revolución, 

« Es muy notorio que ee esperaba por momentos verse eje- 
cutada, y-qu6 se preparaba por los mismos medios que se han 
verificado las anteriores: los ciudadanos que se han mandado 
salir hacían alarde de su empresa; en el acto mismo de ser ar- 
restados, y aun después ha habido algunos que han manifesta- 
do todo su despecho, y vomitado sin querer todo el veneno que 
abrigaban, 

« Grandes peligros nos amenazan, y un vasto campo se 
ofrece para emplear el valor y la constancia con gloria Los 
portugueses no desean la guerra : quisieran que las Provincias 
Unidas fuesen indiferentes en medio de la agresión á una parte 



io: pero ¡a guerra sei'á inevitahle s¡ muy en breve no 
ff'ih'cruo fohre mis iniras y Ja incursión de tropas 
ii'ís peligrosas que otras algunas, por ser vecinas, no 
compatible con nuestra libertad absoluta, y nuestra 
n. PiirUoíi : ningún tratado definitivo se hará con 
es si7i vuestra noticia anterior, y sin vuestro conO' 
'rrih) imifugufs ó de cualquiera otra nación, no pi- 
un punto de- f..Ut banda sin que encuentre /« más 
nf'*}>r!/i. Sr Uevará la guerra á la Banda Oriental 
Oj-'irán los extranjeros de aqudlos campos, y de las 
I tilo será, bien p/vnto: sino somos conve>LCÍdo>i plena- 
!•> i'onfrario conviene á nuestro interPs y á nuestra 



s cierto que el gobierno no ha hecho pacto alguno 
ulguna del globo, y que relativamente á los porttigite- 
ido ser instnddo de sus planes porque ha carecido de. 
uara estopor los desafueros de los Demagogos, aun- 
[>arle se prometen en grande muchas ventajas. 
8tro interé.-i propio os haga ser más prudentes, y 
2;a 3-0 nuevos motivos de atormentar mi corazón 

! EJECL'CIOXES. (!!) 



iad con su inexorable fallo ha coudenado procede- 
h tan atentatorias, que se imponían con tales actos 

violencia y con amenazas de fimestas ejecuciones 
iignado de Buenos Aires, 
mente, no puede afirmarse que los ciudadanos ai*- 

hacian precisos tales medios de coacción, porque 
o habrían impedido que llegasen á consumarse 
clones, soportando con mal repiimida TÍolencia 
arios; no puede afirmarse, decimos, que esos cía- 



— 39 — 

^ládanos argentinos se hacían partícipes ó adictos de tan odio- 
sa política. 

Por el contrario, debe asegurarse, cotiao lo hemos hecho al 
principio, que simpatizaban ardientemente con Artigas, y con 
la noble causa del Pueblo Oriental, que eran idénticas por la 
simultaneidad de esfuerzos, por la heroicidad del sacrificio y de 
la abnegación. 

En cuanto á aquel Manifiesto y sus afirmaciones, es conve- 
niente hagamos conocer la opinión que á su respecto formula 
el mismo G-eneral Mitre, no obstante su decidida parcialidad 
en la defensa que hace de la política de Pueyrredon. A pesar 
de esa parcialidad, los hechos se imponen sometiendo su juicio 
á una inflexible ley moral, y la justicia se abre paso mal grado 
el mismo autor de tan acomodaticios sofismas. 

Dice así el G-eneral Mitre en su Historia de Belgrano en la 
pag. 467. Tomo 2.° 

« Este documento histórico, más artificioso que franco y 
valiente, que ofrecía la piMiddad cuando se negociaba secreta- 
mente contraiiando la opinión, que amenazaba con la gíierra, 
rese^-vándose no hacerla si la ocupación convenia á los intereses y 
la gloria argentina; y que negaha casuísticamente tin hecho 
que hacia dos a/ños le conístala oficialmente, revelaha empero en 
sti ambiguo lenguaje más aplomo en el gobierno, más claridad en 
sus vistas, y cierto temple que indicaba hallarse á la espectati- 
va de un gran acontecimiento que debía despejar la situación.» 

Algunas páginas antes el mismo General Mitre, aun al mismo 
tiempo que deprime á Artigas, reconoce que la opinión exalta- 
da en Buenos Aires acusaba de esa traición al Directorio, re- 
pudiando su política cobarde, ó su duplicidad. Dice asi el 
General Mitre pág. 437 Tomo 2.° 

« Tal era el estado de la guerra en la Banda Oriental en No- 
viembre de 1816. Ante este doloroso espectáculo^ él patriotismo 
argentino no podia dejar ¿le estremecerse. La opinión exaltada^ 






— 40 — 

este sentimiento, y simpatizando en el fondo más cotí 
3 de Artigas qiie con la cansa pateiótica que pob 
REprifesENTABA csfá bávbaro, aaisaba al gobierno gene- 
ivencia pasiva con los portugueses, mientras que las 
redadas dd litoral lo acusaban piihlicaínente de trai- 
olíticoá fiioa como Ghircia, pensaban que lo mejoiT 
«stmir la anarquía por la mano del extranjero, li- 
la acción del tiempo los problemas internacionales, 
ie este desorden de propósitos y aspiraciones nega- 
Jtaba quien creyese, que la invasión era llamada 
imo Artigas, para obrar de consuno contia Bneuos 
ireencía que, en sus ñuctoaciones, llegó ¿ participar 
)irector Pueyrredon, no obstante los antecedentes 
iba en posesión. » 
Eunoe. 

aes, ante esos testimonios irrecusables, si no hemos 
on en afirmar que no puede hacerse solidario al 
Buenos Aires del ciimen de traición á la causa ame- 
letido exclusivamente por verdaderas catnariUas, 
ca el mismo General Mitre la de Alvear, la de Alva- 
s y otros gobernantes, que el mismo pueblo porteño 
lero en repudiar y execrar. 

Imenes reproducidos desde 1814 fueron obra sola- 
m pequeño partido apoyado en elementos oficiales, 
lyonetas de dos ejércitos : círculos que ñterou cayen- 
spues unos tras de otros, en medio de la reprobación 
al de las provincias argentinas, y en especial de la 
Aires mismo. 

evidente y dolorosamente probado que entre todas 
iones vergonzosas y criminales, ninguna asumió la 
¿ inicna solidaridad cou la conquista de la Banda 
or el Portugal, como la qne se consumó por el Di- 
il Qeneral Paeyrredon. 



El gran crimen 



Observando el mismo plan que hasta ahora hemos adopta- 
do de reprodacir algunos de los mismos documentos oficiales 
más fehacientes y explícitos de aquella éjwca, qne corroboren 
ampliamente nuestras animaciones, vamos & completar esta 
serie reproduciendo los pactos aprobados por el Directorio y 
el Congreso, estipulando la complicidad con el Portugal, y al- 
gunas de las notas que descubren en toda su odiosa iniquidad 
quienes fneron los autores, promotores y cómplices del abor- 
recible crimen de consentir en dejar entregada la Provincia 
Oriental á eus ávidos usurpadores, y ofrecer á «stos toda clase 
de facilidades y seguridades para que pudiesen consumar im- 
punemente su obra. 

Oon esos documentos de irrecusable autenticidad quedará 
perfectamente constatado el verdadero origen de lo que se 
«onsidera boy con tanta razón como el oban cbímsn del par- 
tido unitario centralizador de 1816 y 1817. 

Es sabido que el Principe Regente de Portugal, después 
Juan VI, habia hecho venir 5,000 hombres de fuerzas veteranas 
de la Península, de las mismas que habían servido á las órdenes 
del Duque de Wellington y de Berresford con tra los Mariscales 
de Napoleón; cuya expedición fué embarcada eu Rio Janeiro 
en Hayo de 1816 para Santa Catalina, cuando ya el Diputado 
de l&s Provincias Unidas del Rio de la Plata doctor García, 
á nombre d© los Directores Alvarez Thomas y Balcarce, diriji- 
dos por el doctor Tagle, babia facilitado esa empresa de ocnpa- 
ci n militar y conquista de la Banda Oriental con toda oíase 
de aberturas y de seguridades de un amistoso y cordial con- 
sentimiento. 



— 42 — 

Sran conocidos entonces los trabajos en este sentido llevados 
á cabo en la Coite por el doctor G-aroia, ayudado activamente 
por ©1 doctor don Nicolás Herrera, quien colaboraba decidida- 
mente por el feliz éxito de esa subyagacion de su patria, en 
odio sin duda al invencible Artigas, sirviendo al efecto de 
asesor secretario al General Lecor. (1) 



(1) En una carta del doctor García al Director Baloarce de 9 de Junio 
de 1816, cnyo origuiHl se halla entre loa manuscritos del Arcliivo secreto 
del Congreso de Tncuman, y en la que comunica deáde Rio Janeiro 
que la escuadra Pertuguesa eatk al ancla esperando buen viento para 
zarpar apara ir á acabar con Artigas qnie» luego dejará de molestar á 
Bvenos Aires;:' y en la cual bace algunos elogios del general Lecor, jefe 
de la expedición, agi'egn lo siguiente; 

« Nuestro amigo Herrera estará luego en Montevideo. El setA el de- 
« positario de nuestras comunicaciones, y asi serAn más pront-aa y segu- 
« ras. Será ademAs encargado de otras cosas. Las primeras medidas de 
« Lecor pienso que inspirarán confianza. Esta es maniobra complicadi- 
« sima, y se necesita la circunspección del mundo para salir sin dea- 
« gracias. Vaya pensando en el sujeto que ha de acercarse á tratar con 
« Herrera y el General, que sea liombi-e sin ruido, y que el tal hombre 
« sea sobre todo manso, callado y negociador. Por Dios, que no sea 
« asustadizo, ni de aquellos qne quieren todo en un abrir y cerrar de 
K ojos. Luego van ciertas bases que pudieran ser las del negociado.» 

Entre los documentos del mismo Archivo re.servada del Congreso se. 
encuentra un diario del General Vedia relacionando los incidentes de su 
comisión cerca del General Lecor,el cual fué remitido por el Director al 
Congreso, y en el cual se dio cuenta de este modo de la entrevista prime- 
ra de Vedia con el doctor don Nicolis Henderá: 

— 4 Cuanto me alegro que hayas sido tu elegido pata este encargo, 
le dijo Herrera — Mucho te agradezco tu buena voluntad — Que dicen de 
mi en Buenos Aires? — Mucho malo — ¿Es posible? — Como lo oyoa — No 
puedo olvidarme que mis paisanos me han puesto grilloa^Yo no pienso 
sino en servir á mi patria — Que dicen en Buenos Aires de este ejército? 
— Que es preciso auxiliar la Banda Oriental, porque su invasión debe 
considerarse como si fuese invadida la plaza misma de la capital — El 
Gobierno piensa asi ?— Asi piensa el Gobierno y los pueblos — Lo siento 
mucho: diles que ao miren bien en lo que hacen — Yo creo imposible 
variar la opinión de los pueblos— No creas que eate ejército pase al 
Uruguay — Después de esta agresión todo es preciso temerlo — El Go- 
bierno sigue bien con Garcia? — Me parece que no — Es muy estimado del 



La historia acredita que á pesar de la secular ambición de 
la Clorte Portuguesa, y de su despecho y plan de venganza 
contra la Kspaña por no haber podido obtener la devolución 
por esta de la plaza fuerte de Olívencia, en cumplimiento de 
las resoluciones del célebre Congreso de Viena que la exijian, 
tratando así de ojercer represalias en las posesiones españolas 



ministro Arai^'o (conde da Barca, que tiene con él la más estrecha amis- 
tad. En Janeiro se le mira como un grande hombre— Siempre lo he creído 
de buen talento; pero no goza de buena opinión — No se desbagan Vds. 
de él, por que es lástima perderlo —El Gobierno no puede valerse de un 
hombre desopinado, dijo por último Vedia, cortándose asi desabridamen- 
te la conversación entre estos dos antiguos amigos.» 

Conviene agreguemos aqui loa siguientes párrafos que el doctor Ló- 
pez en su Bcvolitci(m Argentina <t dedica á describir la personalidad del 
doctor Herrera y su partieipaoion en la conquista: 

« Hemos dicho antes, que oc»ipado Montevideo por el general portu- 
gués Lecor, don José Miguel Carrera habia encontrado en él un protec- 
tor, casi un amigo, con una política insidiosa vitalmente interesada en 
levantar dificultades frecuentes y desórdenes interiores contra el Direc- 
torio y el Congreso, cuyo triunfo definitivo tenia que producir inevita- 
blemente la guerra contra los Portugueses. Al lado de Lecor era omni- 
potente don Nicolás Herrera, antiguo Ministro del general Alvear ; 
hombre de indisputables talentos, pero travieso y sin eaci-úpulos de leal- 
tad, que habia abjurado sus convicciones y su ciudadanía, para entregaree 
en cuerpo y alma á la política y ¿ la dominación extrangera qoe oprimía 
á au patria. Animado de un odio in'econci Hable contra Artigas, Her- 
rera procuró qne Lecor entiase en esplicaciones con Ramírez para 
invadir á estos dos caudillos, muy inclinados ya á romper su alianza, 
por que el primero quería donaimar como jefe Supremo al segundo, 
y porque este, que se consideraba com mayor libertad de acción y de 
recursos, reclamaba ser independiente cuando meno.i, y supremo en 
todo lo que se relacioDOi-a con el territorio argentino de Entre Bies y 
Santa Fé, El general Alvear sobre quien se hacia pesar una persecu- 
ción irgusta y caprichosa, cuando hubiera sido tan fácil utilizar sus al- 
tos talentos militares en el ejército del Norte, no podiendo sostener laa 
amargas penurias del destierro en Rio Janeiro, se vino á Montevideo, 
bajo la protección de su antiguo ministro Herrera, alma y cuerpo de la 
ocupación brasilera; pero lo hizo sin que acto alguno suyo, directo ó in- 
directo, que yo conozca, pusda acusarlo de haber atenuado en lo mini- 
mio su personalidad estrictamente argentina.» 



— 44 — 

del Río de la Plata; la historia acredita, decimos, q^ue así 
mismo, el Portugal no se habría decidido á la consumación de 
su nefanda obra, si los tres Directorios sucesivos desde 1816 al 
17, no le hubiesen facilitado su tarea, y la consecución de sus 
propósitos del modo inicuo que se ha visto, y cuya comproba- 
ción vamos á complementar. 

El Diputado de las Provincias Unidas cerca del señor don 
Juan VI en Rio Janeiro revelaba asi en su nota de 4 de Abril 
de 1817, al Director Pueyrredon, cuanto había adelantado en 
su fatal misioD, puntualizando las bases principales. 

« Combinando todo esto, (decia el doctor García) quiere 
ahora dar seguridad al Gobierno de Buenos Aires, sobre aque- 
llos puntos que le son esencialmente necesarios para calcular 
sus operaciones con ventaja: pero debe hacerlo de modo, que 
no alarme más a la Europa en él momento presente. 

« El Armisticio de 1812 está consentido ya: y no paiecerá 
extraño cuanto se estipule como una consecuencia de él, por 
alter8U3Íones casuales, sobrevenidas posteriormente. 

« Así pues, podrian estipularse artículos adicionales al dicho 
Armisticio, que serán los siguientes. 

« 1.** S. M. P. y el Gobierno de Buenos Aires declaran sub- 
sistir en su fuerza y vigor la buena armonía estipulada en el 
Armisticio de 1812. 

« 2.^ S. M. F. restablecido el orden en la Banda Oriental del 
Uruguay, no permitirá pasar sus tropas al Entre Ríos, pero 
esta Provincia se sujetará al Congreso y Gobierno de las Pro- 
vincias Unidas, como las demás; de suerte que el dicho Go 
biemo puede garantir á S. M. F. la tranquilidad de esta fron- 
tera. 

« 3,° S. M. F. se obliga Bolemnemente á no contribuir direc- 
ta ó indirectamente á que sea atacado, ni invadido el territorio 
de las Provincias Unidas. 

« 4.® Los buques de comercio, así como los subditos del Go* 



%. 



~ 45 — 

l)íerno de Buenos Aires, entrarán, saldrán y permanecerán en 
los puertos y dominios de S. M. F. del mismo modo que los de 
«US vasallos en los de las Provincias Unidas. 

« El General Lecor será autorizado suficientemente acl hoc, 
y el Señor Director Supremo nombrará igualñiente otra perso- 
na de su confianza, para que concluyan esta estipulación, y 
para hacer en consecuencia las publicaciones convenientes, á 
fin de evitar equivocaciones y perjuicios. 

« Este es el bosquejo que quedó trazado ayer. 

« El Domingo tendremos otra conferencia para redacbar 
los articules en términos que sean apropiados en lo posible á 
los compromisos actuáies de este Gabinete. Se sacarán dos co- 
pias, de las cuales una se dirijirá al General Lecor, y otra to- 
maré yo, para enviarla á V. E. por el mismo buque de guerra 
que conduzca aquella, si no bay otra via; lo que aviso para 
inteligencia. » 

En nota de 25 de Abril de 1817, refiriéndose al mismo pro- 
yecto, decia el doctor Garcia al Director Pueyrredon entre 
otras cosas lo siguiente: 

« En consecuencia de estos principios, acaha de formarse con 
mi intervención d proyecto consabido, al aial podrá V. E, poner 
aquellas adiciones que juzgue propias para asegurarse mas y mas, 
con tal que no estén fuera de la linea que autora guarda este Oa- 
híñete 

« Porque : demos por supuesto que triunfamos de los Portu- 
gueses, y que los obligamos á evacuar la Banda Oriental. ¿He- 
mos ganado algo en fuerza y poder? No^ señor : entÓTices el po- 
der de Artigas aparecerá con mayor ímpetu y será irresistible. La 
naturaleza de este poder es anárquica, es incompatible con la li- 
bertad y la gloria del país : es inconciliable con los principios del 
Gobierno de Buenos Aires, y con los de todo Gobierno regular. 
Artigas y sus bandas son una verdadera calamidad, V, E, lo sabe^ 
todos los hombres de bien lo conocen, y no pueden decir otra cosa 



— 46 — 

Con que, entonces habremos gastado nuos- 

ado nuestras relaciones exteriores, habremos 
tros ataques al enemigo común, no para re- 
Irienüd, sino para ab'menfar y robustee^r & un 
'rerá sus fuerzas y desgarrará Jas Piovhicias, 
■(? sus ruinas. Con quo, si consegnimos el ob- 
, no solo no recompensaremos los sacrificios 

renovaremos la lucha con un enemigo inte- 
.ntoa la paz con loa de afuera. » 
la nota. 

ivenido con esos trabajos do la diplomacia, 
on ha llamado el General Jlitre, U-nt-hrosa, el 
Ion elevó ese proyecto de tratado al Congre- 
aba en Buenos Aires, para sn deíinitiva apro- 
idolo de nna nota ó mensaje, solicitando y ur- 

encareciendo otras recomendaciones que le- 

lion que se tenia del carácter indigno y cri- 

cíacion. 

itre otros los siguientes párrafos mas expre- 

ue tengo el honor de incluir á vuestra Sobe- 
lyrredon) será por estos principios sustancial- 
por la Corte del Brasil, y yo suplico á vues- 
liera considerar la importancia que adquie- 
ra casi identiñcando sus intereses con los 
cuya sola vecindad era considerada un peli- 



me dirijo á Vuestra Soberanía para que con 
iad se sirva sancionar por su parte los artí- 
dos en e! mencionado proyecto para que no 
, que prestado el avenimiento por parto de 
o esperamos, se niegue la ratificación fok 



— 47 — 

« PABTE DE LAS PbOVINCIAS QUE HAN TOMADO LA INICIATIVA, lo^ 

« que sería monstruoso (!!) y pai-a hacer á Vuestra Soberanía 
« misma juez de la necesidad á que no podemos sustraernos de 
« establecer estos nuevos pactos. 

« Euego encarecidamente á Vuestra Soberanía quiera tomar 
« las más estrechas precauciones para impedir la relajación 
« DEL SECRETO en una materia de tanta importancia, para que 
« no se ©ehe menos por parte de Su Majestad Fidelísima la 
« principal cii-cunstancia que recomienda á los Gobiernos bien 
« constituidos, y cuyo defecto acaso retraería A otras nadones 
(í entrar en estiinüaciones con nosotros ! » 

El Congreso efectivamente en esa misma semana prestó to- 
da su atención al examen de aquel vergonzoso proyecto, mo- 
dificándolo en la íbrraa que se vá á ver, en,nuo mas extenso y 
amplio en sus declaraciones, ocupando diez y seis artículos 
tendentes todos á aceptar una decidida complicidad con la in- 
vasión portuguesa, y demostrando los medios indignos de que 
se echaba mano para ocultarla á las miradas suspicaces del 
pueblo, alarmado ante cierta vizlumbre de las odiosas intrigas 
que ae tramaban por sus poderes públicos. 

Fro7«cto de tratado adicionando el armisticio de 1812 

Don N por parte de S. If. F. y Don N por la del 

Gobierno de las Provincias Unidas del Eio de la Plata en or- 
den á" reintegrar y mantener en toda su fuerza y vigor el ar- 
misticio de 26 de Mayo de 1812, echando los fundamentos de 
relaciones más estrechas entre ambos Estados, que sean de 
recíproco interés á los mismos, establecen los siguientes artí- 
culos adicionales y secretos bajo las limitaciones que han de 
expresarse y á cuyo cumplimiento quedan respectivamente 
obligadas las partes contratantes. 



— 48 — 

1.^ El Grobierno de las provincias Unidas pondrá inmedia- 
tamente en completa libertad á los vasallos Portugueses, que 
por efecto del Bando publicado en Buenos Aires, el dia 2 de 
Marzo del corriente año, hubiesen sido removidos para la 
guardia de Lujan y levantará el embargo que hubiere hecho 
sobre propiedades Portuguesas, de cualquier especie y denomi- 
nación que sean. 

2.*^ S. M. F. declara nuevamente que la ocupación hecha 
hasta aqui, y la que en adelante pueda hacerse de puntos mili- 
tares, ó territorios de la Banda Setentrional del Paraná en 
persecución del gefe Artigas, no tiene otro objeto que su pro- 
pia seguridad y conservación; y que no pretende deducir de 
semejantes actos derecho alguno de dominio, perpetua pose- 
sión, ni mucho menos de conquista; sino que cesando aquel 
motivo, procederá por una transacion amigable con la autori- 
dad existente en Buenos Aires, por parte de las provincias 
Unidas, á tratar los términos de su desocupación, y á hacer las 
convenciones que sean mutuamente útiles y necesarias á la fu- 
tura permanente tranquilidad de ambos estados vecinos. 

« 3.^ El Gobierno de las Provincias Unidas se obliga á re- 
« tirar inmediatamente todas las tropas que con sus respecti- 
« vas municiones de guen'a hubiese mandado en socorro de 
« Artigas, y de sus partidarios, y á no prestarle en lo futuro 
« auxilios algunos de cualesquiera especie y denominación que 
« sean; y por último á no admitir aquel Jefe y sus partidarios 
« armados en el territorio de la Banda Occidental que pertene- 
« ciese al Estado. Y cuando suceda que ellos se entren por fuer- 
« za, y no haya medios de espulsarlos con la mayor celeridad 
« posible, EL DICHO Gobierno de las Pbovincias podbá solici- 
« tab la coopebacion de las tbopas pobtugüesas paba este 
efecto; la que debebá pbestabse por las últimas c jando me- 
nos EN UNA TEBCEBA PARTE DE LA PUBBZA CON QUE CONCUBBAN LAS 

Pbovincias Unidas, y constituyéndose las tropas auxiliares bajo 



— 49 — 

la dirección dd jefe principal de las fuerzas de Ins mencionadas 
Provincias. 

4^ El dicho Grobierno se obliga asi mismo á indemnizar 
con sujeción á las LL. de Corso y Marina, á los dueños de 
todas las embarcaciones portuguesas, que se verificase ha* 
ber sido capturadas desde el 26 de Mayo de 1812, bas- 
ta ahora por corsarios autorizados con patentes, que él hubie- 
se expedido, ó por las embarcaciones de guerra; quedando S. 
M. F. obligado k la reciproca y expidiéndose en su consecuen- 
cia las más terminantes órdenes á los cuerpos pertenecientes ¿ 
ambos Estados á efecto de evitar la continuación de tal hostili- 
dad sobre lo que se instruirán mutuamente ambos gobiernos. 

5.° En consecuencia de esto continuará el referido armisticio 
en entera fuerza y vigor, tanto por parte de S. M. F. como del 
gobierno de las Pi-ovincias Unidas del Eio de la Plata. 

6.** En orden á prevenir eqmvocaciones y embarazos en 
las operaciones de las tropas de S. M. F., queda reciprocamente 
ajustado que ellas podrán perseguir á Artigas y á sus partida» 
rios hasta la margen izquierda del Rio Uruguay, cuya linea 
como que lo será del subsistente armisticio en el caso del artí- 
culo 2.^, no podrá ser traspasada sino con sujeción al articulo 
3.° En consecuencia, los territorios del Paraguay, Corrientes y 
Entre-Rios, quedan comprendidos expresamente dentro de la 
línea, que demarca provisoriamente la jurisdicción de las Pro- 
vincias Unidas. 

7.° Ambos Gobiernos se obUgan durante el armisticio á no 
hacer, ni permitir tentativa alguna que directa ó indirecta- 
memte pueda perjudicar la tranquilidad de los habitantes que 
ocupen los territorios demarcados en el artículo antecedente. 

8.^ En responsabilidad del articulo tercero á que se ha obli- 
gado el Gobierno de las Provincias Unidas, se obliga por su par- 
te S. M. F., á no emprender ni aliarse contra ellas, á no prestar 
municiones, víveres, ni otro género de auxilios á sus enemigos, 



— 50 — 

pero ni á pennitirles paso ó puerto en sus dominios ó en ter- 
ritorio ocupado por sus tropas. 

9.® Los subditos de ambos estados pocbrán entrar y salir li- 
bremente de los territorios de uno y otro origen como cuales- 
quiera otros individuos pertenecientes á estados neutrales. 

10. Se establece igualmente que los buques de guerra y co- 
mercio de ambos estados podrán entrar libremente en los puer- 
tos de uno y otro origen; pero siendo general y extensiva á to- 
dos los buques extranjeros la prohibición de internarse á los 
Eios de nuestras costas, quedan comprendidos en ella los bu- 
ques portugueses, si no en los casos de perseguir á los partida- 
rios de Artigas en los que se procederá con sugecion al arti- 
culo 3.^ 

11. En el caso desgraciado de renovarse las hostilidades, 
queda reciprocamente ajustado, que él rompimiento del armis- 
ticio subsistente, será oficialmente notificado seis meses antes, 
y solamente después de concluido este plazo, recomenzarán las 
hostilidades. Queda igualmente ajustado que en el decurso de 
estos seis meses, los subditos de cada una de las partes que es- 
tuviesen en el territorio de la otra, podrán ó permanecer allí 
xina vez que no se hagan sospechosos, ó salir libremente con 
todos sus efectos y capitales. 

12. En orden á los criminosos, desertores, y esclavos fujiti- 
vos se procederá por ambos Gobiernos con sujeción al derecho 
general de gentes y prácticas recibidas de las naciones civili- 
zadas neutrales. 

13. Se declara que las convenciones de los presentes artícu- 
los producen el mismo efecto que un solemne tratado de paz. 

14. Como la conducta de S. M. F. aunque justa y legal se 
considera opuesta á las exigencias actuales de S. M. C, lo cual 
pudiera traer un rompimiento, queda ajustado en tal caso por 
ambos gobiernos, que habrá entre ellos una alianza defensiva 
eventual, que será publicada juntamente con el reconocimiento 



— 51 — 

solemne de la Independencia de las Provincias Unidas del Rio 
de la Plata por S. M. F., en el momento de sobrevenir el ex- 
presado accidente. 

« 15. Se guardará por ambas partes contratantes un invio- 
« lable secreto de los artículos cuya publicación ó divulgación 
« no se creyese conveniente, que solo so entenderán serlo los 
« que se expresen á continuación. Por lo que, cuando, á pesar, 
'« de las precatcciones que se adopten por parte de. las Provincias 
« llegasen á traslucirse algunos artículos de los reservados, d go- 

« BIEBNO DE DICHAS PROVINCIAS SE OBLIGA Á CONTRADECIR DE UN 
« MODO SOLEMNE Y COMPROMETIENDO Sü DIGNIDAD, SI FUESE NECE- 
« SARIO, LA EXISTENCIA DE TALES ARTÍCULOS. » !! 

Los articules uno, dos, cuatro, cinco y once serán desglosa- 
dos de los presentes, y bajo la nueva forma quo se considere 
oportuno, serán publicados. — En el caso do que por la incur- 
sión de Artigas y sus partidarios armados en la Banda Meri- 
dional, se hiciese precisa la cooperación de que habla el artí- 
culo 'd.^ será libre al Gobierno de las Pi-ovincias su publicación 
de un modo más ó memos solemne. — Los artículos restantes 
quedarán en el sigilo más inviolable, mientrcis que el orden de 
los mismos sucesos no aconsejo otra cosa, pero siempre de 
acuerdo de las partes contratantes. 

16. Los presentes artículos adicionales y secretos tendrán la 
misma fuerza y vigor que si estuviesen insertos palabra por 
palabra, en la Acta por la cual se concluyó el armisticio de 26 
de Mayo de 1812. En fé y testimonio de lo que etc. — Es copia 
— Tagle. 

Hace treinta años en nuestras anotaciones á la obra do Pa- 
rísh, que hemos citado en otra parte, relacionábamos algunas 
de las resoluciones del Congreso sobro ese proyecto de Tratado, 
pero el General Mitre es mucho mas esplicito al respecto; y de- 
bemos darle la preferencia, trascribiendo de su obra los siguien- 
tes párrafos descriptivos del asombroso desvarío de aquellos 



— 52 — 

3 fraguaban á sabiendas un plan tan siniestro, 
reprobación preveian, tratando de neutralizar- 
cion de un secreto que nos hace recordar con 
ento el siniestro sigilo del Consejo de los Diez 

i pág. 524, tomo 2." : 

y dio tanta importancia al asunto, que en su 
además de las penas establecidas para los que 
o de sus deliberaciones secretas, acordó que 
asea con diez años de destierro. Los diputados 
t, consignaron su voto por la pena de muerte, 
10 y con recurso graciable, el otro. Por mo- 
lo Pacheco, as acordó que las penas fuesen es- 
emo Director, á sus Ministros y á todos los que 
, las relaciones secretas, sobre las cuales iban á 

da tratado de García fué fundamentalmente 
;as sus partes por el Congreso, haciendo en al- 
;iculos adiciones y modificaciones de poco al- 
.0 algunos diputados au voto en puntos de dé- 
lo en el artículo 2." se puso «gobierno de las 
las» en vez de «gobierno de Buenos Aires.» En 
ina garantía mas para los ciudadanos argenti- 
n el Brasil. En el 10." se hizo una simple 
recho. En el 16." relativo ai sigilo, se quitó la 
mprometer ambos gobiernos sn honor para 
stencía del tratado, limitándose á la obligación 
. Los diputados Zudafiez, Louez, (Vicente) Ma- 
tamante, Araoz, Patrón y Zavaleta, salvaron 
ro contra el proyecto en general; los cuatro si- 
el art. 3." relativo á no dar auxilios á Artigas. 
latro de sus articulos, y Zavaleta contra el 7.°, 
laba no autorizar por una ni otra parte tenta- 



— sa- 
tivas que pudiesen perjudicar la mutua tranquilidad, porque 
según manifestó «esto era atarse las manos para recobrar por 
Is fuerza el territorio oriental.» 

El doctor Tagle como Ministro de Relaciones Exteriores tuvo 
la triste satisfacción de enviar ese proyecto de Tratado ha- 
ciéndose su caloroso panegirista, y anticipando sin duda la 
gratitud de s'ís nuevos aliados. 

He aquí la indicada nota de remisión : 

« Incluyo á Vd, de orden suprema, un Proyecto de Artículos 
Adicionales al Armisticio de 26 de Mayo de 1812, que ae ha 
arreglado aquí, por el que V. envió eu 23 de Abril, con inter- 
vención del Ministerio de esa Corte, y por el contesto del oficio 
de 30 de Octubre, refiriéndose al resultado de las conferencias 
habidas con el Exmo señor Ministro de Belacionea Exterio- 
res. 

K Está asi sancionado por el Soberano Congreso de estas 
Provincias, y se ha creido conveniente anticipar este acto, 
para poner á Su Magestad Fidelísima, cuanto antes en una com- 
pleta seguridad de taiestras intenciones. 

« Si nos fuese indiferente mantener el Real ánimo de Su Ma- 
geslad Fidelísima en la incerlidumhre, y hubiésemos tratado 
solamente de consultar nuestros intereses, habriamos procurado 
ganamos tiempo, para resolver, y remitido á, Comisarios el 
ajuste de los nuevos Articules : lo que produciría dilaciones y 
hasta la facilidad de retroceder á lo pactado, sin faltar ¿ la 
buena fé, en el acto de acordarse la sanción. Más, para con un 
Príncipe que se ha conducida respecto de estas Provincias, con 
tanta franqueza, cuyo carácter personal aleja el temor de que 
tengan entrada en sus consejos las segundas intenciones, tan 
frecuentes en esta clase de negociaciones, cuyos intereses se Jta- 
Han identificados con d glonoeo destino de estos pudilos, seria una 
perfidia etnplear el ardid y el disimtdo. (!!) 

Asi es, que no se ha hedió alteración alguna sustandcd dd 



_ 64 - 

Pmyccto iñtenenido por el Ministerio mismo de esa Coiió, en 
cuyos frimims qtíi'fi-ti S. E. h presente á S, M. F.eín valerse 
aun de la inocoiito astucia, tan acreditada en esta clase de Tra- 
tados, de pc'.lir niuclio más de lo qae se piensa alcanzar. 

« Se lia oreiilo esoncialísímo el ingerir expresamente las 
explicaciones d" los .\.rtiealos que V. remitió por separado, y 
aun esclarecer uno i'i o'ro concepto oscuro, atendida la condi- 
ción de las autoridíides qr.o intervienen en esta materia. Puede 

Vd., sin EMBAr.GO, ASEGUttAK QUE SE HAN TOMADO TODAS LAS PEB- 
CAUCIONES PAllA COSSEBVAB LA BESEBVA MÁS INVIOLABLE; qU© 

puede coiitniío con ella como si fuese infinitamente más estrecho 
el circulo de los que se hallan en posesión del sc<:reto. 

«. El Exmo. señor Director, encarga k V. que al entregar el 
etdjunto plípgo á S. M. F. le presente & nombre de S. E., como 
Jefe Supremo de estas Provincias, el homenaje de su alta admi- 
ración, y profundo respeto á su Bcal persona, y los sentimientos 
de atención y distinguido aprecio, al Illmo. señor Bezerra, 
Ministro de Relaciones Exteriores. 

« Todo lo que comunico á V. de orden suprema para loa 



< Dios guarde á V. muchos años. 

Buenos Aires Diciembre 14 de 1817.» 

Gregorio Tagle.» 



No estará de más que agreguemos que todos esos grandes y 
detestables trabajos quedaron condignamente esterilizados en 
Rio Janeiro á consecuencia del fallecimiento del anterior Mi- 
nistro de Negocios Extrangeros señor Becerra, con quien ©1 
Diputado Garcia habia combinado el primitivo proyecto, y 
por resistirse su sucesor el Consejero Villanova por diversa» 



\ 

— 55 — 

razones, más 6 menos especiosas, á suscribir y concluir una 
negociación de la que ya no esperaba ni podia sacar más frutos 
el Portugal, desde que con ella habia obtenido ya su gran desi- 
derátum de reducir á la inacción al gobierno de las Provincias 
unidas y al aislamiento y abandono de sus solas fuerzas á la 
viril pero débil Provincia Oriental. 

Asi se consumaba esa obra de cínica iniquidad, que ba sido 
juzgada y execrada como tal por la posteridad justiciera, que 
hundió en un imperecedero oprobio á sus autores y cómplices; 
y que trajo la desolación, el martirio y la esclavitud para un 
pueblo hermano, poniendo en peligro inminente de igual sub- 
yugación la,s provincias de Éntrenos y Corrientes. 



Como se preparaba Artigas ¿ la lucha. 



'J 



El cuadro que debería trazarse de esta época de la historía 
oriental, lia de aer cen el tiempo »ino de loa trabajos preferen- 
tes del historiador, concentrando en la descripción de sus múl- 
tiples incidentes y episodios las glorias mas puras y eminentes .^ 
del pueblo oriental, desconocidas ó mal apreciadas hasta ahora 
en la imperfecta y deñciente crónica que de ellas existe. 

Siempre la lucha del débil contra el fuerte ha sido uno de 
los espectáculos más conmovedores y atractivos para las almas 
que se inspiran en altos y nobles sentimientos; y si ese tre- 
mendo sacrificio se acrisola por ser hecho en aras de la justi- 
cia, de la patria y de la virtud civica, entonces el grandioso 
espectáculo se ilumina con los esplendores de la gloria, y se 
agiganta con los rasgos elevados de una sublime epopeya. 

Solo un sentimiento de miserables rencores, de bajos y de- 
testables antagonismos, ha podido desconocer que aquel es el 
carácter distintivo de la formidable lucha á que fué lanzada la 
Provincia Oriental por el Oeueral Artigas, ante la conquista 
portuguesa, alentada por la insidiosa y criminal diplomacia de 
los Directorios argentinos. 

Fué real y efectivamente la mas santa, la mas pura de las 
cansas, la que armó el brazo de los orientales y los hizo caer á 
millares en los campos de batalla. Fué el amor á la patria ; la 
defensa de sus hogares ; el sosten de su libertad ; la Indepen- 
dencia de sn pais del yugo extranjero ; todos los grandes im- 
pulsos que hacen del ciudadano por más ruin y atrasada que 
sea su condición, por más violentos y exaltados que sean sus me- 
dios de defensa, la personificación de cuanto hay más digno, 
más respetable y enaltecedor en el ser humano: fué esa nobi- 



— .68 



• 



lisima bandera la que enarboló en los campos orientales el 
gran caudillo de 1817. 

El glorioso vencido de las batallas de la Independencia 
Oriental contra los portugueses ha llegado hasta merecer de 
sus detractores el relevante cargo de haber contribuido á la 
desgracia de su patria con la serie de derrotas que por su in- 
competencia militar y estractejica no supo ó no pudo evitar. 

Nosotros encontramos en este cargo una de las Inas elocuen- 
tes vindicaciones del vencido de Corumbó. 

No debe olvidarse ante todo que la Banda Oriental habia 
quedado totalmente desarmada desde que Alvear hizo tras- 
portar á Buenos Aires todo el inmenso material de guerra que 
se guardaba en Montevideo, sin dejar en su parque y Bóvedas 
ni ungrajio de pólvora^ como lo ordenaba Alvear á su delegado 
el doctor Herrera en la nota que hemos publicado. 

Todo, pues, tenia que procurarse y construirse; principiando 
por cuchillas para onhastar en cabos ó tacuaras formando lan- 
zas para armar cuatro mil ciudadanos. 

Artigas tenia que luchar contra ocho mil soldados vetera- 
nos, muchos de los cuales habian tomado parte en las encarni- 
zadas campañas de la Península contra Napoleón bajo We- 
llington y Beresford, asi como contra divisiones contine^iiáleSy 
como se llamaba entonces á las tropas de Rio Grande, com- 
puestas de más de ocho mil hombres de caballería, unas y otras 
perfectamente armadas y pertrechadas con todos los abun- 
dantísimos elementos de guerra de que carecían totalmente 
los Orientales, cuyos escasos mil blandengues, dragones y Li- 
bertos de línea; tres mil hombres de milicias, y dos mil guara- 
nis é indios mestizos de Misiones y Corrientes, tenían que 
guerrear con escasísimo y mal armamento, con todos los in- 
convenientes de tropas bisoñas y colecticias, que vivían en me- 
dio de las más crueles privaciones, recibiendo apenas alguna 
que otra vez como su único pret durants muchos años, la esca- 



— 59 — 

sa ración de yerba mate y tabaco averiado que era la única 
compensación material de aquellos valientes. 

Jamas, así mismo^ ni una sola vez desfalleció el ánimo de 
Artigas ante la perspectiva, ni ante la tremenda realidad de la 
desigual lucha en que entraba. 

Todas sus medidas y resoluciones revelaban en él ese espí- 
ritu de indomable intrepidez que sabia infundir á sus subor- 
dinados, haciéndoles menospreciar el peligro, despreciar á sus 
contrarios, y nunca contar su número para acometerlos y em- 
bestirlos con ciego encarnizamiento. Acaso en la exajeracion 
de esa imprevisora confianza está la clave de muchos de los 
fatales contrastes que sufrieron las armas diéntales en los 
cuatro años de esa guerra. 

En esa lucha, en ese sentimiento belicoso, elevado entonces 
al carácter de una pasión nacional, no había, ni podía haber 
la táctica de escuela militar académica que ( con excepción de 
Belgrano á costa de crueles contrastes ) los mejores militares 
de la América del Sud como Bolívar, San Martin, Alvear y 
Rondeau, habían solo podido aprender y estudiar al servi- 
cio de tropas europeas, en sus academias militares 6 inspeccio- 
nando sus ejércitos y maniobras, ó combatiendo en sus campos 
de batalla contra Napoleón. 

En las notas del General Artigas que vamos á publicar á 
continuación, las que por una inexcusable negligencia ó igno- 
rancia, nunca han visto la luz pública hasta ahora, se adverti- 
rá la mezquindad de los recursos con que debía iniciar esa lu- 
cha, las dificultades insuperables que tenia que vencer, y los 
jefes improvisados de que debía echar mano para segundar su 
gloriosa empresa. 

En una de las notas subsiguientes se verá como designaba 
los jefes que debian ponerse al frente de los escuadrones de 
milicias que se formarían en cada distrito, fijándose al efecto 
en vecinos respetables, hacendados pudientes, quienes por una 



— 60 — 

ación de la historia oriental han venido, en lae 
, Mitre y Berra ¿ aparecer como bandoleros á 
adas de otros forajidos! 

tra coordinación que el orden de bus fechas, 
lOr ahora & la transcripción de diversas notas 

General Artigas al Cabildo de Montevideo, en 
disposiciones se podrá apreciar debidamente la 
larcialidad de nuestras afírmaciones, asi como 

los sucesos según Artigas iba adquiriendo nue- 

adoptando nuevas y más decisivas determina- 

gravedad de los sucesos. 

z de esas nuevas evidencias ¿ irrecusables tes- 
puede apreciarse mejor en su pureza y magni- 
smo y el carácter elevado del gran ciudadano 
por una culpable desidia ha sido tan ultrajada, 
desfavorablemente á la misma niñez orientali 
3s escolares en qne se ha hecho de él una cari- 
I un reprobo malhechor, 
irie de dichas notas: 



al Cabildo algunas noticias sobre los moví- 
tropas portuguesas en las fronteras, y haciéndo- 
Qciones respecto á la relaciones mercantiles con 

to á la honorable comunicación de Y. S. datada 
mo pasado, debo poner en conocimiento de V. 

ivimientos de los portugueses son siempre apa- 
a de hallarse las fronteras cubiertas, y ellos im- 
etrar nuestra campaña. Antes de ahora hé te- 
jarles de un armamento general en el interior, 



— 61 — 

sin haberse verificado. Acaso, cerciorados de la aproximación 
de Don Femando Torgués con su división sobre el Cerro 
Largo, y demás guardias de nuestras fronterctó, estén á la ea* 
pectativa, y tomen medidas de precaución: pero siendo real- 
mente hostiles, habremos de contrarestarlos, persiguiendo á 
unos limifcrofes á quienes debemos la mayor parte de nuestras 
desgracias. 

Entre tanto procure V. S. que nuestras guardias se manten- 
gan únicamente á la defensiva, y sus comandantes guarden la 
mejor armonía con sus vecinos. Estas son mis órdenes, comu- 
nicadas á cada comandante en particular, y las que nuevamen- 
te he repetido á don Fernando Torgues. Si nuestra modera- 
ción no bastase á contener cualquier exceso de esos estranjeros 
V. S. me dará parte del menor resultado para su remedio. Con 
igual objeto estoy á la mira de las operaciones de aquellos: y 
no dude V. S. que en cualquier rompimiento inesperado somos 
bastantes á sostener nuestra dignidad y derechos. 

« Los esclavos de que echó mano el Grobierno anterior para 
seguridad de esa plaza, deben conservar su libertad, y mante- 
nerse en servicio de la misma. A sus amos se librarán los bo- 
letos para tiempo oportuno, con prevención que los emigrados 
han perdido todo el derecho á su cobro, y los existentes en esa 
ciudad solamente exigirán de esas Cajas el precio equitativo 
que, á juicio de ese M. I. Cabildo Q-obernador, se señalase á los 
interesados; quienes no dudo accederán, meditadas todas las 
circunstancias. 

« Los buques mandados por el Grobierno de Buenos Aires pa- 
ra trasportar familias, se averiguará si pertenecen al Estado ó 
á los particulares; siendo de aquél, deben permanecer deteni- 
dos en justa represalia de su felonía; siendo de éstos, déjelos 
V. S. á su discreción, ó para regresar á Buenos Aires sin car- 



gamento alguno ó para trancar en las costas de Gsta Banda 
Oriental, segnn las indioacionea prevenidas á V. S. 
. Tengo la honra, etc. 

Jvst- Artigns. 

Campamento, Agosto 8 de 1815. 



« Acaba de llegar el extraordinario de V. S. relativo á la 
Comisión del Ayudante Mayor del Señor Manjnés de Alegi-ete 
Don Juan Pedro da Silva Ferreyra conduciendo un pliego pa- 
ra el Gobierno de Buenos Aires. 

« En su consecuencia, V. S. le pedirá los pliegos jjara diri- 
girlos por su conducto á aquel Grobiemo, y sea cual fuere la 
resolución de dicho Ayudante Mayor, el deberá regresar inme- 
diatamente á su frontera escoltado por los mismos que lo con- 
dujeron, y esperar allí (si lo deja) la contestación de su pliego. 
Pasar á Buenos Aires eu ninguna manera, y mucbo menos 
permanecer en el Territorio de la Provincia, por lo que dispon- 
drá V. S. el que regrese á la mayor brevedad. 

Tengo la honra de saludar á V. S. con toda consideración y 
dejar contestado sn honorable de 19 del corriente. 

Cuartel General, 24 de Diciembre de 1815, 

José Aiiigas. 

Al Muy Ilustre Cabildo Gobernador de Montevideo. 



« He recibido los dos partes que V. S. me incluye relativos 
á las noticias últimas adquiridas de las Potencias Estrangeras. 
Celebro que V. S. convenga conmigo en que es difícil que nin- 
gún Estrangero nos incomode, y que de nuestro sosiego resul- 



•TSH^i 



'11 



— 63 — 

tara precisamente el orden y el adelantamiento de nuestro 
sistema. Acaso la fortuna no nos desampare, y el año 16 sea 
la ¿poca feliz de los Orientales. 

Tengo la honra de saludar á V. S, con toda mi afección, 

José Artigas. 

Cuartel General, 9 de Enero de 1816. 

Al Muy Iluetre Cabildo Gobernador de Montevideo. 



« Quedo informado del parte documentado <iuo me incluye 
V. S. del Ministro Sostituto de Maldonado. 

Acaso la distancia haya impedido q^uo á aquella fecha el Co- 
mandante de Vanguardia no hubiese dado el lleno á mis pro- 
videncias sobre el cobro de dineros, cuando en oficio de 30 del 
próximo pasado Diciembre me oficia que ellas tendrán su más 
puntual cumplimiento. — Con esta fecha repito la órdeu sobre 
lo mÍEmo, como igualmente que todas las partidas se manden 
retirar al campamento de vanguardia para su arreglo y disci- 
plina. Así los partidos de campaña no serán incomodados, y 
todo poco á poco irá entrando en orden. 

A mayor abundamiento he mandado la orden absoluta para 
que en vii'tud do las ocurrencias, se prive todo tráfico con 
Portugal. V. S. lo comunicará al Ministro de Maldonado para 
que en su consecuencia, sea suspendida cualquiera introduc- 
ción que permitan loa otros comandantes de frontera, para 
tomar sobre ello las debidas providencias. 

Tengo la honra, etc. 

Campamento, Enero 12 de 1816. 

José Artigas. 
Al M. L Cabildo, etc. 



— 64 — 

« Sin insultar nuestro decoro y deprimir la gloria que carac- 
teriza á los orientales no pudo el gotiemo de Buenos Aires dar 
á la prensa la G-aceta extraordinaria de que incluye á V. S. un 
ejemplar el doctor Mateo Vidal y á mí Taños ejemplares el 
Gobierno con nn oficio datado en 22 del pasado Diciembre. 
El contesto de este manifiesta evidentemente que no son sus 
miras entablar la reconciliación debida, sino perturbar la tran- 
quilidad consiguiente á nuestra felicidad. 

Estaría por demás encargar á V. S. toda vigilancia cuando 
los enemigos por todas partes nos rodean; por creer que loa 
Españoles hayan de formar una intentona tan desesperada, ó 
prueba la apariencia del proyecto, ó que en bu ejecución es sin 
provecto. 

Para confirmación del caso van cuatro expediciones indica- 
das por Buenos Aires sobre el infeliz Moutevideo. Desde Ju- 
nio del año anterior estas han sido las insinuaciones de aquel 
Gobierno, sin que en la realidad haya habido un resultado ni 
de España ni de Portugal, Por otra parte V. S. sabe que la si- 
tuación política de la Europa se halla complicada con varios 
contrastes, y i>or consiguiente incapaz de contrarestar nues- 
tros esfuerzos en cualquier empresa. 

Yo sin embargo quedo siempre vigilante y siempre ansioso 
de dar á mis conciudadanos la última prueba de mi decisión 
por el sosten de etu libertad. 

Conozco por fortuna el interés que mueve á todos nuestros 
enemigos por la ocupación de Montevideo, y, por lo mismo 
cuanto nos interesa su conservación. En consecuencia V. S. 
descuide, cuando todas mis miras son dirigidas á este objeto, y 
que ó. tiempo oportuno daré los auxilios proporcionados á su 
sosten y defensa. 

He recibido por el ciudadano Julián Espinosa los pertrechos 
de guerra que adjunta V. S. á su honorable comunicación de 18 
próximo pasado Diciembre, con una relación circunstanciada. 



— 66 -> 

Becomiendo á V. S. el mayor celo por este deber, y el casti- 
go preciso á cualquiera que de palabra ó de obra intentare 
Tnlnerar lo sagrado de la patria, su dignidad y derechos. 

Quedo igualmente informado del número de cartuchos y 
pertrechos existentes en esa plaza que expresan las dos nota^ 
que y. S. adjunta en su honorable de 30 del p. pasado Diciem- 
bre. Yo suponia más pólvora en sus almacenes, y al efecto es 
preciso que V. S. haga todo esfuerzo por el aiunento de este 
renglón, que yo con esta fecha reencargo lo mismo á mi dele- 
gado en esa ciudad para el logro de tan importante objeto. 

Tengo la honra de saludar á Y. S. con mis mas afectuosos 
respetos. 

Cuartel General, 8 de Enero de 1816. 

José Artigas. 
Al Muy Dustre Cabildo de Montevideo. 



« Habiendo llegado á este destino el viejo Torres á quien por 
mi orden se entregó la chalana que se hallaba arrumbada en 
ese puerto, es forzoso me diga Y. S. si su recomposición ha si- 
do abonada de fondos del Estado, para en este caso exigirle su 
satisfacción con lo mismo que ella puede producir con las 
exportaciones. 

Igualmente con motiyo de las nuevas ocurrencias y según 
el Estado de Fuerza que Y. S. me presenta en el Estado Gene- 
ral, he resuelto que se entreguen al Comandante de Armas 77 
fusiles de los recien comprados para aumentar la fuerza. 

Al mismo tiempo disponga Y. S. que don Manuel Francisco 
Artigas se haga cargo de arreglar la Caballería cívica des- 
de esa Banda de Santa Lucía hasta esa ciudad. El arreglo de- 



artidoB y escuadrones según le aviso con sata fe- 
to la dará V. S. un hombre de instrucción militar^ 
que á satisfacción, para que de este modo sea más 
ita realización. Con este motivo mandé igualmente 
^en los 80 sables comprados últimamente, y cua- 
íe pistolas para armarlos. El se pondrá á la cabeza 
aalleria cívica para que pueda operar en caso do 
cer alguna tentativa en ese punto, ó donde ocur- 
sidad. Los que no se puedan armar con sable, se 
¡a. 

lo que interesa es que se apure la fábrica del nu- 
lo á V. S. que por acá también la necesito, 
nado la satisfacción de poner de Jefe á un hombre 
lecÍ3Íon y servicios se ha hecho acreedor á esta 
i los momentos de peligro. Lo que interesa es que 
ado de las circunstancias apure sus esfuerzos para 

amencano sea indiferente al sistema. Todo el 
< alistarse para venir en un caso forzoso. Lo mismo 

hacer con la milicia cívica de esa Plaza, 
ito no llega este momento á nadie se incomodará, 
leguirá como hasta el presente, dejando á los la- 
^cendados y jornaleros continúen sus labores, hasta 
venir esta tormenta que nos amenaza. 
Lado igualmente queden en ese destino los doce 

pólvora recién comprada; y con esta fecha escribo á 

)ferta traer de este renglón, nos facilite toda la que 

onandola á cincuenta pesos quintal. 

hoy dia de la fecha se me han presentado dos co- 

ofertandome 1,200 fusiles que llegarian en breve 

:a. Sus precios son subidos, pero instando el pelí- 

á remedio en tomarlos. 

aico ¿ V. S. para que sus esfuerzos sean mayoret, 



— 67 — 

sin embargo que al presente nos hallamos robustecidos y ca- 
paces de resistir á quien se nos presente. 

Saludo á V. S. con mis más afectuosas consideraciones. 



Cuartel General, 20 de Enero de^l816. 



José Artigas. 



Al M. I. Cabildo Gobernador de Montevideo. 



« He recibido la honorable comunicación de V. S. relativa á 
la posesión que de sus empleos deben tomar los ciudadanos nue- 
vamente electos y que deben componer el iincvo Cabildo Go- 
bernador. Así mismo que esto tomará providencias inmediata- 
mente para que los demás Cabildos procedan á siiá elecciones 
respectivas según el orden prefijado. 

Loque más interesa por ahora es que V. S. tome las más 
eficaces providencias para poner botes, ó cuando menos canoas 
uno en el Yí, paso del Durazno, otro en el Rio Negro paso del 
Rincón, y otro en Santa Lucia, en cualesquiera de los pasos 
precisos. En ellos debe ponerse á su cuidado algún vecino y 
para facilitar el pronto pasaje de los chasques y de las tropas 
en caso de ser preciso moverlas de uno á otro punto. El in- 
vierno se aproxima, y es forzoso contar con esa dificultad para 
salvarla: bueno es tomar providencias de antemano, y V. S. 
penetrado de las circunstancias no dudo activará la presente 
como un medio de seguridad en caso de un movimiento ines- 
perado. 

No aparece en este cuartel general el dragón Francisco Ri- 
vero de nación portugués que V. S. indica. Con esta fecha es- 
cribo al Capitán Latorre para que me diga la división á que 
ha sido remitido; pero de cualquier modo la diligencia se hará, 



— 68 — 

y •ncontrado S9 remitirá á ese G-obiemo, quien obrará según 
corresponde en virtud de los antecedentes. (1) 

Campamento, Enero 26 de 1816. 

Tengo la honra, etc. 

José Artigan. 
Al M. I. Cabildo Gobernador. 



« Becomiendo á V. S. el mayor celo por este deber, y el cas- 
tigo preciso á cualquiera que de palabra ó de obra intentare 
vulnerar lo sagrado de la Patria, su dignidad y derechos. 

Quedo igualmente informado del número de cartuchos y 
pertrechos existentes en esa Plaza que expresan las dos notas, 
que V. S. adjunta en su honorable de 30 del próximo pasado 
Diciembre. Yo suponía mas pólvora en esos almacenes y al 
efecto es preciso que V. S. haga todo esfuerzo por el aumento 
de este renglón que yo con esta fecha reencargo lo mismo ¿ mi 
delegado en esa ciudad para el logro de tan importante objeto. 



(1) Hé aquí los cabildantes electos á que se refiere el General Artigas: 

Alcalde de 1er. voto ciudadano Juan J. Duran. 

ídem de 2.^ y> Juan Medina. 

Regidor decano » Felipe García. 

Begidor alguacil mayor ... » Agustín Estrada. 

Alcalde provincial » Juan de León. 

Regidor fiel ejecutor » Joaquín Suarez. 

Regidor defensor de pobres . » Santiago Sierra. 

Regidor defensor de menores » Juan Giró. 
Regidor juez de policía ... » Lorenzo Pérez. 

Regidor juez de fiestas .... » José Trapani. 

Síndico procurador » Gerónimo Pió Bianquí. 



Tengo la honra de saludar é Y. S. con mi máe afectuoso 
respeto. 

Cuartel General, 8 de Enero do 1816. 

Josi Artigas. ' 
Al Mny Ilustro Cabildo Ghjbemador de Montevideo. 



« Año 7." de nuestra Kegeneracion. » 

Señor don Frutos Kivera : 

Según todas las probabilidades, y una carta individual de 
las tramoyas del Janeiro, los Portugueses intentan venirse 
sobre la Banda Oriental para Abril ó Mayo. En dicha carta ee 
haca referencia & las intrigas de Bnenos Aires sobre el parti- 
colar, y cuanto contribuyen loa emigrados de ese pueblo al 
meditado proyecto. (1) 

Ea preciso que ahora más que nunca se redoble la energía, y 
estén ustedes oon cuatro ojos, al ver venir las cosas. Dá tiem~ 
po el proyecto para tomar providencias, pero nunca están de- 
más las precauciones. 

No me guarden ustedes indulgencia con nadie; el que ande 
maleando, remítanmelo para acá. Entre tanto, voy apurando las 
medidas para el logro de un plan que contenga vigorosamente 



(1) Kl General Artigas se refería en esto í los emigrados orientales 
de la facción de Alvear y algunos descontentos que habian hnldo de 
Ifontevideo sobresaliendo entre los primeros el doctor don Nicolia 
Herrera, sobre todo. 



los esfuerzos de los enemigos, y si acaso, nos dé la gloria sobre 
sus ruinas. 

« Desea á usted todíi felicidad su seividor y apasionado. 

José Artigas. 
Purificación, 18 de Euoro de 1816. 



« Queda en este destino el individuo Manuel Esteban Vidal 
remitido en la balandra Ciumeti por insubordinado. 

Igualmente be recibido loa papeles remitidos de Santa, Ca- 
talina. Ellos nada contienen de particular, sino el anuucío de 
marchar los tropas de Santa Catalina hacia esta frontera, y los 
padecimientos de quien lo comunica. 

En seguidü participo á V. S. acabo de recibir la siguiente 
nota de la Colonia anunciando que el Comandante inglés ha- 
bía dicho confidencialmente tenia orden del Principe Regente 
para proteger el pabellón portugués en cualquiera Pueblo que 
se enarbolase. Este y otros incidentes deben redoblar nuestra 
vigilancia para no dejamos dominar á presencia de un enemi- 
go fastidioso de nuestras glorias, y siempre empeñado en 
nuestra subyugación. — Soy recibido de los 50 Catones desti- 
nados con el oficio para el Gobernador de Corrientes. Ellos 
marcharán en primera oportunidad, quedando el resto para 
distribuirse segan las intenciones de V. S. y mía grande de- 
seos para la ilustración de la juventud. Tengo el honor etc. 

José Artigas. 
Campamento, Abril 17 de 1816. 
Al Muy Ilustre Cabildo etc. 



— 71 — 

< He recibido por el coiTeo la cajita con cinco vidrios do 
vacuna. Igualmente por don Manuel Macho los tres ejempla- 
res que sirven de instrucción para propagarla. Con este fia 
procuraré remitirla á las demás provincias, deseando eficaz- 
mente la extensión de este general consuelo á la humanidad. 

El correo anterior dije á V. S. debía entregar en esas Cajafii 
tres mil pesos el ciudadano Juan Cíorrea en efectivo. Lo de- 
mas queda suficientemente compensado á cuenta de mayor 
cantidad que debiera entregar en esas cajas. 

Asi mismo, quedo inteligenciado de la exposición del padre 
Pray Isidro Sosa. 

A la distancia se abultan y encarecen los padecimientos. 
Yo bien sé que Misiones ha sufrido y que los pueblos no re- 
bozan. Por lo mismo he tenido especial cuidado en socorrer- 
los; igualmente que á las tropas que alli se encuentran. No 
hay uno solo á quien no se haya remediado según 1q permi- 
ten nuestras fuerzas. Al mismo Padre en especial se le man- 
daron varios renglones, como igualmente al Cabildo. 

Mas de una vez he quitado á nuestras tropas lo preciso para 
ocurrir á las ajenas necesidades. Yo puedo gloriarme de haber 
sido mas que generoso^ y crea Y. S. que de nada debemos las- 
timarnos tanto como de nuestra indigencia. Tengo el ho« 
nor etc. 

José AHigas. 
Purificación, Abril 27 de 1816. 

Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo. 



« En razón de ser tan precisas las caballadas para el serví* 
ció del Estado tanto en las urgencias diarias cuanto en las ex- 
traordinarias, es forzoso que V. S. tome una seria providencia 



— 72 — 

sobre el acopio de la reynnada, que está dispersada en la Pro- 
vincia, en el servicio de los particulares. 

Al efecto pasará Y. S. una orden general á todos los alcal* 
des de los pueblos, para que cada uno en sus respectivas ju- 
risdicciones los recoja, y conducidos á ese destino se manten- 
gan en el Bincon del Cerro con el cuidado y escrupulosidad^ 
que demanda la importancia del negocio. Asi en cualquier caso, 
sin incomodar al vecino, tendrá la Provincia como hacer sus 
servicios sin pensionarlos. 
«■•••••••••*•*•• •• 

Tengo la honra, etc. 

José Artigas. 
Campamento, Mayo 16 de 1816. 

Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo, etc. 



Como preciosos documentos inéditos y á la vez tan expre- 
sivos de la disposición de ánimo irrevocable de Artigas de re- 
sistir á todo trance la formidable invasión ; léanse los oficios 
siguientes que dirigía á los Cabildos de Mont-evideo y de So- 
riano análogos á los que circulaba á los demás de la Provin» 
cia, y en los cuales instaba en su enérjico lenguaje por el ar-^ 
mámente general, y bosquejaba concisamente las medidas con 
que se preparaba á la lucha. 

El patriotismo de Artigas está retratado en esas ardiente» 
excitaciones al civismo de sus comprovincianos : 



Nota paiücipando las medidas de defensa que habia combinado' 
para rechazar la invasión portuguesa^ ordenando la confiscación 
de bienes de los portugueses 'no avecindados desde d momento de 
romperse las hostilidades, y encargando usar de la mayor severi^ 
dad con los enemigos dd pais y dd sistem^a patrio. 



— 73 - 

« He demorado el extraordinario de V. S. hasta esta fecha, 
esperando el correo, y con él la confirmación de la noticia, 
para activar cada dia mas y mas el orden de las providencias, 
todas reducidas á una alarma general y preparación en todos 
los puntos para el dia que se dó la orden de ataque. En mi 
concepto, y según mis providencias, Montevideo es el último 
que debe experimentar el teatro de la guerra. 

Por lo que juzgo, la destrucción del enemigo ser4 muy 
pronta, si los cuatro mil hombres se dirigen á forzar esa plaza 
directamente; pues on este caso todo la fuerza del continente^ 
los jefes enemigos deben considerarla perdida, y entonces los 
cuatro mil son muy pocos para contrarestar nuestros esfuerzos. 
Por lo mismo, creo que aquellos no se han de separar mucho 
para obrar auxiliados de la gente de la frontera; en cuyo caso 
tienen que hacer muchos esfuerzos por estos destinos antes de 
marchar desembarazados sobre ese punto. 

Mientras este caso apurado, que supone nuestra destrucción^ 
no llega, esa plaza debe mantenerse firme con su guarnición 
competente, pues si hay lugar á preverse aquel caso, se toma- 
rán las providencias convenientes. 

Al presente toda la fuerza voy á cargarla sobre la frontera, 
y don Frutos con cien hombres debe marchar á Maldonado á 
ponerse en observación en aquel punto, arreglar aquellas mili- 
cias, armarlas y ponerlas en actividad con el doble fin de aten- 
der cualquier movimiento sobre la frontera de Santa Teresa, y 
activar sus providencias en caso que la expedición venga á 
Maldonado; y si continúan los buques enemigos hasta ese des- 
tino, él bajará, con toda la gente que tenga, y se pondrá á in- 
mediaciones de esa plaza para guarnecerla con las demás mili- 
cias del Departamento de Montevideo, las de San José y Colo- 
nia, que todas deben obrar sobre ese punto. Al efecto escribo 
á mi delegado que todos sean armados; que don Manuel Arti- 
gas entre con dos escuadrones á fortificar la guarnición de esa 



— 74 — 

endo, con la gente de esta, armarse otro de caballe- 
ga su fatiga sol^e la costa del mar, en esas inme- 
mudándose cada mes. El tren Tolante debe situarse 
lea, y que se armen en aquel pueblo dos compañías 
miamo para su custodia, suministrándosele el resto 
iciones que se crean superñuas en esa plaza. Entre 
'elegado activa todas estas medidas, V. S. debe en- 
9 no permitir salga buque alguno para puertos de 
iieses, y tomar nn recuento de los intereses de co- 
I portugueses que no sean vecinos de la Provincia; 
nteuderse por tales los casados ó afincados en ella; 
as deben entrar sus intereses todos en las Cajas pú- 
e el punto que V. S, reciba el parte dé habei-se roto 
ades. Es igualmente de la incumbencia de V. S. no 
ue se estraigan intereses ni salgan familias de esa 
puertos estraños. Es preciso que todos sa penetren 
o que todos debemos hacer, y que todo sacrificio es 
conseguir nuestra libertad. 

ismo, nuestro propósito deba ser ó morir con glo- 
ít con los tiranos. En tan críticos momentos, Y. S 
tirse de toda energía y no guardar la menor con- 
cia. El que conspire contra la patria, sea fusilado 
aento ; y el español, portugués, ó americano, que se 
ispechoso y se repute capaz de perjudicamos, V. S. 
te asegurado, que yo lo pondré á cubierto de toda 
Este debe ser el principal celo de V. S. mientras 
empeñados en el objeto de la guerra, prodigan sus 
lara dar á la Banda Oriental un día de gloria, y 
nuestros afanes con la conclusión de todos los ene- 
hé mandado al señor Comandante de la Vanguar- 
rnando Otorgues que se aproxime con la división á 
'1 Ceno-Largo, y reuniéndose con la milicia de esa 
rar mis órdenes. Las tropas de este Cuartel gene- 



— 76 — 

ral deberán obrar por su frente hasta el Cuartel G-eneral de los 
portugueses, que se halla en San Diego, cuando las divisiones 
del Entre Eios marchen á cubrir las costas del Uruguay hasta 
Misiones. La división de Jos naturales, que con los nuevos au- 
xilios debe elevarse á dos mil hombres, obrará por su frente 
repasando el Uruguay. 

Interesa, pues, que se pongan en este destino todos los re- 
fuerzos para obrar estos movimientos. Al efecto escribo á mi 
Delegado me vuelva á remitir algunos más, por que cierta- 
mente este ha de ser el punto de apoyo de todas partes. Cuen- 
to sobre ocho mil hombres prontos á abrir la campaña. Si lo- 
gramos que sean favorables los primeros resultados, creo que 
Portugal se mirará muy bien antes de insistir en la empresa. 

El entusiasmo es general, y esta señal, precursora de las 
victorias, debe hacewios gustosos nuestros sacrificios; nues- 
tros enemigos no han hecho más que inflamar el amor 
patrio, y nos hallamos coronados de laureles contra todas sus 
esperanzas. 

Tengo el honor de saludar á V. S. con mis más cordiales vo- 
tos, y ofertarle toda eficacia para el sosten de nuestra libertad. 

Villa de la Purificación, Junio 29 de 1816. 



José Artigas. 



Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo, etc. 



En esta nota está reproducida fielmente la vehemencia de 
los sentimientos de amor á la patria, á su libertad, y á su ho- 
nor, que animaban á Artigas al aceptar el reto que le lanzaba 
el poderoso Portugal. 

Por desgracia, la voz enérgica del campamento llegaba muy 
amortiguada y macilenta á Montevideo, en donde esos ecos 



— 76 — 

marciales y la remota inflnencia del gran jefe no bastaban á 
levantar el espirita de resistencia que dormitaba en ¿1, y que 
Artigas anhelaba hacer reTÍvir en nua cindad en donde la po- 
blación estranjera, española principalmente, alguna portugue- 
sa ¿ italiana, comercial y especuladora en sos aspiraciones, há- 
bitos y oficios, representaba máa de la mitad de sn número, y 
casi las tres cuartas partes de &u valor y candóles. 

Se comprenderá de este modo como Artigas ocentoaba in- 
toncionalmente bqs incitaciones y sus exigencias patrióticas oí 
dirigirse al poco diligente ymal coordinado Cabildo Gobernador 
de SfonteTÍdeo. Tenía forzosamente que emplear el lenguaje 
varonil de la resistencia, con el propósito de infundirle mas 
fibra en los actos oficiales, y tratar de elevarlo asi á la altura 
de su misión, dadas los tremendas dificultades con que tendría 
que luchar en la guerra inmediata, la clase de población hete- 
rogénea y hostil en macha pai-te que tenia que gobernar ese 
Cabildo, y lo que era mas grave, que vigilar y contener bajo 
una severa represión. 

Sin duda la presencia y la acción del mismo Artigas en 
Montevideo habrían prolongado por mucho mas tiempo la re- 
sistencia, y acaso neutralizado el triunfo de las armas vence- 
doras. 

Hé aquí otra nota del General Artigas al Cabildo de So- 
riano, fechada un día antes de la anterior, é inspirada en el 
mismo espirita de patriótico aliento: 



« Acabo de recibir un extraordinario de Montevideo resul- 
tÍTO de otro del Janeiro, confirmando mis sospechas sobre las 
miras de FortugaL 

Aquella potencia siempre celosa de nuestra felicidad, pre* 
tende nuestro exterminio, sujetando estos territorios á su do- 
minación. Al efecto se me dá parte de una expedición de oua- 



— 77 — 

tro mil hombres que debería hacerse á la vela de aquel puerto 
en el presente mes, con dirección á ocupar estos territorios. 
Estaría por demás que yo expusiese á Y. S. la energía de que 
deben hallarse revestidos los magistrados para contrarestar 
esos y cualesquier otros esfuerzos relativos á sofocar la liber- 
tad que hoy respiran los pueblos Orientales. 

En consecuencia de este deber, he repartido mis órdenes á 
todos los puntos, y una alarma general no dudo nos pondrá á 
cubierto de cualquier tentativa. Con este objeto he impartido 
igualmente mis providencias á todos los Comandantes de Mi- 
licias de los Departamentos, ansioso de que todos sean arma- 
dos para coadyuvar á nuestros esfuerzos. Todo está prevenido, 
y al menor movimiento de Portugal,- la guerra se abrirá con 
esta potencia. 

« Yo lo participo á Y. S. para que penetrado de estos acon- 
tecimientos ponga en actividad todo lo que pueda contribuir 
á coronar nuestros afanes, y cimentar la Libertad por que tan 
gloriosamente se han sacrificado los Pueblos. 

« Yo espero de los cordiales sentimientos de Y. S. toda la 
inflamación que es consiguiente al mayor empeño por el sos- 
ten de nuestra causa sagrada, y por mantener la Independen- 
cia, que hemos jurado sostener. Nada tengo que repetir en su 
obsequio, sino que se multiplicarán los sacrificios si fuesen ne- 
cesarios, y que todos animados de un mismo espíritu, marcha- 
remos á fijar el esplendor, que quieren oscurecer con nuestro 
abatimiento. 

« Yo no podr¿ consentirlo mientras mis compatriotas quie- 
ran hacer una ostentación de su grandeza, y estoy seguro que 
ese Departamento de Soriano, que miró siempre con escrupu- 
losidad lo sagrado de esta confianza, renovará sus esfuerzos 
por coadyuvar los míos en tan gloriosa empresa. Todo debo 
esperarlo de la eficacia de Y. S. y de la alta representación con 
que se halla condecorado ese Ilustre Cabildo para dar el pron- 



_ 78 — 

to cumplimiento ¿ sus pro-v-idencias, y las que se crean consi' 
guientes á salvar nuestra Proviucia de la tiranía. 

Tengo el honor de saludar á V. S. con toda mi afección. 

Jote Artigas. 

Purificación, 28 de Junio de 1816. 

Al Muy Ilustre Cabildo de Suriano. 



Hé aquí las demás notas inéditas á que hemos hecho refe- 
rencia en que está compendiada la dirección que debía darse á 
la lucha, y la firmeza y entusiasmo con que Artigas y los 
Orientales entraban en esa dolorosa Via Criicis del patriotismo 
y de la abnegación : 

« En consecuencia de mi contexto por el Extraordinario de 
ayer, supongo á V. S. penetrado de mis ideas, igualmente que 
de mis providencias. 

Es preciso que los momentos sean muy apurados para la 
demolición de los muros de esa ciudad. 

Ellos imponen respeto y están en razón de una fuerza pasi- 
va que siempre entra en el cálculo dol enemigo para superarla. 

Por lo demás, pierda V. S. cuidado que los Portugueses no 
marcharán muy sin recelo hacia ese punto con la rapidez de 
nuestros movimientos. — Mucha sangre debe derramarse antes 
de verificar su empresa, y creo bastante difícil su ejecución 
con tal que querramos ser libres. 

V. S. sabe que no carecemos de recursos, y que no puedo 
presentársenos un objete más digno para ostentar la gi-andeza. 
de nuestros sentimientos, V- S. coopere con los suyos á reani- 
mar el espíritu público. 

Al efecto me ha parecido muy oportuna la proclama. 



— 79 — 

Esos y otros actos inspiran á nuestros paisanos la debida 
confianza, y advierten un tono imponente, con el que no dudo 
liarán un esfuerzo tal cual corresponde á la arduidad de la 
empresa. 

En razón de haber dicho á V. S. que á la salida del señor 
Comandante de Armas debía el señor Comandante don Ma- 
nuel Artigas entrar con dos escuadrones de su gente á guar- 
necer esa Plaza, se dará á reconocer por Comandante Interino 
de las Armas mientras aquel cumple con lo ordenado. 

A dicho mi hermano escribo con esta fecha el orden que 
debe guardar, y la vigilancia de los momentos quedando bajo 
las órdenes inmediatas de V. S. Nada más tengo que repetir 
á V. S. después de mis insinuaciones sino que por el Estado de 
fuerza he visto que el cuerpo de Artillería está muy bajo en 
sus plazas, y pudiera aumentarse recojiendo todos los morenos 
libres y agregándolos á dicho cuerpo. 

Es preciso que en esta parte como en todo lo demás V. S. 
excite el amor patrio de los conciudadanos para facilitar aque- 
llas erogaciones que cediendo en beneficio público lleven la 
recomendación de ser voluntarias. 

Ellas inspirarán la doble confianza de que todo se saorífica 
quedando interesada la salud de la Patria. 

Esta satisfacción es el poderoso resorte que inflama el espí- 
ritu público, y que hará á nuestros paisanos sobre enérgicos» 
terribles. 

Tengo el honor de saludar á V. S. con mis más cordiales 
afectos. 



José Artigos. 



Purificación, Julio 1.** de 1816. 



Al Muy Ilustre Cabildo etc. 



— so- 
né aquí la proclama expedida por el Cabildo de acuerdo con 
las recomendaciones y encarecimientos del General Ajügas, á 
que este hace referencia en la nota. anterior: 

Proclama 

HABITANTES DE LA BANDA OBISNTAL! 

« El Gobierno de Montevideo empeñado en sostener vues- 
tra libertad ¿ independencia, tiene el placer de hablaros hoy 
para anunciaros los preparativos de una expedición portugue- 
sa que por cartas contestes del Bio Janeiro se destina para 
invadiros. 

Esta noticia que solo puede causar temores en las almas dé- 
biles y apocadas, debe renacer en vosotros el amor á la liber- 
tad, aquel ardor, y santo entusiasmo por su defensa que siem- 
pre fué precursor de vuestras victorias. 

La acción militar que se os prepara apenas merecerá con- 
tarse entre los triunfos que ya habéis conseguido. 

Acostumbrados á presentaros y vencer tropas mercenarias, 
á despreciar; á aborrecer la tiranía, á desplegar vuestro valor 
con los que atontan á vuestros derechos sagrados ¿qué impre- 
sión puede haceros esa miserable incursión de extrangeros 
esclavos? 

Ellos van á ser víctimas de su orgullo, si os resolvéis á to- 
mar las armas. ! 

La Patria os llama, y todos debéis correr á ella : en vuestras 
manos se deposita hoy el bienestar de vuestros hijos, de vues- 
tras familias, y de vosotros mismos: de eUos depende vuestra 
libertad ó esclavitud perpetua : corred pues, todos los que no 
os haUeis alistados y os sentís heridos de ese niego santo .de 
la libertad, á recibir lets órdenes de este gobierno: él os será 



compañero en loa peligroa, y participe de vaestroa auceaoa 
piósperos ó adversoa. 

Sala Capitular del GUibiemo, Junio 22 de 1816. 

Juan de Medina — Felipe Garda — Agusiin 
Estrada — Joaquín Suarez — Lorenzo JttsU- 
niano Pérez — Gerónimo Pió Bianqui — Pe- 
dro María Taveiro, Secretario, 



Subaíguientemente el mismo Cabildo adoptó el siguiente: 

Acuerdo tomaiido urdidas para defender k Montevideo de la 
lavaaioa portogaesa. 

En la ciudad capital de Montevideo á veintiún días del mes 
de Agosto de mil ochocientos diesiseis, el excelentísimo Cabil- 
do de ella, cuyos señores que le componen al final firman, se 
reunió en su sala capitular como lo verifica siempre que le lla- 
man asuntos de interés general á la proTÍucia,preaidiendo el ac- 
to el señor alcalde de primer voto ciudadano Juan José Duran, 
con asistencia del caballero sindico procurador general de la 
ciudad, y presente el inñ-ascripto secretario. En este estado, 
trayendo el Cabildo ¿ consideración los varioa partes comuni- 
cados últimamente por los jefes multares de algunos puntos 
de la Provincia, en que manifiestan haberse internado en 
nuestro territorio partidas enemigas, y que deberían por lo tanto 
considerarse rotas las hostilidades : que, en tal estado, era el 
primario deber de esta corporación velar sobre la seguridad 
pública, tomar providencias conducentes al sosten y defensa 
de eata plaza, estrechamente recomendada por el Exmo Jefe de 
los Orientales, y quitar asi á los portugueses toda esperanza 
de remachar los grillos de la servidumbre á un pueblo que 



f% 



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i 



sopo romperlos con energía y constancia inimitablee, y c 
estaba dispaesto á perecer nna y mil veces antes que reñí 
ciar á'su caray sagrada Ubertad; acordó 8. E., como med 
previa é indispensable, se circularan oficios á los álcali 
principales de loa cuatro distritos interiores, y á los seis 
estramnros, para que tomen un conocimiento prolijo de toi 
\0B víveres existentes en la comprensión de sus cargos, con 
peciñcacion de sus cantidades y calidades, lo mismo que de 
otros artículos de necesario consumo, cuyas relaciones trasi 
tiran inmediatamente de tomadas & este Cabildo. Qué asi n._ 
mo se oficie á los cabildos de los departamentos de la Provin- 
cia para que poniendo en uso su influjo con los vecindarios de 
sus jurisdicciones, los estimulen á traer á esta plaza todos los 
artículos de abasto que tengan, & efecto de mantener esta ciu- 
dad contra todo evento. Con lo cual se cerró este acuerdo, que 
firmaron con migo el secretario los señores capitulares, de que 
certifico. 

J. J. Duran — /. de Medina — .F Garda 
— A Estrada — S. Sierra — J. F. Giró — L, 
J. Peres — J. Trapani — &. P. Biangui — P. 
M. de Taveiro, Secretario. 



Nota ordenando la remisión al Cuartel General de las personas 
declaradas enemigas del sistema, y participando las noticias re' 
cibidas sobre el estado de las relaciones con el Gobierna general 
de Sítenos Aires, y sobre el estado de la guerra con los realistas 
end Perü. 

« Impuesto por la honorable comunicación de T. S. del 28 

j„i — A^ T„jjio del cumplimiento de mis órdenes , le 

3pre la mayor exactitud en la remisión de los 



españoles líoenciados, y demás que se crean perjudiciales á 
naestro sistema. Cualquier condescendencia es criminal en 
estos momentos de complicación: por lo mismo y en razón de 
la fuga de Vigil, todos sus intereses deben ser aplicados al Es- 
tado sin consideración alguna. 

Adjunto i V. S. ese parte del Paraná, que he recibido ayer; 
por él verá V. S. cuanto anhela el Gobierno de Buenos Aires 
por encender la guerra civil, y complicar nuestra situación. 
Ya el gobernador de Santa Fé me anunció la presunción que 
él tenia de aquellos movimientos, después que la comisión de 
Buenos Aires regresó sin haber concluido los tratados de San- 
ta Fe, ni menos haberlos iniciado conmigo. 

Pongo en conocimiento de Vd. estos acontecimientos, como 
igualmente ese traslado de carta del Perú, para que inteligen- 
ciado de todo redoble su vigilancia y conatos. La multiplici- 
dad de nuestros enemigos solo servirá para redoblar nuestras 
gloiias, si queremos ser libres. Los Orientales saben desañar 
los peligros y superarlos. 

En medio de las complicaciones, solo temo que acabada la 
moderación, tengamos que batir á loa unos y los otros. Al mo- 
nos, si Buenos Aires no cambia sus proyectos, no podré ser in- 
diferente á sus hostilidades, y sin desatendar á los [lortuguo- 
ses, yo sabré castigar la osadia do esta, y contener la impru- 
dencia de aquellos. 

Tengo el honor, etc. 

Purificación, Julio 6 do 1816. 

José Artiga?. 
Al Muy Ilustre Cabildo, etc. 



« Cuando se estampó el decreto sobre el expediente remitido 
y se prometió la providencia, fué por aparecer lo más justo. 
En consecuencia va nuevamente decretada )a súplica. 



— 84 — 

Sírvase V. S. en lo sucesivo no interrumpir con asuntos de 
dinero lo grave de mis atenciones. — La guerra debe ocupar por 
ahora todo nuestro esmero, dejando para el tiempo del sosiego 
las reclamaciones de los particulares. » 

Tengo el honor, etc. 

Purificación, Julio 14 de 1816. 

José Artigas. 
Al M. I. Cabildo de Montevideo. 



« Me es muy sensible la demora del contesto por el extraor- 
nario. 

Yo esperaba en este correo el cumplimiento de lo ordenado 
y V. S. me repite únicamente la certeza de la espedicion que 
se nos aproxima según los partes recibidos. — No hay cuidado: 
ya estamos en movimiento en circunferencia de la linea, y el 
primer impulso que se dé sobre ella bastará á contenerlos 
y confundirse sus planes. 

V. S. por ahora no debe tener cuidado en ese destino. 

Conservarlo es preciso, y para ello tiene V. S. la guarnición 
de la plaza y las milicias de los departamentos inmediatos, 
que deben reunirse á esas inmediaciones en caso que nuestros 
movimientos no basten á contener su intentona de mandar 
gente por mar á forzar esa plaza, que lo creo muy distante. 

Entre tanto V. S. procure que t do el tren volante y los úti- 
les que se crean menos precisos en esa plaza se saquen á Cane- 
lones. 

Maldonado no necesita de cañones: ya he mandado que sal- 
ga don Frutos con cien hombres á cubrir aquel punto, y forma- 
lizar con el comandante de müicias el arreglo de aquella gen- 
te, armarla y reforzar el punto de Santa Teresa. Lo que nos 



— 85 — 

interesa del todo es que se facilite la remisión de loa armamen- 
tos de los respectivos departamentos para que con ese motivo 
se disciplinen, y estén p'-ontoa para una alarma generaL 

Interesa igualmente la remisión de cien quintales más de 
pólTOra, balas de íiisil, todas las que se puedan y piedras de 
chispa; 20 resmas de papel; 100 roll-s de tabaco negio, con 
todo lo demás que anteriormente tengo recomendado á V. S. 
y & mi Delegado para que en primera oportunidad sea 
remitido. 

Este va á ser un punto de apoyo y centro de recursos para 
todos los puntos de la Unea, y así es preciso tenerlo bien pro- 
visto. 

Debe ser especial encargo de U. S. velar por la conserva- 
ción de ese punto y sobre los enemigos de naestra justa cau- 
sa; y tomar inmediatamente el recuento de todos los intereses 
de Portugal, y de los Portugueses que se bailen como de tran- 
seúntes en ese destino. Oonñrmada la venida de la expedición 
portuguesa, debemos aprovechar todos esos intereses para au- 
mentar los fondos del Estado y con ellos sostener la guerra. 

Yo pienso marchar muy en breve i combinar loa movimien- 
tos y dirigirlos. 

Tendré buen cuidado de comunicar á V. S. las ventajas ó 
desgracias que nos sucedan para decretar las medidas consi- 
guientes según se vayan presentando los sucesos. Espero que 
y. S. hará lo mismo activando mientras todas las que se crean 
oportunas para nuesti'a seguridad. 

Tengo el honor, etc. 

José Artigas. 
Purificación, Julio 14 de 1816. 
Al M. I. Cabildo, etc. 



jto el honorable de V. S. datada en 13 
idas todas mis providencias, que creía 
lemora del extraordinario como del 

marcha; y yo salgo en breve á diri- 

ria que tengo del interior de Puerto 
y acaso felizmente vamos á encon- 

cia. 

anima á emprenderlo todo, aprove- 

má.3 noble entusiasmo, y el patriotis- 

irra es declarada, y V. S. nombrará 
ipulosa conducta proceda al embargo 
3Ses de Portugal y de los Portugue- 
iamente decididos por el sistema y 
a pena. 

Kegidor asociarse del Ministro de 
la cuenta y razón precisa como de 
ites al Estado, y que ellos han de ser 
1 para sostener los esfuerzos de la 

aportancia do esta medida, es igual- 
ir toda providencia & fin de que los 
1 fiel y legalmente, y que no se de- 
intereses que Dor tan justo título le 
ado de esta empresa sabrá deducir 
ble, y graduar las penas que basten 
is contraventores. 

ídado de V. S. mandar hacer hasta 
pletos, que deben hacerse y pagarse 
tereses. 



— 87 — 

¿ este fín escñbo igualmente á mi Delegado para que todo 
se h&ga con la brevedad y escrupulosidad posible. 

Encargado Y. S. de estos deberes, j de mantener el orden 
que basta boy ba conservado la Provincia en todos sus ramoa, 
yo marobo á desempeñar el objeto de la guerra, y espero que 
los resultados anunciarán al mundo entero que los Orientales 
estaban destinados para romper las cadenas del despotismo y 
Balvar la Patria. 

Tengo el honor de anunciarlo é. V. S. 

El cielo proteja mis votos con que tengo el honor de salu- 
darlo desde este Cuartel General de la Purificación á 19 de 
JuHo de 1816. 

Jssé Artigas. 

Al Muy Ilustre Cabildo Gobernador de Montevideo. 



Nota participando los movimientos y primeras agresiones de 
los ^portugueses y manifestando la decisión de los Orientales por 
combaUrlos. 

«Ya espuse á V. S. el correo anterior que, por extraordi- 
nario del interior sabia el repaso de tropas de Puerto Alegre á 
esta parte; y de la deteneion de las tropas portuguesas en 
Santa Catalina debemos calculat una escala para reforzarse y 
Te&escar. Los movimientos que observo por esta parte, de la 
Frontera son todos alarmantes é imponentes. Hace quince 
dias recibo partes continuos de tres guardias nuestras, de ha- 
berse reforzado las portuguesas considerablemente. Ayer reci- 
bí nuevo parte de la. guardia del Yaraode haberse puesto ¿ su 
frente cien hombres; que una partida pequeña de ellos pasó 
el Cnarein y fué obligada por los nuestros á retirarse; que en 
consecuencia de eso, el 19 un soldado de los nuestros pasó al 
otro lado k observar loa movimientos de la guardia portuguesa, 
y habiendo sido agarrado lo mataron al momento. 



tira que no podemos permanecer indiferentes á 
: como igualmente á la de haber recargado sobre 
pueblo de San Borja, el regimiento de los Ba- 
ddenoia que bao tomado de bacer retirar todo el 
esta frontera, adelantando su Cuartel C^eneral 
io al Ñanduy con 600 bombres. 
is últimas noticias adquiridas, y qne nos deben 
)ntra un enemigo siempre insidioso, j empeña- 
destrucción. Yo estoy seguro de que no avanza- 
ite, ni triunfará sino después de haber consuma- 
crminio. 

irtieron á salvar los saltos y subir el Uruguay 
oa, el SaJxñro y el Valiente, bien pertrechados, y 
'Opas, para auxiliar desde el río, nuestros moví* 
erra, y obrar de acuerdo en loa casos precisos. 
3o mia medidas para dar un golpe decisivo. Cada 
)as de todas partes, y la alegría de todos loa ros- 
:a la victoria. 

■oximo ¿ marchar con el resto de las últimas 
i6 Cuartel General. Lo comunicaré á TJ. S. & mi 
le le impartiré las órdenes precisas; esperando 
;ret&nto desempeñe las que se le tienen comuni— 
ando el orden y la mayor vigilancia sobre to- 
memigoa. 

mor etc. 



irificacion, Julio 27 de 1816. 

José Artigas. 



re Cabildo etc. 



_ 89 — 

« He recibido la apreciable comunicación datada en 3 del 
que luoe. 

Por ella y el nuevo parte de Santa Teresa, sa trasluce que 
con fundamento hemos adelantado nuestras providencias, y 
que su adelantamiento debe producir resultados fevorables 
en la presente lid. 

Ya llegaron los buques quA conduelan la pólvora y demás 
útiles. 

. Hoy se han abierto algunos rollos de tabaco y han salido 
tan picados que ni para los infieles sirven. 

Cuido V. S. que en la remisión de los efectos que compro 
el Estado no sean tan inútiles, pues para ello se paga el di- 
nero. 

Tengo el honor etc. 

Campamento 9 de Agosto de 1S16. 

* 

José Artigas.» 

Al Muy Ilustre Cabildo, etc. 



« Mañana parto de este destino para la frontera con el resto 
de las tropas á contrarestar los esftierzos de PortugaL 

«Con esta fecha oficio al señor Comandante de Milicias de 
ese departomento para que con el mayor empeño las arregle, 
discipline y prepare para la segunda orden. Coü este fin se le 
ha dado el armamento preciso. 

Espero que V. S. penetrado del imperio de las circunstan- 
cias, cooperará eficazmente á la realización de esta medida. 

De su ejecución pronta depende la salvación de la patria y 
el triunfo de la Libertad. Queda de mi cuidado anunciar á Y. 
8. las providencias ulteriores con oportunidad, y ellas segui- 
rán siempre el orden de los resultados. 



— 90 — 

3 preciso que se mantenga en ese Departamen- 
ituido, la tranquilidad, y unión de todo su ve- 
te destino quedo encargado el señor Coman- 
María Aguíar, de dirigir las relaciones, y por 
lu trasmitidas las órdenes convenientes, 
ñor de saludar á V. S. desde este Cuartel ¿ 
) 1816. 

José Artigas. •» 
Cabildo etc. (1) 



tos son más á propósito para pensar en la do- 
ne para ocuparse de establecimientos, 
se halla conmovida, y en alarma todos sus ha- 
consecuencia, imposibilitada para nuevas elec- 
mo. Es mi resolución que continúen los mis- 
te han gobernado en el presente año, hasta que 
ranquüidad, podamos consultar la opinión ge- 

uicará asi á todos los Cabildos y Comándan- 



os i. continuación el Acta por la cual el Cabildo dele- 
mando político y militar en el Si. Barreíro, acompa- 
lon Joaquín Snarez, quienes trataron de imprimir en 

enérgica dirección í, la resistencia. 
esolvió refundir todo d gobierno patítico y mÜiíar de la 
o por el Cabildo, en los ciiidadatios Barreiro y Suarez, & 
}idad & Í3S medidas para la dt/ensa de Montevideo, ame- 
rtitffWfes. 
lital de Montevideo k veinte diaa del mea de Agosto 

dieziseis tóos; el Esmo. C. I. y R , ae juntA en su sala 
tiene de costainbre para tratar asuntos de interés ge- 
icia y particular de este pueblo, presidiendo el acto 

de S. E. el jefe de los Oiientales, con asistencia 
ico procurador general de ciudad, y del infrascrita 

estado, teniendo el Cabildo presente que en las cir- 
tes es de la mayor urgencia dar impulso á las medí- 



— 91 — 

oiaa de los DepartamentOB para qtie nada se innOTe en el par- 
ticular. 

No he recibido más que una comunicación de V. S. datada 
en cinco de Setiembre; j á ella contesté inmediatamente por 
8U importancia. Después no he tenido otra ninguna, y no creo 
oportuno molestar de nuevo la atención de esa Aíuy Ilustre 
Corporación, observando su profundo silencio sobre la revo- 
lución de esa ciudad y sus fatales consecuencias. (1) 



das de defensa contra la agresión de lo9 portugueses, yts. intemndos en 
nnestro territorio, y que para evitar los inconvenientes quo presenta, la 
dificultoji de reunirse los individuos de este ayuntamiento, en los c.i.sos 
que exigen pronta espedicion, conociendo que la actividad y prontitud 
de las medidas son de primera necesidad para evitar loa reveses; acordó, 
con aprobación del señor delegado, refundir el gobierno político y mili- 
tar que ejerce, en las dos personas del seüor delegado y del señnr fiel 
ejecutor, ciudadano don Joaqnin Suarcz, por quienes interinamente girn- 
rán todas las órdenes y providencias qne adopten de común acuerdo; y 
que al efecto se publique esta disposición por bimdo en el dia de hoy, y 
se circule i todos tos departamentos de la provincia, dándose igualmen- 
te el competente parte al Exmo. señor general, jefe de los Orientales. 
Con lo que terminó este acto, fií-mindolo el señor delegado y el Exmo 
Cabildo conmigo el secretario de que certifico. — Delegado, J«an J. /->it- 
ran~J«an de Medina — Félix García— Agustín Estrada— Santif^o Sierra 
— Juan FraiKUcn Qiró^Lorema J. Peres — José Trapani—Gerónintii Fio 
Biarupñ — Pedro María de Tavdro (secretario). 

(i) El General Artigas se refiere á una asonada qne tuvo lugar ú prin- 
cipios de Setiembre en Montevideo dirigida y sostenida por algunos jclos 
y oficiales de las fuerzas de Civicos de la plaza, de la cual resultó la pri- 
sión del delegado Barreiro, la del regidor don Santiago Sierra, y otros pa- 
triotas muy adictos al General Artigas; teniendo por principal pretexto 
dicho motin la noticia que corría entóneos de que loa Cívicos tendrían quo 
marchar i. campaña de un momento á otro, según las resolucion''.s quo 
iban adoptando los enérgicos Barreiro y Suarez. 

Con este motivo tuvo lugar un Cabildo abierto cuya acta reprodiii;inioi 
A continnacion, considerándola de vsrdadero interéa histórico, con lauta 
mayor razón que esta y la subsiguiente están haata ahora inéditas. 

Es escusado agregar que habiéndose acercado á Montevideo algunas 
ínerzas déla división inmediata, y reaccionando el pueblo contra minella 
sorpresa, el Cabildo annló á loa dos dias el acta anterior, restablecí endoso 



recibo ol estntordinario en que V. S. me incluye el 
Gobierno de Buenos Aires expresando la misión 
. Vedia. Este paso no basta á inspiramos confianza, 
liará jamas las intenciones de aquel G-obierno, des- 
ber sabido que nuestra frontera ha sido invadida, 
cuatro meses, y en que el permanece manteniendo 



mos también el acta en qne se restablece (licta autoridad y 
minada la sublevación; en consecuencia de lo caal,ycoiao 
lea promotores, fueron presos y remitidos al Cunrtol General 
on Juan Correa, don Juan Maiia Feroz y doctor don Lúeas 



erto en que nna parte del pueblo de Montevideo y de In milicia 
iresñ los resentimientos qw tenia cimtra don ISigud Barreiro. 
i jefe de los Oriéntale», y declaró qne era su voluntad el qne el 
istimUse d gobierno poltíico de la Provincia. 
Lad capital de Montevideo h las nueve de la maüana del dia 
ímbre de mil ochocientos dieciseis, reunido en la casa consis- 
>lo patriota de Montevideo, en consecuencia del bando con- 
jmulgado en el día de la fcclia, para manifestar plenamente 
ie les actos populares que tenían lugar en la deposición y 
;iudadano Miguel Barreiro, delegado del Exmo.jefe de loa 
de los ciudadanos Santiago Sierra, regidor defensor de po- 
lio Ramos, comandante de artilleria, Pedro M. TaveJro, sc- 
Cabildo, con otros mas. En este estado el Cabildo declaró 
te bailarse suficientemente reunido el pueblo : en seguida 
já 4 la reunión sobre las causas que habian dado mérito k los 
cadosy sobre cuál era la voluntad del pueblo. A lo cual fué 
or la generalidad que el pueblo miraba como sospechosos en 
¡tanciaa k los ciudadanos arrestados, y que hahia visto con 
que se hubiera determinado la salida 4 campaña del cuerpo 
cívica; que, por estos y otros particulares de no menor con- 
1 pueblo ha obrado como lo ha hecho y en la persuasión de 
ue, finalmente, es su voluntad el que desde el acto reasuma 
) el gobierno político y militar de la Provincia, usando 
leí carácter y representación que le han dado los pueblos por 
decto. Entonces los señores capitulares dijeron que el pueblo 
aayor honor, hallándolos dignos de su conüanza y que, dan- 




comercio y abierta» relaciones con Portugal. Por lo mismo, 
y sea cual fuere el objeto de la misión de dicho Vedia, no 
puedo ser ináiferente á la conducta criminal y reprensible de 
Buenos Aires, y he mandado cerrar los puertos, y cortar toda 
comunicación con aquella banda. Si esta medida no penetra 
á aquel Gobierno, de nuestra indignación por su indiferencia 



dolé por lo mismo los gracias con sus mejores sentimientos, ofrecían 
cumplir con la voluntad del pueblo escrupulosamente. Con lo que, llena- 
do el objeto de esta sesión, se cerró el acta firmándola todos los ciudada- ' 
nos qno asistieron conmigo, el sindico procurador general qne hice de 
secretaiio. — D. A. Larrañaga — Fr. José Lamas— J. Santos Fernandez — 
Dr. José de Bevuelta— J. M. Roo— P. Zufriategui— E. González— A. 
Guesalaga — P. Costa — Timoteo Ramos — P. Murguiondo — Pascual 
Blanco— P. Vázquez— Pedro Tí. Vidal— J. B. San Boman— A. Agell— J- 
E. González — Bartolomá Pérez Castellanos — Agustin de Figueroa — P. 
Julián Mac iel—P. LuisUriondo — Manuel A. Argerich— R. Castriz— G. 
A. Lezaeta — Julio Pagiauo — J. Gabriel Duran — Hipólito do Artuza — Fe, 
lipe Maturana- Francisco Segade — V. Cosió— J. A. Lebrón— Luis Le- 
brón — V. Pigueras — B. Ellanri— B. Zuvillaga— José Vidal— L. Navarro 
J. B. Duffor — Francisco J. Plai — J. López Arrióla — L. Teran — Paulino 
González — A. Lombardini — José Vázquez— Felipe de la Torre — M. Rada 
— Por la compañía de cazadores, J. Meliton González— L. Velazquez—.T, 
Toríbio— J. M. Pagóla— A. B. Powell— J. Aguilar— M. Taladriz— P. 
Mendibom — J, A. de Grana — F. de Gorostiola— J. J. Alemán— B. déla 
Torre — C. Ballesf eroa — Jnali J. Domínguez — J. Casanora — A. Fariña — 
Juan M. Pérez— F. Mnñoz—D. Torres— E. Dui'an— Y. Lema- B. Bodri- 
guez — J. de Odriozola — Manuel A. González — José A. Pagóla — Manuel 
Vidal — Ángel Brid — Joaquín J. de Chopitea — A ruego de la 1." compa- 
ñía, Felipe Moreno — A nombre de la compelía de granaderos del batallón 
cívico, Agustín Murguiondo — A ruego de mi compañía 2", Juan Bermejo 
— G. Berdun — P. Grog — A. Adríanse — ^Felipe V. do Mena— Casto Domín- 
guez—Juan José Martínez — Francisco J. Navarro — José Baez — Juan 
Burgos — Manuel Fernandez — Domingo Zamarripa por sí y é, ruego de 
Antonio Herraz — Juan I. Gómez— Bamon Collazo — Vicente Janregui— 
3r Jorge Suarez, José A. Lebrón — Zenon García de Ziiñiga^ — JoséFal- 
in — Bruno Méndez — .Tuan Méndez Caldeira — Domingo Díaz — Diego 
oreno por sí y i ruego de don Manuel de los Santos — Mannel F. de Luna 
uilioHermida — Gerónimo Pío Blanqui (síndico procurador general) — 
adro M. de Taveiro (secretario). 



— 94 — 

dad en dejar de coadyuvar á. nuestros es 
zar á ese extranjero sediento de nuestra do 
sto no omitir dUigencia hasta demostrar s 
cia y la iniquidad con que se propende 
liento. Buenos Airea debe franqueamos lo 
pro nos ha negado; y si, poco condolid 



lo y de ningún valor lodo lo dctermiiuido en la rcuiiio 
¡bre alegando líaber obrado entonces el Cabildo apr, 
ia y haberte propuesto él evitar mayores y ma» fuña 

1 de Montevideo & cinco de septiembre de mil odio 
xmo. [Cabildo se reunió en su sala capitulíbr, presi 
; alcalde de 1er. voto, ciudadano Juan J. Duran, co 
ro sindico procurador, y presente el infrascripto a( 
do, teni£ndose en consideración que, en las desgrs 
1 tres del corriente, para evitar la efusión de sangr 
lentes k la violencia de las pasiones desenfrenadaí 
este ayuntamiento de atemperarse íi los designio 
fue, ya con seducciones, ya con la fuerza, iograro 
'iduoa, intimidados tal vez de sus amenazas, y qu( 
ido aquellos motivos y serenádose la conmoción co 
¡onde otros caberas de revolución, Uebia declarai 
O y de ningún valor ni efecto todo lo obrado en } 
i; y que se liaga así entender ai publico, agvegand 
de evitarlos desórdenes indicados, cedió i la fuer 
en aquellas apuradas circunslancias, y que de con 
lary continúa el gobierno político onelaefior dele 
el Barreiro y señor regidor ciudadano D. Joaqut 
lado y publicado por bando en veinte del próiim 
s mismos poderosos motivos que se tuvieron pre 
solución; cuyas aatoridades como queda indicadc 
lociü esta corporación. Y últimamente, que por 
itienda, se publique por bando, previa la competen 
igado; y que en el mismo bando se proclame al ve 
íe tranquilice y vuelva cada uno al reposo y órde: 
sobre todo lo cual tomará el gobierno las providen 
irias. Con lo que se cerró este acuerdo firmándol 
si secretorio de que certifico. — J. J. Duran — J. d 
igustin Estrada — Joaquin Suarez — J. F. Giró — Lo 
Bianqui— P. M. Taveiio (secretario). 



— 95 — 

de la cansa comun, no se interesa en la salvación de es- 
ta provincia, como en la de las demás, Buenos Airra será el 
último blanco de nuestro furor. Nuestros sacrificios están de 
mani&esto, y si no son idénticos los de aquel gobierno, habre- 
mos de calcular de otro modo sobre sus operaciones. 

Yo me bailo con una ínerza respetable. Antes de veinte dias 
creo que tendremos algún nuevo encuentro con la división 
portu^iesa que se halla é. nuestro frente. SÍ tenemos un re- 
sultado feliz como lo espero, no dudo que se minorarán muy 
en breve nuestras desgracias. De cueilquier modo, V. S. debe 
contar con que mis esfuerzos serán siempre sostenidos, y que 
nuestra campaña se teñirá de sangre antes que el portugués la 
domine. 

Tengo el honor etc. 

José Artigas. 

Campo volante frente á Lunarejo, Noviembre 30 de 1816. 

Al Muy Ilustre CabUdo Gobernador de Jíontevideo. 



I « Según las noticias que acabo de recibir de los Comandantes 

de División don Femando Torguez, don Frutos Rivera y mi 
Delegado don Miguel Barreyro, todos están contestes en que 
los Portugueses se avanzan ya penetrando nuestro territorio 
por Cerro Largo y Maldonado. La superioridad de sus fuerzas 

1^ no ha permitido por ahora hostilizarlos con la eñcacia deseable 

sino apurando la guerra de recursos. A pesar de tan fuerte re- 
sistencia, ellos penetraron nuestro territorio. La negligencia que 
ha habido para inoor|>orar8e á las divisiones que guarnecían la 
Frontera es el origen de los males, que se perpetuarán si ca- 
da ciudadano por su parte no se manifiesta interesado en la 
defensa del país; y sino hacemos un esfuerzo digno de aues- 






— 96 - 

tra grandeza, y propio de unoa Pueblos que aman su Libertad 
Por lo mismo es preciso que los Magistrados en sus reapecti' 
vos Departamentos, los Comandantes en sus jurisdicciones, j 
loa Jueces en sus distritos borren esa inacción délos paisanos 
animándolos á prestar sus brazos y todo sacrificio por elsosten 
y defensa del pais. 

Al efecto ea preciso que V. S. penetrado de las circunstan- 
cias convoque á una reunión general penetrando á los paisa- 
nos de lo critico de las circnnatancias y la necesidad de mar- 
char todos los que hayan quedado en eae Departamento, s 
reunirse con el señor don Temando Torguez para contener al 
enemigo, que impunemente se introducirá por ese costado 
igualmente para la orden al Departamento d© la Colonia j 
San José para que algunos vecinos marchen á reunirse con la 
División que ha de contener la fuerza que por Maldonado se 
aproxima á Montevideo. 

Yo en razón de hallarme conteniendo al enemigo que se 
halla al frente de esta frontera y estar próximo i empeñar de 
nuevo una acción decisiva, que ponga en cuidados á Portugal 
no puedo ocurrir por ahora á algunos males hasta experimen- 
tar estos resultados. He tomado mis providencias y dado las 
órdenes convenientes á loa señores Comandantes de División 
para que entre tanto se verifica la reunión general, sea su 
empeño hostilizar al enemigo del modo que lo permitan las 
circunstancias. 

Igualmente he escrito á mi Delegado para que siendo dificil 
el sosten de la plaza de Montevideo, si el enemigo carga so- 
bre ella, se abandone, echando abajo sus muros, salvando los 
artículos y auxilios de guerra y saliendo con la fuerza de 
aquella plaza á reunirse con las dem&s que obrarán en campa- 
ña aumentando de ese modo nuestros esfuerzos, y privando 
al enemigo de todo punto de apoyo y de recursos hasta lograr 
una ventaja superior á sus e^erzos. 



— 97 — 

No dudo conseguirlo marchando todos á un mismo fin, é 
interesándose igualmente. Es llegado el caso en que la Patria 
demanda los mayores sacrificios de sus hijos. Los pasados son 
inútiles sino empeñamos otros contra un extranjero sediento de 
nuestra dominación. Espero que V. S. penetrado de la trascen- 
dencia de los males, tomará providencias eficaces á fin de evi- 
tarlos, empeñando el entusiasmo, el honor é interés propio de 
los paisanos, por un deber tan sagrado como justo. Yo por 
mi parte protesto á V. S. y demás Pueblos, que han deposita- 
en mi su confianza por sostener su Libertad, que ella no será 
violada, y si siempre sostenida por mis afanes. Ellos siempre 
fueron prodigados en su obsequio, y en el dia son tanto mas 
ardientes mis deseos, cuanto es mayor el empeño de este Es- 
tram'ero en dominamos. 

Tenga Y. S. la bondad de comunicarles esta mi resolución 
á los Pueblos de ese Departamento para que penetrados de 
los movimientos, sean más prontos á formar una alarma gene- 
ral, y poner al enemigo una barrer» impenetrable contra sus 
esfuerzos. 

Tengo el honor de anunciarlo á V. S. y saludarlo con todo 
mi afecto. 

Potrero, 7 de Diciembre de 1816. 

José Artigas, 
Al Muy Ilustre Cabildo de Soriano. 



« Según loa partes recibidos de Montevideo, Mal varajá y Ta- 
rariras, los Portugueses penetran nuestro territorio sedientos 
de nuestra dominación. No me es fácil en la época ocurrir & 
aquellos puntos teniendo al enemigo al frente, y próximo á 



— 98 — 

empeñar de nuevo una acción decisiva por este costado. Me 
hallo á la cabeza de tres mil hombres disciplinados y arregla- 
dos. La suerte quiera ayudamos, y el Portugués no pisará im* 
punemente nuestro suelo. Por lo demás, ya tengo tomadas mis 
providencias, y dadas mis órdenes & los señores comandantes 
de división, y al señor Delegado para que no se perdone sacri- 
ficio y se hostilice á los Portugueses del modo posible. Al 
efecto he mandado que la guarnición de Montevideo salga á 
campaña á reunirse con las demás divisiones, y aquella plaza 
quede desamparada, echándose sus muros por tierra y ponien- 
do á salvo los artículos, y útiles de guerra. 

Es preciso que en todos los Departamentos se proceda con 
igual eficacia, y que los magistrados cada uno por su parte 
propendan á formar una alarma general, y que ninguno se 
muestre indiferente por la defensa del País. Esta reconcentra- 
ción del poder asegurará nuestro triunfo, y el de la futura fe- 
licidad. Espero que Y. S. penetrado de su importancia, coad- 
yuvará á mis esfuerzos, haciéndolo entender á los Jueces y au- 
toridad es de sus respectivas Comandancias. Toda la fuerza 
reunida deberá marchar á incorporarse, ó con don Femando 
Torgués, ó con la que haya de formarse por las inmediaciones 
de Montevideo. Yo por mi parte no perdonaré fatiga hasta ver 
desempeñada la confianza que en mi se ha depositado, y resta* 
blecido el orden, sosiego y libertad del país. 

Tengo el honor de asegurarlo á Y. S. y saludarlo con todo 
mi afecto. 

Campo volante, 7 de Diciembre de 1816. 

José Artigas. 
Al Muy Hustre Cabildo y Regimiento de la Colonia. 



Kota declarado haber resuelto desguarnecer á Montevideo 
y abandonarlo, para obrar con toda su fuerza en campaña, y 
avisando de una ventaja obtenida sobre los cueíaigú:^ por la 
división de vanguardia. 

^Los portugueses, según el orden de los sucesos y los partes 
que se me han dado, se avanzan por mar y tieri'a ú rendir esa 
plaza. Consultado por mi Delegado si debía sostenerse ;í todo 
trance, según se lo tenia encargado, ó seria niejor d'isamparar- 
. la; he resuelto lo segundo, por no ser fácil socorrer esa guarni- 

* cion en razou de las circunstancias. Mi plan siempre ha sido 

sostener la guerra en campaña, consultaudo los recursos. Las 
divisiones que pudieran obrar sobro esa ciudad se hallan en 
la frontera, siempre amenazada. Si retroceden al interior £rau- 
guearán el paso al enemigo, y esa guarnición, encerrada siem- 
pre, está espuesta á ser perdida. 

Por lo mismo he resuelto que toda la guarnición salga fue- 

I ra á obrar con el resto que hace la resistencia en campaña; de- 

I hiéndese echar por tierra los muros y poner en salvo todos los 

artículos y útiles de guerra, para que esa ciudad no vuelva á 

ser el refugio de los perversos, y los enemigos no srí glorien de 

su conservación si la suerte nos prepara un moniento favo- 

! rabie. 

Yo me hallo al frente de tres mil hombres disciplinados y 

arreglados. Con ellos estoy sosteniendo este costado de la 

íi'Ontera que los enemigos aun no se han atrevido á penetrar. 

¿*í He esperado aquí la irrupción, como por otros puntos la han 

I hecho, pero no aparaeiendo, he hecho salir ayer 500 hombres, 

! por un lado, y 200 por otro pata descubrir sus fuerzas é inten- 

I clones. Mi ánimo es dar un golpe decisivo, en una ú otra parte; 

si los enemigos aparecen en la frontera alli cargaremos, y de 

no, sobre el Rio Negro á contener las fuerzas que marchan 

hacia él. Sin embargo de lo espaesto, si Vd. halla posible y 



— 100 — 

conveniente el sosten de esa plaza, mientras tentamos por acá 
la suerte de las armas, V. S. puede probarlo. 

Deseo acertar con lo mejor, y no quiero faltar en nada cuan- 
do se trata de la salvación del pais, y de la confianza que él me 
ha depositado. A propósito de esto, tengo la satisfacción de 
anunciar á V. S. que acabo de recibir parte de don Fernando 
Otorgues en que me avisa haberse batido el 6 del presente con 
una columna enemiga logrando dispersarla, habiéndole muerto 
cuarenta hombres, y que por nuestra parte hemos tenido once 
heridos y nueve muertos. Lo comunicó á V. S. para su inteli- 
gencia. 

Tengo el honor, etc. 

Campo volant^, Diciembre 9 de 1816. 

José Artigas. 
Al M. I. Cabildo. 



Dos años después el Q-eneral Artigas animado siempre del 
mismo espíritu patriótico, á pesar de entristecedoras defeccio- 
nes, se dirigía así al Cabildo de San José, tratando de exitarlo 
á una más enérgica resistencia: 

«Amar su libertad, es de racionales; perderla es de cobar- 
des .... Los orientales no han olvidado sus sagrados deberes. 
Ruego á Vds. que en ni nombre y por el bien general del país, 
quieran recomendárselo siempre. Ellos hicieron el voto de la 
revolución; y cuando los paisanos debieran ostentar la heroi- 
cidad de sus sentimientos, coronando sus sienes con laureles 
del honor, no los pueden ni ahora ni jamás marchitar con sus 
indiferencias. 

«No es la inacción lo que debe salvamos La guerra 

todo lo paraliza, y no debierá^habersucedido, si penetrados to- 



— 101 — 

dos de la gravedad de este mal, se hubiesen empeñado en su 
remedio .... 

«Desgraciadamente, se prostituyó el gefe don Tomás Gar- 
cia. Desde esta época desgraciada todo ha marchado al desor- 
den. Espero que V. S. sustituyendo en su lugar, reanime los es- 
fuerzos con que debe aparecer el orden y el bien de toda la 
provincia. 

Dios guarde á V. S. muchos años. 

José ArUgas.y> 



Contrastes de la degradación por una parte, y del mas puro 
t¡ inñexible patriotismo por otra! 

Kn tanto que los intrépidos ciudadanos orientales con Arti- 
gas á ta cabeza Ee batían como leones en las primeras luchas 
por la independencia, la servil facción que en Montevideo se 
habia prosternado ante el invasor, mostrábase cada día mas 
cortesana y rendida, endiosando al Monarca Portugués y sus 
magnates del ejército pacificador. 

Distinguíase en ella al mismo débil ciudadano á quien Arti- 
gas con tanta previsión habia tratado tan duramente por los 
arreglos estipulados con Paeyrredon, que desaprobó por su 
conocida nota de 26 de Diciembre de 1816. ¡Quién lo hubiera 
creido! el señor Duran era nombrado pocos días después de 
hallarse instalados los Portugueses en Montevideo, Intendente 
Gobernador de la capital. 

Queremos transcribir las dos notas circulares siguientes sus- 
critas por él, que deben dar mejor que nuestras palabras, una 
cabal idea de aquella vergonzosa relajación moral: 

« Incluyo á V. S. veinte ejemplares del bando publicado hoy 
« en esta Ciudad pOr orden del limo, y Excmo. Sr. Capitán 
« General de la Provincia con objeto de que V. S. instruya de 



- 102 — 

« él á los Subalternos del Departamento de su cargo, & fin 
K que do este modo pueda tacerae mas notorio, y se impong 
K todos, de las benéficas intenciones qne asisten á nuestro f 
« perior Gefe, en sn laudable empeño de restablecer la tra 
« quilidad dol Pais, sin efusión de sangre, sofocando el va 
« irresiKlihle de. sus tropas, para emplear puramente los suai 
K medios de la m is constante, sincera y generosa política. 
Dios guarde á V. S. muchos años. 

Montevideo, Junio 9 de 1817, 

(firmado) Juan JoscpJi Dur&n. 



« Debiendo festejarse mañana el feliz cumpleaños de S. A, R. 
« el Príncipe de Beyra, de un modo correspondiente al respeto 
K y gratitud que tributa esto fiel pueblo á toda la Real Fami- 
« lía; se ba dispuesto la solemnidad de una Misa solemne y 
« Te-Deum en la Santa Iglesia Matriz, á la cual deberán asis- 
« tir las Corporaciones y Oficinas de la plaza en traje de cere- 
i< monia ó con los uniformes de sus respectivos Ministerios. Lo 
K que participo i. V. S. lima, para su inteligencia, encargándo- 
« le que á las diez horas de la mañana concurran á la Sala 
K Capitular para acompañar á este Gk)biemo y al Exmo. Ca- 
te bildo en aquella religiosa función, Cwie de 8. E., y demás 
« actos públicos que se practicarán. 

« Dios guarde á V. S. Urna, muchos añoa. 

« Montevideo y Octubre 11 de 1817. 

(Firmado) Jtian Josef Diirán. » 



— 108 — 

Los i!tltiiuo9 días de la resistencia hasta la fatal batcdla del 
Catalán, están bostiuejados en las siguienteB notas qne atesti- 
guan como Artigas dirigía é impulsaba la defensa hasta sus 
-últimos extremos, y como respondían á sus exortatáones los 
■verdaderos patriotas, entre los cnales el Coronel Doarte se 
distinguió tanto como jefe de orden, y como militar pundono- 
roso Itasta los últimos dias de la defensa contra el conquistador. 



« Ansioso de restablecer la energía desgraciadamente per- 
dida sobre la linea de Montevideo, y de proveer de remedio 
sobre la resolución del señor comandante don José Yupes de 
retirarse á su casa, marcha i reemplazarlo con tropa el señor 
comandante don Felipe Daarte. 

« Uno de mis principales encargos es poner en ejecución el 
reglamento é institución del Juez de Comisos. Espero que T. 
S. quiera activar una medida tan precisa en los momentos. 
Por este deber y demás consiguientes á conservar el mejor or- 
den, lleva las instrucciones convenientes dicho don Felipe 
Dnarte. No dudo que uniendo V, S. sus votos á los del nuevo 
jefe, pueda formarse un todo capaz de contrarestar los esfuer- 
zos de los enemigos. 

Tengo el honor de saludar á V. S. y ofertarle mis más afec- 
tuosas consideraciones. 

Cuartel General, 13 de Enero de 1819. 

José AiÜgas. 



3ra el bando siguiente: 

Ieuio Felipe Dnarte, comandante general de las 
e la derechíC' 

ito no han sido eñcaces los diferentes bandos, edic- 
¿rdenes de mis antecesores, dirigidos & privar ri- 
9 la comunicación de personas y las relaciones 
con la plaza de Montevideo, subyagadft por las ar- 
lesas, fomentándose por este medio las ambiciosas 
■eses del poder invasor combinado con la atroz codi- 
le posponen el bien de la patria, y de cuauto hay 
1 ganancia particular, he dispuesto hacer observar 
ente lo siguiente: 

aprehendida y puesta en la presencia del Excmo. 
rovincia, para el castigo competente, toda persona 
iese relaciones con los enemigos, 6 se dirigiese pa- 
lún después del regreso para fuera. 
1 confiscados los bienes, y sufrirá un castigo arbi- 
B condujese toda especie de víveres y efectos co- 
la plaza enemiga. 

¡enunciantes ó apresadorea obtendrán la mitad del 
>n arreglo á las instrucciones publicadas anterior- 

ibida observancia de estos artículos interesantes 
i la provincia, he dispuesto sxx publicación según. 



1 el campo volante, & 7 de Marzo de 1819. 

« Duarte. 



Como complemento de las medidas adoptadas para dar ener- 
gía al espíritu decaído, véase este otro bando: 

« El ciudadano Felipe Duarte, comandante general de opera- 
ciones en la derecha. 

« Con el fin de allanar los deseos de losque tabiendo renun- 
ciado en su corazón la mala cansa de los enemigos, suspiran 
por devolverse al seno de la patria, de donde solo pudo arran- 
carlos la seducción y perversidad del astuto agresor ; y de dar 
& los que han sido conducidos con cruel engaño para tan tria- 
te empresa desde las regiones mas distantes, k ser victimas de 
la miseria y del esfuerzo de los defensores de su libertad, una 
prueba de nuestros liberales sentimientos, he deliberado lo si- 
guiente: 

« 1." Se echará un velo sobre la nota d© deserción y cuales- 
quiera motivos que la ocasionaron, en el acto de presentarse i. 
las avanzadas de este campo, por las cuales serán protegidos 
decididamente y auxiliados hasta mí presencia. 

«2.° Los pasados podrán elegir el destino ú ocupación útil 
que deseasen en el país. 

«3.° Los pertenecientes á los cuerpos 'militares de la Pro- 
vincia podrán continuar sus servicios en cualesquiera de ellos 
en la clase qne obtenían antes de desertarse, sin rebaja de su 
opinión y de sus ascensos respectivos. 

« 4." Todos serán protejidos y gratificados por mí en pro- 
porción de su grado, del mérito contraído al salir de entre los 
enemigos y de las armas y municiones que presentasen. 

« En cumplimiento de las órdenes con que me hallo del Ex- 
celentÍGÍmo Jefe del Estado, pubUquese por bando, girándose 
las competentes oópÍEis donde convenga. 

Dado en el campo volante, á 18 de Marzo de 1819. 

F. Dttarte. 



— 106 — 

Terminaremos eat& interesantísima serie de notas trascri- 
biendo la que dirigió el General Artigas al Cabildo de Cane- 
lones, reprobando con indignación la comunicación comercial 
que elandeatinamente se mantenía con la plaza de Montevideo 
surtiéndola de víveres frescos. 



« Después de mis continuos afanes por llevar adelante los 
intereses del sistema ; después que mis providencias han sido 
las más eficaces por el sosten de ese punto para el contrarresto 
de los enemigos, solo encuentro por resultado la inacción y i-e- 
peticion de los males. Para evitarlos indiqué é. V. S, las provi- 
dencias sobre decomisos. Hasta el presente, ni V, S. ni el señor 
comandante militar me ban dado ua solo parte déla ejecución. 

<í: Este hecho, y constarme se halla franqueado el paso al 
comercio con la plaza, y que este es el origen de la general 
prostitución, me es de necesidad exponer á V. S. que ya toco 
los últimos extremos de un fuerte mal, y la necesidad de uu 
fuerte remedio. 

«La repetida indolencia de esos habitantes por el sosten de 
sus deberes, me pone en la dura alternativa de retirar esas 
fuerzas, ó de marchar yo personalmente solo por castigar la 
osadia de los que vulneran tan gravemente los intereses de su 
patria. 

« La ambición se ha aumentado en ese vecindario por soste- 
ner su comercio con la plaza. De aqiiinacesu prostitución ver- 
gonzosa. Yo por mi parte he procurado cortarla. Si los resul* 
tados no han correspondido á los deseos, eso sólo probará 
que los paisanos han desmentido sus votos. 

« Para mi es sensible y no puedo ser indiferente á la res- 
ponsabilidad. Espero que Y. S. igualmente convencido, quiera 
coadyuvar mis empeños con la eñcacia que demanda el bien 
general. Espero solo su resolución para obrar decididamente. 



> 



sR 



— 107 — 

Los momentos instan: yo estoy resuelto, y acaso pese á mü pai- 
sanos no haberse arrepentido en tiempo. V. S. conoce mi carácter; 
yo no puedo desmentirlo en obsequio de los intereses de mi patria. 
Para mi es indiferente arrostrar los peligros al frente de los ene- 
migos, 6 de mis paisanos, si ellos son igualmente inexorahles por 
"nuestra 2)erdic>on. 

« Tengo el honor de saludar á V. S. con todo mi afecto. 

Cuartel general, 24 de Julio de 1819. 

José Artigas. 



¡ Como no mirar loa orientales con veneración y gratitud el 
recaerdo de Artigas y de aquellos firmes patriotas que dos 
años después de ocupada la capital, renian todavía con tan 
escasas tuerzas á encerrar en ella á 3U poderoso enemigo, y 
sitiarlo, reduciéndolo á una vergonzosa impotencia ! 






-i 

á 

I 



s 



Las intrigas y defecciones del Directorio de Puey- 
rredon según sus defensores López y Hitre. 



Es un lieolio perfectamente evidenciado por actos públicos, 
y por numerosos docamentos oficíales, que el Director Pueyrre- 
don en diversas ocasiones demostró y aun hizo ostentación de 
una marcada tendencia á favorecer á los Orientales, auxilián- 

i dolos contra los invasores portugueses; pero no está monos 

bien evidenciado que esas tendencias y propósitos aparentes 
no obedecían á un sentimiento de leal y republicano america- 
nismo, ni á un espíritu de afectuosa fraternización con una 
provincia hermana destinada á estar siempre á la vanguardia 
de los peligros que asediaban á las demás del Eio de la Plata. 
Mucho menos respondían esas tendencias á la suprema y sal- 
vadora exigencia de contribuir por su parte el Gobierno Ar- 
gentino á la conservación de esa misma integridad nacional 
que habia querido imponerse por sus antecesores y por él mis- 
mo Pueyrredon á hierro y fuego. 

La verdad histórica demuestra todo lo contrario. Orijíná- 
banse en realidad esas tendencias en el impulso patriótico á 
que el pueblo de Buenos Aires arrastraba en su creciente exa- 

' cerbacicn al Directorio, execrando toda política contemporiza- 

■ . dora con la invasión portuguesa. Es indudable que si Pueyr- 

redon hubiese observado otra conducta menos inspirada en 
ese ardoroso sentimiento popular, no habria durado en el poder 

, un día mas después del destierro de los redactores de La 

Crónica y el creciente descontento del público, comprimido 
bajo la acción de las bayonetas. 

Arrebatado pues, por la ola de indignación popular que en 
aquellos dias de exaltación subía hasta las esteras del poder. 



— lio — 

Pueyrredon y sus acdictos se resignaron á jugar una triste co- 
media diplomática, satisfaciendo aparentemente al pueblo en 
sus aspiraciones de socorrer á los Orientales y de hacer la gue- 
rra á los portugueses^ en tanto buscaban á la vez los medios 
de contribuir al aniquilamiento definitivo de Axtigas, y por 
consiguiente al triunfo de la conquista de la Banda Oriental 
por los portugueses. Esa política bastarda no representaba, 
pues, sino una odiosa farsa, bipocrecía de un patriotismo en ac- 
ción: la más ruin y detestable de las defecciones, engañando á 
un pueblo y traicionando á otro. 

Es solo así cómo se explica que el Director Pueyrredon ar- 
rastrado por esa exaltación que se advertía en el pueblo, y 
alarmado ante las temibles consecuencias de la indignación 
pública, resolvió adoptar de una vez el temperamento precon- 
certado entre su comisionado el General Vedia y el General 
invasor, de diiigir á este notas recriminatorias, de carácter os- 
tensible, reprobando las medidas que este babia adoptado con 
los Orientales en armas y con sus familias, tal como están de- 
talladas en el bárbaro edicto de Lecor de 15 de Febrero de 
1817, á que hemos hecho antes referencia. 

Muy poco ó ningún efecto debían causar en el General Le- 
cor esas amenazas jactanciosas desde que él conocía, según los 
arreglos convenidos en la misión indicada del General Vedia, 
que dios no serian sino una medida absolutaimute ostensible sí- 
mulándose con ellas una farsaica y aparente Í7idignacion, á fin 
de satisfacer y amortiguar la irritación de los ciudadanos ar- 
gentinos ante la invasión portuguesa, y su justo recelo de una 
connivencia de ésta con el Directorio. 

Este odioso proceder quedó descubierto y explicado desde 
que en el Proceso de Alta Traición se publicaron las Instruc- 
ciones Resei'vadas y Reservadísimas expedidas por el Congreso 
de Tucuman á su comisionado el señor Irigoyen cerca del ge- 
neral Lecor, para entenderse con él, en cuyas Instrucciones se 



— 111 — 

trazaba de antemano esa linea de conducta tan artera como 
bochornosa. Es sabido que aunque el Director Pueyrredon re- 
probó el envió de ese comisionado, aceptó asi mismo los me- 
dios que él debia poner en juego, como lo hemos demostrado 
en las Secciones anteriores al reproducir su correspondencia 
con el mismo Congreso. 

Aun así mismo, y conociéndose la duplicidad que inspiraba 
esos actos del General Pueyrredon, conviene hacer conocer los 
términos en que se expresaba al efecto, tratando de hacer jus- 
ticia á la noble energía con que los Orientales defendían su 
patria; y mostrándose dispuesto á sostenerlos y protejerlos en 
su intrépida resistencia, tomando para ello en rehenes de se- 
guridad á los portugueses residentes en Buenos Aires, que en 
consecuencia debían ser, y fueron confinados al partido de Lu* 
jan. 

Yeánse algunos párrafos de dicha nota de 2 de Marzo de 
1817: 

«Acaba de llegar á mis manos un edicto impreso de V. E., 
datado á 15 de febrero ultimo, en su Cuartel General de Mon- 
tevideo. Su extraordiaarío contenido ha puesto fin á mis espe- 
ranzas de conservar ningún género de armonía con V. E. y el 
ejército de su mando. 

« Vuestra Excelencia pretende tener derecho á ese territo- 
rio por la protección que dice dispensarle, y sobre esta base 
cuenta con el consentimiento de los puntos subyugados. 

« Los bravos Orientales se han propuesto acreditar que las 
fuerzas de Y. E. no son capaces de dispensar semejante pro- 
tección, y á este efecto han emprendido sus hostilidades sobre 
esos mismos pueblos que Y. E. confiesa mantener en indefen- 
sión, al paso que pretende someterlos á su yugo. Para cubrir 
este vacío de poder apela Y. E. al estraño arbitrio de una mal 
entendida represalia y al mucho mas estraño proceder aun de 
declarar salteadores de caminos á los defensores de la libertad. 



— 112 — 

Por lo que hace á lo primero no se componen bien las prome- 
sas magníficas de protección con las violencias qne cometa 
V. E. sobre las familias de sns enemigos. 

« Tales violencias carecen de objeto y solo contribuirán á 
hacer la guerra mas sangrienta y ruinosa á la humanidad. Las 
familias que V. E. trasporte á su escuadra le aumentan gastos, 
peligi'os y las dificultades de proveerse do subsistencia, al pa- 
so que deja mas libres de esta atención á los orientales fieles 
que esponiendo sus vidas por la libertad de su patria, no les 
arredra el sacrificio de sus familias 

« Por lo que hace á lo segundo, ¿con qué derecho puede 
V. E. declarar salteadores de caminos á los habitantes de un 
país que pone todos los medios admitidos por todas las nacio- 
nes para defenderse de sus injustos agresores? 

« Los íranceses cuando ocuparon la España, hicieron todo 
género de violencias en los pueblos indefensos que encontra- 
ron y lo que es más, las hacian los mismos españoles con sus 
mismos paisanos para quitar recursos á sus enemigos ; ¿ y fue- 
ron declarados los franceses salteadores de caminos? .... 

« Los orientales sostienen su causa y la de los pueblos occi- 
dentales á un mismo tiempo ; así es que han sido y serán cons- 
tantemente auxiliados de esta capital, hasta que V. E. desaloje 
el territorio de que se ha apoderado con violencia. Mientras V. 
E. haga la guerra con dignidad y con sujeción al derecho de 
gentes, habrá por nuestra parte la misma correspondencia; 
más si V. E. lleva á efecto las amenazas que contiene el edicto 
mencionado, protesto á V. E. que por mi parte ejerceré una 
más que vigorosa represalia, verificmido en cada tres vasdlhs de 
S, M. F, residentes en estas provÍ7idas, los mismos tratamientos 
que V. E, verificase con uno solo de los oríentales. 

« A este efecto he dispuesto que sean internados los indivi- 



— 113 — 

dúos portugueses á la Guardia da Lujan; siéndome harto dolo- 
roso causarles esta raortificacion, en que después del edicto 
tle V. E, se interesa tanto la seguridad del Estado. 

« Consecuente á estas disposiciones, he despachado su pasa- 
porte al emisario de V. E. para que se restituya á la plaza de 
su prooedeucia con el buque de guerra que le condujo.» 



Inesplicables misterios de esa política vacilante, ó de esa so- 
berbia nulidad, ó de esa falta de convicciones republicanas 
qne hacian del Directorio cu ciertos dias la expresión de la vo- 
luntad popular, y en otros la defección de los grandes y per- 
manentes intereses de la patria! 

Al mismo tiempo, al dia siguiente de dirijir la nota que an- 
tecede al General Lecor, el Director revelaba su intimo pensa- 
miento en carta dirijida al General San Martin, -cuyos princi- 
pales párrafos extractamos de las Nuevas Comprohacioiies del 
General Mitre, pajina 250: 

Buenos Aires 3 de Marzo de 1817. 

«Los portugueses han manifestado ya su mala íé; su objeto 
y sus miras tan ponderadas de beneficencia á estas Provincias, 
á nuestras Provincias, (si?), están ya descubiertas, y no tienen 
otras, que agregar á la corona del Brasil la Banda Oriental; y 
si nosotros proclamamos por Emperador al Rey don Juan, 
admitii'DOS como por gracia, baxo su soberano dominio. ¡Bár- 
baros miserables! Tenemos nías poder y dignidad que ellos, y 
jamás las Provincias del Sud América tendrán un Monarca 
tan subalterno. (!!) 

« Vea Vd. mi manifiesto de ayer y gradué por él mis senti- 
mientos. El nombre Americano y nuestro noble amor propio 
debe sentirse hnmillado y ofendido. Yo deseo un Soberano pa- 



— 1X4 — 

ra nuestro Estado, pero lo quiero oapaz de corresponder ¿ la 
honrra que recibiera en mandamos: es decir, quiero alguno 
que sea mas grande que don Juan, 7 lo quiero para solo noso- 
tros. , 

« Es pues necesario aumentar este Ejército para hacerles I 

sentir la locura de sus pretensiones: 7 de oficio digo á U. que I 

mande mil soldado» de nuestra fuerza 7 mil de los chilenos I 

presentados ó prisioneros, pero no GK>do3» (!) 

El doctor López, en su infructuoso empeño por enaltecer la 
poUtica del Directorio, ha tratado en su Revolución Argentina j 

de demostrar que Pue7rredon se preparó por dos veces para ¡ 

hacer la guerra & los portugueses, & fin de expulsarlos de la. ' 

Banda Oriental. 

Este aserto que no solo pugna contra la verdad de documen- 
tos iriefutables, eino contra las deducciones de las mismas afir- 
maciones del doctor López, es rotunda 7 autorizadamente reba- 
tido por el General Mitre. Para demostrarlo nos limitaremos 4 
las dos trascripciones siguientes de este autor, que corroboran, 
plenamente nuestra afirmación. 

Dice Mitre en sus « Nuevas Comprobaciones », página 209. 

«Por mu7 fuertes (dice el señor López) que fuesen los 
compromisos que el Supremo Director tuviese con el general 
San Martin para autorizarlo ¿ Uevar al Peni las fuerzas ar- I 

gentinas, y terminar fúlí la guerra de la independencia, no er» | 

posible que ¿ fines de 1818, aquel se resignara á cumplirlos ... 

« Era de toda notoriedad que el doctor Tagle, ministro há- 
bil, poderoso y dotado de bastante voluntad, creía que después i 
de Maip^ habia llegado el caso de abandonar toda contempo- 
rización con el Gobierno portugués: que era indispensable de- 
jar á Chile solo el cuidado de adelantar la guerra contra el 
Perú, para emplear el ejército de los Andes en desalojar á los 
portugueses de la Banda Oriental. » 

« Repetimos que el contenido de estos párrafos es de todo 



— 115 — 

panto inexacto, hasta en las opiniones queso atribuyen áloa 
personajes, lo que después ee pondrá mas en claro; por ahora lo 
qne vamos k demostrar es, que el padre del Sr, Lopoz, en la 
¿poca ¿ que se alude, estaba en posesión de los dooumentos que 
prueban preoísamente todo lo contrario, en cuanto á los plauea 
militares del gobierno argentino respecto á los portugueses 
posesionados de la Banda Oriental, cuya política era contem- 
porizar en el hacho propiciándose la buena voluntad del gabi- 
nete de Rio Janeiro. Verdad es que el Director Pueyrredon 
concibió por dos veces la posibilidad do una guerra con loa 
portugueses á causa de la cuestión de la Banda Oriental, pero 
no pasó de una veleidad. En 1816 al aproximarae la invasión 
portuguesa á Montevideo, sometió la idea á la decisión de las 
corporaciones con arreglo ai Estatuto Provisional vigente, y 
fué unánimemente reprobado por ellas, incluso j>or el doctor 
liOpez y Planes, que era uno de sus Secretarios do Estado, el 
cual autorizó con su firma el Acta en que consta el voto aisla- 
do y la protesta del Director (V. Hist. de Belg., t. III, púg. 509). 
La segunda vez fue en 1817, en un momento en que había per- 
dido la esperanza de celebrar un arreglo amigable con la Cor- 
te del Janeiro, pero sin pensar jamás en ocupar para ello el 
ejército de los Andes, como se verá mas adelanto; y en esta oca- 
sión, el mismo doctor López y Planes, que habia sido electo 
miembro del Congreso, estuvo por la política de la paz con el 
Brasil, la que definitivamente prevaleció, según luego ee esplí- 
cará. » 



« Lo hemos hablado antes, y le ampliaremos después. Por 
ahora, de lo que se trata es de probar de una manera in- 
cuestionable, que ni en 1817 después de Chacabuco ni en 1818 
después de Maypo, el gobierno argentino pensó por un solo 
momento, en expulsar á los portugueses de la Banda Oriental 
como lo asegura el señor López, y que, por consecuencia, es 



— 116 - 

a especie de que pensase en esa época en 
js Andes de Chile para comprometerle 
majinaria, y mucho menos el "Ministro 
,rio de la ocupación portuguesa en odio á 
que habían consentido en la invasión 
I modo. (!!) 

;sto resulta es, que el doctor don Vicente 
testimonio invoca nuestro crítico, no ha 
ormes en esta parte contrarios al tenor 
) él conoció y autorizó en su tiempo co- 
iputado a! Congreso, y que su hijo ha 
>alabras por no conocer esos documentos 
I declara. » 
esta serie do demostraciones, trascri- 
afirmaciones más terminantes aún del 
en su « Historia de Belgrano » ( Tomo 
> dejan ni sombra de duda al respecto: 
juesa á la Banda Oriental como ha podi- 
! una doble serie de acontecimientos, que 
con el mundo esteríor y que por la otra 
litica interna.— Esta invasión, preparada 
Brasil; atraída por la anarquía de la 
mestada con ella; fomentada pob una 

; C0MBIN.4DA CON LA POLÍTICA ISTEKNA Y 

io AROENTiNO, Complicada con la actitud 
lUgal respecto do las colonias americanas 
nonada directa ó indirectamente con la 
jpa, hizo sentir desdo luego su doble in- 
ido3. 

o, tal acontecimiento produjo sus conse- 
Las buenas relaciones entre el Portugal 
on, y todo acuerdo de estas dos naciones 
le las Provincias unidas, se hizo imposi- 



— 117 — 

ble. La espedicion ospañola contra el Rio do la Plata, que se 
preparaba en Cádiz, se liizo militarmente impracticable desde 
que, declarándose neutral el Brasil le cerraba los Puerto s 
Orientales y le privaba de un punto de apoyo indispensable. 
El estado vidrioso do las relaciones entre el Gobierno Argen- 
tino y el Brasilero, se normalizó en cierto modo, determinando 
una regla internacional para el presenta y una base de a;uerdo 
para el futuro, guardando mientras tanto la paz de becho. 

« Bajo estos auspicios, las relaciones del Rio de la Plata con 
las potencias europeas, se hicieron menos tirantes, poniendo á 
la Inglaterra de parte del Portugal y enajenando á la España 
las simpatías de la Santa Alianza en su cuestión con las colo- 
nias insurreccionadas. 

En í^l orden interno, su acción fué no menos decisiva, obran- 
do en sentido opuesto. Por wn lado hizo imposible la guerra 
qua Artigas intentaba hacer al gobierno general, pero por 
otro, creó un nuevo peligro, con la vecindad de un ejército es- 
trangero establecido en territorio argentino con el consenti- 
miento de hecho y al parecer con la complicidad del soberano. 

« Si bien la intervención atm^ída del Brasil dominó la anar- 
quía de la Banda Oriental, ante la cual se habia mostrado 
impotente Ja República Argentina, este resultado obtenido 
á costa do su decoro y su derecho, embravecía la anarquía del 
litoral, robusteciendo la acción disoh-ente de Entre Eios, Cor- 
rientes y Santa Fé, qae se declararon en rebelión permanente 
contra el gobierno general — En otro sentido, esta misma acti- 
tud de las provincias del litoral, á la vez que debilitaba el po- 
der local de Artigas,, hacia surgir al occidente del Uniguay 
nuevas influencias, que á pesar de sus tendencias anárquicas, 
se inspiraban en intereses y pasiones argentinas que reacciona- 
ban contra los propósitos anti-nacionales del caudillo oriental- 
- ■ -La opinión pviblica irritada por la ag;-esion brasilera, repi-o- 
bó la politica de contemporizaciones del Gobierno argentino 



118 - 



1 



lan loB que no simpatizaban con Artigas, la j 

lo iDonos sospechosa, (ü) 

rtigas, denunció publicamente al Director 

iidor á la causa de los pueblos del Itio de la I 

!o con el enemigo estrangero. 

3n un principio el Director Puejrredon es- 

. afrontar la cuestión Argentino — Brasilero 

isecuencias, el hecho es que, la invasión, eje- I 

niIENTO PBETIO DEL QOBIBBHO A.&QBNTINO, A.tJ- J 

IPLOUA.OÍA. T NO SEPELIDA DE ALOnXA HANEBA., ^ 

lA, revestía un carácter de connivencia 6 tole- 
depresivo de la soberanía argentina, compro- 
c'.e sus roderefl públicos. 

SINIESTBO COLOBIDO SOBHE ESTA SITUACIOX , 

30NSTANCIA DE QUÉ «IBNTBA8 LOS OttlESTALES | 

AN DBFESDIENDO EL TBEEITOHIO AKGBJíTINO, I 

AS Provincias Unidas mantenía bits bela- 

Y COUBBOIALES CON LA NACIÓN INVASOBA, T 
rELIQBNCIA CON BL GeNEBAL INVASOb! 

Gclarsoiones públicas de Pueyrredon, protes- 
ctos de Lecor y aplaudiendo la resistencia de 
auxilios da armas dados h, Bivera por el go- 
y ol anhelo de una parte de loa mismos par- 
en buscar la salvación por la unión argenti- 
l último, procurar entenderse con el Direc- 

lo se abrieron negociaciones que desgracia- 
n en la infatuación de Artigas, quien preten- 
recnrsos de la Nación se pusieran 4 su dispo- 
ones, sin reincorporarse la Provincia oriental 
reconocer la dirección suprema del gobierno 
olítico ni en lo militar. » 
General Mitre: 



— 119 — 

T¿aae ahora (pajina 483 tomo 3,'^ con cuan odiosos y 
falsos rasgos describe y mistifica el D. López ©n bu obra ol 
estado del pueblo de Baenoa Aires, en aquellos dias, ante 
la invasión portuguesa, y con cuan necios soñsmas trata de 
jostificar la política de abstención, como el la Uama, vale decir 
de traición, que el Director Pueyrredon prefirió seguir respec- 
to de la aborrecida conquista; vilipendiando al mismo tiem- 
po con acerbo encono las viriles provincia argentinas que soa- 
tenian al General Artigas. 

«El mes de Noviembre se pasó cOn grandes ansiedades so- 
bre las miras de la invasión portuguesa. Era tal la inquietud 
de los ánimos, y tanto el terror que inspiraban los rumores de 
que el Portugal venia aliado con la España y con la Inglaterra, 
que el sentimiento general del pueblo, en pugna con todos sus 
antecedentes, comenzaba á pronunciarse en el sentido de un 
acuerdo cualquiera con Artigas; aunque fuese reconociéndole 
ó consagrando el poder autocrático que se atribuia en los te- 
nitorios fluviales del Uruguay y del Paraná hasta Corrientes: 
donde una barbarie cruda imperaba sm otra religión ni otro 
principio común, que la licencia de cada uno de los cabecillas 
locales que martirizaban el país, como partidarios y agentes 
libres del Protector Oriental. 

« Pero, decían en Buenos Aires ¿que hemos de hacer, esas 
provincias están pobladas por cuarenta y cinco mil bárbaros, 
que armados obedecen á un bárbaro como ellos: que son va- 
lientes y arrojados; y que por lo mismo es imposible que de- 
fendamos el pajs sin ellos, si somos atacados como lo estamos 
siendo. No tenemos tiempo que perder : esto es urgente ; el go- 
bierno se está haciendo criminal en alto grado con su inercia 
decian unos, con su traición decían muchos otros. La Crónica 
misma, dejándose extraviar por los rencores del momento, sa- 
lía del terreno verdadero de la política juiciosa en que debiera 
haberse conservado ; y emprendía una revindícacion indirecta 



— 120 — I 

de Artigas, presentándolo como una necesidad forzosa del 
momento, y pretendiendo sincerar su conducta al favor de lo» 
conflictos pasados. — « El Director Posadas, decía, recibió to- 
davía las Provincias verdaderamente unidas ¡ y loa pueblos, en 
medio de sus justos resentimientos, oíííí esperaban de la Asam- ' 
blea Sí( constitución fcíUraíiva. La misma Banda Oriental, con ' 
acuerdo del General don J5só Artiga"--, nombró sus Diputados 
que la facción de aquel señor repugnó que ss incoi^porasen; en i 
concecuencia de esta política se sucedieron con violencia los , 
rompimientos de las provincias y de los pueblos, Eespondan i 
ahora los autores de acjuella idea ¿ Cuáles han sido e:i la prác- 
tica sus verdaderos resultados ? » 

« El sofisma era evidente : no hay Constitución Federal po- 
sible sin roncentracion de vínculos interprovinciales, ó sin la 
unidad de administración general: y precisamente eso era lo 
que Artigas repelía. Su ideal y sus pictenaíonos eran un go- 
bierno independiente y predominante en sus manos, con 
el poder do usar, en provecho propio y personal, do los re- 
cursos y de los auxilios de Buenos Aires. Acceder á es- 
to habría sido lo mismo que reconocerlo por Jefe general de la 
Kepública y por Mandatario efectivo de la Capital: O esto ó la 
guerra, decía él; de modo que la alternativa ne podía ser mas 
clara ni mas forzoso; y la política del gobierno legal delante do 
la invasión portuguesa no tenia otro término posible que guar- 
dar abstención en la lucha á muerte que trababan á sus ojos, 
sus dos enemigos; para prepararse á obrar contra el uno, ó 
oontra el otro, en mejores momentos. 

« Poner los recursos y las fuerzas de la capital en manos del 
eaudíllo era armar al peor de los enemigos que tenia la Na- 
cionalidad Argentina; y siendo conocida por otra parte su 
brutal ineptitud para manejar tropas regladas, y para luchar 
contra ellas, era evidento que semejante imprudencia no hu- 
biera servido para otra cosa, que para perder nuestros ele- 




— 121 — 

mentos, de contraate en contraste, hasta que arrojado el mismo 
con sus restos, á este lado del UrQguay, viniese á hacemos la 
guerra del vandalaje y de la disolución, en nuestro propio sue- 
lo y con nuestros mismos soldados, después de habernos he- 
cho agotar todos los recursos de acción y defensa, y después 
de haber justificado asi la alianza de Portugal con Inglaterra 
y con la España, contra Buenos Aires rediicido al último tran- 
ce. Artigas era, por otra parte, incompatible con la causa sa- 
grada de nuestra Revolución. 

« Bárbaro ó intransigente, criado y enaltecido en las selvas, 
menospi-eciaba á los demiihombresy á las leyes de la civiHza- 
cion, en cuanto no eran aptos para servir de instrumentos á 
sus inicuos intereses. Sinpático para con los malvados, no solo 
por que él lo era, sino porque en ello encontraba esa energía 
primitiva que de nada necesita, que tanto sirve á los hombres 
del desierto para defender su aislamiento, era el protector na- 
to de la impunidad de todos los delitos; y con esto atraía y 
conservaba siempre, en sus campamentos volantes una multi- 
tud inmensa de vagos y de criminales que de todas las pro- 
vincias argentinas venian 4 asüarse en él, inclinados natural- 
mente á vivir de lo ageno, y á violentar con las armas el de- 
recho de los demás, al favor del profundo trastorno en que s© 
hallaba hundido el pais aquel por donde vagaban sus hordas.» 

Hasta aqui el doctor López. 

La posteridad con su fallo inexorable ha reprobado la trai- 
ción, y hoy censura acerbamente á los eminentes pubhcistaa. 
que no han tenido la entereza de denunciarla, flajelándolos con 
justiciera severidad. 



Arti^ras y sus Orientales ante la invasión Por- 
tuguesa. 



Apercibido ampliamente de las inicuas negociaciones qne se 
seguian y aceleraban en Buenos Aires, y Rio Janeiro (1) de 
cnys trascendencia ha podido formarse una idea por las sec- 
ciones anteriores; y anticipándose ¿ los movimientos de las 
tropas portuguesas en la frontera, el General Artigas inició 
Tesueltamente su campaña. Por su parte estaba ya convencido 
de que el Director Pueyrredon no solo se abstendria de auxi- 



(1) Véase el siguiente párrafo do una cnrta de Agosto 9 do 1816, en 
la qne el Coronel don Pedro Andrés Oarcía, padre del Diputado en £io 
Janeiro y ton antí-Artiguista como este, 6 m&s, por ser español de ori- 
gen y como tal enemigo nato de todo patriota, le comunica k su hijo ta- 
ller sido interceptado por iuerzas artigaiatas uno de sus oficios : 

« Artigas despachó del mismo modo al Presbítero Dr. Zapiola qne fn j 
igoalmente en comisión del Gobierno & tratar de concordia al Hervidero; 
antes bien, parece que le indicó, qne si se sobreponía á los Fortugaeses, 
volverla sobre Buenos Aires, y ai era batido, se replegaría é. Santa Pé, 
«ierto de poder allí rehacerse para pasar k Buenos Aires, cansa da la ve- 
nida da los portugueses, A quienes había llamado; dando por prueba uno 
de tus oficios que á la vuelta del Congreso que lo devolvia k este gobier- 
no, filé interceptado el correo por las montoneras de Santa Fé, y remiti- 
dlo al patriarca qne lo conservaba. » 

En párrafo de nota fecha 18 de Agosto del mismo año dirijida al Ca- 
bildo, Artigas le comunica en esta forma la interceptación de un oficio 
importante relativo k las mismas intrigas en BÍo Janeir«, y que es sin 
duda el mismo k que se refiere la carta anterior: 

« Apunto k V. S. esa comunicación interceptada en Santa Pé, y que 
acompaño en copia. Por ella calculará V. 8. giMflMMÍra existencia polilica 
■€tíaba minada por la intriga con ei gabinde Portugués, y que no Bm tvsda- 

UENTO HEUOS UIRADO CON RECELO T0I>08 LOS UANDATAK103 DS BUE- 

BOS AlBES.B 



— 124 — 

Bcta ni indirectamente & la Provincia Oriental en 1& 
da lucha que principiaba, Inclia que el mismo Directo- 
s de Baleares y Alvarez Thomas, habían provocado 6 
io con sns insidioaaa incitaciones; sino lo que era mas 
ipoyaria y facilitaria la conquista, hostilizando en cuan- 
ese á los Orientales y á su jefe. 

él era evidente quo esa abstención no ora sino el resul- 
I ofrecimientos y seguridades presentadas, ya que no de 
celebrados, á fin de propiciarse las buenas gracias de la. 
'ortugue^a; así como debia estar scgiiro de que los que 
entrado en ese camino de cobardes claudicaciones, no 
ian en llegar hasta una alianza ofensiva con los Portu- 
contra su Provincia natal. 

Centras en un duelo á muerte con la poderosa España, 
as argentinas so llenaban de gloria en los desfiladeros 
3 do los Andes, y fiameaba el noble pabellón de Maj'O 
;uegta de la inmortal Chacabuco, entre los esplendores 
sangrienta victoria, que debia sor la radiante aurora 
bertad de las "Repviblicas del Pacífico; en esos mismos 
sagrado recuerdo en los fastos argentinos, se urdia y 
a en las orillas del Plata, en el mismo pueblo donde sur- 
erbo sagrado de la redención sud Ameñcana, una as- 
i red de tramoyas, de relajadas intrigas, un ir y venir 
riones ó intrigantes; dignificándose esos trabajos clan- 
s como la mas alta y noble expresión de las aspiracío- 
aquellos políticos bizantinos ó griegos del Bajo Impe- 
I así tiraban á las cartas la suerte de tres ó cuatro pro- 
, las mas vigorosas e importantes, y mendigaban el be- 
to portuguez pava dejar acorralar al león »riental ! 
Q09 muy lejos si nos dejáramos llevar como Argentinos 
idignacíon que nos produce encontrar en nuestros pro- 
as, en una época tan gloriosa para nuestra emancipa- 
m odiosos é injustificables atentados; por mas que ellos 



Tiayan sido estigmatizados entonces por la mayoría del pueblo 

argentino 

Volviendo al General Artigas, léase esta nota en que re- 
vela su justa indignación al conocer en toda su extensión la 
duplicidad del gobierno de Pueyrredon, empleando al efecto 
«1 enerjico lenguaje con que acentuaba sus comanicacionea, y 
en la que demuestra la entereza de sus propósitos de resisten- 
cia, después de producido el fracaso de la misión Dnran-Griró 
■cerca de Pueyrredon: 



«Desentrañada la mezquindad del Gobierno de Buenos Ai- 
res, y realizadas nuestras sospecbas sobro sus antiguas miras, 
nada debe ser tan propio de nuestra grandeza como arrostrar 
los peligros y superarlos. 

Este ba sido nuestro destino en todo el periodo de la revo- 
lución sin que jamas la necesidad haya alcanzado á mortificar 
nuestro orgullo. 

« Es propio de los libres preforir la gloria á la ignominia; y 
V. S. debe estar seguro que un carácter sostenido no cederá fá- 
cilmente á la bajeza, por mas que se conjure contra él la com- 
plicación de los momentos. Por fortuna el estado de nuestras 
armas, no es tan deplorable para que seamos ya reputados como 
el juguete de la fortuna. Los portugueses tienen que experi- 
mentar todavía nuestro rigor; y por mucho que la suerte nos 
desaire, Portugal jamás podrá gloriarse de la dominación de 
este territorio, sino después de haberlo matizado con su san- 
gre. 

« Si el gobierno do Buenos Aires continúa en su indiferen- 
cia, tema nuestra indignación. Hasta aquí la moderación ba 
sido el principio de mis providencias, y ella no ba bastado á 
contener sus maquinaciones. V. S. debe convenir conmigo que 



— 126 — 

lUTilfioato publicado por aquel Gobierno, es una provoa 
;a hecha á nuestra escrupulosidad y decoro. 
i mala en todas sua partes; y espero que V. S. en ] 
iiedará mas precaucionado para no continuar sus n 
n aquel gobierno sino on caso necesario, y para n 
ixilios que pudiera dispensamos. Entre tanto, q 
todo dirigido á continuar los esfuerzos contra Ic 
ís. En mi anterior anuncié á V. S. la presteza co 
ivo emprendía mi marcha por este costado sobre ( 

1 á, BU frente 80O hombres, y despaes de haberlos 
o, van marchando las divisiones consecutivamente í 
n breve una acción decisiva. Su resultado debe con- 
aneral Lecor y hacer cambiar el plan de los portu- 

necesitamos de un momento favorable. Todo debe 
le la energía de los Orientales y de su denuedo por 

1 libertad. 

)1 honor, etc. 
Campo Volante 19 de Diciembre de 1816. 

*José Artigas.* 



ias después de esta nota, y tomando ya sus medidas 
lencia de algunos contrastes sufridos, principaltuen- 
dia Muerta, el General Artigas dirijió á los Cabil- 
lerjíca circular exortandolos á cooperai con sus ve- 
i, la defensa de la patria, echand .■ mano do todos los 
públicos, para la resistencia. 

medio de estas constantes y enérgicas incitacioues, 
t todas las autoridades del pais, lo mismo que á £□- 
]!orríentes y á Misiones, que Artigas estimulaba con 



sn Doble ejemplo el patriotismo del pueblo, y sacaba de mía 
derrota 6 de una defección nnevoa elementos de combate. 

H¿ aqui la nota indicada: 

« Hemos sido desgraciados cuando pensábamos ser glorío' 
sos. La acción dada en el Cuarey el 4 del corriente nos ba 
puesto en el empeño de redoblar nuestros trabajos y sacrifícíos- 
Sin embargo, el enemigo ba tenido sus contrastes, y debe crear 
que nanea extenderá su dominación sino sobre nuestra sangre. 

« Por lo mismo, mi empeño está-Jodo dedicado á renovar 
nuestros esfuerzos. Para asegurar la proporción de los recur- 
sos y el facilitar la roas pronta' reunión de las tropas, he regre- 
sado á este destino con el importante objeto de sostener la cos- 
ta del Uruguay, que intenta penetrar la DÍTÍsion de este coa- 
tado. 

V. S. conocerá cuanto nos interesa su sosten, tanto para el 
apoyo de las Divisiones del interior, como para poner siempre 
á salvo los intereses de los Pueblos y campaña. 

«Ea indispensable que V. S. penetrado del bien que debe* 
mos esperar, propenda á efectuar todas las providencias que 
36 crean oportunas á este fin. 

«Yo me hallo con bastante gente reunida. Los que han te- 
nido constancia para superar los peligros, me acompañan. 
Otros se han desaparecido, ó dispersos, ó por cobardes. Es da 
necesidad que V. S. invite, y convenza á todos ellos de la ne- 
cesidad de volver á sus cuerpos, y cuantos hombres útiles hay 
para las armas, deben ser remitidos igualmente. 

« La inacción no nos ha de poner en salvo de las ten- 
tativas del enemigo; y asi es forzoso, que la enérjia ponga 
el B^o á nuestros afanes. 

Yo tengo la satisfacción de comunicar á Y. 3. que apesar de 
los contrastes, mis esfuerzos siempre serán sostenidos, basta 
asegurar el triunfo de nuestra Libertad. 



Tengo el honor ele saludar á V. S. y ofertarle toda mi co 
der ación. 

Purificación, 1." de Enero de 1817. 

José Artigas 
Al Muy Ilustre Cabildo de Soriano, 



Creemos que nada podrá dar una idea mas aproximada 
bravio carácter do la guerra con los portugueses, del entus 
mo y decisiou con que se batían los orientales, sin otro alici 
te ni estimulo que el de defender la patria, segundando asi 
esfuerzos del General Artigas, que la transcripción de algu 
episodios de esa campaña, relatados sencilla y lacóuicame 
por el mismo General Rivera como actor en ellos; los qui 
encuentran consignados en la Memoria á que hemos hecho 
ferencia antes, escrita de puño y letra del mismo General 
que tenemos á la vista y de la cual copiamos los párrafos 
guientes. 

Estamos ciertos que se leerán con vivo interés esas descí 
clones escritas sin pretensión ni jactancia, y que por lo mis 
de ser tan poco conocidas por el pueblo Oriental, merecen 
acojidas con patriótica satisfacción y orgullo como quizá 
único recuerdo auténtico que se conserva de esa heroica e 
peya, en cuyas nobles inspiraciones debiera siempre educ8 
la niñez oriental, 

Hé aquí dichos extractos : 

« Al situar su campo el Barón de la Laguna en San Carlos 
se le habían incorporado algunos hijos del país particularmen- 
te milicianos del Departamento de Maldonado, los cuales 
ateiTados con el mal resultado de la batalla de India Muerta, 
lo consideraban todo perdido y en el estado de ambición y des- 



— 129 — 

moralización en que estaban, se incorporaban al vencedor, á 
quien ofrecian sus conocimientos del campo para servirle de 
guias. 

Muy pronto el Barón formó un escuadrón de guerrillas, 
dándole por oficiales ¿ unos Gándaras, hijos de Maldonado; y 
por capitán á un español Juan Mendoza, vecino de la ciudad 
de Maldonado, hombre de algunas aptitudes y de algún crédi- 
to en aquel departamento, lo que contribuyó á que en menos 
de 15 dias los invasores contasen incorporados á si más de cien 
hombres hijos del pais, que hacian toda clase de servicios en 
favor del Ejército Portugués ; pero sucedió que á principios 
de Diciembre el Barón destacó dos Escuadrones de Caballeria 
de línea y al español ya capitán, Juan Mendoza, con las guer- 
rillas á una descubierta sobre el arroyo del Sauce, en el cual 
fueron batidos y destrozados completamente por el comandan- 
te don Venancio Gutiérrez de la División Patriota, habiendo 
quedado en el campo muertos más de ciento cincuenta, entre 
estos el Capitán Juan Mendoza, y otros oficiales Portugueses ; 
y sesenta y siete prisioneros, entre los cuales tres oficiales. 

Los patriotas por su parte tuvieron la perdida del Coman- 
dante don Juan Martinez, compadre é intimo amigo del Ge- 
neral Rivera, y de muy pocos heridos, que no pasaron de seis, 
entre estos un sargento Ludueña, y un cabo Ricorde, el cual 
perdió una pierna en aquel encuentro, del que solo escapó el 
Comandante Portugués llamado Luis María Aroguno y 9 gue- 
rrillas. 

Con este acontecimiento el Barón se trasladó á la ciudad de 
Maldonado con el todo de la columna, donde permaneció algún 
tiempo á esperar que se le incorporase el General Silveira que 
con unos 1.800 hombres se había separado del Eio Grande, y 
formando la columna del centro ocupó el Rio Yaguaron. A 
principios de Octubre lo pasó y se colocó en la Villa del Cerro 

9 



— 130 — 

Largo; después de haber unido á sí, algunos patriotas de lo» 
que estaban destacados en aquella frontera, siendo estos un. 
portugués al servicio de los patriotas capitán y vecino del Ya- 
guaron Chico D. Antonio de los Santos, un Capitán de Blan- 
denguez D. Pedro Pablo Román hijo de la Provincia de San- 
tiago del Estero, que también se pasó & los invasores con su 
guardia que ocupaba el Piray en la margen izquierda del Bio 
Negro. 
• •••••••«•■•••••••••••••••• 

« Al llegar al Fraile Muerto destacó el General Silreira dos 
compañias de caballería del Regimiento de Voluntarios Reales,, 
las guerrillas de Manuel Joaquin, y un medio escuadrón de 
Milicias del Rio Grande para que saliesen á explorar por su 
flanco derecho para llamar la atención de los patriotas mien- 
tras que la columna ocupaba el rio Cordobés, pero esta fuerza 
sufrió un encuentro en Pablo Paez, con las fuerzan de Otor- 
gues, quien en persona atacó a los portugueses y sin embargo 
que estos al principio del encuentro consiguieron matar al Ca- 
pitán de la Patria Manuel Gaicano y algunos soldados, por úl* 
timo los patriotas esforzandose desbarataron a los portugueses, 
los pusieron en dispersión, mataron muchos entre estos al- 
gunos oficiales; pero aquellos se retiraron el mismo dia 
con dirección k pasar el Cordobés mientras los portugueses 
vencidos (sus restos) se retiraron á incorporar á la columna 
principal que ya venia por la cuchilla que divide el Cordobés 
y la Lechiguana, la cual pasó el Rio Cordobés en la picada do 
la Perdiz, y siguió su marcha á las puntas de las Cañas y de 
allí siguió al Rio Yi y lo pasó en un paso que se hizo del Pasa 
del Rey jmra arriba, hasta colocarse en un potrero en el arro- 
yo Cazupá. 

El Coronel Otorgues habia seguido su marcha en retirada y 
se vino por el flanco derecho de la columna portuguesa hasta 
el Tornero. En este punto se le incorporó el Q^nerel Rivera 



— 131 — 

coa Tnjl doscientos hombres do todas armas y dos piezas de ar- 
tillería, es decir nn cañón volante de á 4, y na obús. 

En el Tornero resolvieron Otorguez y el General Rivera ba- 
tir al General Silveira que distaba ds ellos poco más de cin- 
co leguas, pero habiendo marchado las tropas patriotas como 
una legua del Tornero, Otorguez no quiso seguir á la batalla, y 
separándose con las fuerzas de su mando, se retiró con direc- 
ción al Yi, dejando al General Eivera comprometido con su 
pequeña división, con la cual resolvió hostilizar á los invaso- 
res que se hallaban en un potrero en el Cazupá, como se ha 
dicho. 

Sobre ellos destacó al Capitán don Juan Aníonio Lavalleja 
con 400 hombres de caballería, quien desempeñó bizarramente 
8U3 operaciones, pues consiguió poner á los enemigos un rigu- 
roso asedio por más de 12 dias al cabo de los cuales se puso en 
marcha el General Silveira con la columna con dirección al 
pueblo de Minas. 

Durante esta marcha el Capitán Lavalleja le disputó con 
energía el terreno, y siempre hostilizánSole con partidas, ya 
por los flancos ya por la vanguardia y retaguardia, tomándole 
hombres y caballos, etc. En el paso de la Calt ra de Santa Lu- 
cia el capitán Lavalleja consiguió cargar á dos escuadrones 
portugueses acuchillando algunos, entro elios dos oñciales, uno 
de los cuales murió y fué sepultado en Minas, punto que ocupó 
la columna portuguesa, la cual fué estrechada por Ion patriotas 
¿ un asedio formal por más de ocho días, en los cuales le hosti- 
lizaron dia y noche. En una de ellas el general Rivera en per- 
sona les hizo escopetear con un piquete de infantería, al mismo 
tiempo que les hizo introducir en sn campo 17 granadas con 
un obús que dirigía el capitán D, Manuel Oribe y un don Ju- 
lián Alvarez. 

En Minas los patriotas acuchillaron varias veces algunas 
partidas de caballeria que se atrevían á salir á descubiertas á. 



k 



— 132 — 

nna pequeña distancia fuera de los fuegos de la artilleria, y 
masas de infantería, las cuales estaban siempre en continua 
alarma. Al último el G-eneral Silveira se puso en marcha de 
Minas atravesando la Sierra de Mataojo, donde pasó á la co- 
lumna del Barón de la Laguna que se hallaba ya en el Pan de 
Azúcar. 

Lo relatado ha sido sin faltar ni poner cosa alguna a las 
operaciones de la columna del centro mandada por el General 
Silveira; basta el momento de incorporarse a la columna de la 
izquierda, desde que se separó del Eio Grande. » 

« El Barón formó su Cuartel General en Montevideo apo- 
derándose de cuanto pertenecia á la hacienda; se mantuvo mas 
de tres meses sin hacer ningún movimiento sobre los patrio- • 
tas que ocupaban el Manga y Peñarol, y le hostilizaban dia y 
noche con guerrillas que le mataban en sus filas muchos hom- 
bres, le arrebataban los caballos que tenian en el Cerro, y mu- 
chos de los que tenian hasta en las inmediaciones de los 
mismos campos. 

Por último acosado ya el Barón con los continuos asaltos y 
perjuicios que sufria por los patriotas, resolvió hacer una sali- 
da que efectuó á principios de Julio y llegó hasta la quinta de 
doña Ana Cipiriano en Toledo, á cinco leguas de Montevideo, 
de donde regresó después de haber tenido continuas guerrillas 
con los patriotas que le diputaban el terreno á palmos dia y 
noche. El General de los patriotas Rivera, mandaba estas fuer- 
zas, y en la misma quinta de doña Ana hubo allí un encuentro j 
de no poca consideración, pues hubo porción de muertos de \ 
una y otra parte; los portugueses perdieron un mayor sobrino 
ó pariente del General Martinez, y otros oficiales, y los patrio- 
tas perdieron al Ayudante del General Rivera don Juan Ma- 
nuel Otero que murió en el encuentro. El Capitán Lavalleja 
se distinguió aquel dia como acostumbraba hacerlo. 



V 




■I 



— 133 — 

El Barón de la Laguna después de haber hecbo cargar en 
carretas que tenia al proposito todos los trigos y demos de 
aquellos infelices moradores de Toledo y Manga, se retiró ¿ 
Montevideo, hizo nuevamente ocupar & su ejército las posicio- 
nes que habian dejado al emprender esta primera salida ¿ la 
campaña, en la cual no adelantó el Barón mas que el au- 
mento de los granos qtie trajo á sus almacenes, habiendo deja- 
do algnna caballada cansada de la flaca que llevaba y no po- 
cos soldados muertos. 

Para entonces ya el Barón habia conseguido aumentar eus .^ 

escuadrones de guerrillas con hijos del Pais en numero de ^ 

mas de 400 hombres, que comandados por unos perversos ■ ": 

Alonsos, hijos del pueblo da Minas, unos Llerenas hijos del ''. 

Canelón chico, un don Martin Albin, y los dos hermanos don 
Francisco y doña Bernabé hijos de la Ck>loma del Sacramento, : 

un Miguel García, hijo del Cordón, un Marengo hijo de San .; 

José; un Gándara hijo deMaldonado, y un malvado Bemardi- ': 

no Bocha, hijo de las Puntas del Miguelete, que servia de guia 
principal á los invasores. 

SstoíT perversos eran los jefes principales de los cuerpos de 
gnerrillas, los que cometieron toda clase de crímenes contra los 
inermes vecinos de los distritos de Toledo, Manga, Piedras etc. 
etc.; pues el Barón les disimulaba y autorizaba sus maldades 
&Cí premio del servicio que les hacia prestar contra sus mismos 
parientes y compañeros. 

«Segunda vez se resolvió el Barón á hacer uua salida en per- 
sona con una fuerza de cinco mil hombres, y á principios de 
Setiembre reunió an fuerzas. 

En los cuarteles de Casavalle en aquel punto ó sus inmedia- 
ciones, se les apareció el General Rivera con 500 caballos y 200 
infantes que los mandaba el Capitán Dn. Ignacio Oribe (hoy 
de Coronel y Jefe de Policia en el estado de Montevideo) una 



— 134 — 

pieza de campaña que la mandaba el Capitán D. Manuel Oribe 
(hoy Coronel de caballería de Linea en el Estado de Montevi- 
deo) ¡ muclio hay que decir de estos dos señores Jefes en la His- 
toria de la Patria ! Enfrente del Cuartel de Casavalle sostuvie- 
ron muy fuertes guerrillas con los patriotas, los que el dia si- 
guiente se pusieron en retirada para incorporarse á su reta- 
guardia que ocupaba el paso de Coello de Santa Lucia á las ór- 
denes del Deloga (lo Dn. Miguel Barreiro, Dn Tomás Garcia 
de Zúñiga y Dn. Rufino Bauza. 

El capitán patriota don Juan Antonio Lavalleja lo hostili- 
zaba continuamente dia y noche con parte de la caballería del 
General Rivera, quien había marchado al Paso de Coello para 
preparar la infantería é impedir que el Barón pudiese re- 
pasar el rio. Desgraciadamente un Batallón de Libertos se su- 
blevó contra sus jefes Bauza y demás que lo comanda- 
ban, y sin embargo que el General Rivera pudo contenerlo 
en parte por haber mandado fusüar á las cabezag del motín, 
el batallón sufrió una deserción y quedó descontento. Sin 
embargo, el general Rivera dispuso colocar algunas avanzadas 
con dos piezas do artillería que dirigía el Sargento Mayor don 
Bonifacio Ramos ; entretanto el Barón de la Laguna marchó 
de Canelones, llegó al paso de Coello, y consiguió forzarlo á 
pesar de la resistencia vigorosa con que los patriotas se opo- 
nían, para sostener aquel interesante punto. Un fuego conti- 
nuado de una ó dos horas, la pérdida de mas de 50 soldados 
portugueses, y más de 100 patriotas fué el resultado de este 
choque, que terminó por la oscuridad de la noche, en la cual el 
General patriota se retiró al paso de la Arena de Santa Lucia 
chico, mientras que los Portugueses marcharon sobre la calera 
de don Tomás García y de ahí siguieron su marcha hasta el 
pueblo vieío del Pintado. En «ste punto sufrieron los Portu- 
gueses la pérdida de más de 40 muertos y 75 prisioneros, en- 
tre los cuales un. oficial de cazadores. 



— 135 — 

El G-eneral Rivera en persona mandó este choque á la cabe- 
za de 300 patriotas. "El capitán don Juan Antonio Lavalleja 
se portó con la bravura que le es familiar, los capitanes don 
José Funes y don Miguel Quintero, y el de la misma clase don 
Pedro Pablo Sierra, quienea se portaron con valor como lo ha- 
bían hecho en toda la marcha del Barón desde la Galera á 
aquel punto. 

AI dia siguiente de esta jomada el Barón emprendió su 
marcha con el Ejercito en dirección á Montevideo haciendo 
arrebatar en el transito á los pacíficos é inermes moradores del 
Arroyo de la Virgen, Santa Lucia, y Canelón, todos sus gana- 
dos, caballos, etc. que condujo á la Barra del Pantanoso, ha- 
biendo sido muy hostilizados por los patriotas que á las órde- 
nes del General Bivera obraban sobre las masas enemigas con 
habilidad y buen resultado. 

Tercera vez volvió á ocupar el Barón su campo de Casavalla 
habiendo colocado un destacamento de dos mil hombros en la 
quinta de Manuel Pérez en las Pajas Blancas para guardar los 
depósitos de ganados y caballadas que habia colocado en el 
Rincón del Cerro. 

Los patriotas pusieron su campo en las puntas del Miguele- 
te, y desde alH continuaron sus hostilidades sobre los invaso- 
res &, quienes día y noche tenían incomodados con sus conti- 
nuadas guerrillas, matándoles unos y aprisionándoles Otros. 
Pero el mayor mal que hacían sentir á la columna portuguesa 
erael de arrebatarles las caballadas, llegando ¿tal punto su osadía 
que se apoderaron de mucha que tenían en depósito en el Rin- 
cón del Cerro, lo que obligó al Barón á que formase y pusiese 
en ejecución el miserable proyecto de hacer una cortadura 
desde la barra de Santa Lucía hasta el Buceo, en la costa del 
Sud, colocando reductos para piezas de grueso calibre de un 
cuarto de legua distante uno de otro. (Operación miserable 
propia de un General sin conocimiento en el arte de la guerra). 



Las circunstancias afligentea en C[U6 ee hallaba el Barou de 
la Laguna le obligaron á destinar al Teniente General Pintos 
á Faerto Alegre para que agitase la organización de una Di- 
visión, 7 que puesto á la cabeza de ella penetrase al interior de 
la Campaña de Montevideo. 

Efeotivamente ¿ últimos de Febrero de 1818, el teniente 
General Pintos desembarcó en el Puntal de San Miguel á la 
cabeza de nna División de 2000 hombres compuesta de FüU' 
listas y Caritihanos, que emprendió aus marchas después de 
haber recibido caballadas en aquel punto, atravesó el terrible 
bañado de San Luis, posó el Oebollati en el Paso de la Oniz, y 
se colocó en el Rincón del Para, donde aparecieron el General 
Rivera y el Capitán don Julián Laguna con poco más de dos- 
cientos hombros, los que bastaron para poner en un riguroso 
asedio á la biaoña y nula, en toda la extensión de la palabra, 
colomna del Teniente General Pintos, quien mandó pedir á 
Montevideo al Barón de la Laguna le apoyase con algunos 
fuerzas para poder hacer su marcha retrograda sobre esa ciu- 
dad. En efecto, noticioso el Yisconde del mal estado de la co- 
lumna del General Pinto, mandó salir al General Silveira con 
una División de 3000 hombres, la que marchó hasta la barra 
de Barriga Negra con Cebollatí, donde se reunió á la columna 
de Pintos, de donde emprendieron su marcha nuevamente 
hasta Montevideo ; en la cual siempre fueron hostilizados por 
los patriotas que no se separaban un momento del frente de 
sus masas. A las inmediaciones del Pueblo de Pando lograron 
los Portugueses batir y destrozar al Capitán don Julián Lagu- 
na (hoy General del Estado de Montevideo). En este encuen- 
tro se perdieron algunos patriotas, entre ellos el hermano del 
(General Rivera, don Bernabé, entonces teniente, y hoy Coro- 
nel de la República Oriental, que faé prisionero y gravemente 
herido. 

En el mismo dia, el General Silveira emprendió au marcho. 



— 137 — 

7 vino á acampar al MaDga, pero antes de ñjar sa campo le 
cayó por la retaguardia el General Rivera á la cabeza da 800 
patriotas, y se emprendió an empeñoso choque que concluyó 
sin notable resultado, porque lo paralizó la noche, pero ae notó 
la bravura de los Capitanes don Julián Laguna, don Bonifacio 
Isasa ( alias ) Calderón, y el teniente don Benito Ojeda. 

Al dia siguiente la columna de Sitveira tomó posesión de los 
cuarteles de Casavalle, Pajas Blancas, y demás de donde habia 
salido. 

Cuarta vez fueron encerrados los portugueses por los pa- 
triotas en Montevideo y suburbios de aquella ciudad. Los pa- 
triotas, después de haber dejado 400 hombres de avanzada so- 
bre Montevideo, para continuar el sitio y sus guerrillas que 
estaban acostumbrados á efectuar, el general Rivera se retiró 
con el resto de sus tropas y situó su campo en el Potrero de 
Milán en el Canelón Grande. 

Para entonces el ejército de S. M. F. había perdido en su 
principal parte la moral, y se desertaban los soldados en par- 
tidas de á 60 y da mas de 100 hombres, con sus armas y muni- 
ciones para unirse al General Rivera, que los recibía en su 
campo, les daba una gratiñcacion de 6 pesos, como lo tenía 
ofrecido, y les daba ¿ elejir entre trasladarse á su país 6 em- 
plearse en los trabajos de la campaña. 

A los primeros les mandaba acompañar por el alférez don 
Leonardo Olivera hasta pasar el río Yaguarou en la frontera 
del Rio Grande. Los Curitibanos y Panlistas «ran los que se 
pasaban en mayor numero, y Biu embargo que no eran pocos 
los portugueses europeos, pues de estos últimos formó el Ge- 
neral Rivera un batallón de mas da 300 plazas, sobre el cual 
hizo apoyar sus escuadrones de caballería en la acción de Ba- 
tovi y GKiasunambi en las inmediaciones del Cerro Largo. 

Cesaron algún tanto los apuros del Barón de la Laguna á 
consecuencia de haberse separado el General Rivera con dos 



— 138 — 

escuadrones de caballería para favorecer al General Artigas 
que habia sido desbaratado y perseguido por la columna del 
G-eneral Curado sobre las márgenes del Uruguay. En este 
tiempo, el Coronel don Pedro Norberto Fuentes, Jefe del De- 
partamento de la Colonia, asociado con el perverso portugués- 
brasilero Vasco Antunez, antiguo vecino de aquel Departa- 
mento, traicionando del modo mas inicuo é infame el sagrado 
sistema de la Libertad, se unieron á los portugueses entregan- 
do el interesante punto de la plaza de la Colonia al Jefe de 
una escuadrilla portuguesa que surcaba las aguas del Rio dé 
la Plata, y arrastrando cotí la mayor parte de los milicianos, se 
metieron dentro de los muros de la Colonia, y desde allí hi- 
cieron sus incursiones sobre el pueblo del Colla, Viborsis, Va- 
cas, etc. etc. 

El Comandante de las Víboras don N. Cepeda se unió tam- 
bién á los portugueses llevándose consigo una infinidad de 
milicianos, y mancomunados con Puentes, ó instados por los 
portugueses, cometían contra los vecinos de aquella campaña 
toda clase de robos en sus familias, hasta dejarlas reducidas de 
un momento á otro á un estado de mendicidad espantoso. Es- 
tos repetidos asaltos hacían clamar á aquel vecindario para que 
el General Artigas destinase una fuerza que los pusiese á cu- 
bierto de los insultos que estaban esperimentando. Artigas 
consideró justa esta suplica, y destinó al Teniente Coronel don 
Juan Ramos, Gefe del Departamento de Soriano, con una Di- 
visión ^ 200 hombres de caballería para que se hiciese cargo 
de las operaciones sobro la Colonia, uí^:. 

A últimos de mayo de 1818 RamSé se hallaba en el Píchi- 
nango á las inmediaciones del Coya. Sobre aquel punto salió 
desde la Colonia el Teniente Coronel Gaspar con 200 hom- 
bres de caballería de linea y algunas guerrillas de las de 
Puentes, los cuales fueron batidos por el Comandante Dn. 
Juan Ramos, y destrozados completamente quedando en el 



campo muchos muertos, entre estos el mismo Teniente Corouel 
Oaapar, y otros oficiales, coa algunos prisioneros que so man- 
daron al Gteneral Artigas. 

En este tiempo el General Rivera tuvo que abandonar el si- 
tio de Montevideo, y marchó desde Canelón Q-rande el 22 de 
Abril de 1818 para favorecer á Artigas, que ya se hallaba en 
el paso del Sauce del Qneguay. Rivera al amanecer del 24 de 
Mayo de 1818, logró sorprender los puestos avanzados del 
ejército de Curado, hacerles algunos prisioneros, y llevarse 
mas de 3.000 caballos do reserva que tenia en la barra de Gua- 
biyú. El 14 de Junio, logró nuevamente sorprender las gran- 
des guardias do Curado, que ya se hallaba en la Purificación, 
arrrebatarle algunas caballadas, sacarle algtinas carretas, gana- 
dos etc. Eu este diatuvo lugar un fuerte encuentro en la° pun- 
tas del Ghapicuy, con una división de 700 hombres: alli mis- 
mo tuvieron no pocos maertos y algunos prisioneros, entre es- 
tos un oficial Indalesio Asambuyo, hijo de una familia distin- 
guida de Puerto Alegre. 

«El 19 de Agosto logró Bentos Manuel, sitiar en «n potrero 
en los Laureles, á 100 hombres de loa patriotas que se habian 
ocultado á las órdenes del Copitan don Bonifacio Isasa Calde- 
rón. Bentos Manuel traia 600 hombres de caballería : los pa- 
triotas se hicieron paso forzando á espada la Unea enemiga, y 
se salvaron con pérdida de tres hombres. Este suceso es muy 
digno del valor de los orientales, y da lugar á que n inscri- 
ban los nombres al menos de aquellos oficiales que mandaban 
á esos héroes. 

Capitán — Don Bonifacio Isasa Calderón, 

Teniente — Don FeHpe Caballero. 

Teniente — Don Toribio López. 

Ayudante — ^Don Pedro Isaurralde, murió en la retirada del 
líabon en 1819. 



— 140 — 

. Alférez — Don Servando Gómez, hoy Coronel. 

Alférez— "D. José A. Martínez, murió en la retirada del Ba- 
bón. 

El 29 de Setiembre se movió Curado, con el todo de la co- 
liunna por la costa de] Uruguay: el 3 de Octubre se bailaba en 
la barra del Babón (un arroyo que tiene su confinencia en e] 
Rio Negro.) Allí les apareció el G-eneral Rivera, con 600 hom- 
bres, y no habiendo podido penetrar la columna por habei 
estado muy acautelada, tuvo que sufrir la carga de mas de 2OO0 
hombres de caballería, sosteniendo una retirada de mas de 12 
leguas, que sa anduvieron desde salir el sol hasta laa 4 de U 
tarde. Los Orientales perdieron 12 plazas y dos bravos oficiales 
todos muertos. En la arma de caballería es lo mejor que puede 
contarse: los portugueses en toda la campaña no cuentan un 
suceso igual . 

Esta retirada la mandaba en persona el General Rivera: to- 
dos eran subalternos los que tenia, escepto el teniente coronel 
don Pablo Castro, los demás eran capitanes que mandaban los 
escuadrones de maniobras. — Sus nombres son: 

Capitán — Don Julián Laguna, comandante del primer es- 
cuadrón. 

Capitán — Don Ramón Mancilla, comandante del segunde 
escuadrón. 

Capitán — Don Tiburcio Oroño, comandante del tercer es- 
cuadrón. 

Capitan—'Don Gregorio Mas, comandante del cuarto escua- 
drón. 

Capitán — Don Bonifacio Isasa, comandante de un escuadren 
de tiradores, que formaba una línea sobre el frente de la ene- 
miga. 

La reserva la mandaba el comandante don Pablo Castro. 



_ 141 — 

Los ayudantes del general Rivera, don Manuel Antonio 
Iglesias y don José Palomea[ue, se comportaron perfectamente.» 
Hasta aqtii la Memoria. 



Hemos trascrito en extenso alganos de los informes más in- 
teresantes que ofrece la Memoria escrita por el General Eive- 
ra, tan eminente y heroico actor en esa lacha, el segundo de 
Artigas sin duda; no solo para patentizar la vehemencia y de- 
cisión con que se hacia la guerra á los portugueses con la bra- 
vura tan congenial en loa Orientales; sino también para de- 
mostrar que esa guerra era eminentemente nacional, con muy 
raras excepciones, y aun en estas mismas debido &, individuos 
que eran por lo común de origen portugués, avecindados de 
largo tiempo en la Provincia, ó hijos de estos. 

Se explica, pues, fácilmente, considerando la total carencia 
de armamento en que habia quedado la Provincia, que el ge- 
neral Artigas con tales elementos y ante los azares de la guer- 
ra, que en una extensión tan vasta de su linea de operaciones 
venían inesperadamente á hacer fracasar sus mejores combi- 
naciones; se explica, decimos, que no pudiese dar batallas cara- 
pales contra tropas. veteranas triples en número; y que tuviese 
casi siempre que atenerse él y sus principales jefes A hacer la 
guerra de recursos que durante tres años probó el temple de 
acero de los defensores de la patria. 

Toda la confianza de Artigas estaba en la pujanza del brazo 
de los orientales sostenido por su corazón de héroes. Creia- 
lo3 en su soberbia exaltación tan invencibles como los semidio- 
ses de la mitología griega. Cada soldado era un Aqaücs para 
él, tal como lo describe Homero, ó como los invencibles cru- 
zados que ba cantado el Tasso en tan sublimes versos. 

Así una ocasión, habiéndole pedido el general Rivera, al- 
gunas tercerolas para su división, contestábale lo siguiente: 



- 142 — 

«Bemito a vd. las lanzas que tengo hechas; armas de chipa no 
«tengo de mas, todas están repartidas; pero las lanzas que le 
«remito obrarán mejor con nuestra gente.» 'Pnriñcskcion Q áe 
Mayo de 1818. 

Y en otra carta que dirigía un año después al distinguido y 
Jeal Coronel don Felipe Duai-te con fecha 12 de Febrero de 
1819, deciale lo siguiente: 

« Yo creo que con las lanzas los paisanos se hacen respetar 
« más del enemigo. Ye llevo de refuerzo á vanguardia sobre 
« cuatro cientos hombres, de estos tres cientos lanceros; quiero 
« ver el resultado si logramos un entrevero. » 

Habia en esas palabras algo como una vizlumbre de la glo - 
riosa ó irresistible carga « sahh en mano » de Sarandí, seis 
años después. 

El e?itrevero (¡a meUe^ que hacia la delicia y la gloria del 
primer ¿oldado de caballería del ejército de Napoleón, el Gene- 
ral Murat) era para él el triunfo ; porque era la lucha cuerpo 
á cuerpo, brazo a brazo, coh la lanza, con el sable, con el puñal 
sobre todo con el brazo que el debía creer irresistible, de sus 
bravos orientales! 



-««o''S05í>C»j 



La batalla de India Huerta. 



Nos hemos referido antea incidentalmonte á la batalla de la 
iDdia Maerta,y creemos de toda justicia dedicarle algunas pa- 
jinas, no solo como á una de tas glorias de esa campaña, sino 
como á un hecho de armas qae es tan poco conocido, y que ha 
sido tan maliciosamente adulterado por algunos historiado- 
res. 

Queremos contribuir así á arrojar la mayor luz posible so- 
bre esos hechos que revelan el espíritu de resistencia al inva- 
sor que dominaba en el pueblo oriental, cooperando á los es- 
fuerzos de sus intrépidos jefes, 

Sn esa batalla se batieron con tanta bravura como impre- 
visión, mil cuatrocientos milicianos orientales de caballería, 
reunidos y reclutados muy pocos días antes á las órdenes del 
Coronel ]Kivera contra mil cuatrocientos infantes de tropas 
veteranas, quinientos soldados de caballería y cuatro piezas de 
cañón, 4 las órdenes del Gteneral Pinto, desprendido de la co- 
lumna principal del Cíeneral Lecor. 

El doctor Berra, consecuente con su indisculpable espíritu 
de amenguar todo cuanto se relaciona con la defensa de la pa- 
tria hecha por Artigas, afírma en su Bosquejo Histórico que la 
columna del General Portugués Pinto se componía de mil 
fiambres de las tres armas, y la de los Orientales de 1,400 á 
1,700 hombres. 

Hemos creído oportuno rectificar estas cifras con las que 
presenta el mismo G^eneral Rivera en su importante Memoria 
antes citada, en la que, como se ha visto, predomina un espí- 
ritu de moderación y retraimiento en cuanto á los mismos he- 
chos en que él intervino, ó en que fué principal actor; lo que 



— 144 — 

hace su mejor elogio, y da un carácter de exactitud y de ver- 
dad á la narración, por más deficiente y lacónica que ésta sea 
bajo otros conceptos. 

Siendo de tanto interés todo cuanto se relaciona con esa he- 
roica campaña de India Muerta, vamos á transcribir algunos 
j)árrafos relativos á ella, no debiendo olvidarse que al abrirla, 
el. Coronel Rivera fué destacado del Cuartel General como se 
ha visto antes, solamente con cien homlresj con orden del Ge- 
neral Artigas, según lo declara este mismo en la nota al Ca- 
bildo que hemos publicado, de marchar á Maldonado, y hacer 
reuniones de milicianos, para oponerse con ellos al ejército que 
invadía por Santa Teresa, á las órdenes del General Lecor, 
fuerte de seis mil hombres de tropas veteranas, aguerridas en 
las campañas contra Napoleón en la Península. 

Oigamos al General Rivera en su sencüla relación narrar 
los principales incidentes de esa campaña : 

« En el mismo dia, el Mayor portugués Márquez regresó á 
la Angostura de Castillos, se reunió con la columna que venia 
en marcha, la cual desprendió una fuerza de mil cuatro cien- 
tos infantes, quinientos caballos y cuatro piezas de artillería 
volante, á las órdenes del Teniente General Pintos, el que se 
dirigió al arroyo del Alférez, con el designio de sorprender ó 
batir una división de mil tres cientos hombres de la patria que 
se hallaban allí á la^ órdenes del General Rivera: pero cuando 
habia pasado la columna portuguesa el arroyo de la India 
Muerta, y hecho alto en el arroyo de Sarandí, los patriotas le 
aparecieron sobre su retaguardia, y después de haberse empe- 
ñado algunas guerrillas se emprendió una batalla general que 
estuvo indecisa por mas de dos horas, al fin de las cuales, ya 
" fuera la superioridad del número por parte de los portugueses, 
ó el ser soldados veteranos, y acostumbrados á batirse, logra- 
ron vencer á los patriotas, que no escedian en número á más 



146 — 



1 



de 1,400 hombres, YÍsoños, faltos de armas y municiones, y de 
jefes qué tuviesen el conocimiento bastante en el arte de la 
guerra. 

« Así mismo el valor con que se batieron hasta lo último, 
ocasionó á, la columna vencedora no pequeño contraste, parti- 
cularmente á la caballería, pues á mas de haber perdido muer- 
tos muchos de tropa, perdieron varios jefes y otros heridos, 
especialmente en la derecha de su línea, pues esta fué envuel- 
ta y acuchillada por dos veces, pero un vivo fuego de infan- 
tería, las granadas de un obús que se hacían jugar con habili- 

^ dad y buen acierto, y las balas de tres piezas volantes, obliga- 

ron á los patriotas á ponerse en retirada, apoyándose en el 
arroyo de la India Muerta que tenían á su espalda, á distancia 
poco mas de media legua, habiendo dejado en el campo entre 
muertos y heridos 300 hombres, entre les últimos el bravo ca- 
pitán de cabaUeria don Claudio Caballero, ayudante del Ge- 
neral Rivera, y don G-erónimo Durante, que murió á los ocho 
días, y otros oficíales. 

El General Rivera permaneció con poco más de cien hom- 
bres sobre la columna vencedora, que al día siguiente de la ba- 
talla fué obligada á replegarse á la columna principal, que ya 
se hallaba en San Carlos, á las inmediaciones de Rocha. El Te- 
niente General Pintos, sufrió alguna incomodidad por las par- 
tidas del General Rivera, que durante la marcha de tres dias 
consecutivos le hostilizaban. 

« Colocada ya toda la columna del General Lecor en Rocha, 

v^ siguió su marcha hasta San Carlos: durante ella no fué incomo- 

dada y solo en su retaguardia les tomaron los patriotas ¿ un 
Capitán don Antonio Cameiro, y un Ayudante don Jacinto 
Pintos, hermano del general vencedor, y algunas ordenanzas 
que acompañaban á estos oficíales que venían del Rio Grande, 
donde habían quedado y seguían á incorporarse á la columna. 
Esta operación la efectuó un vaqueano de las fuerzas de los 

10 



— 146 — 

patriotas, Leonardo Olivera, (hoy corona del Estado de Monte- 
yideo.s) 

En otra parte de la misma Memoria agrega el Qene- 
ral Rivera lo siguiente sobre laa mismas operaciones: 

« Sin embargo, en las pnntas de MaJbaíar el general Rivera 
& los ocho días de la batalla, contaba más de 600 hombres mal 
armados, pero animosos; prueba de ello es que & los 19 días de 
la batalla da la India Muerta, destacó al comandante don Ve- 
nancio Gutiérrez, con 200 hombree, y logró destrozar una di< 
Tiüion de 300 hombres de caballería en el Sauce, á las inme- 
diaciones del pueblo de San C&rlos, donde se hallaba ya cam- 
pado el ejército enemigo. » 

Hasta aquí la Metnoña del G^enerü lüvera. 

En el propósito de dar mayor interés á estas pajinas, tras- 
cribiremos ¿ continuación una carta dirigida por el Coronel 
Márquez Souza que se halló en la batalla mandando el ala iz- 
quierda de la columna portugnesa, demostrativa del arrojo y 
denuedo de las ñierzas orientales, y en la que se hace plena 
justicia á estas, como no han querido hacerla los historiadores 
que hemos impugnado. Dicha importantísima carta se halla 
publicada en La Gaceta de Btienos Aires de Febrero de 1817, 
y DO es conocida aquí : 



Copia de la carta que se dirigió «1 Teniute Ooneral don Hamnel 
Hwrqooz Bonsa, Inatmyiadole d« U acción dada en la India 
Hnerta el 19 de Hovlsmbre del afio próximo paaado. 

Blmo. y Exmo. Señor: mi apreciado padre: como ya informé 
4 y. E. en 17 del corriente, marchó la división de la vanguar- 
dia, y dos compañías de cazadores de la segunda brigada, con 
dirección al saco del Altérez, en procura de la división enemi- 



~ 147 — 

ga¡ habiendo prímei'amente avanzaclo la primera brigada, y 
transportes al paso del Conejo, y la otra ha quedado embosca- 
da en el paso de Castillos y casa de don Francisco Pelayeej 
hasta la noche que se dio principio á la marcha. 

El 18 amanecimos cei-ca de la casa de don Antonio Souza, y 
ya encontramos partidas enemigas que se empezaron á retirar 
haciendo las mas vivas diligencias para reconocer nuestra 
fuerza, la que siempre se procuró ocultar, persiguiendo los es- 
pias, y nos fortificamos en la casa de don Manuel Santos Costa 
de la India Muerta. 

En el 1." continuamos la marcha, y pasamos el arroyo; desde 
entonces encontramos partidos, y empezamos á sufrir el tiroteo 
de sus cazadores montados: seguímos á ocupar la posición del 
puesto de la estancia de la vieja Velazquez, y entonces se reti- 
raron para el otro lado de Hanuel Patricio, para donde marcha- 
mos, ¿ hicimos alto y se mandó matar ganado para quecomieí^e 
la tropa. 

Estábamos ocupados en esto cuando el ejercito fué in(}u¡eta- 
do por sus cazadores; yá líis 11 '/e empezamos á descubrirsu 
columna que marchaba á tomamos la retaguardia; inmediata- 
mente tomamos las armas y retrogradamos á tomar posición^ 
y en cuanto pasábamos un grande pantano el enemigo ocupó 
la que le convenia: dejamos el paso cubierto por una compa- 
ñía de ca^^ores, para que las partidas que nos habían ido lla- 
mando, que se hallaban reunidas, no nos cortasen por la reta- 
guardia. (!!) 

Nuestro orden de la batalla fué el siguiente: los dos escua- 
drones de voluntarios reales del rey en el flaneo derecho: el de 
San Pablo y milicias en el izquierdo ; 4 compañías de grana- 
deros, y un obús, en el centro; y tres compañías de cazadores 
divididos en los intervalos de los escuadrones y granaderos. 

Faltaban aun algunos minutos para el modií día. Cuando 
sus cazadores montados rompieron el fuego, haciendo un tiro- 



— 148 — 

teo infernal; el que era correspondido por nnestra parte e 
zando en el mismo orden; pero pretendiendo el enemigo ce 
moa por el flanco derecho, fué cargado por uno de los escui 
ne3 de la división, el cual fué envuelto no solo por las ti 
que pretendian cercarnos, síno también por su reserva; le 
obligó á retirarse al escuadrón con una grande pérdida, 

Kntónces fué mandado el otro á apoyarlo, y uno y o) 
vieron envueltos: por nuestra pérdida puede V. E. calouli 
resistencia del enemigo; que solo después de mucha sangí 
dio á la bravura de loa escuadrones; retirándose á su de: 
y centro colocado en la casa de la vieja Velazquez; en < 
cercados se emboscaron algunas compañías de negros; é 1 
ron un fuego horroroso á los dichos escuadrones. 

La izquierda que tuve yo la honra de mandar, aunqv 
sufrió tamaña carga, no dejó de tocarle una gran parte: p: 
ramente sufrimos una porción de tiros de artillería, de lo 
fué herido levemente el sárjente mayor José Pedro Galv 
varios caballos muertos; luego después, como la compañí 
había quedado cubriendo el paso de la retaguardia, nos q 
ba ya á grande distancia, pretendió el enemigo cortarla; 
dé la mitad de mi escuadrón k apoyarla; pero siendo este 
luego cargado por una grande fuerza, púsose en retira 
como yo viese que ee aproximaban ya á su retaguardia, í 
cé yo con el otro medio escuadrón y luego que se víó apc 
el que venia en retirada, volvió sobre el enemigo, y lo c 
mos hasta obligarlo á pasar el pantano, en cuya carga i 
un soldado, y fueron baleados tres mas, y muchos caballt 
capé no sé cómo de tres que denodadamente me vinieron i 
car al frente mismo de mí escuadrón y yendo á deacarg! 
golpe sobre uno que me perseguía, sentí un grande gol 
mi brazo y hombro derecho; miré y noté que era un oficii 
iba á segundarme otro sablazo; me desvié al punto y lúe; 
dirigí sobre él, mas al mismo tiempo me vi acometido ¿ 



— 149 — 

más con lanzas; mas felizmente ya habían venido en mi auxilio 
oficíalea y soldados de mi escuadrón, y tuve la felicidad de que 
como tenia levantado el brazo, cuando recibí el sablazo, me 
llevó solo la manga de la casaca, embotándose en ella aquel, y 
así es que solo recibí un fuerte verdugón; como k este tiempo 
me apoyaron ya los cazadores, continué á perseguirlos Hasta 
arrojarlos de la posición en que se babian reunido y obligarlos 
á. pasar el rio, en cuya costa se volvieron á reunir, de ella su- 
frí un fuego vivísimo, que mató alguna gente y muchos caba- 
llos, habiendo yo tenido tres heridos; sucesivamente hubieran 
perecido muchos soldados de infantería, sí los cazadores no se 
me reúnen tan pronto con algunas compañías de granaderos y 
k marcha forzada no hubíéseúios avanzado de nuevo, dando al 
enemigo tres descargas cerradas, con las que se le obligó k po- 
nerse en fugEi, y á ocultarse por el monte alguna de su infan- 
tería. 

La caballería de la división no solopor tener causados los 
caballos, sino también por cubrir la retaguardia, quedó junto 
á la casa del puesto de Velasquez. Finalmente después de cua- 
tro horas y media de un fuego horrible conseguimos la derrota 
del enemigo; habiéndole tomado una pieza de bronce de cali- 
bre de á 3, algunas armas, y 30 prisioneros entre blancos y 



Kuestra pérdida fue considerable, en el número de los muer- 
tos se hallan el mayor Duarte, y el alférez de granaderos Oru- 
ci, estando mortalmente herido el teniente coronel Tolar, y el 
capitán Pereyra de infentería : calculo que la fuerza del ene- 
migo llegaría á X700 hombres de infantería y caballería. 

Después de concluida la acción nos pusimos en retirada; y 
ayer á la noche llegamos al campamento donde fué recibido el 



— 160 — 

general por la tropa con vivas; hoy tenemos orden para mar- 
char mañana, y tal vez podamos llegar á Eocha. 

Campamento de Chafalote. 

21 de Noviembre de 1816. 

Mamiel Márquez Sonsa. 



Aunque incidentalmente, creemos conveniente ampliar los 
informes que anteceden sobre la importante batalla de la In- 
dia Muerta, reproduciendo á continuación el juicio que el Ge- 
neral Mitre emite sobre ella (Tomo 2.** pag. 435) de su Histo^ 
ria de Bélgrano, agregando á opiniones muy justas y exac- 
tas respecto del General Rivera, algunos informes y aprecia- 
ciones que por la pueril inventiva que debe haberlos sujerido, 
aparecen como unos solemnes disparates por más que se trate 
de autorizarlos con la Información Histónca de Cáceres, 6 con 
algunas otras apuntaciones. 

Los insertamos sobre todo para que sirvan como punto de 
comparación con los informes del General Rivera, y sobre 
todo con los del mismo coronel Souza tan eminente actor en 
esa heroica acción de guerra, en que la flor del ejército portu- 
gués se batia con los vecinos recien armados de Maldonado, 
San Carlos y Rocha, organizados sobre la base de cien mili- 
cianos enviados con Rivera desde el campamento del General 
Artigas. 

El Coronel Marques, por otra parte, ratifica nuestra afirma- 
ción sobre el numero de las fuerzas portuguesas, desde 
que dá á estas cuatro escuadrones, y siete compañías de infan- 
tería, que no bajarían de 1,B00 hombres. La carta de este echa 
por tierra las necedades sobre la estrategia del General Rivera. 



— IBl — 

Hé aqni como pínt» tan arbitraríameiite el General Mitre 
•ese cuadro al carbón de los más gloriosos episodios de la re- 
sistencia oriental. 

« Las operacionees defensivas de Artigas por la parte del 
Este, no habían sido mas felices que las del Norte, la, colum- 
na de Silveira había obligado ¿ Otorgues & abandonar el Cer- 
rro-Largo, sorprendiendo poco después sus avanzadas. La co- 
lonma de don Frutos Rivera que habia salido al encuentro de 
la vanguardia de Lecor, logró, maniobrando con habilidad, 
sorprenderla en marcha. La vanguardia portuguesa no pasaba 
de 900 hombres, y la de Bivera alcanzaba á 1.400 de infante- 
na y caballeria. Era Rivera el más acreditado de los Tenien- 
tes de Artigas : valiente, sagaz, conocedor del terreno, con do- 
minio moral sobre sus subordinados, querido y respetado por 
las poblaciones, era im notable jefe de partidarios, calidades 
que tan famoso lo hicieron después ¡ pero completamente ig- 
norante en materias militares, jamás tuvo la inteligencia sufi- 
ciente para dirigir en jefe una batalla no obstante que hubie- 
se derrotado á Dorrego y á Soler en las anteriores guerras con 
los porteños en 1815. Imbuido de las salvajes ideas tácticas de 
su jefe, creyó, que habiendo conseguido sorprender al enemigo 
le bastaba formar cerco « para que no se escapase ningún por- 
tugués » (sic). El encuentro tuvo lugar en la India Muerta (el 
mismo día que Verdun era derrotado en Ibiracoy). La van- 
guardia portuguesa era mandada por el Brigadier Sebastian 
Pinto de Araujo Correa, veterano probado en la guerra de la 
Península, y su iuerza se componía de 600 infantes y 400 ca- 
ballos con una fuerza de artillerio. A la vista de la colnmna de 
Rivera, de 1.400 hombres como qneda dicho, Pinto formó en 
orden cerrado y esperó el ataque. 

Rivera, por el contrario, repitiendo mas estúpidamente aun 
la desgraciada maniobra de Artigas en Conimbé, formó su in- 
fanteria en ala, abrazando un espacio de 1600 varas, y estendió 



— 152 - 

su caballería perpendicularmente á ella, formando dos maiti 
líos en que debían ser cogídoa como por los extremos de una te 
naza, eegun los cálculos de Rivera, entregándolos enseguida 
los fuegos de la infaoteria formada en orden abierto, que darí 
cuenta de ellos. Pinto, que se apercibió de la supina ignoran 
cía de su contendor en materias militares, desprendió por si 
frente 200 cazadores, que se agazaparon en medio de los do 
martillos, dejando obrarla caballería. 

« Al mismo tiempo desprendió por derecha é izquierda do 
escuadrones de caballería de 100 hombres cada uno, los cualeí 
espada en mano apoyados por los fuegos de su única pieza d 
artillería, flanquearon los dos martillos envolviéndolos. Intro 
ducido el desorden en las filas oríontales, loa cazadores carga 
ron en pelotones, y asi fué como 900 hombres derrotaron 
1, 400, quedando Rivera al frente de poco mas de 100 hom 
brea, con los cuales continuó hostilizando valientemente ( 
enemigo vencedor. 

«Tal era el estado de la guerra en la Banda Oríental en Nc 
viembre de 1816. Ante este doloroso espectáculo el patriotií 
mo argentino no podia dejar de estremecerse. La opinión exa! 
tada, exagerando este sentimiento, y simpatizando en el fond 
mas con el caudillsge de Artigas que con la causa patríótic 
que por desgracia representaba este bárbaro, acusaba al g< 
biemo General de connivencia pasiva con los portuguese 
mientras qoe las poblaciones rebeladas del litoral lo acusaba 
públicamente de traición. 

«c Los politicoa fríos como Qarcia, panaabanque lo mejor era- 
destruir la anarquía por la mano del extrangero, librando á la- 
acción del tiempo los problemas internacionales. En medio de- 
eet© desorden de propisitos y aspiraciones negativas, no falta- 
ba qnien creyese, que la invasión era llamada por el mismo 
Artigas, para obrar de consuno contra Buenos Aires, creencia 
de que, en sus fluctuaciones, llegó á participar el mismo Direo- 



tor Fadyrredou no obstAute los ajitecedentes de que estaba en 
posesión. » 

Hasta aquí el General Mitre. 

La Hístoña escrita de este modo, y con tan risibles exajera- 
ciones dejenera en grotesco folletín. Pero ese carácter farsaico 
s© baca tanto más odioso cuando él se relaciona con nobles y 
gloriosos hechos de armas, en que los ciudadanos corrían á 
sacrificarse en defensa de la patria contra un inlcao invasor. 



El plan de defensa de Artigas. La primera con- 
tra-invasión. 



El General Artigas con su característica intrepidez y con 
una ilimitada confianza en sus soldados, tan luego como estu- 
vo perfectamente convencido de que la invasión portuguesa 
debía iniciarse de un momento á otro, perlas fuerzas que- se 
precipitaban al efecto h¿cia distintos puntos de la frontera, 
concibió y puso en práctica el plan mas audaz y decisivo que 
haría honor á tm consumado y hábil guerrero. 

Resolvió sin esperar un día ñas, tomar la ofensiva, y llevar 
la guerra al mismo territorío de la provincia de Bio Grande 
creyendo poder desconcertar asi á sos enemigos, con la es- 
peranza de batir en detalle las columnas qiie venían en mar- 
cha por distintos puntos hacía el territorio Brasilero, llamado 
de Entreríos, hacia la frontera da Rio Pardo, y hacia Misio- 
nes. 

En consecuencia, el General Artigas tomó sus medidas tra- 
tando de dar cohesión y simultaneidad al avance de todas sus 
divisiones sobre un tan grande frente, diríjiendo á los jefes de 
las fuerzas y guardias de la frontera una circnlar apercibiéndo- 
los á la lucha, como un aviso preventivo; de cuya circular se 
conoce el ejemplar siguiente diríjido al Comandante de la 
Guardia de San Luis; pero no asi la circular ordenando á los 
jefes de división el avance é internación, qne es posteríor de 
cinco días, y de la que no se conserva copia.. Dice asi la prime- 
ra circular : 

« Acabo de recibir un extraordinario de Montevideo partid* 
pandóme que del Rio de Janeiro salía en el presente mes una 
expedición con el intento de apoderarse de la Banda Oriental. 



— 156 — 

« En consecaencia de este preparativo, es forzoso que en 
nuestra frontera se experimenten los primeros movimieiitos. 

« Usted debe ejercer la mayor vigilancia, reuniendo todo el 
vecindario de esa guardia, evitando cualquier sopresa en par- 
ticular sobre las caballadas. 

« Usted no ignora que aun durante la paz nos hacen una 
gnerra sorda, y por lo tanto ahora multiplicarán sus esfuerzos 
y atentados, y principiarán á perjudicamos en cuanto puedan: 
asi es que es preciso que usted tenga su gente pronta para 
cualquier tentativa ; y á los que tome, escarmiéntelos. 

«Igualmente, que se mantenga firme Y. en osa guardia 
mientras tanto se toman providencias en todos los puntos pa- 
ra combatir los esfuerzos del enemigo envidioso siempre do 
nuestras glorias, y perturbador de nuestra felicidad y sosiego. 

Con el mismo fin escribo al Comandante don Antonio de los 
Santos, al que encargo lo mismo, animado por el deseo de que 
todos se presenten á hacer esfuerzos dignos de nuestra gran- 
deza. 

Saludo á Vd. con m¡ mas sincero afecto. 

Cuartel General, 27 de Junio de 1816. 

José Aiiigas.íi 
Al Comandante de la Guardia de San Luis.» 



Sobre esa campaña de contra-invasión tan poco conocida, 31 
de la cual apenas se tienen algunos detalles trasmitidos poi 
enemigos del general .artigas, ó adulterados por sus detrac- 
tores, sobre las tres funestas derrotas de Conimbé, de San Eor- 
ja y de Ibiracoahy, el 3, 19 y 27 de Octubre de 1816, hemos 
creído que interesará á nuestros lectores conocer la opinión 



— 157 — 

de un testigo ocnlar que narra los acontecin 
y que por lo mismo de formar entonces part 
tugues, debe ser considerado en sus opin 
flospechoso. 

Nos referimos á la Memoria de Ja campañi 
en 1817 por el capitán Paulista Moraes Lara 
te con la legión de San Pablo en todos los p 
de esa guerra. 

Por la trascripción que vamos á hacer d 
advertirá cuan próximo estuvo Artigas á -v 
cálculos estratégicos en la contra-invasión c 
buen éxito habría dado sin duda un giro del 
la guerra, y habiUt&dolo para sacar de aque 
los elementos necesarios, que reunidos á lo: 
Oriental y sus aliadas habrian bastado para 
columna del general Lecor, y reconquistar á 

Aunque no sea este el lugar oportuno pan 
que deberíamos reservar para la historia ort 
ca, creemos así mismo que ademas de su ini 
ve ella eficazmente á nuestro objeto de com] 
des militares del gran caudillo, evidenciadas 
de esa lucha, en la que tres años más tarde s 
acción de Guirapoitá, arrancar un último '. 
portugués, derrotando uno de sus más aver 
el mariscal Abreu. 

Dice así Moráes Lara : 

« Al conocimiento de una guardia portug 
tenido de aquella circular de Artigas, la c 
de ella al conocimiento del Gobierno res] 
otras comunicaciones obtenidas de individu' 
loa cuales a© descubrió el jjían de invasión j)i 



— 1B8 — 

gas, el cual debía practicarse por varios puntos de la linea de las 
fronteras, como después se efectuó^ según más adelante se verá. 

« El Marqués de Alégrete, Gobernador y Capitán General 
de la Capitanía de "Rio Grande de San Pedro del Sud, que has- 
ta entonces no había recibido orden ó participación alguna de 
Rio de Janeiro sobre la entrada de las tropas portuguesas en 
la provincia de Montevideo, y por lo tanto ignoraba si esa en- 
trada debía ser por las fronteras de su Capitanía, desconfiando 
al mismo tiempo de la reunión de tropas artiguistas sobre la 
linea de límites en las fronteras de Misiones y Rio Pardo, no 
podía decidir sobre la disposición de sus tropas, pues ignoraba 
si una parte de ellas auxiliaría las operaciones de las que ve- 
nían de Rio Janeiro (como su]>onia y como más adelante le ñié 
ordenado): con todo, teniendo ya en las guardias y puestos de 
la frontera de la Capitanía parte de sus fuerzas, y teniendo co- 
nocimiento de los referidos proyectos de invasión en el terri- 
torio portugués (1), decidióse á abrir la campaña movilizando 
las tropas que quedaban en el interior de la Capitanía, deján- 
dolas bajo las órdenes del teniente general Joaquín Javier Cu- 
rado, que asumió la responsabilidad de la frontera del Rio Par- 
do (laque comprende la del distrito brasilero de Entrerios) pa- 
ra desde allí prestar sus auxilios á la provincia de Misiones, 
encargada al brigadier Francisco das Chagas Santos. 



(1) El oficio ú orden que en circular pasó Artigas está fechado el 27 de 
Jimio, pero llegó al conocimiento del Gobierno Portugués en Julio, así 
como las noticias acerca de los proyectos de invasión de Artigas, que 
hasta entonces eran un secreto. La división del General Lecor llegó á 
Santa Catalina en el mismo mes de Julio, y cuando el Capitán General 
del Rio Grande vino á saberlo y á recibir las órdenes reales sobre los au- 
xilios que debia prestar para aquella expedición, fué cuando tuvo que 
acudir á las fronteros de la Capitanía, parte de las cuales estaban ya m- 
vadidas por Artigas. 

Nota de Moraes. 



— 159 — 

« En efect \ en Jnlio de 1816 pusiéronse en marcha para las 
mencionadas fronteras de Rio Pardo y Misiones, la infanteria y 
ertilleria de la Lejion de San Pablo, el regimiento de drago- 
nes, el primer Eegimiento de Milicianos á caballo de la Capi- 
tanía, y dos escuadrones del tercer regimiento de Milicianos de 
la miama arma; allí se encontraba ya el regimiento de infante- 
ría de la Isla de Santa Catalina, que marchaba hacia Misiones^ 
dos escuadrones de caballería de la Ijegíon, dos escuadrones de 
voluntarios milicianos de Éntrenos, (en el Sio Crande) las gue- 
rrillas del míñno distrito, y otras tropas que la cubrían ; mas 
al tiempo de verificarse estos movimienios ya estaba una parte del 
territorio de Éntrenos invadida por d enemigo que hacia toda 
clase de Itostílidades, sin esceptuar el incendio y la destrucción 
de los establecimientos y propiedades rurales. 

« Artigas con un cuerpo de más de mil hombres se había apro- 
ximado á la Guardia de Santa Ana sobre la costa dd Rio Ciia- 
reitn: Verdwn con otro aierpo de tropas poco menor, ocupaha la 
costa dd mismo rio á 18 leguas <á>aJo, poco más t únenos, y desde 
esfos dos puntos hadan frecuentes incursiones al teii-itorio de 
Entre Sios. Andrés Artigas, entre tanto, mardiaba con casi 
2,000 homhres á sitiar él pililo de San Francisco de Borja en 
Misiones, é invadir aqudla Provincia, al mismo tiempo que Só- 
ido debía pasar d Vniguay en el distñto de Entre Bios, para 
desde allí invadir la misma Provincia, reforzar & Andrés Arti- 
gas para apoderarse éste de toda día, y Uevar después sus tropas 
(d interior- de la Capitanía, uniéndose con las de Artigas y las de 
Verdtim que habían de entrar por d territorio hrasilero de En- 
tre Ríos, y apoderarse de él hasta d Rio de Santa María, en 
donde pretendía Aitigas defenderse cubriendo con sus tropas el 
territo7Ío que espei-ala conquistar supuesto que encontrase allí 
tropas portuguesas. 

« Tal erad proyecto de invasión del enemigo, lien combinado 
por cierto, y que le prometía hien resultado, pues las fuerzas por- 



_ 160 — 

higuesas que aihrían la frontera no eran su fidentes para re 
zar tantas tropas, y la conducta pacifica hasta entonces de 
bas partes que debía tener completamente tranquilo el ái 
de loa Portugueses habitantes de aquellos territoiios y di 
tropas que los guarnecían, que no estaban enterados de laE 
tenciones ó miras de su gobierno ni de los planes del enem 
aseguraba á los insurgentes una completa sorpresa. 

« Pero no sucedió como esperaban, porque los Con 
dantes de las guardias junto & la línea de límites, en el dist 
de Éntrenos se retiraron de sua puntea fijos; y haciendo i 
rar también á todos los habitantes de aquel territorio háoia el 
interior de la Capitanía (llevando consigo cuanto era móvil y 
podían conducir) se reunieron en gruesas partidas aumentadas 
con los paisanos armadoa que se les incorporaban, y con ellas 
hicieran tal guerra á laa columnas de Verdum y Artigas, que 
sns fuerzas destacadas para hostilizar y talar la campaña, no 
podían siempre hacerlo impunemente, y no pudieron avanzar 
hacía el interior de aquel distrito sino tinas seis ó aíete leguas. 

« En estas guerrillas y partidas principió i. distinguirse el 
Teniente Coronel José de Abren, Comandante entonces de 
los escuadronea y distrito del mencionado terrritorio de Entre 
Bríos; otroa oficiales también distinguiéronse mucho entonces, 
y entre ellos se hizo muy notable la conducta valerosa del Ca- 
pitán de müicias Jnan Hachado Betancourt, Comandante 
del distrito vecino de San Diego, « 

Hasta aqui la Memoria de Moraes Lara, de la cual nos ocu- 
pamos extensamente en el cuerpo de esta obra; con cuyo tes- 
timonio, como enemigo de Artigas, y como testigo ocular, he- 
mos querido demostrar la inexactitud de los detractores del 
Oeneral Artigas, que le han negado hasta la menor compe- 
tencia como militar. 

Vamos ahora á hacer valer en el mismo sentido favorable i 
esa competencia militar del gefe Oriental, y al excelente plan de 



— 161 — 

oontra -invasión que se propuso llevar á cabo para contrarestar 
la invasión portuguesa c^ue se Hacia sobre Cerro-Largo y Mal- 
donado, las opiniones del General Mitre en su Sistorieude Bel- 
grano, que aunque tan parciales en su incurable aversión á 
Artigas, no pueden menos, asi mismo, de mostrarse laudatorias 
ante la intrepidez y la destreza del plan de campaña iniciado 
por el Protector de los Pueblos Libres. 

El General Mitre en sus afinidades de académico veterano, 
y por mas que el se haya inspirado frecuentemente en los 
grandes maestros de la ciencia militar, no ha podido resistirse 
á encomiar aquel grande acto de audacia, y ápesar de que acumu- 
la cargos y denuestos contra el caudillo, y rebaja el nivel moral 
de sus gefes, ó los presenta á uno y otros bajo odiosos rasgos, 
no puede menos de parecer lamentar que la suerte de la guerra 
hubiera sidole adversa al defensor de la independencia Orien- 
tal. 

Sin embargo, nadie á este respecto ha debido ser menos se- 
vero y exijente que Mitre como historiador, pues á pesar de sa 
indisputable talento estratejico, de su ejemplar serenidad é in- 
trepidez, y de la superioridad y abundancia de los elementos 
de guerra de que siempre pudo disponer como General, todas 
las batallan dadas por el en tierra Argentina desde Sierra Chi- 
ca hasta la Verde, ó han resultado en tremendas derrotas, 6 
han sido victorias tan confusas y dudosas que han dejado per- 
dida y dispersada la mitad de su ejército. 

Asi mismo se leerá con verdadero interés la exposición que 
tan lucidamente hace el General del plan del General Artigas, 
limitándonos nosotros, dado el carácter deductivo de este Estu- 
dio, á establecer y demostrar el hecho, de que aquel plan 
revelaba en Artigas grandes dotes de inteligencia y de cora- 
zón ; y que mal que pese á sus mas violentos detractores, el 
caudillo militar que lo ponia on práctica habría podido salvar 
á su paifl de la conquista, si la guerra que en seguida le decía- 



^ — 162 — 

ró Paeyrredon no le hubiese arrebatado ó esterilizado los re- 
cursos y elementos de guerra que pr^isaba para alcanzar un. 
último y definitivo triunfo. 

Hé aquí como describe Mitre ese primer periodo de la glo- 
riosa guerra de la Independencia contra los Portugueses: 

«c Mientras el Congreso argentino y el Director supremo dis- 
cutían, á trescientas leguas de distancia uno de otro, sobre 
instrucciones diplomáticas, que en definitiva tendían á fundar 
una monarquía imposible en el E^io de la Plata, las hostiUda* 
des se rompían sobre la frontera de la Banda Oriental. La 
vanguardia de Lecor, partiendo del territorio del Rio Gran- 
de, se apoderaba en Agosto de 1816 del fuerte de Santa Te» 
resa, situado entre el Sio de la Plata y el Lago Merin, den- 
tro de los limites argentinos. Otra columna de 2,000 Biogran- 
deses invadía por el Cerro Largo á las órdenes del General 
Silveira, en combinación con Lecor. Al mismo tiempo se reu- 
nieron las fuerzas de San Pablo y San Pedro del Sud, sobre 
la linea del Bio Pardo, en número de más de 2,000 hombres^ 
al mando del General Curado, y se destacaban partidas d& 
observación sobre el Alto Uruguay en el territorio de las Mi- 
siones Orientales. De este modo, el BrasU establecía sobre su 
frontera del Sur, un ejército de cerca de 10.000 hombres, cuya 
linea se estendia desde Santa Teresa sobre el Plata basta las 
Misiones sobre el Uruguay. 

« Artigas por su parte, oportunamente prevenido de la in- 
vasión, babia tomado sus medidas para contrarestarla, trazán- 
dose un plan de campaña, verdaderamente atrevido, y qtie bien 
desenvuelto con mejo^^es elementos y más pericia, pudo y debió dar 
sus resultados. 

Este plan era nada menos que d de Sdpion él Africwno, htts^ 
cando la salvación de Roma en Cartago ; pero las ha/ndas Arti^ 
güeñas no eran las legiones Bomanas^ y Artigas como gefe de 
partidarios, no llegaba ni al tobillo de Güines según vá á verse» 



— 16S — 

« Desde el mes de Enero de 1816, Artigas, en previsión de 
una iüTasíon portuguesa, habia puesto en estado de defensa 
las Misiones occidentales sobre el alto Uruguay, ( 1 ) de las 
c[ue era Gobernador un indio misionero llamado Andrés Ghia- 
cnrari, á c[uíen habia bautizado con su nombre, haciendo d« él 
un hijo adoptivo y convirti4ndolo en uno do los generales de 
su ejército. 

Este indio, conocido en la historia con el nombre de Andre- 
sito, era el que habia subyugado á Corrientes y gobernaba el 
territorio que se extiende entre el Paraná y el Ui-uguay, limi- 
tado al norte por el Paraguay y al sur por el Guayqmraró y 
Mocoretá. por la parte de Entrerios. En Marzo del mismo año 
le escribía Artigas: « Ko hay que vivir descuidados, cuando 
los portugueses no se duermen. Sus movimientos son muy sos- 
pechosos, y nunca debemos esperar á qne nos sorprendan. Si 
ellos se preparan á hacer tentativa por algún lado, es preciso 
roftaWes /a vMeífíí y entrarles por otro. Lo qne interesa en ese 
caso es pasar el Uruguay por arriba del Ibicuy y entrar en sus 
poblaciones » (2). En el mes de Junio cuando las fuerzas de Le- 
cor empezaron ¿ reconcentrarse en Santa Oatalloa, hizo dar la 
voz de alarma por medio de una proclama espedida por el Ca- 
bildo de Montevideo, segnn queda dicho, levantándose á sa 
voz el país en masa. Inmediatamente empozó á enviar arma- 
mento y municiones de infantería á Andresito, organizando 
una ilotüla de embarcaciones menores armadas en guerra, con 
el objeto de dominar el rio y facilitar el pasaje de las tropas ¿ 
territorio brasilero. Al mismo tiempo disponía, que el alférez 
don Fantaleon Sotelo con 4 soldados fuese á organizar una di- 



(1) Oficio de Artigas & Andresito de 18 de Enero de 1817. M. a en 
nuestro Archivo. 

(2) Oficio de Artigas & Andresito de 26 de Enero d« 1816. M. S. en nues- 
tro arcliivo. 



— 164 — 

visión de indios misioneros en Yapeyú, con el objeto de inva- 
dir por su frente, á la vez que Andresito á la cabeza de 2,000 
hombres lo vei-üicase Ibicuy arriba. 

.<íío hemos de aguardar á que ellos precisamente nos ata- 
quen, escribía Artigas, Debemos penetrar á su territorio, á cu- 
yo fin estoy tomando mis providencias, para dar un golpe ma- 
estro y decisivo. De lo contrarío el Portugal se nos echa encima 
y nos acabará de arruinar.» En Julio, dispuso que una división 
entreriana como de 600 á 700 hombres, que al mando del co- 
mandante Verdun (entreriano) se hallaba en el Arroyo de la 
China, marchase hasta Mandisovi, con el objeto de remontar 
el Uruguay por su margen derecha y atravesarlo mas arriba 
del Arapey para cubrir la linea del Cuareim, y concurrir así al 
movimiento de Andresito y Sotelo, 

« Simultáneamente con estos movimientos preparatorios 
destacó Artigas á dos de sus principales tenientes sobre la fron- 
tera del Este, en actitud defensiva. Don Frutos Rivera, el maa 
capaz y el más humí^no de sus jefes, salió al encuentro de la di- 
visión de Lecor á la cabeza de una columna de 1.400 ál.BOO 
hombres. Don Fernando Otorgues, el más bárbaro y cruel de 
sus caudillos, que contrabalanceaba hasta cierto punto su in- 
fluencia sobre las masas por medio del terrorismo, marchó al 
frente de 800 á 900 hombres á colocarse frente á la columna 
brasilera de Silveyra, que amenazaba al Cerro-Largo. 

« Artigas por su parte á la cabeza de una división de poco 
más de 1000 hombres, se ponía en marcha para ocupar la linea 
del Cuareim, concurriendo á los movimientos ofensivos sobre el 
territorio brasilero. 

En esta actitud Andresito debía atacar á San Borja capital 
de los siete pueblos de las Misiones orientales, invadiendo So- 
telo frente ¿ Yapeyú, y Verdun por el Cuarein, con orden de 
abrir comunicaciones entre sí todas estas fuerzas, reuniéndose 
todas ellas sobre Santa María, y amenazando la linea del Rio, 



— 166 - - 

Pardo, & retagaardia de las fuerzas enemigas. De este mo- 
do, al iniciarse la invasión portuguesa, Artigas podia dispo- 
ner de un ejército de 6500 a 7000 hombres, sin contar una di- 
YÍaion de 1200 hombres, q^ue al mismo tiempo se organizaba 
en Corrientes, y de una reserva mayor aun, que tenia pronta 
en Entre Rios, todo lo cual formaba un total de cerca de 9000 
hombres, que bien dirijidoí', y sobre todo, combinándose con 
las fuerzas de Buenos Aires, habrían hecho imposible la inva- 
sión portuguesa. 

« El plan de Artigas, teOrkmiiitnte considerado, haría honor á 
cualquier general. Era, no sólo atrcrido en el sentido da la ofen- 
siva, sino tandiien pmdenfe en el sentido de la ofensiva. Inva- 
diendo las Misiones Orientales por el Uruguay y el Cnareiin, se 
2>osesionaba de un to-ritoño que imjj03ihilit(d>a la invasión portu- 
guesa i)or la frontera norte, á la ves que amagaba la invasión dd 
Este por la espalda, pudiendo levantar en los siete piidJlos una 
fuerza de 1000 & loOO misioneros, que unidos & las divisiones de 
Andresito, Sotelo, Vordum y la suya j^ropia (sin contar las de 
Rivera y Otorgues, ni las de Entre Rios y Corrientes,) podrían 
formar una masa de más de cinco mil hombres, fuerza dos veces 
superior á todas las qiie d enemigo j'odia presentar por el Río 
Pardo, Aun suponiendo que este movimiento no hiciera desistir (í 
los portugueses de su intento, se colócala en aptitud de batir á las 
fuerzas de Rio Pardo, consérvala el dominio continuo de la parte 
más impoHante dd- pais, sin perder su liase de operaciones que 
ensanchaba, mantenía libre sus comimicadones con Entre Rios y 
Corrientes, dominaba, el Rio Uruguay, se atbría con la barrera 
del Rio Negro, y podía sostener en todo caso una guerra de par- 
tidarios con igual número de fuerzas invasoras. 

«Pero este plan,ooncebido por instinto, (!)era6uperior ala in- 
teligencia de Artigas y de sus tenientes, y careciendo de una 
base segura cual era la conservación de la plaza de Montevi- 
deo, debia dar los resultados desastrosos que dio. 



— 166 — 

Los portugueses por su parte, tenían en las tropas euro- 
peas soldados mejores que los de Artíga.s, y en las milicias 
de Rio Grande y de San Pablo, montoneros tan ginetes y tan 
valientes como los de Artigas en la guerra de partidarios. Si 
lien la inteligencia de Lecor como general no escedia en m línea 
ala de AHigas (según él juicio de sus compatriotas y como lo ¿6- 
mostrd en el atrso de la ca:iipaña) las divisiones portuguesas 
eran mandadas por jefes superiores á Andresito, Sotelo, Verdun, 
Rivera y Otorgues, no faltando entre ellos hombres del mismo 
temple, tratándose de bárbaras represalias según se verá más 
adelante. 

'< Iniciada la invasión en Agosto de 1816 por la Angostu- 
ra y el Carro Largo, Artigas empezó á ejecutar el plan pre- 
parado en el transcurso de seis meses, el cual basta entonces 
no había sido penetrado por el enemigo. 

« Los portugueses han avanzado ya al Cerro Largo, escri- 
bía á Andresito. Es preciso que cuanto antes empiezo Vd. á 
hostilizarlos, aunque apure sus movimientos antes del día pre- 
fijado (que era el 12 de Setiembre de 1816) pues yó apenas 
llegue, ya empiezo á romper el fuego.» 

« En consecuencia, en los primeros dias de Setiembre, An- 
dresito invadió las Misiones Orientales á la cabeza de 2^000 
hombres. Sotelo, auxiliado por la escuadrilla se dispuso á se- 
gundarlo con 400 á BOO hombres. Artigas con sus 1,000 hom- 
bres, se situaba en el paso de Santa Ana sobre el Cuareim, y 
Verdun con cerca de 700 hombres se colocaba sobre la misma 
linea diez y ocho leguas mas abajo, avanzando sus esploracio- 
nes sobre el territorio enemigo. 

«El General Curado (el mismo que hemos visto figurar en 
1808, como negociador con Líniers) á la. sazón jefe de la fron- 
tera del Rio Pardo; se ocupaba en tomar medidas preventivas 
para concurrir á la invasión de las tropas portuguesas por el 
norte, cuando tuvo lugar la irrupción de las bandas de Artigas 



— 16T — 

«obre su propio territorio. Por Bcaso, hatia destacado al briga- 
^er Francisco das Chagas Santos al frente de una división de 
Paulistas, OatalJnetas y Rio Gxandensea (próximamente 400 & 
600 hombres) con el objeto de probejer el flanco por el Alto 
ümgnay, defendiendo los siete pueblos de las Misiones Oríen* 
tales. A esto se debió qne el movimiento de Andresito y Sotó- 
lo no snertiese efecto, según se verá. Curado, oompletamen» 
te sorprendido, se reconcentró en Santa Maria, panto céntrico 
j convergente de las columnas espedicionarias de Artigas, y 
destacó sobre el Cnareim dos de sns divisiones al mando del 
brigadier Oosta Correa Bebello y del comandante Abren con 
el objeto de hacer frente á Sotelo y Yerdun, avanzando él i 
■SU vez hasta Ibirapuitá chico. Yerdun á su vez, invadiendo 
resueltamente el territorio enemigo, apoyado por Artigas, que 
había ocupado la margen derecha del Cuareim; maniobraba en 
el sentido de. cortar su retirada á Correa Bebello y Abreu, pro- 
curando tomar la retaguardia de Curado, ocupando á Santa 
Maria y abriendo sus comunicaciones con Sotelo y Andreeito. 

<c Apercibido Curado de su intento, llamó á. si la columna 
de Correa Bebello, después de reforzar con ana parte de ella 
& la de Abreu, quien qnectó de este modo dominando la mar- 
gen izquierda del ITragnl^ desde el Cuareim al Ibicny, á la 
cabeza de una división de 650 á 700 hombres de las tres armas. 

« Sotelo, protegido por la escuadrilla mandada por Yeg^ 
bandeó el TTruguay desde Yapeyú y tomó tierra á inmedia- 
ción de la boca del Ibicui en 20 de Setiembre. Abreu acudió 
en defensa del territorio invadido, y lo rechazó por dos oca- 
siones (el 21 y 23 de Setiembre) cañoneando la escuadrilla y 
obligándolo á repasar el rio, impidiéndole ponerse en contac- 
to con Yerdun.. Sotelo, viendo malograda su operación, se co- 
rrió por la marjen derecha del Uruguy, con el objeto de atra- 
vesar el rio mas arriba de la barra del Ibicuy, como lo verifi- 
có, buscando ponerse en comunicación con Andresíto. 



- 168 — 

« Mientras tanto, Abreu marchó sin pérdida de tiemp 
protección de las Misiones orientales atacadas por Andre 
y el 27 de Setiembre as encentró su vanguardia cun la de 
telo, teniendo higar algunas escaramuzas. El 3 de Octubn 
taba la columna de Abreu sobre San Borja capital de los 
te pueblos, que se hallaba sitiada por el ejército de Andre 
y á punto de sucumbir, 

« La invasión de Andresito á los siete pueblos, habia 
precedida por el levantamiento de los indios de la comí 
que simpatizaban con sus hermanos de occidente y odiabí 
dominio portugués, sublevándose casi en masa un regimí 
de naturales que se pasó á los invasores. El brigadier Chs 
apenas tuvo tiempo de encerrai-se en San Borja con poco 
de 200 hombres de infanteria. Andresito marchó sobre él 
cendiando y talando todo en su camino, y puso sitio á la 
dad. Chagas rechazó enérgicamente los ataques que los m 
ñeros llevaron sobre sus trincheras, pero habría sucumbic 
fin sin el oportuno auxilio de Abreu, En sus intimaciones 
cia Andresito á Chagas : «Rinda V. S. las armas y entregí 
« último pueblo que me falta, pues vengo á rescatarlo, nc 
« hiendo otro fin que me mueva á derramar la última 
« de sangre, sino nuestro suelo nativo, quitado con toda i, 
«minia en 1801, pues estos territorios son de los natuí 
«misioneros, á quienes corresponde de derecho gobema 
« siendo tan libres como las demás naaiones.» 

A la aproximación do la columna de Abreu, Andresitc 
levantar el sitio de San Sorja, hizo salir á su encuentro mitu 
división de 800 hombres de caballería. 

Abreu desplegó su linea y marchó d© frente sobre el grueso 
de las fueraas sitiadoras, á las que derrotó completamente, con 
insignificante pérdida por su parte, matando ó aprísionando 
más de 500 misioneros, tomándoles un cañón, y obligando á 
Andresito á repasar en derrota el Uruguay. 



— 169 — 

« Restaurado de este modo el territorio de las Misiones 
orientales, Curado se resolvió á atacar á Verdun, que se habia 
internado al territorio brasilero y se hallaba situado en Ibira- 
ooy. El brigadier Juan de Dios Mena Barrete, á la cabeza de 
una división de más de 500 hombres con dos piezas de artille- 
ría, marchó en su busca, y lo derrotó completamente el 19 de 
Octubre, causándole una pérdida de más de un tercio de su 
fuerza entre heridos, muertos y prisioneros, y le obligó á re- 
plegarse al terrijiorio Oriental. 

« Inmediatamente, una columna como de 800 á 900 hombres, 
al mando del Brigadier Joaquin de Oliveira Alvarez, mar- 
chó sobre Artigas, que con mas de 1,200 hombres de infante- 
ría y caballería se hallaba sobro la margen del Cuareim, en 
terrítorio brasilero, esperando el desenvolvimiento de su plan 
para obrar en consecuencia. El 27 de Octubre fué atacado Ar- 
tigas en su campo de Carumbó. Este caudillo, jamas habia 
mandado una batalla, pues en el combate de las Piedras (úni- 
co en que se hubiese encontrado en su vida) sus disposiciones, 
en nada influyeron en el éxito ( !! ) 

« En su ignorancia de la guerra, y en su necia vanidad 
creia, empero, haber inventado una táctica, con la cual debía 
vencer Hnfaliblemente á los portugueses, de modo que no se 
escapase ni un solo enemigo da caer prísionero. Este secreto 
consistía, en abrazar en el orden abierto un gran espacio de 
terreno, circundando en todas partes al enemigo. Asi es que 
teniendo como BOO hombres de infantería, sobre esta base, que 
consideró inconmovible, prolongó por derecha é izquierda su 
caballería, formando un vasto circulo como los indios pampas. 
Aunque sus tropas pelearon valientemente, el resultado fué la 
más completa derrot^a, perdiendo cerca de un tercio de su 
fuerza entre muertos y prísioneros, mientras que los portu- 
gueses solo perdieron setenta hombres. Artigas en derrota se 
refugió al terrítorío oriental, lo mismo que Verdun, que- 



— 170 — 
completamente desbaratado sn gran plan de cas 

, después de rechazar la invasión, se mantuvo p< 
) en el territorio brasilero, donde organizó nn ej¿ 

hombres con 11 cañones, esperando el momeni 
) entrar nnevamente en campaña. » 

ui el (General Mitre. 

ver ahora como el doctor líopez, con su verboi 
:n acerba mordacidad contra Artigas, describe ei 
L de contra-invaeion, combinado por éste, coinc 
lucha parte con las opiniones de Mitre, y son 
;uadro de esos mal conocidos combates con la mi: 
animosidad contra los defensores del territori 

)! mes de Junio de 1816, (dice) se supo, como hem< 
que los Portugueses enviaban á Santa Catalina ui 
diez mil hombres, con fuerzas marítimas, para invi 
ario oriental del Uruguay por la provincia de K: 

formado de esto, Artigas, despachó, el 27 d9l rnien 
uis urgentes ¿ Éntrenos, á Corrientes, y á todf 

1 de las fronteras, para que reuniesen sns división* 
nbien que en Montevideo y en los demás puebh 
irpos de infantería, y que los dirigiesen inmediatc 
ar^'m frente á Santa Ana; para donde él mismo se di- 
L campamento general. Puesto en este movimiento, 
guerrillero Verdum fuese ¿ situarse con las divi- 
^rianas sobre la linea del mismo Kio Giar^in, 
leguas mas abajo de Santa Ana, en comunica- 
comandante Sotelo que ya ocupaba también 

ite un punto avanzado en la parte occidental del 



— 171 — 

Uruguay. Dos divisiones oorrentinas que pasaban de 2, 500 
hombres^ al mando de Andresito (indio guaraní á quien Artigas 
habia dado su apellido) recibieron orden de correrse sobre el 
Alto Uruguay para caer de improviso oportunamente, por el 
Este, sobre las Misiones, y para apoderarse del pueblo de San 
JBorja que era la capital de la Provincia. Artigas tenia, como 
se vé, la resolución de llevar la guerra al territorio enemigo, 
■de expulsar á los Portugueses del Alto Uruguay, atacar á San 
Pablo, y entrar á Bio Grande por la retaguardia de los invaso- 
res, para obligarlos á retroceder, en auxilio de sus propias 
provincias y desocupando ¿ la Banda Oriental. 

El proyecto, aunque atrevido, era absurdo en si mismo; 
pues era evidente que aun cuando hubiera logrado sus prime- 
ros intentos, no quedaba menos expuesto á ser batido por el 
ejército invasor en Rio Grande que en el Estado Oriental, 
puesto que no podia contar con posesionarse de las provincias 
brasileras; y al fin y al cabo^ sus fuerzas tenian que quedar 
inutilizadas para la^defensa de su país quA era lo único recto y 
juicioso. 

Cuando Artigas supo que la expedición del general Lecor 
entraba en la banda Oriental por Cerro Largo, soltó sus Bandas 
sobre las fronteras; y Había procedido con tan rara y singular 
reserva, que incendiaba y talaba el país enemigo sin que na- 
die le hubiera sentido antes por aquellos lados solitarios del 
Alto Uruguay, Los habitantes verdaderamente sorprendi- 
dos con este brusco ataque, se retiraron despavoridos al in- 
terior ; y como al fin ellos eran tan montoneros como los gau- 
chos orientales, apelaban también a la guerra de recursos y de 
partidas, mientras los gefes hacían esfuerzos consiguientes 
para reunir fuerzas sólidas y para poner en acción sus medios 
de defensa. 

El Coronel Abreu logró en efecto reunir una división; al 
mismo tiempo que el General Curado, reconcentrando las fuer- 




— 172 — 

zas de Eh Pardo, venía también á situarse en lhirainiitan-ch 
co para cubrir la margen izquierda del Uruguay. 

« En los primeros encuentros, aunque puramente parcialí 
las divisioneo de Artigas hablan triunfado por todas partes; 
puede señalarse como reñido y sangriento el combate de San 
Ana. La posición de las fuerzas portuguesas era apurada. Ve 
dun, atravesando el Ciiarahim, se habia situado en Ihiracoa 
con esto no solo apoyaba por su izquierda las fuerzas de Á\ 
dresito que habian entrado á Misiones y que sitiaban á Se 
Borja, sino que se ponía en aptitud de flanquear por su der 
cha al General Curado, avanzando hasta Sania María para qi 
Artigas lo embistiese por el frente. Con esta operación qued. 
ba cortado también el Coronel Abreu que procuraba socorT' 
á San Borja. 

Pero por desgracia, Verdum, cuya posición era tan vent 
josa, no supo ó no ¡ludo impedir que lina División veterana < 
800 hombres de infantería y cinco cañones, al mando del Br 
gadier Costa, se incorporase con el General Curado; y habie: 
do recobrado el general portugués una efectiva superioridt 
con esa incorporación, pudo reforzar al coronel Abreu pa 
que cayese sobre Sotelo y para que marchase rápidamente s 
bre ÁJidresito. El uno y el otro fueron en efecto derrotadí 
La caballería de Artigas tuvo que huir desbandada por el p 
so del Batiiy; parte de la infantería se salvó pasando á la má 
gen occidental del Uruguay por el frente de San Borja; y 
famosa invasión de Misiones acabó así por «n completo desc 
labro, como era natural que sucediese dadas las cabezas que 
habian tomado á su cargo tan arríesgada operación de guerra. 
Al favor de estas ventajas el general Curado lanzó al briga- 
dier Barrete con una fuerte columna, para que sorprendiese- 
ó atacase á Verdnm; y consiguió en efecto destrozarlo comple- 
tamente sobre el rio Ibiracoay el 19 de Octubre de 1816. Se 
cuenta que los portugueBes ejetutaron en aquel encuentro ac- 



— 173 — 

tos atroces contra los prisioneros, y contra las mujeres que 
siempre seguian en grande cantidad los grupos que Artigas 
llamaba enfáticamente Mi Ejército. 

« Estas montoneras eran, como se vé, de poquísima consisten- 
cia para invadir y ocupar un país enemigo, para quien no conta- 
ba con el apoyo de un ejército verdadero y bien dirigido, para 
operar con solidez y para conservar el terreno avanzando con 
movimiento estratégicos, y ptidiera producir otra cosa que un 
grande descalabro. Pero Artigas, en su absoluta ignorancia de 
lo quo eran las operaciones de la guerra sobre una escala for- 
mal, se habia figurado que era lo mismo invadir un país enemi- 
go que giien-ear en su propia tierra, con grupos libres, contra 
íiierzas aisladas y divisiones pequeñas, que á cada instante se 
veían traicionadas, aorprenáidas, flanqueadas, y circundadas, 
por la vaqaia y por la iniciativa propia con que cada montone- 
ro es grande estratéjico en sus pagos: y hasta tenia la ridicula 
pretensión de haber inventado un táctica nueva de líneas se- 
micirculares con otras pamplinas propias de su tonta infatua- 
ción y cortos alcances.» 

Hasta aqoi el Don López. 

Prescindamos ahora de las opiniones del Dor. López sobre el 
plan de contra-invasión del Q-eneral Artigas y sus defectos ó 
impracticabilidad, sin detenerse un momento sobre la magni- 
tud de esa empresa, sobre la insuficiencia de sus elementos; 
sobre la fuerza y el heroísmo con que fué ensayada; ni sobre 
la injustificada crueldad conque los portugueses y brasileros 
llevaron adelante esa guerra de esterminio; todo lo cual para 
©1 rencoroso narrador parece ser de ningún interés ni impor- 
tancia. 

Vamos á dedicar en seguida algunas consideraciones so- 
bre la forma parcialísíma también con que el General Mitre 



— 174 — 

encara esos admirables hechos, y los empequeñece y amengua 
ó altera en su trascendencia y en sus consecuencias positivas. 

El General Mitre^ como guerrero, como estratégico experi- 
mentado, como jefe imperturbable en los combates, debe 
considerarse sin duda como la primera autoridad sud-ameri- 
cana en asuntos de guerra; por más que pertenezca á la escuela 
académica que mira siempre con soberano desden la guerra 
irregular y la de montonera, porque no cuenta para nada co- 
mo elemento de resistencia con el entusiasmo, con la esponta- 
neidad del miliciano ó del patriota, pasiones individuales que 
durante muchos años fueron el resorte poderoso y hasta inven- 
cible con que, por ejemplo Santa Fé y Éntrenos cansaron, des- 
trozaron y rindieron nuestros mejores tácticos y nuestros más 
aguerridos veteranos, estando casi siempre en número menor; 
ó como lo hicieron los gauchos de Salta con las mejores tropas 
peninsulares, las que habian rendido en Bailen á los marisca- 
les del primer imperio; y por último como lo hizo el General 
lUvera con milicianos casi todos bisoñes contra Dorrego al 
frente de tropas veteranas y con jefes de gran pericia en el 
Guayabo. 

Por lo mismo que el General Mitre reúne aquellas superiores 
condiciones, es tanto mas de lamentar que su juicio^ como histo- 
riador y hasta como literato y poeta, no haya querido reconocer 
por antipatías inveteradas el aspecto grandioso de esa lucha. 

Con la lectura de los informes que el General ISdltre presen- 
ta y que hemos tomado por extenso de su historia de Belgra- 
no, se reconocerá la injusticia, la pasión con que aquel aprecia, 
ó mas bien menosprecia, los esfuerzos hechos por los defen- 
sores del pueblo oriental, y argentino; desde que en esa con- 
tienda se regaban también con abundantes torrentes de san- 
gre las Misiones Argentinas, cuna gloriosa de San Martin y de 
Alvear. 

Ese sentimiento mezquino del tradicional localismo, esa en- 



— 175 — 

cegaecedora pasión de partido de 1817, que á -po^r de su emi- 
nente superioridad inteleotual pi^epondera en los juicios del 
General Mitre, y los extravía y deforma siempre que se trata 
de Artigas y sus orientales^ no le lia permitido á aquel recono* 
cer lo grandioso, lo intrépido y lo conmovedor de esos mismos 
cuadros que ¿1 lia bosquejado casi maquinalmente y con una 
laxitud indolente y sin expresión, al mismo tiempo que al 
principio de ese bosquejo confiesa que el plan de Artigas era 
semejante al del Gran Scipion el Africano, el audaz é irre- 
sistible salvador de Boma. 

Artigas en su vasta combinación militar adoptando la ofen« 
siva, comprendía no solo la defensa del territorio oriental pro- 
pio, sino la revindicacion de los siete pueblos de Misioi^es, 
usurpados por los Portugueses en 1801, cuya revindicacion ó 
rescate, se recordará muy bien, constituian desde 1813 una de 
las grandes y legitimas aspiraciones de aquel, combatiendo al 
envia>rse los Diputados Orientales á Buenos Aires, esa usurpa- 
ción portuguesa tan odiada por los naturales. 

En esa parte importante do su plan, era forzoso é inevitable 
que Artigas, quien desde 1811 cuando desenpeñó el cargo de 
Teniente Gobernador de Yapeyú, por autoridad de la Junta 
Gobernativa de Buenos Aires, había sabido grangearse el ca- 
riño y el prestigio de los . indios misioneros, echase mano de 
ellos 'mismos, los reclutase, los disciplinase en cuanto fuese 
posible, ó hiciese de ellos buenos y sufridos guerrilleros, po- 
niendo ¿ su cabeza capitanejos y jeíes de su mismo oríjen y 
raza, pero que descollaban entre ellos por su superior inteli- 
gencia, por su bravura y por su espirit<r de disciplina y ór* 
den. 

En esa causa de la defensa del territorio patrio, el valeroso 
indio Andrés Tacuarí, alias Artigas, y los bravos entrerianos 
Sotelo y Verdun supieron en aquellos territorios tan poco co- 
nocidos entonces, y aun hoy mismo, llenos de bosqnes impene- 



— 176 — 

trabl63, entre ásperas sierras y quebradas, ó entre ríos y este- 
ros impasables, desempeñar un rol eminente que algún día loí 
hará reconocer como intrépidos defensores de lo mas caro y 
digno que tiene un pueblo, que es su independencia. 

Por la fuerza misma de las circunstancias y de loa sacesOE 
que se precipitaban, esos guerrillerros iniciaban su carrera mi- 
litar bajo el fuego de cien encuentros parciales, en las condi- 
ciones méuos favorables; pero esos mismos caudillejoa y sus 
soldados partidarios, llegaron en el desarrollo de la lucha, baje 
las inspiraciones y el ejemplo do sus gefes á hacerse soldados 
aguerridos, hasta hacer temblar muchas veces al poderoso in- 
vasor portugués ¡ cayendo unos tras de otros á centenares &] 
filo de la espada del implacable vencedor, despedazados, mar- 
tirizados, hasta su casi total exterminio. 

El General Mitre, que ha dedicado numerosas páginas de su 
importante obra á describir minuciosamente y con muy justo 
encarecimiento las hazañas de los indios guenilleros del Alte 
Perú, en sus combates con los españoles, haciendo merecidisi- 
ma justicia al heroísmo de Warnes, de Padilla, y de otros no- 
bles caudillos de la independeucia, que hacían valer la fiereza 
de la raza indígena contra el opresor español que los extermi- 
naba sin compasión, fusilándolos por compañías, como lo hacia 
allí el feroz Aguilera, y como lo hacían también aquí das Cha- 
gas, Gama, Abreu, y otros invasores portugueses con los indios 
Misioneros ¡ el General Mitre, decimos, no ha debido mirar con 
tan imperturbable insensibilidad, rayando casi en olímpico 
desprecio esa lucha formidable en que la raza guaranitica y 
meztiza al lado y bajo las mismas banderas de argentinos y 
orientales, defendía virilmente sus hogares, y se sacrificaba 
casi desarmada é impotente para impedir que los portugueses 
llegasen, como indudablemente habrían llegado sin Artigas y 
sus tropas, á enseñorearse del extenso territorio argentino has- 
ta la Tranquera de Loreto y la isla del Cerríto. 






— 177 — 

Así mismo la f ria crónica que hemos reproducido de las pagi- 
nas del General Mitre, bastará en su estensa narración á de- 
mostrar que si el Scipion Oriental no supo ó no pudo vencer á 
ose contendor por quien la misma España fué también vencida 
algunas veces, no por eso su rol ftié menos elevado y honorable 
como defensor de su país, ni menos digna su memoria de per- 
petuarse en la gratitud de los orientales, y en el respeto de 
todo ciudadano que sepa amar la independencia patria. 

Por desgracia, y por razones fáciles de explicar, tratándose 
de un jefe de Estado que como el General Mitre ha tenido á su 
disposición años y años los Archivos nacionales, y ha podido 
coleccionar de todas las provincias los documentos mas precio- 
sos; la mayor parte de la correspondencia de Artigas y de sus 
jefes, todos los manuscritos de ese importante periodo, han caí- 
do en sus manos, para no sacarse de ellos á la publicidad sino 
detalles truncos 6 segundarios que pudieran solo servir al fin 
deliberado de rebajar la importancia moral de esos gefes, con- 
denando entretanto á una parcial eliminación todo cuanto pu- 
diera contribuir á hacer la luz en hechos y episodios que serán 
siempre honorables y gloriosos, por mas que se les presente 
astutamente bajo un punto de vista equivoco ó injusto. 

En este caso sucede lo mismo que ha acontecido con la cor- 
respondencia de Artigas con su Delegado Barreiro hoy en po- 
der del doctor Berra, según este mismo lo confiesa, y con mul- 
titud de otros documentos preciosos de aquella época, que por 
desgracia deben considerarse como absolutamente perdidos; 
desde que hallándose en poder de los calumniadores sistemáti- 
cos de Artigas, jamás podrán ver la luz pública, suprimiéndo- 
se así deliberadamente justificativos y comprobaciones que en 
otras manos contribuirian tanto á esclarecer puntos dudosos, 
ó harian plena justicia y honor á eminentes patriotas, conde- 
nados á un inmerecido y perpetuo vilipendio. 

El General Mitre se burla con amarga ironía del mal éxito 

12 



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— 178 — 

de las combinaciones estratégicas de Artigas en 1817, man- 
dando tropas colecticias, y haciendo á simples tenientes como 
Sotelo jefes de división, en aptitud de dar reñidos combates, j 
operando con indios como Andresito 6 Andrés Tacuarí. 

Esos fatales contrastes son casi siempre, en la veleidosa suer- 
te de la guerra imposibles de preveer,y lo que es peor, de pre- 
venir ó remediar, aun para los mas hábiles estratéjicos como 
lo es el generalísimo de la Triple Alianza. 

En la infausta rebelión del partido llamado Nacionalista en 
1874, dirijida por el mismo Q-eneral Mitre, y en la que tomaban 
también dirección personal tres generales de ese mismo parti- 
do y ocho ó diez coroneles todos con largos y esclarecidos ser- 
vicios, con tropas veteranas escojidas y bien armadas y pertre- 
chadas, y hast-a con el auxilio vergonzoso de la fuerte columna 
de 800 lanzas de indios pampas mandados por el feroz Cacique 
Catriel (ejecutado á bolazospoco después por su mismo herma- 
no el Cacique Mayor al frente de las indiadas, en castigo de 
su traición); el Qeneralisimo de ese ejercito, después de un re- 
ñido combate en la Verde, entregó su espada y rindió sus nu- 
merosas fuerzas al desconocido y modesto Coronel de Milicias 
don Inocencio Arias, al frente de algunos cuerpos reclutados y 
organizados en 15dias. 

¿ Porqué, pues, reir con soma ensimismada de que Artigas 
después de seis meses de guerrear contra tropas bien discipli- 
nadas y mejor armadas, viese fracasado su plan de contra-in- 
vasión, y derrotados sus bravos jefes juntos con él mismo en 
tres sucesivas batallas; pero no para rendir sus armas, y entre- , 
gar sus compañeros á los calabozos abiertos por el vencedor, 
sino para retroceder á nuevos ensayos de organización militar, 
para prepararse á una nueva guerra, y como el Anteo de la 
fábula mitológica, recobrar nuevas fuerzas, ó incorporarse bra- 
vio é indomable tan luego como pisaba tierra oriental, para 
retar otra vez á muerte al asombrado conquistador ? 



— 179 — 

Como los Druidas y sacerdotes G-alos golpeando el címbalo 
sagrado en sus bosques seculares sobre el dolmen de los sacri- 
ficios, llamando al arma á sus guerreros ])ara luchar con el pre- 
potente invasor romano, el General Artigas podia mny bien 
en la leyenda Ossiáuica de esa tan mal conocida guerra Misio- 
nera, aparecer en la lira de los bardos orientales como el re- 
dentor de esa valiente raza, haciendo acudirá. la nota estri- 
dente de su clarín de guerra, entre los bosques de sus naranje- 
ros y de sus yataíses, las muchedumbres belicosttó, pero civi- 
lizadas por los jesuítas, que bajo la dirección de los tenientea 
del prostijioso Artigas habían de hallar la muerte de los hé- 
roes, y levantar al cielo con las piras de sus cadáveres en el 
incendio de sus aldeas y campamentos, reflejando sus llamara- 
das en las tranquilas corrientes del Uruguay, la tremenda 
protesta contra la conquista extranjera, y el anatema contra 
la traición nefanda que la provocó y auxilió ! 



— H?3ISfH— 



Una nueva guerra.— Invasión áEntre-Rios por or- 
den del Directorio. 



Como si no 'bastafe para un pueblo tan pequeño una guerra 
tan grande y activa, con un enemigo tan poderoso como el 
Portugal y ©1 Brasil juntos, el Director Pueyrredon 4 fin de 
completar la obra de traición iniciada en Eio Janeiro por sus 
antecesores Álvarez y Balcaice, ó más bien por su Ministro 
Tagle y Kepresentante Garcia, patrocinada también por ¿1; 
aprovechó la oportunidad de la invasión portuguesa á la Ban- 
da Oriental, para suscitarle A Artigas, que estaba exclusiva- 
mente preocupado de ella, una nueva guerra. Esa segunda 
contienda debía destinarse á absorverle, y en último caso á 
destruir, todos sus elementos y aliados en Corrientes, Éntre- 
nos y Santa Fé, y anonadar de un golpe los caudillos con quie- 
nes podia contar en esas provincias: es decir, como postrer al- 
ternativa, asolarlas y despoblarlas por medio de una feroz 
guerra civil. 

Decididos á aprovecliar tan fructuosa oportunidad, y acabar 
de una vez con Artigas, los políticos y consejeros del Directo- 
rio, hombres de inspiraciones tan Hábiles como perversas, entre 
los que sobresalía siempre el Dr. Tagle, no consideraron como 
una nueva alevosía y un acto más de ruin perfidia, el hecho 
da aumentar los conflictos y desgracias del pueblo Oriental, 
privándole en su suprema hora del concurso de esos aliados y 
amigos, en una guerra que para ¿1 no era civil, sino enúnente- 
mente nacional y extrangera; y suscitarle una nueva y encar- 
nizada lucha en tanto que se hacía arder á Entre-Hios y Cor- 
rientes, cuyos intrépidos caudillos no se dejarían vencer sino 
después de inmensa ruina y grandes saorificios. 



Mas aun, no cüm¡)rondian esos ineptos políticos que abrían 
un prcci¡)ício ;i !a ini^aia Dacionalidad que pretendían defen- 
der y robustcoor, descubriendo sus flancos al ávido invasor ex- 
tranjero, dí'uiUt['i!,dí:-l;i para quo este pudiese hacer irrupción 
en ella, como lo hicioron loa Portugueses en Entre-Rios, y 
rompiendo á la vck l-oh mano impía el débil viucido que unía 
á esas provir.oiiis con el ¡k. .'.cr nacional. 

Sea como fn^i.se, e! hecho positivo es que el Directorio de 
Puyrredon ini ::.!r su t-ampaña contra Artigas, y sus aliados y 
protejiíloK di) Entre-Ríos, tratando de quitarlo i este su prin- 
cipal punto de apoj') en la tremenda lucha. 

Como podri^i conisiderai-se acaso ofuscado nuestro juicio al 
condenar eso nu'ivo y snngríeuto atentado, oígase como lo ca- 
lifica el Genera! Mitro, reprobf'mdolo de un modo absoluto : 

'í La guerra emprendida contra la Banda Oriental en 1814 y 
iSlo, había terminado desastrosamente con la derrota de las 
armas nacionales y e! abandono de la plaza de Montevideo 
arrebatada á los españoles. La espedicion de 1814 contra el 
Entre Ríos tuvo igual desenlace. Santa Fé había dado cuenta 
de los ejércitos y escuadras de Buenos Aires en las dos expe- 
diciones que bucesiv amonte se dirigieron contra ella. 

« Estaba, pues, prácticamente demostrada la impotencia de 
las ai'mas para combatir el caudíllage y la anarquía. Por otra 
parte, no haciéndose la guerra al invasor extranjero, que ocu- 
paba á mano armada una parte del territorio nacional, era 
lina inmoralidad y un contrasentido político, llevarla á terri- . 
torios que se hallaban respecto de las Provincias Unidas en 
condiciones menos irregulares que la Banda Oriental. Desgra- 
ciadamente, el Director halagado por ilusiones, asediado por 
importunos consejeros y alarmado por las amenazas de Arti- 
gas, se diiddib contra siis convkciones á ciar h nueva señal de Ja 
guerra ciril, que debía conflagrar A toda la BcpídAim, hacer im- 
posible su gobierno, y destruir en un periodo no muy lejano el br- 



— 183 — 

de7i de cosas que presidia. El mismo lo reconoció, auque tarde, 
como se verá muy luego. 

«Hemos diclio que al tiempo de recibir la carta conminato- 
ria de Artigas, el Director se ocupaba en formentar la sublevación, 
del Entre Rios contra Artigas. En efecto, en Setiembre de 1817 
babia llegado á Buenos Aires, D. Gregorio Samaniego, quien 
imformó al gobierno que los habitantes de Entre E»ios estaban 
decididos á unirse á la Nación, y obtuvo algunas municiones 
prometiéndoseles auxilios eficaces, en el caso de que el pronun- 
ciamiento tuviese lugar. Este hecho, conocido por Artigas, dio 
lugar á la carta de que antes nos hemos ocupado. En conse- 
cuencia, en Diciembre de 1817 Hereñu dio en el Paraná el gri- 
to de sublevación contra Artigas, sometiéndose sin condiciones 
al gobierno Directorial. Fue secundado por Carriego, y segui- 
do inmediatamente por Correa en Gualeguay, y Samaniego en 
Gualeguaychú reclamando los auxilios prometidos. » 

Ya se vé pues como el mismo panegirista de Pueyrredon 
aprueba ese nuevo crimen nacional, y reconoce sus fatales con- 
secuencias. 

Fué entonces que el General Artigas, conocedor dia por 
dia de los trabajos que se practicaban en Buenos Aires, y de 
las idas y venidas de los completados entrénanos, que eran 
desafectos á su alianza, asi como de los preparativos que se ha- 
cían para anular á su segundo y aliado el General entreriano 
Ramires; resolvió á pesar de su situación desventajosa, asumir 
una posición definida. 

Indignado ante la perfidia de esas nuevas hostilidades, así 
como por la protección que el Director prestaba á los portu- 
gueses, facilitando el abastecimiento de sus fuerzas en Monte- 
video, con la extracción de trigos y harinas desde Buenos Ai- 
res en momentos que los Orientales encerraban dentro de la 
plaza la guarnición portuguesa, fué entonces que el General 
Artigas dirijió á Pueyrredon la célebre nota conminatoria de 



— 184 — 

13 de Noviembre de 1817 desde Purificación, en la que tan vio- 
lentamente lo increpaba por sus complicidades con los Porta- 
gueses y por la nueva guerra que se le hacia á sus aliados j 
protegidos los Entrerianos. 

Antes de reproducir esa famosa nota, conviene que S9 co- 
nozcan algunos incidentes que la esplican, y demuestran cuan 
notoria era la cordial inteligencia que observaba Pueyrredon 
con los portugueses, y que aún en el ánimo menos preocupado 
debía aparecer como una complicidad, ó como una alianza. 

Asediada la plaza de Montevideo por los bravos guerrilleros 
de Bivera, lo3 cuales como se ha visto, interceptaban toda co- 
municación con la campaña, y privaban toda entrada de vive- 
res frescos, haciendo sentir hambre ála guarnición y al pueblo, 
el General Lecor hizo expedir la siguiente resolución al señor 
Duran, gobernador Intendente do Montevideo, facilitando la 
entrada por el puerto de toda clase de víveres. 

« El Bustrísimo y Excmo. señor Capitán General de esta 
Provincia con fecha 20 del que rige me dico lo que sigue: 

« Con el fin de proveer la introducción de víveres en esta pla- 
za, y consultar el alivio de sus habitantes en cuanto dependa 
de mis facultades, he determinado que por ahora sean libres 
de todo derecho en su introducción las carnes saladas, el trigo, 
las harinas, y galleta. Lo que aviso á V. S. para que pase sus 
Órdenes al efectivo cumplimiento de esta disposición, y lo par- 
tícipe á quienes corresponda» 

Iio transcribo á V. S. para su conocimiento, y que lo baga 
saber al comercio de esta plaza, advirtiéndole que me parece 
mny propio que ese Tribunal manifieste su gratitud al jefe bu- 



— 185 — 

perior por este nuevo rasgo de su generosidad, como lo ha he- 
cho ese Gobierno y el Exmo. Cabildo á. nombre del pueblo. 
Dios guarde á V. S. muchos años. 

Montevideo y Mayo 22 de 1817» 

Jiian Jli. Duran. 

Sres. Prior y Cónsules del Tribunal del Consulado.» 



Al mismo tiempo que en Montevideo se tomaba esa resolu- 
ción, el Director Pueyrredon, ya sea por insinuaeion de Le- 
cor, ó ya sea por iniciativa de su propio gobierno, adoptó me- 
didas análogas para facilitar la exportación de toda clase de ví- 
veres, y en especial de cereales y harinas para Montevideo. 

Tal resolución faé interpretada, como debia serlo en aque- 
llos momentos por Artigas y sus subordinados, como un acto 
más de hostilidad. 

Conviene conocer áeste respecto la opinión del Doctor Ló- 
pez sobre este incidente, procurando con suh ingeniosos sofis- 
mas legitimar ó justificar esa resolucien del Directorio. 

Dice así el Doctor López. 

« Pero, por desgracia, este anhelo que parecía naturalmente 
propio para que el pueblo se congratulase, se convirtió en un 
germen de acusaciones que no influyeron poco en la resolución 
que Pueyrredon tomó de renunciar, profundamente fasti- 
diado del encono de sus enemigos y de la conducta de sus 
amigos, ó mas bien dicho de su Ministro Tagle, cuyas prendas 
poKticas, indispensables para aquellos momentos, estaban sin 
embargo dañadas por acusaciones equívocas que atacaban 
profundamente la moral y el decoro del Gobierno. 



— 186 — 

«El único mercado que se ofrecía entonces á nuestros trígOE 
(cuya producioa era naturfümente escasa todavía) era Montevi- 
deo y el Brasil. Kl estado de espantoso desquicio en que se ha- 
llaba la Banda Oriental hacia imposible que aquella campaña 
pudiera producir valor alguno de comercio, y mucho monos 
frutos agrícolas. De modo que los trigos que se extraían de 
Buenos Aires iban á Montevideo, donde se compraban á precios 
altísimos para mantener á las tropas portuguesas que ocupa- 
ban aquella plaza. Artigas levantó el gríto contra esta traicioi 
mostrando esa prueba como concluyente para poner en eví- 
den cía la complicidad del Director con las monarquías europe- 
as y con los e}iemÍgo8 de la patria 

« El Director resistió caanto pudo; pero dominado al fin por 
la actitud y por la fiereza de- Jos cargos, empezó ú ceder; y hube 
de resolverse é. poner prohibición á las espediciones de trigos 
dirigidas á la plaza de Montevideo, sacrificando nuestro más 
grande interés local á los intereses de Artigas y á ífts pasionei 
ricf/as de la oposición que se formaJia en Buenos Aires. » 

Pero esta conducta necesitaba algo que la complementase 
para hacerla más franca y hostil en sus tendencias; y un inci- 
dente inopinado vino á dar la medida de las verdaderas dispo- 
siciones del Directorio. 

Las siguientes notas nos exoneran de describirlo, dejándose 
ver el odioso extremo de la parcialidad de Pueyrredon en fa- 
, vor de los Portugueses. 

Ni el oficio de Duran que antecede, ni las notas, se han pu- 
blicado aquí, lo que aumenta su ínteres como justificativos de 
nuestras afirmaciones. 

Hé aquí dichas notas : 

i< En iin parte del General Lecor de fecha 2 de Mayo de 
1817, publicado en el núm. 61 de La Gaceta, dice lo siguiente: 

Ilustrisimo y Excmo. señor. Ayer fondeó en este puerto una 



— 187 — 

Q-oleta de Guerra de Buenos Aires denominada Fortuna que 
traía á bordo las personas comprendidas en la relación inclusa 
que lograron librarse valerosamente de los grillos de los ene- 
migos cuyo peso sufrian prisioneros. 

« Este suceso está acompañado de circunstancias demasiado 
notables y que reflejan nuestra gloria en todos los individuos 
que tomaron parte en ella, y principalmente el Teniente Ja- 
cinto Pinto de Araujo, Asistente del Cuartel Maestre General, 
que de acuerdo con el Alférez Francisco Antonio de Silva, 
concibió y llevó á efecto una empresa tan digna, y que tanta 
honra les dá. 

« Estos oficiales estaban con los otros prisioneros en Santo 
Domingo Soriano, junto á la confluencia del E-io Negro, bajo 
la guardia que un teniente mandaba, y sabiendo que en aquel 
puerto se hallaba una balandra con bandera Oriental, cargada 
con pertrechos de guerra, proyectaron posesionarse de ella, no 
solo para sustraerse de la pesada esclavitud que los oprimía, sino 
para quitar á los enemigos un tan abundante número de per- 
trechos interesantes á ^us operaciones, como las que dicha Ba- 
landra contenia. 

<c La providencia protegió tan noble, honrado y bravo pen- 
samiento; y permitió que ellos en la noche del día 17 del cor- 
riente hayan podido practicar en la pared de su prisión una 
abertura por donde salieron, logrando finalmente apoderarse 
de la balandra Cinco de Julio y de toda su tripulación y carga. 

« En el dia 12 del corriente; navegando para esta plaza, vie- 
ron cerca de Martin García un buque de guerra, y -juzgando 
por la situación que pertenecía á los Orientales, decidieron to- 
marla y solo los disuadió el saber después que era de Buenos 
Aires, para donde fueron dirigidos por dicho buque, á cuyo 
comandante manifestaron qué gente eran, bajo qué circunstan- 
cias venían y el fin que se proponían. 

« El Director Supremo de aquel Gobierno les facultó socor- 



— 188 - 

ros, de que necesitaban, y los envi6 i. eate puerto á d( 
lizmente llegaron dando & todos los individuos de e 
sion un Eublíme ejemplo de bravura, honiadez y lealt 
dia de completa satisfacción. 

Inclosa remito á T. £. la lista de los objetos api 
bordo de la balandra.» 

La siguiente nota complementa loa informes sobre 
dente: 

Correo dd Brasil, Octubre 11 de Ü 

« Carta del comandante interino de Montevideo al Mariscal 
« de Campo, Sebastian Pinto de Áraujo Correia. 

« limo, y Exmo. Señor: 

« He aprovecbado todas las ocasiones que se ban ofrecido y 
buques que van para esa Corte para darle noticias mias y de 
todo lo que está & mi alcance y ahora con el mayor placer 
del mundo, certifico á V, E. que su hermano el señor Jacin- 
to ya está en nuestro poder, asi como también bus dos subal- 
ternos. Silva y Brandao, de la acción del Mataojo; oficiales in- 
feriores, soldados y peones que allí estaban prisioneros. Na- 
da mas bonito que lo que ellos practicaron ni mas digno de 
aplauso; porque no solo se salvaron ellos, sino que tomaron al 
enemigo un barco, la balandra 6 de Julio que los condujo des- 
de Santo Domingo de Soriano con mas dos piezas de calibre 18, 
muchas balas, y tarros de metrallas de este calibre, 400 ar- 
mas. 22000 cartuchos, 24000 piedras de chispa, 200 lanzas ó 
chuzas, y aquí tiene V. E. que hay muchas y grandes batallas 
en que no se toman tantas presas; por este motivo acepte Y. E. 
mis sinceros y cordiales parabienes y los de mi hermano que 
he visto hoy deseando á V. E. muchos consuelos y placer. 



— 189 — 

« Ha llegado algún trigo de Buenos Ayres,pero la carne 
es ya un artícjulo de consideración y no sé como lo pasarán 
nuestros enfermos, que son bastantes. 

« Dios guarde á V. E. 

^Francisco Homen de MagaUaes Qitevedo Pizarra. 
«Montevideo, Junio 1^ de 1817.» 



^w En efecto, no puede dudarse que el empleo de un buque de 

guerra de Buenos Ayres para conducir ¿ Montevideo con to- 
da seguridad los prisioneros escapados, los pertrechos de guer- 
ra y la Balandra de Artigas capturados por ellos, no importa- 
ba sino una odiosa hostilidad á los orientales en armas. 

Ulteriormente tuvo lugar la deserción del batallón de Liber- 
tos á las órdenes de su coronel Bauza con toda su oficialidad, 
fomentada y protegida por el Director Pueyrredon, obtenien- 
do del Greneral Lecor el libre tránsito por Montevideo para 
embarcarse, trasladándose á Buenos Ayres como se practicó; 
, contribuyendo así á privar á las fuerzas del General Artigas 
de su mejor, ó mas bien de su único cuerpo de infantería, per- 
fectamente organizado y on condición de excelente tropa ve- 
terana. 

Indudablemente, y por más profundos y justificados que 
fuesen los resentimientos y agravios de aquel Gefe y sus ofi- 
ciales contra el coronel Otorgues, gefe de la división de que 

^ formaba parte esa fuerza, la lealtad de aquellos debió impe- 

dirles el dar un paso que importaba la más censurable defec- 
ción, desde que podian haber continuado sus servicios en .cual- 
quier otro punto ó destino en las diversas operaciones de 
aquella campana, sin desertar su bandera en los momentos 
mas aflictivos para la patria. 

Ese injustificable abandono no habria podido perpetrarse sin 



— 190 — 

las incitaciones y facilidades ofrecidas por Pueyrredon á los 
gefes indicados por medio de sus emisarios, produciendo con 
profunda razón ese heclio un sangriento agravio para Artigas, 
que de ningún modo podría considerarlo sino como una pérfi- 
da y mortal agresión. 

Es bajo la impresión de estas medidas que el General Arti- 
gas exacerbado ya en su espíritu al conocer la sublevación de 
algunos gefes de Entre Rios, auxiliada por Pueyrredon, resol- 
vió dirijirle la nota de 13 de Noviembre de 1817 que inserta- 
mos á continuación. 

Por más que ese notable documento sea tan conocido, no 
podemos negamos á transcribirlo en seguida, como el com- 
pendio y resumen de los agravios hecbos á la Prgvincia Orien- 
tal y á Artigas por el Directorio de Pueyrredon, y basta como 
una justificación vehemente de aquel mismo en su política de 
resistencia á los tres Directorios. 

Si no bastasen los comprobantes que hemos aducido al efec- 
to, en el cuerpo de esta obra, presentaremos numerosos docu- 
mentos que prueban la exactitud de los cargos que dirigía Ar- 
tigas á Pueyrredon, cargos que en su odiosa gravedad expli- 
can y autorizan la violencia del estilo empleado en momentos 
de bien justificada indignación. 

Hé aquí dicha nota: 

Excmo Señor: 

«¿Hasta cuando pretende V. E. apurar mi sufrimiento? Ocho 
años de revolución, de afanes, de peligros, de contrastes y mi- 
seiias debieran haber bastado á justificar mi decisión, y recti- 
ficar el juicio de ese Gobierno: él ha reconocido en varías épo- 
cas la dignidad del pueblo Oriental: él debe conocer mi delica- 
deza por la inalíenabilidad de sus derechos sagrados ¿y V. E. 
se atreve á profanarlos? V.E; empeñado en provocar mi mode- 
ración? Tiemble V. E. solo al considerarlo. Por especiosos que 



— 191 — 

sean los motivos á garantir esta conducta, ella es incompatible 
con los intereses jenerales. Promovida la agresión de Portugal, 
V. E. es un criminoso en repetir los insultos con que los ene- 
migos creen asegurar sil empresa: en vano será que V. E. quie- 
ra ostentar la jenerosidad de sus sentimientos; ellos son des- 
mentidos por el orden mismo de los sucesos, y estos convencen 
que V. E. es mas escrupuloso en complicar los momentos, que 
en promover aquella santa enerjia, que reanima los libres con- 
tra el poder de los tiranos. De otra suerte ¿como podria V. E. 
taber publicado en el último Diciembre el pretendido recono- 
oimiento de la Banda Oriental? Crimen tan horrendo pudieron 
solamente manejarlo manos muy impuras ¿y V. E. se atrevió á 
firmarlo? pero es perdonable: era conforme á los misteriosos 
planes de V. E. derribar el mejor coloso contra la iniquidad de 
sus miras. Los pueblos entusiasmados por su libertad, debian 
ser sorprendidos; los peligros se encarecieron por instantes, y 
el reconocimiento en cuestión era el mayor apoyo de las ideas 
de V. E.; apresuró este paso, y empezó á descubrirse el cursa 
majestuoso de sus reservas por nuestra común perdición. Efec- 
tivamente conocia Y. E. mi dignidad; y que un justo repro- 
cbe era todo el resultado debido á sus perfidias. 

Sin embargo este era el pedestal en que debia V. E. asegu- 
rarse contra las invectivas de una neutralidad la mas vergonzo- 
sa; ella jamás podia cohonestar delitos tan manifiestos: por día 
ha permitido V, JE?, trillar el paso con la esportadon de trigos de 
Montevideo, al tie^npo mismo qtie nuestras armas aflijian aquella 
Plaza por el asedio; es un hecho, y lo es igualmente (aunque 
pese á su decoro) que solo con tasa y mengua, ha pertnitido 
transportarlos á los pueblos Orientales: por día se autorizó Y , 
E. para disponer la escuadrilla de mar y promover la insurrec- 
don de la Batida Oriental: por ella formó V. E. él triste proyec- 
to de repetir tercei'a espedidon sobre Santa Féj y animar las in- 
trigas del Faraná: por eUa protegió V. E. los Portugueses que 



— 192 — 

fugaron de Soriano, y se mttorizb })ara devolverlos al Qt 
tugiies ¿y como rw se acordó V. E. de practicar íyual (¡ 
con él Jefe de Jos Orientales devolviéndome las armat 
guerra que ííeroia á su bordo el buque en que fugarm 
en fin logró V. E. mezdarse á tiempo oporiuno; avívi 
de la discordia, complotarse con los Portugueses, trami 
don dd Eejimíento de libertos á la Plaza, franquea 
y recibirlos V. K en esa como en triunfo. Va. heol 
trascendencia no puede indicarse sín escándalo, ¿y 
daria el Supremo Director de Buenos Aires ? Un gefe portU' 
gues no Indñera operado tan descaradamente; cualquier imparcial 
mirará con degradación unos excesos que solo pueden merecer 
aprobación en el descalabro de V. E. : ellos reconocen un ori- 
jen mas negro que la fria neutralidad: continuarla empe- 
ro es un crimen. 

Por más que se quiera figurar el mérito de nuestras discor- 
dias, la sana razón dicta que su discusión es importuna & pre- 
sencia del estranjero ambicioso; yo mismo he dado á V. E más 
de una vez el ejemplo. ¡Oh y cómo es cierto que es muy dulce 
el nombre de la patria y áspero el camino de su virtud! No ae 
ocultó á la penetración de V. E. aquel rasgo de filantropía: ain 
traicionar á su propio conocimiento, no podría V. K ser indi- 
ferente á la detestable incursión del General Lecor en nuestro 
territorio; lo requirió por conducto del Coronel Vedia; ¿y cómo 
desconoce V. E. abora la obra de sus manos? po son los Portu- 
gueses do este año los del año pasado? abora y entonces no i 
subsistían las mismas diferencias? no acababa V. E. de ultra- J 
jar la dignidad del pueblo de Santa Fé,'y en él la de los domas? 
Confiese V. E. que solo por realizar sus intrigas puede repre- 
sentar en público el papel ridiculo de neutraL 

Por lo demás el Supremo Director de Buenos Aires ní debe 
ni puede serlo. Profiero esta verdad para que V. E. no haga 
tan vana ostentación de su debilidad. V. E. mismo es su me- 



— 193 — 

jor acusador: ¿no reconvino V. E. al Q-eneral Portugués por la 
conminatoria proclama contra los Orientales? por qué princi- 
pio tal requerimiento siendo V. E. un neutral, ó un indiferente 
¿ nuestras desgracias? 

Pero sea V. E. un neutral, un indiferente, ó un enemigo; te- 
ma justamente la indignación ocasionada por sus desvarios; 
tema y tema con justicia el desenfreno de unos pueblos que sa- 
crificados por el amor á la libertad, nada les acobarda tanto co- 
mo perderla. Desista V. E. de concebir el pobre pensaniiento-de 
que sobre los fragmentos de la ruina, podrá algún dia levan- 
tarse el alto Capitolio de su gloria, y de nuestra degradación. 

La grandeza de los Orientales solo es comparabljB á si mi^- 
ma. Ellos saben desafiar los peligros y superarlos: reviven á 
presencia de sus opresores; yo á su frente marcharé donde pri- 
mero se presente el peligro. V. E. ya me conoce, y debe temer 
la justicia de la reconvención. V. E. no hace mas que repetir 
insultos^ con que ofende nuestra modestia: cada dia se renue- 
van con descrédito de la común felicidad, y V. E. no debe 
creerme insensible: yo en campaña y repitiendo sangrientas 
escenas contra los injustos invasores, y Y. E. debilitando 
nuestra enerjia con la marcha de unos negocios que no dejan 
de exitar fundadas sospechas; yo empeñado en el contrarresto 
de los Portugueses, y V. E. en favorecerlos: ¿en mi lugar V. 
E, mismo no habría mirado con rostro severo estas desgracias? 
Confieso á .Y. E. que haciendo alarde de toda mi moderación 
he tenido que violentarme por no complicar los .preciosos ins- 
tantes en que la Patria reclamaba la concentraccion de sus 
esfuerzos. Por lo mismo brindé á Y. E. con la paz; y Y. E. 
provocándome á la guerra: — abrí los Puertos que debia mai^- 
tener cerrados por razones poderosas; devolví á Y. E. los 
oficiales prisioneros que aun no habían purgado suficientemen- 
te el delito de sus agresiones y violendae sobre la inocencia 
deios pueblos. — Y. E. no puede negarni desmentir estos he- 

13 



-I9>_ 

chos de mi jenerosidad, sin que V. E. haya podido igualarlo: 
después de sus continuadas promesas por la reconciliación. K: 
verdad que V. E. franqueó algún armamento al sitio y Para 
ná, pero sin darme el menor conocimiento; esa doble inten 
cica de V. E. descubre el jérmen fecundo de sus maquinado 
nes; convenía & las ideas de Y, E. ponerse & cubierto de If 
responsabilidad de su inacción ante el Tribunal severo de loi 
Pueblos ¿y cree V. E. eludirla con remisión tan rastrera? ni 
acabamos de tocar sus resultados en las convulsiones del siti< 
y Paraná? 

Deje V. E. de ser generoso, si han de experimentarse tan 
terribles consecuencias. Deje Y. E. de servir & la patria, si ha 
de oscurecer sn esplendor oon tan feos borrones. No, Excmo. 
señor, no es Y. E. quien ha de oponerse á la ambición del tro- 
no del Brasil ; y de no, ¿ porqué renueva á cada momento nues- 
tras desgracias, debilitando los esfuerzos que debieran esoar- 
mentarla ? de suerte que Y. E. puede gloriarse, no de haber 
servido & la patria, sino de haber apurado mi constancia hasta 
tocar el estremo de la desesperación. He sufrido ¿y Y. E. ha 
tenido la osadía de acriminar mi comportacion en público y en 
secreto? soy yo por ventora como V. E. qne necesita vindicar- 
se con el público, y asalariar apologistas? Hechos incontrasta- 
bles son el mejor garante de mi conducta, ¿y los de Y. E.? los 
que refiere el Cronista Argentino y otros tantos que deben es- 
perarse; i mi me toca expresar uno solo. Y. E no ha perdona- 
do afectación por manifestar sus deseos hacia nuestra reconci- 
liación; yo haciendo un paréntesis á nuestras disensiones, invi- 
té & V. E. por el deber de sellarla, ó al menos la sanción de un 
ajaste preciso para multiplicar nuestros esñierzos contra el 
poder de Portugal; tal fhé mi propuesta en Junio de este año: 
pedi al efecto Diputados & Y. E. adornados con plenos poderes 
para estrechar más y más los vínculos de la unión. Y. R no 
podo desconocer sa importancia, y se comprometió á remitir 



— 196 — 

los Diputados; obra en mi poder la respuesta do V. E. datada 
«n 10 del mismo Junio: en consecuencia anuncié a los pueblos 
el feHz resultado de mi proposición. 

Todos esperábamos con ansia ese iris de paz y de la concor- 
dia ni como era posible esperar que V. E. dejase desairndo el 
objeto de mis votos? pero es un hecbo, sin que hasta el pre- 
sente otro baya sido el resultado, que un desmayo vergonzoso 
con que se cubre de ignominia el nombre de V. E: contra las 
tentativas del pueblo mismo de Buenos Aires. De aqui la vul- 
garidad que yo habia ofertado á V. E. Diputados que se espe- 
raban con el propio fin: es muy poca dignidad en V. E. negar- 
se tan abiertamente á los intereses de mía concilla :ion, y des- 
pués calumniarme. Es el último insulto con quo V. E. mo pro- 
voca ¿y qué, quiere V. E. que calle? Tal impostura es perjudi- 
oialisima a los intereses de la reciprocidad. V. E. negándose á 
conciliar los intereses de -una y otra Banda, es un criminal, é 
indigno de la menor consideración. Pesará á V. E. el oir estas 
verdades, pero debe pesarle laucbo ma5, babor dado los moti- 
vos bastantes á su esclarecimiento: ollas van estampadas con 
los caracteres de la sinceridad y de la justicia. V. E no ha ce- 
sado de irritar mi moderación, y mi honor loclama por mi vin- 
dicación. Hablaré por esta vez, y hablare para siempre. 
Y. E. es responsable ante las aras de la patria por su inacción 
ó su malicia contra los intereses comunes: algún día se levan- 
tará ese tribunal severo de la Nación, y él administrará justi- 
cia. Entre tanto desafio á Y. E* al frente de los enemigos para 
combatir con enerjia, y ostentar todas las virtudes que harán 
glorioso el nombre Americano. Tengo el honor de saludar á Y. 
E., y reiterarle con toda cordialidad mis afectuosas considera- 
ciones* 

Purificación, Noviembre 13de 1817. 

(Firmado ) — José Artigas. 
Exmo Señor don Juan Martin dePuyrredon.» 



i 



I 



— 196 — 

Ga realidad esta nota era \m& declaración de guerra, 
88 hacia por Artigas despaes de agotada su resignación 
tamaños agravios. 

Por lo mismo, ella contribuyó á desenmascarar la htpi 
si^ de Pueyrredon, 6, apresurar los preparativos de la n 
guerra, y hacer precipitar el plan que se habia fraguado ' 
tamente con la esperanza de anonadar á aquel. 

Lo que no pudieron hacer las armas, se intentó realizar 
la intriga y el cohecho. Al efecto, tratóse de seducir á alg 
caudillejos d© Éntrenos, contándose ya coa Ereñu, del Pa¡ 
Correa del Uruguay, y Samaniego de Gualeguaychú; el ül 
de los cuales vino al efecto en misión á Buenos Aires. 

Con halagos y promesas, ^e les emancipó astiitamenti 
toda alianza y avenimiento ulterior con Artigas. Se les pi 
gó dinero, armas, pertrechos y elementos de movilidad; 
les enviaron por último algunas fuerzas müitares on una e 
dicion á las órdenes del Coronel Montes de Oca. Con esa 
blevacion y abundantes auxilios de guerra, esperábase an 
dar el poder de Artigas y el de sus protegidos y aliados 
trerianos. 

A ñn de patentizar debidamente los propósitos público 
que se inspiraba el Director Pueyrredon ©n esa nueva y dt 
rada hostilidad á Artigas, conviene reproducir á continua 
la proclama dirijida por el Director al pueblo de Entre ] 
casi al mes de haber recibido la célebre noLa de aquel. 

Ya no ©ra, pues, la nueva conflagración ©n Entre Eioi 
movimiento anárquico local ó parcial, d© gefes subaltei 
más ó menos descontentos unos con otros, sino una tremt 
guerra que la nación, su gobierno y todos sus fuertes ©leu 
tos provocaban y hacian franca y públicamente contra el 
tre-Kios, y contra el gran caudillo oriental. 

Asi se ensangrentaba á sabiendas á las provincias, bajo 
texto de la anarquía qu© reinaba en ©Has, anarquía cuya 



cáativa y dirección partía deede Baenos Aires, como firoto de 
nna polítíca admirablemente aetnta y hábil, según algunos 
historiadores, y qae no era sino admirablemente pérfida, y co- 
mo debían probarlo los resnltados, gravemente soicida. 

Hé aqní la proclama iniciada : 

■< Llegó el tiempo de qae fijaseis vuestros destinos de un mo- 
do noble, una opinión extraviada os ha dado días amargos; pero 
ella, cuando man, ha sido error de entendimiento, y de ningún 
modo, perversidad de corazón; con las mejores intenciones li- 
brasteis vuestra confianza en el supuesto Protector de los Pue- 
blos, consignándole el sagrado depósito de vuestros derechos. 
Habéis visto que él destruye en vez de edificar. Habéis obser- 
vado que despotiza, en vez de proteger; y no ha pasado tiem- 
po perceptible entre conocer vuestro error, y abjurarlo con fran- 
queza. Pedísteis auxilios para sacudir un yugo tan ignominioso. 
Ellos os llegaron tan pronto como la respuesta de que se os en- 
viaban. Otros más considerables, que ahora os remito, llenarán 
la medida de vuestros deseos. Las tropas que vuelan en vues-' 
too socorro, no tienen otro objeto que ayudaros á Henar vues- 
tros votos, é integraros en vuestros preciosos derechos. En ellas 
encontrareis los mejores apoyos de vuestra libertad, propiedad 
y seguridad individual 

« Honrados compatriotas : lo demás es obra vuestra. 

« Perfeccionad la que habéis empezado. Becomendaos á 
prevenir de la Patria, y á la faz de todo el universo, por vues- 
tro amor al buen ¿rden, horror á la anarquía, y por el ejercicio 
de todos las virtudes cívioan. Obrando de este modo, hallareis 
en el Gobierno Supremo de este Estado, las consideraciones y 
socorros de toda especie, que entonces tendréis mayor derecho 
á exijir de él. Arrancad la simiente perniciosa de esa doctrina 
anUsoáál, que d pdigroso patriota don José Artigas, ha esparci- 
do en esos hmmosos países. CVeed qite solo en d 6rden, y en la 



— 198 — 

armonía de la Sociedad pti^de encontrarse el remedio á ¡as cala- 
midades, qii" alimia.s vitps afligen & los Estados. Así os granjea' 
raig las bendií^iones de la Patria, y de ona posteridad feliz, lí 
admiración del orbe ilustrado, el respeto del Mando virtaoso 
y toda la. coiisidoracíon del primer magistrado de estas pro- 
vincias que 08 saluda con sinceridad, y os felicita en vuestros 
nuevos destinos. - Únenos Aires, Piciembro IB de 1817. 

Jttan Martin de Ptieyrredon.y> 

Ea Cfiii superfluo agi-egar que esa expedición contra el En- 
treríos, convoyada ])or varios buques de guerra salidos do Bue- 
nos Aires á niMiados de Diciembre de 1817, tuvo el mas com- 
pleto fracaso, derrotándola totalmente el Coronel artiguista Ea 
mirez on la acción d"l arroyo Covallos, 

Nuevos auxilios con otros BOO soldados de línea y alguna 

artílleria á las órdenes del General doT Marcos Baleares tu- 

, vieron el mismo fatal éxito, terminándose el 18 de Marzo de 

I 1818 esa segunda y no menos encarnizada campaña con ol 

i triunfo definitivo de la causa Artiguista, en la sangrienta 

acción del Saucesito, con perdida de 800 hombres entre muer- 

! tos, heridos y prisioneros, para las tropas del Directorio. 

, Ramírez, el caudillo vencedor, añrmaba asi del modo más 8Ó- 

-. lido sn dominación personal en Entre-Ríos, siempre en amistosa 

^ obediencia y sumisión para con Artigas, habilitándose para 

'- llevar poco después á Santa-Fé y á la Provincia de Buenos 

Aires su temible invasión en consorcio con el G-eneral López de 

Santa Fé hasta la catástrofe del año 1820. 

Entre tanto, la nota amenazadora de Artigas tuvo sn mas 
^ completa y victoriosa ejecución y cumplimiento, como se ha 

' visto. El poder que lo hostilizaba cayó envuelto en una espan- 

"i- tosa catástrofe. 

% Esa nota ha quedado en la historia como una irresistible 

\ explosión de vehementísimos reproches, tan merecidos como 



— 199 — 

mal apieci&doa por historiadores parcialismios como el doctor 
López; y como una importante hoja del gran proceso que se 
inició en el Gobierno de Sarratea, después de Cepeda, y qne la 
posteridad principia á abrir á los políticos extraviados ó traí- 
dores de los tres Directorios. 

Sin conocerse bien los antecedentes personales y los hechos 
más notorios de Artigas, así como la vengativa conducta de 
Pueyrredon á su respecto, habrían parecidoen otro caudillo los 
violentos conceptos y amenazas de aquella nota como una obra 
de petulante jactancia, ó un insensato desaño. Sin embargo, en 
su boca, no eran sino la explosión de justos resentimientos por 
tanto tiempo comprimidos, y con ella el aviso amenazador de 
las represalias que intentaría tomar por tantos agravios infe- 
ridos por sus constantes agresores. 

Dos vergonzosas derrrotas de las dos expediciones de Mon- 
tes de Oca y Balcarce al Entrerios, enviadas desde Buenos Aires, 
y el decalabro de la expedición de Baleares á Santa-Fé, asi lo 
acreditaron muy pronto del modo más mortificante é irreparable. 

El Dr. López en su Bjstoria de la Revolución Argentina al 
examinar la conducta de Artigas, compendiada en esa célebre 
nota, se mofa de ella bajo el punto de vista del estUo diplomad 
tico, y de la hipocresía retórica, contentándose con decir vcomo 
se vé, d liomire estaba loco.» 

¡Cómo se amengua una grande inteligencia ante la peque- 
nez de las preocupaciones personales! 

Esas sublimes locuras son las que han inmortalizado los 
nombres heroicos de los libertadores de su pueblo, ó los de los 
que han caido 6 han combatido en una gloriosa lucha en defensa 
de sos libertades, desde Leónidas hasta CromweU, desde Báego 
hasta Qaribaldi. 

En nuestros diaa, y pese & los retóricos turiferarios de los 
Borbones, el gran loco de los Mil de Marsala constituye hoy 
una gloria imperecedera para su patria. 



— 200 — 

Son esos locos los que vén perpetuada m memoria, bende- 
cida por las generaciones racesivaa, y loa que asi acrisolan el 
honor de sa pneblo en la historia de la homanidad! (1) 



(1) Relativamente á esta inTasion al Entre-Bios, se publicó en aquella 
época en nn diario de Buenos Aires, nn comunicado, enviado desde San 
Salvador, que contiene interesantes jaicios y revelaciones, qae conviene 
sean conocidas por nnestroa lectores Hay en esa publicación dM^ididB- 
mente A rtiguieta, pero expresada en términos moderados y sencillos, con- 
ceptos que debían servir k ilustrar la opinión pública, revelando con 
templanza y firmeza las consecuencias fatales de la política del Directo- 

Dice asi: 

Anónimo que ik curiosea detalles k interesantes datos sobre los sacer 
eos de la época. 

SeSor Censor de la Ciudad de Buenos Aires. — San Salvador. 
Mi estimado amigo y señor : 

Yo no sé porque no refiere Td. en extracto las diferentes noticias que 
ll^;an k sus manos, las ciertas 'como ciertas, y dudosas como dudosas. 

Aquí corre la noticia que el señor Director de Buenos Aires ha cedido 
la Banda Oriental k los Portugneaes, como soberano del poder ejecuti- 
To, representante de las Frovinciaa que se dicen Unidas del Kio de la 
Plata, sin haberse visto hasta ahora los pactes y condiciones de esta 
unión (pnea toda nnion tiene pactos y condiciones), ni las demarcacio- 
nes de esta Provincia. Digame Yd. si es verdad, para liar todas mis 
cosas y pasarme al Paraguay, como también da si ese Santísimo Con- 
greso, que parece ae compone de curas, canónigos y ñ-aíles en su mayor 
nAmero, que según dicen, jaro la integridad de las Provincian indepen- 
dientes del Bio de la Plata, ha disentido en este interesante punto — ^bien 
que como es asunto de sangre no querrá meterse. 

Aquí lo tenemos casi por cierto, por cuanto los portugueses se han j 

apoderaáo de la isla de L>Aoi, y del producto y fondo de ea pesca, para sa 
real erario, segon las últimas oattas que se han recibido, y hemos sabido i 

también, por ana lancha qae^vino de la Colonia, que habían pasado k la is- 
la de Flores y delineado un torreón en ella para sus vigías y que por ins- 
tantes se esperaba en Uontevideo una escuadra sntil de lanchas caBone- 
iBs que debían venir del Bis Janeiro, par« engrosar la que halua en aquel 
ea el cual también se armaban dos bombarderos que reunidas entre chicas 
y mayores llegar&n & treinta bnpnes. 

También trajo la noticia de que las tropas portuguesas que ocupan 



- 201 — 

Uonterideo haeta el Ifigaelete únicamente habituí suspendido su salida 
k la campaña contra el Oenetal Artigas, por la noticia qne tnvieron de 
qne las tropas del señor Fueyrredon en Buenos Aires habían pasado k 
la Banda Oriental para batirse con los Orientales 6 mejor dicbo, con el jefe 
de ellos, él General Artigas, que defiende los derechos de Sud- Améri- 
ca y sn independencia contra los españoles j portugueses, y que de con- 
sigaicnte excusaba el general portugaés marchar con sus tropas contra 
la Banda Oriental k nombre del rey de Portagal y del Brasil, 

Pero, amigo, aqui éntrelos dos, ¿qué habrá adelantado BuenosAires 
cuando baya generosamente destruido k los paisanos de la Banda Orien- 
tal, y cnando toda ella esté dominada por los Portugueses? Yo no al- 
canzo k ver otro resultado, sino su decadencia total y k los pocos años 
hallarse reducida la opulenta Buenos Aires ¿ la situación de una triste 
aldea. 

Son muy obyias la multitud de razones que lo persuaden por qué: de 
que comercio dis{rntar&? ¿Que derechos percibirá siendo la navegación 
delSio de la otrayde estaBanda Oriental y Entrerios común de los Por- 
tugueses? ¿Que corambres espertará? Es regular que la navegación de 
este Bio sea prerrogativa esclnsiva de los portugueses y otros extran- 
jeros, y en este caso ¿qne competencia podrá tener Bunos Aires (que no 
tiene buques de navegación exterior), con los portugueses, que cuentan 
sobre cuatro mil empleados en su comercio? ¿Quien pues, llegará 4 dis- 
frotar esclusiv amenté del importante comercio del Paraguay en su im- 
portación? La cuestión no admite duda. 

Después de todo ¡qne contrabando! ¡Qne manantial de continuas dis- 
cordias! ¡Que desprecios y mortificaciones no tendrá qne sufrir Buenos 
Aires! ¡Cuan menos mal hubiera sido en lugar de aniquilarse mutua- 
mente, reconocer la Banda Oriental independiente y confederarse con 
ella, á «nutación de tas Provincias de Norte America ó adherir polítíeo- 
mente á todo lo que d General Artigas, hnbiese querido con respecto k su 
provincial 

Esto al fin hubiese sido un mal momentáneo, y no hubiera amenaza- 
do la existencia política y comercial de Bunos Aires, por qne ¿ á quien 
se le podrá oscurecer que annqne se le hubiese atribuido al General Ar- 
tigas el atributo de ¿ifrbaro y despótico BU gobierno, (que aun esto está. 
en problema, porque desde 1811, basta el presente ha estado la Provin- 
cia con las armas en la mano, y con la guerra mas feroz dentro de su te- 
rritorio) y de ineptos sus satélites y delegados,y otras mil circunstancias 
que hubieran precedido, hubieran conducido, por su propia virtud esta 
provincia, bajo la influencia y mando del mejor orden y unión pacifica- 
mente con Buenos Aires y sus mas amables relaciones mercantiles, y 
además, la hubiera tenido siempre como un antemural contra cualquiera 



potencia extrangera, qae habiese iuteutado la invaaioa de la Bandt 
Oneotal y Occidental. 

£n fin, yo espero qae, como patriota y bombre de aobresalieutes talen' 
tos, rectifique Vd. mis ideas, si son erradaa, porqne tal vez el amor quf 
"tengo A mi paia, y el dolor cruel que me atormenta al considerar, la pre 
ciosa sangre qae se va á derramar (¡y para qué!_.. ¡gran Dios!) — me prí- 
-va de 1b3 facultades de mis sentidoa. 

Hemos visto, y Vd. lia visto, la copia del oficio qae pasó el Genera! 
Artigas, al E^mo. Sr. Pueyrredon, con fecha 13 de Noviembre último 
que me supongo no seri muy público en Buenos Aires, y al cual dicbc 
Sr. Exmo., coatestó al instante, mandando tropas para batirlo, parecien 
'do sin duda, que son pocos diez mil portugueses que invaden esta Pro 
vincia, ó porque aupo la acción gloriosa qne acaba do tener Lavalleji 
sobre los portugueses en las fronteras. — Este modo de argumentar y d( 
desengañar al público, acerca de las dudas que la lectura de aquel ofici< 
ha infnndido en el Animo de la Provincia, y aun de estrangeros, con res 
pecto i las intenciones y virtudes patrióticas del Sr. Director puede se 
muy bueno, pero no aiempre es el m&s conveniente ni el mis seguro. H< 
dicho áVd. mia sentimientes, y quedo á recibirlos snyos. 

Soy patriota liberal independiente. 

El patiicto ss lo slvíbsí. 

San Salvador, Enero 15 de 1818. 

P. D. — Acabamos de saber que laa tropas de Buenos Airea manda 
das por el señor Pueyrredon, contra las tropas patriotas del Gene 
ral Artigas, se han batido nnai contra otras, y qne el General porta 
gues Lecor los estaba roirando desda Montevideo con todo su ejército — j 
luego que vio la destrucción de unos y otros americanos dijo; Que nc 
creia tener tan buenos amigos; pues unos y otros á porfia se mataban pa- 
ra acabarlede entregar estos dominios, y que ya tenia el paso franco, pa 
ra pasar á los Entre Bios, tanto por mar como por tierra, que ya no ne 
cesitaba que viniese por la frontera mas fuerza, pues mejor era conduci 
por mar todo su ejército, con sus buques de guerra al Arroyo de li 
China ( hoy Concepción del Uruguay ) y acampado en los Entre Rios 
hasta la primavera, comenzaría i operar en aquella Provincia, para e 
mes de Octubre 6 noviembre. 

El General Artigas teadr& una fuerza de seis mil hombrea. Si yo lo 
ataco, para deatmirlo, necesito perder otro tanto aúmero de geate, 3 
qnedo yo muy débil; con que mas vale que me está quieto y que lat 
tropas del amigo Paeyrredon lo ataquen, que aunque no lo venza, pae 
de quitarle siquiera 2,000 hombres, y otros tantos que pierda el ejércib 
de Pueyrredon que es lo mas que pueda oponerle, ya son cuatro ó ciacc 



mil americanos deepedazadoj y destruidos, y la mayor ventaja raia es 
la destnicoion de otras taotas familias, compuestas de mi^'eres y niñoa 
que diaraiDuirán la población de la Banda Oriental, Entre Ríos y Bue- 
nos Aires; con que a^l (lea dijo & su Plana Mayor) vamos en calma, 
-que para entrar en Buenos Airea y Entre-Ríos ya casi no cecesitamos 
gente, mayormente si b^'amos por Santa-Fé á quien también Baenos 
Aires destruye. 

Dijo bien el General Lecor; y asi, mi amigo, yo no pienso irme al 
Paraguay, me voy ¿ embarcar para Guinea, quiero mas bien estar entro 
los negros que entre mis paisanos los americanos.* 



otra nueva guerra. — Invasión á Santa-Fé. 



El ¿xíto fatal de estas expediciones para el Directorio no 
bastó á hacer comprender á sus obcecados políticos, que el 
triunfo sangriento pero efímero de sus armas, suponiendo que 
hubieran podido alcanzarlo, habria dejado siempre en las pro- 
vincias despedazadas por ellos, profundos ¿ implacables ren- 
cores, sin posibilidad de fundar sobre esos triunfos ninguna 
reorganización política estable ni reparadora. 

Nuevas tentativas de iuvaeiou y conquista de Santa Fé, en- 
sayadas en seguida en escala formidable para esta provincia, 
solo tuvieron el más desastroso fracaso. 

En cuanto al Qeneral Artigas, esa nueva guerra á que era 
tan imprevisora y deslealmente provocado y con él sus aliados, 
no lo acobardó ni lo retrajo de la defensa encarnizada de su 
provincia contra los portog^aeses. 

Por el contrario, ella solo sirvió para exasperarle mas, unién- 
dole en sus medidas de hostilidad contra anos y otros, rom- 
piendo deñnitivamente él y todos sus partidarios con el go- 
bierno de Pueyrredon, y concentrando al efecto contra este to- 
dos los elementos de que pudo echar mano. 

El examen detenido del vasto cuadro de esa lucha simultá- 
nea, tan desigual y tan encarnizada contra el Portugal y con- 
tra las Provincas Unidas, merecerla la pluma de un grande 
historiador. 

Asi veíase á Artigiaa como el hombre fuerte de que nos ha- 
bla Horacio, contemplando sereno desmoronarse un mundo a 
eu alrededor ante el empuje de sns enemigos coaligados, 
« Si fractus illahatur orbis, ' 
Impavidom ferient ruinas.» 



— 206 — 

conteniendo así mismo con férrea mano á los portugueses dentra 
de Montevideo, encerrados y paralizados allí en estéril inac- 
ción. 

Y al otro extremo, y al mismo tiempo, tomaba una parte ac- 
tiva en la lucha con el Directorio, ayudando á los Entrerianos^ 
y Santafesinos á vencef á sus invasores, para invadir á su tur- 
no é Buenos Aires, dándoles hombres y elementos, tomanda 
parte desde ciento cincuenta leguas de distancia en la direc- 
ción de esa colosal empresa, cuyo éxito debía ser tan triunfal y 
completo para la causa federal. 

una expedición de cuatro mil hombres á las órdenes del 
General don JuanKamon Baleares invadió de nuevo por cuar^ 
ta vez la provincia de Santa Fé, creyéndose que con esa fuerza 
en su mayor parte veterana, podría obtenerse la sumisión de 
aquella belicosa provincia, gobernada entonces por Estanislao 
López; uno de los mas grandes é inteligentes caudillos provin- 
ciales de aquella época, sostenido Siempre por Artigas como 
uno de sus leales protejidos. 

López no solo tenia que luchar contra aquel ejercito inva* 
sor, sino contra las fuerzas acantonadas al efecto en Ck)rdoba| 
dominada ya por los adictos al Direotorío, que hostilizaban sus 
flancos, y el ejército del Alto Perú mandado por Belgrano que 
bajaba de las Provincias del Norte. 

El mismo sentimiento de independencia provincial cuya de- 
fensa tanto y tan justamente había exasperado ¿los Orientales 
y Entrénanos, se reproducía en esta nueva lucha con igual en- 
carnizamiento. 

Después de los sangrientos encuentros y asaltos del Fraile 
Muerto sobre Córdoba, la reñida acción del Paso de Aguirre, 
y la derrota del Coronel Hortiguera en las taperas de Aguiar, 
demostraron á Balcarce que lejos de someter á los Santafesinos, 
iba ¿ encontrarse muy pronto obligado ¿ rendirse, si continua- 
ba por mas tiempo en la Provincia. 



— 207 — 

Aterrado ante las consecuencias de esa lucha, inició ea reti- 
rada de las inmediaciones de Santa Fé, dejando señalado su 
paso por execrables atentados en los qne dejaba muy atrás la. 
pretendida ferocidad de los caudillos enemigos. 

El Comandante Oriental D. Cirilo Artígaa recibió órdea del 
General para marchar con una fuerte división correntina de 
500 hombres A auxiliar ¿ López, con los que llegó cuando las 
tropas de Balcarce se hallaban inmediatas, pasando &, esta ban- 
da del Paraná, y situando al frente de Santa Fé la escuadrilla, 
artiguista ¿las órdenes del intrépido irlandés Campbell. 

Balcarce en au desastrosa retirada, tuvo que encerrarse en 
el Bosarío, en donde obligado á hacer todos los dias una de- 
sesperada resistencia, comprendió al fin la^ imposibilidad de 
mantenerse allí por más tiempo. 

Abandonó, pues, ese asolado Pueblo con dirección á la pro- 
vincia de Buenos Aires; pero no sin haber ejecutado el acto 
más bárbaro guepodia Uevar ¿ cabo un indio feroz, incendian- 
do 164 casas de paja de esa villa. En realidad no quedaron en 
pié de esta sino quince casas de teja y la Capilla. 

El General Mitre en sn Historia de Belgrano al narrar este 
atentado, no ha podido menos de espresar lo siguiente, aanque 
con su serena templanza y lenidad habitual, cuando no habla 
de Artigas y de los caudillos provinciales que lo apoyaban. 

« Este fuego depaja encendió odios entre las dos 'provincias gtee 
lian durado casi medio siglo. » 

Pero no era solamente este fiíegode paja el que habia enar- 
decido á los santa fésinos en su desesperada resistencia con- 
tra las repetidas invasiones que hablan sufrido durante varios 
eños con las expediciones mandadas por los generales Dias Ye- 
lez y yiamont,que asolaron aquella provincia. 

Era el espíritu vengativo, cruel, implacable en la represión, 
el que dominaba en todos los actos de aquellos jefes directo- 
nales tratando de sembrar el terror, á fin de que el nombro 



— 208 — 

porteño arrancase hasta en los más humildes ranchos de a 
líos campos bajo la impresión del terror, un anatema de < 
oración. Se creía poder abatir asi una raza indomable; j 
se conseguía su implacable aborrecimiento. 

Obedeciendo ¿ esta odiosa consigna, fué que el General 
caree horas antes de retirarse de las inmediaciones de la 
dad (le Santa Fé envió una partida para que publicase al 
de tambor uu bando por el cual se intimaba lo siguiente: 

« Marcho & batir á los montoneros, y derrotados ó victc 
« sos mis soldados, no puedo responder de su prudencia 
« pueblo de Santa Fé está expuesto al ultraje y al saqne< 
« 68 necesario que sigan á mi ejército las familias que se 
« cuentran en el pueblo. » 

Aterradas esas familias ante aquella inaudita amenaza, 
viaron una comisión compuesta de las personas mas hon 
bles, presididas por el respetabilísimo Cura Vicario do 
Amenabar, á fin de que implorase de Balcarce la revocaoio 
la orden ; comisión que no pudo llegar al campamento, poi 
apenas fué vista, se envió un oficia para que le intimase 
gresar á la ciudad, porque el General irts¿síia en sti órdet 
arrancar las familias de sus hogares. 

Ffectivamente, envióse una fuerza para hacer desalojí 
ciudad, pero fueron tantos los llantos y las súplicas de las 
bres señoras, y tal la conmoción que se produjo, que el of 
encargado de esa operación, se retrajo compasivo de llevaí 
cabo, teniendo que regresar inmediatamente al ejército 
precipitaba ya su marcha, temeroso también de las montoneras 
que principiaban á asomar en las cercanías. . 

Pero estos hechos no erau aislados, ni resultado de exaspe- 
raciones momentáneas, en jefes que tenían que reconocerse 
vencidos por aquellos miliciaiios á quienes menos preciaban 
como á hordas de gauchos salvajes. 

No, por desgracia. La historia comprueba que esas iniqui- 



— 209 — 

dades respondían á un plan sistemado de verdadera sanguina- 
ria conquista, á una bárbara consigna militar, cuyo cumpli- 
miento se encarecía á aquellos jefes de expedición, pertenecien- 
tes todos á las familias más distinguidas de Buenos Aires, de 
culta educación, y de honorables antecedentes, pero bastante 
exaltados ó incompetentes para no vacilaren manchar su nom- 
bre con aquellas atrocidades. 

Sin embargo^ debemos hacer justicia al general Balcarce^ á 
pesar del incendio del Rosario, por el hecho de no querer rea- 
gravar ese atentado reproduciéndolo en la ciudad de Santa Fe. 

En la nota de 2 de Diciembre de 1818 dirigida por él al di- 
rector Pueyrredon tratando de explicar su inevitable retira- 
da de Santa Fé, exponía lo siguiente, que debe recordarse co- 
mo uiía tremenda revelación. 

« En otba ocasión manifestark las poderosas bazones que 

« HE tenido PABA NO DESTBÜIB LA CIUDAD DE SaNTA-FÉ. » 

Consecuente con ese mismo siniestro plan, el Director, en 
las Instrucciones que habia dado á Balcarce, ordenábale lo si- 
guíente: 

« Que los santafesinos que se sometieran fuesen tratados con 
« consideración en sus personas y bienes, pero á condición de 

« ser TBASPOBTADOS Á LA NUEVA LÍNEA DE 7BONTEBAS, Ó á la Capi« 

« tal, bajo la vigilancia militar. 

« Si se resisten los santafesinos (agregaba), deben ser tratudos 
militarmente, como rébddeSf imponiéndoles sin dilación JjA tíh^tima 

PENA COBBESPONDIENTE, LO MISMO QUE Á LOS QUE EN LO SUCESIVO 
SE SUBLEVEN. »!! 

¿Cómo extrañar, pues, ante estas revelaciones del bárbaro 
plan que se ponia en práctica contra todos los sostenedores de 
la autonomía provincial, proclamada por Artigas, que las re- 
presalias fuesen algunas veces sangrientas, y que á una guer- 
ra sin cuartel, iniciada por jefes inteligentes y educados, se 

contestare con una guerra sin piedad por jefes menos cultos? 

u 



— 210 — 

¿Cn&ndo Artigas ordenó ni practicó ni una sola dt 
tes execrables atrocidades? 

Los resoltados de esa fatal invasión están comper 
el siguiente párrafo de ana nota dirigida por el gene 
nialao López al Cabildo de Bnenos Aires el año de 1! 

« La provincia de Santa-Fé ya no tiene que per 
« que tuvo la desgracia de ser invadida por unos 
« que venian de los mismos infiernos. Nos han pi 
« nuestras casas, por que las ban quemado; de nuí 
« piedades, por que las han robado : de nuestras famiuas, por 
<c que las han muerto por furor ó por hambre. Esisten sola- 
•: mente campos solitarios por donde transitan los vengado- 
« res de tales agravios, para renovar diariamente sus juramen- 
« tos de sacrificar mil veces sus vidas por limpiar la tierra de 
« unos monstntos incomparables : conocen que de otro modo es 
« imposible lograr tranquilidad^' se multiplicarán las victi- 
« mas sin alcanzar jamás una paz duradera que tenga por ba- 
tí se la igualdad de derechos y la publioa felicidad.» 

La historia no debe olvidar estos tristes hechos cómo una 
severa lección, y como un imperecedero comprobante de esa 
semi-barbarie con que, no Artigas y sus patriotas, sino loa sos- 
tenedores del sistema de gobierno unitario, trataban de impo- 
nerse desde Buenos Aires sometiendo las martirizadas pro- 
vincias á su aborrecida dominación. 

El hacho es que estos atentados y estas atrocidades trajeron 
nuevas hostilidades, hastaque el año 19 y20 el ejército coaligado 
de Entrénanos y Santafeainos, mandado por los caudillos 
confederados, sostenedores de la bandera de independencia 
provincial enarholada por Artigas, invadia la provincia de 
Buenos Aires, derrotaba unos tras otros sus ejércitos, traia. 
el terror y la humillación á la soberbia capital, de donde tan- 
tas veces ee les habían llevado á las provincias hermanas; y 
en la punta de sus lanzas obtenia en el tratado dd Pilar el re- 



— 211 — 

conocimiento de sqb d6recho9, y la abdicación de aquella oli- 
garquía fanática y ensoberbecida qne caia asi envuelta en un 
irremediable catacliamo, dejando entregada la provincia de 
Buenos Aires á la más vergonzosa saturnal de cuatro ó cinco 
facciones rampantes, que debían despedazarse á sí propias, co- 
mo en un circo de fieras, al cnal asistían los candillos vence- 
dores con los brazos cruzados, y en apacible oontemplacionl 



Como terminó la guerra declarada ¿ Artigas por 
el Directorio. 



Los errores politices se conTÍerten fácilmente en crímenes 
oaando.la pasión de partido los impone y sostiene á todo tran- 
ce. Tras de ellos viene casi siempre la hora sombría de las do- 
loroaas expiaciones. Pero asi mismo, no hay nada mas reacio á. 
la experiencia y al arrepentimiento que la pasión 6 la obceca- 
ción política. 

« Los Dioses enloquecen á los que quieren perder. » 

El Congreso y Pueyrredon no cejaban en su fatal propósito 
de dominar despóticamente las provincias. Cavaban Eisí el abis- 
mo en el que inevitablemente debían hundirse imoa y otros. 

El 22 de Abril de 1819 sancionóse en Buenos Aires por 
el CíJngreso la Constitución Nacional, imponiéndose por ella el 
réjimen unitario más absoluto. 

El artículo 86 acordaba al Director supremo de la nación la 
facultad de nombrar « á todos loa empleados que no se excep- 
túan especialmente por esta constitución y las leyes.» 

No exceptuándose, pues, sino loa miembros de la Legislatura, 
el nombramiento de los gobernadores de provincia correspon- 
día exclusivamente al Director. 

Las provincias debían pnes, someterse á los pro-conaules 
arbitrarios qne se les enviasen como gobernadores. 

A este respecto dice, el doctor López : 

« En cuanto á las provincias, el Reglamento de 1817, dueño 
el Director del poder y de la gloria qne le habían dado las vic- 
torias de Chile y de Salta, realizaba nn cambio completo en 



— 214 - 

las bases de la admíiiistrcion general y concentraba todo el po- 
der bajo su forma mas unitaria derogando las disposiciones re- 
lativas del Reglamento de 1815, y reproduciendo la evolución 
que el Triunvirato de 1811 había heoho contra la Junta Gu- 
hematira que destituyó al doctor Moreno, Hé aquí su texto: — 
« Las elecciones de gobernadores Intendentes, Tenientes Go- 
« bemadores y Su luí ole gados de Partido se habjIn ai. arbitrio 
'í del Supremo Director del Estado, sobre líataa de ocho indi- 
« viduoa, de dentro ^i dn fuera d& la Provincia, que todos los Ca- 
« bíldos Iq remitirán en el primer mes de la elección.» 

Con esa constitución tan insensatamente sancionada, cuya 
principal tendencia- resultaba ser la de dar violentamente una 
consagración definitiva y legal al sistema de gobierno unita- 
rio, que tanto aborreciaii las provincias, y contra el cual tantas 
veces habían protestado con las armas en la mano alentadas y 
dirigidas por Artigas; lo único que pudo conseguirse para des- 
crédito final de sus autores, fué la demostración inmediata de 
so impracticabilidad, y la resistencia de la Provincia Oriental, 
del Entre-Rios, Santa Fé y Corrientes á reconocerla, siguién- 
doles otras provincias en el mismo decidido desconocimiento. 

Reemplazado el General Balcarce en el mando del ejército 
directorial expedicionario sobre Santa Fé por el General Via- 
mont, la guerra civil continuó, reforzando el General Artigas 
al General López con una división Oriental y Entreriana de 
800 hombres alas órdenes del Coronel don Ricardo López 
Jordán; con cuyo importante auxilio, avanzó aquel i sn tumo 
invadiendo la provincia de Buenos Aires hasta sitiar á Tia- 
mont en el pueblo de San Nicolás. 

Sin embargo, conocedor el General López de que la división 
de Córdoba avanzaba sobre Santa Fé, y de que el ejército del 
Alto Perú, á las órdenes de Belgrano, venia también á mar- 
chas forzadas por Orden del nuevo Director, abandonando asi 
criminalmente las provincias de Salta y Jujuy á la invasión 



— 216 — 

de las triunfantes tropas españolas, detenidas solo hasta en- 
tonces por el heroísmo del ilustre Güemes y sus inTonciblea 
gauchos sáltenos; ante tales circunstancias, decimos, López re- 
trocedió continuando asi mismo la ^erra hasta los tratados de 
San Lorenzo, que fueron sometidos por López & Artigas, y 
aprobados por éste. 

Pero la guerra iniciada por los Directorios contra Santa-Fé, 
asolando esta provincia indómitar, debía dar sus frutos. 

El General Artigas enviaba desde su lejano campamento de 
guerra en el mismo territorio portugués, la siguiente nota con- 
minatoria al Congreso, expresión de un apercibimiento que el 
General Kamirez, portador de ella, debia hacer efectivo muy 
pronto echando por tierra junto con López el Directorio y el 
Omgreso: 

«Soberano Señor 

«Merezca ó no Vuestra Soberania la conñanza de los pue- 
blos que representa, es al menos indudable que Vuestra Sobe- 
rania debe celar los intereses de la Nación. 

« Esta representa contra la pérfida coalición de la Corte del 
Brasil y la administraciou directorial. Los pueblos revestidos 
de dignidad están alarmados por la seguridad de sus intereses 
y los de America: Vuestra Soberania decida con presteza. 

« Yo por mi parte estoy resuelto ¿ protejei; la josticia de 
aquellos esfuerzos. La sangre Americana en cuatro años ha 
corrido sin la menor consideración. 

« Al presente Vuestra Soberania debe economizarla, si no 
quiere ser responsable de sus consecuenoías ante la soberanía 
de los pueblos. 

« Cuartel general en Santa Maria, 27 de Diciembre de 1819. 
José Árfigas. 
Soberano Señor Representáute de las Frovinoias Unidas, 



K — 216 — 

W Como dijimos en el capitulo anterior,' después de sasgriantas 

F batallas en que fueron derrotados completamente los ejércitos 

del Directorio, se celebró con los vencedores el célebre Trata- 
do del Pilar, en cuyo articulo 1." se reconocía al fin en los tér- 
minos siguientes, el gran principio federativo sostenido por 
L ■ Artigas: 

«Articulo 1."- Protestan las altas partes contratantes, que 
el voto déla nación y muy en particular en las provincias de 
su mando, respecto al sistema del Gobierno que debía regirlas, 
se ha pronunciado en favor de la federación, que de hecho ad- 
miten; pero que debieudo declararse por diputados nombrados 
por la libre elección de los pueblos, se someten á sns delibera- 
ciones. 

« A este fin elegido que sea por cada provincia popularmen- 
te su Representante, deberán los tres reunirse en el Convento 
de San Lorenzo, de la provincia de Santa Fé, á los sesenta 
días contíidos desde la ratificación de esta Convención. Y como 
están persuadidos de que todas las provincias de la Nación, as- 
piran á la organización de un gobierno central, so com- 
promete cada una por si d© dichas partes contratantes á invi- 
tarlas y suplicarlas, concurran con sus respectivos diputados 
para que acuerden cuanto pudiere convenirles y convenga al 
bien general. 

« Artículo 2.°»— Allanados como han sido todos los obstácu- 
los que entorpecían la amistad y buena armonía entre las pro- 
vincias de Buenos Aires, Entie-Rios y Santa Fé, en una gue- 
rra cruel y sangrienta por la ambición y criminalidad de unos 
hombres que habían usurpado el mando de la Nación, ó bur- 
lado las ínstmcciones de los pueblos que representaban en 
el Congreso, cesarán las hostilidades desde hoy, retirándose las 
divisiones beligerantes de Santa Yé y Entre-Bios á sus res- 
pectivas provincias.» 

En esos Tratados, por el artículo 10 — se consignaba en la 



í 



— 217 — 

forma eiguiente la obligación de comnmcar al G-eneral Artigas 
las estipulaciones pactadas de acuerdo con sus instmcciones al 
General Kamirez: 

« Articulo 10. — Aunque las partes contratantes ratén con- 
vencidaa de que todos loa artículos arriba eaprosados son con- 
formea con los sentimientos y deseos del Excmo. Señor Capi- 
tán Qeneral de la Banda Oñental, don José Artigas, según lo 
ha espueeto el señor Q-obemador de Entre-Rios, que dice ha- 
llarse con instrucciones privadas de dicho señor Excmo, para 
este caso; no teniendo auücientes poderes en forma, se ha 
acordado remitirle copia de esta acta para que, siendo de su 
agr&do, entable desde luego las relaciones que puedan conve- 
nir & los intereses de las provincias de su mando, cuya incor- 
poración á las demás federales se miraría como un dichoso 
acontecimiento.» 

Es indudable que la trascendencia capital de los aconteci- 
mientos y cambios producidos había disminuido á tan largas 
distancia la influencia prepotente de Artigas sobre sus afortu- 
nados subalternos y aliados; pero asi mismo el art. 10 del tra- 
tado del Pilar le reconocía aun la autoridad necesaria para ha- 
cer depender de su libre voluntad la posición que debían asu- 
mir la Provincia Oriental, la de Corrientes y la de Misiones, 
qae dependían inmediatamente de él, ya incorporándose á la 
Nación Argentina, ya estableciendo las bases de la organiza- 
ción política que ellas debieran darse en el orden federativo. 

Podría también objetarse, bajo el punto de vista artiguista, 
que esa solución no era del todo conforme con las condiciones 
de alianza que reglaban los procedimientos de los gefes del 
ejército federal que venció en Cepeda; y que hasta cierto pun- 
to esa solución violaba las condiciones implícitas de la alianza; 
pero es indudable también que la completa y necesaria dedi- 
cación del General Artigas á la guerra contra los Portugueses 
á tan ^inmensas distancias, lo inhabilitaba hasta cierto punto 



— 218 — 

p&ra continuar monopolizando en justicia la direccio 
ríor da una guerra en que las provincias belijerantes t' 
una parta tan principal y preponderante en sus Bacr 



Habria en esto quizá alguna deslealtad ¿ ingratitm 
aliado y el jefe ausente; pero la señe de estruendosas 'v 
obtenidas por López y Ramirez, la misma precipitac: 
lenta de los acontecimientos, y la necesidad de so] 
prácticas y decisivas, impedian toda postergación, y 1( 
bilitaban para dejar aplazados, liasta recibir las resol 
de Artigas á doscientas leguas de distancia, unos an 
pactos que requerían una inmediata estipulación y eje( 

Así mismo, y para demostrar que esa influencia p( 
militar del General Artigas de ninguna manera habia i 
do en medio de aquellas, circunstancias tempestuosas, d 
reproducir aqui una importantisima nota que lo fué i 
por el Cabildo de Buenos Aires, compuesto de ciudadar 
nentes, el mismo que acababa de declarar cesante al Ci 
Kacional, y que era una respuesta templada y hasta 1 
á la anterior nota amenazante dirigida por Artigas i 
greso: 

Hé aquí dicha respuesta : 
Oficio de la Municipalidad al Excmo. señor General de 

Artigas. 

« Excmo. señor: Con fecha 7 del que rige, ha sido pu 
manos de este Ayuntamiento la nota de T. E. de 27 
ciembre último, en que lamentando la inutilidad de los 
zos de este pueblo recomendable, siente que ella traiga 
gen de la complicación con los del poder directorial. C( 
to, este pueblo ha sido la primera victima que se ha sac 
en el altar de la ambición y de la arbitiariedad, y al C' 
funesto de tan fatales causas, es que debemos atribuir t 
peí de males y horrores civiles que nos han cercado p{ 



— 219 — 

partee. Mas si es, Excmo. Señor, que al terrible estmendo de 
nna borrasca sucede lo apetecible de una calma risueña, V. E. 
debe congratularse de que llegó para nosotros ese momento 
precioso. Un nuevo orden de cosas ha sucedido. Buenos Aires 
inmoble en saa antiguos principios liberales, marcha basta la 
■ paz por la que ansian los pueblas todos. 

En eatoa mismos momentos que so contesta á V. E., se prepa- 
ra por esta municipalidad un diputación al al señor general don 
Francisco Hamirez, para que cerca de su persona levante los 
preliminares de un tratado que sea el déla paz, la obra de la 
fraternidad, y el iria deseado de nueatraa discordias. Bien pron- 
to va á ver V. E. que Buenos Aires merece justamente el titu- 
lo de recomendable, que sabe apreciar loa sentimientos de los 
demás pueblos hermanos, y que que le caracterizan no mónoa 
la buena fé que la mas acendrada sinceridad. Y. E. crea que 
stis votos son boy los de la íratemidad y armonía, y que si 
ella pudiera correr en sus obras á la par de sus deseos, hoy 
mismo quedaría para siempre sepultada la horrible discordia, 
y afirmada por todas las provincias el estandarte de la unión- 
Dios guarde á V. E. muchos años. 

Sala Capitular de Buenos Aires, Febrero 4 de 1820. 

Excelentísimo señor Juan Pedro Affiíir- 
re — Esteban Bomero — José Julián Arrióla 
— Joaquín Suarez — Francisco Delgado — 
Pedro José Ediegaray — Juan Fallo Saens 
Valiente — Fe¡-mín Irigoyen—Báltazar Xi- 
menes-Benito JAndi —Julián Viola — Mar- 
celino Rodríguez — Juan Ángel Vega. » 



Poco intes del gran cambio político producido por la bata- 
lla de C3epeda, el inmortal San Martin desobedecía acertada- 
mente la orden del Directorio de arrastrar e! ejército de los 



Andes, qne tan inmarceBÍbles glorias debía damos, 
parte en la guerra cítíI como lo escribía ¿1 mismo al 
Artigas en un oficio en que le anunciaba que « jamas c 
anana su espada por cuestión de opiniones políticas, 
« que no fuese contra los españoles. » 

A su tumo, el 'ejército yeterano del Alto Perú se de 
zaba en Arequito, sublevado ©n favor de las libertadei 
cíales y contra las traiciones monárquicas del Directi 
el General Bustos y Teniente Coronel don José María 
jando así al Directorio aislado, sin los diez mil veter 
que contaba para someter á sangre y fuego & las provincias 
confederadas. 

De esas guerras intestinas tan ciegamente provocadas por 
Pueyrredon y sus adictos, solo quedaba, 'pues, una época de 
desorden y oprobio para Buenrs Aires, que venía á ser marti- 
rizada y humillada á su tui'no por una ley de tremenda y alec- 
cionadora retaliación. 

El causante de esa irreparable catástrofe, hábil hombre de 
estado, bajo varios conceptos; patriota eminente, por sus ser- 
vicios en la lucha contra los españoles, pero ofuzcado por una 
soberbia incorrejible, que le hacia contemporizar hasta con el 
crimen con tal de lograr sus fines, el General Pueyrredon, caí- 
do de su altísimo puesto entre la airada execración de las mul- 
titudes, tenia poco después que pedir un asilo en Montevideo 
á los mismos portugueses cuya dominación había él tanto con- 
tribuido á consolidar en la asolada Banda Oriental. 

El mismo Congreso que lo había elejido y sostenido en sus 
tramas monárquicas firmaba por el docmnento siguien 
expulsión y la de su Ministro Tagle del territorio de Ja f 

« Kl Presidente del Soberano Congreso en esta fecl: 
comunica la soberana resolución que sigue 

« En la sesión del día, el Congreso ha resuelto que cor 
á la tranquilidad pública, salgan fuera del país el MinJst 



£atado en el departamento de Gobierno, doctor don Gregorio 
Tagle, y el brigadier general don Juan Martin Pueyrredon. 

Yo lo trascribo & V. S. para su conocimiento, y efectos con- 
aignientes, sirviendo este ds suficientes pasaportes. 

Dios guarde á V. S. muchos años. 

Buenos Aires, Enero 31 de 1820. 

Cometió de Saavedra. 
Señor Brigadier General don Juan Martin de Pueyrredon. 



« Queda obedecida la soberana resolución del dia de ayer co- 
municada por V. S., en qu© ordena mi selida del país, por con- 
venir asi á la pública tranquilidad. 

« Yo seié feliz en todas partes, si mi sacrificio es el último 
que asegure el orden interior del Sstado. 

Dios guaide á V. S. muchos años. 

En la rada de Buenos Aires, Febrero 1." de 1820, 
Juan Martin de Pueyrredon. 
Señor Brigadier General, Jefe de Estado Mayor General,» 



El mismo Congreso que firmaba asi la expulsión del Direc- 
tor PuejTredon, y su Ministro Dr. Tagle, de cuyos insensatos 
esfuerzos por dominar á las provincias se había mostrado tan 
dócil instrumento, caía & su tumo disuelto por el Cabildo de 
Buenos Aires, quien en su Bando de 11 de Febrero de 1820 
ezpedido á instigación ó más bien, por orden del ejército en 



campaña del mismo Buenos Aires, declarí 

aquel Congreso y al Directorio, exponiendo 

« por un cúmulo de desgraciadas circunstanc 

« por lasintestinas desavenencias con las provi 

« limítrofes de la Banda Oriental y Santa Fó. 

« á entender que sus aspiraciones y deseos en ó 

« general gubernativo con las demás, no estal 

K solo aquellas, sino que tan sido trascendeni 

« que tasta lioy han compuesto la Union, ma 

« un modo inequívoco por comunicaciones que 

« te Excmo. Ayuntamiento, y por actos recientes que son bien 

K públicos, á que ha coadyuvado el Ejército de Observación 

« situado sobre el puente de Márquez, en la suya dirijida con 

a fecha del dia de ayer, suscrita por todos los gefes que lo com- 

« ponen, y que habiendo también el Soberano Congreso y 

« Supremo Director del Estado penetrádose de los deseos ge- 

« nerales de las provincias sobre las r.uevas formas de asocia- 

« cion que apetecen, en las que ambas autoridades están muy 

« distantes de contradecir ó violentar la voluntad general li- 

« bre de los pueblos, con cuyo objeto es que en este mismo dia, 

« el Soberano Congreso, por su parte, ha cesado, y el Supremo 

« Director, por la suya, ha dimitido en manos de este Excmo. 

« Ayuntamiento el mando que le ha estado cometido.» 

Ocho dias después de esa destitución de Eondeau, en que así 
rodaban por el suelo ensangrentado las grandes pero opresoras 
instituciones nacionales, el General Artigas desde la costa del 
Uruguay dirigía al Cabildo de Santa-Fé la nota siguiente en 
que con sagaz previsión y con inflexible firmeza hacia resonar 
su voz aleccionadora en las tumultuosas deliberaciones de los 
vencedores: 

<; Parece que la suerto se ha empeñado en favorecernos en 
medio de los contrastes, y que la América será libre en medio 
de las grandes contradicciones. Está por demás aglomerar 



pormenores que no degconoce la penetración de T. S. Superada 
la barrera del poder direotorial, ¿qué restará, puea, para sallar 
el mérito de nuestros afanes, y que aparezca triunfante la liber- 
tad en América? Nada, en mi concepto, sino que las provincias 
quieran realizarla. 

G Por este deber, oficio á todas informándolas en los princi- 
pios que deben reglar nuestra conducta en lo sucesivo. Todas 
deberán convenir en uno que será el precursor y elemental de 
nuestra libertad cívíl; que los pueblos sean armados y garan- 
tidos de su seguridad por sus propios esfuerzos. 

« Yo creo que esta medida dice una tendencia demasiado 
general hacia la pública beneficencia, y por lo mismo es adop- 
table. Sin ponerla en planta, la guerra civil se continuará al 
fin de las intrigas y de la mala fé de los aspiradores. Ya es 
tiempo de fijar el término á estos males que por su gravedad 
exigen un eficaz remedio. No encuentro otro que un reclamo 
general de las Provincias para ser armadas. De otro modo es 
diñcil entrar con Buenos Aires en avenimientos razonables, sin 
que luego se vean desmentidas las mejores esperanzas. 

«Yo por lo mismo permaneceré inexorable al frente de los 
provincianos, mientras no sea asegurado este paso tan necesa- 
rio. Aun tenemos fuerzas y recursos para estrecbar á Buenos 
Aires hasta ese punto. 

No dudo que ese heroico pueblo, como tan decidido por los 
de la Liga quiera estar de acuerdo con la importancia de esta 
medida que afianzará los mas benéficos resultados. 

« Por conducto del señor don Ventura Martínez oficio á los 
Cabildos de las demás provincias sobre el particular. Él mar- 
cha en esta comisión, y espero que V. S. lo adelantará en el 
empeño, franqueándole su pasaporte, y prontos auxilios mien- 
tras espero el contesto de V. S. para reglar mi conducta sobre 
el particular. 

« Igualmente deseo que V. S. ordene áese señor ministro, 6 



— '¿24 — 

al de igual clase don José Esperati, existente en el arroyo 
la China, quien tiene mi orden para el pago de loa ponol 
con que esa provincia no? supUa en tiempos del Szomo. seí 
Q-obemador don Mariano Vera. 

Tengo el honor de saludar á V. S. con mía máa afectnoí 
consideraciones. 

Costa del Uruguay, Febrero 19 de 1820. 

José Artigas. 
Al Muy Ilustre Cabildo gobierno interino de Santa-Fé. » 



Hé ahí diseñadas á grandes rasgos las tremendas pero me- 
recidas consecuencias y desastres de la fatal política sostenida 
¿ hierro y fuego por el Directorio para con las provinci 
principiando por su guerra á Artigas, y terminando con su 
nominiosa caída. 

Las amenazas de Artigas en su fogosa nota de 13 de No- 
viembre de 1817 tuvieron así sn más cabal cumplimiento; y, 
para honor sea dicho del pueblo argentino, sn inmensa mayo- 
ría compartió con él su complacencia al ver rodar los Directo- 
rios de Pueyrredon y de üondeau, que eclipsando las inmar- 
cesibles glorias de San Martin en Chile, nnestras más puras 
glorías, habían incubado porsa cuenta, ó tolerado, la nefanda 
traición de sn alianza con el Portugal, y el sacrificio de la pa- 
tria de Artigas. 



'^. 



Las glorias del pueblo Oriental — Degradación de 

la conquista portuguesa. 



Sucesivas derrotas en toda la extensa linea de aquella cons- 
tante batalla, que duró tres años y medio, en un frente de mas 
de doscientas leguas desde el Chuy á las Misiones del alto 
Uruguay, no abatieron el indomable espíritu de la resistencia 
Oriental dirijida y retemplada por el intrépido Artigas. 

Si hay lejitimos y dignos fundamentos para exitar el orgu- 
llo de una nación, y enaltecer sus gloriosas tradiciones en el 
ánimo de sus altivos ciudadanos, pocos ó ningunos pueden su- 
perar en grandiosidad y constancia á los que la República 
Oriental tiene el derecho de ostentar en su bla,son histórico, 
ante el recuerdo de sus guerreros de 1815 á 1820. 

Y sin embargo, triste es decirlo, de todas esas glorias y sa- 
crificios, no se conservan, que sepamos, en las archivos de la 
Bepública un solo parte oficial cambiado entre los distintos 
Gefes y Cabildos, un informe algo minucioso y auténtico, algu- 
nos documentos comprobatorios; escepto la sucinta Memoria 
escrita por el General Sivera, de que hemos tomado algunos 
extractos. Hay por necesidad que buscar informes en los libros 
mismos de los enemigos. Todo ha desaparecido, se ha quemado 
ó se ha perdido, como sino fuesen esos sagrados papeles los gi- 
. roñes del corazón de un pueblo, arrancados á pedazos de él, du- 

¡ rante el martirio de su aborrecida conquista. 

Esas sucesivas campañas, esas cruentísimas batallas, esas 
retiradas incomparables, en todas las cuales los orientales dia 
á dia durante cuatro años atestiguaban al mundo sorprendido 
«filií0rQJ9mx) y su incontrastable decisión de defender la patria 
ósi^rir, forman indudablemente una gloriosísima pajina, quo 



lo 



pocos países puedan ostentar en igualdad de condicic 
población, de recursos, y de elemeutoa, ante enemigos 
derosos, y ante circunstancias tan desalentadoras. 

Solo asi se explica como la entonces provincia Oriei 
día estar cruzada á cada paso por columnas enemiga: 
pesar de su superioridad numérica, de sus sangrienta 
rias, dormían siempre con el arma al brazo, ó detras 
cados y resguardos, sin poder desprender de su centro ; 
partidas que no volviesen desechas y acuchilladas; por 
tras de cada sarandi ó de cada canelón, en la orilla de los arro- 
yos, detras de cada pedruzco, ó de entre las hondonadas de al- 
gún zanjón, surjian repentinamente algunos vengadores heroi- 
cos, movidos por el patriotismo, que es la vara mágica que ace- 
raba aquellos brazos y aquellos fuertes corazones. 

Así se explica que para expedíoionar en procura de gana- 
dos y granos, á fin de no morirse de hambre en la capital, si- 
tiada y bloqueada cuatro veces por divisiones ligeras de algu- 
nos centenares de mal armados ginetes, fuese necesario salir 
compactos y con artillería y bagajes, ejércitos portugueses de 
cuatro á cinco mil hombres de la guarnición de Montevideo en 
son de guerra, para llegar la primera vez hasta la Capilla de 
Da. Ana á cinco leguas de Montevideo & fin de despojar de sus 
trigos y maiz á algunos desvaüdos labradores, y la segunda vez 
hasta Canelones, y de allí adelantar cautelosamente hasta el 
Pintado, campando allí dentro de trincheras y resguardos ca- 
yos restos aun se conservan en el ' campamento, ó encerrarse 
durante meses y meses una formidable guarnición de cinco 
mil hombres dentro de la usurpada capital de la Provincia con 
su cindadela y aproches fuertemente artillados^ 

Es sabido que para garantir toda esa poderosa defensa da 
los asaltos de partidas Orientales ordenó el General Leoor es- 
cavar á todo costo una grande y honda zanja ó foso cU alga- 
nas leguas de extensión, desde el extremo delrinoon del Cerro, 



[ 



— 227 — 

casi en la barra de Santa Lucía, hasta el puerto del Buceo, co- 
locando, dice el General Rivera, en su citada Memoria « reduc- 
tos para piezas de grueso calibre á un cuarto de legua de dis- 
tancia uno de otro; » « operación miserahla (agrega con el más 
soberano desden) in'opia de un general sin conomnientos en el 
aHe de la guerra, » 

Pero esta singular táctica de defensiva en los prepotentes 
invasores no solo se observaba en las líneas de la memorable 
zanja reyuna que más debió llamarse Japoí^ esa por la paciencia 
que acreditaba, cavada por orden expresa de dicho Generalísi- 
mo Lecor, sino era también imitada por el ejército en campaña 
del valiente y activo General Curado, pues el mismo Sena Pe- 
reyra en sus conocidas Memorias rdatiras á la ocivpacion de la 
Provinda Oriental^ en la que él tomó una parte importante con 
la escuadrilla portuguesa del Uruguay, refiere lo siguiente, 
que es sin duda el mejor elogio de los orientales, que solo sa- 
bían pelear en campo raso: 

«Llegado el ejército (de Curado) á su nueva destino, fué el 
rincón de Haedo convertido en un verdadero pmito militar: se 
cerró la entrada con gruesos árhóles, se abrid por un lado de estos 
un ancho y profundo foso, y se levantó mi campamento regtdar,» i 

En esa guerra, no era solo el airado sentimiento viril y la 1 

resistencia más enérgica la que se provocaban, exitando el 
justo encono y zana de los vencidos: era hasta el sagrado del | 

hogar doméstico, hasta las esposas ó hijas de los valientes de- 
fensores del país, las que eran perseguidas y arrastradas á las 
cárceles con brutal ferocidad, á fin de ostentar su apresamien- | 

to como uno de los laureles que faltaban al poderoso vencedor 
6 ccmo un rehén para enervar é intimidar á sus inquebranta- 
bles esposos y hermanos. 

Los calumniadores de -artigas, los que lo han vilipendiado 
por que levantaba en masa indistintamente todos los elemen- 
tos del país, hasta los indios guaraníes, prácticos en la agrícul- 

I 



s 



— 228 — 

tura y en las artes mecánicas, á fin de asegurar lo que podia Ha- ^ 

marse defensa nacional, sin reparar en medios, no han tenido sin 
embargo una palabra de reprobación para atentados inicuos 
como el que refiere el General Rivera en los términos siguien- 
tes en la Memoria indicada, de la cual volvemos á reproducir 
los dos primeros paraíos á fin de inteligencia mejor del lec- 
tor: 

«c Los portugueses (las fuerzas que guamecian la Colonia) 
cometian contra los vecinos del Colla, Vacas, Viveras, etc. to* 
da clase de robos en sus haciendas, saqueos y violencias de ^ 

sus afligidas familias, hasta dejarlas reducidas de un mo- I 

mentó á otro á un estado de mendicidad espantosa : estos re- 
petidos insultos, hacian clamar a aquel vecindario porqué 
el General Artigas destinase una fuerza que les pusiese á cu- , 

bierto de los insultos que estaban padeciendo. 

'< Artigas consideró justa esta suplica, y destinó al Teniente 
Coronel don Juan Ramos, jefe del departamento de Soriano 
con una división de tres mil hombres de caballería para que se 
hiciese cargo de las operaciones sobre la Colonia. A últimos 
de Mayo de 1818, Ramos se hallaba en el Pichinango, á las in- ' 

mediaciones del Colla: sobre aquel punto salió desde la Colo- 
nia el Teniente Coronel Gaspar, con 200 hombres de caballería 
de línea y algunos guerrílleros de los de Fuentes,' los cuales 
fueron batidos por el comandante Ramos, y destrozados com- 
pletamente, quedando en el campo muchos muertos, entre es- 
tos el mismo Teniente Coronel Gttspar, y otros oficiales, y al- 
gunos prísioneros que se mandaron al General Artigas. 

« Este acontecimiento obligó á hacer marchar por mar al 
Teniente General Pintos, que mandó el Barón, con una divi- 
sión para que desembarcando en la Colonia, abriese sus hosti- 
lidades sobre los patríeteos, que se hallaban en la campaña por 
aquel frente. Verdaderamente, Pintos se movió de la Colonia 
con más de 1000 hombres entre estos Fuentes y Vasco Antu- 



nes; y con todas las gueiTÜlas, llegó al Colla, y de allí pasó á 
San José; en este pueblo hizo la célebre empresa de aprehen- 
der k las beneméritas señoras de los capitanes don Julián La- 
guna, don Juan T, Toríbio, don Lorenzo Medina, y la del ciu- 
dadano D. José Antonio Ramírez. Siguió au marcha al pueblo 
de Canelones, aprendió también á la esposa do D. José Yupes; 
habiéndosele escapado al buen correr de las muías del coche la 
esposa del General Rivera, 

9. E. llegó á Montevideo, y en esta jornada, no presentó al 
Barón otros trofeos q^ue sus üustres prisioneras, que fueron con- 
ducidas en un carretón tirado por bueyes, de donde las sacaron 
para encerrarlas en el castillo de la cindadela, como si fuesen 
unos facinerosos.» 

Es indudable que este atentado inaudito qne no ha mereci- 
do de los historiadores enemigos de Artigas, tan conciliadores 
y acomodaticios con la suave conquista portuguesa, ninguna 
reprobación, fué practicado, asi como otros muchos no menos 
odiosos, de conformidad con el memorable bando promulgado 
dias antes por el Q-eneral Lecor, en que condenaba á. muerte á 
todos los patriotas que fuesen tomados con las armas en la 
mano, considerándolos como salteadores; y en el cual en el ar- 
tículo 2.", con un vandalismo de que ofrece en plena guerra 
muy pocos ejemplos la historia de las naciones cultas, se impo- 
nia la siguiente pena á las madrea y esposas de los defensores 
de su patria: 

« Art. 2." Cuando las partidas después de haber cometido 
« algún atentado contra los vecinos tranquilos ó indefensos de 
« las poblaciones que se hallan bajo la protección de las armas 
« portuguesas, no pudieran ser aprehendidas, se hará la más 
« severa represalia en las familias y bienes de los jefes f, indivi' 
« dúos de dichas partidas dispersas, é, cuyo fin saldrán fuertes 
<c destacamentos del ejército portugués á quemar sus estancias, 
« y conducir sus familias & bordo de la escuadra. » .'.' 



- 230 — 

Pero si esto pasabs á las puertas de la capital ó en el 
ma, allí donde todo el mundo podía enterarse de proee* 
tos tan bárbaros y execrables, y reprobarlos con' justs 
nación como una prueba de la verdadera falta de cultuí 
bleza moral de los conquistadores, que pretendían 
civilizar el país, al cual piiucipiaban al efecto á ti-atar 
sus posesiones de esclavos de la costa del Congo; deb 
nerse lo que acontecería en el otro extremo de esa extei 
línea de batalla do las Misiones Correntinas, que se de 
vía en todo su territorio tan boscoso, tan despoblado, y tan 
aislado de toda comunicación con el mundo exterior. 

Allí todo debía pasar en un secreto inviolable, sin que el 
débil íreuo de la execración pública pudiese desarmar el brazoi 
ni hacer mborízar el rostro, de los onlios pacificadores. 

Era necesano para que el misterio horrible de esa guerra 
sin nombre trascendiese fuera de aquellas agrestes soledades, 
que los mismos escritores portugueses y brasileros lo revelasen 
frauoamente en sus obras, fulminando ellos mismos con liidalga 
lealtad el crimen y la ^itrocídad á sus compatriotas alarmados. 

Tenemos pues que apelar á ose testimonio que no puede ser 
más irreíragablí?, por lo mismo do venir del rencoroso enemigo: 

« Es sabido, dice el autor brasilero, que el Marqués de Alé- 
grete, Capitán General de la Provincia de Rio Grande del Sud, 
después de haber derrotado el 4 de Enero de 1817 en el paso 
del Catalán las fuerzas del General Artigas, desprendió una 
fuerte columna á las órdenes del Brigadier das Chagas orde- 
nándole pasase el Uruguay, y destruyese y arrasase cuanto 
hallase, no dejando ni templos ni una sola estancia, ni nada 
que pudiese algún día aprovecharse para repoblar el desierto 
que debia formar, y que había de entregar así á los horrores 
de un exterminio calculado. 

« Es preciso, dice el autor Brasilero que ha narrado la his- 
toria del regimiento de Santa Catalina, que hizo todas las cam- 



— 231 — 

pañas de esta epocia; es preciso volver muy atrás de 
para encontrar ejemplares de órdenes semejantes. I 
dos de su ejecución no podían dejar de ser, impoliti' 
«istianos. 

« La guerra terrible de por si, es uno de los mayo 
<le la humanidad, aun cuando sea algunas veceí^ nec 

a. Pero invadir un territorio estranjero; asolar, sai 
1)los sin armas, reducir á ceniza? templos y casas, ol 
habitantes á presenciar esos actos horrorosos, y des; 
portarlos por fuerza á otro país; es propio de naci( 

Es esto sin embargo, lo que sucedió en las Misíon 
tales á consecuencia de la orden del Marques de Al< 
bernador y Capitán General da la Capitania de 3 
del Sud.» 

Narrando como se llevó á cabo la destrucción d< 
nes, no solo por el mismo Brigadier das Chagas s 
dos mil hombres de tropas escojidas, sino por su 
Grama, Carvalho y Cardoso, agrega el mismo auk 
citado: 

«Naturalmente, muchas atrocidades fueron comet 
Toicidio, el estupro, estaban á la orden del día, con 
ralidad y el sacrilegio. Se vio un teniente de caball 
Luis Maira, indio del Brasil, ahogar á criaturas y h 
de eso. La religión católica era profanada y con( 
hombres que se decían católicos.» 

Para que pueda apreciarse bien el proceder obs 
das Ohagas, hé aqui lo que el mismo escribía de S 
con fecha 13 de Febrero en su parte oficial al Marqi 
grete: 

« Destruidos y saqueados los siete 

la margen occidental del Uniguay, saqueados solamer 
hios de Apóstoles, San José, San Carlos; dejando ho 



" ttdadas iodos las campañas adyacentes & los piidilos por el espí 

de cincuenta leguas á mas de las ochenta y mas'qtie anduvo m 

k tra partida de CarvaVio para perseguir y derrotar á los ius 

gentes, se saqueó y se trajo de este otro lado dd rio cíiicwenía 

mudios y ricos ornamentos, mucJias y buenas ce 

abállos, igual número de yeguas y 1.130,000 : 

cío avaluaba el número de muertos en tres 
y el de prisioneros en 360; — proporción sini^.^ 
ire á la vez lo reñido de loa combates, y la im- 
Jad del vencedor, asesinando cuanto habitante- 
.nosü 

tnsa y erudita Memoria escrita por el ilustrado 
Mousay, por encargo del gobierno Argentino en 
: Misiones Argentinas, se presentan algunos in- 
ible interés sobre esos mal conocidos episodios 
a, brasilera, obtenidos en loe mismos sitios, des- 
jtenida exploración entre las ruinas de las pobla- 
jrovincia, y robustecidos en informes oficiales de 
X)ridades militares brasileras. 
corroborar nuestras afirmaciones con testimonios 
03 ¿ imparciales, demostrando asi que no hay 
.prevención ni animosidad en nuestros juicios, y 
38 sino deducir consecuencias lógicas y justas de 
insomados ¿ intergiversables en aa mas severa 
«a. 
giinos párrafos interesantisimos de dicha Memo- 

el general Chagas se mostró ejecutor fiel y con- 
itaa ferocea medidas. El 17 de Enero de 1817, ét 
nay en el paao de Itaquy & la cabeza de 2,000 
ap& escogida, tomó la Cruz que no hizo ningnna 
Les todos los Indios varones hablan huido, y puso 



— 233 — 

allí su cuartel general. De este punto mandó al mayor Gama 
con 300 hombres de caballería para destruir á Yapeyú que ha- 
bía sido abandonado por su población. Gama hizo esta opera- 
ción muy descansadamente y no dejó subsistir nada de esta 
antigua capital de las Misiones» A su vuelta tuvo algunas 
guerrillas con Andresito, pero fué auxiliado oportunamente 
por Chagas. Don Luis Carvalbo fué encargado de destruir 
Sto. Tomé, San José, Apóstoles, Mártires y San Carlos, y cum- 
plió tan bien como Gama su encargo. 

« Parece sin embargo que Andresito se le adelantó á San 
José. Este tenia muy poca gente, pues el resto de sus tropas 
estaba en el Entre-Ríos con el general José Artigas quien 
sin desanimarse por su contraste del Catalán^ quería como lo 
hizo después, volver á empezarla guerra contra los portugue- 
ses. Otro teniente de Chagas, Cardóse, ilestruyó á Concepción, 
Sta.-Maria la Mayor y San Xavier. En fin, para cerciorarse de 
que esta tarea había sido bien hecha, Chagas él mismo remon- 
tó á lo largo del Uruguay hasta los pueblos paranaenses, aca- 
bando de destruir todo lo qué había escapado á sus tenientes. 
Su caballería lanzada en todas direcciones no dejó nada en pié. 

« Consumada la destrucción de las quince Misiones, Chagas 
mandó que todo lo que quedase de población fuese transporta- 
da sobre el territorio Portugués, y pasó allá con sus tropas. 
Llevaba consigo inmensas tropas de ganado y muchas carre- 
tas cargadas de los despojos de las iglesias. Sesenta y cinco 
arrobas portuguesas (1,040 kilogramos) de vasos sagrados, 

candeleros, estatuas etc etc de plata; 

fueron los trofeos de esta memorable espedicíon. Estos objetos 
preciosos restos de la aitigua riqueza de las Misiones fueron 
mandados á Porto Alegre, y de allí á Rio Janeiro. Las campa- 
nas, cuadros y estatuas de Santos fueron llevados á San Borja. 

« Todos estos horrores indignaron hasta á los mismos Portu- 
gueses. El padre Martinho Céspedes cura de San Borja nunca 



— 234 — 

quizo después consentir en confesar á los soldados, que habíi 
tomado parte en la destrucción de las Misiones. Cuando se 
representaba que los inferiores no eran resposables de las órd 
nes de sus Superiores, habiendo cumplido con ellas : « i 
no, amigo, contestaba él padre, el verdadero cristiano mas pt 
fiere la muerte que profanar las reliquias sagradas de nuest 
Redentor. 

« Se cuenta que cuando se llevaba la población de la Cn 
pues al evacuar estejpueblo Chagas tuvo buen cuidado de h 
cer sufrir la suerte común, al anciano padre Fray-Pedro, cu 
de esta Misioo, de más de cien años de edad, hombre unive 
salmente venerado por su edad y sus virtudes, fué transport 
do con sus feligreses al otro lado del Uruguay. Sentado sob 
la orilla del rio, miró las llamas que se elevaban del lugar do 
de habia vivido tantos años y devoraban el templo y las casj 
Entonces rodeado de las pobres Indias llorando, de los ancii 
nos y de loa niños que habían sobrevivido, el viejo sacerdo 
se enderezó, y con las manos tendidas al cielo, el rostro bañ; 
do de lágrimas, « Dios mió, exclamó, hasta dónde ha Bnbi< 
« ia perversidad humana que yo pueda ver hoy dia vuest: 
« augusto templo incendiado, his reliquias de vuestros santi 
« profanadas, los campos de vuestros servidores asolados, si 
« asilos en llamas, y ellos mismos espirando bajo el sable ases 
« no. Dios mió, perdonad á estos hombres, perdonadles, Seño 
« pues no saben lo que hacen! » 

« Un sacerdote brasilero, D. José Coellio, recogió á este V' 
nerable anciano en su casa; vivió allí algún tiempo todavía, p' 
ro sin poder consolarlo del desastre de las Misiones. Estos acoi 
teeimientos señalaron los primeros meses del año 17, La esp' 
dicion de Chagaa fué un acto de pura y simple ferocidad, pui 
no hubo resistencia, y se limitó en suma i robar ganados, s! 
quear y quemar templos y casas, sacar por fuerza de sus hogí 
res una población de mngeres, niños y ancianos, pues todos h 



— 236 — 

carones de armas llevar ó estaban con Artigí 
do. Luego de retirados los Portugueses, loa ] 
visitar las ruinas d© au patria y juraron ve: 
aprovechó esta exasperación para excitarlos 

« Después de haber ensayado con la poca 
resistir á Chagíis, habia corrido del otro lado 
buscar refuerzos, con loa cuales volvió á ocu] 
poso SQ cuartel general en las ruinas de Apó 
Chagas lo supo, se apresuró á pasar otra vez 
Paso de San Lucaa, con 700 hombres y v¡n( 
Andresito se habia atrinchetado bien en esti 
rechazado con bastante pérdida, volvió al Bi 
Dueño entonces del territorio de Misiones, A 
buen número de indios, y el año siguiente 
nazante, que Chagas creyó deber volver una 
Misionea. Engreído con su triunfo de Apósl 
habia alojado en San Carlos donde habia tod 
Ohagas ocupó fácilmente la plaza y laa cas 
se habia hecho fuerte principalmente en la 1 
legio. AHÍ tenia sus soldados y sus familii 
vender caro sus vidas. Se habia abierto tror 
des, para el fuego de la moaqueteria, los hon 
tes y diestros. Asi fué que los Portugueses 
gente en su primer ataque. Pero con el favc 
racan del Sur consiguieron prender fuego á 
los techos de la Igleaia y del Colegio ; mienti 
las puertas á cañonazoa. 

« Los iudios hicieron entoncea una sali 
consiguieron romper la linea Portuguesa, per< 
tendidos en el campo. Envueltos por el ii 
capitularon. Trescientas personas de toda ei 
ron en este ataque, quemadas ó matadas. Lo 
cieron prisioneros 323 hombres y 290 mugei 



— 236 — 

do este combate los Indios habían mostrado un encarniza- 
miento y una tenacidad increible. Dos veces habian llegado 4 
apagar el incendio reanimado siempre por el huracán: y sin 
los elementos conjurados contra ellos habrían ciertamente de- 
rotado á Chagas. Los prisioneros fueron dirijidos á San Borja^ 
y se destruyó lo que quedaba de San Carlos ( 29 de Marzo de 
1818.) El 7 de Abril la columna de Chagas fue á hacer la mis- 
ma operación en Apostóles donde algunas familias se habian 
restablecido. No se dejó piedra sobre piedra. Terminada la ex- 
pedición; Chagas volvió al Brasil. » 

Hasta aquí la Memoria del Dr. Üe Moussy. 

Los pobres indios argentinos de las Misiones Correntinas^ 
cuyos progenitores habian derrotado tantas veces á los Portu- 
gueses de la Colonia desde 1681 sirviendo á las órdenes de los 
gobernadores de Buenos Aires, en fuertes y repetidas expedi- 
cioYies; sufrieron asi una guerra de exterminio, produciéndose 
deliberadamente con ese sistema vandálico la titulada pacifi' 
cddon sobre ese vasto cementerio en donde antes se óia re- 
percutir el nombre prestigioso de Artigas, como el de un re- 
dentor; cuyo heroico teniente ó hijo adoptivo Andrés Artigas 
después de batirse con la fiereza de un jaguar de aquellos bos- 
ques, iba en 1820 á morir envenenado en una fortaleza del 
Brasil, á los cuatro meses de caer prisionero en un sangrien- 
to y último combate. 

Con las ligeras consideraciones y detalles que preceden, po- 
drá formarse una idea de la importancia e interés que han de 
tener en la República las investigaciones históricas, de las que 
ha de resultar la mayor glorificación de Artigas y de los de- 
fensores de la Provincia Oriental y de Misiones que lo acom- 
pañaron en su heroica resistencia al invasor extranjero. 

Esos nombres preclaros, de los cuales por desgracia hay tan- 
tos olvidados ó desconocidos hoy que debieran grabarse en 



letras de oro en el primer monumento patrio, reclaman de la 
lealtad de sus compatriotas el homenaje debido- á bu noble 
memoria, siquiera sea como una leal demostración de gratitud 
á los que han dejado entre los anales confusos de aquella época 
remota, el rastro luminoso de sus heroicas hazañas. 

También se advertirá con las breves reflexiones que hemos 
presentado concisamente, cuáles fueron los rasgos más promi- 
nentes de esa primera lucha por la patria, de parte de los 
Orientales, asi como algunos de los vergonzosos y bárbaros 
extremos con que se degradó la conquista luso-brasilera, que 
tanto han preconizado y aun tratado de explicar y justiflcar 
los historiadores adversos á Artigas, como Mitre, Sarmiento, 
López y Berra. 



s 



k 



La segunda contra-invasión. 



« La terquedad (de Artigas) llevada basta el delirio, la in- 
« disciplina salvaje de su carácter y aquel iniemal egoísmo 
« con que prefería la ruina total antes que la sumisión á las 
« c ndiciones constitucionales de nn orden general radicado 
« en Buenos Aires, como era indispensable entonces que lo es- 
« tuviese, eran el más poderoso auxilio con que contaba la 
«. usurpación de los portugueses, pues que reducían á la impo- 
« tencia el patríotismo de los argentinos para contenerlos ó 
« para arrojarlos del Rio de la Plata, » 

Esto dice el doctor López tratando de justificar de algún 
modo la política pérfida de los Directorios, teniendo que reco- 
nocer en seguida mal de su grado, la beroicidad do la resisten- 
cia que bacian los orientales. 

Siguiendo el mismo sistema de menguada deslealtad para 
con el gran patriota que dirigía y estimulaba esa resistencia, 
el general Mitre consigna también este juicio arrancado á su 
imperturbable apatía en bonor de los orientales, pero no sin 
sombrear el cuadro con sus babituales y odiosas calumnias 
contra Artigas. 

« A pesar de tantos y tan severos reveses, los orientales no 
demayaban en su beróíco empeño. Defendían su suelo patrio 
y 8u independencia contra la agresión injusta de un poder 
extraño, que tomando por pretexto la anarquía del limítrofe, 
solo era movido por su ambición y su codicia. Solos, mal 
mandados, maltratados, mal organizados, casi sin armas y 
desprovistos de todo, se mostraban empero dispuestos a 
hacer el último esfuerzo. Artigas acaudillando esta valerosa 
resistoncia, se babria levantado ante la historia, si bu- 



— 240 — 

.0 alguna de las calidades del patñota ó del guerra- 
provisto de toda virtud cívica, de toda inteligencif 
ilitar,y hasta del instinto animal de la propia con- 
abia preferi do que su patria se perdiese antes que 
i con sus hermanos, y se habia hecho derrotar jaieo- 
en todas partes, lo mismo que bus tenientes, ain te- 
i inspiración generosa, ni acertar una sola vez i 
edianaroente la mas vulgar operación de guerra 
i mas sagrada fué acaudillada por un ser mas iudig' 
lepto, ni sostenida por soldados mas Llenos de ab- 

lede el odio de partido producir un tan completo 
mental y moral en las más aventajadas inteligen- 
cia imparcial reconocerá ante el examen severo y 
do de los antecedentes y desarrollo de esa grande 
4 general Artigas poseia relevantes cualidades del 
iel guerrero, las mismas que le niega Mitre, fun- 
el mal éxito eventual de algunas de sus empresas 
en la inflexible fuerza de sus sentimientos repabli- 

lerido preceder esta sección destinada á hacer re- 
írincipales antecedentes y circunstancias de esta 
paña del general Artigas en defensa de su patria, 
3 juicios tan depresivos y hostiles contra él, á fin de 
a injusticia de tales calumnias, y demostrar prácti- 
odioso contraste que existe entre los hechos ocurri- 
)inione3 de aquellos historiadores, 
ihora en dos palabras la última campaña de Arti- 
los Portugueses. 

unstancias penosísimas, y después de haber hecho 
t general de todos sus destacamentos sueltos, volvió 
impulsado por su firme é intrépido carácter á ensa- 



— 241 — 

■ 

yar el mismo plan de contra-invasión que había intentado 
llevar á cabo dos años y medio antes. 

Al efecto, con los escasos elementos de gnerra de que pudo 
•disponer, emprendió su nueva campaña al frente de dos mil y 
pico de hombres, traspasando las fronteras orientales, ó in- 
ternándose en el territoilo riograndense, dejando á su espal- 
óla los ejércitos portugueses de Lecor y de Curado, formando 
mas de diez mil hombres, inmobil izados en una vergonzosa 
inercia, el uno en Montevideo bloqueado por las partidas suel- 
tas de los intrépidos Tupes y Duarte, y el otro en su fortifica- 
do campamento del Rincón de Haedo. 

Oigamos al mismo Artigas dando las razones que lo indu- 
cian á adoptar de nuevo ese plan, y diríjir esa expedición tan 
azarosa, en la que con tan pequeño ejército alucinábase con la 
esperanza de poder dominar el territorio riograndense, hacer 
retroceder á esfce las fuerzas portuguesas que ocupaban la pro- 
vincia oriental, y por medio de una serie de hábiles y activísi- 
mas operaciones, batir en detalle las fuerzas y partidas portu- 
guesas, libertar su tierra natal, y asestar un golpe de muerte 
a.1 corazón del enemigo. 

Pero el General Artigas en la indomable energía de su es- 
píritu, y en la confianza que tenia en sus tropas, no quiso ó no 
supo convencerse sin duda, de que ese pequeño ejército casi 
todo de caballería, y mal armado, iba á tener que luchar con 
Riograndenses ya tan activos, vaquéanos y batalladores 
como sus mismas tropas, con un enemigo tan poderoso 
que por todas partes le presentaría nuevas fuerzas, y nue- 
vas divisiones de infantería y caballería, que podrían repo- 
ner fácilmente cualquier pérdida, mientras él no tendría como 
subsanar las suyas, á tanta distancia de su base de operacio- 
nes; y en todo evento concluir á fuerza de número y superíor 
armamento lo que él deseaba y se proponía conseguir á fuerza 
de actividad y de heroísmo. 

16 



— 342 - 

"Véase cómo Ai-fcigas al emprender esta nueva y audaí 
campaña, daba explicaciones sobre ella al Cabildo de Ci 
mes, en donde estaba el Cuartel General de la diviáon si 
ra de Mont6\;deo, y exhortaba enérgicamente á tod 
Orientales á cooperar á la defensa de la patria: 

« Después de los desgraciados momentos, que han prec 
al objeto de mis afanes, he creído «n deber multiplicar 
nuevo en obsequio de la común felicidad. Sin embarg 
prematuro contraste de la vanguardia, aun podemos 
mejor impulso á los intereses del sistema. Tenemos ftierzi 
se ha reunido la última división da Misiones, y no es p 
demorar los empeños, que harán fructuosoa nuestros trs 
la inacción será el principio de nuestra destrucción: los 
sos se consumen: y el número de tropas que tengo reunii 
es fácil sostenerlas sin mucho detrimento de los intereseí 
mos de la Provincia. 

« Por lo mismo h.e resuelto marchen estas tropas se 
frontera dejando los demás puntos cubiertos, y fiadosal d 
peño de los respectivos comandantes. Espero que V. S. 
tanto quiera contribuir del mejor modo á promover la í 
y demás virtudes que puedan poner en acción todos los 
tes de la máquina. El interés es de todos, y cuando m 
íuerzos son dirijidos á la frontera es forzoso .quaV. 
igualmennte celoso en conservar ese Departamento 
cargo. 

« Es indudable que los portugueses nos hacen la guer 
Tentajaa, cuando han apartado la guerra de su teíritorio, é in- 
troduciéndola en el nuestro sentimos los fattdes resultados. 
Ellos y nosotros consumimos : los destrozís son consignientes, 
cuando ellos y nosotros procuramos privarnos de recursos. 

«c Este mal llevado al territorio portugués, ellos tocarán en- 
tonces mas de cerca los resultados de la guerra, y ni serán los 
continentales tan indiferentes á ella, ní podrán sacar las ven- 



— 243 — 

tajas que hasta hoy consiguen por sus irrupciones en la fron- 
tera. 

« Yo creo que á presencia de este nuevo esfuerzo, ellos no 
serán indiferentes á este mal que tan de cerca amenaza sus 
intereses. 

« Estoy cierto que á este impulso ellos no quedarán en inac- 
ción en los puntos que hasta hoy ocupan. Sea cual fuere nues- 
tra suerte, ellos deben salir á campaña. En este caso, sea el em- 
peño de V. S. animar á ese vecindario paia el contrarresto de 
sus esfuerzos. Yo por mi parte encarezco este deber á los co- 
mandantes militares. Todos de acuerdo jjodomos dar un dia 
grande á la patria, y superar todas las diñcultudes que hasta 
hoy han hecho invitiles nuestros esfuerzos. Por ello empeño 
todo el influjo de V. S., y espero que animados todos de tan 
nobles sentimientas por un objeto tan. digno, sean obtenidos 
nuestros votos. Asi animados, temblará el enemigo. Tal es mi 
deseo: por él tengo el honor de ofertar á V. S. todo mi afecto 
y recomendarle todo el lleno de sus deberes. 

«Salud y Libertad. Cuartel Genera], Xoviembro 17 de 1819. 

Josr A) ti (jas: 
Al Muy Ilustre Cabildo Gobernador de Canelones. 



Presentaremos otro documento no ni c ios interesante y ex- 
plicativo que el anterior sobre el mismo asunto, mostrando 
hasta qué extremo miraba por los intereses rurales de la Pro- 
vincia, en medio de la guerra. 

En carta al General Rivera de fecha 4 de Diciembre de 
1819 el General Artigas se expresaba en los siguientes térmi- 
nos, explicándole estratégicamente las conveniencias de su 
audaz empresa: 

« Sin embargo de los desastres de la vanguardia, he resuelto 
marchar sobre el territorio Portugués. — Usted debe estar con- 



— 244 — 

vencido de la necesidad de esta medida. Un número bastante 
considerable de tropas no es fácil sostenerse en inacción; con- 
sumen mucho, y sin objeto; este es nn deterioro para la Pro- 
vincia: la mayor parte es infantería. Esta clase de tropas es 
inoficiosa para colocarla en diferentes pantos que ocupan los 
enemigos, y los más de Iob que las componen, son auxiliares á 
quienes tampoco conviene la inacción. Sobre mil y seiscientos 
Guaraníes que ban venido á más de los Guaicuruces, aseguran 
la Provincia de este modo; porque internándonos á Portugal 
con una fuerza respetable, de necesidad se reúnen todas las 
guarniciones y piquetes, que se hallan en los diferentes puntos 
de la frontera, para defenderse y proteger sus vecindarios é 
intereses. Esto mismo es un beneficio para la Provincia, por- 
que impide las tentativas y vaquerías continuas que nos hacen 
por todas partes, con que distraen y nos dividen la fuerza. 

« Les introducimos la guerra en su país, y nos mantenemos 
de ellos mismos, ahorrándole esto á la Provincia en que so ha- 
llan. » 

Efectivamente, y de acuerdo con estos propósitos, el general 
Artigas atravesó la frontera de Santa-Ana, proponiéndose sor- 
prender y destruir las fuerzas del Brigadier Abren que se ha- 
llaba al mando de aquella, al mismo tiempo que se |)onia en 
aptitud de obtener recursos de toda especie para continuar con 
ventaja la guerra. 

En efecto, aquel jefe brasilero aunque trat5 de retirarse ante 
el inesperado ataque, haciendo reunir la gente y retirar las ca- 
balladas, fué alcanzado en el Paso del Rosario, en donde fué 
completamente despedazado por Artigas el 14 de diciembre de 
1819, perdiendo gran número de soldados y desbandándosele 
el resto de la división. 

Esa acción de Guirapuitá Chico, ó del Rosario, es un timbre 
de honor más para el general Artigas, que por supuesto no han 
querido reconocerle en lo más mínimo sus detractores. El ge- 



— 241 

neral Artigas envió un parte d© 
rez, quien lo hizo publicar en I 
nes de júbilo público. 

Artigas no pndo entonces obl 
bles de su victoria, porque acuc 
rapidez las fuerzas muy superio 
mente, áf>\ brigadier Cámara, y 

Habiéndose puesto en retirad 
divisiones reunidas, sufriendo ui 
guardia, pero habiendo reconcí 
una segunda batalla sobre el An 
combatiendo dos mil Orientalef 
cuatro mil Brasileros fueron der 
ro de 1820, en una sangrientisi 
pudo salvar el general Artigas ci 
les atravesó la provincia basta p 
en Corrientes, tratando de refor 
cha. 

Los temerarios invasores en es 
proezas de Carlos XII Bey de la 
midable Rusia, hasta la fatal Pul 
arriesgada empresa, pero dejaroi 
hostiles vecinos, y enaltecieron 
Orientales. 



f 



Como contribuyó Artigas á la defensa de Buenos 

Aires. 



Vamos á dedicar ahora algunas consideraciones sobre este 
importantísimo rol de Artigas en la existencia misma y en la 
integridad territorial de las Provincias Unidas. 

El Portugal, y más tarde en su sustitución el Brasil, soste- 
nian y reproducian á todo trance las aspiraciones y duplicida- 
des de la tradicional política conquistadora que sostuvo aquel 
reino para extenderse en los territorios Orientales, parodiando 
á la antigua Roma, aunque muchas veces con medios no tan 
belicosos « a Oadilnis usq^ie ad Ganges » : desde el Amazonas al 
Eio de la Plata. 

La más escasa previsión podria haber hecho vislumbrar a 
los políticos desleales y atolondrados, imperantes en aquella 
época en Buenos Aires, que la traición que proyectaban para 
deshacerse del inflexible Artigas, traicionando al hermano in- 
dependiente, y entregándolo á las garras del Portugal, engen- 
draba y aproximaba para las Provincias Unidas el más serio 
peligro que pudiera amenazarlas; mayor aún que el de la con- 
quista española. 

Merced á esa política realmente suicida, contribuían con sin 
igual eficacia aquellos miopes estadistas á implantar sólida- 
mente en el Rio de la Plata, y aún en Entre-Ríos y Corrientes 
hasta el rio Paraná, la dominación del terrible vecino y rival á 
quien la poderosa España no había podido, ni por amaños, ni 
por la fuerza, arrancarle los hermosos territorios,' que sucesi- 
vamente había ido usurpándole. 

La historia imparcial y justiciera reconocerá que Artigas, 
abandonado como un criminal famoso por el Gobierno de 



— 248 — 

Puayrredon á la insaciable rapacidad lusitana; prestó asi 
mo con su guerra de resistencia eucamizada á la conq 
portuguesa, el mas inestimable servicio á loa mismos traii 
y cobardes que lo entregaban, y á la nación inconsulta á ( 
se le hacia repudiarlo como á su enemigo mortaL 

Sin Artigas, 9Ín su resistencia increíble, sin su enterezt 
contrastable de propósitos, la Banda Oriental se babria ri 
do fácilmente á su irresistible conquistador, enervada poi 
tésanos alhagos, ó sometida fácilmente por las armas: pe 
á pesar de haber en ella tantos enérgicos patriotas, sin Artigas 
faltábales el gran centro personal q^ue los reuniese, que los es- 
timulase, que los arrastrase y dirijiese en la lucha, sin transa- 
ciones ni acomodamientos posibles. 

La verdad es que el solo nombre de Artigas representaba 
para amigos y enemigos un formidable ejército. 

Sometida la capital de la provincia Oriental en 1817, pro- 
fundamente anarquizadas como lo estaban las provincias Uni- 
das del Bio de la Plata, y preocupadas con la guerra contra los 
españoles; el ávido lusitano no se habría detenido en el Uru- 
guay, y, dia mas dia menos, posesionado del Entre-Ríos y de 
Comentes como habia conseguido estarlo ya en una parte de 
la Banda Oriental, habría arrancado á nuestro país estas dos 
grandes provincias, y dominado toda la costa del Paraná des- 
de la isla del Cerrito, en la confluencia con el Paraguay, dándo- 
se asi la mano con sus inmensas posesiones de Mattogrosso, 
enseñoreándose al mismo tiempo de la navegación y emboca- 
dura del grande estuario del Plata. 

Si las tropas entreiianas de Ramírez, sometidas á las órde- 
nes de Artigas, no hubiesen derrotado tan completamente á 
Hereñú y demás pequeños caudillos de Entie^Rios, que bIU 
sostenían la fatal y disolvente política del Director Pueyrre- 
don; es indudable que estos mismos enemigos de Artigas se 
habrían asociado ó aliado á los portugueses, facilitándoles to- 



dos los inmejorables recursos de mov'l'dad del Entre-Ríos. 
Habrían dejádoloe ocupar en quieta tranquilidad como aliados 
cordiales que eran del Directorio, interesado en mantenerlos 
contentos, las dos provincias que mas atobicionaban aquellos, 
la de Entre-Ríos y la de Conientes; redondeando asi su con- 
qnista en esa riquísima y fértil Mesopotamia Argentina, con 
mi magniñco sistema de ños navegables tan superior bajo to- 
dos respectos, y hasta por el benigno clima de esta región, á 
la del grandioso AmaKonas. 

Esta nueva y probable usurpación tuvo su ensayo feliz, su 
comienzo triunfante en la expedición que el General Portu- 
gués Curado conñA á bu segundo Bentos Manuel Riveiro, 
cuando invadiendo el Entre-Ríos se apoderó de la primera im- 
portante bateria construida por Artigas en Perucho Yerna en 
la costa entrerriaua sobre el Uruguay, mandada por el leal y 
valiente Coronel don Gorgonio Aguiar, y entró al inmediato y 
antiguo pueblo del Arroyo de la China, hoy Concepción del 
Uruguay. 

Es sabido que Bolo por un acaso ese comienzo de invasión 
no se llevó adelante, por negarse á ello Curado, á pesar de las 
instancias del audaz Bentos Manuel, porque le permitiese in- 
ternarse en perñecucion del jefe artiguista Ramírez, que se re- 
tiraba amedrentado ó receloso hacia el Paraná^ 

¿Cómo habría podido la anarquizada Buenos Aires, aisla- 
da del resto de las Provincias por las justificadas resistencias 
de la bravia Santa-Fé, lachar con aquel temible poder portu- 
gués tan compacto y disciplinado, el cual no había sabido ni 
podido contrarestar la misma España del valiente Zavala, ni 
del tremendo don Pedro de Cevallos? 

La conquista se habría consagrado y tolerado por los asusta- 
dizos políticos, por los pérfidos argentinos que pactaron la ocu- 
pación de la Banda Oriental, y dejaron pasar cómodamente por 
Martin García la escuadrilla portuguesa, que en seguida pudo 



— 260 — 

dominar exclusivamente en el Uruguay, y tanto mal hizo á 
Artigas y á la Banda Oriental, ligando las operaciones de Cu- 
rado con Lecor, que ambos se hallaban sitiados y empantana- 
dos el uno en su cuartel general de la capital y el otro en su 
campamento del Queguay. 

El Brasil después del Portugal, habría asi conservado inde- 
bidamente tan preciosa rejion platina y paranaense, hallando 
en el oro de sus repletas arcas, y en el hierro de sus armas, los 
dos grandes elementos de su incontrastable poder, la conser- 
vación á perpetuidad de esa hermosa conquista. 

Esa catástrofe que pudo haber sido tan inminente después 
de la batalla del Catalán, no tuvo su completa realización mer- 
ced á la obra del impertérrito Artigas, que aún sacrificando su 
pro^dncia en aquella lucha tan desigual, quebró la audacia 
lusitana, armó después con su ejemplo el brazo de los venga- 
dores en Buenos Aires, Santa Fé, Entrerios y Corrientes, en 
1822 y en 1826, y descubrió el abismo en que sin su incompa- 
rable resistencia se habrían hundido las Provincias Unidas, ya 
despedazadas ppr si mismas en permanente disolución, ante el 
coloso compacto y fuerte del Imperio de la Santa Cruz. 

Los sistemáticos enemigos del Greneral Artigas han debido, 
cuando menos, reconocerle ese inestimable beneficio tan leal- 
mente conferido á sus encarnizados eoemigos personales, tan 
ingratamente retribuido por ellos; y confesar que en realidad 
él salvó, excepción hecha de su país natal, la integridad del 
territorio de las Provincias Unidas del Rio de la Plata. 

Jamás la noble divisa de la martirizada Polonia europea, 
sostenida por su inmortal Kosciusko — por mtestra libertad y 
por la víiestra, - - pudo tener otro mas leal y abnegado cam- 
peón que Artigas en esta pequeña Polonia americana de 1817, 
victima inmolada por la Rusia Portuguesa y Brasilera. 



La última guerra. Artigas y Ramirez, 



I 



Los tratados del Pilar, que fueron el resultado del triunfo de 
los principios del sistema de gobierno federal, abrieron las 
puertas de una nueva vida para las Provincias Unidas, y les ase- 
guraron al fin la organización política por la que hablan der- 
'*' ramado tanta sangre y sufrido tanta desoía don y ruina. 

Pero la feliz solución de ese problema de gobierno, exigia 
también necesariamente una sólida defensa y cohesión nacio- 
nal; exigencia de vida y de estabilidad que no podia llenarse, 
en tanto la provincia Oriental y la de Misiones estuviesen ocu- 
padas por el invasor extranjero, y amenazadas á un mismo 
tiempo por las provincias de Entrerios y Corrientes. 

En la exaltación del triunfo, los negociadores de aquellos 
tratados olvidaron esa suprema exigencia que era verdadera- 
mente nacional, sin recordar que mal podria subsistir esa na- 
ción, desde que tres ó cuatro de sus provinciets mas importan- 
tes estuviesen amenazadas ó poseídas por su enemigo capital. 

La cuestión era, pues, de vida ó muerte para todas ellas. To- 
do aplazamiento era un peligro mortal. 

El General Artigas que tan activa y eficazmente habia con- 
tribuido á aquel triunfo, después de siete años de su iniciativa 
política, en sosten de la cual tanto habia combatido para hacer 
^ reconocer el derecho de las provincias á su administración 

interna, tenia justísimo fundamento para mirar con orgullo y 
satisfacción el éxito feliz de su grande y reformadora obra. 

Pero en aquellos momentos, el triunfo de las intituciones 
políticas era muy segundario ante el peligro de la conquista 
extranjera quo amenazaba suprimir ó desmembrar la misma 
nacionalidad. 



El General Artigas lo oomprendió perfectamente asi; 
petó que el nuevo orden de cosas, traería como so nrii 
mas importante conquista una declaración general y abi 

[, de guerra á los portugueses, desde que, intimados para el 

^ lojo de la Banda Oriental y Misiones, no retirasen inmei 

'f mente sus fuerzas. ' 

^ Es del todo superfluo agregar que siendo esa la mas g 

¿.'" y principal aspiración de Artigas, todos sus actos debían 

k^ centrarse en su realización rápida y completa. Toda su 

gl'.: tencia, todo su vigor de voluntad, todas eus pasiones de gran \ 

Y caudillo, estaban excitadas y absorbidas por ese pensamiento 

'^■\ primordial. Para salvar á su pais de la conquista portuguesa 

g: habría recurrido á todos los extremos por mas violentos que 

p ' fuesen. 

H- Habría podido mucbisimas veces reconciliarse con Pueyrre- 

r ' don; pero su exigencia indeclinable de que el Directorio toma- 

se parte activa en la guerra contra los portugueses, imposibi- 
litaba toda transacion. El Director subsiguiente, el G-eneral 
Kondeau, le hizo concebir algunas esperanzas de que esa indi- 
ferencia y abstención absoluta de Buenos Aires vendrían al fin 
¿modificarse, repudiando al efecto la política cobarde y pérfida 
de Pueyrredon, tan francamente execrada por la mayoría de 
los ciudadanos argentinos. 

Por otra parte, hasta por habilidad habría debido darse al 
espírítn exaltado por las contiendas políticas que dividían las 
provincias en lamentable guerra civil, una nueva y absorvente 
preocnpacion nacional, que hubiese concentrado todas las vo- 
luntades y todos los esfuerzos contra la conquista portuguesa, 

Pero las corríentes de depra vacíon moral y de inercia nacio- 
nal que Pueyrredon había dejado en plena marea y crecimiento 
no podían ser contrarestadas ni dominadas por la acción aco- 
modaticia y por el pensamiento superficial de Rondeau. Estaba 

'' destinado este noble y distinguido patriota militar á ser como 



^t^ 



— 253 - 

político el huiD'lde continuador de las vergonzosas defecciones 
de los Directorios anteriores, dejando concentrar inconciente- 
mente sobre su débil cabeza los nubarrones cuyos rayos debían 
fulminarlo muy pronto junto con todos los adictos del Directorio 
de Pueyrredon. 

Las tentativas de reconciliación con Artigas escollaban 
siempre en esa criminal resistencia de los Directorios á consi- 
derar la guerra portuguesa como hecha á toda la Kepública 
Argentina. 

La carta que publicamos á continuación dirigida por Arti- 
gas al genetral entreriano Ramirez, así lo demuestra; probando 
ademas que había hasta entonces en los propósitos de ambos 
jefes un acuerdo completo en cuanto á la guerra constante á 
los Portugueses; y que ese acuerdo vino á ser violado por Ra- 
mírez en su subsiguiente conducta, al celebrarse los tratados 
del Pilar, dejando de exigir del nuevo gobierno de Buenos Ai- 
res creado por la Liga Federal la condición imprescindible y 
primordial de arrastrar también esa fuerte provincia á la lu- 
cha suprema contra los Portugueses. 

La carta indicada es interesantísima bajo muchos conceptos, 
en especial por la aversión decidida que revela contra el odio- 
so flibustero José Miguel Carrera, en quien Artigas veía con 
muchísima razón un agente oculto y peligroso délos portugue- 
ses para enemistarlo con Ramírez, y quitarle asi á Artigas los 
elementos de fuerza y de guerra que este encontraba siempre 
prontos á su disposición en la provincia de Entre-Rios: no obs- 
tante que Carrera le había hecho á Artigas tantas manifesta- 
ciones de amistad, y ofertas de servirlo en todos los terrenos, 
tratando de explotar hábilmente su violento rencor contra 
Pueyrredon. 

Artigas tenia previsiones de una penetrante perspicacia, y 
muy fundadamente miraba con aborrecimiento aquel peligroso 
personaje cuya siniestra influencia sobre Ramírez debía expío- 



— 254 — 

tar tan hábilmi?ute el doctor don Nicolás Hen-ern, recome 
dándolo para intrigar á Ramírez y Artigas, y separarlos de 
nitivamente hasta conseguir que aquel negase á este el au: 
lio que acostumbraba obtener en Entre-Ríos, 
He aquí la carta á que hemos hecho referencia : 

SeQOr General don Francisco Ramírez: 

Apreciable amigo y compañero, 

« Después que anuncife á Vd. la venida del segundo enviado 
de Buenos Aires y su aparente decisión, hoy hemos descubier- 
to que su objeto era muy distinto, 

« En su tránsito dejó una carta que traía de Buenos Aires 
con impresos, de los que adjunto á Vd. uno. Su refutación es 
tan débil co;i.o insignificante. Cuando ellos quieren vindicar 
la conducta del gobierno, es cuando los hechos publican lo que 
Buenos Aires por prudencia debía callar. 

« No hay complotacion con los portugueses: pero la guerra 
contra ellos no se puede declarar. Es mas obvio que se derra- 
me la sangro entre americanos y no contra el enemigo común. 

« Tal es el orden de sus providencias: y ¿podi-á Buenos Ai- 
res vindicarse á presencia del mundo entero, que esto ve y ob- 
serva? Yo quiero suponer sea falso el documento contra 
Rondeau. 

« ¿No tenemos otros datos incontestables? 

« Su misma resistencia nos comprueba que está en las miras 
de su predecesor. 

K Sobre todo, yo no quiero entrar en personalidades, cuando 
se trata de los intereses dol sistema. 

« Yo respetaré á Rondeau, ó á un negro que esté á la cabe- 
za del gobierno, cuando sus providencias inspiren confianza y 
abran un campo á la salvación de la patria. Hoy por hoy no 
advierto sino misterios impenetrables. Cada paso, el más sen- 




— 255 ~ 

cilio, presenta mil dificultades: todo es originado del poco de- 
seo que anima á aquel gobierno por la causa pública. Asi es 
que todos sus enviados no hacen más que eludir mis justas re- 
convenciones con enigmas vergonzosos. Ellos al fin tienen que 
ceder á la fuerza de sus convencimientos y confesar que es im- 
posible se declare la guerra contra los Portugueses. 

« En vista de esta resistencia debemos entrar en cálculos de 
lo porvenir. Veremos nuestros paises haciendo la ambición de 
los extrangeros, sino obstruimos los pasos que se les franquean. 

« La salud de la patria está fiada á nuestros conciudadanos, 
y depende de nuestros esfuerzos. Continuarlos hará la gloria 
de nuestros votos, y la posteridad agradecida admirará la 
constante decisión de sus acérrimos defensores. Recuerdo á 
Vd. en su nombre todo el bien que vá á recibir la América por 
este influjo, y en la consideración de Vd. la sangre que se ha 
derramado en su obsequio. 

'< Ayer ha llegado á este cuartel general el señor comandan- 
te de San José don Manuel Duran: este ha sido reconvenido 
por el permiso que concedió á Carrera para su tránsito a las 
Higueritas. Él me responde que por haber visto mi firma. Sin 
duda ella es supuesta, aun dando el mayor valor al hecho. Yo 
le he reconvenido por la precaución precisa de no haberlo re- 
mitido á este Cuartel General. 

« Este paso paso parecía muy obvio, aun cuando fuese cier- 
to el antecedente en que se funda. El señor Duran se me ha 
descartado con que Carrera le mostró la instrucción de don 
Pablo Zufriategui, que lo esperaba con el buque dentro de dos 
días; que no podía esperar más; que allí les dijo llevaba la 
prensa para dejarla á Vd. en el Arroyo de la China; que él vía- 
jaba para el Paraná y de allí á Chile. 

« En una palabra, una miscelánea de cosas, con que el hom- 
bre procuró alucinar. Que su objeto era permanecer en el Pa- 
raná hasta Octubre, que se firanquease el paso de las Cordille- 



— 266 - 

ras para Chile. Por esta circunstancia es creíble (jue él 
esperar en algún punto, si es que no está en la columna 
tuguesa, como yo creo. 

« Sin embargo, la circunstancia de las Cordilleras me 
creer que en lo venidero pudiera arrivar á alguno de < 
puntos para fijax au marcha. Es preciso encargue Vd. á t 
esos puntos, que si arriba se aseg'ire. Es preciso haya m 
cuidado con los hombres que vengan nuevamente, tant 
Buenos Aires como de Montevideo: — todos tramoyan ce 
nosotros. 

« Su objeto es introducirnos la confusión y excitar i 
para impedir por este principio nuestros progresos. 

De Vd. afectísimo apasionado y amigo. 

José Artigas. » 

Como hemos dicho, Itondeau no quiso ó no pudo ele^ 
á la digna y honorable po&icion que la suerte le brindaba ■ 
honor suyo y del pueblo argentino. 

Si hubiesen en aquellos momentos triunfado las aspin 
aes del jefe oriental entrando Rondeau á la guerra naci 
como aquel lo pretendía, es indudable que Buenos Airee st 
bria ahorrado los desastres espantosos que antecedieron y 
siguieron al pacte del Pilar, y que el mismo general I 
deau, en vez de sufrir el vergonzoso desastre de sus arma 
la Cañada de Cepeda, rebajándolo tanto como entidad mi] 
habría cubierto su frente con inmarcesibles laureles en alj 
gran batalla nacional, anticipándose siete años á Ituzain; 
contribuido noblemente á la expulsión de los portuguese 
territorio argentino y oriental, fundando entonces sobre 
base sólida é incontrastable 'ila nueva y gloñosanatíon* 
el poeta López había cantado en su sublime himno. 

Volviendo á los tratados del Pilar,es indudable que esto; 
bieron presentarle á Artigas, excepción hecha del triunfo i 



— 267 ~ 

causa federal, un tristísimo desengaño. El nuevo orden de 
cosas, su aspiración de siete años de lucha y esfuerzos supre- 
mos, su hechura predilecta, no le traia como debia esperarlo 
. al fin, una inmediata y merecida satisfacción de su ferviente 
anhelo por la alianza de todas las provincias confederadas, 
para combatir juntas contra los portugueses, reaccionando 
contra las traiciones de los Directorios. Tras de la organiza- 
ción interior, venia el egoísmo, la execrada abstención; y aque- 
llos federales triunfantes no vacilaban en imitar la conducta 
de sus enemigos vencidos. . 

Exasperado ante esa negativa y retraimiento desleal, y ha- 
llándose ya en el territorio de Entre-Rios, reuniendo por cuen- 
ta propia nuevos contingentes después do la fatal derrota de 
Tacuarembó el 14 de Febrero de 1820, para emprender otra 
vez la lucha; dirigió al general Ramirez, el yst, prepotente cau- 
dillo provincial, una comunicación amenazante, echándole en 
rostro su deslealtad, la que él consideraba como una injustifi- 
cable rebelión, acusándola de estar confabulado con los políti- 
cos traidores del Directorio, empeñados en consumar la ruina 
de la Banda Oriental, dejándola aislada en poder de los portu- 
gueses. 

Al mismo tiempo le significaba que, interesado directamente 
en la conservación del orden público de la Provincia de Entre- 
Rios, desde que esta estaba comprendida entre los pueblos de 
la Liga de que él era Protector, habia entrado y se habia acam- 
pado en ella á fin de impedir que tomase cuerpo la sublevación 
de Correa, Zapata y Vera, que hacian reuniones sospechosas 
en el distrito de Montiel. 

El general Artigas, incriminando violentamente al mismo 
tiempo á Ramirez por el hecho de haberse apoderado de 200 
fusiles que enviaba para sus fuerzas en Corrientes, le declaraba 
que ese despojo era para él una prueba de que él, Ramírez, 
trataba de impedir que los pueblos libres continuasen arman- 



— 2B8 — 

done á fin de combatir la traición de los secuaces y alíadc 
Directorio vencido. 

A este oficio del general Artigas contestó aquel con ur 
tensa y violenta nota que importaba en realidad una de( 
cion de guerra entre ambos jefes. El caudillo de 1815 ena 
becido ya, se emancipaba de toda dependencia y aun alianz 
su antiguo y poderoso protector. 

Aunque deberíamos reservar estos detalles para la bistot 
denada de esa época, creemos dar mayor interés á estas pá 
transcribiendo algunos párrafos de esa agresiva contesti 

Ellos revelan la influencia y dominio que babian adqi 
ya en si ánimo del infatuado Kamirez las exigencias y i 
tienes del astuto Gobernador de Buenos Aires SaiTatea, < 
veterado enemigo personal de Artigas, asi como de algnnc 
fes como Soler, influyentísimo entonces como gefe princip 
ejército de Buenos Aires, hasta inducir á Ramirez á ac 
los compromisos secretos del Tratado del Pilar; relati^ 
armamentos que este debia recibir {fara emanciparse de 
gae, y otras estipulaciones de las que itamirez se habia 
bien guardado de darle ni participación ni conocimiento 
no ¿ aquel. 

Hé aquí dichos párrafos : 

« ¿Que especie de poderes tiene Y. E. de los Pueblos ' 
« rados para darles la ley á su antojo; para introducir í 
« armada cuando no se le pide, y para intervenir como al 
« to en sus menores operaciones internas? ¿V. E. es oí á: 
« soberano de ellos, ó fué solo uno de loa gefes de la 
« ¿Por qué ha de tenemos en una tutela vergonzosa? Es 
« sario haber apostatado de la razón para creerse con u 
« cemimiento superior al de los demaa pueblos. Sus o] 
« nes son en contra de V. E.; ó sacrifique su amor propio 
« mun, ó confiese de buena fé que esas dudas de que apan 
« E. agitado, son un claro ardid de V. E. para apropia 



— 2B9 — 

« obra de los deni£is y ejercer un acto de soberanía de que no 
«c le han revestido los pueblos de esta provincia ni de ninguna 
« otra. 

« La provincia de Entre-Rios no se halla en la debilidad 
« que le atribuye V.* E. para paliar su paso del Uruguay, cuya 
« barrera ni necesita su defensa, ni corro riesgo de ser invadi- 
« da por los portugueses, desde que ©líos tienen el mayor inte- 
« res en dejarla instacta para acabar la ocupación de la Pro- 
« vincia Oriental á la que debió V. E. dirigir sus esfuerzos. . . . 
« Por mi parte, protesto á V. E. quo son falsos los compromi- 
« sos que el vulgo dice quo firmó en el Pilar contra su persona: 

€ soy honrado y jamás lo hubiera hecho en secreto » 

« ¿Porqué extraña V. E. después de estos hechos gloriosos 
« y benéficos á la libertad ( el den'ocamiento del Directorio y 
« el Tratado del Pilar) que no se declarase Ja guerra al Portu- 
« gal? O V. E. no conoce el estado actual de los pueblos, ó trai- 
« ciona sus propios sentimientos . . . ¿Cuál es la fuerza efectiva 
« y disponible de Buenos Aires y de las demás provincias para 
« empezar nuevas empresas, después de ];i aiiiquilucicn á que 
<c las condujo una facción horrorosa y atrevida? ¿Qué interés 
« hay en hacer esa guerra ahora mismo y eu hacerla abierta- 
« mente? ¿Cuáles son sus fondos, cuáles sus recursos? ¿Cuál es, 
« en una palabra, su poder para repartir su atención y diver- 
« tirla del primer objeto, quo es asegurar el orden interior y 
« consolidar la libertad? O cree V. E. qu^^ por restituirle una 
« provincia que ha perdido, han de exponerse las demás con 
« inoportunidad? Aguarde V. E. la reunión del Congreso, que 
« ya se hubiera celebrado á no hallar entorpecimiento de su 
« parte; y no quiera que una declaración formal de guerra con 
« una nación limítrofe, que debe afectar los intereses genera- 
« les y particulares de cada Provincia, sea la obra de dos ó tres 
« pueblos separados que no han debido abrogarse los derechos 
« de la comunidad, ni representarlos sin poderes suficientes al 



I 



I 



— 260 — 

« efecto. ¿Tiene V. E. algunos poderes especiales para ello? 
« Ciertamente que V. E. no premeditaria hostilidades contra 
« Enbre-Eios, si quisiésemos destruir la obra de diez años yso- 
<c metemos al capricho de un jefe que quiere mandar misterio- 
« sámente y sin reconocer en favor de las provincias ley algu- 
« na. A V. E. debo yo preguntarle ahora ¿cuál es el sistema 
« que se ha propuesto seguir, y si es el de la federación, cómo 
« puede V. E. concilmr su conducta con los deheres que día le 
« impone de respetar las provimúas? » 

Como se comprenderá, después de estas acerbas recrimina- 
naciones de una y otra parte, Artigas no podía titubear en to- 
mar la ofensiva, dirijiendose inmediatamente con las fuerzas 
de que pudo disponer sobre Ramirez á quien batió en dos 
distintos encuentros en el Arroyo Grande y en las Huachas, 
hasta la sangrienta batalla del Arroyito de la Bajada, adonde 
llevó Artigas 3000 soldados. La suerte allí le fué del todo ad- 
versa, ante los batallones de infantería del Coronel Mansilla, 
recibiendo después de una constante persecución el penúltimo 
golpe en el Sauce de Luna, y el último y definitivo eu Abalos, 
provincia de Corrientes, retirándose hacia Misiones, para ii- á 
asilarse en el Paraguay, entregándose al Dictador Francia con 
quien siempre había estado enemistado, tratándose como ene- 
migos; y morir allí como Napoleón en Santa Helena, treinta 
años encerrado vivo en una verdadera tumba. ( 1 ) 



(1) Habiendo pedido á nn particular amigo nuestro en la Asunción 
algunos informes sobre el General Artigas durante su cautiverio en 
aquella república hemos obtenido algunos que merecen ser conocidos 
por haber sido trasmitidos con toda veracidad por algunos vecinos muy 
respetables de aquella ciudad como don Carlos Loizaga, don Ramón de 
la Paz Rodríguez, don Ildefonso Machain y don Juan Pablo Gaona, este 
último de 93 años. 

fió aquí lo mas importante de dichos informes: 

El 20 de Agosto de 1820, el General Artigas le dirigió una nota al 
doctor Francia, Dictador del Paraguay, pidiéndole asilo, y ofreciéndole 






— 261 — 

sn retiro completo á la vida privada, desengañado, decia, de las defec- 
ciones, traiciones é ingratitudes de que habia sido objeto y victima, y 
que se retiraba de la vida pública en obsequio k los nuevos piincipios 
republicanos que la América entera proclamaba, por que él habia sido 
su sostenedor en el principio de la obra de libertad que debia asegurar- 
les la independencia. Tales son en sustancia los términos de esa nota, 
que se halla en poder de un vecino de la Asunción leida & nuestro infor- 
mante y cuya copia no hemos podido obtener por tenaz negativa de su 
poseedor. 

Artigas llegó á la Asunción el 18 de Octubre de 1820, acompañado 
como de 50 hombres ; el resto de su fuerza fué llegando por partidas, y 
según arribaban, iban destinados al lugar de Laurenti, distrito de San 
Lorenzo del Campo Grande, donde formaron una especie de colonia. 
Francia cuando llegó Artigas al frente de la Casa de Grobierno, lo reci- 
bió y habló con él como unas dos horas ; de allí salió aquel con su negro 
Martinez y un ayudante de Francia, y fué á hospedarse al Convento de 
la Merced, con orden de que fuera bien tratado, pero que luciera ejerci- 
cios y se confesara. Artigas permaneció en el Convento 90 dias^ des- 
pués lo confinaron á Curuguatl distante como ochenta leguas de la 
Asunción, uno de los distritos mas despoblados y mas remotos. 

Curuguatl lo hospedó por muchos años; allí el General Artigas se de- 
dicó á, criar aves, y á, la agricultura, sembrando con preferencia maiz, 
mandioca y sandías; y todas las tardes daba un paseo k caballo como 
de dos horas. Francia le pasó k Artigas una pensión mensual de treinta 
fuertes, la que recibió durante unos doce años, hasta el año de 1832. 

A la muerte de Francia, el Gobierno llamado de los Comandantes de 
los Cuarteles, — dirijido por el celebre Patino, que habia sido el escri- 
biente de confianza de Francia, ordenó que se le pusiera una barra de 
grillos k Artigas, por que Patino lo aborrecia. 

Cuando el sargento Duné hizo la revolución k los Comandantes, re- 
duciéndolos á prisión. Patino se ahorcó en la cárcel. 

La revolución de Duné trajo el gobierno de los Cónsules Alonzo y 
López; y este último que era el alma del nuevo gobierno ordenó que le 
sacarai] los grillos al General Artigas. 

El año 42 cuando el Paraguay proclamó su independencia y promulgó 
la constitución, siendo nombrado presidente don Carlos Antonio López 
este hizo venir k Artigas á la Asunción. López habló con él mas de una 
hora, y de su casa, después de almorzar, lo mandó á Ibiray — distrito 
de la Trinidad — á la quinta de su propiedad; Ibiray dista dos leguas 
de Asunción. Esto acontecia en el mes de Julio de 1842. 

En Ibiray eligió Artigas una casita dependencia de la quinta como k 
una cuadra de distancia de la casa principal. Allí vivió con Su negro 
Martinez, y una mujer cocinera y lavandera; cultivando una peque^ 



ñftcapui-1-a. y rnúiaiulo ik' aus aves do Cíirrigufití, de qne trajo cria. 

Don Cavíos Antonio Lo);07, le pasaba de tiempo en tiempo una canti- 
dad de dinero, cuyo monto su ignora, y de la casa de López lo manda- 
ban vino de Oporto, jinu, ozncar, cliocelate y algunas piez.is de ropa. 

De vez cu ruando Artígafi, ya mny anciano, montaba en un petizo 
manso, yBcoin])nfiado dol Jiel neg^o Martinez, venia á la Asunción & 
visitar á doña Juana Carrillo esjMiBa de don Carlos Antonio López. 

Cuando el General Vax, (liíapuo-; rlj sus desastres de Corrientes, llegó 
asilado al l'nr.igr.ay, iicouijiañadu del Coronel Faustino Yelazoo, (des- 
pués GeneriiU y otros gcfes. Artigas bajó dos veces íi la Asunción 4 vi- 
sitar á Paz y !i Tolnzi-o. 

Artigas liacin las mas de las tardes nn paseo de una legua al distrito 
de la Kooolüta, li visitar it la señora doña Francisca Viana esposa de don 
Pedro Sagnior, y parieiita do doña Juana Carrillo de López. 

Cuando (■;; sr^^fiiiidas nujicias casó la señora de Viana con don Ramón de 
lftrazBodr¡;¡^iez, (portoüo) padre de la espoBa del doctor don Manuel 
Qnintona, Artiga.i segnia visitando á la señora. 

La nmerte de Artigas fué casi repentina, de 2 ó 3 boras de poca fatigo. 

Cuando acaeció su muerto, fué conducido al cementerio de la Recoleta 
por cuatro hombres, acompañados del fiel negro Martínez, y al llegar al 
cementerio se unieron y lo acompañaron basta la fosa, don Benigno Ló- 
pez, hijo del Presidente, y don Ramón de la Paz Bodriguez. 

El fiel negro Martínez, murió un año después, dejando tres bijo^, dos 



La gloria de Artigas derrotado. Gloria victis. 



Los destinos de la martirizada Provincia Oriental podian 
compararse en aquel doloroso periodo á los de las Provincias 
Holandesas, cuando el inexorable FeKpe II las asolaba á hie- 
rro y á fuego para someterlas de nuevo á su aborrecible do- 
minación. 

Podia representarla y simbolizarla, como lo ha clicho Funes 
respecto á las Provincias unidas, la misma medalla que se acu- 
ñó en aquella época en Amberes, representando un buque des- 
mantelado en una borrasca con la triste divisa ; « Incertiim quo 
fata f&i-unt » 

Sin embargo, las indómitas Provincias Holandesas halla- 
ron poderosos aliados que las ayudaron á llevar á puerto de 
abrigo su zozobrante bajel; pero la aislada y abandonada Pro- 
vincia Oriental solo halló el perjurio y la alevosía á su alrre- 
dedor, la doble guerra del usurpador y la guerra fratricida 
del mal hermano, hasta sucumbir en la fatal demanda entre 
la sangre de sus mejores hijos. 

El Portugal ayudado por esas inicuas complicidades consi- 
guió al fin, después de cuatro años de constante y sangriento 
combatir, sin tregua ni transaciones, ni armisticios, siempre en 
ardiente lucha; anular y depedazar á Artigas, la última y for- 
midable barrera á sus seculares planes de conquista cisplatina. 

Pero en esa destrucción aseguróle mal de su grado al Pela* 
yo Oriental una gloriosa inmortaUdad; la mas noble, la mas 
imperecedera: la del defensor inflexible de su pueblo ante la 
conquista extranjera. 

Aunque en pequeña escala, lo que no amengua los timbres 
de aquel, hay en el claro oscuro de ese gran cuadro de usur* 



— 264 — 

paciones, de conquistas, por una parte, y por otra de indoma- 
bles resistencias, de ^ audaces contra-imvasiones al Rio Gran- 
de, los rasgos y lineamientos de una pequeña Cartago ante la 
soberbia Roma, tal como nos la ha pintado en su elocuente len- 
guaje Tito Livio en su tercera Decada, individualizadas todas 
las glorias de los Fenicios en el grande Anibal. 

T aunque se desestime irónicamente nuestra afirmación, no 
vacilamos en asegurar que si la funesta invasión á Entre-Rios 
y Santa-Fó por las tropas directoriales, y las implacables lu- 
chas con los gobiernos tiránico^ de Buenos Aires, no hubieran 
preocupado y debilitado tanto á Artigas, neutraH:::ido y su- 
blevadolo tantos elementos propios, como á Ramírez por ejem- 
plo: el formidable batallador habria arrastrado algunas provin- 
cias del Ktoral como Santa Fe, Entre-Rios y Corrientes á la 
homérica lucha, y con su contingente auxiliar habria consegui- 
do enseñorearse de la mayor parte del Rio Grande, retaliando 
asi con una tremenda expiación todos los agravios que habia 
sufrido su provincia. 

Los Orientales de 1883 más afanosos de conocer la verdad 
histórica sobre esa época, no pueden darse una idea, aproxima- 
da siquiera, de la extensión de las operaciones de aquella cam- 
paña, que se desarrollaba en un territorio y en un frente mucho- 
más del doble del que ocupa actualmente la República Orien- 
tal comprendiendo toda esta hasta el Cuareim, y de aquí pa- 
sando el antiguo límite del Ibicuy hasta el otro lado del Pira- 
tiny, ochenta ó cien leguas más arriba hasta las antiguas re- 
ducciones Orientales de San Borja, San Nicolás, San Luis, San 
Juan, San Ángel, San Miguel, San Lorenzo, los siete pueblos 
de Misiones que el patriota Artigas reclamaba para su Provin- 
oía desde 1813, y de estas al otro lado del Uruguay, sobre las 
Misiones Correntinas hasta Santo Tomó, en medio de aquellas 
florestas vírgenes de una y otra banda del gran rio, en cuyos 
campos y bosques se daba y se recibía la muerte sin cuartel 



— 265 — 

entre aquellas razas orientales, argentinas, oharnias y guara- 
níes, juramentadas á muerte contra el aborrecido portugués, 
cuyos Mamelucos y Paulistas habian sido tradicionalmente los 
enemigos implacables de unas y otras en sus incesantes vaque- 
rías, californias, changadas y vandálicas incursiones. 

Y esa campaña militar tenia su doble frente sobre las fron- 
teras de Entre-Rios, Corrientes y Santa-Fó, en donde enemi- 
gos no menos encarnizados que los Portugueses trataban de 
herir de muerte á Artigas y sus aliados. 

Solo con un mapa continental á la vista podría formarse 
una ido a de la magnitud y extensión de esa campaña en la que 
Artigas tenia que atender por todas partes á dos enemigos for- 
midables que lo amenazaban en sus fronteras en una extensión 
de carca de trescientas leguas desde el Chuy, sobre el Atlánti- 
co y Santa Teresa hasta Yapeyú en las Misiones entre el Pa- 
raná y el Uruguay, y de aUí hasta Santa María, Apóstoles y 
Concepción, y desde el Arroyo de la China hasta Santa-Fé y 
Corrientes, en un territorio tan accidentado, con ríos tan inva- 
deables, con recursos y comunicaciones tan escasas, disponien- 
do Artigas de fuerzas tan bisoñas y colecticias, teniendo que 
luchar contra enemigos compactos, aguerridos y numerosos; 
auxiliados por cinco mil soldados de Buenos Aires que en dis- 
tintas épocas, y en los momentos más apremiantes para Arti 
gas invadían ó sublevaban las provincias de Corrientes ó las 
de Entre-Eio3 y Santa-Fé, á las órdenes de Balcarce y de Via- 
mont, privándolo de ese modo de eficaces auxiliares, y encer- 
rándolo en un círculo de fuego ! 

Se siente en la contemplación de ese grandioso cuadro, aun 
para el espíritu menos impresionable y apasionad , la emoción 
que produce Un espectáculo imponentísimo, la última y cruen- 
ta lucha de la víctima contra su verdugo. 

En todos los que nos dejamos dominar por las palpitaciones 
del patriotismo esa emoción es bastante profunda para absor- 



ber el ¿uímo y preocuparlo ©n el desenvolvimiento de aquella 
homénoa lid en que tina férrea voluntad arrastraba ¿ un sacri- 
ficio sangriento é inevitable, pero perpetuamente glorioso, toda 
la población viril del territorio oriental en defensa de su inde- 
pendencia, embistiendo una y otra vez como un león mal herí- 
do, la jauría que por todas partes lo acosaba; pero siempre in- 
dómito ó invencible, buscando por todas partes un nuevo brazo, 
una nueva arma, con que herir una y otra vez á los tríunfantes 
invasores de su patria! 

La historia no siempre inmortaliza y glorifica á los vencedo- 
res en guerras puramente militares. Destina principalmente sus 
más puros laureles á los que, como Artigas, luchan una y cien 
veces en defensa de la independencia patria, y caen vencidos 
y despedazados bajo tan nobilísima bandera, sin rendirse ni 
capitular con el victorioso conquistador. 



Artigas como defensor de su patria. 



Pero estaba escrito con un fatalismo inexorable que la Pro- 
vincia Oriental había de sucumbir en medio de la desolación y 
sacrificio de cruentas derrotas: victima no solo de su debilidad, 
sino de las torpes intrigas dírectorialesque hemos apenas bos- 
quejado y que abrieron el camino á la conquista portuguesa. 

El sublime rol de Artigas en esa lucha nos recuerda un 
pensamiento épico del ilustre historiador Alemán doctor Teo- 
doro Momnsen en su monumental obra sóbrela historia Ro- 
mana. 

Permítasenos trascribir un párrafo cuyos conceptos tienen 
una estrechísima y singular analogía .y aplicación al héroe 
uruguayo, á las condiciones de la lucha, y hasta á los elemen- 
tos negativos que cruzaron 6 resistieron su obra salvadora. 

Dice así Mommsen en su grandí-elocuente estilo, hablando 
del abnegado defensor de Alesía contra la conquista Romana, 
dirijida por el irresistible Julio Cesar. 

« Así como después de un día de profunda oscuridad, el sol 
« al ocultarse tras el horizonte hace atravesar por entre las 
« nubes su último rayo, asi el destino concede á lae naciones 
« en su hora postrera un hombre ilustre, su idtimo hombre, 

« De ese modo se contempla á Aníbal á la terminación de 
^ la historia Fenicia, lo mismo que á Vercingetorix al fln de 
« la historia de las Galias. 

« Ninguno de los dos fué bastante á salvar á su patria dd yu- 
« go extra/ngero; pebo sin smbabgo, cada uno db ellos salvó a 
« su pueblo de la iSltima ignominia: la de una caída sin 

« GLOBIA. 

« Vercingetorix, ademas, como el héroe Cartaginés, tuvo 



« que luchar no solo contra el enemigo nacional, sino loqne- 
« era mas penoso, contra la oposición anti-nacional de los 
« egoístas perjudicados, de los cobardes ateiTados, que son los 
« acompañantes inseparables de una civilización dejenerada, 
« Para él también ííejie la historia asei/itrado uii alto puesto, no 
<t solo por sus hataJlas y asaltos, sino porque pwlo presentar en sti 
« persona un centro y un punto de reunión d un piiehlo despeda- 
« zado y perdido en la lu<iia de los intereses personajes, » 

Nosotros asignamos á Artigas en los áltímos años de sa 
vida pública el mismo rol que desempeñó el gran caudillo 
Kelta de Alesia, como ejemplo y modelo de abnegación para 
8U8 gefes subalternos, que tan lealmente lo segundaron. 

Sin él, sin su incontrastable energía para combatir á los in- 
vasores de su patria, ésta habria inmediatamente sucumbido, 
porque los elementos conservadores de aquella sociedad inco- 
herente, arraigados y preponderantes en Montevideo, hostiles 
6 indiferentes como lo eran loa numerosos españoles á contri- 
buir ¿ ninguna resistencia en nombre y sosten de una patria 
que odiaban; los caracteres pusilánimes y acomodaticios per- 
tenecientes á la clase pudiente y comercial, aterrados ante las 
consecuencias de aquella desastrosa lucha á que hace referen- 
cia Artigas en laa notas que anteceden, habrían predominado 
como predominaron más tarde, para quebrar toda viril resis- 
tencia, implorar la paz, entregarse ignominiosamente de rodi- 
llas y salvar ante todo sus bienes y fortunas, por más oprobio- 
so que fuese su sometimiento incondicional. 

La república solo habria tenido así sin el indomable Arti- 
gas, su sombrío y humillante eclipse de 1820; una sumisión y 
una paz vergonzosa. 

Pero con Artigas tuvo bu rojizo y radiante ocaso de 1817 y 
1819, que fulgura entre sus anales con el esplendor del incen- 
dio y de la matanza, pero como una inmarcesible é imperece- 
dera gloria nacional. 



- 269 — 

Esa fué la grande, la incomparable misión de Artigas en la 
¿efensa del suelo natal. 

Según la frase gráfica de Mommsen : el libró á su patria de 
una caida ignominiosa, de na sometimiento sin gloria. 

Cuantos más años trascurran desde esa década magna, tanto 
mas han de enaltecerla y glorificarla las generaciones orienta- 
les que se sucedan, buscando en el ejemplo venerando de sus 
mayores, en los dias de prueba que les guarde el destino, las 
maf nobles y varoniles inspiraciones. 



'*^*9^^^Se^&^- 



La poesía Helénica y la Uruguaya. El himno 

de Artigas. 



Marcos Botzaris, el gran libertador de la Q-recia moderna, 
aquel pequeño pueblo que hacía temblar al grande Imperio 
Turco, atrajo en favor de sus heroicos Helenos la simpatía y la 
calorosa adhesión de la Europa liberal. 

El indomable Botzaris ademaos de loe cantos populares de su 
poético pais tuvo en Chateaubriand, en Lamartine, en el defen- 
sor de Missolonghi, el sublime Byron, inmortalizadores de 
sus proezas en cantos imperecederos que la lira de acero de 
Victor Hugo hacia repercutir con su gran pensamiento: 

« Arbore Tincendie; » 

como el ejemplo que debian imitar entonces los pueblos escla- 
vizados por los Berbenes Europeos, ó por el águila rapaz del 
Sacro Imperio. 

Artigas y la guerra contra el Portugués no han tenido aán 
su inspirado cantor. 

Falta aun el Homero de esa grande epopeya Oriental. 

Magariños, Bermudez, Fajardo, Lerena, Zorrilla, Ferreira, De 
Maria y Granada, le han dedicado algunas viriles estrofas; pe- 
ro esos grandes hechos reclaman y esperan aun la lira del Pin- 
daro Uruguayo que en sus odas haga vibrar en el hogar de los 
nietos, el estrépito de las batallas increibles de sus formidables 
abuelos. 

Hemos presentado estas observaciones a fin de explicar la 
inserción que vamos á hacer aquí de una primitiva canción 
patriótica oriental, que estamos seguros no es conocida por 
ninguno de nuestros lectores, por mas que ella haya sido para 



— 272 — 

los oñentales de 1812, lo que era en 1824 el Himno de Eiego 
para los españoles. 

Hace setenta y un años los Orientales de afiuella época 
en sa patriótico entusiasmo por Artigas « le hablan levantado 
altares en sus pechos » aegun la galana frase del eminente liia- 
toriador Funes, Esa canción no es, pues, sino la sencilla ex- 
presión de los sentimientos populares de un periodo de patrió- 
tica exaltación. 

No sabemos cual fué el ferviente Roger de Lisie de esa Mar- 
sellesa de los primeros Orientales; pero asi mismo, con su sen- 
cillez de estro poético é incoherencia ritmica, esa marcha mar- 
cial retemplaba y enardecia el entusiasmo de aquellas pobla- 
ciones, y era el acompañante espansivo de sus fiestas y mani- 
festaciones públicas de patriotismo. 

A esa canción se le arregló música como una marcha militar 
por algún ignorado maestro de Capilla de aquella época, y se 
hizo imprimir en Londres, circulando profusamente después 
en todos los pueblos de la Provincia, en el Entre-Eiosy Co- 
rrientes. 

La letra fué publicada en el Censor de Buenos Aires en un 
suplemento de 21 de Enero de 1812, en el que se contienen 
algunos oficios dirijidos á Artigas por el oficial Qalvan sobre 
algunos encuentros con los portugueses. 

Al publicarse la canción se agregaba lo siguiente: 

« Es una hermosa marcha militar con que he visto un ejér- 
cito de BOOO patriotas cantándola coa lágrimas de entusiasmo.» 

Es evidente que no reproducimos esa composición por sits 
méritos literarios, ni sometiéndola á ningún criterio poético, 
el cual con muy pocas excepciones mal pueden soportar los 
mejores cantos populares. 

Asi como ningún español al entonar las entusiastas estrofas 
del himno de Riego, que tanto enardece las mutitudes en su 
impetuosa marcha, analiza sus defectos ni su sencillez poética. 



* • í r* 



— 273 — 



: - M I 
.1 ., 






■i 



y solo se deja arrebatar por aquellas palabras vibrantes que 
expresan la pasión, y por esa música que la armoniza; asi tam- 
bién los Artiguistas de 1812 al 17 debieron repetir esa letra 

! sin mas examen que el de la exaltación de su bravio patriotis- ¿i 

mo, tal como el que los hacia emigrar con sus dioses lares á las 

I soledades del Ayuy, antes que resignarse á sufrir un execrado 

[ cautiverio. 

Hé aquí dichos versos: 

^.^ COBO 

« Bravos Orientales, 
Himnos entonad. 
Que Artigas vá al templo, 
De la Libertad. 

Gloria, olivo y palmas 
A Artigas valiente 
Que en campos de Oriente 
Rindió al opresor: 
Y á do quier que el bronce 
Ardiente asestaba, 
El sello estampaba 
I Del Libertador. 

! 

i COBO. 

I 
! 

^ Cuando yermo el campo 

En gran desconsuelo, 
Con paternal celo 
Le fuiste á ocupar; 
El joven y anciano 
De Artigas al grito, 
Con gozo infinito 
Corren sin tardar. 

18 



— 274 



OOBO. 




Allí con premura 
Las armas desean, 
Consigo pelean 
Por las bien medir. 
Aquel más bisoño 
De Marte en la escuela, 
Desparece, vuela, 
Palma á conseguir. 

COBO. 

La acción de las Piedras, 
Plausible memoria, 
Ocupe en la historia 
Sagrado lugar. 
Gozarse ha con ella 
El fuerte guerrero. 
Que el brillante acero 
Ciñe por triunfar. 

COBO. 

La legión bizarra 
Que mandas constante. 
Altiva, triunfante. 
Temible se hará; 
Y el dáspota ufano. 
Que osado la mire. 
Antes que respire 
Hierro arrastrará. 

COBO. 

Soldados de Oriente, 
Litrópidos bravos, 



) 



/ 



a*! 



— 276 - - 

Que el nombre de esclavos 
Miráis con lioiror; 
Sacad al colono 
De la cruel cadena, 

Y su amarga pena 
Templad con amor. 

OOBO 

Virgen temerosa, 
Esposa afligida, 
Que mas que la vida 
GKistais libertad; 
Seguid en buena hora^ 
General tan sabio; 

Y con rojo labio ^ 
Ledas pronunciad: 
Bravos Orientales, 
Himnos entonad 

Que Artigas vá al templo 
De la libertad. » (*) 



(*) No terminaremos esta trascripción sin reproducir aquí otros 
versos escritos en Canelones en 1815 por el patriota don Antonio Gabi- 
to, y los que fueron enviados al General Artigas por los firmantes. 

Las ideas que dominan en esas dk/cxmas, forma usual de nuestra poe- 
sia popular, no pueden ser mas recomendables ni honoríficas para el 
autor y para Artigas. 



«La gloria del vencedor 
Es perdonar al vencido, 
Dar la mano al abatido, 
Prodigarle su favor: 
Por que es ventura mayor 
Hacer un solo dichoso, 
Que en pena, muerte y destrosM) 
Abismar el mundo entero, 



Aunque con esto el guerrero 
Adquiera un nombre famoso. 



<cEI pueblo te llama amigo, 
Padre te nombra el soldado; 
De este título elevado. 
Que sea también testigo 



— 276 — 

La poesía, como májíoa «xpresion áe todos los graudea sei 
tiiuÍ9Qto8 hmuauos, entre loa onales predomina el patrie 
tismo como uno de loa maa puroa y arrebatadores, ha d 
hallai' en Artigas, j aus hechos Tin tema atractivo y enorgc 
Hacedor. 

Hay algo de resunecoion en esas glorias olvidadse, en eao 
héroes ignor&dos, cuyas proezas urje enaltecer y levantar ac 
bre su alto pedestal. Unas y otras son dignas de la poesía ¿pic4 
la mas adecuada á la grandiosidad del asnnto, la que mas s 
presta á inspirar en el corazón de la javentad el culto é. la pa- 
tria. 

Fhotos Tsavellas, el Pelayo Suliote de las montañas griegas, 
al luchar en el año 1811 con sua mil ochodentoa bravos pali- 
karos contra el tirano turco del Epiro, el bárbaro Pach¿ de Ja- 
nina, no presentó en loa desfiladeros de su patria, en las cum- 
bres gloriosas del Pindó, los cruentísimos episodios de la In- 
dia Muerta, las retiradas de Maldonado y del Rabón, ni las 
batallas de Corumbé, Arerunguá, Catalán y Tacuarembó, 

La Europa ilustrada y liberal ñndió entusiasta homenaje á 
los libertadores de la Grecia, y todos susgrandes poetas los in- 
mortalizaron en apasionadas estrofas. En estas rejiones del Pla- 



Haata el [tronaz enemigo; i Que en el regazo mttemn 

(Si hay alguno que lo sea) ; Llora lioy desrons otado; 
Porque el munilo sejia y rea, Y la madre que A su lado, 

Que es Artigas ol valiente, Devoró muy cruel tormento 

En la paz tan indulgente j UnirAn su dulce acento, 

Coiuo bravo en la pelea. , Que renueven igual difi 

•i Tu nombre «erA loado 
Entonces del niño tierno 

Besan las mano,-! del Excmo. señor Protector de los Pueblos Libres. 

Antonio Gabito — Antonio Jesús de la Fuente — 
Francisco Moran. 



( Por un año, otro y ciento. » 



^WymTm 



.«ni 






— 277 — 



t. TK 

.^7 



^ 



ta, el defensor de la independencia Uruguaya vé aún su re- 
cuerdo entregado á las mutilaciones profanadoras* del vanda- * ] 
lismo ídstoriof obo, y á la lenta y demasiada tardía revindica^ 
cion por su idolatrada patria, de los nobles hechos que llev& 
á cabo en holocausto á su autonomía y A su gloria. 



. j 






^^^^9^^&^^^*-*- 



/ 



Los Artigas. Antecedentes de familia» y personales 

del General don José Artigas. 



Al entrar es esta sección creemos que conviene para la de- 
bida apreciación de ciertos hechos importnntes hacer conocer, 
aunque sea lijeramente la posición social que tuvieron los Ar- 
tigas en la Provincia Oriental, desde el mismo fuBdeuior de la 
familia hasta su último descendiente en la época de la guerra 
de la Independencia. 

Este apellido está ligado á los anales municipales de la ca- 
pital de la República desde su misma fundación, representan- 
do siempre en los empleos ya civiles ó militares, asi como en 
los cargos consejiles, las mas honorables prendas y condiciones 
de una familia patricia. 

Aunque haciendo valer algunos datos que acaso no co* 
rresponden al carácter elemental de nuestro trabajo, pero que 
así mismo se encuadran necesaria y perfectamente en nuestros 
propósitos de patentizar la influencia lejitima y respetable 
hasta por antecedentes de familia, del General Artigas, quere- 
mos consignar en algunas páginas los detalles mas autori- 
zados y auténticos que hemos hallado al respecto, tomándolos 
principalmente de los libros de Actas y Acuerdos del Cabildo 
^e Montevideo. 

Como informe esplicativo de bastante interés en cuanto á 
la organización, y funcionamiento de esos Cabildos durante la 
administración Española, creemos lo meis acertado trascribir 
la Ordenanza ó Auto expedido por el Capitán General don 
Bruno Mauricio de Zabala al fundar esta ciudad, determinan- 
do las distintas obligaciones y atribuciones inheretites á- cada 
uno délos cargos quedebian desempeñarlos miembros elejidos. 



_ 280 — 

para constituir el futuro Cabildo de Moatevideo. Así se com- 
prenderá también la importancia de las funciones desempeña- 
das por distintos miembros de la familia de Artigas. 

Es un documento inédito hasta hoy, notablemente curioso 
por la esmerada redacción de sus términos y el cual hace verda- 
dero honor al Teniente General D. Bruno Mauricio de Zahala, 
el eminente fundador de esta ciudad. Recorriéndolo, se dará 
cuenta el lector de la organización y funcionamiento de esa 
vigorosa institución de los Oabüdos, que en la época colonial 
represen tal^íin un fuerte i)oder municipal, defensor muchas ve- 
ces de los derechos del pueblo, y elemento de legítima resis- 
tsncia cívica contra los desmanes de la fuerza militar ó de los 
Intendentes y G-obemadores. 

Auto ó Decreto del Gobernador Zavala institoyendo el Ca.blldo 

En la Ciudad de San Felipe de Montevideo á veinte de Di- 
ciembre de mil setecientos veinte y nueve ajaos, don Bruno 
Mauricio de Zavala, del orden de Calatrava, Teniente General 
de los Beales Ejércitos, Gobernador y Capitán General de esta 
provincia del Rio de la Plata, por el Rey nuestro Señor don 
Felipe Quinto, — Por cnanto por Real Cédula de Su Magostad 
me dio facultad para el establecimiento, situación y Población 
de esta dicha plaza, y por su Real despacho de 15 de Julio del 
año próximo pasado de 1728, se aprobó, por su Real persona, 
tolo lo ejecutado en dicha fundación cuyo Real despacho se 
insertará en este libro ¿ continuación de este Auto y su ori- 
ginal se pondrá en el Archivo de esta dicha ciudad para prin- 
cipio de cuaderno de las Reales Cédulas que fueren concur- 
riendo en adelante para perpetua memoria de esta nueva fun- 
dación, y siguiente á la copia de dicho Real despacho, seguirá 
el nombramiento de Alcaldes ordinarios y demás individuos 
-psxd, su Ayuntamiento. Y por cuanto én la Ley segunda del li- 
bro primero titulo siete, de las Recopiladas de Indias ee ordena 






— 281 — 

I 

que en Nuevas Poblaciones el Q-obierno del distrito de ellas, 
declare si la dicha Población ha de ser Ciudad, Villa 6 Lugar. 
Y teniendo con tiempo declarado que esta nueva Población sea 
Ciudad y que así está confirmado por Su Magestad y atento á 
la ley referida, se ordena que conforme á lo que declarase el 
Gbbemador se forme el Consejo, República y oficiales de ella 
y en conformidad de la Ley 19 del mismo Título y libro en que 
se ordena que cumplido el número de los vecinos que han de 
ir á poblar, se elijan de los más hábiles. Justicia y Regimiento; 
y porque ya se halla cumplido el número de las cincuenta fa- 
milias que S. M. destinó para esta población y han venido a ella 
de Islas Canarias añadiéndose otras q' han concurrido del pais. 

« En aumento de la situación de esta dicha ciudad y en cum- 
plimiento de las referidas Leyes he resuelto elejir Cabildo, jus- 
ticia y regimiento para lo cual elijo y nombro por Casa Capi- 
tular de Ayuntamiento la que se compró por cuenta de S. M. 
de los bienes del capitán Pedro Granar do ( difunto ) para que 
en ella se hagan las juntas del Ayuntamiento y acuerdos capi- 
tulares, y se tenga por casa real de Cabildo por ahora y en el 
Ínterin se fabrica casa de cabildo con cárcel competente en la 
cuadra que para este efecto está señalada por el capitán de ca- 
ballos corazas, don Pedro Millan, y consta del padrón y reparti- 
miento que hizo de mi orden, donde á su tiempo se celebrarán 
los acuerdos capitulares y demás actos que convengan al lo- 
gro y utilidad de esta república, y en cumplimiento de lo de- 
terminado en dichas reales l«yes he resuelto que para el go- 
bierno de esta República el día de año nuevo por la mañana 
por estar tan inmediato, se haga nombramiento de los indivi- 
duos siguientes: 

Primeramente un alcalde de primer voto y juez de los natu- 
rales, otro de segundo voto y juez de menores, á quienes, en 
conformidad de la ley 2 que vá referida, les doy y concedo to- 
da la jurisdicción ordinaria que por derecho sea necesaria y está 



1 f 



.V, 






— 282 — 

concedida á los demás alcaldes de las dadades, villas y lugares 
de estos reinos, sin limitación alguna, para que juntamente con 
el Regimiento tengan la administración de la república. 

ün alferes real quien sacará el estandarte todos los año9 
en la festividad del glorioso San Felipe Apóstol, su víspera 
por la tarde 7 asistirá con el resto del cabildo y acompañamian 
to de vecinos ala misa mayor del santo; habiendo de caer en 
dicho alférez real el deposito de la vara de cualquiera de los 
alcaldes ordinarios en caso de muerte, renuncia, ó enfermedad, 
como está dispuesto por R, E. L. L. y ordenanzas. 

ítem, un Alguacil mayor quien continuamente traiga vara 
alta de justicia á imitación de los alcaldes ordinarios, y quien 
tendrá á su cargo la cárcel, presos, y prisiones que se fabricasen^ 
y servirá de ministro ejecutor de las ordenes y mandamientos 
de los alcaldes ordinarios, y por que por ahora no hay numero 
suficiente de individuos recaerá el oficio de procurador general 
de esta ciudad en el referido Alguacil mayor. 

ítem que se nombre un alcalde provincial, y otro de la Santa 
hermandad para la guardia y custodia de estos campos como 
se acostumbra en las demás ciudades de este gobierno. 

ítem que se nombre dos Regidores y en el uno recaiga el ofi- 
cio de fiel ejecutor, y en el otro el de depositario general de lo 
que declararé al tiempo del nombramiento de dichos oficiales, 
y declaro que estos oficiales, que por ahora yo he de nombrar 
han de servir sus oficios por el tiempo de un año, que ha de 
empezar desde el dia primero de Enero y ha de acabar en di- 
cho dia del año siguiente en que se juntará en su ayuntamien- 
to y elejirán nuevos alcaldes y demás oficiales en el numero y 
calidad que va referido, en la fórmula y método que se dará 
por auto que proveeré, para que se observe Ínterin S. M. otra 
cosa disponga, y fecha la elección y juramento ordinario los 
nuevamente electos remitirán testimonio de sus elecciones á 
la capital de esta provincia para que vistas por mi ú otro señor 



— 283 - 

gobernador que me suceda sean confíunadas, procurando siem^ 
pre elejir las personas mas beneméritas, de buenas bostumbres 
opinión y fama^ de manera que no sean inferiores ni tengan raza 
alguna de morisco, judio ni mulato para que asi se mantengan 
en paz y^ quietud en sus ayuntamientos y lugares de actos pú- 
blicos; observando en ello lo que se contiene en las reales orde- 
nanzas que se observan en Buenos Aires confirmadas por S. 
M. ( Q. D. G. ) que dejaré en testimonio para que se tengan 
presentes y se guarden en el archivo de esta ciudad, las cuales 
quedarán con auto que proveeré á su continuación para la ob- 
servancia de algunas adiciones de que por ahora he tenido por 
bien dispensar por la pobreza y cortedad de este nuevo vecin- 
dario. 

Y por cuanto aqui no reside escribano público ni real doy 
facultad á los alcaldes ordinarios, provincial y de la Sta. Her- 
mandad para que en los casos de justicia que se ofrescan pue- 
dan actuar por si y ante sí en presencia de dos testigos que fir- 
men con ellos, lo que hará fé en derecho como si fuera ante 
escribano público ó real. Y por cuanto el derecho no escluye 
de semejantes majistraturas á las personas que no saben leer 
ni escribir dispenso el que por termino de seis años puedan 
ser electos los que no supiesen leer ni escribir siendo personas 
idóneas y de capacidad, firmando por ellos un testigo legal en 
falta de escribano que dé fé : y asi lo proveo, mando y firmo 
por ante mi y dos testigos con quienes lo autorizo á falta de 
escribano público ni real en este libro de acuerdos capitulares. 
Bruno M: de Zabala. Testigo, P. S. Millan — testigo, Antonio 
de Lemos. » 



Éntrelas primeras siete familias con las que se pobló Mon- 
tevideo venidas al efecto de Buenos Aires el año de 1726, ha- 
llábase en primer termino la de don Juan Antonio Artigas, 



# 






— 284 — 

aragonés, natural de la. ciudad de Zaragoza, y su esposa doña 
Ignada Carrasco, con cuatro liijos, los que se establecieron con 
los demás vecinos en las inmediaciones de la rivera del mar, en 
donde se hallaban construidas ya las baterías levantadas por 
orden de Zavala. 

\ En la repartición de solares en que se dividieron las calles 
de la futura ciudad, según el señalamiento y plano de ellas, 
formado por el Capitán de Caballos don Pedro MiUan, corres- í* 

pondióle en la cuarta cuadra hacia la batería un solar á dicho 
don Juan A. Artigas, mediante decreto del Gobernador, de- 
biendo asegurarse por los informes que daremos msis adelante, 
que en ese solar prímitivo estaba contruida la casa paterna en 
en que nació el mismo General Artigas, situada en la calle 
"Washington, en la manzana formada por las calles de Perez- 
Castellanos y Maciel con frente al Norte, 

Al año siguiente, en 1727, se adjudicó entre las 38 suertes 
de chacra que se repartieron por el mismo Millan en el distri- 
to del Miguelete, una chacra á D. Juan A. Artigas, con cua- 
ima cuadras de frente por una legua de fondo; y en 18 de Ene- 
ro de 1730 se adjudicó al mismo Artigas entre otros poblado- 
res una estancia de treinta y seis cuadras de frente por legua y 
media de fondo, de este lado del arroyo de Pando. 

Para la organización del primer Cabildo dictó D. Bruno de 
Zabala de acuerdo con el decreto anteríor el siguiente auto de- 
sígnaudo á los vecinos mas respetables que debian componer- 
lo, debiendo constituirse los sub-siguientes Cabildos por elec- 
ción popular, para lo cual dictó una ordenanza ó decreto re- 
glamentando la forma de la elección, en términos que hacian 
honor al espíritu liberal é integro de aquel noble capitán é in- 
teligente hombre de estado. 

Por la lectura de aquel importante documento se advertirá 
cual debía ser el cargo responsable, peligroso y ejecutivo que le 
tocaba desempeñar ¿ D. Juan Antonio Artigas, revelándose en 



— 286 — 

él por ese hecho oendioiones de energía y aptitudes de mando 
ejecutivo, que debían servir de germen y precedente ó ejemplo 
á las que mas tarde debia desarrollar en tan alto grado el gran 
caudillo oriental. 



« 



Nombramiento del primer Cabildo 



« En la ciudad de san Felipe y Santiago de Montevideo en 
^. 1^. de Enero de 1730 años. Don Bruno Mauricio de Zavala del 

orden de Calatrava Teniente General de los reales ejércitos de 
S. I^L Gobernador y Capitán general de estas pfovincias del Eio 
de la Plata: Por cuanto por auto que proveí el dia 20 de Di- 
ciembre del año próximo pasado de 1729 ordenó se hiciese cabil- 
do, justicia y regimiento en esta dicha ciudad, con las circuns- 
tancias que se contienen en el citado auto, y habiendo llegado 
el dia de año nuevo, citado en él para las elecciones de alcal- 
des ordinarios y demás oficiales de ayuntamiento como es de 
uso y costumbre en todas las ciudades, villas y lugares de estos 
reinos, y poniendo en ejecución dichas elecciones y nombramien- 
tos que por ahora hago de parte de S. M. (Q. D. G.) nombro y 
elijo por alcalde ordinario de 1er. voto á José de Vera natural 
de las Canarias, vecino y poblador de esta ciudad, con el cargo 
que ha de conocer de las causas de los naturales privativamen- 
te. Y por alcalde de 2^, voto y juez de las causas de menores á 
José Felipe Fernandez, natural de las Canarias, vecino y ¡ro- 
blador de esta dicha ciudad: por alguacil mayor á Cristóbal 
Cayetano de Herrera, así mismo natural de las Canarias, en 
quien recaerá el cargo de defensor de las causas de menores 
para defenderlos en los casos que lo necesiten: para alferes real 
á don Juan Camejo Soto, natural de las Canarias: para alcalde 
provincial á Bernardo Gaitan natural de Buenos Aires, quien 
vino á poblar á esta ciudad con su familia: para regidor y fiel 
ejecutor á Isidoro Pérez de Hojas, natural de las Canarias; y 
por tenedor y depositario general á Jorge Burgués, vecino de 



Buenos Aires, y qae pas¿ á serlo á estA nneTa población con 
toda su familia. Froonrador general de esta ciudAd á> José de 
Meló, vecino y natural de Buenos Aires, quien rasó á serlo de 
esta dicha ciudad con toda su familia; y para alcalde de la Sta. 
Hermandad á Juan Antonio Artigas, vecino también que fué 
de Buenos Aires y pasó á serlo de esta ciudad. 

Y habiendo sido llamados todos los individuos aquí expre- 
sados á la casa de mi morada, por no haberla de ayuntamiento 
juntos y congregados les recibi juramento por Dios nuestro' 
Señor y tma señal de cruz que hicieron en forma y conforme & 
derecho de usar bien y fielmente sos oñcios, administrando 
justicia á las partes y cumplir y ejecutar las reales leyes, cédulas 
ordenanzas y estatutos que se observan. ahora y en adelante se 
ob?ervaren. Y habiendo asi jurado les di la posesión de sua 
empleos en nombre de Su Magestad y lo firmaron con migo 
los que supieron y por los qn© no, los testigos legales con 
rjuienes lo autorizo a falta de escribano público ni real. 

BiTino Mauricio de Zavala. 

« Nota. —Por cuanto he tenido 4 bien admitir á Isidro Pérez 
de Kojas la renuncia que ha hecho del cargo de Regidor y fiel 
ejecutor para que estaba nombrado, nombro en su lagar é José 
Meló en quien recaerá el oficio de procurador de la ciudad. * 



Ulteriormente en las subsiguientes elecciones vecinales prac- 
ticadas para la renovación anual de los funcionarios cabildau 
tes, encontramos á los Artigas, ya sea el mismo ftmdador de la 
familia, ya sean sus hijos, nombrados para el desempeño de los 
siguientes importantes cargos consejiles. 

Año de 1730 — Alcalde de la Santa Hermaudad — B. Juan 
A. Artigas. 

1732 — Alférez Real D. Juan Antonio Artigaa. 



— 287 - 

1733 — Alférez Seal D. Jaau Antonio Artigan 
1735 — Alcalde Provincial D. Jiuui Antoaio , 

1742 — Alcfdde Provincial D, Joan Antonio . 

1743 - Alcalde Provincial Capitán D. Ja 
gas. 

1758 — Alguacil Mayor D. Martin Joflé Artig 
1761 — Alcalde de Hermandad, D. Martín Joi 
1766 — Alcalde Provincial, Martin José Arti^ 
1768 — Alférez Real, Martin José Artigas. 
1774 — Alcalde Provincial, Martin Joaé Arti^ 
1776 — Alcalde de Hermandad José Antonio 
1788 — Depositario, Martin José Artigas. 
1792 — Alcalde Provincial Martín José Artig 
1796 — Alférez Real, Martin José Artigas. 
Se vé, pues, que don Martin José Artigas, pa 
ral, desempeñ'S desde 1758 hasta 1796 siete distú 
el Cabildo de Montevideo, í cual mas importsi 
bles todos, requiriendo en el qne los desempeñí 
cion Kocial distinguida, y hábitos y educaoi 
pudiente, responsable é inteligente. 

Eu ese centro doméstico, el (General Artigas i 
bir sino buenos y honrosos ejemplos, y la enseñai 
correspondía á una familia tradicionalmente hon 
racter esencialmente orgulloso de José Artigas i 
mitirle ningún acto derogatorio de su dignidad 
miembro de tal familia; y paed^ asegurarse cono 
y sus procederes ulteriores, que su mocedad no 
tenido ninguna de esas manchas qne tan infuní: 
sámente le han atribuido sus detractores. 

Enzañados en calumniar al General Artigas, 
han tratado de vilipendiarlo nosolo en los actos 
bHca, sino hasta inventando en los primeros año 
tud un cúmulo de fábulas á cnal mas odiosa y 



mil. Tiene la primacía, á este respecto, el célebre Hbelode Cav 
de que hablaremos mas adelante. 

Asi lo han presentado huyendo de su casa paterna, refugia 
dose en los montes, haciendo después vida de matrero, y alg 
ñas veces dedicándose á la vida ¡licita yazarosa de contr&bs 
dista en partida y aun de bandolero como lo pretenden el ] 
López y el General Sarmiento; para venir al fin á entrar en 
carrera militar, patrocinando soldados indisciplinadosy crir 
nales, encubriendo sus fechorías, traicionando sus gefes inn 
diatos, y viniendo por último á servir la causa de la patria, 
obligado á ello por la persecución que como oficial insubordi- 
nado se le hacia por su jefe inmediato, el Coronel Huesas. 

En los renglones que anteceden hemos compendiado las 
principales calrunnias que se le han dirijido á Artigas, com- 
prendiendo hasta el año diez, aprovechándose los autores de 
esas invenciones de la dificultad material de poder contrade- 
cirlas con algunos documentos ó pruebas fehacientes. 

No existia en aquella época en Montevideo ningún diario 
oficial, pues La Gaceta de esta ciudad vino recien á publicarse 
el año trece, ni había tampoco otros medios de publicidad, co- 
mo medio de comprobación, pues el mismo archivo español 
del Fuerte es sabido que fué saqueado y destrozado por el po- 
pulacho al retirarse el ejército de Buenos Aires en 1814. No 
era, pues fácil ni probable evidenciar con documentos oficiales 
y pruebas irrefutables, la estupida falsedad de aquellas in- 
venciones. 

En el texto de nuestra obra impugnamos y destruimos en 
absoluto esas absurdas recriminaciones, que solo hemos tomado 
en cuenta para desmentirlas por completo aquí, y autorizar la 
inserción que hacemos ahora de algunos documentos impor- 
tantísimos, de irrefutable autenticidad, los cuales demuestran 
la respetable posición social que ocupaba Artigas algunos 
£^os antes de la revolución de 1810, no solo por su familia, sino 



~ 289 — 

por sus propios merecimientos, granjeándose el respeto de 
todo el vecindai'io rural, y la gratitud de los mas pudientes 
hacendados de la campaña Oriental. 

En cuanto á la acusación de haber llevado vida de matrero 
y aun de cuadrillero, ella se destruye del modo mas completo 
al ver la buena posición social que Artigas tenia trabajando 
en los valiosos establecimientos de campo de su padre en Ca- 
zupá y Pando, asi como en los del rico estanciero Chantre en el 
Queguay; y como consecuencia do su ejemplar buena conducta, 
recibiendo ulteriormente el encargo de policiar la campaña 
durante algunos años, ejerciendo así funciones equivalentes á 
las que desempeñaba el Preboste de la Santa Hermandad; fun- 
cionario que en aquella época remota era el verdadero protec- 
tor de la vida y propiedades de los habitantes de los campos, y 
el terror de los salteadores y gente de mala vida. 

En el desempeño de esa peligrosa ó importante comisión 
fué que Artigas mereció por su recomendable conducta la cer- 
tificación ó despacho que insertamos á continuación. Esa con- 
ducta irreprochable lo valió el cargo de Ayudante mayor del 
Regimiento de nueva creación de Blandengues, creado expre- 
samente por el Brigadier Olaguor Eeliú, á fin de protojer á los 
habitantes de la campaña, y principalmente los de las fronteras, 
contra los salteadores que infestaban los campos, y contra las 
incursiones depredadoras de los Portugueses. 

Nos consta, y puede hacerse valer al efecto el respetable tes- 
timonio de los liijos y i)aríentes del general don Andrés Lato- 
n*e, que Artigas en el año 1801 se dirigió ii este en una valiosa 
carta que se ha conservado por largos años en la familia como 
una inestimable reliquia, pidiéndole al señor Latorre le permi- 
tiese disponer de una yeguadaparaunrs faenas de campo que te- 
nia que practicar: lo que demuestra el género de vida laboriosa 
que llevaba Artigas nueve ó diez años antes de la revolución 
de Mayo, independientemente de sus obligaciones militares. 

19 



En caanto al motivo que se ha atribaido por 3u3 deti 
resá. su altercado conel coronel Huesas en la Colonia, y se 
á Buenos Aires, todo lo cual se describe con tal riqueza < 
lorido local por el pincel inventivo del Dr. líOpez, hem 
probar que la verdadera y única causa que tuvo Axtigai 
BU separación del servicio del Rey, fué el de haber trata 
seducir á algunos do los oficiales y tropa del destacamei 
Blandengues qu« estaba acantonado en la Colonia, teniei 
ser descubierto que ir á. refugiarse nueve leguas de a 
una isla montuosa que existe como & quince cuadras del Cerro 
de laa ¿.rmas, sobre el arroyo de San Juan, en la que fué estan- 
cia grande de D. Teodosío de la Quintana, acaudalado estan- 
ciero y dueño de extensos campos en el distrito dé San Juan, á 
cuya cueva ó escondite lo vino acompañando de dia el patriota 
Cura de la Colonia Doctor Enrique Peña, que era muy amigo 
de Artigas, asistiéndoles el esclavo de aquel, Antonio Peña. 

Asilado allí, al dia siguiente de madrugada, mandó llamar 
el Cura al señor Quintana, pidiéndole un vaqueano y algunos 
buenos caballos, los que obtenidos marchó Artigas de allí 
guiado por el vaqueano Chamorro, hasta el Rio Negro con la 
tropilla de excelentes caballos que le proporcionó Quintana, 
para que pudiera evadirse con felicidad, como lo consiguió, 
apalabrándose en el viaje con algunos patriotas amigos suyos 
que se prepararon & unírsele en cuanto regresase de B. Aires. 

Todavía se conserva entre los vecinos de aquella localidad 
©1 nombre de la piedra de Artigas á la cueva indicada; asi como A 
el de Chamorro á un arroyo inmediato al puesto que poseía el / 
vaqueano de ese nombre en la estancia grande de Quintana. 

Por un apunte que tenemos á la vista nos consta que á una 
conferencia &, que en 184G asistía el mismo doctor López en 
Bio Janeiro en la que tomaban parte varios emigrados Orien- 
tales, el general Rivera aseguró que le constaba que Artigas 
tuvo que huir de la Colonia por haberse descubierto la suble- 



— 291 — 

Tacion qxie tramaba el Comandante Artigas. Creemos que un 
sentimiento de lealtad debió hacerle recordar al doctor López 
esa afirmación de un jefe tan distinguido como Rivera, y cu- 
yos servicios databan desde el principio de la revolución de 
Mayo. J 

Entre tanto, véase el documento ó certificado axpedido 4 
Artigas por los representantes de los principales estancieros de 
la Banda Oriental por su excelente desempeño durante algu- 
nos años en la comisión que recibió de ellos de proteger sus 
personas ó intereses. La más pertinaz malevolencia no tiene 
como hincar el diente en esa victoriosa ó irrefutable prueba 
que acredita en Artigas una intachable moralidad, hábitos de 
orden y una inquebrantable energía para afrontar los peligros 
que le presentaba el arriesgado empleo que le valió el aplauso 
y prestigio de los hacendados. 

Hó aquí dicho certificado: 

« Los apoderados que fuimos del Cuerpo de Hacendados 
del Rio de la Plata en los de 1802 hasta el de 1810, y que sus- 
cribimos, declara i:íos y decimos: — que hallándose en aquel tiem- 
po sembrada la campaña de un numero crecido de hombres mal^ 
vados de todas castas, que la desolaban é infundían en los labo- 
riosos y útiles estancieros un terror pánico, ejecutando impune- 
mente robos en las haciendas y otros atroces delitos, solicitamos 
de la Superioridad se sirviese en remedio de nuestros males 
nombrar al teniente de Blandengues D. José Artigas, para que 
mandando una partida de hombres de armas, se constituyese 
á la campaña en persecución de los perversos: y adhiriendo el 
Superior Gefe Excmo. Sr. Marques de Sobremonte á nuestra 
instancia, marchó Artigas á dar principio á su importante co- 
misión. 

« Se portó en ella con tal eficacia, celo y conducta, que ha- 
ciendo prisiones de los bandidos, y aterrorizando á los que nx> 
cayeron en sus manos por medio de la fuga, esperimentamos 



á^ 



deutrode breve tiempo los bu0uo3 efectos á que aspirábamof 
viendo sustituido en lugar de la timidez y sobresalto, la (]\úe 
tud de espíritu y seguridad do nuestras hacienda?. 

En vista de un servicio tan recomendable y no pudiendo i: 
debiendo desentendernos de tal reconocimiento, en remunera 
cion acordamos por nosotros y á nombre de nuestros represen 
tftdos, hacer á don José Artigas en manifestación de justo re 
conocimiento el donativo ó gratificación por una sola vez, d 
quinientos pesos del fondo de hacendados y de nuestro carg 
en aquellos años, cuya deliberación de oferta, mereció se 
aprobada del Sr. Exmo. mandando se verifique el entero pago 

« Las sucesivas fatales ocurrencias en esta plaza y su tom 
por el inglés, fueron capaces de entc-rpecerlo, y que no tuvie; 
efecto hasta ahora; mas como en la actualidad cesó ya nuesti 
apoderamionto, y por consiguiente no existe en nuestro podt 
caudal alguno correspondiente al expresado cuerjío, no siencl 
debido deje de cubrirse y satisfacer al dicho don José Artig: 
la suma referida, y á fiu de que haga la instancia que le eou 
pete contra el fondo que han recibido los nuevos apoderad, 
en obseqiíio de la verdad, y por el derecho qne le asiste pai 
el cobro de los prenotados 500 pesos, 1l> despachamos 
presente documento ea Montevideo á 18 do Febrero de 181 
( Firmados ) — Mú/.-(el Zamora - - Lorcm 
Uliharri — Anfonio lereira. » 

En cuanto á la conducta del general Artigas doce años ánt 
de la revolución y como una irrefutable dejnostracion de qi 
en la carrera militar que habia abrazado entonces, ella deb 
ser no solo irreprochable sino hasta meritoria, como modelo i 
disciplina, de celo por los intereses púbhcos, y puntualidad i 
el servicio, pues como es sabido el regimiento de Blandengu 
filé creado especialmente para defender en campaña los int 
reses de los hacendados; nos es gmto reproducir ácontinuaci. 



— 293 — 

el certificado adjunto de Contadnria y los despachos de capi- 
tán de dicho regimiento que le fueron conferidos en Septiem- 
bre de 1810, habiendo copiado dichos despachos del libro 
segundo de Títulos y Mercedes desde 1798, que existe en este 
Archivo Nacional, agregando al pié de él y como una intere- 
sante curiosidad histórica, algunos informes tomados del mis- 
mo libro relativos tanto al mismo General Artigas, como al 
General !Bondeau. 

« Don Josef Francisco de Sostoa, Comisarío de Gimra, Ministro 

de Recd Hacienda de esta Plaza, 

■ 

Certifico qne don Josef Artigas, Blandengue de Caballería 
del cuerpo veterano de esta clase de Montevideo, ha existido 
empleado por el Exmo. señor Virrey Comandante de una par- 
tida celadora de la campaña desde 14 de Agosto hasta veinte 
y siete de Diciembre de 1^97, en que fué nombrado capitán de 
milicias de eaballeria. Y para que pueda acreditar el haber que 
le corresponda en dicho tiempo; doy la presente en Montevideo 
á 31 de Diciembre de 1797. 

Josef Francisco de Sostoa, 
(Libro 2.^ de Títulos y Mercedes. 1798 — Noviembre 10.) 

NOMBRAMIENTO DE CAPITÁN EN DON JOSÉ ARTIGAS DEL CUEIIPO 

DE BLANDENGUES DE MONTEVIDEO. 

D. Joaquin de Soria Santa Cruz, Gruzman, Franquí y Andra- 
de, Brigadier de los Eeales Ejércitos, Gobernador Militar de la 
Banda Oriental del Eio de la Plata; Por cnanto se halla vacan- 
te el empleo de capitán de la tercera compañia del cuerpo vete- 
rano de Caballeria de Blandengues de Montevideo, por haber 
fallecido D. Miguel Borraz que lo obtenia, he tenido á bien 
conferirlo interinamente y hasta la aprobación de S. M. á D. 
José Artigas, Ayudan!^ mayor del mismo cuerpo. Por tanto 




— 294 — 

mando se le ponga en posesión de él, y que se le reconozca, ha- 
ya y tenga por tal capitán de la tercera compañía, obedecien- 
do los individuoá do inferior clase, las órdenes que les confiare, 
concernientes al Real servicio, guardándole y haciéndole guar- 
dar las honras, exoüoiü.ies y prercgativas que por este titulo le 
corresponden, y que se le asista desde la fecha de este despa* 
cho con ol sueldo sofuilulo pj.- Reglamento, tomándose al efec- 
to razón da este nombramiento, en la Real Caja de esta Plaza- 
Para todo lo cual, lo hió3 expedir, firmado.de mi mano, sellado 
con el sollo Jo mis armas, y refrendado por el secretario interi- 
no de esta Comandancia General, en Montevideo á cinco de 
Setiembre de mil ochocientos diez. 

Joaquín de Soria — Francisco Ventura dd Rio, 

Hay un sello de armas — V. S. nombra interinamente y hasta 
la aprobación de S. M. Capitán de la tercera compauia del cuer- 
po de Caballería de Blandengues de Montevideo á D. José Ar- 
tigas —Es copia del original de su referencia. 

« Reemplazó á don José Artigas en el empleo de Ayudante 
Mayor D. Isidro QuesaJa, por ascenso de aquel en la misma 
fecha. 

« Con la misma fecha ascendieron á teniente de la sexta 
compauia del Cuerpo Veterano de Caballería de Blandengues 
don Francisco Elias, alfores del mismo, por vacante que dejó 
José Rondeau que lo obtenía, y haber pasado á servir á los 
ejércitos de España, etc. . . . con la misma fecha del anterior. 



Habiendo solicitado algunos informes de la Sra. Da. Josefa Ra- 
via, sobrina del Gteneral don José Artigas, cuya señora conser- 
va el m^ perfecto uso de sus facultades, á pesar de sus 93 años, 
hemos obtenido los siguientes interesantas datos trasmitidos por 
su sobrino el señor don Rufino Ravia, vecino de toda honora- 



W&£. 



— 29B — 

l)iKdad y rectitud á quien tenemos el placer de haber tratado 
^esde hace 25 años. 

Vamos & copiar á la letra dichos informes tal como se han 
redactado sencillamente en familia, y se nos han trasmitido á 
nombre de esa respetable señora. 

Nuestros lectores hallarán, estamos seguros, un verdadero 
interés en los siguientes informes que no son conocidos del pú- 
blico, y que reproducimos complacidos, por mas que violente- 
mos para ello la modestia y reserva del comunicante, cuya ve- 
racidad es de todo punto irreprochable. 

Es así como, con afirmaciones tan respetables y verídicas 
podrán destruirse las torpes calumnias con que los detractores 
de Artigas han intentado degradar su buen nombre y sus an- 
tecedentes honorables y dignos. 

Helos aquí: 

« En cuanto á la 2*. pregunta le diró á usted que por rela- 
ciones fidedignas de familia y en sus primeros tiempos, tío Pe- 
pe se empleaba en sus estudios aquí en Montevideo, y sus her- 
manos don Manuel y tío Cucho (Cirilo) se ocupaban de las es- 
tancias de su padre, don Martin Artigas, por cuanto este por 
sus años se encontraba cada vez mas achacoso, y había confia- 
do sus quehaceres de campo á sus referidos hijos. 

Tío Pepe iba á las estancias por via de paseo, en las cuales 
adquirió relación de familia con los Latorres de Santa Lucia y 
los Pérez del Valle del Aiguá, frecuentó esas visitas á la campa- 
ña, y le fué tomando afición á las faenas de campo; pero como 
no tuviera en las estancias de su padre una colocación fija se 
ponía de acuerdo con los Latorres, con los Torgueses, D. Do- 
mingo Lema y D. Francisco Ravia, y salía á los campos de D. 
Melchor de Viana por autorización de este y del Grobemador de 
Montevideo á hacer cuereadas, utilizándose también las gordu- 
ras y las astas. 

También tenían autorización del Gobernador para sacar de 



/' 



Montevideo medias huías coa las que clesgarretaban los anin; 
les, por cuanto los paisanos no estaban aun avezatlos á desg 
rrebar con los cuchillos, y el quelo hacia era muy aplaudido 
sus compañeros; las medias lunas las hacia el herrero d 
Francisco Antuña, y cosno luciera machas moa do las f) 
tenia autorización para llevar á la campaña, las pasa 
clan des til) amenté por el Portón D. Francisco Ravia. 

« Tío Pepe decia que, estas ii.edias lunas servirían para 
mar á los paisanos y defender á la Patria; con eso mismo 
continuamdnto sacaban parala campaña cuchillos de mai 
mayor. Esto cri-o que está i-elacioiíado con mas detc.Mes de i 
milia en los apuntes que ya esián en su poder. 

Kn cuanto al carácter personal de Artigíts, lo tengo m 
presente, porque desde iiiño he estado oyendo diálogos de 
llartina Artigas, hermana de tio Pepe, con mí tia Josefa I 
via, del caráxiter, hechos y costumbres de aquel hasta la épc 
que voy refiriendo. 

« Ellos decían quetioPepe era muy paseandero y muy amí 
do sociedad, 3' de visitas, asi como de vestirse bion á !o cal 
ante (alias cagciiUii); y que se hacia atraer la voluntad da ] 
personas por su modo afable y cariñoso. De esta afirmaci( 
y por los antecedentes todos de la familin, se podrían prest 
tar pruebas irrecusables, demostrando que es una calumi 
el que tio Pepo haya hecho parte de una sola de tales cuadril 
de contrabandistas, siendo por el contrario uno de los prín; 
roa orientales que las combatieron. 

« Su traje está relacionado con el de Cabildante; su fisonon 
abierta franca y hasta jovial: era de una estatura regular y 
cuerpo delgado: hasta la revolución usaba trenza y pone 
provincial; buen pantalón y buena bota: nnnca quiso usar 1 
puela grande, que era lado moda entre los mozos de campo, 
quiso usar el cuchillo á la cintura, siendo de los primeros que 
usaron entre caronas; el sombrero lo usaba sobre el redom 



— 297 — 

de la cabeza, pero cuando galopeaba á caballo ó entraba á las 
lidias del campo, se lo echaba hacia la nuca. Su fisonomia era 
simpática, y ya en esa época y ocupado en la labor referida, las 
jóvenes de Montevideo se disputaban su persona: tio Pepe y 
tia Martina eran muy blancos, y tenian pelo castaño, y tio Ma- 
nuel y tio Cucho eran morenitos. Los antecedentes de su fa- 
milia eran excelentes, á punto de que todos los parientes lo 
consideraban ya como el Gefe de la familia; puesto que 
no hay uno que no cuente que sus antepasados se casa- 
ron en casa de tio Martin Artigas, ó que uno do los Arti- 
gas no haya sido svi padrino, hasta en la negrada esclaVa de la 
familia. 

« La casa de don Martin Artigas era visitada por toda su 
familia, y estaba situada en la calle que hoy se Uarna do AVas- 
hington entre Colon y Pérez Castellanos, en el centro do la 
cuadra, ó inmediato á la plaza de toros, en la que aquel tenia 
un sitio de preferencia, y concurría con su familia. 

Como una prueba de la vida holgada que en aquella época 
tenía la familia de Artigas está el gran número de haciendas 
mansas, qué poseía antes de la guerra de la patria, y las gran- 
des ventas que hacia dm Manuel, su hijo mayor, haciéndole 
entrega á su padre de fuertes cantidades de onzas de oro que 
contaba hasta en presencia de las visitas. 

« En cuanto á la afirmación que se ha hecho de que tio Pe- 
pe abandonó la casa paterna para entregarse .á los traba- 
jos de campo, contra la voluntad de su padre desde que 
este quería tenerlo á su lado en Montevideo, queda del to- 
do destruido el cargo, desde que se sepa que don Martin Arti- 
gas era el que recibía en Montevideo las carretas de cueros 
que mandaba tio Pepe de campaña, siendo los conductores de 
ellas don Francisco Ravia, don Domingo Lema, don Manuel 
Latorre y sus esclavos. 

Don Martin vendía la carga, la metalizaba, y repartía su 



# 



importe, entregánáoles au parte ¿ los condaotores arriba ; 
ciooados. 

Don Francisco Bavia con esas utilidades ediñcó eu 
donde nacieron todos sus hijos, sita, en la manzana 95 bia 
nueva ciudad. 

Para ampliar la relación que se nos pide diré que he c 
el traje habitual y principios del modo de vivir honrado di 
Pepe Artigas: ahora diré del traje que usaba desde qut 
nombrado oficial del Regimiento de Blandengues. Desde 
¿poca parece que hubiera tenido de antemano vocación p 
clase militar, pues que desde el primer dia que se puso la i 
quilla de Blandengue, siempre que estuvo en Montevide 
ae le vi6 otro traje, por cuanto á mas de la que habia rec: 
en 8U regimiento, se habia mandado hacer otras iguales, 
qne una guardaba en el Cordón en las casEis que hoy Ue 
de Lomba, y que entonces se llamaban de Artigas, y otra i 
ca guardaba en la Aguada, para mudarse ¿ cada paso, é 
les bailes, siendo su compañero inseparable para esa cías 
diversión el buen patriota don Manuel Pérez, padn 
los Pérez Gomar, é. cuya esposa, tia María del Carmen Ge 
acostumbraba Artigas dar bromas por esos bailes, no obs 
que don Manuel era un excelente y fiel esposo, pero de { 
jovial y amigo de diversiones. 

« Don José Artigas en la época en que fué oficial de 1 
dengues, y Comisario del Cordón y de la Aguada por el 
de 1806 vestia lo mas bien posible en aquella época, us 
sus lujosas camisas de hilo de Holanda, chaleco de raso ¡ 
ricos pañuelos de seda do bolsillo que estaban en uso ento 
Mi tia dice que recuerda haber visto en la casa de tio M 
fraques del uso de tio .Pepe para ir á los bailes; y que otra 
ees, el traje que usaba, como el de todos los jóvenes dec 
de su tiempo, era, cuando no usaba casaca larga, el de 
chaquetilla ajustada al cuerpo con más ó menos bordad( 



" 299 — 

trensilla fina en el peto, y un gran pino bordado en la espalda, 
pantalón ajustado sobre la caña de la bota, el rico chaleco de 
raso y corbata; en lo cual se disputaban con su hermano don 
Manuel á quien usar mejor chaleco de raso y mas ricas cami- 
i3as bordadas. » 



Cuando Artigas fué nombrado el año 1806 por el Goberna- 
dor Ruiz Huidobro como Comisario del partido de la Aguada 
hasta el Peñarol, y encargado de los comisos por contraban- 
dos por esa costa, este le dirijió la carta siguiente que demues- 
tra la buena relación en que estaba con personajes Íntegros y 
respetables como lo era Ruiz Huidobro, no p' «r su alto cargo, 
sino por su rijido carácter. 

Dicha carta se halla orijinal en el archivo del Sr. D. Isidoro 
de María que la ha insertado en su interesante Biografía de 
Artigas. Dice así: 

« Estimado Artigas: — Tome Vd. la casa y ocurra mensual- 
mente al mayor de plaza por el alquiler de 8 pesos, en que la ha 
ajustado. Los comisos de Aguada los tenia encargados á Caste- 
llanos, cuando estaba en ese destino, particularmente por la 
noche, y lo repito á Vd. ahora, sobre cuyo particular es menes- 
ter que hablemos. Páselo Vd. bien, como desea su afectísimo. — 
Huíz Huidobro. » 

Aun á riesgo de parecer triviales, hemos abundado en loe an- 
teriores detalles , porque eUosen su modesta intimidad, podrán 
servir á dar una idea exacta sobre las condiciones en que se 
desarrolló la primera juventud de Artigas, su carácter laborio- 
so y honrado, y el espíritu de orden y seriedad que le distin- 
guieron, ya como miembro de una familia pudiente y honora- 
ble, ya como funcionario público, ya finalmente como militar 
encargado de custodiar la vida y la propiedad de los habitan- 
tes de la campaña, para los cuales fué durante largos años, en 



— 300 — 

ens excursiones por todo el territorio, plagado entonce 
malhechorea, un constante y celoso protector. 

Fué en el ejercicio de esas modestas virtudes del ciiida 
y del soldado, que Artigas inició su carrera piibüca, y ] 
adquirir merecidamente el gran prestijio que mny luegO; 
paes de la revolución de Mayo, babia de consagrar leal y ■ 
didamente á la noble causa de la independencia do su pat 



Artigas acusado como díscolo é insubo 



Ademas de las calumnias que creemos haber 
las p&jiuas precedentes, ae han diríjido al General J 
nos otros cargos ultrajantes que juagamos conven 
desde luego, aunque sea muy sucintamente, repn 

efecto algunos documentos suyos, casi todos inédí 
rán interés á estas consideraciones, y el tenor d 
revela perentoriamente la injusticia de aqueUoa ca 

Se ha acusado á Artigas de discolo é insubordi 
rácter, y por hábitos. Se le ha acusado de haber s 
fundamento, opuesto al moderado y conciliador G 
deau todo género de dificultades y entorpecimient 
mera campaña del asedio de Montevideo en 1811, 
teriormente en la segunda. Y por último, se ha ati 
fectos del carácter personal en Artigas, uiia condu 
pronto pudo demostrarse era solo producida por 1 
agravios que se le infiriei^on por Sarratea, como 
Gefe; ó á la resistencia que opuso á órdenes que er; 
pai-a su provincia una humillación ó una injuria. 

Hé aqui la mejor prueba para destruir tales car; 

ios Omeraíes del ejército de la Banda Oriental 

unión de sus sentimientos, contra las impresión 

qtie sehan esparrido. 

Exmo Señor. 

« Habiendo trascendido, que eon.notable ofensa 

armonía, unión, y amistad que observamos los gem 

te ejército, se han esparcido noticias contrarias; he 

do dar á V. E. un testimonio de la inalterable unii 



— 304 — 

su sargento mayor don Hilarión de la Quintana, quien niai 
se comunicase al cuerpo en el acto, como á. las onze de la i 
ñaña. 

« Serian las tres de la tarde cuando Soler llegó á 
campo, de donde faltaba desde la noche anterior, é imput 
qao fué de haberse comunicado al cuerpo de su mando la 
don que nos ociipa, increpó agriamente al mayor Quintana 
haberlo verificado sin su previa aquiecencia. 

« El mayor le contestó en iguales términos, agregando, 
como Soler tenia de costumbre ausentarse á veces de au caí 
por veinte y cuatro horas, creyó contrario al buen servid 
esperar á que él Tinieae para comunicar á la tropa una ór 
tan ¡mport3,ntG, y por último, que los ayudantes del cuerpc 
debian prostituirse llevándola aquella á casa de su concul 
donde estaba á todas horas. 

« Soler se enfureció con esta respuesta y en vez de estrel 
se con Quintana, mando tocar á la ñrilen. y metiéndose pe 
nalmente en la rueda de sarjentos -- dijo en alta voz — « 
« orden que so ha daio lioij á ¡ai owe, queda sin c-prto, y ijo m 
« do ahora que toda la tropa, raya armada di: hayoiiHa t 
« quintas, y vengan rarf/aiJon de peras ( era tiempo de ella; 
« en donde vo la'' hiihiese, traigan gajos de los perales. » 

« Incontinenti de haberse trasmitido estaórdeu, toda la 
pa del luiniero 6 se desbandó i)or las quintas á ejecutar lo 
puesto pof su comandante (!¡ 

« Entre tanto, sabedor el general Rondeau de este aconf . . _ 
miento, so dirijió al alojamiento del coronel don Domingo 
French, gefe del rejimiento número 5 de infantería, á pedirle 
consejo, por ser uno de sus mejores amigos, y aquel le contestó: 
« Señor general aquí tiene usted papel y tintero; déme usted br- 
« den por escrito para fusilar al eomaniiaiitc Soler por el crimen 
« notorio que ha cometido, y antes de diez minutos será cumplida. 
« pues en este Ínsta7iie él se halla solo en su campo, y cuando re- 



— 306 — 

« grasen siis soldados con las peras, ya eHará en la eternidad.^ 

Sin embargo el generAl Rondeau desechó este consejo, por 
razones que es escusado indicar, y porque ya principiaban á 
presentarse varias dificultades para conservar la buena armo- 
nia que habia existido entre el y don José Artigas, apesar que 
!Bondeau no omília sacrificio para conservar aquella, aun con 
menoscabo de su dignidad.» 

En materia de insubordinaciones, el cargo hecho ¿ Artigas 
podría aplicarse con justicia á muchos de nuestros gefes mets 
distinguidos. 

No es muy difícil explicar como podian reproducirse con 
frecuencia esos actos de indisciplina, desde que se recuerde que 
siendo ya por si mismos tan azarosos los lances de una guerra 
tan prolongada como los de la independencia contra los espa- 
ñoles, en los que á cada paso se suscitaban mutuas reconven- 
ciones y discordias entre los gefes; el elemento militar, soste- 
nedor de la causa republicana, tenia, de acuerdo con las doctri- 
nas de estas, que prohijar ciertas ideas de igualdad del todo in- 
conciliables con una severa disciplina. 

Si á esto se agrega el carácter arrogante de algunos gefes, 
y sus pretensiones al mando, exitadas por el mismo desquicio 
que se producia tan frecuentemente en Buenos Aires con los 
cambios de gobierno, se comprenderá como podian repetirse ac- 
tos que sino importaban un motin declarado, minaban por »u 
base la disciplina, y sentaban fatales precedentes. 

Agregúese 4 esto las disidencias de opinión en materia de 
organización política, y las intrigas de facciones movidas solo 
por la ambición personal, y se comprenderá que el cargo hecho 
á Artigas como gefe militar podia hacerse extensivo á nuestros 
mas ilustres capitanes. 

El mismo General Bondeau que se ha citado siempre como 
modelo de orden y de subordinación, tiene en su larga y bri- 
liante historia algunos hechos que deben tomarse en cuenta 

20 



para apreciar con justicia loa caracteres militares de aqi 
época. 

Es sabido qae el gobierno de Buenos Airea le intimtf 
primera y por segunda vez que levantase el segundo siti 
Montevideo, receloso de un probable descalabro. 

El General Eondeau próximo á gozar el fruto de sus afi 
negóse á cumplir esa doble orden, y la patria le ha agrade 
sa benéfica y fecunda resistencia. 

Véase como se expresaba él mismo en su Autobiografía, i 
cual extractamos los siguientes interesantes párrafos, como 
trativos también de hechos notables de aquella época: 

« Corrieron mas de dos meses 3in,realizarse el embarco, 
tuvo efecto cuando el armamento naval que ee alistaba d 
vela para la Cojonia, con mil quinientos hombres á las órd 
del general Alvear qae vino á relevarme. ¿ Y quien podía 
dar de que esta maniobra tan poco digna del gobierno de '. 
nos Aires tuviese pororijen lo que antes he indicado. ? 

Prevenciones que me atraje por no haber levantado el í 
y retirádome á Buenos Aires con las tropas argentinas, c 
do entró en Montevideo el refuerzo de tropas españolas, 
cuya acertada opinión me han jusíiificado los resultados; 
este juicio no fuese exacto ¿ por qué motivo se mandai'on á 
banda 1600 hombres, cuando ya la plaza de Montevideo es 
para rendirse, no habiendo yo pedido mas que 500, en circ 
tancias que era de esperarse una acción general por el < 
que me dejó Artigas en el sitio, como queda dicho? ¿ Poi 
86 me relevó por el general Alvear cuando ya no tenia él 
migos con quien batirse, y que bien mirado, le hacia poa 
ñor tomar el mando del ejército en este estado de cosas, 
para recojer los laureles que yo en dos años de constancii 
■ tigas y peligros había conseguido ganar ? 

« No puede dudarse que en Buenos Aires se tenia la idt 



— 307 — 

que yo trabajaba para mi engrandecimiento, y que por este 
principio habia hecho la primera resistencia y que también la 
hacia entonces en todo lo que no estuviese de acuerdo con mi 
marcha; mas cuando ya pudo creerse que se descubrían casi 
colmadas mis supuestas aspiraciones con el triunfo indudable 
sobre los enemigos, ¡ qué error ! y el convencimiento de que lo 
era, fiíé someterme á la impolítica medida de que entregase el 
mando, coijio lo verifiqué luego que mi sucesor llegó á mi 
cuartel general: ni las fuerzas que traía me impusieron, porque 
si hubiese abrigado miras particulares, liabvia desplegado los 
muchos recursos con que contaba para sostenerme en el man- 
do; entre otros, todos los habitantes del territorio oriental; por- 
que agradecidos á los servicios importantes que habia presta- 
do á su país, y mas justos que el Gobierno general me invita- 
ban, y mas, me estrechaban, á que no consintiera en mi relevo. 
Podria citar los respetables emisarios que con este fin tuve á 
nombre de la provincia, hasta en la playa del Buceo y en la 
misina noche que llegué á este lugar, desde el que debia em- 
barcarme para Buenos Aires; pero cerró mis oídos á tales pre- 
tensiones, sin embargo de lo honrosas que mo oran, dando fin 
con este paso á mis penosas tareas militares por tercera vez, 
y á favor de la causa americana, mi únicv:) ídolo. » 

Se ha querido cohonestar esta disposicioi], con que el gobier- 
no presentía que el general sitiador luego qae ocupase la plaza 
de Montevideo, desconoceria el gobierno general de enton- 
ces, como solo de Buenos Aires; ciertamente que se equivocaba 
este infundado juicio, porque siempre habia sido tan dócil á de- 
jar el mando, cuando le fuese prevenido, como lo fué cuando 
lo entregó á Alvear á pesar de los grandes elementos con que 
entonces podía contar, si hubiese querido resistir su relevo y 
de que supongo informado al lector de esta Memoria, si es que 
ha visto la primera parte; pero lo que hay á mi juicio mas cier- 



to ea este negocio, es que el tío, Posadas, aprovechó la oportu- 
nidad de poner en zancos al sobrino Alvear, haciéndole apare- 
cer al frente del ejército sitiador, en los momentos de rendirse 
la plaza, y por consiguiente como su conquistador; intriga 
ciertamente poco honorable para uno y otro, porque no habrá 
quién exista desde aquel tiempo al presente, que no conozca 
que ese resultado, es obra de mis esfuerzos.» 

Es sabido que como una dudosa compensación de la injusti- 
cia que se le hacia á Bondeau, sacándolo de un puesto que tan- 
to había ilustrado con su valor y constancia, se le envió por el 
Director Posadas, por indicación de Alvear, al mando del ejer- 
cito auxiliador del Alto Peni, al otro extremo del antiguo Vi- 
reinato. AUi mas tarde se regó con noble y abundante san- 
gre argentina, y oriental el triste campo de batalla de Sípe 
Sipe, que casi abre otra vez las puertas de Salta al victorioso 
ejército español, si el indomable Gnemez no hubiese estado 
allí con sus gauchos aguerridos para hacer de cada quebrada, 
de cada desfiladero una pequeña Term/ipila aalteña. 

Ulteriormente hallábase el General Eondeau reconcentrado 
con los restos de su ejército, reorganizándolo y aumentándolo 
con afanoso celo, cuando el General Alvear que acababa de ser 
nombrado por su tio el Director Posadas, General en Jefe de 
dicho ejército del Alto Perú para reemplazar otra vez al Gene- 
ral Rondeau, se dirijió con algunas fuerzas á marchas foRsadas 
al Cuartel General. 

Con su habitual petulancia, Alvear dirijió al Cabildo de Sal- 
ta y al general Eondeau una intimación preparatoria que me- 
rece ser conocida, aunque sea en una pequeña parte. 

En la nota al Cabildo, el cual Alvear presumía con razón le 
seria adverso, decíale lo siguiente como una intimación ame- 
nazadora. 

« Se hallan ademas en camino de la posta desde la capital 
de Buenos Aires para incorporárseme, todo el regimiento nú- 



Toero 8 y el escuadrón de la guardia del Director 
respetable -artillería. Mis marchas ser&n rápidas 
para hacer sostener el respeto del gobierno. 

« Cualesquiera que sean las miras de esa Prov: 
de nunca oomprometérsele 4 sostener un partit 
cual resultaria la ruina de nuestra adorada liberi 

Yo no puedo dudar que W. SS. llevarán & 
parte que les corresponde, lo que pongo en su no 
para ello cuantas medidas crean convenientes, y 
celo y acreditado patriotismo. 

Dios guarde á TV. SS, muchos años. 

Posta de Santa Cruz, 23 da Diciembre de ISl 
de la mañana. 

CaWos í 

Al Muy Ilustre Cabildo Qobemador de la ciudac 



Lo que es esta segunda vez, el General Bondf 
tro tan acomodaticio ni paciente como la primer 
vear le arrebató los laureles que tan justam 
obtener en el asedio de Montevideo. 

Su contestación merece ser reproducida aquí 
tracion de qne ese gefe ejemplar tenia que dar a 
de la manera mas violenta, el mas triste ejemplo 
de insubordinación, sino de rebelión armada ce 
y contra su gobierno basta contribuir del modo i 
derrocamiento, apoyándose la rebelión de Fonte 
vares-Thomaa, en la que habla iniciado Rondeai 

Se babia ya intentado en el ejército por algut 
tos ¿ Alvear producir una snblevacion para dei 
deau, habiéndose conseguido &nstrar1a, median 



didaa vigoro:ías, expulsLVLido del ejército á algunos de lo3 n 
ñeros. 

Esta circunattiiifia influyó sin duda para que la resolo' 
deEoiidoau fuesí maíppfentoriay enéi-jica, como se ve p< 
siguiente coiniinLíisioii ^|ue obligó á Airear á dar la vuel 
Buenos Aires con Li!nis;¡iaprosteza con queKabia salido d 

Hé aíjiii dicha reípm^sta: 
« Exilio. S<- ñor. 

« Habi'íinlii i'oeibido el oñcio de V. E. eu que me ordena 
tregüe el mando de este ejército auxiliar al brigadier D. I( 
ció Alvar.?/, r';s;)o¡ido {•- V. E. que ¿basta cuándo quiere ab 
del sufrimiento do un ciudadano, cuya conducta ha sido s 
pre unifornieV ¿Hasta cuando preteude, sobre las ruino 
tantos ilustres defensores de la patria, elevar á im hom}>re 
ntéríto, aiyas virtudes! han sido lafacdanyla intñga, ánicoi 
ses en qzio estríha sii patriotismo? No crea V, E. que el lu'iti 
mi rango acu'?ará de ingrato este procedimiento, ante los i 
reses de mí pais: soy solo un simple ciudadano á quien 
sirven de norte las obligaciones que me imponen este debt 
si V. E. quiero hacer íl¡^^!naible3 it los hombres de bien di 
vicisitudes de una facción, transfórmelos en estatuas de i 
mol y prosiya sn sistcitia opreaivo y sanguinario. Loa hom 
que aspiran á cumplir con los deberes de buenos servido; 
la patria forman el proyecto de mantener una lucha perp 
entre estos y sus pasiones; esta honrosa gloria antes de a 
he demostrado k V. E. sin mas interés que evitar las disc 
nes que V. E. con operaciones violentas y escandalosas fomi 

Dios guarde á V. E. muchos años. 

Cuartel general del ejército auxiliar, Jujuy, Biciembí 
de 1814 

Excmo. señor: 

■Toeé Rondemi. » 



— 311 — 

A ñn da completar el conocimiento de eate cálebre episodio 
qne demuestra acabadamente cuan justificados hablan sido los 
procederes de Artigas, reaccionando contra Alvear, reproduci- 
mos á continuación parte de la contestación que el Cabildo de 
Salta dio al mismo Q-eneral Alvear, haciendo lo mismo que 
poco después hacia el Cabildo de Montevideo. 

Hé aquí los párrafos de esa singular y arrogantísima con- 
testación: 

« No podemos creer, carísimo compatriota y benemérito ge- 
neral, qne estos sentimientos se aparten, se apaguen j amor- 
tigüen en 8u corazón. Si Y. S. posee una alta ilustración, tam- 
bién es sensible al clamor de la humanidad americana y de 
unos pueblos inocentes, que por efecto de su virtud, siguieron 
©n su sistema á la heroica capital de Buenos Aires. ¿ Pero será 
posible que para curar el mal de la revolución se busque otro 
peor mal, cual es, contra el ejército de la patria armar otro 
ejército á nombre de la misma patria? ¿Si el que está situado en 
Jujui al roando del General Hondean, tiene ol destino de de- 
fenderse, de atacar y destruir al ejército de un tirano conocido, 
como Pezuela, y tan sanguinario, que aprueba con la mayor 
complacencia los estragos horrorosos de Baez y otros caudillos 
hasta prevenirlos que pasen á degüello los viejos, mugeres y 
niños, é incendien los pueblos, sin esclusion de los templos; quá 
hará, pues si V. S. viene con el respetable tren de artillería, la 
fuerte división, toda montada, regimiento núm. 8 y escuadrón 
de la guardia del Director supremo, según espresa en sn oficio? 
¿Qué uso hará este Cabildo de sus limitadas y económicas fun- 
ciones, ya para con uno ya para con otro ejército? 

« Si los habitantes de esta ciudad y su campaña han concebido 
que V. E. trata de disolver la fuerza militar de Jujuí, bajo cuya 
garantía se afianza la seguridad pública Á individual ¿podrá 
acaqo evitar los mas funestos resultados de iina guerra civil é 
intestina? ¿Cnales serán las medidas conducentes que podrá to- 



— 312 — 

mar y recomienda V. E. en sn oficio? Espreaélas V. E, porqi 
eete Cabildo no alcanza ( cuándo suceda una tal crisis ) k tomi 
otro rumbo ni dirección que según la voluntad general d 
pueblo que representa. — El miedo que en la época del descí 
brimiento de América, fué un buen valedor para cimentar 
cetro de hierro entre sus humildes corderos, no es ya un bnc 
resorte, 

« Los americanos de boy parece que tienen tanto valor pai 
matar como para morir. Esta verdad la acreditan jnnumen 
bles bechos, que no se generalizan por la falta de liistoriadi 
res, pero tampoco debe ignorarlo V. S, y sobre este concept 
vea pues, si los medios políticos, sagaces y prudentes sar¿ 
mejores para consolidar la unión, armonía, y consonancia co 
el gobierno. » 

Creemos que el lector comprenderá cuan injusto es el oarg 
hecho ¿ Artigas como insubordinado y díscolo, defendiend 
los derechos de su provincia, ante tan notables ejemplos com 
los que acabamos de presentar de una manera tan perfectf 
mente comprobada. 

Ocupándonos de demostrar el espíritu anárquico que cundi 
entre algunos jefes superiores de los ejércitos de la patria, cre< 
mos de grande interés oír la palabra autorizada del eminenl 
General Paz, deprimiendo al Gt«neral Alvarez-Thomas por s 
sublevación de Fontezuelas,á conseonencia de que este lo ats 
caba por su sublevación de Areqníto. La defensa y la censur 
son dignas de ser conocidas, desde que ambas concurren ¿ d( 
mostrar que en esas rebeliones iba interesadisíma la ambición 
personal de sus prícipalea autores; y que el cargo de anarquista 
inveterado que se le ha hecho á Artigas, no tenia razón de ser 
desde que en él no era la indisciplina la que lo impulsaba, sino 
el gran principio político de la autonomía provincial qne él 
defendía. 

Véase como se expresa el deuera Paz en sus Memorias al de- 



— 313 — 

fenderse con razón del cargo de ambicioso que se le ha hecho : 
« El General Alvear hecho ya Director Supremo, dio un im- 
pulso vigoroso ala organización del ejército, en que casi exclu- 
sivamente se apoyaba su autoridad. — Para sacarlo del contac- 
to de la población en que pululaba^ sus enemigos, lo trasla- 
dó á los Olivos.- -Artigas habia pasado el Paraná y estendia 
su influencia por las provincias circunvecinas sin escluir á 
Buenos Aires. 

« Como sus tropas ocupasen á Santa-Fé y amenazasen la cam- 
paña de aquella Provincia, hizo Alyear s%lir un cuerpo de tro- 
pas, al mando del General Don Ignacio Alvarez para contener- 
lo, el cual no era mas que la vanguardia de otros que debian 
moverse en la misma dirección. 

Este cuerpo ó esa vanguardia se sublevó en litó Fontezuelas 
( 1 ) presidida por el mismo General Alvarez contra el Director 



«(1) El Sr. D.Andrés Lamas, laborioso recopilador de documentos y no- 
ticias para el bosquejo histórico que piensa escribir, pidió al General Al- 
varez apuntaciones sobre la vida y hechos del General Belgrano. Al lle- 
gar en ellas al ano 1820 y recordaí la revolución de Arequito, hace 
la más sentida exclamación, y aunque mediando reticencias y puntos 
suspensivos, hace pesar sobre sus autores una tremenda responsabilidad. 
No entraré en la cuestión que quizá, trataré si llego á ese periodo de mi 
carrera, mas no dejaré de observar al señor don Ignacio Alvarez, que esa 
misma responsabilidad y aun mayor puede pesar sobre él por la revolu- 
ción de las Fontezuelas ó Fontezuelas, de que él fué el principal protago- 
nista. 

< He dicho que le incumbe mayor responsabilidad y lo demostraré ha- 
ciendo notar que él fué el primer General que después de haber descono- 
cido la autoridad del Gobierno y revolucionado la fuerza armada, se puso 
en coalición con los anarquistas ó disidentes de entonces. — 2.^ Porque 
fueron motivos personales los que más influyeron, ó si hubo algunos que 
no lo fuesen, no ñieron tan nobles, como los que movieron á muchos 
que tuvieron parte en Arequito. — 8.^ Porque habiendo sido el señor Alva- 
rez principal usufructuario de la revolución que habia presidido, es 
de sospechar que hubo motivos de ínteres particular. Efectivamente 
cuando cayó el General Alvear él ocupó la silla del Gobierno, que tuvo 



— 314 — 

que era su mismo General en Gefe, entrando en ti 
con laa tropas de Artigas gae iba á batir. La ii 
sucedido en las Fontezuelas ó Fontezuelas fué 1 
la caida del Directorio; el pueblo do Bunnos Aire 
rreccionó y el General Alvear se movió de los Olivo 
car á la ciudad rebelada. La distancia era solo de 
y de estas apenas se había andado una parte cuand 



muy luego que dejar como uaa carga inadecuada fi la debilidad de sus 
horabroa. 

■: Para que el .leñor Al varee no ae escandalice si llegase é. leer estos ren- 
glones, Kepa que »1 objeto de algunos de los que concurrieron al movi- 
miento de Arequi|p, fué sustraer el ejército del contagio de la guerra 
civil, eu que imprudentemente quería empeñarlo el gobierno, para lle- 
varlo al Peni 4 combatir á los eiieinigoa Je la Independencia, que era su 
primera y principal misión.— Se qniso liacer lo que Iiíko el ilustre Ge- 
nerad San Martin y ojalá, hubiera hecho también el General Belgrano. 
¡Cuánta gloria hubiera esto producido para nuestro país, cuAntns víctí" 
mas y sacrificios menos! St Bustos se apoderó del ejército, si se hizo 
nombrar Gobernador de Córdoba; ai se estacionó allí, traicionando laa 
esperanzas de todos, ea culpa de él, como lo es el haber resistido á las 
patrióticaa in\-itaciones que le hizo el General San Martin para que 
obrase sobre el Alto PerA, mientras él liacia sn canipaüa de Lima. 

" En cuanto i. ¡ni sepa el señor Alfarez que Bustos me espidió los des- 
pachos de Corone! y que se los devolví, con servando me en mi empleo de 
comandaate de escuadrón, Jiciéndole que no habia pertenecido al movi- 
miento de Arcqnito para obtener ascensos, sino para servir mejor á mi 
paJa. Es también de notar que el señor Alvarez Thoma,^ confunde A 
Arequito con el movimiento de Tucuman; suponiendo que aquel prece- 
dió k este, lo que es falso. Cuando el movimiento do Arcqnito, ya habia 
sucedido el do Tucuman, y casi toda la República estaba conflagrada. 

í El General Belgrano tampaco mandaba el ejército, pues k causa de su 
enfermedad se habia ido k Tucuman, sin ir á Buenos Aires por su desinte- 
ligenciacon el Gobierno, y quien mandaba el ejército era el General don 
Francisco Cruz que después ha sido sincero amigo mío. -Creo haber di- 
cho lo bastante para contestar al señor Alvarez sobre el desastre de Are- 
quito; alguna vez diré mis sobre él. > 

Nota del Qtntral Paz. 



— 315 — 

zaroa á conocer las verdaderas disposiciones del ejéi-cito: las 
defecciones habían principiado y seguramente iban & conti- 
nuar, cuando el G-eneral Alvear dejó el mando, embarcándose, 
y dejando el país á merced de los revolucionarios.» 

El General San Martin á pesar de ser el modelo del militar 
obediente y disciplinario, debiendo atribuirse una parte da sus 
grandiosos triunfos á la severa disciplina que supo inculcar en 
sus tropas, desde el último soldado hasta los gefes, tuvo oca- 
sión alguna vez de fomentar actos de insubordinación, toman- 
do él mismo participación personal en algunoa de ellos, como 
lo hizo á la cabeza del regimiento de Granaderos junto con 
Alvear, en la sublevación de 8 de Octubre de 1813; derrocando 
al Triunvirato; y como lo hizo después desde 'Mendoza coope- 
rando activamente á la sublevación que dio en tierra con Al- 
vear, cuyas reiteradas órdenes había desobedecido: asi como 
despu* también desobedeció la orden del Directorio de aban- 
donar la campaña sobre el Perú, resistiéndose á venir á tomar 
parte con su ejército en la g-iérra civil que asolaba las Provin- 
cias, dejando de ose modo al gobierno de Roudeau reducido á 
la impotencia ante la triunfante montonera. 

Podríamos llenar páginas enteras con los actos de insubor- 
dinación que frecuentemente se repetían en nuestros ejércitos 
patriotas, desde ¡a expulsión del Genaral en Gefe don Manuel 
de Sarratoa do su ejército frente á Montevideo, llevada á cabo 
por el General Rondeau y Coronel Vedía de acuerdo con Arti- 
gas, hasta la insubordinación de Alvarez Thomas en Fonte- 
zuelas contra Alvear, y desde esta á la del General Díaz Ve- 
loz en San Lorenzo contra el mismo General Alvarez Thomas; 
la de Bustos y Paz contra los Generales Belgrano y Cruz ¡ y 
sucesivamente las de Soler en Lujan, hasta la memorable su- 
blevación del General Lavalle el 1." de Diciembre de 1828. 

£aste é, nuestro propósito apuntar aquí las ligeras indica- 
ciones que anteceden, para evidenciar que ese cargo hecho al 



— 316 — 

General Artigas carece de fundamento ó de justicia 
lativo k su carácter y tendencias personales, desde qi 
sistencias respondían no ya á. actos puramente de mil 
eola^nente al triunfo de principios politicos de qoa se 
yó el firme aoatenedor, y á los que eran tan opuestos 



Muy pocas rebeliones en los ejércitos de la patria r 
ron á tan elevados móviles, ni mostraron en sus aul 
pureza y rectitud do propósitos. 



».-»«^---~— ' 



'":5! 



Como se demuestra que Artigas fué siempre 

agredido, y no agresor. 

Dominado por su carácter soberbio y susceptible, se ha acu- 
sado frecuentemente al General Artigas de haber sido siempre 
el primero en provocar conflictos, en rechazar terca y perversa- 
mente toda proposición de avenimiento, y en hacer imposible 
con su protervia la conciliación y fraternidad que se le brinda- 
ban ¿ menudo por los gobernantes que dominaban en Buenos 
Aires. 

Hay en todo esto el mas audaz falseamiento de la historia 
patria. 

No podemos negar que imperaban efectivamente en e] ca- 
rácter de Artigas los impulsos impetuosos de su temperamento; 
y la altivez de su orgullo personal, sobreexitado frecuentemen- 
te por deslealtades, agresiones y contratiempos cada vez mas 
irritantes. 

Pero es evidente que esas cualidades personales se enaltecen 
desde que ellas se ponian al servició de una causa noble, cual 
era el anhelo por el bien de sus comprovincianos, y su empeño 
y enerjia en la defensa de lo que el juzgaba, con mucha razón, 
la libertad y el clecoro de su provincia, la, grandezaj como el 
decia, de los Orientales. 

Artigas no era agresivo ni provocador por carácter para 
oon los gobernantes de Buenos Aires. En los primeros años 
de su vida pública, miraba con respeto y recibía con afecto 
toda manifestación de los magistrados y estadistas de la otra 
orilla. Todo lo ocurrido con el Q-eneral Bondeau durante el 
asedio de Montevideo lo demuestra siempre tolerante, concilia- 
dor y resignado hasta su retirada de las lineas del asedio, sobre 



— 318 — 

la cual nos hemos ocupado extensamente en la sección respec- 
tiva. 

Procuraba ante todo los expedientes conciliatorios, asi co- 
mo era escrupuloso en el cumplimiento de los pactos <]u<> esti- 
pulaba. Pero cuando se faltaba á ellos; ó se le ofendia, ó se le 
agraviaba publica y deliberadamente, no vacilaba en tomar es- 
trecha cuenta del agravio, y en combatir sin demora al agre- 
sor. Tenia á este respecto no solo sus pasiones propias, violen- 
tas y soberbias,- sino la pación de la dignidad de su gerarquia 
como gefe do los Orientales, que era para el la mas alta honra 
á que pudiera aspirarse. 

La historia de la Provincia Oriental, y la de Eutre-Rios 
Misiones, y Santa Fé y Corrientes, que estaban bajo su pro- 
tección, no es en realidad desde 1811 hasta 1817, sino la cróni- 
ca de incesantes agresiones armadas, de pérfidas insidias, dt 
púnicas intrigas para acarrearle enemigos á Artigas, ó pa~! 
combatirlo y anonadarlo; respondiendo en todos los casos á ur 
plan invariable do subyugación, de verdadera conquista, des 
de que esta venia acompañada de medios tan odiosos com( 
violentos, y se estrellaba contra la decisión de bascar la unioi 
bajo la baso pravia de la igualdad federativa. 

Bajo.talcs odiosas circunstancias. Artigas, haciendo intima 
mente snya la causa de su provincia y la de las demás coníe 
deradas, tenia que vivir siempre sobre alerta, siempre coi 
el arma al brazo, y en una febril y belicosa csitacion contri 
aquel eterno enemigo que lo hostilizaba y embostia sin escra 
pulo ni tregua; sin darlo tiempo á ocuparse de otra aten 
(¡ion respecto de la administración púbHca, ni de progresos d 
ningún género, masque de asuntos relativos á la guerra, y ál 
resistencia, no solo contra las armas, sino contra las astutas in 
trigas que minaban su obra. 

Así se explica que Artigas, suspicaz y experimentado com 
era, conociera ó descubriera siempre en cada propuesta d 



conciliación, alguna pérfida 
muclias veces que una franca 
riesgo oculto que podia encen 
siguiente á aparecer rechazan 
cUiatorias, aunque estas no lo 

Detras de cada obertura d 
cWsima razón en ver, una ten 
para hacerle sublevar sus a 
deponer impmden teme ote la 
t09 más remotos y estratégico 
en Entre-Rioa, Corrientes, M 
dula inacción, recibir el gol 
abrazo de una fingida amistad 

La lectura de las siguientes 
cadas hasta ahora, mostrará c 
fraseología á nuestro caprich' 
somos estrictamente fieles á li 
documentada. 

La sola lectura de esas notí 
mo8 comentarios, para atest 
que hasta ahora no han sido t 
yor parte de sus actos de gue: 
las agresiones públicas ú ocu! 
peranaa de anonadarlo como 
nunca retalió, sino después dt 

La nota de 19 de Junio de ; 
gas al Gobierno de Buenos A 
mas coneluyentes é interesan! 

I. Señor : 



« Unido el objeto de las gu 
volucion, creo oportuno eapoi 
dio, que consultando uno y o 



— 320 — 

res general del sistema, y el privativo de ea aplicación. Lat 
tropas de V. E. en esta Banda, y yo, teníamos tal vez motivoi 
muy bastanteí> para lisongeamos que los resultados de Febre' 
ro habrían sofocado para siempre loa efectos de una discordia 
que en sus atribuciones parecía solamente limitada á loa detalla- 
dos en el rol de la espulsion; (1) al menos nuestra uniformidac 
recíproca hasta el presente garantiza aquel cálculo, y conven- 
ce de que por nuestra parte jamás habría algo que no fues( 
destinado á la conservación de la paz y de la unton; ain enbar 
go, hay quien acecha nuestros desvelos por tan digno objeto 
y se esfuerza en desbaratar los planes santos de nuestra unifor' 
mi dad. 

« Diferentes reuniones- en el teiritorio de Entre-Kios hacei 
muchos dias que ocuparon la costa occidental del Uruguay; y( 
me exederia si tratase de averígnar el objeto con que cubreí 
aquella linea, si fuese solo limitado á cubrirla, pero allí todo ei 
alarmante, y todo sobre las reuniones de la costa Oriental si' 
tuadas en diferentes puntos de ella, mucho antes de mi incor 
I poracion. 

% (t Las pretensiones de esta ProvÍ7tcia y su Ejército elevados í 

P y. E. están aun pendieates; pero V. E. haca tiempo que aprobi 

^ la espulsion citada de Febrero, { 1 ) y el Coronel Bondeau ím 

^' confirmado en el generalato de este campo de asedio; sin em' 

|. bargo el Comandanta D. Hilaríon de la Quintana en el Arroye 

W' de la China impartió sos órdenes, y nn cuerpo de sos tropai 

G marchó sobre el Salto, proatrando bajo imputaciones indigna. 

f la desorganización de las tropas de esta I^-ovÍncia que atbriai 

' aquél punto. 

fc. « Después de diferentes contestaciones, creyeron sos gefoi 

f.' oportuno repasarse á esta costa, y este movimiento mny lejoi 



(1) Xi& expulsión de Sarratea y algunos jefes de su devoción del ejér 
cito sitiador de Montevideo. 



- 321 — 

de contener á los de la opuesta orilla, no hizo mas que realizar 
-el escándalo; las alteraciones continuaron sin ofrecerse otra 
altematiya que la de entregar las armas, ó ser victimas. 

4c Yo en la mejor armonía con las tropas de V. E.; Montevi- 
deo al frente, y el Yaguaron doblando nuestros trabajos; ( * ) 
liice un esfuerzo para volver á la moderación, y pasando mis 
órdenes al comandante de la frontera de Santa Ana para que 
marchase con su fuerza á incorporarse en el Cerro Largo con 
las tropas del asedio, hice al mismo tiempo levantar el campa- 
mento del Salto, y que se situase en Tacuarembó. 

« Bendecía mi providencia por este homenage rendido al 
amor de la paz, cuando el subdelegado Planes reuniendo la 
fuerza de su Departamento de Yapeyú, y convocando la de 
Concepción, marcha y se acampa en el Miriñay, donde 
llevando su alarma hasta Mandisovi, imparte sus órdenes, y 
publica la discordia; metiendo en el rol de reos á cuántos sir- 
viesen bajo mis órdenes. 

« En consecueticiaj san arrestados en sii pasage á Yapeyü un 
Capitán y vn sirviente, y sin otro proceso pasados al matnento 
por las armas! Se imparten órdenes las mas ejecutivas para á 
odo trance interceptar mis chasques, y hasta en los extremos 
del Uruguay en su costa occidental, se sellan las providencias, 
como si hubiese sido certificada la declaratoria indigna del 2 
de Febrero, que purga el expulso don Manuel Sarratea. 

< Yo al analizar estos incidentes de la última execración, ha- 
bría partido del principio consiguiente á una revolución, en el 
abandono ambicioso que ajita á los espíritus rebeldes, pero 
el mundo sabe que el Regimiento de Granaderos cubrió por al- 
gunos dias diferentes puntos del Uruguay en la misma costa 
del alarma. Me habría confdndido mil veces en mis cálculos 



(*) Alude ¿ la expedición que fué necesario enviar contra el Quüambo 
de Gontucci al otro lado del Yaguaron, de que hemos hablado ¿ntes. 

21 



— 322 — 

para adivinar el origen de estas nuevas circunstancias, ano ha-^ 
liarme con otros conocimientos que sofocando todo género de 
duda vuelven & hacerme sentir que aun no está extinguida la 
rivalidad odiosa que se ostentó contra mi hasta conducirme á 
la precisión del 25 de Diciembre ( 1 ). Las pretensiones que 
emaneuron de ella fueron elevadas & Y. E. y nuestros Diputa- 
dos al efecto han obtenido su pasaporte, sin haber Y. E. tenido 
la dignación de prestar su sello á aquel testimonio de filantropia 
que habria calmado nuestros temores en un asunto garantido 
por los mismos hechos horribles que dieron mérito á nuestro 
clamor. 

« Esta Provincia, en teso de stcs derechos invioláblesj y conse- 



( 1 ) El General alude al hecho k que hemos hecho referencia en la 
página 167 del tomo primero, de la captura del Farqae y Comisaria que 
Tenian del Uruguay por tierra para el Ejército sitiador, y de que Arti- 
gas tomó posesión momentánea en el Bio Negro, para contener k Sar- 
ratea, quien afligido efectivamente con este suceso, mandó una comi- 
sión compuesta de varios vecinos respetahles entre ellos don Tomás 
Garcia, don Juan Medina y don Felipe Pérez con amplia autorización 
para que tratasen con Artigas, sin reservar si fuese preciso ni aún su 
separación del Ejército. Marcharon los comisionados y encontraron k 
Artigas en el paso del Durazno del Yi; consiguieron rescatar el Parque 
y Comisaria que siguieron k su destino; y cuando regresaron muy sa- 
tisfechos k dar parte de su comisión, Sarratea desaprobó los arreglos, 
diciendo que se habian excedido en las instrucciones que les habia dado 
de palabra; mas fué por que él había conseguido su objeto, que era el 
rescatar el parque y comisaria; uno de los comisionados escribió enton- 
ces k Artigas con el permiso de Sarratea, dándole parte del resultado 
de aquella misión, y Artigas le contestó diciendole entre otras cosas; 

« Nada resta ya que ver en estos hombres pérfidos, pues hemos visto 
« que para coronar sus intrigas creyeron preciso mezclar en ellas á los 
« hombres de probidad y honor; todo debía ser sacrificado á su cabala 
« indigna. Riámonos de todo, mi estimable señor: la mejor garantía, el 
4c mejor apoyo de nuestra existencia es la fuerza: hagámosnos respeta- 
4c bles en medio de ellos, y entonces ellos dejarán de atentar contra no- 
c sotros. Yo lo hice solo por condescender, sin rebajar en un ápice mi 
« desconfianza, pero las insinuaciones de Ydes., sus canas respetables, 
« y todo, me obligaron á acceder á su marcha hasta este punto. » 



♦ V \ 



-, -^ - J 



— 323 — 

cuente ¿ su Oouvencion sagrada, se vio en Is^ necesidad de 
instalar ua Gobierno para su administración económica, y solo 
tarda en recibir un desprecio á su soberania el tiempo que tu- 
vo para dirigirle sus fraternales felicitaciones. Marchan sus 
diputados, y exigida La incorporación en la Asamblea Constitu- 
yente, sufren el desaire de la negativa, á pretexto de unos de- 
fectos absolutamente cuestionables: el mundo será escandaliza- 
do de la impostura con que se expresa el último decreto sobre el 
particular en el [Redactor del 12 del que acaba. {*) 

« Finalmente, el esmero en dar importancia á cuantos em- 
plean su mordacidad contra esta Provincia, y el abandono & 
que se ven reducidos sus apologistas, perseguidos escandalosa- 
mente como delincuentes, por lo mismo, todo convence de la ri- 
validad que se fomenta, y del conato que se pone en obs- 
truir los pasos precisos á la conservación de nuestra frater- 
nidad. 

« Esta Provincia ha hecho el alarde de su sufrimiento desde 
los primeros motivos que tuvo para hacer entrar la sospecha 
en sus cálculos; sus combinaciones han sido hasta ahora por 
principios de ventaja conocida al interés general: ignora 
sus providencias, mas ella se lisongea que nada se hallará in- 
crepable en ellos. Mas ¿ hasta cuando Señor Exmo. ha de ser- 
vir esta moderación para sofocar los proyectos de la in- 
triga? 

<c A medida de los esfuerzos por sufrir, los lances apuran, 
V. E. levanta tropas, y con diferentes protestos las sitúa en los 
puntos que no pueden dejar de excitar nuestras sospechas, en 
medio de las circunstancias espresadas. Bostablescase la tran- 



( * ) Sin duda se refiere Artigas al periódico en qne se publicaban 
las actas de las sesiones de la Asamblea, y que se llamaba así, en el cual 
se publicaron los pretestos que se dieron para la expulsión de los 
Diputados Orientales. 



— 324 — 

qnilidad; plantéese la confianza; garantícese con la cesación 
estos motivos; y convertido asi en un objeto de nuestros c 
dados, verá V. E. cuantos somos sobrantes en cualquiera pa 
que se atreva el enemigo. 

« Si los votos de V. E. son en obsequio de los pueblo?, 
basta nuestra conducta anterior para que se gradúen de idi 
ticos los nuestros ? ¿ No ha bastado para el sello de noes 
sufrimiento, el silencio sobre las nuevas condenaciones < 
que Y. E. ha respondido al grito de la justicia que exigía 
castigo de los espulsos ? Yo fui declarado traidor, y V. E. de- 
bía haber satisfecho k la faz de la Patria este nltrage, que ha- 
bría oompromotido mi moJeracion, bí fuese yo menos digno de 
defenderla. No lo dude jamás, V. E.; nunca firmaré providen- 
cia alguna que fuese dirigida 4 nn interás particular con per- 
juicio de los intereses generales. 

a El asunto presente os muy otro, y la Banda Oriental em- 
pieza á sentir los efectos de las provocaciones; mis providen- 
cias fomentan sus temores, y es preciso ya correr el velo. Los 
grandes planes de la América en su revolución gloriosa deben 
3ellar6e,y esta Provincia ha o&ecído sus cenizas hasta asegu- 
rar su consolidación. ¿Qui.', Señor Exmo., no son estos los prin- 
cipios que ha proclauíaclo? 

« S,estcAJpgmnws, ■piws, la confianza; y Uei-emosla á caho: de 
obv modo tenga V. E. la dignación de deslindarnos mts miras; 
^erá preciso que nuestro sufrÍmÍP.nto sea apurado hasta el térmi- 
no de hacemos rariar de opinión. 

« Será entonces necesario concluir que no se piensa fijar el 
gran sistema : por fortuna esta Provincia lo posee de corazón, 
y aun que en los afanes en su obsequio no hubiese hecho mas 
que multiplicar el número de enemigos, eso serviría solo á re- 
doblar su energía para contenerlo á todo trance. Por fin, exa- 
minadas todas las proposiciones, y hecha la combinación debi- 
da, haga Y. E. que la sola oníon puede poner el sello á nuestra 



r 



^- 386 _ 

obra; fijemos las garantiets de esta unión; y al efecto empie- 
ce V. K por impartir sus ordenes, y deshágase el acanto* 
namiento de tropas que formaliza en el Uruguay y Paraná 

« No crea V. E. que es tiempo de poder cohonestar los pro- 
yectos, y sean cules fueren sus medidas para realizarlos, sea 
V. E. seguro que no nos es desconocido su fin, y que por con- 
siguiente, habremos de contrarrestarlo y aniquilarlo, hasta ga- 
rantir en las obras el sagrado de nuestra confianza. La histo- 
ria de la regeneración de esta Provincia es demasiado reciente 
para que sus circunstancias dejen de servir de alarmas á su oe- 
lo, por dignidad. 

« Es un delirio formar d proyecto de subyugarlas cuando su 
desolación óbsoluta ha rubricado d decreto augusto de su libertad» 
Derramamos aun la sangre ddantedeloe despotas cuya^ cadenas 
qud>ramos hace tres años, y ¿ cree Y. E. qu§ hemos de mirar can 
indiferencia^ las que pretende depositar en lafuerea que organiza 
Y. £..^ Tal corona de nuestros trabajos no corresponde á su obr 
jeto : desista Y. E. del empeño; entre con nosotros al templo au^ 
guato de la Confecleracion, y evitemos que d htto^ üanto^ y amar- 
gura vengan á ofuscar d brillante fallo que le presenta d des* 
tino. 

« Por condusum Sefñúr ExcmCy esta Provincia penetra las f»¿- 
ras de V. E. Ella está dispuesta á eludirlas; pero día ru/ega & V, 
E. aparte d motivo de sus temores. Ella tiene ya todas sus medí* 
das tomadas f y al primer impulso de sus resortes se hará co" 
nocer la extensión de sus recursos irresistibles; dios se ha- 
rán sentir á medida de las necesidades; y V. K reconocerá tarde 
los efectos de la energía, animada por la justicia y el ho- 
nor. 

« El Ciudadano Dámaso Lammaga está encargado de con- 
ducir esta gestión: mis conciudadanos esperan de rodillas el 
resultado. Lahorfandad de sus hijos, el clamor de sus mugeres^ 
el abandono de sus haciendas, sus lágrimas, el cuadro mas im- 



^ 



— 326 — 

ponente de la humanidad contrasta sr grandeza. Y. E. va ¿ 
decidirlo. 

Tengo el honor de ser de V. E. 

Campo al frente de Montevideo, 19 de Junio de 1813. 

José Artigas. » 

Esta nota solo le valió al eminente presbítero Larranaga, 
portador de ella, la mas humillante repulsa y una desprecia- 
tiva contestación. 

He aquí como dá cuenta el Dr. Berra en su Bosqtcejo Histo- 
rico del modo como fué contestada esa nota en la que Arti- 
gas unia á la firmeza y enerjia del lenguaje, una exorta^ion 
deprecatoria para que el Gobierno de Buenos Aires se abstu- 
viese de seguir la política agresiva y hostil que venia obser- 
vando, concentrando ftierzas en Entre-Rios para combatir á 
Artigas. Dice el Dr. Berra: 

<c Artigas encargó á Larrañaga, uno de los cinco diputados, 
para que entregase esta insolente nota y para que terminara 
las gestiones que por ella se iniciaban. El Ministro de Gobier- 
no contestó á Larrañaga, dando ejemplo de una tolerancia 
impropia del caso: « El Oobiemo ha visto d papel de D. José 
« Artigas que estuvo Vd, encargado de presentarle. La animosi- 
« dad que respira y el espíritu de hostilidad que domina en 
« todo su contesto, persuaden de que en la respuesta se busca 
« mas bien la señal para la agresión que el restablecimiento de 
« la necesaria armonía» y concluía diciéndole que á los diputa- 
dos de la Banda Oriental para la Asamblea nacional legítima- 
mente electos, correspondía exponer ante ella sus razones y de- 
rechos, sancionando lo justo y conveniente. » 

Para justificar nuestra afirmación bastaría recordar las in- 
dicaciones que hemos hecho en el tomo primero, pajinas 166 y 
siguientes sobre la inicua conducta observada por don Ma- 



— 327 — 

nuel Sarratea, como General en Gefe del ejército de Buenos 
Aires que debia operar sobre la Banda Oriental, de la cual era 
también nombrado Capitán General. 

Es sabido que el General Artigas se hallaba en esos momen- 
tos en su campamento inmediato al Ayui, con el ejército 
Oriental formado y organizado por él; y que el General Sar- 
ratea, haciendo valer pérfidamente promesas halagadoras de 
ascensos en el ejército nacional, y algunas dádivas generosas, 
consiguió sublevarle á Artigas tres cuerpos importantes de su 
ejército, el regimiento de Blandengues á las órdenes del coro- 
nel don Ventura Vázquez, que convirtió en el batallón núme- 
ro 4, y las divisiones de Pedro Viera y Baltasar Vargas, arras- 
trando al mismo tiempo en esa separación ó deserción algunos 
gefes orientales bastante notables, entre los cuales sobresalía 
el coronel y poeta Baldenegro! 

Ese acto de inmotivada agresión, jamas podrá atenuarse 
ni mucho menos justificarse, desde que no reconocía otro mó- 
vil que el decidido propósito de anular al Gefe de los Orienta- 
les, al caudillo mas prestijíoso de la Provincia, é imposibilitar 
asi toda resistencia á la subyugación militar que se intentaba 
practicar en ella. 

Los procederes ulteriores del General Artigas contra el mis- 
mo Sarratea, hasta lograr obtener su expulsión del ejército y 
de la Provincia, no fueron pues, sino la justa é inevitable re- 
presalia de la odiosa agresión do que aquel fué victima. 

Como si esos antecedentes no hubieran bastado para demos- 
trar lo peligroso é injusto de tal sistema de opresión y de hos- 
tilidad á los orientales dirijídos por Artigas; el General Alvear, 
después de su entrada á Montevideo, adoptó el mismo sistema, 

reagravándolo con toda la violencia de su carácter. 

♦ 

También en el Tomo primero, pajinas 360 y siguientes, he- 
mos presentado algunos informes y consideraciones sobre esta 
nueva agresión y guerra, respecto de la cual darán una mas 



completa idea los documentos qnele son relatívoe, y q 
sertamos ¿ continuación. 

Oficio del Comandante de annaa de Montevideo al fl 

Director. 

Exmo. Señor : 

« Tengo la honra de acompañar & Y. K la comnni 
que acabo de recibir del Sr. Creneral en Gefe. Por ella se 
mará Y. E. de la derrota qne han sotído los hombres a 
del CandiUo Otorgues y de las fundadas esperanzas de su total 
destrucción. Yo felicito á Y. E. por el completo resaltado que 
han obtenido las armas del Estado después de la ocupación 
á» esta importante Plaza. 

Diofl guarde á Y. E. muchos años. 

Montevideo Junio 26 de 1814. 
Excmo Señor. 

José de Moldee. 
Exmo. Director Supremo del Estado. 



Carta del general Airear al Comandante de armas deKontevlde» 



Señor D. José Moldes. 
Amigo: Victoria! Acabo en este momento de derrotar com- 
pletamente & Otorgues. Este hombre no tuvo valor para espe- 
rarme ni presentarme batalla. Cuando llegué al campo de la 
aocion, yo tenia solo 200 hombree: con Parlamentos lo eetave 
entreteniendo hasta que & las 7 de la noche me llegó la infan- 
tería y el Teniente Coronel Zapíola; y sin perder instante 



— 339 — 

cargué entonces á los contrarios; no obstante la obscuridad de 
aquel momento. Ellos han sido destrozados completamente, y 
yo he conseguido un número muy considerable de Caballadas, 
Boyadas, y prisioneros: como es de noche no podemos saber 
los muertos que haya habido. Persigo ¿ Otorgues por tres 
puntos, y en tres Divisiones: una mandada por Baldenegro, 
otra por Ortiguera, y la otra mandada por mi. — Pérez instrui- 
rá á Vd. de otros pormenores. — Quiero que con respecto á la 
importancia de este suceso y á las circunstancias, mande usted 
hacer salva inmediatamente en la Plaza por esta acción. 

Mvear. 

Piedras, 9 de la noche de 26 de Junio de 1814. 

P. D. — Otorgues tenía sobre mil hombres. 



Buenos Aires, Miércoles 13 de JuHo de 1884. 

La Gaceta de esta fecha contenia el siguiente informe: 
« Julio 9. Acaba de recibir el Director Supremo las mas im* 
portantes comunicaciones del General del Este : ellas nos dan 
una idea ventajosa del estado en que se hallan las transacio- 
nes pendientes con D. 7osé Artigas, cuyos diputados cerca del 
Brigadier D. Carlos Alvear han estipulado una convención, 
que luego que sea ratificada, llenará los votos del Gobierno 
por la Union indivisible de las Provincias, que es la garantía 
mas solemne de nuestro destina 



« Viernes 25 de Julio de 1884. 
«Exmo. señor. 

( Extraordinario ) 

« Tengo la mas viva satisfacción de anunciar á Y. E. que las: 
disensiones con don José Artigas han terminado ya de un moda 
felizy como verá Y. K por el Oficio que en este momento he 



- 330 — 

recibido del General don Carlos de Alyear, y acompaSo en 
copia. 

To felicito ¿ y. E. por este triunfo incomparable, tanto mas 
dichoso cuanto conseguido sin pérdida de sangre asegura la 
tranquilidad de esta Campaña, y restituye al seno de sus fa- 
milias, y al goce de sub propiedades i inmensa porción de los 
Habitantes de este suelo; siendo este suceso uno de los muchos 
que harán notable la ¿poca del Gobierno de Y. S. 

Dios gnarde & V. E. muchos años. 

Montevideo 22 de Julio de 1814 



Nicolás Rodríguez. 

Ulteriormente se dictó por el Directorio de Posadas el si- 
guiente decreto, en que se hacia plena justicia & la rectitud y 
lealtad de procederes del General Artigas, anulándose el bár- 
baro decreto del mismo Directorio que hemos publicado en la 
página 180 del tomo 1.° ofreciendo 6.000 pesos al qne en- 
tregase la persona de aqiid vivo b muerto. 

He aqoi dicho decreto de rehabilitación y reparación : 

« Buenos Airea Agosto 17 de 1884. 
« ^Resultando de la correspondencia interceptada en Montevi- 
deo que don José .Artigas no ha tenido parte en la coalición de 
algunos oficiales de la Banda Oriental con los xefes de la Pla- 
za y atendiendo á su conducta posterior al Decreto de su pros- 
cripción, y á lo convenido con el G^eneral D. Carlos Alvear ;hé 
venido en declararle, oído previamente mi Consejo de Estado, 
buen servidor de la Patria, reponerlo á sn grado de Coronel 
del Begimiento de Blandengues con todos sus honores y pre- 
rogativas, y conferirle el empleo de Comandante General de la 
Campaña Oriental de Montevideo, sin qne las resoluciones an- 



•> ' •'^: 



jt . 



<fr. 



— 3S1 — 

tenores puedan perjudicar su opinión y mérito. CJomuníquese 
este Decreto ¿ todas las Provincias por mi Secretario de Esta- 
do 7 publiquese en la Q^aceta ministerial. 

Oervacio Antonio de Posadas. 

Nicolás de Herrera. » 

Este decreto que parecia haber servido p^ra demostrar un 
sincero arrepentimiento del sistema de agresiones observa- 
das hasta entonces contra Artigas, solo valió para encubrir 
un nuevo plan de hostilidades cuyos actores debian venir á 
recibir el tremendo escarmiento del Guayabo. 

El Cabildo de Montevideo, habiendo dirijido al General Ar- 
tigas una nota exortándolo á adoptar términos conciliatorios, 
recibió de é^ la siguiente respuesta, que acredita la disposición 
que siempre animaba al jefe de los Orientales: 



« He leido la comunicación honorable de V. S. datada el 31 
del ppdo. Animado siempre de los mas vivos deseos por el res- 
tablecimiento de la concordia, siento como esa ilustre corpora- 
ción ver frustrados los pasos que he dado para apresurar tan dul- 
ce momento. A la frente de un ejército igual al con que he sos- 
tenido la opinión en estas circunstancias mas dificiles, prescin- 
dí de todo, y convine con el general Alvear en irnos artículos 
limitados puramente á asegurar la paz. Yo esperaba con ansia 
el instante de entregarme á las providencias que me tocaban 
para establecer la prosperidad consiguiente. Todo estaba lo 
mejor preparado, pero de repente se me noticiaron las preten- 
siones con que el Teniente Coronel Pico desembarcó en el En- 
* tre-Eios y se dirigió á D. Manuel Francisco Artigas, delegado 
mío en aquel territorio, procediendo seguidamente á mandar 
dos partidas que corrían la cosfca del Gualeguaychú: — Todo 
contra la regla en que habíamos convenido para el lleno del 
;artículo concerniente ¿ aquel país. 



« Tenga Y. S. la dignación de examinareste incidente, y 
cida después en su juicio oual ha sido el agreeor. 

« Esta y otras circunstancias de no menor atención han 
oportonamente noticiadas por mi al Coronel don Nicolás 
driguez Peña, cuando se hallaba en esa ciadadde Delegad< 
S. K el Supremo Director, y no dudo qne S, E. habrá term 
do ya por su conducto el debido conocimiento de lois tan , 
toe reclamaciones. 

A S. E., pues, es & quien V. S, debe dirigirse con sus er 
ños. Yo nada puedo hacer mas después de haber dado loa pa- 
sos pAblicos de que Y. S. 'mismo ha sido espectador. Sin em« 
bargo, sea Y. 8. seguro de mis mejores votos por la unión. Yo 
acompañaré constantemente cualquier esfuerzo por tan digno 
objeto, y estaré siempre pronto luego que sea legitimada mi 
confianza, análogamente á mis citadas reclamaciones hechas 
ante el indicado Qobemador don Nicolás Peña. 

« Esta ocasión me proporciona la honra de dirigir á Y. S. 
mis respetos. 

c Quiera Y. S. admitirlos con mi mas sincera afección. 

Cuartel General, 7 de Setiembre de 1814 

José Artigas. 
Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo. 



Yamos & patentássar otra vez mas con documentos incontes- 
tables que el General Artigas no fué tampoco agresor, y si el 
agredido en la nueva guerra que le promovió el Directorio de 
Alvarez Thomas. 

Los episodios relativos á la invasión de la Provincia de San- ' 
ta F¿ por fuerzas del Director ¿ las órdenes del General Yia- 
mont, fueron el principio de la nueva agresión y guerra, sus- 
citada al General Artigas, obligándolo á adoptar y ejercer in- 
mediatamente algunas represalias, emprendiendo operaciones 



— 333 — 

militares para las cuales ni preparado estaba, desde que liabia 
licenciado gran número de sus fuerzas, y solo se ocupaba ya 
de las cuestiones internas de la Provincia Oriental, como lo 
demuestra su correspondencia; asi como de la reunión del Con- 
greso que convocó en la Concepción del Uruguay, y el que le 
produjo serios conflictos con el Cabildo de Montevideo. 

Como esa invcusion de las tropas de Buenos Aires á Santa Fé 
no filé en realidad sino la continuación y aun ampliación de la 
fatal politica Alvearista, tan desastrosa para las Provincias 
Unidas y para la Banda Oriental, conviene reproducir y bacer 
conocer bien algunos documentos que la presentan en toda su 
odiosa provocación, como una hostilidad que vino de nuevo á 
ensangrentar las provincias, y hacer imposible todo aveni- 
miento con las hermanas en armas. Vamos á demostrarlo, retro- 
cediendo al efecto á los últimos dias del Directorio del General 
Alvear. 

El General Artigas se hallaba con sus tropas en la Provincia 
de Santa Fé, preparándose como hemos dicho en una de las 
secciones anterioies, para invadir la provincia de Buenos Aires 
y salir al frente al ejército con que Alvear espedioionaba des- 
de Buenos Aires al efecto. 

Fué en esos momentos supremos que sobrevino la subleva- 
ción contra Alvear de las fuerzas de su vanguardia, que se ha- 
llaban en Fontezuelas á las órdenes del general Alvarez Tho- 
mas. 

En las páginas 312 y siguientes hemos abundado en algu- 
nos detalles sobre esta célebre revolución y sus consecuencias; 
limitándonos ahora por lo mismo, á reproducir el oficio inédi- 
to dirigido por el General Artigas á Alvarez Thomas, demos- 
trando el espíritu conciliador que lo animaba. 

Con ese y otros documentos análogos queremos evidenciar 
satisfa,ctoriamente que el General Artigas en sus actos respecto 
de la Provincia de Buenos Aires y de los Directorios, no pro- 



— 334 — 

cedía inspirado por rencorosos odios, como se lia pretendida 
por sus calumniadores. 

Si tal hubiera sido, él tan dispuesto siempre á las grandes 
empresas militares^ y hallándose & la cabeza de los poderosos 
elementos que en esos momentos habia reunido de todas par- 
tes en Santa-Fé, habria podido fácilmente aprovechar el espan- 
toso desquicio producido por la revolución de Fontezuelas con- 
tra el Directorio de Alvear. 

En esos días de tan profunda perturbación, el General Arti- 
gas habria podido invadir con un ejército compacto y decidi- 
do la Provincia de Buenos Aires, y sometido irresistiblemente 
á ignominiosas condiciones á los Alvearistas dispersos, á los 
sublevados en Fontezuelas, y á todas las facciones que bullian 
en Buenos Aires, en aquel mar revuelto de ambiciones y bande- . 
rias; anticipando así de cinco años el tristísimo cuadro que 
mas tarde presentaba la misma Provincia de Buenos Aires an- 
te los escuadrones Santafesinos y Entreríanps de López y de 
Bamirez después de Cepeda, en 1820. 

Muy lejos de esto, el entonces formidable y temido General 
Artigas suspendió sus preparativos de invasión tan luego co- 
mo recibió la primera nota del General Alvarez Thomas, anun- 
ciándole la sublevación que el mismo Artigas habia preparado 
en gran parte por medio de su antiguo ajnidante el coronel 
Valdenogro y otros gefes que habían militado bajo sus orde- 
nes, y que formaban entonces parte de aquel ejército. 

Satisfecho con la caída irreparable de su mortal enemigo, 
repasó el Paraná, sin formular ni presentar ninguna exigencia^ 
ni garantirse en lo más mínimo sobre la formalidad de la re- 
conciliación que se le brindaba en prenda de fraternal con- 
cordia. Se le prometía solamente una política diametralmente 
opuesta á la observada por Alvear; y eUa por desgracia resultó 
pronto ser en la práctica muy semejante á la de este, y aún 
cada vez mas reagravada en su hostilidad, desde que iba hasta 



— 335 " 

bnscar en el Forttigal un peligroso auxiliar para combatirlo» 

Es sabido que bien caro pagó el General Artigas ese rasgo 
de imprevisora confianza y conciliación. 

M, tan precavido y aleccionado ya contra hipócritas y des- 
leales promesas, tuvo que reconocer tres meses después, que 
los mismos nuevos pero simulados amigos suyos, con el Q-ene- 
ral Alvarez Thomas á la cabeza como Director sustituto de 
Bondeau, pretendian ya imponerle condiciones insidiosas y 
depresivas, y muy luego lo hostilizaban enviando nuevas ex- 
pediciones sobre Santa Fé, so pretesto de ser fuerzas de obser- 
vación, suscitándole nuevas discordias y motines en Entre- 
Rios y Comientes. 

Hó aquí el oficio del Q-eneral Artigas á que nos hemos refe- 
rido, y en el que se revelan realmente sus aspiraciones y pro- 
pósitos al combatir al tiránico Gobierno de Alvear. 

« Acompaño á V. S. en el júbilo cuando el Pueblo de Bue- 
nos Aires se halla penetrado de sus deberes; y me felicito á mi 
mismo porque V. S. ha presenciado la expresión de su volun- 
tad. EUa debe ser la norma de ulteriores providencias para que 
las virtudes sean respetadas, y tiemblen los tiranos á presen- 
cia de los pueblos enérgicos. La libertad naciente es celosa, y 
los Magistrados deben acreditar que han llenado la pública 
confianza. 

« Allanado este paso, los demos son consiguientes á un Pueblo 
üiistrado y lleno de virtudes. 

« En consecuencia, la guerra civil es terminada, y mi pri- 
mer resolución al recibir el honorable de V. E., fué providen- 
ciar repasen mis tropas al Paraná. Yo mismo lo haré mañana^ y 
mí Vanguardia regresará al punto de recibirla brden que con es- 
to fecha he dírijido al Comandante Hereñú. 

« Entre tanto, este Pueblo, y mis tropas demuestran con pú- 
blicas aclamaciones el júbüo de su corazón, y celebran este día 
afortunado como el mayor de sus glorias. Tome V. S. una par- 



•F^fnr 



te muy recomendable en que la nnion sea sellada, y que, i 
pañeros en los esfuerzos, lo sean iffualinente en las felicídi 
« Tengo el honor de saludar á V. S. y ofertarle muy cor 
mente mis mas afectuosas consideraciones. 

Coartel General de Santa Fé, 22 de Abril de 1816. 

(Firmado)— José Artigas. 



Al Sr. Coronel D. Ignacio Alvarez, Gafe de de la División 
libertadora en Buenos Aires ». 



Conjuntamente con esos documentos, el General Artigas es- 
pidió el 29 de Abril desde su Cuartel General un Manifiesto 
al muy herumérito ptuMo de Buenos Aires en que demostrando 
loa agravios y agresiones qne habia recibido su Provincia del 
Gisbiemo Alvearísta, se espresaba en los siguientes tér- 
minos: 

« Ciudadanos: Cuando la división escandalosa que se fomeu- 
« tó entre nosotroa llegó hasta el exceso de empapamos en 
« nuestra propia sangre y hacemos gastar por nuestra misma 
« mano todas las amargaras, los malvados me presentaban á 
«(vosotros como autor de aquellas calamidades, escudando 
« conmigo la intención inicua que los movía .... El grito 
«c del dolor (agregaba) era el primer homenaje que rendía á los 
« laureles con que me decoró la fortuna y solo me fueron pre- 
« cíosos en cuanto los consideraba útiles al restablecimiento 
« de la concordia. *Asi es que desde el carro de la victoria yo 
« convidaba ¿ mis adversarios á la paz; yo les extendia mis 
« brazos implorándola, bañando ¿ vista de ellos con mi llanto 
« unas coronas qne veía salpicadas con la sangre de mis com- 



— 337 — 

« paisanos. ... (Y terminaba): Ciudadanos; Pne 
-« Aires: vuestros hermanos los Oiieiitales no i 
« votos serán correspondidos; y abandonados al 
« una peispectiva tan encantadora, olvidan sus 
« hacen sacrificios al Dios tutelar de la amistad i 
« para que al recibir las manifestaciones que á í 
« go el hojior de dirijiros, nada sea capaz de con- 
« uuion, y en lo sucesivo solo se vea entre nos 
'< grande familia de hermanos.» 

Conviene también que se conozca la siguienti 
al Cabildo de Buenos Aires por el do Santa Fé 
de los sentimientos de aquel pueblo al ver dern 
Alvear; de su estrecha alianza con Artigas, su -^ 
tector en esa época; y del espíritu de indepondei 
bia arraigado en él. 

« Cuando este Pueblo logi-ó por el auxilio del 
los Orientales librarse del Gobierno opresor que 
Provincias Unidas, y constituirse iadependient 
vidó el mísero estado de ese, que mas de cerca 
los efectos de la tirauía: eu la elevación de su ji 
á veces á lamentar esa situación, deseando efi 
cuanto antes se librase de ella, para que con k 
blos hermanos gozase de la verdadera unión, 1 
pendencia [lorque han peleado con tanto tesón, 

« Por este principio puede V. S. graduar el pl 
recibido con su oficio de 18 del corriente, agr( 
cunstancia de que ese tan deseado como inestin 
hubiese conseguido sin la menor efusión de san, 
hermanos. G-ócese, pues, V. S., y en el tranepor 
reciba nuestra congratulación por ese tan sing 
el deseo de que restablecido ese Pueblo al nuc 
bierno fundado sobre la experiencia de lo pasad 
turaleza del sistema que proclaman todos, reci 



landoae aceptar la mas intima, y sólida anioi 

recemos. 

aáe k Y. E. muchos años. 

dtular de Santa F¿, Abril 22 de 1S1&. 

Frandaco Antonio Candioti — Pedro Lai 
diea — Oahríd Leuaga — Ltm Manad Ak 
Antonio Crespo — Rudesindo Arica — Bav 
Cabal. 

tre Cabildo de Buenos Aires. » 



eíectivamente licenciado purte de sa ejército, el 
igas se retiró con el resto de snsñierzas atraresan- 
cia de Entre-Bíos para sitoarse en Faysondú. Allí 
;onñanza imprudente, como lo hemos dicho antes, 
3V0 Gobierno directOTÍal, de acuerdo con las ma- 
fratemales j espUoitas qne le había hecho, y en 
ideroso Cabildo de Buenos Airee, le propondría 
u^ptables y eqmtatÍTaa para radicar de una vez 

ees qne el revolacdonarío y flamante Director Al* 
is envió como sur comisionados para tratar con 
LTtigas, al Coronel don Blaa Pico y doctor don 
BÍTarola. 

>nsecaeiite con la idea primordial de sn política, 
>r m desde 1812, de que todas las provincias des- 
ion del 25 de Mayo, eran iguales en sos derechos, 
lo mismo plena y exclnsÍTS propiedad sobre todo 
liase dentro de su territoiio antes de esa revoln- 
6 las condiciones sigaientes, formulando en ellas 
irentea aspiraciones como jeíe de los orientales y 
las Provincias : 



— 339 — 



Tratado de concordia entre el cindadano Jefe de los Orientalee 

y el Exmo. sob'iemo de Buenos Aires 

Artículo 1.® Será reconocida la Convención de la provincia 
Oriental del Uruguay, establecida en Acta del Congreso del 4 
de Abril de 1813, del tenor siguiente: 

« La Banda Oriental del Uruguay entra en el rol para for- 
« mar el Estado denominado Provincias Unidas del Eio de 
Plata, 

« Su pacto con las demás provincias es el de una alianzi^ 
« ofensiva y defensiva. 

« Toda provincia tiene igual dignidad, é iguales privilegios 
« y derechos, y cada una renunciará el proyecto de subyugar 
« á otra. 

« La Banda Oriental del Uruguay está en el pleno goce de 
4c toda su libertad y derechos, pero queda sujeta desde ahora 
« á la constitución qus organice el Congreso general del Esta- 
« do, legalmente reunido, teniendo por base la libertad », 

Art. 2.^ Se reconocerá que al comenzarse la revolución ge- 
neral, cada pueblo, cada provincia entraba en ella mirando co- 
mo propio cuanto le pertenecia en aquel acto, y que podrá des- 
prenderse y enajenarse de cualquier porción, en auxilio de las 
demás provincias, según las exigencias de cada una de eUas. 

Art. 3.® Se reconocerá que la introducción de tropas de Bue- 
nos Aires en la Banda Oriental del Uruguay, jamás faé con el 
objeto, ni bajo el sistema de conquista. 

Art. 4.** Consiguientemente seíá reconocido como pertene- 
ciente á la Provincia Oriental del Uruguay cuanto estrajo de 
ella el gobierno anterior. 

Art. 5.^ De lo estraido, se devolverán tres mil fusiles, de 
eUos mil quinientos de contado, mil sables, doce piezas de artille- 
ría de campaña, de á dos, cuatro y seis. Se coronará la plaza con 
todas las piezas de muralla que precisa, debiendo ser de bronce 




M 



— 340 — 

la mayorparts (¡oellatí. El servicio competente para todas 
da una do ellas, nueve lanchas cañoneras, armadas y lie 
todo, pólvora suelui, cartuclios de cañón y fusila bala, ciii 
ta y cinco mil piedras de cliisi)a. morteros y obuces, la ; 
de los qiie so trajeron, bombas y granadas, todo con lo p 
para su servicio. La imprenta. 

Art. 6." Reconocerá 5a caja de Bnejios Aires, la deuda d 
cientos mil peso^i en favor de la Provincia Oriental del 
guay por las cantidades estraidas de ella pertenecientes u ij¡ u- 
piedades de españoles en Europa cu3'a suma debe ser satisfecha 
en el preciso término de dos años, admitiendo para ayudar la 
facilicitacion de este pago la mitad de los derechos que los hu- 
ques de los puertos dj la provincia Oriental del Uruguay de- 
ben pagar en Euenos Aires. 

Art. 7." Se auxiliará con instrumentos de labranza á los la- 
bradores de la provincia Oriental del Uniguay en la forma bas- 
tante á resaroii' al menos una 5." parte los grandes perjuicios 
que han sufrido. 

Art. 8." Queda por el articulo anterior satisfecho el vecin- 
dario que quedó sin documentarse de las cantidades de trigo y 
número de ganados coa que prove3'ó á la subsistencia del ejér- 
cito auxiliador desde la 1." hasta la última campaña. 

Art. 9.° Todo lo demás que perteneciese á la provincia Orien- 
tal del Uruguay, de lo estraido, quedará en clase de depósito 
en Buenos Aires, para auxiliar con ello á las demás provincias 
con precisa intarvenciou de la dicha provincia, y a ella misma 
según sus exijencias ulteriores. 

Art. 10. Será piívticularmente protejido el comercio de la 
provincia Oriental con Buenos Aires. 

Art. 1 1. La art illeria de muralla que so pide y lo preciso para 
el servicio de ella, será conducido directamente á Montevideo k 
costa de la caja de Buenos Aires, j' la artillería de campaña, 
sables, fusiles y los otros dc-mas artículos da guerra pedidos. 



— 341 — 

vendráu á costa de la indieacla caja á este punto de Paisaudii 

Art, l'¿. Se admitirá por el gobierno de Buenos Aires r.n 
sistema equitativo para indemnizar á Montevideo de lacontn- 
bucion enorme que se le hizo sufrir después de haber sido ocu- 
pado por el ejército auxiliador. 

Art. 13. Las provincias y pvieblos conprendidos d-asde la 
margen oriental del Paraná hasta la occidental, quedan en la 
forma inclusa en el primer ait. de este tratado, como igualmen- 
te las provincias do Santa Fé y Córdoba, hasta que volunta- 
riamente quieran aeparai'so de la protección de la provincia 
Oriental del Uruguay, y dirección del jefe de los Oríentaleü. 

Art. 14 Los 13 artículos precedentes serán ratiilcados den- 
tro de 9 dias por el Excmo. Gobernador de Buenos Aires. 

Cuartel Creaeral, Junio 16 de 1815. 

Josv Artigas. » 

A estas proposiciones del General Artigas, los comisionados 
del nuevo Divector contestaron con el siguiente proyecto de 
Convención que Artigas no podia aceptar en aquellos momen- 
tos, sopeña do reducirse auna peligrosa impotencia y anula- 
miento, aislándose de sus mas fuertes auxiliares y aliados. 

« Tratado de paz y amistad prop'jesto por los diputados da 
Buenos Aires, enviados á tratar con plenos poderes cerca do 
la persona del general de los Orientales D, José Artigas. 

1." Buenos Aires reconoce la independoucia de la Banda 
Oriental del Uruguay, renunciando los derechos que por el an- 
tiguo réjimen le pertenecian. 

2." Habrá paz y amistad eterna entre las provincias contra- 
tantes por haber ya desaparecido |,lo3 motivos de discordia. Se 
echará un velo sobre todo lo pasado, y será un deber de ambos 
gobiernos castigar con vigora los que hiciesen hacer valor sus 
venganzas ó resentimientos particulares, ya sean muchos ó un 
individuo solo. 



— 342 — 

3° Jamás podrá pedir la provincia de Buenos Aire^^dés 
nizacion bajo ningún pretesto, de loa cinco millones y mi 
peaos qne gastó en la toma de Montevideo. Ni la Oriental pi 
drá formarle cargo á la de Bnenoa Aires, de los auxilios que 
haya franqueado. 

4. Bajo de estas justas y equitativas bases, Buenos Aires i 
comprometo á auxiliar á la provincia Oriental con todo cuan 
esté en su recorte para llevar adelante la guerra contra los e 
pañoles, contando Buenos Aires con la reciproca de la Orientí 

5. Las provincias de Corrientes y Entre-Bios quedan en 1 
bertad de elejirso ó ponerse bajo la protección del gobien 
que gusten. 

6. Se devolverán reciprocamente los prisioneros que se Iii 
yan hecho en la última guerra. 

7. Siendo la opinión de los mejores militares de América qi 
las fortalezas en ellos son mas bíeu opuestas á sus intereS' 
que propias para su conservación por razones muy obvias, ¡ 
propone que si no es contra los intereses de la provincia Oriei 
tal, se demuelan las murallas de Montevideo por convenir asi 
los intereses generales de la nación. 

8. Las personas, propiedades y comercio de todos los pm 
bles ó individuos de las respectivas provincias serán altamei 
te protegidas por ambos gobiernos. 

9. Bajo el supuesto de que todo lo pasado ha de olvidars 
ningún ciudadano podrá ser perseguido ni encausado por si 
opiniones anteriores, ni por los escritos, ó servicios hechos ánt 
de la presente transacion, y todos los que se hallaren en arres' 
ó confiscación serán restituidos & su libei-tad sin la menor d 
mora. 

10. Todos los emigrados que por estas düerencias hubiese 
abandonado sus casas y haberes siempre qne vuelvan á elli 
les serán restituidas sin cansarles estorsion. 

11. Todos los buques que hayan sido apresados ó deteoidt 



_i 



— 343 — 

por los jefes Orientales ó sus dependencias después de la eva- 
cuación de Montevideo por las tropas de Buenos Aires, serán 
restituidos á sus dueños. 

12. Se hará un tratado de comercio por comisionados que 
«e nombren de ambas provincias para el efecto, en el que arre- 
glándose los principales ramos de el causen el engrandeci- 
miento de ambas provincias. 

13 Por ahora pagarán solamente un 4 p o/o sobre los prin- 
cipales efectos y frutos que se estraigan de provincia á pro- 
vincia, debiendo verificarse el pago en el puerto en que se ha- 
ga la estraccion. 

14 Que el anterior articulo será comprensivo á las provin- 
cias de Entre-Rios y Corrientes. 

16 Los artículos acordados serán ratificados en el preciso 
término de 16 dias. 

Paisandú, Junio 17 de 1816. 

Blas José Pico. 
Francisco Bruno de Ehwola. 

Los Comisionados del Directorio le dieron cuenta del fraoa- 
150 de su comisión en la nota siguiente, que á pesar del es- 
píritu prevenido contra Artigas que dominaba á aquellos, es 
implícitamente una apolojia de él: 

« Oficio de los comisionados del Gobierno de Buenos Aires 

dándole cuenta, 

« Exmo. señor: 

« Licluimos á Y. E. copias de las proposiciones que nos ha 
ofrecido el gefe de los Orientales como base de la conciliación; 
y délas hechas con el mismo objeto por nuestra parte. Muy 
buena acojida, bellas palabras y ofrecimientos lisonjeros ántefí 
de empezar nuestras conferencias, mucha frialdad, dificultados 
y desconfianzas al formalizar los tratados, tal ha sido la con- 



#^ 



— 344 — 

dnct-a de a^viel señor general. Casi escectienclo nuestra 
tades por amor de la concordia, determinamos el auxili 
prendido en el articnlo 4". de nuestras propuestas, á di 
fasilos de contado y quinientos mas según las remesas ■ 
niesen, los doce cañones do campaña que pedia, tre 
grueso calibro para las fortificaciones y mm-allaa do M 
deo, algunos sables y municiones corrflspondiontos al 
mentó qno so le ofrecía, sin contar con otros auxilios q 
proporcioiiarian, según las exijeneias de las circnnstaní 

« Todos nuestros esfuerzos para inspirar la paz no tUTÍeroii 
otra respuesta sino que no habla esperanzas de conciliación: 
tan trisle es el re?ultado, Exmo Hr. de las iiegociacionea que 
V. E. quiso confiar á nuestro celo. Verbalmonte hemos instrui- 
do áV. E. de otros pormenores, y de todo nos queda el senti- 
miento de no haber podido servir á nuestra patria sino con 
nuestros buenos deseos, 

« Dios guarde á V. E. muchos años. 

« Buenos Aire.í, Junio 2í)de 1815. 
« Exmo. Señor, 

Blas -Tose Pico, 
Dr. Francisco Bruno de Biraróla. » 

Se conprsnde quo ante la diferencia radical de unas y otras 
exigencias, no pudiese llegarse á ningún avenimiento, reti- 
rándose los comisionados en consecuencia. 

Véase la nota que el General Artigas dirigió al Cabildo de 
Monievideo á fin de restablecer las cosas al estado en que se 
encontraban antes de la caída de Alvear. 



« No habiendo podido fijarse hasta ahora el convenio compe- 
tente con el Gobierno de Buenos Aires para el restablecimiento 
de la concordia general, creo de necesidad apresurar á V. S. 
este aviso, reencargándole de nuevo la mayor vigilancia y celo 



— 345 - 

para impedir la salida de todo buque de ese puerto. Eepita V. 
S. las medidas consiguientes á ese fin y á la seguridad precisa, 
haciendo mantener el orden y precaución debida, mientras yo 
análogamente dicto lo demás. 

« Tengo el honor de reiterar á V. S. mi mas intima conside- 
ración. 

« Cuartel General, 19 de Junio de 1815. 

« José Artigas. » 

Pocos dias después dirigia al mismo Cabildo la siguiente 
nota, confirmando y ampliando la anterior, manifestando su 
disposición á llenar los votos de los pueblos que pouian en él 
su confianza, y dejando entrever las miras que abrigaba de 
emancipar la Provincia Oriental de las demás que entonces 
oomponian « las Provincias Unidas del Rio de la Plata ». 



« He recibido la honorable comunicación datada en 6 del co- 
rriente con las adjuntas copias del Exmo. Ayuntamiento y Go- 
bierno Ejecutivo de Buenos Aires. Ellas servirán para los fines 
que V. E. indica. Fie V. S. en que no perdonaré fatiga para 
llenar los votos de ese pueblo y demás de la Provincia deposi- 
tando en mi la confianza de su seguridad ulterior. Ya insinué 
á V. S. haberse retirado los diputados de Buenos Aires sin ha- 
ber firmado las bases de nuestra alianza. 

« Voy á dar los últimos pasos que dicta la razón y la pruden- 
cia para un fin tan digno. Si ellos no bastan á calmar las pa- 
sadas diferencias; habremos departir de otro principio en nues- 
tras resoluciones. A mi me queda la satisfacción de que, á pre- 
sencia de todos los diputados de los pueblos, que hasta la fecha 
han concurrido, y con su parecer, se resolverá tan importante 
negocio. Siento que los diputados por el pueblo de Montevi- 
deo se hayan retardado tanto para que pudiesen dar un por*- 



menor de nuestras negociaciones como los demás á sos re8|i 
tivos pueljlos. Celebro sobre manera que T. S. haya tomi 
tanto ínteres en honrar la memoria del finado Basualdo. 
mérito le hace acreedor á que la Frovinoia remunere bus afa 
con la gratitud correspondiente, y estimaré & V. S. tome 
empeño en acreditar que sabemos respetar y distinguir las ' 
tades de nuestros compatriotas. 

Tengo el honor eto. 

Faysandú, Junio 28 de 1816. 

José Artigas. •» 
Al Muy Ilustre Cabildo etc. 

Dosdias después, preocupándose siempre de la misma cues- 
tión vital, dirigía al Cabildo de Montevideo la nota siguiente 
infoimandole de la reunión del Congreso que habia convoca- 
do en la Concepción del Urugay, formándolo con los Dipata- 
dos de lasPovincias colocadas bajo su protección, así como del 
nombramiento que dicho Congreso habia hecho de una dipu- 
tación de au seno para arreglar con el Gobierno de Buenos Ai- 
res los derechos é intereses de los pueblos que ellos representa- 
ban: 

« Conducido siempre por la prudencia y ansioso de la con- 
cordia general, llamé á los pueblos, por medio de sus diputados, 
para formalizar cualquiera medida tendente á su ulterior feli- 
cidad. No pudimos acordar con los diputados de Buenos Aires 
los principios que debían fijarla; en cuya virtud se retiraron sin 
haber concluido el ajuste preciso. 

«Creyendo que lo importante del asunto debía sujet&rse al 
escrutinio de la expresión general, convoqué á un Congreso de 
todos los diputados que hasta aquella fecha se habían reunido, 
tanto de la Banda Oriental como de los demás Pueblos que ten- 
go el honor de protejer. Ya reunidos en esta Tilla de la Con- 



— 347 — 

cepcion del Uruguay, en 23 del corriente, lea espuse lo urgente 
de las circunstancias para no dejar en problema estos resulta* 
dos. 

« Califiqué las proposiciones que por ambas partes se habian 
propuesto,' su conveniencia y disonancia en cada una de sus 
partes. 

« Después de mucbas reflexiones, resolvió tan respetable cor- 
poración, marchasen nuevamente ante el Gobierno de Buenos 
Aires cuatro diputados que, á nombre de este Congreso Q-ene- 
ral, representasen la uniformidad de sus intereses, y la seguri- 
dad que reclaman sus provincias. 

« Al efecto partirán en breve á aquel destino los Ciudadanos 
Dr. Cosío, nombrado por Entre-Eios, el Dr. Andino por San- 
ta Pe, el Dr. Cabrera por Córdoba y don Miguel Barreiro por 
la Banda Oriental, todos con los poderes é instrucciones bas- 
tantes á llenar su comisión: todo lo que comunico á V. S. para 
que penetrado de las circunstancias, ponga en ejecución las 
providencias que tengo impartidas y las demás que V. S. esti- 
me convenientes. 

« Tengo el honor, etc. 

« Villa del Uruguay Junio 30 de 1816. 
« Al Muy ilustre Cabildo de Montevideo. 

« José Artigas, » 



Efectivamente tan poco se preocupaba ya el General Arti- 
gas de volver á llevar la guerra 4 Buenos Aires, ni agredir al 
nuevo Gobierno revolucionario de Alvares Thomas, que en lo 
que mas inculcaba en sus notas al Cabildo de Montevideo era 
en distintas medidas relacionad£U3 con la administración inte- 
tenor déla Provincia, y en hacer salir cuanto antes en direc^ 
cien á Cerro-Largo la división de caballeria que guarnecía á 
Montevideo á las órdenes del Coronel don Femando Torgues. 




— 348 — 

ma orden liabía sido desobedecida, ó cuando 
retardada, liabiéudose producido al efecto ur 
■apitíil, promovida por algunos amigos exalta 
itre los cuales ae destinguian don Juan Mai 
cübildantea y vecinos influj'ontes, tratando 
diese dicha división, y exijicndo del Cabildo ■ 
lo permitiese la cesación en el gobierno mili 
dicho Corojiel Torgues. 

iftvenencias éntralos Artiguiatas de Montev 
cumplimiento á sus ordeiKiM, rovelando un i 
ncion, preocupaban tanto ó mas al (rjncral A 
I que las dcsiut.^ligencias con Buenos Airra; 1 
lanar pacificamente de nn día para otra con 
comÍBÍo nados. 

f nota q^ue publicamos eu sc^guida bafitarin 
el mas concluyente. El Cabildo, conociendo e 
rfcigas ante aquellos hechos, le envió una D 
;grPso de esta se celebró el acuerdo do ¡-lue dá 
iguiente : 

! Cahililo para ímiionerse (h una romiiiticaclon 
', (le^parjiados en comisión rerca del General Ai'i 
ledirije cute mismo espUraudo lox motivos de í. 
hiido, y hacii'iidóle varias preveiiaov.es sobre el 
?nfo de sus órdenes, sobre la einif/rarion que sol 
■', y sobre la acusación hecha á los señores Zñ 



miy fiel, reconijuistadora y benemérita de la 
3an Felipe y Santiago de Montevideo á vei 
1 ochocientos quince, el Exmo. Cabildo, justici 
mto y congregado en su sala capitular como 
mbre, presidido por el señor alcalde do 1er. v 
iblo Pérez, con asistencia del Caballero Sindií 



- 349 — 

■curador, y presante el iiifrasoripto secretario. En ( 
abrí yo su secretario im oficio de loa diputados m 
señor General en que din parte de haber eonseguidí 
proponían en el objeto de su misión, previniendo si 
de que nada ge habría hecho si e! ayuntamiento no 
dar luego cumplimiento á cuanto aquel Gefe dis 
oficio suyo, que acompaña al da los diputados. Impui 
el Exnio Cabildo mandó abrir y leer este iiltimo, lo ci 
estos términos: 

« "Viendo atrasado el cumplimiento de mis orden 
« un raes 3' medio, permítame V. S. le cÜga que si e 
« era obedecerlas, yo esperaba verlo manifiesto en t 
a. cumplirlas, maa que por el órgano de la diputacio 

.< Asuntos de tal tamaño, y en estas circunstanci: 
« una exigencia imprescindible : un minuto de den: 
« desventaja, y la actividad ha sido lo que siempre 
« buido mas á la gloría de nuestros sucesos. 

« Cuando yo ordené al gobernador don Fernand 
« marchase á la frontera, contesté en aquellos días 
« bre la conservación da los muros, hallándome 
« combinar con Buenos Aires, un plan do defensa 
« en esto cualquiera debia ver que yo no podia ol' 
« determinar una guarnición precisa para esa plazi 
« binacion con Portugal, la espediciou española es 1 
« se verificara que obrasen ambas naciones de acue 
« indiqué la marcha de esas firerzas al Cerro-Largo. 

■■< Yo en la actualidad tengo presentes todas las 
« fin qiie haya circunstancia alguna capaz de dist 
« e^ta confianza es que V. S. debo descansar y fijai 
« de ese pueblo evitando con todo esmero que vu 
«. producii^se temores que ocacionen demora á mis 



— asó- 
te Bajo este principio es argentdsimo qne no ae dilate u 

« minuto mas el cumplimiento de mis ultimas ordenes. 
«. Yo repito á Y. S. que necesito esa caballeria en la frOQt< 

« ra. Por ahora ordeno qaeden en esa plaza dos compimias el 

< ello, y oportunamente haré que sea goamooida y ampliad 
« oon toda la estensiou que corresponde. 

« Entre tanto cierre Y. S. absolutamente el puerto para sa 
« lidae. Las familias que quieran buenamente dejar la duda 
« pueden hacerlo con dirección únicamente & la campaña el 
« esa provincia ó á, la de Entre-Báos. 

« Esfaerzese Y. S. en conservar la mayor tranquilidad y evi 
« tar hasta la menor confusión y desorden. 

« Devuély^ Y. S. con la mayor exactitud la contribución qn 
« se sacó, y relativamente & las declaraciones contra los ciuds 
« danos Tomas Gtarcía de Zuñiga y Felipe Santiago Cardos< 
« fonnalice Y. S. . sin perdida de tiempo los esolarecimientc 
« competentes, trasmitiéndome seguidamente lo que result 
« bien para satisfacer la justicia pública con el castigo de elle 
« si son delincuentes; bien para satisfacer debidamente el honc 
« de esos individuos en el caso contrario; debiendo esto serví 
« á Y. S. de guia en los casos que ulteriormente puedan octi 
«rrir. 

« Finalmente encargo á Y. E. el orden mas rigído en todo, ; 

< que no haya circunstancia capaz de echar el menor borro 
« sobre las virtudes que deben caracterizar nuestros afanes e: 
todos tiempos. » 

< Tengo el honor de reiterar á Y. S. mi mas alta considera- 
ción.» 

« Cuartel General 13 de Junio de 1815. > 

José Artigas. 
« Al Muy Iluatee Cabildo Gl«bemador de Montevideo. » 



-^ 351 — 

Y enterado el Cabildo del contenido de esta comunicación 
acordó se le diese puntual y entero cumplimiento en sus partes, 
oficiándose al efecto al señor Gobernador don Femando Tor- 
guez con inserción de la precedente comunicación para su in- 
teligencia y gobierno. Con lo cual, y no siendo para mas esta 
acta, se cerró y firmó conmigo el secretario de que certi- 
fico. 

Pablo Pere^ — Pascual Blanco — Luis 
de la Rosa Brito — José Vida! — Ba» 
mon de la Piedra — Pedro M. de 
Taveiro, Secretario. 

La siguiente nota escrita quince dias después, demuestra 
siempre al General Artigas preocupado con las mismas aten- 
ciones; dejando abora de insertar otras notas del mismo mes, 
pero mas extensas y comprebensivas que publicamos en la Sec- 
ción en que presentamos al dineral Artigas como gobernante 
y admistrador económico-político. 

Nota del General Artigas al Caiüdo, en que, entre otras cosaSy le 
manifiesta la necesidad de estar prevenido contra cualquiera 
tentativa de conquista europea^ no ohstunte d estado de convul' 
sion en que se hadaba la Europa. 

« He recibido con la honorable comunicación de Y.E.^ datada 
en 20 del corriente, las copias asi de las gacetas como los ofi- 
cios de los magistrados de Buenos Aires. Por lo mismo que la 
Europa se halla en nueva convulsión debe der mayor nuestro 
esfuerzo para sostenemos contra cualquier enemigo que pien- 
se invadimos. 

« Al efecto marchará don Femando Torgues para cubrir la 
frontera, contener las miras del portugués y velar sobre la 
aproximación de la espedicion Española, si se acerca. Y. S. en^- 
tre tanto trate de formar una milicia civioa para custodia del 






pueblo, recolectando todas las armas y pertrechos que le 
posibles, y activar todas las providencias que estén á sus 
cauces para sostener nuestra libertad contra los tiranc 
conecvvar la dignidad del Pueblo Oriental. 

« No he pedido la relación de esclavos que V.S. rae sign 
El reclamarlos seria inasequible por parte de Buenos P. 
después que aus diputados han regresado sin conceder los : 
culos de primera necesidad. Sin embargo si V. S. cree opc 
na la solicitud, yo doseo llenar el voto de mis conciudadi 
Remítamela V. S. á la mayor brevedad que aun puede h 
tiempo de esponerlo á aquel Gobierno. 

« Tengo el honor etc, 

« Cuartel general de Paysandú Junio 28 de 1815. 
« José Artiíjas. 
« Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo etc. » 

No por esto el General Artigas con an previsión hal 
descuidaba los preparativos que debían ponerlo otra ve 
aptitud de responderá las exigencias de las nuevas agresi 
que fiíndadamente preveía de parte del Gobierno de Alí 
Thomas. 

He aquí dicha nota: 



•i Nota enviando dos hiQiics apresados, encargando Ja rew: 
su mygamcnto para socorrer las tropas, y pidiendo ai-moi 

« Parten al mando del Comandante don Juan Doín 

Aguiar dos buqaes decomisados como propiedades eurc 

(españolas) y cargados con efectos de las mismas. Van ci 

destino de ser vendidos dichos efectos, y con su producto 

porcJonar á estas tropas el remedio en sus necesidades. 

« Propenda V. E. á su pronto despacho, y á su regreso, 



— 353 — 

de V, E. cargar en ellas todo lo que orea importante, tanto pa- 
ra el socorro de estos soldados como algunos útiles de guerra 
que no sean tan precisos en esa plaza y puedan robustecer 
este Cfuartel general. Recolecte V. E. todo el plomo y balas de 
fusil que se hallen sueltas; piedras de fu8il las que se puedan, 
útiles de armería para perfeccionar las dos que tengo estable- 
cidas : y en suma, cuanto V. S. crea oportuno para aumentar 
la fuerza que en todos casos debe sostener nuestra seguridad. 
« Es cuanto tengo, etc. 

« Villa del Uruguay Julio 1.° de 1816. 

« José Artigas. 
« Al muy Ilustre Cabildo de Montevideo. » 

La importantisima nota siguiente demostraba ya, que las 
medidas adoptadas por el Gobierno de Buenos Aires proyecta- 
ban las sombras de una guerra inmediata, obligando al Gene- 
ral Artigas á asumir una posición violenta que debia precipitar 
de un dia para otro el rompimiento definitivo: imprimiendo á 
los majistrados de Montevideo un aleccionador apercibimiento 
sobre las terribles consecuencias de su desobediencia 6 parcia- 
lidad. 

Nota desiaprobando la emigración de Montevideo á Buenos Ai- 
res permitida por el Cabildo^ increpándole^ y amenazándole por 
la infracción de sus birdenes á este respecto, reeneargandóle d 
arreglo administrativo, y por ultimo oi'denandole ha/^er publicar 
un lando en que se decreta la confiscaron de hieyíes de españoles 
y naturales que habiendo emigrado, no regresaren dentro del 
termino prefijado. 

« Informado por la honorable comunicación de V. S. datada 
en 28 del que espiró, de la probabilidad de no acercarse á estas 
costas la decantada espedicion española, nada es tan estrava- 
gante como permitir la esportacion de los intereses y familias 

25 



ü 



— 364 — 

de eea plaza. Si oon ese objeto pidió Y. S. baques de trasj 
al G-obienio de Buenos Airea, elloa deten regresar, ana 
das todas las circmistancias. 

«. Los que anteriormente salieron de ese puerto, oon pret 
de arribar á puertos intermedios, han desembarcado en Bui 
Aires: dejo al cálenlo de Y. S. la trascendencia de estos incide: 

« Para obviarlos, oficié á Y. S. que nuestras negooiacionei 
aquel Gobierno aun no se babian ajustado, y cuando dispuse 
Y. S. se recibiese del (Jobiemo de esa ciudad, fué mi prir 
providencia recordarle que el puerto qitedase (ésótutaynent 
rrado para salir hignies. Tengo un conocimiento de los que 
salido después de esa feclia,y Y.S. es responsable de esa omii 

« Mis órdenes sobre el particular han sido repetidas y 
minantes, y su inobservancia no puede sernos favorable. 
Y. S, he depositado la salvación de ese pueblo; y él esta ex 
me y será el mayor dolor verle espirar en manos de sus pro 
hijos. Stían los padres de la Patria mas inexorables por su df 
De lo contrarío, aun me sobran bños para firmar su esterm 

« No es difícil calcule Y. 9. los sentimientos que arranca] 
mi corazón estas espresiones. Ellas v&u animados del clamo 
tantas almas sensibles que se alimentan con lágrimas de 
infelicidad. Por lo mismo no multipliquemos sacrificios tar 
teriles. Refrénese el desorden : plantéese la mejor adminis 
oion en la economía pública : por último háganse los magit 
dos dignos de sí, y merecerán las consideraciones de sos con 
dadanos. Al efecto estreche Y. S. al comandante de ese pu 
para que vele sobre la salida de los buques del puerto, y si] 
mayor seguridad sacan i todos los buques los timones, de[ 
tandolos en tierra, seria la empresa mas agradable. Los bni 
que vinieron de auxilio de Buenos Aires deben regres 
saldrán sin cargamento alguno, debiendo ser bien registn 
por el comandante del puerto, y demás que convenga. Los 
Uegaren á entrar de afuera no podrán salir mientras el pu 




r 



— 355 - 

se halle cerrado. Serán registrados y cuanta arma blanca 6 dé 
chispa condujesen á su bordo se tomará por cuenta de ese Go- 
bierno para fomentar la fuerza de la milicia civica. 

« He sabido que la fragata francesa que fondeó en ese puerto 
conducia en su bordo dos mil fusiles los que ha espendido en 
Buenos Aires. Lo mismo que se haga con las armas deberá 
practicarse con cualquier otro pertrecho ó útil de guerra. 

« Deberá V. S. publicar un bando inmediatamente con los 
dos articules siguientes: 

1.** « Todo estrangero que después de la toma de la plaza de 
Montevideo por los orientales hubiese salido de ^ella; si en el 
termino perentorio de un mes contado desde el dia de esta pu- 
blicación, no regresa á poseer los intereses que tenga, dentro 6 
fuera de ella, todos serán decomisados y aplicados á fondos pú- 
blicos. 

2.° Todo americano, que, después de la ocupación de Monte- 
video por los orientales; se hubiese ausentado de ella, si en el 
termino perentorio de dos meses contados desde esta publica- 
ción, no regresa á poseer sus intereses, serán estos confiscados 
y aplicados á fondos públicos. » 

Continuará el tribunal recaudador de propiedades extrañas 
con los regidores que hasta hoy lo han compuesto^ siendo de su 
inspección velar sobre los dos articulos anteriores. De estos in- 
tereses, como de cualesquier otros que produjeren las propieda- 
des extrañas, presentará dicho Tribunal al resto de la Munici- 
palidad mensticdmente una razón exacta de los productos^ debien- 
do pasarlos á la Tesoreria general, con conocimiento del Cabil- 
do pleno. 

« Tengo el honor etc. 

« Cuartel de Paysandú Julio 8 de 1816. 

« José Artigas 
« Al Muy Hustre Cabildo de Montevideo. » 










— 866 — 

Con pretextos ofensivos, á fin de paliar el odioso ó injustifi- 
cable atentado que se cometia con la diputación enviada por 
el Congreso del Uruguay, se ordenó la prisión de los cuatro 
diputados, que eran todos personas pudientes y respetables; 
pretendiéndose que como rebeldes al Grobiemo de la Nación, 
se habian propuesto sobornar algunos jefes de Buenor Aires, 6 
ponerse al habla con algunos conspiradores, y que algunos de 
aquellos habian falsificado documentos oficiales. 

Una vez presos, se les mandó embarcar á bordo de la fragata 
Neptiino para ser juzgados como reos de Estado, y probable- 
mente deportados á Patagones, como se habia hecho ya poco 
antes con otros ciudadanos. 

Por fortuna, el Cabildo de Buenos Aires, el cual como se re- 
cordará, habia expedido documentos tan honoríficos en favor de 
Artigas como los que hemos publicado; avisado por los presos, 
del crimen que con ellos se cometia, interpuso inmediatamente 
su influencia cerca del Q-obierno de Alvarez Thomas. 

Vencidas algunas resistencias, se obtuvo la libertad de los de- 
tenidos, y casi al mismo tiempo recibió el Cabildo una enérjica 
nota de Artigas en que este se quejaba acerbamente del encar- 
celamiento de sus diputados, haciendo protestas de que no se le 
imputasen las consecuencias de la nueva guerra civil á que se 
le provocaba, y que se demostraba querer perpetuar ejerciendo 
agresiones tan injustificables como odiosas. 

Debemos hacer constar al llegar á este vergonzoso prece- 
dente que ninguno de los historiadores que se han ocupado de 
aquella época para calumniar á Artigas, ha querido hacerlo co- 
nocer, ocultándolo sin duda como uno de esos hechos crimina- 
les que no admiten ninguna sombra de atenuación. 

Y sin embargo, lo excepcional y monstruoso de semejante 
hecho, tratándose no solo de ciudadanos de distinguida posi- 
ción social, y hasta de reconocida ilustración por sus antece- 
dentes y esmerada educación, sino aun respecto de cualquier 



J 



\ 



— 367 — 

parlamentario, en cuyo sagrado carácter iban esos cuatro di- 
putados; debe hacer creer que el no ha podido pasar ignorado 
por aquellos, habiéndose debido prestar de todos modos á una 
severa condenación. 

Puede asegurarse que efectivíunente esa torpe agresión, le- 
jos de producir ninguna clase de intimidación en el ánimo de 
Artigas, no hizo mas que exacerbarlo, y demostrarle que de sus 
enemigos, fuesen ellos Alvearistas, ó anti-Alvearistas, no tenia 
que esperar sino una guerra sin ouartel ni tregua. 

Este hecho fiíé comunicado al Cabildo de Montevideo por el 
General Artigas en los términos siguientes: 

Nota pmiicipando haber sabido él arresto en Buenos Aires de ¡os 
diputados de la Provincia^ y ordena/ndo diversas medidas de se^ 
gtiridad pública preventivas de un caso de guerra. 

« Acabo de llegar del Cuartel general, y he recibido comu- 
nicación de Buenos Aires de hallarse arrestados nuestros dipu- 
tados, y de emprender aquel Gobierno nuevas medidas de hos- 
tilidad, 

« En consecuencia, mientras nuestros diputados no regresen, 
la Provincia debe ponerse alerta contra cualquiera tentativa 
de aquel Gobierno. Quedo esperanzado que V. S. tomará con- 
migo todas las medidas que estén á sus alcances por tan digno 
fin. Al efecto, reitero á V. S. la providencia de que ningún bu- 
que salga de ese puerto, ni demás de la Provincia, sin mi es- 
piiesa orden. 

Yo, entre tanto tomo mis providencias para asegurar estos 
puntos de qualquier invasión, descanso en Y. S. por lo que ha- 
ce á ese destino. Ya supongo á don Frutos Bivera con toda 
su división en esa plaza. Según oficié á Y. S. vá encargado de 
la Comandancia de Armas, y bajo las ordenes de Y. S. Asi 
creo asegurado ese punto, y que Y. S. dará el lleno á cualquier 
medida de importancia. Quedan en mi poder todos los oficios 




— ase- 
de V. S. cuya oonteatacion saldrá k la mayor bre^ 
« Tengo la honra etc. 
« Paysandú, Julio 29 de 1815. 

« José Artigas. 
« Al Muy Ilustre Cabildo etc. de Montevideo. 



Aun así mismo, el General Artigas continuó preocupa; 
principalmente de los intereses de la Provincia, sin ad 
otra metlida respecto de Buenoa Aires que la continuaci 
la clausura del puerto de Montevideo. 

La nota ¡siguiente lo demuestra, además de hacer conoc 
disposícionee que tomaba respecto del comercio ingles < 
relacionea con el Rio de la Plata: 

« Nota recomenda7tdo al Cabildo el estableámiento de un ■ 
settianal, permitiendo la apertura del puerto, menos para 
nos Aires, y haciéndole saber la respuesta que di!) al coma, 
te de la Estación Inglesa sobre el modo de establecer d t 
cojnerdal de los síthditos ingleses con los habitantes dd E 

« Con fecha de hayer hice presente á Y, S. lo mism 
me comunica en su honorable de 26 del que gira. Sea V. 
guro qne los derechos de los Pueblos se harán respetal 
que nuestra delicadeza no suñirá el menor ultraje de sus i 
sentantes. Entre tanto delira el Gobierno de Buenos Aii 
moderación regule nuestras operaciones, y el triunfo de la li¡ 
será inevitable. 

« Quedo informado igualmente de los pertrechos qi 
conducido la chalupa Dolores en retomo del bergantín 
mo escapado de ese puerto. "V. S. sabrá si hay mas que 
mar. Todos esos útiles entregúense al parque de artillerit 
su seguridad y cuidado. 

« Ya dije á V. S. anteriormente había retardado mis ( 



— 359 — 

nicaciones por haber estado en mi Cuartel General revistando 
las tropas, y activando otras providencias. Son muchos los 
asuntos que me rodean desde que regresó á este puerto; sin 
embargo creo preciso anunciar á V. S. la necesidad de enta- 
blar un correo semanal, tanto para estrechar nuestras resolu- 
ciones; como para evitar tanto chasque con lo que individual- 
mente se perjudica el vecindario. 

« Apure V. S, al administrador de correos de esa ciudad por 
él entable preciso de las postas, y cuanto deba contribuir á su 
formal arreglo. Igualmente prevengo á V. S. que sin embargo 
de haber mandado cerrar el Puerto absolutamente, ya puede 
abrirse el comercio de ese para los demás estrangeros. Sola* 
mente para Buenos Aires ó estas costas, no debe permitirse el 
comercio, mientras yo no avise el resultado de nuestras nego- 
ciaciones. 

Consultado por el Comandante de las fuerzas de S. M. B. en 
el Rio de la Plata del modo inequivoco como los comerciantes 
de su nación podrían establecer su comercio con las Provincias 
de mi dirección, respondí: « que asegurando sus capitales en 
esa plaza sin mantener relación alguna (mientras duren las di- 
ferencias) con el comercio de Buenos Aires. » Lo comunico á V. 
S. para su debido conocimiento, y para que en caso de llegar á 
ese puerto algunos buques del comercio ingles, se les admita 
con la restricción de que la introducción de sus efectos al inte- 
rior, debe ser privativa de los americanos, quienes, en retorno, 
podrán conducir efectos delpais para sus cargamentos. 

Ayer pasé á V. S. la orden para que el buque ingles Antelo- 
pe siga su destino. Otro cualquiera que Uegsise á ese puerto? 
sino viene con dirección á él, no se le permitirá desembarcar: 
«e le franquearán los víveres que necesite; según el derecho de 
gentes, y al momento siga sus aguas. 

« Adjunto á V. S. ese recuento que por mi orden hizo el Go- 
bernador interino de Santa Fe con los buques y cargamentos 



m 



— 360 — 

que salieron de ese puerto en junio y llegaron á aquel. V. S. po- 
drá indagar mejor que yo si en esta relación se hallan algunos 
intereses de la contribución sacada en ese pueblo. Con este ob- 
jeto están detenidos bajo fianza los cargamentos ep aquel des- 
tino. 

<c La vigilancia con que V. S. acompaña mis empeños en* 
Sancha mi ánimo á emprenderlo todo, y creo asegurado des- 
pués que V. S. me inspira la mayor confianza, por sostener la. 
felicidad de la Provincia y lo inviolable de sus derechos. 

« Tengo el honor de saludar, etc. 

« Paysandú, Julio 31 de 1815. 

« José Artigas. 

« Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo. » 



Los últimos incidentes relativos al fracaso de las negociaxiio* 
nes anteriores indujeron al GenerarArtigas á enviar á Monte- 
video como su Delegado al noble y abnegado patriota don 
Miguel Barreiro, tan modesto en sus pretensiones, como enér- 
gico y firme en su civismo, su inseparable amigo y consejero 
desde los primeros dias de la lucha por la independencia orien- 
tal. 

He aquí la nota en que lo participa el Cabildo: 

« Han regresado los diputados de Buenos Aires sin ajuB- 
tar cosa alguna con aquel Qobiemo. Por lo mismo he resuelto 
delegar al ciudadano Miguel Barreiro para arreglar los diferen- 
tes ramos de adminis tracción. El impondrá á V. S. de los por- 
menores que han imposibilitado el restablecimiento de la ar- 
monia y el mas íntimo enlace. 

« V. S. sabe la confianza que él me merece por sus desvelos 
y virtudes, y ella me empeña á presentarlo para facilitar la 
adopción de las medidas que deben garantir en lo sucesiva 
nuestra seguridad* 



- B61 — 

La manera de entablar nuestro comercio: la economía en to- 
dos los ramos de administración pública: el entable de relacio- 
nes estranjeras, y otros varios negocios forman el objeto de su 
misión. 

« V. S. tendrá en todos ellos la intervención jcompetente, 
para que, dirigiendo á un solo fin nuestras miras, contribuya 
así cada cual, en la parte que le corresponde, á la felicidad del 
pais, y á realizar el triunfo de la libertad. Yo por mi parte ofer- 
to á V. S. de nuevo mis mas cordiales votos. Espero que V. S- 
contribuirá con los mismos á llenar los deberes de su alta re- 
presentación. 

« Tengo la honra etc. 

« Cuartel Gteneral, Agosto 13 de 1816 

« José Artigas. 
« Al Muy Ilustre Cabildo de Montevideo > 



Continuaremos ahora ampliando y comprobando la exacti- 
tud de nuestra afirmación de que el Q-eneral Artigas nunca fué 
agresor en las luchas civiles del Bio de la Plata. 

Frecuentes y favorables oportunidades tuvo él para poder 
agredir á sus enemigos sorprendiéndolos, y obteniendo un fácil 
triunfo; ó iniciando nuevas campañas en momentos en que to- 
das las probabilidades estaban á su favor. 

Algunas veces sus aliados ó protegidos como el General Es- 
tanislao López, Gk)bemador de Santa Fé, y Ramírez, de Éntre- 
nos, iniciaban por su propia cuenta, é inconsulto Artigas, una 
nueva campana contra el Directorio, como aconteció en Octu- 
bre de 1819, apoderándose aquel del convoy de armas que 
acompañado por el General D. Marcos Balcarce se enviaba á 
Córdoba para el ejercito de Belgrano. López habíase negado á 
permitir que el General Artigas acantonase en Santa Fé una 
fuerza oriental que el quería destacar para que vigilase los mo« 



'jÉR 



Timientos de las tropas del Director Kondeau; circunetaDC 
que demuestra que la iniciativa de aquella agresión contra 
Directorio, (que el mismo López aplazó por algún tiempo pi 
no ÍBÜtAT á las estipulaciones del Convenio de San Lorenz 
agresión ¿ que lo arrastaba el batallador Ramirez incitado pi 
el funesto Carrera) ñié tomada sin anuencia ni consulta de A 
tigaa, aunque contándose con su sanción y auxilio para toe 
evento. 

De este modo se concitaban principalmente sobre .áj^;ig 
nuevos odios y rencores porosas ú otras hostilidades, y nuevi 
guerras, en que venian á verse arastradas otra vez todas I 
Provincias del litoral, en momentos muchas veces en que 
General Artigas se hallaba sobre las fronteras del Bio Grand 
completamente ajeno á esas nuevas luchas, por mas que ell: 
respondiesen á la realización de sus aspiraciones predilecti 

Vamos á presentar ahora otras nuevas pruebas del espiri' 
de agresión que imperaba en las resoluciones de los Direct 
rios, tratando siempre de hostilizar á Artigas, como reahzacic 
de su invariable politica de opresión á los pueblos. 

Prescindiremos de las primeras invasiones al Entre-Rios 
á Corrientes, y sobre todo de la invasión practicada sobre 
primera de eaas dos provincias por el Gobernador de Santa] 
General Dias Velez, enviando al Coronel don Feliciano H 
lemberg con una fuerte expedición, que fué tan complétame 
te derrotada, y enviados los prisioneros incluso el jefe, al G 
neral Artigas, que los puso muy luego en libertad. 

El inteligente autor de la Histoiia dd General D. Estanisl 
López, Don Bamon Lassaga describe asi el carácter y result 
dos del sistema de hostilidad y subyugación que se observal 
por todos los Directores Supremos respecto de las provincii 
y especialmente en Santa Fé, en la que justamente era m 
extensa y temible la influencia del General Artigas, la que p 
la misma razón se qneria á todo trance anular. 



— 863 — 

Y asi mismo, debe recordarse que la primera expedición de 
Viamont enviada por el ©irector Alvarez Thomas á que se re- 
fiere Lassaga, no revistió un carácter tan vandálico en sus 
hostilidades como la segunda del G-eneral Dias Yelez, de odio- 
sa recordación para los Santafesinos. 

Dice asi Lassaga ( pajina 16 ): 

«. Llegó á la ciudad el general Viamont al frente de 1.600 
hombres de toda arma, y dos buques de guerra. La situación 
de Santa Fé no podia ser mas critica: las masas del pueblo 
exaltadas por la federación, hablan levantado altares al gene- 
ral Artigas, y declarado guerra á muerte á todos los que entre 
sus enemigos se encontraran. Ademas, Buenos Aires le habia 
estado mandando sátrapas en vez de gobernadores, los cuales 
parecía que con sus hechos se empeñaban en cavar el abismo 
que debia separar mas tai de por muchos años, á dos provin- 
cias hermanas por la gloria y el martirio. 

« Desde el 25 de Mayo de 1810, desde que se sublevó contra 
el gobierno de Buenos Aires, hablan mandado en Santa Fé 
seis gobernadores, todos nombrados por aquella provincia, los 

■ 

que se rodeaban de los hombres de menos crédito, atrepella- 
ban á los de mas respetabilidad, y por último, empezaron á des- 
confiar de todos, resultado preciso de un manejo arbitrario. 

«Cuando el General Viamont entraba á Santa Fé, don 
Francisco Antonio Candioti, nombrado Q-obemador propieta- 
rio por el pueblo, estaba en los últimos momentos de su vida, 
falleciendo el 27 de Agosto. La elección de nuevo gobernante 
iba á hacer conocer al pueblo de Santa Fé si solamente venian 
las tropas de Buenos Aires á impedir que las tropas de Artigas 
pasaran á esta provincia, ó si era tratado como un pueblo con- 
quistado. La experiencia demostró que las promesas del Di- 
rector Supremo que habia sido gobernador de esta provin- 
cia, eran falsas y que habia jugado vilmente con la buena íé 
de los santafesinos. » 




_ 364 — 

Hasta aquí Lassaga: 

Ko terminaremos esta parte de nupatrae consideraciones 3 
asertos, sin robustecerlos con el mismo juicio del Greneral Mi' 
tre en su Historia de Belgrano, qnees concordante con nues- 
tra aflru.acion, de que las agresiones y hostilidades partían d( 
los Directorios. Dice asi: 

« Después de largas conferencias, los diputados redugei-or 
SUB exigencias al ajuste de una tregua estipulada en términos 
vagos, como si se tratara de dos enemigos que solo esperaban 
una oportunidad par& romper las hostilidades. 

« Rechazadaa las proposiciones, los comisionados de Artígai 
se retiraron diciendo que « iban en paz, *y e\ Director les con- 
testó que « quedaba con ella; » palabras que ocultaban una da- 
(daracion de cuasi guerra. Asi terminó esta inñnjotaoaa tentati- 
va de conciliación. Esto último sucedía á piiiioipioa del mee de 
Agosto de 1815. 

« Al terminar el mes de Agosto del mismo año, el Directo- 
rio, visto d mai éxito de lapiiniera Tiegociacion con Artigas y su 
actitud sospediosa, se había visto en la necesidad de as^imir una 
posision mas deddida, aunque sin atreverse & desplegar la politim 
enérgica qve las drcunstandas aconsejaban. Bajo el jtretesto dé 
contener las irrupciones de los indios; pero con d objeto evidente 
de cerrar d paso dd Rio Paraná A los fuerzas de Artigas que 
ocupaban su parte occidental, dispnso que un cuerpo de tropas, 
con el titulo de Ejército de observación y bajo las órdenes de] 
C^eneral don Juan José Yíámont, marchase á ocupar á Santa 
Té, haciéndole' preceder de una proclama (23 de Julio de 
1815) que ponia de manifiesto ó la irresolución ó la impoten- 
cia. <c Yosotroa, » decía á los Santafesinos, habéis querido en- 
« cargaros de vuestra propia dirección, nombrar vuestr0| ma- 
« gistrados y romper los vínculos qne os unian al pueblo de 
« Bnenos Aires como capital del Estado, y particular de vnes- 
« tra provincia : no temáis que un ejército enviado por sus Ór- 



— 365 — 

« denes vaya á hacer el cambio en vuestros consejoa Libres 
«c sois, y sino debieseis á la naturaleza este privilegio, yo por 
« mi voto os lo concediera. Hasta las resoluciones soberanas 
« del Congreso General, podéis disponer independientemente 
« de vuestro destino. » 

Hasta aquí el General Mitre. 

Conviene que agreguemos que esa espedicion á Santa Fé 
terminó por el mas completo descalabro. 

Los milicianos de esa ciudad y del !Riuoon dirigidos por don 
Mariano Vera y don Estanislao López, capitán entonces de 
una fuerza de campaña, auxiliados por una división & las orde- 
nes del coronel don José Francisco Bodriguez enviada desde 
la Bajada del Paraná por el General Artigas, lograron en va- 
rias accciones derrotar á Viamont, apoderarse de sus buques, y 
después de un sangriento asalto, hacerlo rendir con toda la 
guarnición, siendo remitido con algunos oficiales y tropas al 
Hervidero á disposición del General Artigas, quien los mandó 
poner en libertad al poco tiempo, con la mas ejemplar magna- 
nimidad. 

Poco despueS; la capital de Buenos Aires, en una completa 
anarquia principió á reaccionar contra el Director Alvarez 
Thomas, y la Junta de Observación, compuesta de ciudadanos 
influyentes y enérjicos, repudió su mala política, pidiéndole 
formales explicaciones por la misión á Europa de los Sres. Ei- 
vadavia, Belgrano y Sarratea, uno de los cuales, el General, ha- 
bia regresado en esos dias. 

En esa tremenda crisis, producida por los extravies políti- 
cos del gobierno de Alvarez Thomas, que conjuntamente con 
la fatal jomada de Sipe-Sipe, pusieron á dos dedos de su ruina 
la nación, justamente en los momentos en que se reunía el 
Congreso en Tucuman; aceptadas y sostenidas por casi todas las 
provincias las aspiraciones federativas que Artigas inculcaba 
con su ejemplo y con su espada ; el Director Alvarez Thomas 



— 366 — 

persistió asimismo en sn insensato sistemado subyugación á 
la victoriosa provincia de Santa Fó, y envió nuevos refuerzos 
á las ordenes del General don Eustaquio Diaz Velez, nombran- 
do general en jefe al General Belgrano. Esa nueva expedición 
que podia decirse era in extremis, y la que fué desaprobada 
por la poderosa Junta de Observación, resultó ser un verda- 
dero suicidio para el infatuado Alvarez Thomas. 

Sublevóse una parte de aquellos refuerzos, y el General Diaz 
Velez celebró en la Capilla de Santo Tomé con los comisiona- 
dos de Artigas el pacto conocido en la historia por aquel nom- 
bre, por el cual quedaba destituido Belgrano, y comprometido 
Diaz Velez á derrocar del poder por medio de ese motin al Di- 
rector Alvarez Thomas que se habia encaramado al poder por 
otro motin, precisamente un año antes en los mismos dias, en 
Fontezuelas (1). 

De ese modo humillante y vergonzoso terminaron estas dos 
cálebres expediciones contra Santa Fé, realizadas tan solo para 
agredir y anular al Protector. Esa guerra suscitada á Artigas 
no tuvo otro resultado que el de robustecer su autoridad y su 
prestigio en las provincias del litoral, y contribuir á dar en tier- 
ra por medio de una forzada renuncia con el mismo Director 
Alvarez Thomas que la inició y llevó á cabo en odio ¿ Artigas. 

Vamos ¿ ver ahora el respectivo rol de este, y del General 



(1) «Por él se estipulaba: la separación de Belgrajao del mando del ejérci- 
to; el nombramiento de Diaz Velez como sucesor; la retirada de las tropas 
de Buenos Aires y la deposición del Director Supremo, todo con la concu- 
rrencia de ambas fuerzas. Los gefes y oficiales del ejército se adhirieron 
á este indigno y vergonzoso tratado el 11 k las tres de la mañana, ponién- 
dose asi del lado del caudillo de la anarquia, y traicionando los altos in- 
tereses, el orden y los deberes de la disciplina. En consecuencia de esta re- 
volución, hecha en connivencia con el enemigo, Belgrano fué depuesto 
y arrestado en su campo, y al dia siguiente se le intimó, con arreglo k 
lo pactado, que debia retirarse k Buenos Aires, lo que en efecto verificó.» 

MiTKE, Historia de Bdgrano. 






— 867 — 

don Antonio Gk>nzalez Baloarce, que sustituyó como director 
á Alvarez Thomas, en las nuevas guerras y agresiones que se 
iniciaron tenazmente contra el Gefe de los Orientales y su^ 
protejidos ó aliados. 

« Este nuevo gobernante, ( dice Mitre en su Historia de Bel** 
grano, tomo segundo, página 112 ) apresurándose á brindar con 
la paz á don José Artigas, aceptó las humillantes condiciones 
preliminares que este le impuso, que eran, retirar las tropas 
de Buenos Ajíes á la linea del Arroyo del Medio y enviar á su 
campo comisionados para tratar. » 

Esas condiciones humillantes á que se refiere el Q-eneral Mi- 
tre, y las que en realidad nada tenian de tales, después de Icts 
agresiones que hemos compendiado antes, se encuentran indi- 
cadas en el siguiente oficio inédito del General Artigas al Di- 
rector Balcarce, en el que se revela la disposición pacifica y 
conciliadora de Artigas. 

Oficio del General en Oefe de los Orientales al Supremo Oóbier" 

no de esta Capital. 

« Acabo de recibir una invitsKjion de los Diputados de ese 
gran pueblo, á quien V. E. dignamente preside, con el noble 
objeto de arreglar las diferencias que existen, y que han en- 
cendido la guerra intestina. Yo siempre amé la paz, y mis 
medidas siempre fueron eficaces por realizarla. 

« Con este objeto indico á V. E. lo mismo, que á sus comi- 
sionados; que antes de todo avenimiento, las tropas del Bosario 
deben retirarse á San Nicolás, ú otro término de su jurisdic- 
ción. Afianzado este paso, los señores comisionados podrán pa- 
sar á esta Banda por mar consultando de este modo la brevedad 
que es de desear. Entonces se ajustarán las ideas y serán reci- 
procas las satisfacciones. Interesado en la gloria de este gran 
dia para las provincias del Sud, felicito á Y. E. desde ahora 



i* 



— 868 — 

por el acierto de ver abrazadas intimamente la eqnidad y la 
justicia. 

« Tengo el honor de saladar i Y. E. con mis cordiales 
afectos. 

« Cuartel General 7 de Mayo de 1816. 

« Exmo. Sr. 

« José [Artigas y 

« Al Excmo Sr. Director D. Antonio Qonzales Baloarce. » 



Veáse ahora la contestación dada por el Director & la nota 
anterior, revelando el mismo espíritu amistoso y prometiendo 
enviar los Comisionados que debian terminar la transacion: 

« Exmo. Señor : 

« Me ha causado mucha satisfacción el contenido del oficio 
de V. E. de 7 del corriente; en que me expresa su disposición á 
una perfecta paz entre ambos territorios, cual la exige la guer- 
ra desastrosa que sostenemos contra la tiranía española. A su 
recibo las tropas dependientes de este gobierno se habían re- 
tirado ya hasta San Nicolás, y desraes de haber condescendido 
con cuanta solicitud se le ha indicado necesaria para el resta- 
blecimiento de la paz, solo le resta • asegurar á V. S. del modo 
mas solemne que continuará en iguales términos con quanto 
esté á sus alcances y le sea permitido, anhelando siempre por- 
que los benéficos deseos por la concordia se vean en esta oca- 
sión realizados, como sucederá sm duda alguna, pues que V. E. 
promete prestarse á las negociaciones principiadas por los di- 
putados de este pueblo. 

«A su nombre es que rindo á V. E. las gracias por su gene- 
roso ofrecimiento, sin poder omitir que quedo penetrado de 
ser esté el feliz momento de desterrar las desavenencias, cuyo 



u _ 369 — 

/ 
•' ajuste es muy sencillo entre patriotas, que obran con justicia, 

ingenuidad y buena fe. 

« Dios guarde á V. E. muchos años. 

« Buenos Aires, Mayo 31 de 1816. 

« Antonio Oonzalez Balcarce, 

« Exmo. Sr. D. José Artigas, capitán general de los pueblos 
Orientales. » 



De acuerdo con la Convención de Santo Tomé, el Director 
Balcarce comisionó al Dean Dr. Gregorio Funes, para que 
arreglase las condiciones de um'on con la provincia de Santa 
Fé, bajo la base de que el congreso de Tucuman aprobaría 
aquel pacto, por el cual esa provincia quedaba absolutamente 
desligada de sd dependencia de Buenos Aires, y en aptitud de 
administrarse por si propia. 

Efectivamente, se terminó de un modo satisfatorio esa Con*- 
vención, con gran júbilo para los Santaíesinos, pero el Congre- 
so, dirigido ó influenciado por el Dr. Anchorena y por los demás 
miembros de la diputación de Buenos x^ires, obtuvieron que 
aquel reprobase, de heclio. dicho pacto, quedando nuevamente la 
situación entregada al azar de las armas. 

El General Balcarce que se habia comprometido á obtener 
la ratificación del Tratado de 28 de Mayo, faltaba asi á su so- 
lemne promesa, demostrando á los Santafesinos que no halla* 
rian en el Congreso sino enemigos, con excepción del Diputa- 
do Corro, enviado cerca del General Artigas, para procurar 
una difícil aquiescencia. 

Aunque el General Artigas no habia quedado del todo satis- 
fecho con aquellas negociaciones, para cuya estipulación no 
habia sido debidamente consultado por su protejido el Gober- 
nador Vera, así mismo decidióse por aprobarlas desde que es- 
te le hizo conocer las difiioultades que habían hecho aplazar 



24 



é 



— 370 - 

dicha consultE^ y siempre fiíme en aijs compromisos de i 
der aquella provincia hermana, declaró que no entran; 
ninguna tran&acíoa en tanto no se aprobase y ratificase 
pacto, quedando con él definitivamente sancionada por el 
greso la independencia provincial de Santa Pó. 

Pero en los momentos en que se llevaban ¿ cabo esas 
saciones tan benéficas para la nación, en que todos los b 
cindadanos se felicitaban de tan fecundos avenimientos, 
rando del Congreso una solución fraternal: sin previo 
de ninguna clase, con una criminal perfidia, fué invad: 
Provincia de Santa Fé poruña división á lasórdenes de 
mo Cteneral Díaz Yelez auxiliado por una escuadrilla. 

Esa invasión fué repudiada y reprobada por la Junta t 
servacion como un atentado de Diaz Yelez; paro el hec 
que tamaño crimen dejó marcado con un sello de inicua 
íó, y de odiosa agresión la politics de esos gobernantes, ir 
Balcarce, que asi incitaban á sus subalternos á tan injusl 
ble atentado, sin el coraje de asumir su responsabilidad, 
trocediendo espantados ante la indignación pública. 

Como Balcarce fué destituido por inepto é indiferente 
la cosa pública por la misma Junta de Observación el 
Julio de 1816, y Diaz Yelez inició su expedición áfii 
Junio, llegando recien á Santa Fó el 26 del mismc 
de Julio, se ha creido por algunos que aquel gobernantí 
escento de todo cargo á tal respecto, y que solamente fne 
ponsable del atentado la Junta de Observación que lo : 
plazo con don Francisco Antonio Escalada y don Migue 
goyen. 

Nosotros con vista de los antecedentes históricos, no ñ 
dualizamos al verdadero autor, por mas que la presenc 
Doctor Tagle en el Ministerio de Balcarce, y los trabaj< 
uno y otro para íacilitar la conquista de la Banda Orienti 
los Portugueses, debían bastar para señalarlos como loa v 



/s.-^x 



'w 



— 371 — 

deros instigadores, y en especial, este último, de tan siniestro , 
plan de agresión. 

Así mismo, hay ciertas pruebas que revelan esa participa- 
ción de ambos personajes. Pruébalo la nota amenazante de 10 
de Junio dirigida á Vera por los comisionados de Balcarce, en 
que pretendían intimidar á dicho Vera con ^las dolorosos con^ 
semencias» de su resolución de dar por no pactados los tratados 
desde que no se ratificaban por Balcarce. 

Y más claramente lo revela aún la misma nota de éste al 
Congreso informándole de estos hechos, y dolándose decir: « qtie 
como hábia inquietud en Santa Fé, y siis autoridades despacharon 
algunas partidas^ dio esto lugar á que fuera necesario repasar el 
general Dia^ Velez con consideracioii á cualquier evento, segtm se 
ha ejecutado, » 

Pero, como hemos dicho, prescindiremos de individualizar 
quienes íueron los verdaderos instigadores ó autores de esa bár- 
bara agresión. 

Lo que si acusamos y denunciamos sin indulgencia ni con- 
templación es la política ó sistema de agresión á las provin- 
cias, que patrocinaban los malos argentinos que el Dr. López 
con respetuosa veneración á su memoria, llama los políticos déla 
Comuna; (1) la que constituía una bandera y un programa de 
Gobierno para los círculos que sucesivamente trepaban al poder, 
y que, sea en la Asamblea Constituyente, sea en el Congreso 
que la subsiguió; sea en los Triunviratos; sea en los Directo- 



j" 



(1) Dice el Dr. López, página 9, tomo 1.** : 

« No puede ponerse en duda que este espíritu insurrecto y divergente dd 
patriotismo localtcfíia bases justas y racionales (el artignismo y las monto- 
neras). Pero al mismo tiempo, él no era el menos mortal de los peligros 
que amenazaban la causa de la emancipación en que todo el país estaba 
comprometido. La semi-barbarie de los lugares y de los campos no tenia 
ni podía organizar medios regulares de acción como los que tenia y or- 
ganizaba el PARTIDO DE LOS POLÍTICOS cuya base y cuya resi- 
dencia estaba en la Comuna de Buenos Aires. » (!) 






'S¿i? 



I 









f 



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f _ 372 — 

ríos, ó ya en la Junta de Observación, hacía siempre valer el 

uso de las armas fratricidas para resolver las cuestiones de or- 

3. ganizacion política; y cuando no podía triunfar con las bayo- 

! netas, echaba mano de la intriga y de la perfidia, para desqui- 

ciar y anarquizar el país, creyendo de ese modo triunfar mas ía- 
g Gilmente de sus enemigos. 

& A esa política, y á ese conjunto de verdaderos demoledores, 

j^ podría aplicarse con perfecta justicia el juicio siguiente que 

^' emite el Conde Montalembert en su obra sobre la Inglaterra : 

■I ': «■ Pero hay ademas otra democracia aborreoedora, celosa, fn- 

J;> « riosa, hija de la envidia, la, que Bossuet ha definido con tan- 

::. « to acierto como el negro y secreto efedo de iiii ofijiúlo débil. Su 

I-' « genio consiste sobro todo en contrarrestar y en destruir to- 

;■:•' a das las superioridades que nacen de la na'uriüeza de las co- 

'0 «. gas, tales como las constituyo y proclama la vida histórica 

,;; « de los pueblos. Ella es e! enemigo de todo cuanto se perpe- 

■l « tua, de todo cuanto resiste, de todo cuanto se engrandece, 

'. « Niega todos los progresos graduales de la libertad : insulta y 

« veja á todos sus aliados naturales; y sobre todo persigue con 
■:' « una implacable ingratitud i las entidades que la han auxi- 

'■ « liado, ó que la han servido. 

;," «Convierte la vida délas naciones en una tempestad per- 

; « mauente; y las arrastra á buscar en su pánico un refugio en e^ 

« primer puerto que se les presenta, haciéndolas ofrecerse co- 

" mo rehenes ó como siervas al primei'O que las salve del nau- 

« fragio. 

« Con ella no es la democracia liberal, es la democracia uni- 
« taria la que ha vencido. Es de este modo como ella no puede 
'■, « servir sino para abrir el camino á la unidad del despotismo.» 

' Esa política y esos políticos son los que triunfaron instigan- 

do á Díaz Veloz para que se lanzase clandestinamente sobre 
Santa Fé y aumentase las ¡jáginas de nuestras guen-as civiles 
con uno de sus mas aterrantes episodios. 






— 373 — 

Se combatió en Santa Fé durante treinta días sin tregua ni 
cuartel terminando por la mas espantosa catástrofe y derrota 
para los expedicionarios, que perdieron la mitad de su fuerza 
en esa criminal empresa. 

Conviene á nuestro propósito hacer conocer en toda su ex- 
tensión el cuadro trazado por Lassaga en su historia del Gene- 
ral López al describir los episodios de esa invasión. 

« Diaz Velez sanjeó las esquinas de la plaza y se atricheró 
en ella, quedando sitiado en la misma ciudad que acababa de 
conquistar. Desde el instante que penetró en la plaza después 
de fortificarse, entregó la ciudad á la disposición de sus tropas, 
tratando á Santa Fé como si fuera un pueblo con quien Buenos 
Aires tuviera muchos motivos de queja. Los vándalos no hu- 
bieran hecho mas destrozos que lo que hicieron las tropas de 
Diaz Velez en esta ciudad. Solamente las casas de los adictos 
á Buenos Aires fueron dispensadas en los primeros dias del sa- 
queo general, pero cuando vencido por el estrecho sitio que le 
pusieron las tropas santafesinas, abandonó esta ciudad, también 
fueron aquellas completamente robadas. 

« Veinte dias estuvo el general Diaz Valez en Santa Fé, y 
ninguno de ellos se puede decir que durmieron ni descansaron 
un instante, porque las tropas de Vera los acosaban de dia y 
de noche, entrando á escape hasta muy cerca de la plaza sin 
poder contenerlos ni las repetidas descargas de fusilería ni los 
tiros mortíferos de cañón. 

« Los santafesinos pedian á los soldados de Diaz Velez que 
saliesen á combatir al campo libre, pero estos soldados rehusa- 
ban su invitación, pues las veces que aceptaron el desafio fue- 
ron hechos pedazos. Los santafesinos de esta época eran todos 
soldados, y los soldados^ héroes. 

<c Después de estas dos salidas pegaron fuego por la noche 
á todas las casas de las orillas del pueblo, aumentándose de 
esta manera el odio que los vecinos les tenían. 






i- 



^ 



« Este no er& modo de llevar á la unión un pueblo de v 
tea. Si hubieran venido á atraerlos por medio de la persi 
A la alianza genera!, hubiera sido una nueva corona con i 
podría engalanar el pueblo de Buenos Aires. Pero pe, 
fuego á las liabitaciones, robando todo lo que en las ca 
encontraba y llenándola ciudad con sus desórdenes, no 
medio á propósito para concluir con la anarquia que te 
en la República. La invasión de Diaz Velez colmó la medí 
Bnfiímiento y ahondó mas ese abismo terrible que separó 
dos provincias hermanas y que fué llenado durante m 
años con sangre de valientes argentinos. 

« Desde aqnj se puede decir que principió ese odio san 
to que durante un dilatado tiempo abrigaron las provincia 
tra Buenos Aires; y loa nombres de Porteños y Provincial 
nieron á ser para la República Argentina, como los an' 
Mónteseos y Capuletos de Verona.» 

Pocos diaa después, aprovechando las sombras de la i 
Dias Velez y lo que quedaba de su ejército huian á. emba 
dejando todos sus bagages, artUleria y mas de 400 prisi' 
que no tuvieron tiempo de embarcarse, el Gefe de la esc 
lia Coronel Irigoyen y muchos oficiales en poder de los 
riosos Santafesinos. 

De este modo terminaba esa nueva y funestisima ag 
que muy luego iba á repercutir en Córdoba, ensangrenti 
con la revolución de Eulnes, y que generalizó en todas le 
vincias el odio á la poHtica opresora que la produjo. 

Por otra parte, el desastre de la espedicion de Dias Ve 
hizo sino robustecer mas y mas la autoridad de Artigas, 
á BU aliado ó protejido el Gobernador Vera una prepon 
cia indiaputada en la provincia de Santa Fé. 

Creemos oportuno hacer conocer el modo como el Gn 
Hitre aprecia aquellos luctuosos episodios. Dice asi: 

« Apenas inició Diaz Velez su invasión al pais empez< 



— 376 — 

llevarse en masa, emigrando las poblaciones, retirando sus ga-^ 
nados, haciendo el desierto á los invasores, hostilizándolos con 
sus guerrillas. Asi llegó hasta las inmediaciones de la ciudad 
de Santa Fé. La escuadrilla que le habia precedido, estable- 
ció el bloqeo fluvial ( el 21 de Julio de 1816 ) en las bocas del 
Colastiné. 

« En un movimiento mal combinado con el ejército, perdió 
sus dos cañoneras y un falucho ( 26 de Julio ) que fueron to- 
mados á lazo, rindiéndose ¿us tripulaciones; poco después fué 
sorprendido ( el 9 de Agosto un lanchen armado en que quedó 
prisionero el mismo General Irigoyen. — Diaz Velez después de 
ocupar á Santa Fe abandonado por sus habitantes, encontrán- 
dose sitiado y en peor situación que antes, tuvo que empren- 
der por agua una retirada trabajosa, suiriendo muchas perdi- 
das. 

« Los santafesinos quedaron por segunda vez dueños del 
campo. Cualquiera que fuera la causa que defendiera S^-nta 
Fe, no puede negaijse admiración á una provincia pequeña, ca- 
si desierta, pobre, sin tropas disciplinadas y mal armada, que 
con tanta virilidad sostenia su independencia local contra un 
enemigo relativamente poderoso, tomando parte en la lucha 
la población en masa, sin excluir niños ni mujeres. 

<c Esta malhadada espedicion, encendiendo de nuevo los 
odios contra los porteños y alentando mas á los montoneros, 
lanzó decididamente á Santa Fé en la liga de Artigas y dio 
origen á nuevos disturbios que ocurrieron en el interior, como 
vá ¿ verse. 

. « A su paso por Córdoba el Director Puyrredon se habia 
apercibido del mal espíritu de su población y sobre todo de su 
Gobernador Don José Javier Dias, embozado partidario de la 
anarquia de Artigas, bajo cuya protección se habia puesto en 
1816, época en que fué nombrado Gobernador, proclamando la 
Independencia de Córdoba y amparando por bando solemne á 



Ji 



— 376 — 

los desertores üel ejercito Nacíoua], que combatían contra 
enemigo esterior. » 

Aunque con tanta sobriedad y templanza, ya se vé con 
censura Mitre mismo esa criminal invasión. 

Conviene liacer constar que Dn Mariano Vera, que tan D' 
table se hizo en esa defensa de Sa;itnf¿ había sido colocado e 
la gobomacion de esa provincia, por orden del General Artigs 
según !o prueba la siguiente resolución ó despacho expedic 
por el Coronel Don Josc Francisco Rodrigues, Otlo de las fue 
zas auxiliadoras enviadas por el General Artigas para libert; 
á Santa Fé: 



« El Ciudadano Josc Francisco Rodríguez General de I 
Fuerzas Orientales auxiliatorias de Santa Ff. 

« Hallándome ampliamente facultado por el General de I 
Orientales Ciudadano José Artigas, protector de los puebl 
Libres, para que nombre á mi marcha un Gobernador que pres 
da este Pueblo; y siendo el Con'andante General de las líeuni 
nes ciudadado Mariano Vera, decidido completamente por nue 
tra sagrada cansa, comprobado de cuantos modos pueden es 
girse, singulares sus sacrificios, notoria su idoneidad y de tO( 
mi confianza : He venido en nombrarlo por tal Gobernador i 
este Pueblo, para que arregle lo económico de él, y decida de t 
dos los asuntos qae corresponden á su empleo. Por tanto ó 
deno, y mando, ee le haya, tenga, y reconozca por tal Gober- 
nador, guardándole los fueros, exenciones, privilegios y prero- 
gativas que por este titulo le corresponden, para lo cual le ex- 
pedí el presente despacho, firmado de mi mano. 



«</0£e j'ra?icisco £t(M?-ifftiez. » ^m 

\ f 



« Fecho en 9anta F¿, á 12 de Abril del816. 

« José Francisco Rodi-it 



— 377 — 

En cuanto á la Comisión que había reemplazado al Director 
Balcarce; ella tampoco se atrevió á prohijar el crimen cometido 
por Diaz Velez: crimen que por mas anónimo que restdtase, 
no recibió de ella ni del Director Pueyrredon que la sustituyó, 
el castigo ejemplar que merecia. 

La Comisión Gubernativa se limitó á desautorizar el hecho, y 
asegurar á Artigas que se hablan expedido órdenes para que 
Diaz Velez se retirase del territorio invadido, cuando ya habia 
tenido que hacerlo á la fuerza por la tremenda derrota que 
habia sufrido. 

El oficio siguiente de la Comisión al Genevr«l Artigas revela 
la fe que podia depositarse en las ofertas de reconciliación, al día 
siguiente de tales agresiones y atentados. Hé aquí dicho oficio: 

« Después que la Comisión consecuente á los sentimientos que 
manifestó á V. E. en oficio de diez y seis del corriente repitió 
las órdenes al General del ejército de observación para que 
permaneciese en los límites del Territorio de esta Provincia, 
conforme á lo resuelto en acta general de guerra de 15 del 
mismo, he recibido oficialmente el aviso de haber desobedecido 
aquel gefe y los demás de su dependencia la autoridad residen- 
te en esta Comisión. No obstante este paso contra el ínteres 
general de los pueblos, se ha procurado reducir á dicho gene- 
ral á la senda de su deber por los medios suaves y razonables 
dándole lugar á la meditación; pero lejos de haber triunfado de 
sus desvarios, la Comisión sabe por noticias extrajudiciales 
marcha dicho ejercito sobre Santa Fé. 

« En este caso, siendo la salud de la patria la ley suprema 
que respeta, la Comisión comienza á poner en movimiento los 
grandes recursos de su poder para escarmentar á los autores de 
tan escandalosa insurrección y sujetarles á la sumisión que de- 
ben á su Gobierno. 

Bajo este concepto Y. E. no debe dudar un punto que sean 
cuales ftiesen las operaciones de las ftierzae del citado ejército 



— 878 — 

sobre Santa F¿, lejos de traer so origen de las disposi' 
de la Comisión, arrastran su responsabilidad ante el Suj 
Tribunal de la Patria. Por I© tanto la Comisión espera que 
aceptará gustoso las ideas benéficas qyie la animan y He 
tara á la reconciliación apetecida, quedando por parte d< 
biemo esclusivamente reparar el agravio que le im 
conducta arbitraria del Ceneral Díaz Velez. 

« Dios guarde á V. E. muchos años. 

Buenos Aires Julio 27 de 1816. 

« Miguel de Irigoyen — Jiian Antonio < 
calada— Antonio Berniti; — Secreta! 
« Exmo Sr. Capitán General D, José Artigas. » 



Conviene saber que esta invasión á Santa Fe, cuya r* 
sabilidad como hemos dicho no quiso aceptarse por el G 
no de Buenos Aires, renegando todos de ella como c 
obra siniestra, pretendiéndose que habia sido empreud 
ejecutada por Diaz Yalez por su sola cuenta, fué sin em 
concebida como nn exelente plan de campaña, pala dt 
de un solo golpe á Artigas, apoderándose de Santa Fé, s 
mo tiempo queel Coronel Hereñií, descontento ya con 
debia sublevarse en Entre-üíos; para lo cual se habia ] 
de acuerdo con Díaz Telez y con Balcarce desde el mes c 
yo, casi dos meses autes de iniciar su marcha Díaz Vele 

No se le ocultaban á Artigas estos trabajos, como lo de 
tra el oficio dirijido por él al Gobernador Vera, poniéndt 
bre aviso respecto á los movimientos y planes que pudiei 
mar dicho Hereñú en su próxima y sospechada defeccioi 
cia así el General Artigas : 



« Acaba de llegar el Sr. B. Manuel Obaudo con sn ap 
ble del 16 y demás comanicaciones. 




— 379 — 

« En contesto debo decir áV. S. que en previsión delo« 
males que nos rodean, saldrá mañana con su gente el capitán 
don Luis Zapata con dirección á ITogoyá, donde escribe á 
aquel comandante y demás para estar alerta sobre cualquier 
movimiento y operación del Paraná. 

« Igualmente sale el mayor don José Francisco Bodriguez 
con otra poca gente por Feliciano, á ocupar aquel postado del 
Paraná, estando en igual observación. — Yo sin embargo de 
tener las mejores causales para una fundada sospecha, no qtii- 
siera partir de golpe en un asunto de tanta importancia. 

« Yo no deseo acriminar l^inocencia, ni absolver al delin- 
cuente. En esta virtud quisiera ver el horizonte más claro 
para emprender un rompimiento ó arbitrar los medios que 
dicta la prudencia. V. S. como más inmediato, esté alerta y 
pronto para impedir cualquier atentado que se adivine en He- 
reñu en fuerza de su despecho y nuevo compromiso. 

« Espero que V. S. con la mayor celeridad me dará aviso de || 

cualquier incidente análogo á los momentos. Yo no seré omiso % 

en dar á V. S. avisos de igual naturaleza, y todo podrá realizarse ^ á 

sin que un nuevo contraste amargue la época. Hereñú ya se ^j 

halla sospechoso: si procede de mala fé, deberá asegurarse y to- • | 

mar medidas ejecutivas, y según los resultados seriln medidas j 

mis providencias. A 

« Al efecto tengo escrito á varios amigos, y no dudo me avi- ff, 

sarán escrupulosamente de cualquier atentado, y procederán se- '7^ 

gun el orden de mis providencias. El fin es que por su parte | 

quede toda responsabilidad para responder á los cargos que J 

puedan hacérsele por su comportacion. 'é 

« Tengo el honor de saludar á V. S. con todo mi afecto. V 

« Purificación Junio 18 de 1817. I 

José Artigas, » J 

« Al Sr. Q-obemador D. Mariano Vera. » :> 




— 380 — 

H« aqm como Artigas daba cuenta al Cabildo de Mon 
deo de la agresión de Diaz Velez en las dos notas siguii 

« Quedo inteligenciado por el honorable de V. S. A 
del que espiró, estar adoptadas todas mis providencias ¿ í 
mente del parte recibido por conducto del capitán Mar 
Yo no espero más que la goleta « Constancia » para el coi 
to de las luuniciones que creo precisan llevar. Ya está 
Arroyo de la China, y be tomado providencias para la p: 
remisión de aquellos útiles. Luego que lleguen, emprendí 
marcba con el resto de las tropas y su empeño y energía deci- 
dirán nuestra suerte sobre el seguro de nuestra felicidad. 

« Acompaño á V. S. igualmente el parte del Paraná, expre- 
sivo de la resistencia vigorosa que ha hecho Santa Fe contra 
la escuadrilla que le atacó por mar. y de las ventajas consegui- 
das ya contra el ejército que al mismo ftn marchaba por tierra. 

« Pongo en conocimiento de V. S. estos acontecimientos que 
comprueban la perfidia y mala fe del ftobiemo de Buenos Ai- 
res, y dan m¿rito á calcular sobre la fomplicacíon de las cir- 
cunstancias, y empeñar todos nuestros esfuerzos por conservar 
la dignidad de nuestras ideas, y mantener en un pié respetable 
nuestra opinión y la liberalidad de nuestros sentimientos. 

« Tengoel honor de saludar á V.8. con toda mi afección. 

<; Purificación, 2 de Agosto 1816. 

« José Artigas. 
« Al Muy Ilnstre Cabildo Gobernador de Montevideo. » 

« Adjunto 4 V. S. esa comunicación interceptada en Santa 
Fé, y que acompaño en copia. Por ella calculará V. S. que nues- 
tra existencia politica estaba minada por la intriga del Gabi- 
nete Portugués; y que no sin fundamento hemos mirado con 
recelo todos los Kandatarios de Buenas Aires. 

« Al fin parece que el horizonte empieza á descubrirse sin 



— 381 — 

iiiih\sido £¿[gmio, y á espardr ,m benigno Í7ifli(jo para calmar la 
guerra intestina, 

« Sin embargo el parte adjunto de Santa Fe inspira la ma- 
yor desconfianza: pero ella ha calmado tin tanto con el oficio 
del Gobernador. El General Dias Velez, y el coronel Dorrego 
atropellando todo el respeto de aquellas autoridades se arroja- 
ron violentamente sobre Santa Fé, siendo derrotado?. El tiem- 
po sancionará los hechos, y el mismo asegurará los más felices 
resultados. 

« Tengo el honor de saludar a V. S. con toda mi afección. 

« Purificación, 18 de Agosto 1816. 

« José Artigas. 
« Al Muy ilustre Cabildo Gobernador de Montevideo. » 



Entre otros muchos documentos, no solo del mismo gene- 
ral Artigas, sino de sus enemigos, que comprueban nuestra 
afirmación do que las agresiones armadas contra este 6 con- 
tra las provincias que el protejía, procedieron siempre de 
los Directorios y circuios políticos imperantes en Buenos Aires; 
debemos dar muy justificada preferencia á la importantísima 
nota que trascribimos á continuación, en la que están majis- 
tralmente compendiados en un lenguaje tan firme como elo- 
cuente, los agravios inferidos por aquellos á la provincia Orien- 
tal. 

Ese solo precioso documer:to bastaría para confirmar nues- 
tra aseveración respecto de las tendencias pacificas que predo- 
minaban en los procederes del general Artigas; si los hechos 
mas notarios no lo hubiesen constatado ya de una manera in- 
terjiversable. 

Para apreciar debidamí^nte ese documento tan poco conocí* 
do, no debe olvidarse que el se dirijia al mismo General Puey- 
redon que muy poco después daba tantas y tan vergonzosas 



_ 382 — 

pruebas de complicidad con la oonqnieU portogueaa d«lt 
vincia Oriental, ayudando efícaEinente á someter al infl* 
caudillo, que le dirijia el siguiente oficio : 



c( Los altos intereses que representa V. S. eu la poai( 
que ha sido elevado y el Ínteres que presumo debe influir 
ánimo; me deciden una vez á más romper el BÍlencio qi 
habia propuesto guardar, dejando á los hechos que hablas 
pro de la causa que defiendo. 

« Aunque inútü sea recordar todo d vano empelüo con ■ 
tratado por mi parte de alcanzar la juatida que á los orienti 
les dd>e en el reconociuie7ito de stis sagrados derechos, descon 
por los g(Aemantcs que se han sucedido en el mando en esa c 
sin embargo no ddto d^ar pasar en silencio^ que lieJe consti 
jamás, de mi parte ha partido agresión alguna que no f%u 
veces proinovida por el decidido empeño con que menoscaban 
gobierno los intereses lejítimos de los pueblos que aspiran á < 
rar sus destinos, me ha hecJw víctima de siis injusticias arbi 
mente. 

« Si, Exmo señor, en el camino del honor del que jara 
he separado, me he hallado al frente de los derechos ssf 
de mi patria que he defendido y defenderé basta donde 
pío de mi vida me anime; contrariando esos gobiernos 
seo unánime de esta provincia que no ha omitido sacríf 
fatiga por coadyuvar á las ideas sagradas de libertad, dec 
tnirse legalmente y de representarse por si misma, dán( 
organización local que mejor convenia á sus intereses y rt 
día á sus necesidades; sin por esto romper de ningún me 
vínculos de unión y fraternidad que tan necesarios soi 
el imperio de la Übertad de los pueblos contra el poder 
tiranos. 

K Esas legitimas aspiraciones que debieron ser atend 



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— 388 — »/■ 



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consideradas, reconociendo el buen deseo que las dictaba; han 
sido el protesto para considerarme bajo los mas ignominiosos 
conceptas y la mas irritante injusticia por los anteriores go- 
biernos, 7 de esto han partido también todas las hostilidades ' .'í 
que la Banda Oriental ha sufrido de quienes menos esperarlo 
debia. 

« una experiencia dolorosa nos ha mostrado cuan peligroso 
y errado es el camino de las resistencias á la voluntad sobera- 
na de los pueblos, y cuan imprudente política es la que pro- 
mueve 6 inflama en ellos el fuego de la discordia oonvirtiéndo- 
los en un vasto incendio. Considero que V. E. estará perfec- 
tamente de acuerdo en esto y se habrá penetrado de que no se 
pueden menoscabar los intereses de los pueblos, sometiéndolos 
á una ciega obediencia, sin provocar cuando menos sus resis- 
tencias. 

« El sistema de oposición basado en las injusticias trae como 
consecuencia el dislocamiento, sino completo, parcial; pero de 
todos modos en gran manera peligroso para la causa que sos- 
tenemos contra el dominio español. 

« Creo inútil manifestar lo que es bien conocido de todos 
que en la unión está nuestro poder y que solo ella afianzará 
nuestro presente y nuestro porvenir. 

« Si desgraciadamente el empleo de medios de ningún modo 
honrosos y satisfactorios han sido la base de la política que se 
ha observado para con la Banda Oriental hasta ahora, es de es- 
perarse sin embargo que aleccionados por los desengaños y los 
resultados que han producido, sea otra la política de ese go- 
bierno para con esta provincia. 

« Esta presunción debe lisonjear nuestras esperanzas tanto 
mas cuanto V. E. debe estar animado de los mejores sentimien- 
tos por cortar todas las diferencias que existen entre estos pue- 
blos— diferencias que han ocasionado y continúan ocasionando 
tantos males. 



— 384 ~ 

« Y tanto mas de e^perar^'e es que V. E. abra una nuova ca 
rreva á su política — cuanto eii el coiivencimiento de oontiuna 
el sistema do hostilidades y exacciones, de ataques y de violer 
cias para con este país, no deben recojerse sino inmensos peí 
juicios y muy serios inconvenientes. 

« Colocado al frente de los intereses de la Banda Orienta 
me será muy doloroso tener que volver á empuñar mi espad 
para que se respeten y reconozcan sus desconocidos dereclic 
y libertades: pero en la disyuntiva de abandonar su defensa 
bien sostenerlos con enegia, lionor y patriotismo, no hay dilemí 
y puedo estar seguro V. E. que jamas me separaré de lo qu 
rae aconsejan los deberes de la patria, por masque lamento ii: 
timamente el estravio á que nos conducen los desaciertos d 
nuestros gobernantes, 

« La provincia Oriental haciendo uso de su soberania ha non 
bradopor dos veces sus representantes que detñeron entrar en 
Congreso — t/ha sido desconocido este arto de gran interés y ira; 
eendcncia; se ha constituido nombrando su gobierno político, y l< 
restdtados han sido las hostilidades mas injustificadas. Persistí 
ahora bien, en ese camino de ciegas hostilidades y de amargas ii 
justicias será prwocar de nuevo las vias de la guerra y aborda 
los grandes males que se han espei-imentado en esa interininab 
cadena de violencias y desacatos. 

«Esperando que las altas conveniencias de intere~ies rec: 
procos y de bienestar de estos pueblos, harán comprender á V. 1 
la importancia de poner término á este estado de cosas, lo indi 
cirán á emprender otra marcha, inaugurando una política mi 
elevada y patriótica, que asegure los destinos de esta Provii 
cia y los intereses generales, y lo decidiré.n á poner de su par' 
todo su poderoso empeño en hacer desaparecer todos loa mi 
tivos de justificadas quejas que mantienen la destmion y dii 
cordia en momentos tan preciosos que debían consagrarse á '. 
felicidad de la patria. 



- 386 — 

« Tengo el honor con este motivo de saludar á V. E. y reite- 
xurle mis sentimientos amistosos. 



9 , • * 

<c Purificación, Octubre 10 de 1816, 



« José Artigas. ^ 



« A S. E. el señor Diíéctor Supremo de la Provincia de Buenos 
Aires. » 



El lenguaje y las afirmaciones de esa vehemente pero bien 
fundada nota, nos eximen de hacer comentarios. 

Solo debemos agregar que avanzando por una parte en su 
invasión los portugueses, y por otra continuando Pueyrredon 
en sus tentativas de seducción y aun de intimidación al Go- 
bernador Vera de Santa Fé para que se separase de la alianza 
y protección de Artigas, como se habia conseguido hacer res- 
pecto del prestijioso Coronel Hereñú del Entre-Rios; al mismo 
tiempo que se evidenciaban con demostraciones interjiversables 
las buenas relaciones políticas y comerciales con el invasor 
portugués, mal paliadas con la farsaica misión del Coronel Ve- 
dia; el General Artigas resolvió volver á cerrar todos los puer- 
tos de la Banda Oriental para Buenos Aii'es, suspendiendo toda 
relación con ese Gobierno, bajo penstó severas á los contraven- 
tores; expidiendo al efecto su decreto y circular de 16 de No- 
viembre de 1816, fundándose en que ( decia ) « el Gobierno de 
Buenos Aires estaba empeñado en el aniquilamiento de los 
« Orientales, observando una conducta criminal en el hecho de 
« mantener relaciones abiertas y de comercio con el Portugal.» 

Tenemos la convicción de que hemos comprobado amplia- 
mente la exactitud de nuestras afirmaciones al entrar en esta 
sección. El General Artigas, por regla general, no provocó gue- 
rras, ni inició agresiones contra sus numerosos enemigos. 
Agredido de hecho, ó descubiertos por él los preparativos de 
lina inminente agresión, contestó siempre resistiendo con intre- 

S5 



pida resolución ; volviendo después de sos frecnentes triunfos 
¿ reconcentrar sus fuerzas, á licenciarlas en seguida, y á ocu- 
parse de nuevo del entable, como se decia entonces, de una pa- 
cifica j progresista admistraoion. 

Tal fué como bombre de guerra el batallador Artigas : pron- 
to á la lucha, pero siempre agredido, y nunca agresor. 



Artigas calumniado como hombre sanguinario. 



Otra de las calumnias que mas ha pesado sobre el nombre 
del General Artigas, rodeándolo de una atmósfera de terror, 
presentándolo como un abominable monstruo de crueldad, ha 
sido la de las venganzas que se aseguraba ejercía sobre sus 
enemigos personales, así como sobre los Españoles que caian en 
sus manos, ó que eran confinados al campamento y pueblo 
nuevo llamado de la Purificación^ sobre el Uruguay, en la con- 
fluencia del Daiman con este. 

Eee pueblito militar situado en el paraje llamado el Hervide- 
ro, hacía recordar por su singular nombre, pero no por las pre- 
tendidas crueldades que allí pudiesen practicarse en nombre de 
odiosas venganzas, á los Tnhmales de Parificacion instalados 
antes que nadie, por los mismos españoles, en la Península y 
en América, tales como los fundados por el Presidente Marcó 
en Chile, por el General Carratalá en el Alto Perú, y aun por 
el mismo General San Martin y por el implacable Monteagudo, 
en Lima, á los pocos días de la entrada de aquel en la gran ciu- 
dad de los Reyes. 

No es fácil ni aun posible, después de sesenta y tantos años 
de trascurso, determinar de una manera precisa y auténtica los 
hechos particulares ó generales que sirvieron de fundamento 
ó de pretesto á esas odiosas y tremendas imputaciones. 

Sin embargo, las hemos de destruir en absoluto con referen- 
cias autorizadas y hasta con algunas comprobaciones feha- 
cientes. 

La mayor parte de las operaciones de guerra del General 
Artigas llevadas á cabo en tan distintos y apartados territo- 



— 388 — 

ríos, no presentan ningún hecho que autoríze esa calumnia de 
haber sido un hombre sanguinario. 

Esas operaciones militares se estendian, como lo hemos di- 
cho, desde los limites de la Banda Oriental sobre el Brasil, has- 
ta las fronteras de Córdoba, es decir, más ó menos, como á tres- 
cientas leguas unas de otr6ts,asi como hasta las de Buenos Ai- 
res, de Misiones, de Corrientes y del Paraguay, en mayor dis- 
tancia aun, ya sea mandadas en persona por él mismo, ó por 
sus numer;80s subalternos, que obedecían Lgamente Jos ór- 
denes, y se sometian á sus inspiraciones, contestando á una 
guerra que se hacia sin cuartel ni compasión, principalmente 
por las fuerzas dependientes de Alvear y de Balcarce, y por las 
tropas portuguesas y riograndenses á las órdenes del Brigadier 
das Chagas, de Abreu y de Curado. 

A primera vista se comprende muy bien que en esa extra- 
ordinaria y extensísima movilización de fuerzas, en su mayor 
parte colecticias; en aquella época primitiva, diremos asi, én que 
la ley de la guerra autorizaba la del talion, con la feroz matan- 
za de los enemigos, como único medio de asegurar un perma- 
nente triunfo; encabezando las partidas de milicianos volunta- 
tarios algunos gefes y oficiales advenedizos que recien empe- 
zaban su carrera, y que creian aumentar su prestigio con actos 
de crueldad; se comprende muy bien, decimos,, que podian co- 
meterse, como se cometieron indudablemente, en una larga 
guerra sin cuartel, atrocidades con carácter de represalias 6 de 
odiosas venganzas. 

De la mayor parte de esas crueldades se ha hecho principal- 
mente responsable el General Artigas, por mas que algunos 
hechos crueles se practicasen á cincuenta ó cien leguas de don- 
de él acampaba, ó fuesen ejecutados sin orden ni autorización 
suya, y algunos por oficiales subalternos y hasta desconocidos. 

Pero contra aquellas acusaciones, que solo la malevolencia 
ó el odio podrian justificar, hay nobilisímos hechos prácticos é 



— 889 — 

intergiversables, que las destruyeron y desautorizaron. En el 
curso de esta obra presentaremos multitud de documentos que 
asi lo acreditan del modo mas absoluto. 

Así mismo, debemos anticipar algunos de esos hechos nota- 
bles por su importancia, y por la autenticidad de su evidencia 
en corroboración de nuestras afírmsrciones. 

Permítasenos ahora una observación que juzgamos de inte-» 
res capitaL 

Para apreciar debidamente el carácter y los hechos de Arti- 
gas bajo el punto de vista de pretendidas ejecuciones y ven- 
ganzas sobre sus enemigos, como gefe de tropas irregulares en 
su mayor parte, es indispensable, como un acto de equidad y 
de justicia, recordar lo que constituía en aquellos tiempos re- 
motos la ley de la guerra, y el absoluto derecho de vida 6 
muerte que creían tener sobre el enemigo todos los gefes mili, 
tares de aquella época indistintamente, con pocas excepciones, 
fuesen ellos patriotas, ó fuesen españoles; y sucesivamente todos 
los que tomaron parte en las guerras intestinas. 

En cualquier región de Sud-America, durante la guerra de 
la independencia, adonde dirija su mirada observadora el histo- 
riador imparcial, no hallará sino venganzas y castigos capita- 
les ejecutados de parte á parte como una sencilla y natural con- 
secuencia de la lucha, como el glorioso ñmto de la victoria. La 
ley del vencedor era frecuentemente la muerte del vencido, 
mas digno de conmiseración muchas veces si se le conservaba 
la vida, porque estaba de antemano condenado á una agonía 
lenta, y ¿ toda clase de torturas, mucho mas crueles que una 
muerte violenta, entre los últimos estremecimientos de una ba- 
talla, antee de apagarse sus postreros fuegos. 

Las Casamatas de los Castillos del Callao y del Castillo de 
San Felipe en Montevideo, así como las Brtiscas en San Ltds^ 
y las deportaciones de españoles á Ohiloé por Monteagudo en 
Lima bajo Son Martin, son de ello una triste prueba. 



— 390 — 

Ya veremos, como este esterminio del enemigo admitido y 
hasta ensalzado muchas veces como un acto de ejemplar justi- 
cia, no era solo de practica usual y común en los campamentos 
y en las campañas militares, sino en las mismas capitales y ciu- 
dades populosas, p-n donde una ley marcial inexorable levanta- 
ba el patibulo ó el banquillo de un momento á otro para el pri- 
sionero ó para el reo de conspir.'oion, hasta para el conato de 
srubversion, como un derecho inalienable del poder, como un 
privilegio de la victori". Se creia indispensable escarmentar; y 
toda lenidad, toda clemencia era un signo de perdición para el 
poder indulgente. 

Bajo la impresión de tales prácticas y doctrinas preponde- 
rantes y exclusivas casi en aquella época, es como debe for- 
marse el criterio con que se juzgue a Artigas. Y bajo ese criterio 
recto ó imparcial vamos á ver como hay que reconocerle como 
un gefe clemente, magnánimo, dignísimo bajo este hermoso 
punto de vista, del aplauso y de la admiración de la poste- 
ridad. 

Cuando el historiador argentino severo é inflexible, recor- 
dando los hechos de Artigas combatiendo con Españoles, Al- 
vearistas, Unitarios y Portugueses, en aquella permanente ó in- 
placable guerra de 1811 hasta 1820, los compare con los de los 
ilustradísimos Generales Mitre y Sarmiento, cuyos preciosos li- 
bros son un oprobioso pilo7Í de inmerecidima calumnia para el 
héroe uruguayo, tendrá que evocar centenares de sangrientos y 
acusadores espectros, cuya lúgubre historia está aun por escri- 
birse, desde Villa Mayor y Laguna de Cardoso bástalas Playas, 
desde Olta hasta San Gonzalo, y Santa Itosa de Entre-B.ios; 
hechos de guerra en que ambos personajes tomaron y afronta- 
ron tan tremendas responsabilidades! 

Al menos se comprobará entonces que el terror de la victoria, 
barbarizada por las venganzas del estado de sitio y del poder 
fuerte triunfante, poniendo á precio las cabezas de sus enemi-* 



— 391 — 

gos, y ejecutando ó dejando ejecutar centenares de prisione- 
ros, no sombrea el cuadro de Artigas, el combatiente de 1816; 
y si proyecta sus sangrientos resplandores sobre 1862 al 65 y 
1872 y 1873. 

Respetamos, como es debido y tanto lo merece, esos dos 
grandes hombres de nuestro país. Per© así mismo, creemos 
que hay una moraUzadora justicia en señalar tan monstruosa 
discrepancia entre hechos culminantes de nuestras turbulen- 
cias políticas, en los cuales ambos tomaron una parte tan au- 
toritaria y decisiva, como jefes militares, como gobernadores, 
ó como Presidentes; y sus condenaciones, implacables calum- 
nias contra Artigas por atentados análogos que éste nunca 
cometió, ni permitió que se cometieran! 



CC ti' 



Cómo se prueba que Artigas fué clemente y mag- 
nánimo. 



Entremos con serena impaxoialidad en el terreno de los he- 
chos y de las pmebas. 

Eecuerdese que el General Artigas tuvo en» su poder en 
1811, como consecuencia de la gloriosa batalla de las Piedras, 
seis cientos prisioneros, desde el jefe del ejército vencido hasta 
su último subalterno. La historia acredita sin embargo que en 
ninguno de ellos ejerció, ni permitió que se ejerciera, el mas pe- 
queño acto, no solo de crueldad, pero ni siquiera de vejamen 
personal, habiendo muerto en esos dias su heroico primo her- 
mano don Manuel Francisco Artigas en el ataque de San José y 
lo que podia haberlo inducido á alguna venganza, ó cuando 
menos á inferir agravios tan comunes en casos análogos. De 
estos la guerra Franco-Prusiana, y Chilena contra Peruanos 
y Bolivianos podria presentar no pocos ejemplos en nues- 
tros mismos dias, sobre todo la primera en la cultísima Eu- 
ropa. 

Todo^ aquellos prisioneros, asi como los que fueron tomados 
en la acción de San José y en la d^l Colla, ñieron remitidos á 
Buenos Aires, sin molestarlos en lo mas minimo; atendiéndose 
á los heridos españoles (que después fueron cangeados)con la mas 
filantrópica solicitud en los dias que mediaron hasta la llegada 
del General !EU>ndeau al campamento del Cerrito, en donde lo 
esperaba acampado el General Artigas, sitiando ya á Monte- 
video. 

Es un noble y simpático deber del historiador hacer constar 
que en esa bataUa, ni el caudillo que tantas vecei? se ha calum- 



— 394 — 

niado por sus enemigos como un pequeño ó implacable Atila 
al frente de sanguinarias hordas, ni sus tropas bisoñas y co- 
lecticias, mancillaron sus manos en la sangre de los ven- 
cidos. 

Esa batalla no tuvo, como tantas otras que le sucedieron en 
la homérica lucha por la independencia americana, ninguna 
siniestra sombra que empañase sus puras glorias, ninguna ven- 
ganza ni represalia que eclipsase su hidalguia. ^ 

La mas caballeresca clemencia amparó á los derrotados, y 
el brazo invencible de Artigas escudó á la mitad del ejército 
vencido y prisionero. 

Ni uno solo de estos, desde el jefe de la División Española y 
su brillante oficialidad, entre la que se dístinguian algunos de 
los mas empecinados realistas y miembros de las familias mas 
decentes y aristocráticas de Montevideo, tuvo que sopor- 
tar el mas leve vejamen de manos de los exaltados vence- 
dores. 

Cuando se alcanzaba esta victoria, las armas españolas ha- 
bian derramado ya rios de sangre, no dando cuartel á los pri- 
sioneros, ahorcando, decapitando y fusilándolos por orden del 
Virey don Baltasar Cisneros, dada á sus generales Nieto y Q-o- 
yeneche; ensangrentando las plazas públicas de Chuquisaca y 
La Paz con las bárbaras ejecuciones de los vecinos americanos 
más respetables que habian abrazado la causa de la patria ó 
demostrado alguna parcialidad en su favor, aun mucho an- 
tes del pronunciamiento de Buenos Aires el 25 de Mayo 
de 1810. 

A aquellos espantosos crímenes, mediante los cuales se creia 
poder infiíndir un saludable terror que facilitase el cobarde 
sometimiento de los insurgentes; las armas de la patria habian 
contestado también con represalias hasta cierto punto justifi- 
cadas ante las exigencias de aquella lucha mortal, pero no por 
eso menos odiosas y lamentables. 



— 395 — 

El general Ortiz de Ocampo, al frente de la primera expedi- 
ción libertadora salida de Buenos Aires para emancipar las 
provincias del Alto Perú, habia conseguido alcanzar en 
la de Córdoba al intrépido y generoso ex-virey general 
Liniers y á sus cinco compañeros de causa, y cuatro de ellos de 
martirio. 

Conviene hacer conocer bien en toda su sombría deformidad 
hechos de esta clase, practicados por los mas elninentes gefes 
y directores de la revolución de Mayo, cuya ilustración y alta 
posición social no podian ser mas respetables, los que princi- 
piaron por encarrilar ,1a nueva patria en una via de sangre, 
dando el ejemplo á sus subalternos de una injustificable y 
odiosa crueldad. 

Véase la orden en cuya virtud se ejercia uno de aquellos ac- 
tos de tremenda represión: 

«. Reservado 

« Los sagrados derechos del Rey y de la Patria han armado 
el brazo de la justicia, y esta Junta ha fulminado sentencia 
contra los conspiradores de Córdoba, acusados por la notorie- 
dad de sus delitos y condenados por el voto general de todos 
los buenos. La Junta manda, que sean arcabuceados D. San- 
tiago Liniers, don Juan Grutierrez de la Concha, el Obispo de 
Córdoba, don Victoriano Rodriguez, el coronel Allende y el 
oficial real Don Joaquin Moreno. 

« En el momento que todos ó cada uno de ellos sean piUados, 
sean cuales fuesen las circunstancias, se ejecutará esta resolu- 
ción, sin dar lugar á minutos que proporcionasen ruegos y re- 
laciones capaces de comprometer el cumplimiento de esta or- 
den y el honor de V. S. Este encarnizamiento debe ser la base 
de la estabilidad del nuevo sistema y una lección para los Q-e- 
fes del Perú, que se avanzan á mil exesos por la espefanza de 
la impunidad; y es al mismo tiempo la piedra fundamental de 



— 996 — 

la utilidad y energía ooa que llena esa Expedición los impor- 
tantes objetos á que se destina. • 
« Dios guarde & V. S. muolios años. 

« Buenos Aires, 28 de Julio de 1810. 

Comdio Saavedra — Dr. Juan José 
Castdli. — Manttél Bdgrano — 
Miguel de Azcuénaga. — Domingo 
Mafheu — Juan Larrea — Juan 
José Passo, Secretario, — Dr. 
Mariano Moreno, Secretario. 

« A la Junta de Comisión de la Expedición á las Provincias 
interiores. » 



Como se vé, el General Ocampo debia con mano de hierro 
extirpar en las provincias argentinas del interior la reacción 
que aquel eminente jefe intentaba llevar á cabo en favor de la 
causa española. Comunicada la noticia de tan importante cap- 
tura, recibió la orden anterior de la inexorable Junta de Bue* 
nos Aires de fusilar á los prisioneros, y dar á los godos, ante 
ese sanguinario escarmiento, una prueba de la implacable re- 
solución de los patriotas. 

Es sabido que el General Ocampo no se haUó con bastante 
energía para cumplir la feroz sentencia. 

Fué entonces que la Junta comisionó uno de sus vocales tan 
inflexible como fogoso, y otro patiiota, verdaderos Convencio- 
nales de la revolución argentina^ los doctores CasteUi y Rodrí- 
guez Peña para que se agregasen al ejercito expedicionario 
mandado entonces ya por el Coronel Balcarce, como represen-^ 
tantos del Gobierno, y procediesen ¿ la media bora de recibir- 
se de los prisioneros, ¿ hacerlos pasar por las armas, como lo 
practicaron con la mas implacable saña; repitiéndose las mifl- 
mas feroces represalias poco después de la victoria de Suipacha 



— 397 — 

en el alto Perú en algunos jefes españoles, que se habían seña« 
lado por sus crueldades. 

La historia ha gravado con letras de sangre ese hecho cruel, 
para justiñcar ó mas bien, para atenuar el cual, la misma pri- 
mera Junta Gubernativa expidió poco después un manifiesto 
en el que se consignaban estas horrendas palabras, que pare- 
cían deber servir de programa á la Revolución de Mayo: 

« Hemos decretado el sacrificio de estas victimas á la salud 

« de tantos millones de inocentes. Sólo d terror dd suplicio 
puede servir de escartniento á sits cómplices! » 

Pocos meses después, el 7 de Noviembre del mismo año de 
1810, el Gtobemador Intendente de Potosi, Francisco de Paula 
Sanz, el de Ohuquisaca, Mariscal Nieto, y el Coronel Córdoba, 
que mandaba las fuerzas Españolas en aquella acción, y en la 
de Cotagaita, fueron fusilados en la plaza de Potosi el 15 de 
Diciembre, por orden del mismo Dr. Castelli que mandaba 
también el ejército patriota en unión del citado Coronel Bal- 
caree. 

Estos dos hechos que la historia patria debe deplorar como 
un< deshonroso ó innecesario exceso, sino como un deHto, pu- 
dieron asi mismo presentarse y excusarse entonces como una 
justa represalia de los atroces atentados cometidos el año antes 
por el feroz General español Goyeneche, que como hemos dicho? 
ensangrentó con el cadalso de los mas nobles patriotas Isis 
plazas publicas de Cochabamba, la Paz, y Potosí. 

Pero sea como fuese, ninguno de esos hechos fué aceptado 
entonces en lo mas minimo, ni como ejemplar, ni como atenua- 
ción, ni como lección para escarmentar enemigos, por el ven- 
cedor gefe Oriental á quien tantas veces se ha execrado como á 
un monstruo sanguinario por los mismos que escusaron aque- 
llas atrocidades, y que hoy las justifican. 

El General Artigas habia perdido peales amigos y parientes 
queridos en los encuentros recientes; las posesiones de su pu- 



diente familia habian sido devastadas, y saq^ueadas con enco- 
nado vandalismo: tenia ala vista las atrocidades y el incendio 
de Santo Domingo de Soriano y otros pueblos del litoral prac- 
ticados por los marinos de Montevideo : todo le facilitaba el 
camino de la venganza ó del castigo. 

Más aún: conviene á la verdad histórica hacer constar que 
en el personal de esa división española vencida por Artigas en 
las Piedras habia gran número de prisioneros que habian sido 
sacados del presidio diez dias antes para engrosar aquella 
fuerza, y muchos de los cuales pudieron como prisioneros de 
guerra haber sufrido todo el rigor de la ley marcial. 

Este hecho atroz está justificado por el siguiente asiento 
que hemos copiado de! Libro Manual de la Contaduría Espa- 
ñola, Jornal de 1811, al folio 54, cuenta número 308 de Mayo 
8, existente en este Archivo Nacional: 

« Sueldo vtilüar. Partida Mena. 

« Son data 442^7 '/, rs. entregados á consecuencia de orden 
« del Exmo. Señor Virey de estas Provincias de 7 del corrien- 
« te al señor Mayor de Plaza D. Diego Ponce de León para eo- 
^ correr al comandante de la Partida de Presidíanos {D. Bar- 
K tolomé Mena) compuesta de 136 individuos que salieron de 
<! esta plaza á reforzar el campamento de las Piedras y perse- 
« guir á los insurgentes de Buenos Aires — consta de la rela- 
« cion núm. 262. — Fiymroa. » 

Como un interesante documeuto histórico que comprueba y 
complementa el anterior, y esclarece ese hecho tan inescusable, 
reproducimos á continuación el siguiente parte que hemos co- 
piado de la Gaceta de Mayo de 1811 o.a la I;il!ioteca de Bue- 
nos Aires; sirviendo también á dev:¡ü: t; ar ;. _ servicios de los 
Artigan en los primeros dias de la revolución contra los espa- 



— 399 — 

« Don Mamcél Artigas toma la ciudad de Máldonado y pueblo de 
Minas: el comandante del Cerro- La7y o protesta la adliesionde 
aqud vecindario: y don Vicente Baez, juez comisionado de la 
Isla Sola, persigue ya de cerca la compañía de ladrmies levan- 
tada por Elio bajo el mando de Mena, d más ddincuente de 
todos. 

« Exmo. Señor: 

« Con fecha 2 del corriente avisa el Teniente Coronel de 
ejército, Comandante General de la caballería patriótica, que 
su hermano don Man-iel Artigas con quinientos hombres, que 
ha reunido y tiene á sus órdenes, ha tomado la ciudad de Mal- 
donado y pueblo de Minas, hecho que acabará de consternar á 
los enemigos, pues era la única parte de campaña que aun no 
habia hecho movimiento en favor de la justa causa. 

« El Cerro-Largo con todo el vecindario de su jurisdicción 
se halla igualmente decidido por nuestra causa como verá 
V. E. por el oficio de su comandante D. Joaquín de Paz, que 
incluyo en copia. 

« Últimamente no pasa un día en que no se me dé parte de 
haber alguna nueva reunión de patriotas en algún punto de 
la campaña. Entre las noticias posteriores es muy recomenda- 
ble y digna de¿ la atención de V. E., la de que don Vicente 
Baez, Juez comisionado del partido de la Isla Sola entre Po- 
lanco y Rio Negro con 150 hombres que ha reunido, caminaba 
hacia el Yi en persecución de unos ladrones mandados por un 
tal Mena, hombre perverso que por tal se hallaba en el presi- 
dio de Montevideo, y á quien el virey Elio dio libertad con la 
condición que habia de salir de partida á estos campos, sin du- 
da con el fin de que molestase á los vecinos honrados, que con 
tanta energía sostienen los sagrados derechos de nuestra pa- 
tria y Libertad: espero que Baez me presentará al citado Mena 
si no ha volado ya á refugiarse en el recinto de aquella plaza: 



I 

I 

I 



~ 400 — 

todo lo que comunico á Y. E. para su conocimiento, y á fin de 
que nuestros hermanos en esta banda no carezcan de tan plau- 
sible noticia. 

« Dios guarde á V. E. muchos años. 

« Cuartel general de Mercedes, 5 de Mayo de 1811. 

« José Bondeau. 

<c A la Exma. Junta Provisional G-ubemativa de estas provin- 
cias. » 



Dejando ahora este repugnante detalle del rejimen colonial; 
hagamos constar que ningún historiador de los que se han ocu- 
pado de mancillar la memoria de Artigas ha dado importancia 
ni significación a su ejemplar y notabilisima conducta en esos 
dias de gloria, ante las terribles enseñanzas que se ofrecian 
desde Buenos Aires 4 los jefes insurjentes en armas. 

Mal que pese ¿ tan ruin injusticia, debe proclamarse bien 
alto que el mismo caudillo, que años después, indignado, de- 
volvia intactas las personas de sus mas encarnizados enemigos, 
que los instigadores de ese crimen le habian remitido, creyén- 
dolo capaz de saciar innoble venganza; ese mismo caudillo, da- 
ba desde 1811 a la América en ocasión tan solemne, el ejemplo 
déla mas noble y fraternal clemencia. 

La lucha contra los españoles pudo tomar desde un princi- 
pio en la Provincia Oriental un carácter sanguinario, si Artigas 
se hubiese dejado arrastrar por los ejemplos de crueldad que 
se le venian dando desde Buenos Aires por los mas ilustres 
patriotas que alli dírijian la revolución. 

No faltaban causales y aun justificativos para usar de una se- 
veridad aleccionadora con los prisioneros que iban cayendo en 
manos de los insurjentes; severidad que dada la época, y las 
atrocidades que se venian cometiendo en el Alto Perú por los 
españoles desde la celebre revolución de Tupac-Amaru hasta 



— 401 - 

las venganzas horrendas de Goyeneche, habría podido conver* 
tirse muy pronto en crueles represalias. 

Véase este documento inédito que acredita el sistema de fe- 
roz persecución iniciado por el General Elio, autorizando á sus 
gefes en la expedición que envió al interior de la Provincia 
ante de la batalla de las Piedras^ para ejecutar en el termino 
de una hora á todos los que encontrasen con las armas en la ma« 
no, é intentasen resistirse; como lo practicaron con algunos 
vecinos en distintos puntos de su tránsito: cayendo pocos días 
después esos mismos gefes en poder de Artigas en la toma 
de San José. 

« Insb^ucdon qtte observará el Comandante del cuerpo destinado 
al celo de la campaña en los parajes que se designan^ tomada 
& los comandantes del auxilio que vino á San José, y fueron 
hechos prisioneros^ D. Joaquin Bustamante, D, Gaspar Sam^- 
pere, y Don Diego Herrera. 

« Beunida la fuerza de que ha de componerse dicho cuerpo 
se dirigirá por la cuchilla del Canelón al paso de Cuello de San- 
ta Lucia, donde comunicará á todos los estancieros de aquellas 
inmediaciones las órdenes que el Comandante lleva por sepa- 
rado. 

<a Desde aquel punto remitirá á la población de San Bamon 
distante 6 leguas sobre la derecha, una partida de 50 hombres 
para que hagan igual intimación; arranquen los carteles que 
los levantados han fixado; y regresen por la banda de Chamizo 
donde anda una partida de insurgentes que procurará aprerir 
der^ y destruir enteramente» En uno y otro destino indagari 
quienes son los seductores, los que mandan partidas, y los que 
voluntariamente, ya sean vecinos, ó sus hijos, se hayan presta- 
do á servir entre aquellos; esta averiguación se hará publicar 
á fln de que infunda temor. 

« Verificada esta diligencia que puede practicarse en dos días. 



— 408 — 

no ocurriendo novedad particular, reunida su gente marchará 
á la estancia de Yiana, nombrada de la Cruz, que ser¿ su per- 
manente situación, y asi lo hará entender á los individuos de 
su mando para que enterados conoscan el punto de reunión en 
cualquiera dispersión que ocurra sobre el resu^jkado de un com 
bate; tomará posesión de las precisas habitaciones para acuar- 
telarse, y dispondrá el corralón en términos de la mejor defen-r 
sa, para el corto número de gente que ha de emplear alli, de- 
nominándola Gran Guardia: la situación de este puesto es tan 
ventajoso, que á poca defensa resistirá á toda la gente de los 
levantados que pueda reunirse por numerosa que sea; con al- 
gunos palos y varazón cortados en el monte inmediato forma- 
rá contra la cerca una banqueta interior; y pondrá en todo lo 
demás que distinga conducente lo que contemple útil á su se- 
guridad. 

« Tomada esta precaución, que será executiva á su airivo, 
hará charquear 15 ó 20 reces, que le sirvan en cualquiera 
caso á la mantención de la tropa que quede en la gran 
guardia. 

« Seguidamente despachará partidas calculando el número 
de individuos con proporción á las noticias que adquiera; estas 
seguirán á todas direcciones, llevando cada comandante subal- 
terno un apéndice de esta instrucción, con aumento de las ór- 
denes convenientes al objeto. Por su derecha salvarán, y cu- 
brirán los campos de Santa Lucia grande y chico, San B>amon, 
Minas, Cazupá, Milán, y puntas de MansaviUagra. Por el cos- 
tado izquierdo tomarán la dirección de la Cuchilla grande 
hasta la capilla de los Porongos, dejando á cubierto 
los campos del arroyo del Pintado, la Virgen, Carreta 
quemada, Chamizo y el que media entre las puntas meridio- 
nales del arroyo de San José, con cuyo motivo queda esta villa 
resguardada. Por su frente el pueblo de la Florida, y las villas 
de Canelón, y Santa Lucía, con Pintado antiguo. Y por la es- 



— 493 — 

palda la campaña remanente hasta el Yi, por cuya razón que- 
dan en resguardo los distritos de la jurisdicción de Montevi- 
deo, y parte de otras, atendiendo á todos los puntos que en- 
cierra dicho diámetro. 

« Reunirá sus fuerzas cuando lo considere oportuno para 
atacar algún crecido número de traidores, que puedan reunirse 
en este caso obrará según las circunstancias, y conforme á su 
zelo y honor, para EXTiNaum semejante clase de icalévolo8| 
cierto que en el buen orden de su gente no le hará frente aun- 
que sea un número exesivo, y podrá alejarse hasta donde le pa- 
rezca oportuno á estos fines. 

« Se proveerá de caballos extrayendo todos cuantos tengan 
en sus estancias los insurgentes, de los cuales tomará, y me di- 
rigirá una puntual razón para el castigo que será consiguiente 
por su traición al rey. 

« El celo de la conservación de las armas es el punto de la 
mayor consideración, y al que dedicarán todo su celo el coman- 
dante, y oficiales subalternos, encargando á su tropa el mas 
exacto cuidado, y haciéndola entender lo inútil que es un sol- 
dado sin arma, 

'< Como un fusil, carabina, ó pistola queda inútil por un solo 
tomillo que frecuentemente suele perdei-se, ó aflojarse con el 
trote del caballo, convendría tener una fragua en la gran guar- 
dia. En la costa del Tala á distancia do cuatro leguas del 
puesto permanecia un herrero hace poco tiempo , y si este so 
conserva puede ser útil; y mucho mas un armero que puede ha- 
llarse; ó bien llevando el del Canelón en caso que subsista, y 
le acomode. 

« Siempre que se puedan apreliender á cualesquiera de los que 
llevan armas en contra de las de nuestro mojtarca, se le asegitrdrá, 
y será conducido & esta plaza; y si se le pillare en el acto de hacer 
fuego contra las nuestras, eon ana Jastlflcaclon ante 
loí9 oflcialeis^ y dándole una hora de término 



- I 



— 404 — 

será ahorcado^ y eolgpado cu el sUlo donde co- 
metió el crimen. 

« Todo ganado, ó hcuyienda perteneciente á sujeto que esté en 
arma con los levantados, será arreada y h^rha conducir á esta 
plaza, liara que vendida, de ella sea un tercio para los apréhenso- 
res al distante; y los dos tercios para la real hacienda, 

« El que aprehendiese á cualquiera de los que mandan par- 
tidas de levantados armados tendrá cien pesos de gratificación; 
y al que lo ejecutase de los soldados de ellos, veinte. 

« En lo demás con los vecinos de que no haya recelo se les 
conservarán sus haciendas, obligándolos á que permanezcan 
en sus casas, y procurando informarse de sus comunicaciones 
con los levantados. 

Montevideo, 19 de Abril de 1811. 

« Elio. » 



La interesantisima correspondencia que trascribimos á con- 
tinuación, la que hemos copiado de los documentos respecti- 
vos de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, contribuirá tam- 
bién á demostrar cuales eran los sentimientos que animaban* á 
Artigas en esa campaña; evidenciando por otra parte la con- 
ducta honorabilisima que observó como gef e y como vencedor. 
Estos documentos pueden considerarse como inéditos, pues so- 
lo se publicaron en una hoja extraordinaria en 1811; siendo 
muy dignos de hacerse notar los conceptos de la nota del Ge- 
neral Artigas, que á la vez que hacia conocer su obediencia ¿ 
las ordenes de la Junta Gubernativa, demostraba ya su resolu- 
ción de asumir una posición decisiva en la dirección de la gue- 
rra. 

He aquí dichos documentos: 



— 406 — 

,,Ca,i^e de los heridos por prisioneros del Paraguay 

« Hallándome mandando esta plaza como brigadier de los rea* 
les exércitos de S. M. por disposición del Excmo. señor Virey, 
y con motivo del ataque que las tropas del mando de vmd. hi- 
cieron el dia de ayer á las nuestras que estaban en las Piedras, 
de orden de S. E. tengo la confianza de proponer á vmd. nado 
en las reglas de la humanidad, y de la costumbre en el noble 
exercicio de la guerra, que se sirva tener la bondad de cangear 
los heridos que hubiese de resultas de la función, por igual 
número de los que del exército de Buenos Aires so han remiti- 
do prisioneros del Paraguay, y otros que existen en esta plaza; 
asi mismo si vmd. tuviese á bien, y quiere extender el cange á 
los demás prisioneros sanos, ú oficíales por oficiales, y soldados 
por soldados, estoy autorizado para acordarlo, y convenirlo 
por medio del dador de áste, que será el capitán de fragata D. 
José Obregon, facultado para ello. 
« Dios guarde á vmd. muchos años. 

« Montevideo, 19 de Mayo de 1811. 

Vicente Mana de Muesas. 

Señor comandante de las tropas del mando de la Junta de- 
Buenos Aires. 



« 



Contestación 



« Consecuente al oficio de V. S. de ayer, en que solicita sean 
cangeados los prisioneros correspondientes al exército de las 
Piedras, convengo en dicho cange con respecto á los indivi- 
duos heridos, siempre que en el número de los que remita V. S 
se comprenda a don Nicolás Artigas, exceptuando precisamen- 
te á los oficiales que marchan á disposición de la Excma Junta 
de estas provincias, á quien debe dirigirse toda solicitud rela- 
tiva á elloa 



/■ 



--. 406 ~ 

« Dios guarde á V. S. muchos años. 

« Campamento de las Kedras 20 de Mayo de 1811. 

« José Artigas. 

« Sr. Brigadier don Vicente María de Muesas. 



<v Parlamento de D. Xavier Elio. 

»Informado de hallarse aun ausente de ese campo el oficial 
comandante de esta campaña nombrado por la Junta, me di- 
rijo á vd. creyéndole segundo de aquel, para noticiarle tengo 
entabladas negociarciones con la Junta de Buenos-Aires por 
el conducto del capitán de navio inglés Heiwood comandante 
de la fragata Nereiis, cuyo oficial viene comisionado con plie- 
gos de su gobierno para la Junta con el mismo objeto. Entre 
una de las proposiciones que se le hacen á aquella es la de un 
armisticio y suspensión de armas, Ínterin se arreglan nuestras 
actuales diferencias. 

Espero do un dia á otro las consecuencias de la negociación; 
ó Ínterin las recibo, debo prevenir á vd. acorde con los senti- 
mientos humanos que me animan, se suspenda toda hostilidad 
entre mis tropas y las de su mando, porque solo produce una 
efusión de sangre dolorosa, y tal vez inútil, debiendo la Junta 
adherirse á las proposiciones pacíficas que se le han propuesto 
por los ingleses, y por mi: si Vd. adhiriese á la justa proposi- 
ción que le hago, puede establecerse en las Piedras, contenien- 
do ásus tropas allí, como yo lo haré con las niias, prohibiéndo- 
les toda operación hostil contra las de Yd« hasta el resultado 
que espero por momentos de Buenos Aires, y cuando determi- 
ne lo contrario en perjuicio de la humanidad, se hará 
responsable de los males monstruosos, que deben afligirla 
-con la mutua destrucción de los hombres que nos obede^ 
-cen. 



A 



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\ 

t 

á 



— 407 — 

« Dios guarde á Yd. muchos años. 

«Montevideo, 20 de Mayo de 1811. 

« Xaijíer Elío. 

« Sr. D. José Artigas, comandante de las tropas de la Junta 
de Buenos Aires. » 



« Coniestacioii. 

« He recibido el oficio de V. S. de esta fecha, en que á con- 
secuencia de las negociaciones que dice tiene entabladas con 
la Exma. Junta Provisoria de estas provincias, por .mediación 
del capitán de navio de la marina de S. M. B. Heiwood, propo- 
ne que cesen las hostilidades entre las tropas de nuestro man* 
do, quedando las mias en esta Capilla, hasta tanto que reciba 
la contestación que espero de sus proposiciones: y oido el pare* 
cer de los señores oficiales que tengo el honor de mandar, se 
ha resuelto dar á Y. S. una respuesta análoga á los sentimien- 
tos que nos animan, y á los que ha demostrado la misma Exma. 
Junta desde los primeros momentos de su inauguración. 

« Dirigido este ejército por las órdenes de aquel superior 
gobierno, él es el órgano por donde solo pueden hacerse cesar 
sus operaciones; tanto más^ cuanto estas marchan á dar liheíiad 
4 los habitantes del suelo giie pisan, objeto de que no puede pres^ 
cindir d gobierno, cualesquiera que sean las proposiciones que se 
le dirijan. 

El mismo, presentes siempre los sentimientos de humanidad 
que ha demostrado, no acordaria sin disgusto que se retardase 
un Bolo momento d alivio porque gimen los desgraciados dudada^ 
danos que encierran esos mtiros] y mis oficiales y tropa, anima* 
dos dd entusiasmo que se dd>e á los sagrados derechos que definen* 
den, no descansarán hasta tanto que sus brazos quiebren las 
\ cadenas del despotismo, y vayan después á recibir los de sus 

hermanos, del mismo modo que han abrazado los de los habi* 



— 408 -- 

tantes todos de esta extensa campaña, libres ya para defender 
su patria, y resueltos á sostener sic causa hasta perder la vida en 
unión de las innumerahles tropas qtie pueblan este territorio. 

La causa de los pueblos no admite, señor, la menor demora. Si 
V. S. desea sinceramente evitar la efusión de sangre tan con- 
traria ¿ la humanidad, entre Y, 8, en negociaciones conmigo, 
que bien penetrado en los deseos de la Excma, Junta, daré á Y, S^ 
y á ese pueblo una nueva prueha de sus miras generosas y pacífi^ 
cas: estas son ceñidas á restablecer la comunicación y relacio- 
nes de esos habitantes con los de la capital; lazos señalados por 
los intereses de ambos pueblos, y por la naturaleza misma; y 
lazos que una declaración de guerra por parte de Y. S. ha po- 
dido romper, desatendiendo unos derechos que las naciónos 
cultas jamás han desconocido, y que llevan consigo el ll?wnto y 
desolación de las desgraciadas familias, que sufren los efectos 
de esa misma efusión de sangre, de que V. S. se lamenta. 

« Este ejército concluirá en breve la obra en que se halla 
tan adelantado, y V. S. hará apurar la copa de las desgracias á 
esos habitantes, si no resuelve, que sea reconocida la autoridad 
de la Exma. Junta Provisoria de estas provincias por ese pue- 
blo, y que lleve á ella sus votos por medio de un representante 
conforme al reglamento publicado, y siguiendo así las medidas 
que han adoptado todas las provincias de España, para conser- 
var ilesos los dominios de nuestro augusto soberano el señor 
don Fernando VII de la opresión del tirano de la Europa, que 
ha causado tantos males, cuantos ella toda experimenta. 

« Este es el único caso en que, á virtud de la representación 
que ejerzo, haré cesar las hostilidades por parte de mis tropas^ 
este es el voto de ellas, y este también el de ese pueblo; oiga 
V. S. sus afligidas voces, y óigalas en los pocos momentos que 
le restan, y sobre el agradecimiento de sus habitantes, llevará 
las bendiciones de la nación española interesada en nuestra 
unión. 



— 409 - 

« Dios guarde á V. S. macHos años. 

<c Campamento délas Piedras, 20 de Mayo de 1811. 

« José Artigas. 

« Señor Mariscal de Campo D. Francisco Xavier Elio. 



Segundo oficio del mismo general al Cabildo de Montevideo. 

« Exmo. Señor: Si el gobierno de esa plaza ha podido herir 
vivamente los derechos de un pueblo desgraciado, arrojando 
de su seno una parte preciosa de sus ciudadanos; si él ha podi- 
do servirse de las circunstancias para despreciar aquellas jus- 
tas consideraciones que caracterizan á un jefe civilizado, aña- 
diendo á los horrores que trae consigo esa expulsión todo el 
rigor de un plazo tan precipitado, que obligase á abandonar, 
no ya los bienes raices y otros que no seria fácil transportar, 
pero aun aquellos muebles y trajes de indispensable nece- 
sidad; á V. E. toca usar de su representación para reclamar el 
alivio de esas perseguidas familias, y á mi hacérselo presente 
en conformidad de los sentimientos que me animan, y para 
dar un paso más en el conocimiento del estado de esa plaza; las 
operaciones de la guerra en la situación apurada en que aque- 
lla se halla, sugerirán tal vez el empeño de asirse de cuales- 
quiera recursos para hacer menores las necesidades; pero los 
equipajes no hacen la guerra: huyan, pues, enhorabuena esos 
aflijidos vecinos del gobierno que les oprime: pero permítase 
que les acompañe una J)arte de sus propiedades de que solo 
ellos pueden usar lejitimamente: para ello espero que V. E. en 
quien se hallan refundidos los votos de los ^interesados exijirá 
que se permita pasar á esa plaza á cuatro individuos que nom- 
braré de entre ellos, en el dia y hora que se señale para encar- 
garse de loa equipajes de las familias, cuya lista incluyo, en el 
caso que el gobierno conviniese en esta diligencia; que evitará 



. 410 — 

se interpreten sus determinaciones por unos principios poco 
honrosos á su carácter. 

« Mi ajnidante Mayor don Ensebio Baldonegro, conductor 
de este oficiO; está también encargado de comunicar á Y. E. 
asuntos de la mayor consecuencia é interés; y para que pueda 
verificarlo, espero tenga Y. E. á bien mandar un diputado de 
ese cuerpo. 

« No dudo que Y. E. considerará la estrecha obligación de 
convenir en esta medida, de que depende acaso la suerte de 
millares de almas, y de Y. E. mismo; al menos no tendrá ese 
pueblo, ni Y. E. razón de quejarse de que en ninguno de los 
casos á que pueda verse reducido, sean absolutamente desaten- 
didas cualesquiera proposiciones que quiera dirigirme, como 
desde ahora declaro que sucederá, si no se oye á mi enviado. 

« Crea Y. K que en el actp mismo en que mis tropas victo- 
riosas me prometen el fin favorable de toda empresa sobre esa 
plaza, mis intenciones y las del superior gobierno de que de- 
pendo, se dirigen á pacificar este país, y darle vida política, 
evitando siempre la efusión de sangre de que huye la humani- 
dad; en cuya consecuencia si Y. E. quiere asegurar á ese pue- 
blo las consideraciones á que puede hacerle acreedor, no 
descuidará un momento acerca de la entrevista que propongo, 
ni olvidará tampoco el resentimiento que debe prometerse en 
el caso contrario. 

« Dios guarde á Y. E. muchos años. 

« Cuartel general del Cerrito de Montevideo, Mayo 25 de 
1811. 

« Exmo. Sr« 

«Qf/osé Artigas. 

<c Al Exmo. Cabildo, Justicia y regimiento de la ciudad de 
Montevideo. 



— 411 — 

Concluyo el cange de loo prloloiieroo 

« Con el alfares de patricios D. Joan José Ferreira, remito 
é Yd, 48 heridos, que faeron prisioneros en la acción de las 
Piedras, quedando advertido que en primera oportunidad irán 
los 13 restantes, que componen todos 61 individuos, los ique 
deberán ser cangeados por igual número de prisioneros del 
Paraguay, de los que existen en esa ciudad. 

<c Dios guarde á Yd. muchos años. 

<c Campamento del Cerrito de Montevideo ^ Mayo 21 
de 1811. 

« Euséno BcUdénegra. 

< Señor D. José Obregon, capitán de fragata de la real ma* 
riña. 



«c Digo á su oficio de Yd. feclia de ayer, se hallan ya en esta 
plaza los 48 heridos prisioneros en la acción de las Piedras; y 
en igual orden espero serán remitidos los 13 que Yd. me dice 
restan hoy de la misma clase: verificado, recibirá Yd. 61 solda- 
dos de los del ejercito de Buenos Aires, que invadieron el Pa- 
raguay, y hechos allí prisioneros han sido remitidos á esta: con 
lo que queda en todas sus partes cumplido lo pactado por el 
caballero gobernador de esta plaza^ y garantida mi palabra de 
honor en su cumplimiento con el teniente coronel D. José Ar- 
tigas, actual jefe de esas tropas. —El hermano de dicho coman- 
dante, que estaba aquí prisionero, y yo le conduje libre antes 
de ayer, va de exceso sobre los 61 que se remiten por el núme- 
ro igual que debemos recibir. Y pues que me hallo empleado 
en otras atenciones del servicio, ha dispuesto este gobierno me 
reemplace para concluir la comisión del cange, D. Antonio 
Suarez, subteniente de dragones. 



— 412 — 

« Dios guarde á Vd. muchos años. 

« Montevideo, 22 de Mayo de 1811. , 

« José Ohregon, 

« Señor D. Eusebio Baldenegro, ayudante mayor del ejercita 
de las Piedras. » 



« El capitán de fragata D. José Obregon me diqe en su oficio 
de 22 del corriente que por disposición del gobierno de esa pla- 
za quedaba V. encargado de su coinision; en su consecuencia 
hagoá V. presente, que be recibido los Gl prisioneros que aquel 
señor me indica, y que debian ser compensados con igual nu- 
mero de heridos pertenecientes á esa guarnición: esto se conta- 
ba efectivamente en mi campamento el dia que se concluyó el 
contrato; pero tardándose en recibirlos, resulta haber muerto 
seis, únicos que faltan al completo pactado: con lo que 
queda en todas sus partes cumplido el cange convenido por el 
gefe de esta vanguardia, el teniente coronel D. José Artigas y 
garantida mi responsabilidad en el cumplimiento de este en- 
cargo. 

Dios guarde á V. muchos años. 

Campamento del Cerrito de Montevideo Mayo 25 de 1811» 

Eusebio Baldenegro. 
Señor sub-teniente D. Antonio Suarez. » 



' — 



Los documentos que anteceden, todos ellos inéditos desde 
1811, demostrarán ampliamente el espíritu generoso y elevada 
que predominó en los actos del General Artigas. 

En el período subsiguiente, durante el cual recrudeció la 
guerra con los españoles, mucho influyeron y dominaron 
en el ánimo público y en las violencias oficiales^ las tremendas 
escenas y el ejemplar castigo que se aplicó á todos los cómpli« 



„ 413 — 

ees en la célebre conspiración de Alzaga en Buenos Aires. 

Los mortales peligros que con esta corrieron los patriotas; 
las bárbaras venganzas de que los conjurados habian hecbo, 
según pruebas irrefragables, un incentivo y una bandera para 
aumentar el número, audacia ¿ importancia de sus adictos; las 
extensas ramificaciones que esa conspiración babia obtenido 
en las provincias; el poderoso auxilio con que contaba en Mon- 
tevideo y sus fuerzas marinas inmediatas á la rada de Buenos 
Aires: el ejército portugués que esperaba en la Banda Oriental 
la noticia de la revolución para apoyarla: todas esas circuns- 
tancias coincidentes enardecieron los ánimos de los patiiotas, 
y convirtieron toda indulgencia en un crimen, todo perdón en 
una traición. 

Es con vista de estos conmovedores antecedentes, como de- 
ben juzgarse los Hechos ocurridos en aquella época, y apreciar- 
se los caracteres que en ella sobresalieron; haciéndose por lo 
mismo tanto mas digna de admiración y aplauso la conducta 
del General Artigas para con los prisioneros españoles que 
cayeron en su poder después de la hecatombe de ese año doce^ 
en frecuentes combates y guerrillas durante el sitio de Monte- 
video hasta su separación de las lineas del asedio. 

A fin de que pueda formarse una idea aproximada del espi- 
ritu vengativo é implacable que dominaba entonces en los ciu- 
dadanos en general y en los gobernantes^ léase la siguiente 
transcripción que hacemos de la Autobiografía del Dr. D. Pe- 
dro José Agrelo, en que este narra sucintamente algunos inci- 
dentes notables de aquella célebre conspiración, habiéndole 
tocado á él como Fiscal del Crimen, formar parte de la terrible 
Comisión compuesta de D. Feliciano Chiclana,D. Miguel Irigo- 
yen, Dr. D. Bernardo Monteagudo y D. Hipólito Viey tes, encar- 
gada de juzgar á los acusados. 

Con esa lectura se comprenderá acertadamente cuan violen- 
tos debian ser los odios en aquella tempestuosa época, y cuan- 



— 414 — 

to debería dominar el terror, como elemento de predominio y 
de TÍctoría en todas las resoluciones. Dice asi: 

«c Se mandó desde luego prender á don Martin Alzaga, qué 
por todas las partes y por la voz pública, se indicaba ser el au- 
tor de la conjuración, y se encontró que se habia ocultado y no 
venia á su casa bacia ocho dias. 

« A las doce de la nocbe de aquel dia 2 de Julio, sobre las 
declaraciones recibidas, y deseando el gobierno principiar 1^ 
mas pronto un orden de escarmientos que manifestasen su re- 
solución en el caso, y contuviesen las tentativas, que en los 
mismos momentos se sabia que bacian los principales de los 
conjurados para vender caras sus vidas, una vez sentidos, fué 
puesto en capüla el capataz de don Martin Alzaga, y al dia si- 
guiente á las nueve de la mañana, reunidos todos los demás 
adelantamientos obtenidos por los diferentes comisionados, fue- 
ron condenados á la misma pena de muerte D. Martin Alzaga 
en rebeldía, para ser ejecutado luego que se le aprendiese, don 
Matías Cámara su yerno, y un tal don Pedro de la Torre, co- 
merciante, que se hallaban presentes entre los presos, siendo 
este último el que estaba en relación con Becazens, y lo había 
provisto de armas. Con una sola hora de término para dispo- 
nerse, fueron ejecutados los dos últimos con el capataz á las 11 
de la mañana del dicho dia 3 y puestos en la horca. 

«Este golpe rápido ó inesperado por ellos, juntamente con 
la alarma general ó interés que despertó en el común de los 
patriotas la resolución del gobierno, salvó sin duda alguna el 
país en aquellos críticos momentos: porque quedaron los con- 
jurados desconcertados en sus planes, y expuestos al furor de 
todo el populacho, armado cada uno como había podido hacer- 
lo; á cuya vista no se atrevieron ya á dar paso alguno, ni po- 
dían combinarlo, aislado cada uno en su casa, sin saber lo que 
pasaba en la ciudad, ni poder salir sin exponerse á ser muertos 
ó conducidos á las prisiones por las partidas voluntarias 



— 416 ^ 

de patriotas que cruzaban en tumulto todas las calles. 

«El domingo 4 de Julio á las doce de la noche, fuá aprehen- 
dido don Martin Alzaga en casa de un retirado, á extramuros 
de la ciudad, tras de la parroquia de la Concepción. Inmedia- 
tamente se le hizo saber su delito, justificado por los sumarios, 
en una confesión con cargos, que le tomé yo mismo por comi- 
sión del gobierno, y habiéndole provocado á que se defendiese 
se encerró en una absoluta negativa á contestar ni essepcio- 
narse, de un delito que negaba, contra el testimonio genera]; 
fué notificado de su sentencia de muerte, poniéndole en capi- 
lla á las 4 de la mañana y ejecutado y colgado á las 11 de ella 
del mismo dia lunes 5 de Julio y en la misma plaza de la Vic- 
toria en que él destinaba para tal dia á los patriotas prendidos 
por las barbas en las verjas de fierro de la columna del 25 de 
Mayo, que se habia construido el año anterior en dicha plaza, 
según resultaba de los procesos. 

« A los ocho días fué tomado también el fraile Barbón Fr. 
José de las Animas, principal colaborador y encargado de Al- 
zaga para la citación y reunión de la gente de los suburbios y 
de los partidos dé los suburbios y de los partidos de Flores y 
Morón, á caballo: y el lunes siguiente 12 del mismo mes fue 
también ejecutado y colgado, después de una larga y prolija 
confesión. 

€ Con esta rapidez y energía siguieron los sumarios y fti^ei'on 
ejecutándose los que parecían mas culpables hasta el núkebo de 
TREINTA Y OCHO, sobrc cl hecho cierto, constante de autos por 
la confesión del fraile Borbon, que de Norte á Sur y del Este 
a] Oeste de la ciudad^ no habia un solo español, que no estu- 
viese más ó menos iniciado en el secreto y dispuesto á concur- 
rir desde que la función principíase. Mientras tanto, se procu- 
raba calmar la justa indignación del pueblo, que en otra 
cualquiera parte de la Europa, y de la misma América, habría 
arrastrado por las calles y concluido con todos los españoles.» 



^ 



~ 416 — 

Hasta aquí el doctor Agrelo y sus remarcables asertos^ tan 
característicos de la época. 

Puede asegurarse sin exajeracion, que los espafLoles no tu- 
vieron tiempo para dar ala guerra en esta Provincia Oriental 
un carácter feroz, como lo hicieron en otras partes, porque la 
batalla de las Piedras inutilizó repentina y totalmente su acción 
en la campaña, encerrándolos dentro de las fortalezas de Monte- 
video basta el Convenio de Octubre de 1811, y en el segundo 
sitio volviéronse á encerrar otra vez dentro de sus muros, limi- 
tándose á las piraterías de sus marinos en los pueblos indefen- 
sos del litoral del Paraná; abandonando completamente el inte- 
rior. 

Asi mismo, aunque las condiciones do la primer lucha no la 
hubiesen permitido dejenerar en 1811 en la guerra sin cuartel 
que se habia iniciado, y que recrudecía con mayor violencia en 
las provincias del Alto Perú, que hoy forman la República de 
Bolivia; asi mismo produjeronse hechos dignos de viva repro- 
bación. Aunque no tan irritantes como los que quedan indica- 
dos en los documentos anteriores, esos hechos sirven asi mismo 
para hacer conocer cuan profundos debian ser los rencores que 
ellos enjendraban. 

El siguiente documento y sus comentarios inéditos también, 
servirán á hacer conocer mejor la historia de aquel periodo, y 
á marcar con un sello de reprobación el proceder de las auto- 
ridades españolas que iniciaban la lucha con rasgos tan irri- 
tantes: 

<c Buenos Aires, 25 de Mayo de 1811. 

« Es demasiado notoria en esta ciudad la desleal conducta 
que está guardando don Xavier Elio con los prisioneros, que 
nos tomaron en las acciones del Paraguari, y Tacuari, y muy 
principalmente con el parlamentario don Ignacio Warnes, que 
Ittropelló de nn modo escandaloso el gobernador Yelazco, y á 







— 417 — 

I 

quien hace meses se le tiene con una barra de grillos. TTna par* 
te de aquellos arrastran un grillete y una cadena por las calles v }|£ 

públicas de Montevideo, y otros son embarcados para España, 
sin duda á sufrir el yugo de la tiranía francesa, de que al mis- 
mo tiempo vemos venir huyendo ya muchos habitantes de la pe- 
nínsula. La excesiva moderación con que por nuestro gobierno 
y generales han sido tratados el común de los prisioneros que 
hemos tomado en las distintas circunstanciadas victorias que 
se han ganado por todas partes ¿ los rebeldes, parece que los 
autoriza para apurar nuestro sufrimiento, y comprometemos á. 
unos hechos que pugnarían con el carácter suave y justo que 
nos distingue, por más que nos quieran representar crueles y 
sanguinarios. 

<cLa Excma. Junta no ha podido mirar con indiferencia la 
desgraciada suerte y ultrajes de aquellos merítísimos oficiales 
y hermanos nuestros. Por fortuna tenemos una porción consi- 
derable de prisioneros suyos, y de la más delicada oficialidad 
de marina, que tan sensible se muestra siempre á las impresio- 
nes molestosas, á que no están acostumbrados: el^s deberán 
sujetarse á una suerte igual: y el inhumano Elio, ese hombre 
que no conoce más leyes, que las que pueden complacer su en- 
cono y la rabia que lo devora en su humillación, los habrá su- 
jetado á los consiguientes efectos del nuevo arte de guerrear 
que lia adoptado, sino vuelve en si y varía de conducta. Con 
este objeto le ha pasado hoy el gobierno la siguiente seria in- 
timación^ que debe fundar en lo sucesivo la justicia de nues- 
tros procedimientos. 

lúttnuicion de la Excma. Junta al general D. Xa^er Elio 

« Los buenos militares hacen la guerra sin ofender los dere- 
chos de la humanidad. Su saña solo se dirige contra los que 
tienen las armas en la maño. La clemencia ocupa su lugar 
desde el instante en que las rinden, porque saben que la victo* 

97 



— 418 — 

m no aa Qn títolo para tratar mal á los Tsncidos. Por conda 
ios nada sospechosos lia llegado á saber esta Jonta, qae olv 
dando y. S^ señor general, estos principios, que solo desoon' 
oen las naciones bárbaras, reíoíte & España ¿ naeatros pñsi 
ñeros de gaerra, los destina con on grillete & las obras pábl 
cas, y lee hace so&ir todo género de humillaciones. No pudíei 
do esta Junta desentenderse de estos males, os hace saber E 
general, que no mudando de conducta, y solo con el fin i 
contener una rabia tan enconada, tratará con el mismo ng< 
á vuestros prisioneros, destinándolos al aocabon de Potosí: S( 
más .cuerdo señor general; acordaos que son vasallos de Fe 
nando Vil aquellos con quienes ezeroitais vuestros rigores, 
en fia tomad ejemplo de esta Junta, que soto celebra las viot 
rías que acaba de ganaros por sus generales en cuanto pued< 
mejorar la suerte de loa pueblos. 
< Dios guarde & Y, S. machos años. 
« Buenos Aires, 26 de Majo de 1811. 

Comdio de Saavedra — Domingo Matea — Átanos 
* Gutierree—Jtian Alagan — Dr. Gregorio Funes- 
Juan Francisco Tarragona — Dr. José García 
Cossio — José Antonio Olmos — Dr. Manud Fdij 
de Molina — Manad Ignacio Mdina — Francis 
de Gurruchaga — Dr. Juan Ignacio de Gorjiti- 
Dr. José Jidian Pérez — Marcelino Poblet — Je 
Ignado Maradona — Francisco Antonio Ortíe 
Ocatnpa—Dr. Joaquín Campana, Secretario. 
« Sr. general D. FraacÜBOo Xavier Elio.» 



Ajust^dose tenazmente al sistema de calumniar á Artigf 
BUS detractores han tratado siempre de hacer caer sobre él 
descrédito de cualquier violencia ó desmanes cometidos por s 
Bubaltemoa. 



— 419 — 

Prescindiendo ahora de calificar tales actos y analizarlos y 
juzgarlos segon las condiciones especiales de la época, nos li- 
mitaremos á nn solo hecho bastante remarcable por si mismo, 
qne nos servirá de pruebapara demostrar cuan injusto y mal 
intencionado ha sido el criterio que se ha observado por los 
historiadores desde Mitre hasta el doctor Berra al apreciar 
los hechos más notables ocurridos durante la época Arti- 
guista. 

Para no ir más lejos, fíjese el lector en el juicio siguiente 
emitido por este último en su Bosqu^o Histórico sobre una de 
las primeras disposiciones tomadas por el Coronel Torgues co- 
mo jefe de la guarnición oriental que ocupó á Montevideo & 
los pocos dias de retirarse las tropas de Alvear. 

Dice asi el doctor Berra: 

«El sanguinario Comandante promulgó casi al mismo tiem- 
po un bando en que amenazaba con imponer el castigo de 
muerte, dentro de 24 horas irremisiblemente^ & todo español 
que se mezclase en los negocios políticos de la Banda Críen** 
tal.» 

El doctor Berra reagrava su calificativo de sanguinario á 
Torgues, por el hecho de haber éste publicado ese Bando, en 
el cual se propendia recomendablemente al orden y al respeto 
individual; pero cuyas amenazan nunca se pusieron en prácti- 
ca, porque, como es sabido, en Montevideo durante el régimen 
artiguista no se llevó á cabo ninguna ejecución capital, ni por 
las fuerzas del coronel Torgues, ni mucho menos por las del 
Coronel Rivera. 

Ahora bien, si por haber publicado ese bando resultaba 
sanguinario ese gefe, desearíamos saber cómo podría calificar 
el doctor Berra al gobierno del Director Supremo Alvear, su 
pleno Consejo de Estado y sus Ministros, el doctor don Nico- 
lás Herrera, General Viana y don J. Larrea, firmanday pro- 
mulgando los dos primeros en el mismísimo mes de MarzO; el 



r 



' 420 — 



sigifiente decreto publicado también en forma de baudí 
Baeuos Aires como se acostumbraba entonces? 

A fin de que nuestros lectores puedan formar al resp 
una opinión acertada é imparcial, reproduciremos el Bandi 
Torgues y el Bando de Alvear, pudiendo compararse de 
modo entre sí, no habiendo mediado entre una y otra res 
cion sino los primeros diez dias de Marzo, 

Debe fijarse también el lector que la resolución del Cori 
Torgues respondía entonces en absoluto á sus inspiracii 
propias. No invocaba ninguna orden al efecto, ni instruc 
del General Artigas, tanto más que el Cabildo muy pocos 
5 antes habia expedido por medio de su distinguido presidí 

^ don Tomás García de Zúñiga una proclama' en términos 

^ conciliadores como imprevisores é imprudentes, tratand 

|g' tranquilizar los ánimos; pero olvidando completamente la 

^' tuaeion peligrobísima que atravesaba esta provincia, y si 

i' todo su capital cuya población española era mucho más ni: 

;: rosa y pudiente que la criolla. 

i' No acontecía lo mismo con el Bando de Alvear. Este tai 

tí pedido como lo dice el mismo Director, después de oido su i 

'A- sejo de Estado, del que formaban parte los patriotas más i 

% nentes de la nación por su posición social, por su ilustraoú 

iff por sus honorables antecedentes, y aprobado por loa dístin 

i, dos ciudadanos que formaban su ministerio. ¿Cuáles eran, i 

?t los sanguinarios en este caso, cuáles los feroces perseguid 

ív' délos temibles y numerosos Sarracenos? 

[;^ Son tan infundados y parciales como este la mayor part 

los cargos que se hacen á Artigas y sus subordinados. 
u'|. Por otra parte, la comparíicion entre ambos documentOÉ 

^ cíales hará también convencer al lector de la verdad de qu 

¡V. peligros que 86 corrían por los patriotas en aquella época 

Fí* bian ser muy semejantes en ambas orillas del río de la P 

¡^, muy graves ó muy inminentes, cuando en ambas capitales 

I 



— 421 — 

vididas ya entre'sí por mutuos agravios y rencores, se tomaban 
casi en un mismo día esas terribles medidas, tan análogas en-> 
tre si, é inspiradas por tan distintas personas, algunas dja las 
cuales eran al mismo tiempo mortales enemigos unos de otros, 
como lo era Torgues de Alvear. 

En cuanto á la efectividad de los apercibimientos ó amena- 
zas, lo hemos dicbo, ningún castigo capital se llevó á efecto en 
Montevideo en consecuencia de ellas; pero no asi en Buenos 
Aires, en donde ellas tuvieron una sangrienta realización, ahor- 
cándose al oficial übeda en uno de los dias de Semana Santa 
en la plaza de la Victoria, y fusilándose aun carrero español 
en la plaza del Ketiro, á las pocas horas de haber descubierto 
que Uóvaba un fusil debajo de unos cajones en su carro, 

Hé aquí entre tanto el decreto de Alvear. 

• 

«El Director Supremo del Estado se ha servido expedir el si- 
guiente decreto. 

« Considerando que en esta Capital y en los Pueblos de las 
demás Provincias que constituyen el Estado, existen algunos 
hombres perversos que aprovechando las ocasiones que pre- 
sentan las circunstancias, son por sistema ó por interés los 
agentes de las revoluciones, los que perturban la opinión pú- 
blica con especies falsas y calumniantes, los detractores del 
Gobierno constitiiido, y el azote del orden social. 

Que la condescendencia con que se les ha tratado hasta aquí 
lejos de atraerlos al conocimiento de sus deberes, solo há ser- 
vido para animarlos en sus empresas sediciosas: 

« Que en las circunstancias que nos rodean, y cuando los 
pueblos necesitan concentrar todos sns recursos para destruir 
la expedición enemiga que se dirige á nuestras costas, nada 
seria mis funesto á los intereses de la defensa común, que la 
falta de unidad de sentimientos y de subordinación al Gobier-^ 
no que lige al Estado en situación tan peligrosa. 



„Y que el gobierno faltaría de un modo cnminal & la m&i 
sagrada de sus obligaciones, si no velase sobre Ib conservación 
del orden, la defensa del Estado, la quietad de las familias, ] 
la segundad de los ciudadanos, c[ue es el fin de todas las insti' 
tnciones civiles: 

„Por eatas consideraciones, y oido previamente el dktámen de 
mi Consejo de Estado, lie venido en expedir y mandar publicaí 
el siguiente Decreto: 

^Articulo 1." Los españoles sin esoepcion alguna que de pa- 
labra ó por escrito, directa 6 indirectamente ataquen el sistema dt 
l&iertad é independencia que han adoptado estas Fi-ovindas, sebá> 
PASADOS FOB LAS ARUAs DEKTBo D£ 24 HOBAS; y SÍ alffun amén' 
cano, (lo que no es de esperar) incurriese en semyante ddito, su 
frirk la misma pena. 

^S." Todo individuo sin excepción alguna que invente ó di 
Tulgne maliciosamente especies alarmantes contra el G^obiemC 
constituido, y capaces de prodacir la desconfianza pública, e! 
odio, ó la insabordinacion de los ciudadanos, será ca8tigad( 
con las penas que fulminan las L.L. I.* y 2.* tit. 18 lib. 8. áe li 
Becopilacion de Castilla; y en el caso de que de resueltas d( 
dichas especies acaeciese algún moTÍmiento que comprometf 
el orden público, sufrirá la pena de muerte. 

K 3.'* Todo individuo sin excepción alguna qne directa ó in- 
directamente trate de seducir á loa soldados, ó promueva li 
deserción de los ejércitos de la patria, sebí fabado pob iai 

AB1CA8 SBMTBO DB VBINTB Y OCATBO HORAS. 

« 4." Todos los que sepan que se prepara una conspiracíoi 
contra la Autoridad constituida de un modo indudable, estái 
obligados á denunciarla bajo la pena de ser reputados come 
consentidores y cómplices del mismo crimen; pero en caso di 
que solo sean sospechas graves las que se teogas de' s» 
mejante atentado, al honor y al celo de todo buen ciada' 
daño, corresponde dar avisos oportunos & la comisión pa' 



— 423 — 

ra que tome las medidas precauoionales que juzgae convenir. 

«5.^ Una comisión especial jusgará de estos delitos privativa 
y militarmente^ conforme al Beglamento que se le dará en opor- 
tauidad. p 

«c 6.^ Los reos de los delitos de que trata este decreto, que se 
aprehendan en los Pueblos de la jurisdicción del Gt)biemo, se 
remitirán inmediatamente á esta capital con sus respectivos 
procesos para que sean jusgados por la Comisión. 

7.^ El presente Decreto se circulará por mis Secretarios de 
Estado á todas las autoridades de la dependencia de sus depar* 
tamentos, se leerá á todos los cuerpos del Exército en la orden 
del dia, se publicará por bando en todos los Pueblos, y se in- 
sertará en la Gazeta del Gk>biemo, dando cuenta oportunamen- 
te á la Soberana Asamblea G-eneral. 

Dado en Buenos Aires, á 28 de Marzo de 1816. 

Carlos de Alvear, — Nicolás Herrera, 
Secretario. 



He aqui abora el Bando expedido por el Coronel Torgues tal 
como lo trascribimos de la Gaceta de Buenos Aires de 15 de 
Marzo de 1815. 

«L Ningún individuo Español podrá mezclarse pública 6 
privadamente en los negocios políticos de esta Provincia, es- 
parciendo ideas contrarias á su libertad, con el sutil pretesto 
de bocer la felicidad del País, ni con otro alguno. El que ¿ ello 
contraviniere será á las 24 horas irremisiblemente fusilado^ in- 
curriendo en la misma pena el que lo supiese, y no lo delatase. 

«n. Con igual pena será castigado el vecino que fuese apre- 
Kendido en reuniones ó corrillos sospecbosos; criticando las 
operaciones del Gbbiemo. 

«nL Can pena arbitraria será castigado todo ciudadano que 
con pretexto de opiniones contrarias instdte á otro, pero si algu- 



— ,424 — 

nó atrepellando las demostraciones del gobierno incurriese 
gunda vez en en este atentado será pasado por las arniE 
la 24 horas de cometid o el crimen. 

«IV, Ningún ciudadano podrá con autoridad particular ca 
gar insultos Itechos á su persona. Este ©8 rasgo de las autori 
des constituidas. Quien burlando las ideas benéficas, que gu 
esta mi determinación la despreciase, será pasado purlas 
mas á las 24 horas de justificado el crimen. 

« V, Todo individuo que atacase directamente ó indirec 
la libertad de la Provincia, ó indujese seducción por pala 
ó escrito á favor de otro sistema que no sea el de la libertad 
la Provincia, contra todo intruso invasor, será á las dos ho 
de probado su contravención pasado por las armas.» 

Fernando Torgues. 



Requiriéndolo la importancia del asunto, hemos dado qu 
demasiada extensión á estas comprobaciones, eegiiros de ( 
ellas serian bien recibidas por nuestros lectores . 

Al (reneral Artigas se le ha hecho responsable por sus 
tractores hasta de los atentados qne se cometian por deseí 
res de sus faerzaa, 6 por facinerosos ocultos en los montes, 
despoblados y sierras en donde no llegaba la acción severa 
su justicio. 

Pero es evidente que esa calumnia sistemática tiene qne 
mudecer ante los nobles é innegables hechos y pruebas i 
hemos acumulado en las páginas precedente». 

No podremos ciertamente convencer á entidades íanatizadas 
por el odio como el G}«neral Sarmiento, quien en su prolifica 
inventiva ha llegado ha&ta asegurar « qne por orden del Qe- 
« neral Artigas se fusüaba cada semana en Purificación un ga- 
« Uego, y aumdo no h hiáña d la mano, un portefio, y íí éste 
« ^mbien faltaba, se fusilaba al primero que cuadrase, para no 
< perder la costumbre,* 



— 425 — 

Pero si no podemos esperar tal conversión á la verdea del 
mismo que como Gobernador de la provincia de San Juan da- 
ba orden, la que se cumplía á la letra por sus solicites subalter- 
nos, de juzgar sobre el tambor y fusilar ó degollar 6 lancear á 
escojer, como se hizo con centenares, á cuanto Chachista se to- 
maba prisionero en la Rioja y demás provincias inmediatas, 
exterminando asi la mitad de su población viril como brigan- 
tes, por el hecho de militar bajo opuestas banderas, y arreba- 
tándose por escuadrones á una misma hora todas las mujeres 
jóvenes de algunos pueblitos para ser arrastradas á los campa- 
mentos en castigo de que de esos pueblitos habian salido algu- 
nos revolucionarios; si por desgracia no podemos convencer al 
inconvencible general Sarmiento respectó de la ejemplar mag- 
nanimidad del general Artigas; estamos seguros de que los lecto- 
res imparciales y rectos darán plena fó á nuestra^ afirmaciones. 

Concluyamos. 

Con la conducta magnánima del General Artigas pudo qui- 
zá debilitarse en esta Banda Oriental la imponente suprema- 
cía de las armas patriotas en 1811, y perder el nombre de aquel 
el prestigio terrorífico que adquirían sus compañeros de armas 
al otro extremo del Vireinato. 

Sin embargo, y en honor sea dicho de- la dirección de aque- 
lla noble guerra de la independencia, es evidente que la de- 
mencia de Artigas es sin duda, por las mismas razones, y por 
el mismo admirable contraste, la mas pnra é imperecedera glo- 
ria del vencedor de las Piedras: la que nunca pueden arreba- 
tarle sus fanatizados calumniadores. 



— J3<3M M&€»«^ 



Nuevas pruebas de la clemencia y magnaninüdad 

de Artigas. 



Vamos á entrar ahora justament» en el largo periodo tem- 
pestuoso de guerra intestina en que se hace mas admirable en 

r 

el General Artigas el respeto á la vida de "sus prisioneros; y 
tanto mas inicua y desleal la calumnia persistente de sus de- 
tractores. 

Después de la luclia con los españoles, sobrevino la guerra 
con las tropí^ de los Directores Supremos Posadas, Alvear, Al- 
varez-Thomas, Balcarce y Pueyrredon, desde 1813 á 1820, du- 
rante la cual con cortas intermitencias se dieron algunos com* 
bates y batallas en extremo reñidas tanto en la Provincia 
Oriental, como en Santa Té, Misiones, Éntrenos, Corrientes y 
en la misma Provincia de Buenos Aires. 

Kadie seha atrevido á negar hasta aboraen todo ese largo 
periodo el hecho incuestionable de que, recrudeciendo los ren- 
cores y la lucha entre los combatientes con la mas violenta fu- 
ria, tuvo el General Artigas frecuentísimas ocasiones de satis- 
facer su encono ó su venganza contra sus enemigos que lo 
asaltaban y agredian con la mas feroz zana, y á los que tomaba 
muchos prisioneros en las frecuentes derrotas que les hacia su- 
frir. 

Estas agresiones se hacian, como lo hemos visto^ cumplien- 
do las órdenes de los Directorios, señalándose entre ellas las 
del general Alvear, quien en la exaltación de su carácter ante- 
ponía toda otra consideración á la de alcanzar no solo la sumi- 
sión, sino hasta el exterminio de los gefes que dirigían las ftier* 
zas de las provincias sublevadas. 

El General Artigas tuvo, pues, en su mano frecuentemente 



— 428 — 

la vida y las personas do multitad do gcfes tomados prisione- 
ros, pero la Mstoria acredita, y sus más enzaüados calumniado- 
res no han podido negarlo, que á ninguno de ellos infirió el 
mas pequeño agravio personal. 

Siendo tan importante este tópico, creomos conveniente par- 
tiottlarizar algunos interesantes detalles, que darán plena auto- 
ridad á nuestras afirmaciones. 

Vamos á citar entre otros muchos, cuatro notatilisimoí 
ejemplos de «sa magnanimidad que tanto honra al General Ar- 
tigas. 

En 1814, el distinguido Coronel do ArtiUeria, Barón de Ho- 
llemberg, hallándose á las ordenes inmediatas del General Dia; 
Telez que gobernaba á la sazón en la provincia de Santa Fe 
recibió instrucciones del Gobierno de Buenos Aires par» inva- 
dir y ocupar el Entre ítios. Después de un reñido combate, fut 
derrotado cerca de Gualeguay, en los Espinillof, por el Corone. 
Torgues, destacado al efecto por Artigas. 

Tomado aquel prisionero con varios jefes y oficíales, por est 
mismo coronel Torgues, que se ha calumniado tanto como ui 
asesino vulgar, fué conducido sano y salvo al cuartel Genesal 
en donde permaneció prisionero algún tiempo, hasta que fa^ 
puesto incendie ion al mentó en libertad por el General Artigas 
junto con todos sus oficiales, escepto el capitán Mondragon 
que prefirió servir con Artigas, militando desde entonces com( 
xmo desús jefes distinguidos, sirviendo de segundo del Gene^ 
ral D. Andrés Latorre en la célebre batalla del Catalán. 

En la casa azotea de don Diego González cerca del Durazno 
el Comandante Rivera (de cuya Memoria original tomamo! 
este dato) después de un bien resistido asalto, tomó prisionerí 
al jefe don José del Pilar Martínez, destacado por Alvear,5 ofi' 
cíales y 260 soldados, quedando muertos 6 oficiales y 60 sol 
dados. 

Ninguno de los prisioneros sufrió lo más mínimo en sn per 



— 429 — 

sona. Todos fueron puestos en libertad poco después, embar- 
cándose algunos de ellos por el mismo puerto de Montevideo 
adonde fueron enviados después del combate. 

En la famosa acción del GhiayábOj el entonces coronel Rive- 
ra, que como es sabido mandaba en jefe el ejército Oriental, 
tomó también muchos prisioneros al ejército de Buenos Aires, 
mandado por el coronel Dorrego, y ninguno de ellos sufrió el 
más leve daño. 

Al volver á hablar incidentalmente de este notable hecho 
de armas, en que se combatió con tanto encarnizamiento y ar- 
*ro]0 de parte á parte, no podemos negamos al placer de repro- 
ducir aquí las nobles palabras que de su puno y letra vemos 
dedicadas por el vencedor general Rivera al recuerdo de esa 
batalla, que para éste y para los orientales era con razón y 
justicia, una espléndida y salvadora victoria. 

En la valiosa Memoria autógrafa que tenemos á la vista es- 
crita ^or el general Rivera, dando cuenta de las campañas de 
los orientales desde 1811, contra españoles, argentinos y portu- 
gueses, de la que hemos tomado ya algunas interesantes des- 
cripciones, aquel eminente jefe se expresa en los siguientes 
términos tan modestos como magnánimos, al hablar de su vic- 
toria del Guayabo, emitiendo opiniones que tanto honor le ha- 
cian á él personalmente, como segundo jefe de Artigas, asi co- 
mo á la caufia que ambos defendian. 

Dice así: 

« El comandante Riviera habíase esforzado para reconcen- 
trar cuantas fuerzas pudo reunir sobre Arerunguá, donde ya 
no estaba el Cuartel general, que se había retirado al Corral de 
Piedra, en el arroyo de Sopas, que está á la entrada de la sier- 
ra del Infiernillo. Dorrego siguió sus marchas, y llegó á un 
arroyo reconocido por el Guayabo, que tiene su confluencia en 
el rio Arerunguá. 

« Los orientales se resolvieron á presentarle batalla, á pesar 




de la infeñorídad de sus fuerzas, paes loa enemigos les Uevi 
ban más de 500 hombres de ventaja: se dio la batalla y á pess 
de la inferioridad se ganó completamente. Dorrego mandab 
el ejército de Buenos Airea, y Bivera el de los Orientales: I 
batalla empezó á las 12 del día 10 de Enero de 1816, y se con 
clajó á las 4 y media de la tarde. 

<c Dorrego uo pudo salvar arriba de 20 bombres;todo, todo I 
perdió. La batalla uo se puede detallar porqaé no fné ella de 
tamaño que merezca la peu^ y en ñn, ella por desgracia, fué d< 
hermanos contra hermanos! Qué fatalidad la de la América!» 
Hemos oreido justo reproducir los párrafos anteriores, por 
más que ya los hayamos insertado en otra sección, porque tam- 
eirven aqui elocuentemente á comprobar nuestras afirmaciones. 
Creemos que se leerá con interés ¿ este respecto un hecho 
que no es couocido, y que fué narrado ante varias personas 
fidedignas por el mismo General Eivera en Bio Janeiro, hecho 
que es demostrativo del carácter de la guerra que se hacia en 
aquella campaña,a8Í como del espíritu conciliador que impera- 
ba entre los gefes subordinados al G-eneral Artigas, en cumpli- 
miento sin duda de sus terminantes órdenes. 

Estando el General Alvear al frente del ejército del ejército 
de Buenos Aires, fuerte casi de tres mil hombres, en una de 
las persecuciones que sufrió la división Rivera, que apenas 
llegaría á mil hombres, aconteció un lance bien extraordinario. 
Alvear por tercera vez fusiló nn soldado de Rivera so pretexto 
de que era un bombero ó espía. Apenas fué conocido el hecho, 
Bivera aparentó querer también fusilar 40 soldados y 3 oficia- 
les que habia tomado prisioneros en esos últimos dias, y mau- ^^^ , 
dó pedir un confesor ó capellán al mismo Alvear. ^H ■ ' 

Esta solicitud alarmó sobre manera á <^te, y al enviarle el 1 * i 

confesor, comisionó á don Pedro Cortina, amigo personal de a 

Bivera, para suplicarle que perdonase la vida á aquellos des- \ *í^ -^ ^. " I 
graciados prisioneros, intercediendo por ellos. , ' '^^ ^^l, 






^ 

W^ 



— 431 •- 

Biyera contestó que no podía consentir en ello, porque es- 
taba convencido por varios hechos recientes, que Alvear le 
estaba haciendo una guerra sin cuartel, impulsado sin duda 
por su carácter cruel y exaltado, con cuyo proceder lo autori- 
zaba y justificaba para imitar su ejemplo y tomar represalias, 
por más que esto le repugnase, y no lo hubiese hecho jamás. 

Cortina se esforzó entonces en hacerle entender a Bivera ^ue 

aquel procedía de este modo cumpliendo órdenes perentorias 

que habia recibido del Director Posadas;y habiendo exi jido que 

^ se las presentase. Cortina volvió pedirlas á Alvear^y las entregó 

á Bivera. 

Este entóneos suspendió la simulada ejecución de los prisio- 
neros, pero persistió en no volverle á Alvear las órdenes de 
Posadas, á pesar de sus repetidas reclamaciones. Efectivamen- 
te; por esas órdenes se mandaba practicar él fusilamiento de 
todo prisionet'o oriental que se tomase con las armasen la 
mano. 

Lástima grande que esa orden no pudiese hallarse hoy, para 
dejar á cada cual su responsabilidad en tan siniestra conducta! 

El general Yiamont de cuya invasión á Santa Fé hemos 
hablado antes bajo el punto de vista del espíritu agresivo que 
dominaba en los Directorios, contra Artigas, iniciando así una 
nueva guerra fratricida, fué derrotado y rendido como lo he- 
mos dicho, por las fuerzas orientales y santafesinas. Tomado 
prisionero junto con algunos jefes y oficiales en el ataque que 
don Mariano Vera llevó á Santa Fé en unión con las fuerzas 
9 de Artigas, enviadas desde Entre-Bios á las órdenes del Coro- 

nel don José Francisco Bodriguez, fué aquel remitido al 
campamento del general Artigas. 

Ninguno de esos prisioneros sufidó tampoco el más pequeño 
rigor de la guerra, devolviéndoseles por éste una libertad in- 
condicional. 

En la vandálica invasión practicada por el general Díaz 



bre Santa Fé aconsejada y dirijida por Fueyrredon, 
)S hecho extensas referencias en este miamo Tota 
lo prisionero el bravo y diatinguido Jefe de la e 
que en loa ríos cooperaba con aquel, coronel de Mi 

Matías Irigoyen, q^uíen se habla hallado al servio 
>aña en la memorable acción de Trafalgar. 
an, junto con algunos subalternos fuá detenido f 

hasta la terminación de esa sangrienta campf^a, 
)s añicos se hallaban entonces tan justamente exa 
16 tan inicoa é inmotivada agresión, aquel jefe pue 
en á disposición del general Artigas, junto con 
ate de Infantería don Benito Kivadavia, y v. 
idea, fué paesto en libertad y enviado & Buenos Air 
del Director Pueyrredon; el mismo que mis había ii 
ra que se practicase esa inicua invasión, y el que mi 
pues había de haoer reproducir idénticas escenas ( 
n y de sangre haciendo invadir otra vez aquella pr 
or el ejército del general Balcarce, para sufrir ot 
completa derrota. 

mismo caso se halló un año después el general d( 
Jalcarce, remitido aprisionado con tiras de cuero de3< 
i al campamento del general Artigas, quien inmedi 
lo hizo poner en libertad enviándolo para Buen 

[, pues, cuatro gefes importantes de otras tantas exp 
enviadas contra Artigas y aua protejídos, tomados t 
nuchoa oficiales en sangrientos combatea, cuya libere 
ediata ó próxima acredita elocuentemente la nobles 
¡ter del vencedor. 

estras ulteriores guerras civiles son por desgracia mu 
tales actos de demencia. Confiésenlo con lealtad nuei 
Driadores, que han sido á la vez hombres de guerra, 
pocos ejemplos han dado de ella por desgracia. 



otras pruebas de la magnanimidad de Artigas. 



Estos son hechos tan notorios y verídicos que nunca han 
podido ser denegados ni terjiversados por los mismos calumnia- 
dores de Artigas. 

No ya los que nos apasionamos por el grande hombre que 
mostraba así su magnanimidad, sino todo hombre imparcial y 
recto, tiene que reconocer cuan inmoral y torpe es el sistema de 
difamación de que se le ha hecho víctima, falseando la histo- 
ria patria para convertirlo en un sanguinario felón. 

Necesitaríamos algunas páginas para puntualizar flucinta- 
mento la multitud de combates generales y parciales que des- 
pués de esa guerra tuvieron lugar con los portugueses, y los 
que se hallarán descriptos en el cuerpo de esta obra. . 

En ellos se peleó también con más mortal encarnizamiento 
aún. 

Los mismos historiadores Portugueses y Brasileros que han 
narrado y detallado esa tercera campaña, si bien han hecho 
notar la implacable zana con que se combatía, luchando siem- 
pre los Orientales en condiciones desventajosas, han rendido un 
justo homenaje al valor indómito con que se batían uno contra 
tres, y no han presentado un solo caso de exterminio de pri- 
sioneros, 6 de crueldades practicadas con ellos por las divisio- 
nes del General Artigas. 

Por el contrario, la crueldad estaba siempre de parte de los 
invasores, de acuerdo con la bárbara proclama 6 bando del Q-e- 
neral Lecor de 16 de Febrero de 1817, la cual hizo cubrir el 
rostro de vergüenza al partido dominante entonces en Buenos 
Aires, como cómplice de sus desmanes. 

Esa proclama hizo estallar de indignación á todos los patrio- 

28 



— 434 - 

tas del Kio de la Plata, obligando al mismo Director Pueyrre- 
don á reclamar ostensiblemente contra sus feroces amenazas 
en un documento hipócrita que la historia ha reconocido ha- 
berse expedido como un valor entendido con el General Lecor 
convenido con este de antemano por medio de la misión del 
General Vedia, enviado expresamente á ese fin por Pueyrre- 
don á fin de tranquilizar al General en jefe Portugués para el 
caso previsto de que aqnel tuviera que adoptar, obligado por la 
indignación pública, un lenguaje violento en sus notas, ó algu- 
nas medidas enérgicas (1). 



(1) Vóaae cómo confiesa con un bocliomoso é increibie desparpajo el 
mismo doctor López, como defensor dol Director Pueynedon, la dupli- 
cidad de su política en los asuntos Orientales, al referii-sc k esa niision 
del Coronel Vedia, sin darse cuenta ó recordar que poco después presenta 
al mismo Pueyrredon excitado por ardores bélicos contra los Portugue- 
ses y dispuiííito k hacerles !a guerra. 

« Pueyrredon era hombre do mucho criterio político: sus vistas eran 
demasiado estensaa y claras, para que se dejase empujar asi por las li- 
vianas veleidades del sectimieuto popular movido por un pánico momen- 
táneo. Comprendía que Artigas debia tener un doble interés: que era de- 
fenderse de los portugueses con los sacrificios de Bflenos Aires: y desar- 
mar i Buenas Aires al mismo tiempo, pora dominarla por el lado de 
Santa Fé, y para constituirse en arbitro de la situaciou. Pero, como log 
intereses argentinos exigían también que el gobierno no se maiituTiera 
inerte, el Director Supremo .=ie decidió k eacargar a! Coronel don Nicolás 
de Vedia ana misión confidencial en los asuntos orientales, dándole ins. 
tracciones c9n fecha 1.** de Noviembre, qne abrazaban varios puntos se- 
cretos, y entre ellos estos tres que eran capitales. El primero era inqui- 
rir si hftbia en Montevideo bastante espíritu civil y medios para defen- 
derla con el apoyo do algunos batallones argentinos, bajo la baso de que 
la Plaza quedaria bajo la dependencia y dirección del gobierno genera! 
de las Provincias tlnidas.— El 2.' era pa»ar al campo de Artigas, y ver si 
acosado por sus contrastes y por la segura derrota que ya debia prever, 
estaba diapuesto, 6 no, á someterse al gobierno argentino; para que ésto 
tomase diplomática y militarmento las responsabilidades de la cnestion. 
— Ei 3." era pasar al campo del general Lecor, jefe de las fuerzas invaso- 
ras, para ver si daba seguridades de no atacar la márgea occidental del 
Urnguay, ni otra ribera argentina en cago de que el gobierno de Bue- 



— 435 — 

Entre las notas del General Artigas que hemos de publicar, 
se hallarán algunas en que habla de prisioneros portugueses 
que remite á Montevideo por no poderlos conservar á su lado 
con la debida seguridad. Coincide con este mismo proceder el 
informe y notas que hemos presentado en la página 187 de- 
mostrativas de la existencia en poder dol General Artigas de 
varios oficiales y tropa brasilera en Soriano, sin que ninguno 
de estos al evadirse hubiera hecho referencia, como era de su- 
ponerse si ellos hubieran existido, á malorf tratamientos sopor- 
tados en su prisión, ni mucho menos á la ejecución de alguno 
de esos ó de otros prisioneros. 

Es indudable que los escritores argentinos que venimos im- 
pugnando, han tratado á todo trance de manchar ol nombre 
del General Artigas con el baldón de un asesino feroz, tratan- 
do asi de hacer aborrecible la viril resistencia que opuso á los 
desmanes de nuestros gobiernos. 

Pero asi como señalamos este hecho tan injusto y censura- 
ble, debemos también hacer notar el hecho de que ninguno de 
los historiadores portugueses y brasileros, al narrar con más ó 
menos pasión los cruentos episodios de esa larga campa- 
ña, ninguno de ellos, decimos, se ha referido á hechos cón- 



nos Ai^os creyese conveniente abstenerse y dí'^jíw solo sobre xVri :!2:as las 
contingencias tle la guerra. El coronel Ved i a debía taí.iüiex expli- 
carle AL GEXEIIAL PORTCOUES LA SITUACIÓN DE LOS ESPÍRITUS EN BUE- 
NOS Aires y la necesidad en que el gobierno se vería de salvar las 

APARIENCIAS CON PROTESTAS Y CON OTROS ACTOS DE ESTILO VEHEMENTE 

QL^B NO PODÍAN EVITARSE. Lo que Puet/rrcdon qfteria e?i d fondo era ganar 
el verano de 1817, para que quedasen resueltos los proUemas de I<i campaña 
de Chile; cc7is¿dera7ido que si nuestro cjrrcüo triunfaba, tendríamos medios 
morales, fue^'zas de tierra y una escuadrilla con que lineemos respetar de 
Artigas y del Portugal á la vez. » 

Hasta aquí el Dr. Lopez^ cuya última revelación de la insigne y cobar- 
de mala fé del Dii-ector, nos exime de hacer nuevos cargos de la traición 
que hemos comprobado antes, y que se confiesa con tan pasmo;^o candor 
por el panegirista más exaltado de PucyiTcdon. 




i-(: 



~ 436 - 

fl^' cretoa de Artigas y sus jefes principales, que importasen el fa- 

jf ■' silamiento ó la ejecución de los numerosos prisioneros que en 
r esa encarnizada guerra se tomaron por las fuerzas Artiguís- 

*í[ tas. . * 

t ■ Nos llevaría muy lejos el presentar algunas consideraciones 

sobro tan doloroso ó innoble contraste. 

Agregaremos otro beclio más íV esta larga serie. 
No queremos inculcar por demasiado conocida, en la nobilí- 
sima conducta observada por el Jefe de loa Orientales al reci- 
bir en su campamento de Purificación, enviados desde Buenos 
Aires por el gobierno de Alvarez Thomas sublevado en Fon- 
teguelas contra Alvear, siete jefes de los más entusiastas par- 
tidarios de este su enemigo encarnizado, derrocado por aquel. 
Es sabido que los tres coroneles, Vázquez, Balbastro y San- 
tos Fernandez, jefes de batallones y los cuatro comandantes. 
Larrea, Zufriategui, Paillardel y Díaz, don Antonio, jefe este 
último de la Escolta de Alvear, (el mismo que después llegó 
merecidamente en la Eepública á las más altas dignidades 
militares) jefes todos en actividad de servicio militar, fueron 
enviados engrillados al general Artigas con un proceso que se 
les había seguido en Buenos Aires, por el cual se les condena- 
ba á ser pasados por las armas, no habiéndoseles aplicado osa 
última pena en esa ciudad, á ruego de algunas señoras de la 
más distinguida sociedad. Con esa Inicua remesa de victimas 
se creia poder darle á Artigas una prueba de cordial amistad, 
y de la estrecha alianza que quería pactarse con ¿1 entregán- 
dole aquellos enemigos. 

Esos siete jefes militares entre los que había algunos muy 
distinguidos é ilustrados, se habían mostrado siempre entusias- 
tas amigos personales y ardientes partidarios del general Al- 
vear, ayudándole y obedeciéndolo ciegamente en sus desa- 
fueros . 

Uno de ellos, el valiente é íntelijente Coronel oriental don 



MM... 



^* 



~ 437 — 

Ventura Vázquez había desertado délas fuerzas esclusiva- 
mente orientales de Artigas en el campamento del Ayuy, en 
1812, pasándose merced á odiosas intrigas, al ejército, del ge- 
neral Sarratea, junto con otros jefes de división, cuya de^leal- 
tad fué siempre para Artigas de un aborrecible recuerdo. 

Pudo este obedeciendo á sentimientos de ruin venganza, 
que nunca abrigó, excitado por aquella incalificable entrega, 
que tan indeleble mancha arroja sobre sus autores, haber re- 
tenido cuando menos aquellos decididos servidores de su en- 
carnizado enemigo, y conservadolos á su lado, para librarse de 
nuevas y probables agresiones, y aún como rehenes para ga- 
rantirse de futuras venganzas. 

El magnánimo caudillo rechazó inmediatamente con gran- 
deza de alma aquel horrible presente, y devolvió en libertad 
y socorridos y alentados aquellos malaventurados presos que 
le llegaban sin camisa y andrajosos, encadenados con pesados 
grillos en la lóbrega bodega del buque conductor, como nos lo 
ha narrado el mismo general don Antonio Diaz, quien como 
hemos dicho iba entre ellos. 

Artigas no pudo menos de censurar publicamente con hidal- 
ga indignación el proceder de aquellos gobernantes, que le en- 
tregaban maniatados á sus enemigos, juzgándolo capaz de ce- 
bar su venganza sobre ellos. 

¿Cómo ningún historiador leal y austero entre los calumnia- 
dores de Artigas, ha dedicado algunas líneas á hacer resaltar 
el contraste que hace la conducta digna y elevada del caudi- 
llo á quien han llamado hárbaro, con el proceder del cultísimo 
arequipeño general Alvarez Thomas, y de sus gofes partida- 
rios ilustrados y eminentes que lo ayudaron á derrocar á AI- 
vear? 

Elr hecho de encadenar esos procesados después de las an- 
gustias de una prisión incomunicada, condenándolos á muerte, 
cenflscándoles sus- bienes, y no atreviéndose á fusilarlos como 



fc' 86 hizo con la triste víctima expiatoria el teniente coronel Pai- 

g¿^j- Uardel; pero mandándolog á Artigas, en la esperanza de que él 

S^* los nltimase; ese hecho tenia lugar en medio de una ciudad 

tti ■ populosa y culta, y entre la explosión de laa alegrías de ana 

*,,[. incruenta victoria, por partidarios pertenecientes á las clases 

^S , joae elevadas y pudientes de la sociedad, al frente, y á pesar, 

t^- de todas las reprobaciones de la civilización y de la caridad 

^i' cristiana. 

g.V.. Pero el hecho dignísimo de rechazar el inicuo presente, de 

r¿¡.» lanzar al rostro délos crueles instigadores la imprecación de 

^: verdugos con que Artigas indignado loa devolvió, tenia lugar 

0: & lis orillas de nn caudaloso y desierto río, entre el silencio y 

^'' ■ , ' aislamiento de un campamento oculto entre los bosques y pe- 

Sft: ñascales del Daiman y del cercano Hervidero, entre milicianos 

fc^,' y blandengues cuyos corazones debían estar tan acerados como 

^,: sus lanzas por las crueles escenas y las fatigas de la guerra; ©n 

!!'. donde no se oia sino el rumor de las batallas, ó el alerta del 

¿' medio desnudo centinela; dominando ese conjunto imponente 

,' la atmósfera de sangre que la' tradición de la calumnia ha cer- 

í. nido sobre la Villa de Purificación. 

,"■; Lahistoria depurada de las cobardes claudicaciones con que 

t; se ha adulterado su moralidad, sabe disdemir entre ambos si- 
tios, en donde estaba la barbarie, en donde la magnanimidad! 



El castigo de un traidop y el asesinato 

de un gran patriota. 



Al lado de hechos de tan noble elevación, hay una gran som- 
bra que se presenta quizá como la única excepción irrefutable- 
mente comprobada. 
^ Nos referimos á la ejecución del infortunado y valiente 

Comandante correntino don Grenaro Perú Q-orria, derrotado en 
Vatél por las fuerzas del Comandante Basualdo. 

Ese hecho único de Artigas, sino tiene .justificación an- 
te las leyes de la humanidad, tan relajadas en aquella época 
remota, la tiene y la tendrá por mucho tiempo ante las leyes 
inflexibles de la guerra. 

Perugorria, era, ó más bien aparentaba ser, un entusiasta su- 
balterno de Artigas. Se le habia presentado, desertándose de las 
fuerzas adictas al Directorio. Sublevando la división que aquel 
le habia confiado, juzgándolo leal partidario de su causa, se 
vendió ó se pasó á la del Director, y convirtió sUs armas con- 
tra su gefe, emancipando de su alianza á la provincia de Cor- 
rientes. Artigas sin duda vaciló muchos días antes de resolver- 
se á un ejemplar escarmiento; pero al fin, rodeado como estaba 
de toda clase da peligros y acechanzas, de las intrigas y del 
oro corruptor de sus enemigos, se comprende como debió reco- 
nocer que la impunidad de aquella odiosa traición podía minar 
por completo la fuerza de su poder. 

El comandante Gorria fué, pues, ejecutado al frente de las 
divisiones del ejército oriental. 

Como es muy conveniente y necesario esclarecer en cuanto 
sea posible los jconfusos antecedentes que produjeron ese fatal 
desenlace, creemos oportuno transcribir á continuación los in- 



_ 440 — 

teresantes y verídicos detalles que proporciona una Memon¡ 
sobre los sucesos de armas ocurridos en Ja Provincia de Corrien 
tes en el año 1814, presentada por el Gobernador do esa Pro- 
vincia doctor Pujol al doctor don Vicente G. QuGsada, publi' 
cada recien en Buenos Aires el año íió en la EerisUi da Bueno; 
Aires dirijida por los doctores Navarro Viola y Quosada, 

JEu esa Memoria escrita con sencillez y «vidonte buena ff 
por un narrador imparcial y sin duda inmediato espectador dt 
los mismos sucesos que relata, se describen los principales lie^ 
chos ocurridos en la traición de Penigorria, y aún los escpsoi 
y crímenes que so cometieron por ¿1 ó por sn.ri jefes inir.ediatOE 
a fin de robustecer el triunfo de au perfidia y sublevación, que 
no solo interesaba la proviuiíia de Corrientes, sino comprome- 
tía una división oriental mandada por el valiente y leal coro- 
nel don Gorgonio Aguiar, enviado por el general Artigas á 
Corrientes. 

Como los becbos narrados en esa Memoria son tan poco co- 
nocidos, y sin duda deliberadamente no lian querido ser toma- 
dos en cuenta para juzgar con imparcialidad el proceder del 
general Artigas, creemos dar mayor interés Iiistórico k nuestro 
trabajo, y contribuir á un acto de lealtad y de justicia, trans- 
cribiendo la parte de aquella que se relaciona directamente 
con la traición de Perrugoria y su tremenda expiación. 

Dice asi dicha Memoria: 

« A principios del año de 1814, estalló una revolución en la 
capital de Corrientes contra el poder de! gobierno de Buenos 
Aires, bajo la inñuencia del general don José do Artigas, jefe 
de la Banda Oriental, para desligar á la provincia de la unión 
6 dominación (como se decia) de aquel gobierno, á efecto de 
proclamarla libre y confederada á los demás pueblos Paraná y 
Santa Fe, que el año anterior de 1813 se habían pronunciado 
por esto sistema; coya revolución se promovió en loa términos 
siguientes: nn piquete de veteranos al mando inmediato del 



— 441 

capitán correntino don Ramón López, recien venido de Bue- 
nos Aires, sostenia la autoi'idad qne mandaba la provincia con 
el carácter de teniente-gobernador en la persona de D. Igna- 
cio Domínguez, natural de Mendoza, y su secretario don Am- 
brosio Eeina, de Buenos Aires, y una compañía de dragones 
correntines, su comandante don Juan Bautista Méndez, forma- 
ba igualmente la guarnición del pueblo. Este jefe con su tropa 
y algunos oficiales y ciudadanos de la capital reunidos en un 
punto acordado se disponían á sorprender la tropa del capitán 
López, avanzando en la- madrugada del dia 10 de Marzo su 
cuartel^ que lo consiguieron rendir y desarmarlo con pérdida 
de un soldado muerto por las dos partes. 

« Realizada esta operación al amanecer del dia, llaman al pue- 
blo á toque de generala y le proclaman el cambio do sistema 
que van á adoptar debiendo elejir la persona para el mando 
provisorio do la provincia. Recayó el nombramiento en el co- 
mandante MendeZ; como que habia encabezado la revolución y 
mas tardo fué electo en propiedad. Intertanto el señor Domín- 
guez y su secretario Reina, por precaución abandonaron su casa 
y se refujiaron al Convento de Santo Domingo de donde fueron 
extraídos con todo respeto, y sin perjuicio de ninguna clase. 
Les propone que sí querían retirarse para Buenos Aires podían 
ejecutarlo libremente, y sin perder tiempo se embarcaron en 
una lancba con la comitiva de su facción, don Ramón López y 
algunos de sus soldados que quisieron acompañarle- Sucesiva- 
mente el gobernador provisorio participa al general Artigas el 
resultado de la revolución, poniendo la provincia bajo sus aus- 
picios como protector de los pueblos libres, según se titulaba* 

« A mediados del mismo año en las tropas enviadas de Buenos 
Aires á la Banda Oriental contra el general Artigas, ocupaba 
plaza con grado de capitán el correntino Grenaro Perugorria, 
que abandonando sus filas deserta y se presenta al enemigo 
como pasado, (tal procedimiento se estranaba en Porugorria, 



— 442 — 

pero gíu duda encerraba nn secreto de grande trascendencia 
como se verá después). Tuvo la mejor acojida como era consi- 
guiente, y cada día más el general Artigas le prodigaba de- 
mostraciones de consideración y aprecio, hasta que le inspiró 
la mayor confianza y le nombró de su representante cerca del 
gobierno de Corrientes con el objeto de consolidar su amistad 
y pactar una alianza ofensiva y defensiva entre ambos go- 



« Parte el señor Perugorria á Corrientes & llenar su comi- 
sión, y sin perder tiempo principia á contrariar sos instruccio- 
nes poniendo en práctica reservada una contra-revolución en 
favor de Buenos Aires, principiando por organizar alguna 
tropa de su confianza al mando inmediato de un sargento 
Melgarejo, au íntimo colaborador; y engañando al público que 
aus actos estaban de acuerdo por órdenes reservades de sn 
representante Artigas. A esta estratajema le favoreció el apoyo 
de una compañía de Blandengues al mando del comandante 
don Gorgonio Aguiar, que envió Artigas como auxiliar de 
Corrientes, cuyo gefe entregado de buena fe y sin comprender 
las máiimaB que ocultaban las deliberaciones del representan- 
te Perugorria, se presta con su tropa armada para derrocar 
del mando al gobernador Méndez c:>n el aparato de avanzarle 
su cuartel que constaba de una fuerza de dragones bastante 
respetable, capaz de resistir y triunfar si s'i hubiera dispuesto 
á oponerse: pero al contrario, el dia anterior hizo recojer 
las municiones que conservaba la tropa y dejarla indefensa: 
con esta operación, y de no haberle causado ningún mal des- 
pués de! movimiento, no habia duda que el señor Méndez 
también obraba de inteligencia con Perugorria; intertanto se 
tomaron medidas de apresar i otros empleados, como don Ca- 
yetano Martínez, capitán don Pedro S. Negrete, ayudante de . 
Plaza, y al ciudadano don Enrique Arévalo, ^ue ai jjnmero /o 
asesinaron en d aiartd de Agiiiar, debiendo cojrer la misma su&¡-- 



— 443 — 

te los demás si la casualidad no media de haberse encargado 'para 
su ejecución á un hombre humano llamado Ramón, paraguayo, y 
sargento de la tropa de Aguiar, que con seis soldados de escolta 
conduda á las dos victimas^ con él pretexto de mandarlos & Arti^ 
gas. Llegan á la altura dd rio Corrientes^ y les descubre el sar* 
gtnto las órdenes que llevaba contra ellos, protestándoles que antes 
de ser suverdugo sé convertiria en su libertador, aún en d caso de 
no poder volver á su cuerpo tomando la resolución de desertarse 
con su escolta para el Paraguay, invitándolos que le acompaña^ 
sen si eran gustosos^ y sino que tomaran el rúnibo que quisiesen. 

El semor Arévalo sa determina á acompañarlo y don Pedro 
Sánchez se despide de ellos y parte para la Banda Oriental. Fi- 
nalmente el representante y gobernador oriental de Corrien- 
tes, el señor Perugorria, con las promesas que reservadamente 
le dirigian de Buenos Aires para robustecer su empresa^ le 
participan do dos expediciones prontas á batir las fuerzas de 
Artigas: una al mando del coronel don Blas J. Pico, en la fron- 
ra de la Banda Oriental y la otra en la de Entre-Rios, encabe- 
zada por el coronel Baldenegro. Toma la resolución de descu- 
brir su plan, y dar de frente contra Artigas, disponiendo antes 
que el comandante Aguiar y su tropa^como que eran llamados 
del general Artigas, evacúen la capital sin pérdida de tiempo, 
que lo verificaron saliendo á pió á hacerse de cabalgaduras en 
los extramuros de la ciudad; y se pronuncia entonces declara- 
damente ordenando á las comandancias de campaña que se 
alisten para marcliar donde fuese necesario en defensa de la 
provincia. Niégase á su reconocimiento el comandante de Ou- 
ruzíi-Cuatiá don José Gabriel Casco, y se dispone con todas 
las fuerzas de su departamento á las ulterioridades de su 
oposición, dando cuenta al general Artigas. 

Con este motivo sale á campaña el señor Perugorria, dele- 
gando el gobierno en la persona del capitán de cívicos D. An- 
^el Blanco, y establece su cuartel general en la villa de San 



jggiS^: 



p - 444 - 

^|:, Hoque, con mi pkntel do ejército llamando á reunión las m 

T cías del Norto. Dos capitanes de las Ensenadas que protesta' 

t- no poder marchar, fueron ejecutados y colgadün en la plaza 

|, San Costncpor disposición del comandanlc Añasco: pero por 

^ . denes que liivo de su ffol/ienio. Medio organizado el cuerpo 

i-' , ejército en número reducido, levanta el campo el señor Pe 

[i,:'., gorria, con dirección al rio Corrientes, que principiaba ; 

y, aquella parte á hostilizar las partidas del oroandante Case 

,'' , las llevaba por delante hasta el otro lado del rio. Pasa igu 

í^ , mente cou su ejército y se sitúa en la estancia de ColoJri 

'!■_ ''■' diariamente se tiroteaban en guerrillas con la de Casco; p 

■';; este no hacia más que entretener hasta engrosar su fuerza i 

¡¿'- ■ una división enviada por Artigas, a! mando del coronel I 

jí;. Basualdo, que se hallaba del Uruguay a esta parte, á la n 

y' de lina fuerza de Buenos Aires que Labia desembarcado á 

■ ■ ' órdenc'í de Baldenegro. El señor coronel Perugorria compr 

1^*- dia bien su situación, y para más asegurarse se fortifica en 

" cha estancia bajo atrincheramientos y buena artilíería, alim 

tado con la idea de un pronto auxilio que esperaba de Bal 
■■ negro, como se lo habían prometido. Intertanto las dos fuer 

auxiliares que se esperaban por las dos partes se habían batí 
y triunfado el señor Baldenegro, el coronel Basualdo den^ot; 
se retira y reuniendo apresuradamente su g»iite dispersad 
plegándose á la del comandante Casco, sorprende á Porugoi 
en su atrincheramiento y le toma su gente dispersa, lavaí 
en las lagunas inmediatas. Sin embargo correa en las balas 
los enemigos de todos lados á tomar las armas y defenderse 
adentro de las trincheras, que se hacían inútiles los empujes 
del enemigo que llegaban hasta la punta de las bayonetas y 
rechazados por tres ocasiones se resuelve á retirar y poner si- 
tio después de. una pérdida considerable de tropa entre muer- 
toa y heridos. (En esta jornada del año 1816, principió á ensa- - 
yar su carrera militar don Bernabé Rivera, en clase de cadete 



— 445 — 

que recibió un balazo por la boca á tiempo de abrirla para gri- 
tar, la cual le bandeó una quiíada sin dañar un diente . ) 

« Los sitiados todos los dias recibian intimación de rendirse 
con protestas de garantir sus vidas, y desengañados al fin que 
les eran infructuosos sus esfuerzos para conseguir el agua ca- 
vando la tierra, y guerrillas reforzadas que sallan de la trin- 
chera á procurarla de las lagunas, se disponen a capitular des- 
pués de ocho dias de sitio, sin comer ni beber y sin parecer el 
auxilio de Baldenegro que se ignora el motivo que le obliga 
ri' á reembarcar su tropa y retirarse. 

En lo estipulado de la capitulación declaraba Basualdo ga- 
rantida la vida de Perugorria y la de toda su oficialidad: en es- 
tos términos fueron rendidos y como prisioneros remitidos á 
la presencia de Artigas en su cuartel general de la Banda 
Oriental, que después de fuertes cargos hechos al desgraciado 
Perugorria, lo fusilan con sentimiento del mismo Artigas, que 
lo lloraba, y Basualdo marcha con su división á la capital de 
Coriientes, toma sus medidas de arreglo principiando por apre- 
sar á algunos individuos más visibles del pueblo que conside- 
raba faccionarios en contra: y al desgraciado comandante 
Añasco lo fusilaron á consecuencia de la muerte de los dos re- 
feridos capitanes que fueron ejecutados en San Cosme, depar- 
tamento de Ensenadas; y conducidos los demás ante Artigas 
fueron indultados y libres al poco tiempo. Vuelve á restable- 
cer' el gobierno de la provincia de acuerdo con el general Ar- 
tigas, nombrando de gobernador á D. José de Silva (persona 
respetable por sus antecedentes de servicios al país, mucho an- 
tes de estos sucesos) y se retira el coronel Basualdo á incorpo- 
rarse al ejército de Artigas, y el comandante Casco sale á cam- 
paña en arreglos militares. Un oficial don Gregorio Gongora, 
con una poca tropa de Artigas habia llegado á la capital y per- 
manecía como de guarnición, mas después se presenta el capi- 
tán don Miguel Escobar con el protesto da licenciado tempo- 



\ 



m< _ 446 — 

S;. raímente, como dependía de la fuerza de Artigas, vuelve á 

t'^'^ ' lacioiiarse con loa agentes de Buenos Aires, seduce la tropa 

'^.^ ■ ., referido Gongora, y arma otra revolución contra el gobems 

iC ' Silva: lo deponen y nombran provisoriamente al ciudadano 

^J'_.y Francisco de Paula Araujo, que duró quince dias. Mediant 

*■' - ^ previsión y actividad del comandante Casco, que á marc 

íy redobladas vino sobre la capital con gente armada, y sin i 

Ú-- ■■ . guna resistencia entra y lo repone á Silva en el gobierno. 

^-, ■ preso Escobar con la poca tropa que le seguia y el doctor 

f ' . ñas, qae figuraba en la época de Perugorria como aecretari 

{,-',' ' quien se le atribuyó mucha parte en el asesinato del se 

--,;■■ Martínez: igual suerta siguió el desgraciado que estando m 

i.- : . en el cuartel del capitán Antoñaso, le asesinaron, al copitau 

^".\ cobar le obligan su regreso á la Banda Oriental do donde p 

Kv- ' cedia. Salió de la capital incontinentemente, y el comanda 

k- ■ Casco se retira á su departamento. El gobernador Silva en 

t*! ■ guida hace su renuncia de gobernador y le sucede legalrae 

i. ^ don Juan Bautista Méndez, á principios del año 1816, en i 

¿ cunstancias que se empeñaba la guerra contra Artigas, de j 

. ' ■ te de Buenos Aires y el Brasil. Con este motivo el gobernai 

'_^' Méndez se empeñó á proveerse de bastante armamento de t( 

f f , clase y establecer un cuerpo de ejérci'-o, destinando su plan 

i'. en el departamento de Cumzú-Cnatiá, al mismo tiempo que 

;; llaman la atención !as hostilidades de los brasileros sobre 

; Misiones que se hallaban indefensas. Como anteriormente fi 

-'."■ ron destruidos y quemados los más do los pueblos por ellos, 

; ' embargo, determina el gobierno enviar una división de mili- 

í , cías almando del comandante Arauda hasta el punto de San 

l Carlos; territorio de Misiones; y por otra parte las exigencias 
de Artigas pidiendo gente para engrosar sus fuerzas, que muy 
pronto se le mandó una división bien arreglada con su jefe y 
oficiales correspondientes, los mismos que fracasaron casi á un 
mismo tiempo con la expedición mandada á Misiones derrota- 



— 447 — 

da la una en la batalla que recibió Artigas por los portugueses 
en el punto de Catalán, en la Banda Oriental, y la de Misiones 
fue sorprendida y sitiada. Por último toda la división cayó 
prisionera, menos el jefe -branda que pude escapar; pero herido 
mortalmente de donde resultó la muerte. Triunfan los brasile- 
.ros, se retiran hasta volver á pasar el Uruguay, reconcentran- 
do sus prisioneros y remitidos los oficiales al Janeiro. Así con- 
cluyó el período del año 1816 y parte de 1817.» 

Hemos extendido esta transcripción basta un periodo poste- 
rior al fusilamiento de Perrugoria, á fin de demostrar el peli- 
gro capital que corrió con la traición de 'éste la causa de Arti- 
gas, como detensor de la independencia provincial; pero no 
terminaremos sin llamar la atención liácia el profundo pesar 
que asegura el narrador sintió eL mismo general Artigas al 
ejecutarse á Perugorria, quizá por exigencias ó instancia» de 
la mayoría de sus jefes, alarmados por aquel peligro. Al- 
go de esto mismo se prueba con la conducta observa- 
da por Artigas con los oficiales de aqijiel, poniéndolos en li- 
bertad. 

Veamos entretanto como han juzgado nuestros historiado- 
res algunos hechos análogos, pero de circunstancias muy dis- 
tintas y reagravantes. 

¿Qué cargo se le ha hecho por ejemplo, al general Belgrano 
por haber mandado fusilar inmediatamente de recibirlo en su 
Cuartel General al desgraciado defensor de los derechos pro- 
vinciales de Santiago del Estero el honrado patriota teniente 
coronel D. Francisco Borjes, de quien el mismo Dr. López, tan 
anti-artiguista, afirma que «era hombre digno en efecto de 
« mejor suerte que la que lé impuso el riguroso proceder del 
« general Belgrano. Por que si bien era cierto que Bórjes se 
« había alzado contra la autoridad nacional constituida en el 
« Congreso, también lo era que su conducta era honorabilísi- 
« ma y conciliadora?» 




fe 



-- 448 — 

Sse horrendo asesinato ha sido paliado con todas las mistifi- 
caciones de una hábil y descorazonada retórica. 

El doctor López no ha dicho sino que se íe apUcú la Ordenan- 
za miJítar, de la que era inficxihle observador el severo general 
Belgrano. 

Asi ha fallado sobre ese atentado injustificable que arroja , 
tan fea mancha sobre la pundonorosa hidalguía de ose patrio- 
ta eminente. 

Para poder apreciar en todo su gravedad ese cargo, cedemos 
la palabra y la vivaz descripción de ese hecho al mismo doctor 
López y en especial al general Paz actor en él, cuya desciip- 
cion interesará sin duda á nuestros lectores: Dicen asi: 

«. Asi sucedió en Santiago del Estero, ciudad independiente 
■jr, ■ entonces del Gobierno de Tucuman y cuarenta leguas al sud. 

« El teniente coronel don Juan Francisco Borges, levantó al 
estandarte de la rebelión deponiendo al teniente gobernadory 
saliendo á campaña para reunir las milicias y hacer frente á 
las tropas que se destacasen del ejército. No era esta una de- 
serción de la causa de la independencia: su objeto era solo 
substraerse á la obediencia del Gobierno General y ser en su 
provincia lo que era Güemes en Salta y Artigas en la Banda 
Oriental, pero tomó tan mal las medidas que antes de treinta 
dias estuvo todo terminado. 

<c Borjes á quien suponiau una audacia no común y que go- 
zaba gran prestigio entra sus comprovincianos, manifestó 
llegado el caso una impericia y una imbecilidad suma al mismo 
tiempo que pasaba el Rubicon. No quedándole más puerto de 
salvaeioD que la victoria hizo alarde de una delicadeza agena 
de sus circunstancias especiales. Cuando reunia el paisanage 
que debia oponer á las tropas que ya marchaban contra él, de- 
jó pasar intactos unos caudales que iban de tránsito para 
Buenos Aires, y lo que es más no permitió sacar un sable, ni 
una tercerola que necesitaba en sumo grado, de una tropa de 



— 449 — 

carretas que á esa sazón llevaba un buen cargamento de ar- 
mas para el ejército. 

« Todo esto lo tizo en precaución de que no se creyese que un 
deseo desordenado de rapiña lo habia impulsado en su movi- 
miento y de que hostilizaba privándolas de sus armas, á las 
tropas destinadas á combatir por la independencia. Si tal modo 
de pensar hace honor á sus sentimientos, es una prueba clásica 
de su incapacidad como caudillo y de que se metió en un ato- 
lladero sin calcular como habia de salir de él. 
j' « Perseguido por una pequeña fuerza, fue tomado prisionero. 

« El general Belgrano tan luego como supo la derrota de los 
sublevados, expidió un decreto condenando á la pena de muer- 
te al desgraciado Borjes, al comandante de milicias Montene- 
gro, al mayor Gonsevat y al capitán Lugones. 

« Hé aquí como narra el General Paz en sus Memorias el 
fusilamiento de Borjes, al mismo tiempo que describe los es- 
fuerzos que hizo para salvar algunos otros prisioneros: 

« El Comandante La Madrid me salió al encuentro para de- 
cirme que habia llegado esa madrugada con el reo y que inme- 
diatamente se le habia puesto en capilla con dos horas de tér- 
mino las que iban ya á cumplirse. Me pareció cruel y hasta 
bárbaro turbar los últimos momentos de un hombre en aquella 
situación con preguntas que si él satisfacía comprometian á sus 
amigos y si negaba podian conturbar su conciencia. Por otra 
paj*te me constaba que el General en Jefe nada de esto tenia 
prevenido, antes dando por concluida la rebeUon habia pro- 
mulgado una amnistía. Tomé, pues, sobre mi responsabilidad^ 
y esta vez sin remisión porque el declarante iba á desaparecer, 
evitarla declAacion y sin bajarme del caballo volví las rien- 
das para la ciudad de donde acababa de salir. 

« Guando llegué á la chacra de Santo Domingo estaba ya 
designado el lugar del suplicio a unas cuantas varas del ran- 
cho que ocupaba el reo, bajo un frondoso algarrobo á cuyo 

29 






— 460 — 

tronco estaba atada una mala silla de cuero que liabia de ser- 
vir de banquillo. El Comandante La Madrid me dijo que cum- 
plidas ya las dos horas el reo iba á ser ejecutado. Cuando me 
despedí se formaba ya la escolta y no había andado ni un cuar- 
to de legua^ cuando oí la fatal descarga. Jeorges murió con en- 
tereza, y protestando contra la injusticia de su 8enten,cia, y la 
no observancia de las formas, pero con los sentimientos reli- 
giosos y cristianos. 

* 

« El general Belgrano no debió arrepentirse de la indul- 
gencia con que trató á los últimos, siéndome sensible no poder 
decir lo mismo de la sentencia (si puede llamarse sentencia un 
decreto de muerte, sin juicio, sin forma alguna y sin oír al reo) 
precipitada que hirió a Borges. ¿Creyó acaso el General que la 
demora de la ejecución, podía dar motivo á nuevas turbíw^io- 
nes? No lo sé; pero si asi fuese se equivocó completamente, 
pues la rebelión estaba tan terminada que el caudillo había 
sido arrestado por sus mismos paisanos y en el mismo teatro 
de sus aspiraciones. De cualquier modo nunca podía faltar 
tiempo para que se le juzgase sumariamente y se oyesen sus 
descargos. Lo singular es que el General que tanto predicaba 
la obediencia y la observancia de las leyes, las violase invo- 
cándolas, sin que ninguna autoridad superior le hiciese cargo. 3> 

El juicio antes emitido por el mismo inflexible y severo Ge- 
neral Paz, nos releva de todo comentario. 

Conviene también conocer como juzga el general Mitre en 
su obra sobre Belgrano ese asesinato ostensiblemente legal, 
atenuándolo ¡quien lo creyera! con la dureza de los tiempos, 

« Belgrano cumplió con excesivo rigor la senteAsia fulmi- 
nada de antemano por el gobierno. Persuadido de que el mo- 
vimiento subversivo de Santiago era en connivencia con el 
enemigo, que al mismo tiempo amenazaba invadir por la fron- 
tera de Salta ordenó que en él término de dos horas fuese ejecii- 



— 461 

íado. Injusta era e«ta suposición, pues Borges habia probado 
ser un verdadero patriota; aún después de sublevado habia de- 
jado pasar libremente un convoy de armas que iba para el ejér- 
cito, y otro de caudales para Buenos Aires, sin permitir se to- 
case un peso ni una arma, á pesar de que carecía de todo. Pb- 
Ro LOS TiEKPos ERAN DUROS, j el general Belgrano era íneocorahU 
en matería de disciplina^ siendo Borges un militar sujeto á su 
dura ley. 

« El 1.° de Enero de 1817, á las 9 de la mañana, murió fusi- 
lado al pié de un frondoso algarrobo, atado á una silla de va- 
queta, protestando contra la injusticia de su sentencia y la 
inobservancia de las formas. Fué sepultado en la capilla de los 
Robles.» 

Como se vé, el eminente pero parcialisimo historiador deja 
protestar á la víctima, limitándose á atribuir á la dureza de 
los tiempos ese acto de severa disciiilina^ el mismo que en idén- 
ticas condiciones habría sido en Artigas un horrendo homicidio- 
Es de justicia no omitir otros ejemplos análogos, que de 
ninguna manera presentamos como justificativos, sino exclusi- 
vamente para demostrar la ciega parcialidad con que nuestros 
historiadores han juzgado aquel único hecho del General Ar- 
tigas; atenuando, justificando y aun enalteciendo otros análo- 
gos perpetrados por gobernantes ó jefes de partido, de quie- 
nes se han mostrado ciegos adictos. 

La administración del Director PuejTredon nos mostraría á 
este respecto numerosas ejecuciones practicadas en nombre de 
la ley militar, revestidas con el siniestro aparato de una justi- 
cia sumaria, que como la ejecución de los franceses Lagresse y 
lÉobert, acusados por una carta interceptada como presuntos 
asesinos del Director y de San Martin, no respondía sino á una 
implacable venganza impuesta á la comisión militar que los 
juzgó por orden de Pueyrredon. 

El mismo sistema de inexorable exterminio ftió observado 



— 4B2 — 

también en Buenos Airea poco después por el misino Director 
Pueyrredon con el desgraciado Comaudanto da Milicias de 
campaña de Córdoba D. Juan^Pablo BuIeos, sublevado tara- 
bien en nombre de los derechos federativos do su provincia 
contra el Congreso y el Director, siendo fusilado en aqiuella 
capital junto con algunos do sus oficiales, después de estar 
encarcelado algunos meses, y sin que pudiesen ampararlos las 
recomendaciones é interposición de personas del máa alto va- 
limiento. 

Diez años mas tarde, el 13 de Diciemliro de 1828, un po- 
deroso é ilustrado partido político de Buenos Aires, eu el que 
estaban afiliados eminentes juriscousultos y hombres de le- 
tras, (y entre ellos en la Junta Secreta de Consejo el mismo 
General Alvarez Tliomas que tauto tostiÜzó á Artigas) acou- 
se]6 al General Lavalle, y aplaudió y sancionó el bárbaro fusi- 
silamiento ilel gobernador legal de esa provincia, el patriota 
probado, el publicista y tribuno eminente, el intrépido héroe 
de Salta y Tucuman, Coronel Dorrego, sin más crimen que sus 
grandes servicios á la patria, y estorbar con su resistencia las 
ruines ambiciones de sus enemigos personales como Goberna- 
dor de la Provincia de Buenos Aires. 

La noble figura histórica de! coronel Dorrego, quien desde 
1815 sostenía ó defendía al partido Artignista en Buenos Ai- 
res, debe ser tanto más simpática á los orientales cuanto él, el 
vencido en leal combate por Rivera en la reñida batalla del 
Guayabo, fué el primero en sufrir uu bárbaro destierro á la 
isla mortífera de Santo Domingo, en las Antilla?, impuesto 
por el Director Supremo Pueyrredon en castigo de su valiente 
articulo „Elplan de defensa'^ publicado en la j,Crónica Ar- 
gentina," 

La historia complaciente ha pasado la esponja de una aco- 
modaticia complicidad sobre el fusilamiento del Gobernador 
Dorrego, el más execrable atentado de aquella época, cometido 



— 463 — 

por los revolucionarios, que solo querian asaltar el poder; y al 
mismo tiempo, haciendo un odioso contraste, lia descargado 
sus iras sobre Artigas, que en aquella única excepción del fusi- 
lamiento de Perugorria, no supo, no quiso, ó aún no pudo per- 
donar al traidor. 

No conocemos cuales reglas de justicia y de moral pueden 
eximir de toda culpa á los autores de aquel abominable asesi- 
nato del Coronel Borrego, tan enaltecidos hoy mismo por los 
partidarios de la siniestra revolución de Diciembre de 1828, y 
\^ hacer pesar su más violenta condenación sobre el gefe amado 

de su pueblo, que escarmentó en el subalterno desleal el mal 
ejemplo de toda futura traición. 

No terminaremos estas consideraciones, y terribles contras- 
tes que nos ofrece el desarrollo de nuestra gran revolución 
contra el régimen español, y nuestros cruentos ensayos de or- 
ganización política, sin resumir nuestro pensamiento sobre la 
lamentable y triste ejecución del malhadado Coronel Peru- 
gorria. 

usando de la más refinada perfidia, de acuerdo con un plan 
convenido con el Directorio de Alvear, simuló aquél una de- 
serción de la causa de éste, para engañar mejor al General 
Artigas. Después que hubo ganado toda su confianza; median- 
te aquella aparente traición, y sus vehementes protestas da 
adhesión, consig'jió de él que solé confiase una división orien- 
tal, con la cual y con los elementos artiguistas que ya encon- 
V tro reunidos en Corrientes, pudo enseñorearse del dominio de 

esa provincia, hasta que, ftierte ya con aquellos elementos, cre- 
yó llegada la hora oportuna para sublevarse contra su protec- 
tor y apoderarse de la fuerza oriental que en malhora le había 
confiado. 
'^ Pero esa sublevación no alcanzó su efímero triunfo sino me- 

diante el asesinato de algunos jefes aitiguistas que se le opu- 
sieron. Manchaba con esos crimenes, la rebelión se hizo más 



— 454 - 

odiosa á sus contrarios, y desprestigiada y abandonada a sus 
aolos recursos, fué vencida después de una sangrienta lucha 
de algunos dias. 

Ya se ha visto en la Memoria que hemos copiado al princi- 
pio, como el General Artigas lamentó hasta el extremo de llo- 
rar la ejecución del bravo é infortunado Perngorria. Este de- 
talle importantisimo est¿ confirmado en el mismo libelo de 
Cavia, el implacable calumniador de Artigas, quien asegura 
que éste picó su cahallo cuando tenia lagar la ejecución, para 
correr á detenerla llegando á dar la oontra-órden cuando ya 
era tarde. 

La historia atesora respecto de estos horrendos cuadros y 
sus causales algunas severísimas lecciones. 

Casi siempre los movimientos políticos que se inician con el 
crimen vienen i ahogarse en su propia sangre; por más que 
los sentimientos de moral y las nobles aspiraciones de la civi- 
lización tengan tanta razón en reprobar su horrenda expia- 
ción. 

Ko podemos terminar estas lineas sin asociarnos íntima- 
mente á los nobiliijimos conceptos y & las sublimes aspiracio- 
nes con que el eminente Thiers termina su cuarto tomo de la 
Historia del Consulado y del Imperio, al narrar el tremendo 
episodio del asesinato del Duque de Engbien por Napoleón. 

« ¡Fatal encadenamiento (dice) de las pasiones humanas! 
Aquel que es agredido ó herido,.quiere herirá su turno: cada 
golpe recibido es devuelto al instante: la sangre llama á la san- 
gre, y las revoluciones degeneran aslen una serie de sangrien- 
tas represalias, que vendrian k ser eternas, sino llegase al fin 
un dia, un día en que unos ú otros se detienen, en que se re- 
nuncia á devolver golpe por golpe, en que se sustituye esa ca- 
dena de venganzas con una justicia serena, imparcial y huma- 
na; en que se sobrepone aún sobre esa ipisma justicia, si puede 
haber algo superior á ella, una política elevaday previsora que 



-- 466 — 

entre las sentencias de los tribunales no deja cumplir sino las 
más necesarias^ haciendo gracia de las demás á los corazones 
extraviados, susceptibles de arrepentimiento y de razón. 
Defender al orden social conformándose con las reglas estric- 
tas de la justicia, y sin dar nada á la venganza, tal es la lección 
que es necesario sacar de estos trágicos sucesos. 

« Pero aun es necesario sacar otra, y es la de juzgar con in- 
dulgencia á los hombres de todos los partidos que, colocados 
antes que nosotros en la carrera de las revoluciones, formados 
^ en medio de las perturbaciones corruptoras de las guerras ci- 

viles, excitados sin cesar por la vista de la sangre, no guarda- 
ban unos con otros el menor respeto por su vida, respeto que 
nos han inspirado felizmente el tiempo, la reflexión y una lar- 
ga paz. » 



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índice 

D5 LOS 

CAPÍTULOS DE ESTE TOMO SEGUNDO 



Españoles, orientales y portugueses 5 

El pueblo de Buenos Aires simpatizaba con Artigas j su noble 

causa 29 

El proceso del Directorio, de su Ministerio, y del Congreso, labra- 
do por ellos mismos 33 

El gran crimen. 41 

Como se preparaba Artigas & la lucha 57 

Las intrigas y defecciones del Directorio de Pueyrredon según 

sus defensores López y Mitre 109 

Artigas y sus orientales ante la invasión portuguesa 128 

La batalla de India Muerta , 143 

El plan de defensa do Artigas. La primera contra-invasión. . . 155 
Una nueva guerra. — Invasión á Entre-IÜos por orden del Direc- 
torio 181 

^ Otra nueva guerra. — Invasión á Santa Fé 206 

Como terminó la guerra declarada ¿ Artigas por el Directorio . 21B 
Las glorias del pueblo Oriental. — Degradación de la conquista 

portuguesa. 225 

La segunda contra-invasión • 289 

La última guerra. Artigas y Bamireí 251 

La poesía Helénica y la Uruguaya. El himno dé Artigas .... 263 
Los Artigas. Antecedentes de familia y personales del general 

don José Artigas 279 

J^ Artigas acusado como díscolo é insubordinado 801 

Como se demuestra que Artigas fué siempre agredido j no 

agresor 317 

Artigas calumniado como hombre sanguinario 387 

Cómo se prueba que Artigas fiíé clemente y magnánimo .... 898 

Nuevas pruebas de la clemencia y magnanimidad de Artigas . . 427 

Otras pruebas de la magnanimidad de Artigas 488 

El castigo de un traidor y el asesinato de un gran patriota . . . 489 



Dos palabras á los susciltores. 



^ 



Deseosos de no ser molestos ni ¿gravosos á estos, celculamos al pm- 
cipiar la impresión de esta obra que nos seria posible reducirla k solo 
dos volúmenes, procurando asi también aumentar la cooperación con 
que en el público podi-iamos contar para nuestro trabajo. 

Pero contra nuestra voluntad nos hemos encontrado entre el dilema 
forzoso de, ó complementar en cuanto fuese necesario nuestra publica- 
ción, pero exponiéndonos por ello á descontentar á algunos de nuestros 
suscrítores; ó por el contrario, suprimir de ella una gran parte tan inte- 
rosante como indispensable de su documentación, así como de las ob- 
servaciones y comentarios respectivos. 

En esta alternativa no hemos vacilado en optar por lo primero» 

Esperamos que la mayoría de nuestros suscrítores considerará que es 
hasta absurdo en nosotros tratar de excusamos de que nuestro Estttdio 
no s^ haya reducido k proporciones más diminutas para poder asi con- 
tentar el bolsillo más ó menos patriótico de algunos suscrítores. 

De cierto que al emprender este largo y afanoso trabajo no contaba^ 
mos con que dobia sernos obligatorío encuadrarlo forzosamente en un 
marco que no pasase de tantos ó cuantos centímetros, ó de otro modo, 
de tantos ó cuantos centesimos. 

Opinábamos que las palpitantes cuestiones que se relacionan con los 
orígenes de un pueblo, con los hechos más notables de sus grandes 
hombres, ó con los dolorosos episodios inherentes á su tempestuoso sur- 
gimiento, deben ejercer siempre sobre los buenos ciudadanos el podero- 
so é irresistible atractivo del patríotismo, esa sublime virtud cívica que 
nunca se cotiza al precio venal de una mercancía. 

Creíamos en nuestra candidez que todo cuanto se relaciona con los 
anales de un pueblo, sobre todo cuando esos anales están por escríbirse, 
presentados injustamente hasta ahora, con merítorías escepciones, 
como un conjunto de oprobio y de barbaree, debia ser acreedor á una 
general é incondicional buena acogida; y que el patriotismo vinculado á 
la veneración y al afecto de un glorioso pasado, no ru>s pediría ante todo 
estrecha cuenta de los centesimos que esa cooperación debería costar*, 
como si el patríotismo tuviera su tarífa de baratillo. 

Al desoubrír nuestro err^r, respecto de algunos suscrítores, hemos 
creido encontrar la explicación en la influencia que han debido ejercer 
durante muchos años las calumnias de los detractores del General Arti- 



^^ 460 — 

gas, así cOmo en la tradición de odio que se ha perpetuado en nm 
sas familiaB de origen español ó portugués, que tanto al)nndan 
capital, y para cuyos antecesores Artigas no representaba sino b. 
lento perseguidor y enemigo de unos y otros. 

Por otra parte, no en vano durante mucIieB años la primera déca 
la vida del pueblo oriental ha sido desñgorada en testos escolare 
los quese ba educado á la juventud, como si fuese unn época de ini 
y deshonroso desgobierno, cuya primera autoridad ha sido seEalad 
reprobación general como d tipo más acabado de la barbarie 
crimen. 

Aunque en la redacción y orgaaizacion de nuestra obra no nos 11 
■ un ÍTÍdo sentimiento de lucro, teníamos cuando raénos derecho i. 
rar que hallaríamos en el público el estímulo y el aplanso que c( 
pondian ala lealtad de nuestras convicciones, & la energía de nv 
propaganda, al mérito incomparable de los doscientos noventa ■ 
montos que hacíamos conocer por primera vez, y ¿ la. misma ímpr 
prolongada labor que acometíamos. 

Permítasenos trascribir á continuación algunos pA,rrafo8 de una 
dirigida por nuestro hijo Enrique G. Maeso, como ciudadano orien 
algunos Señores diputados con motivo del dictamen d» la Comisi 
Peticiones en qne ae aconsejaba i. esa Honorable Cámara que para 
cribirse A ía obra se esperase & qne ella estuviese terminada para ] 
conocer su importe y su mtrilo: Decía así: 

<; Y esto mismo se aconseja en momentos en que se ha convocot 
« el país y en el estranjero k los escultores de todo el mundo para 1 
1 tar un grandioso monumento de mármol ó de bronce al General 
« gas; no destinándose asi ningún estímulo como he dicho, para el 
« de una obra que será un verdadero monumento moral é imperec 

< levantado por mi padre h, la memoria del grande hombre y 4 la ( 

< de los Orientales. En realidad, no se comprende como podria c 
<í liarse esa ostentación de patriotismo por una parte, y el singula 
a nosprecio que se aconseja hacíala misma historia documentad) 
( héroe & quien tanto se quiere enaltecer. » 

De todos modos habiendo acumulado numerosos é importantíf 
documentos que enaltecen y honran altamente al General Artigas, h 
creído que no debíamos dar 'por terminada nneatra tarea, y qne de 
quier modo debíamos complementar la obra principiada, ínclnyeni 
un tercero y último tomo las ciento treinta notas de aqnel, que j 
mente lo presentan bajo fases nueras y aun más atractivas. 

La siguiente enumeración de los capítulos y del número de notas que 
en cada uno de ellos ae contendrán, nos hacen esperar qne aquellos ans- 
critotes no dejarán trunca nuestra publicación, continuándonos sn débil 
pero necesario concurso. 



— 461 - 

Tenemos de todos modos el convencimiento de que, sino actualmente, 
en lo venidero,. siempre que se trate de esclarecer los hechos del noble 
y glorioso pasado á. cuya defensa hemos dedicado largas vigilias y labo- 
riosas investigaciones, nuestra obra estará ahí para ser consultada pre- 
ferente ó indispensablemente como una obra de verdad y de imparcial 
justicia. 

Más aún: abrigamos la esperanza de que la generación que nace á la 
vida, entre la cual contamos nuestros siete hijos orientales, buscará sin- 
ceramente en nuestra obra las nobles inspiraciones del amor á la pa- 
tria y de la veneración á los campeones de su libertad é independencia. 



\ 



/ 






índice 

DB LOS 

CAPÍTULOS DEL TOMO TERCERO Y ÚLTIMO 



Pajina 

El General Artigas como jefe militar. Las batallas de las Pie- 
dras, Corumbé, Q-uirapuitá Chico, Arroyo Grande, las Hua- 
chas y el Arroyito de la Bajada (con 13 notas y partes oficia- 
les del General). ... 

El General Artigas come gobernante laborioso y progresista El 
primer Tratado con los Ingleses (con veinte y ocho notas 
comprobatorias) 

El General Artigas como gobernante moral y rígido. Indios y 
cristianos de 1815, de 1854 y 1874 (con cuarenta y cinco notstó 
del General) 

Artigas como Administrador de los dineros públicas (con cator- 
ce notas del General) 

Artigas como patriota firme y leal (con cinco notas del General) 

El pueblo nuevo de Purificación. Los pretendidos enchaleca 
mientos (con diez y seis notas de Artigas) 

La Cancillería del general Artigas y sus comunicaciones. . . . 

La correspondencia del General Artigas con la Junta Gubernati-^ 
va del ParaguaT 

El carácter de Artigas ante las amenazas y los peligros (c€>n 
cinco notas de este) 

Las libertades comunales en las provincias contra su subyuga- 
ción por la capital 

El caudillaje provincial engendrado por el despotismo de los go- 
bernantes de Buenos Aires. Causas y efectos 

Intransigencias del orgullo de las facciones imperantes en la 
capital 

Ai-tigas y su pueblo ante la traición. Como «e operaba y justifi- 
caba la reacción que se llamó anarquía 

Desorganización molinera de los gobiernos patrios. La rebelión 
en permanencia . . . -. 

Justificación de las resistencias de Artigas á. ciertos gobernan- 
tes de Buenos Aires. Artigas sabía que reaccionaba contra 



-- 464 



la traición. Hombre de acción lQch¿ contra los traidores y los 
. intrigantes 

En la revolución contra el réjimejí español era en las masas po- 
pulares en las que se encamaba el patriotismo más sincero 
y fogoso. . .' \ ...... . 

El libelo dé Gavia. Algunos historiadores aigentinofl y orienta- 
les se han inspirado en él falsificando p£Í la verdad histórica. 
El localismo debe subordinarse ante la austerídad de esta . . 

La Historia como enseñanza moral nunca debe claudicar. El dm* 
rutado y d Impétio por Thiers. Nuestra historia convertida' en 
libel^o ha amenguado la grandeza de la revolución americana. 

En cual escuela de hombres públicos se incubó la traición al 
republicanismo americano. En donde deben biiscar I09 pae* 
blos sus verdaderos grandes hombree como Artigas 

Resumen de esta obra, l^rincipios y conclusiones 

APÉNDICE 

Kotas oñdales y Le^^ declarando al General Artigas ñmdador 
de la Nacionalidad Oriental ..*..•' , . 

Ti-einta notas divel-sas del Greneral Artigas 

Veinticinco notas del Oomandante don Fructuoso Itivera,en 1818 

Fragmeaito de la Memoria escrita por éste sobre la guerra con 
los Españoles, argentinos y Portugueses 



Páji&a 

7 



V . 



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